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Reflejos

– ¿Qué estabas buscando? -Lotty se hallaba sentada bebiendo café, con sus ojos negros sondeándome, pero con afecto.

Di un mordisquito a mi sandwich.

– No lo sé. Supongo que llevo demasiado tiempo siendo detective. Siempre espero encontrar secretos en los escritorios de la gente.

Estábamos sentadas en el restaurante Dortmunder, en los bajos del hotel Chesterton. Yo había cogido media botella de Pomerol de los estantes de vino que cubrían las paredes y me lo estaba bebiendo con el sandwich -queso emmental entre dos finas rebanadas de pan de centeno-. El servicio es lento en el Dortmunder. Están acostumbrados a las damas ancianas que viven en el hotel y pasan la tarde con una taza de café y un solo pastel.

– Querida mía, no quiero presionarte si no quieres pensar en ello. Pero tú nunca ordenas papeles. Incluso en el caso de tu primo, se que se lo habrías dado al abogado a menos que estuvieses buscando algo concreto. Así que lo que estabas buscando era muy importante, ¿verdad?

Lotty es austríaca. Aprendió inglés en Inglaterra, donde pasó su adolescencia, y le queda un rastro de acento vienes en su habla inglesa de agudas y rápidas palabras. Hace mucho que somos amigas.

Me acabé el sandwich y bebí un poco más de vino. Luego sostuve el vaso dándole vueltas para atrapar la luz. Contemplé el brillo color rubí y me quedé pensando. Finalmente, puse el vaso en la mesa.

– Boom Boom me dejó un mensaje urgente en el contestador. No se si estaría muy deprimido o si tendría problemas en la Compañía Eudora, pero nunca me había dejado un mensaje así antes -volví a mirar el vino-. Lotty, estaba buscando una carta que dijese: «Querida Vic, me han acusado de robar ciertos papeles. Entre eso y lo de mi tobillo, estoy tan deprimido que no puedo resistir más.» O «Querida Vic, estoy enamorado de Paige Carrington y la vida es bella». Ella dice que lo estaba y puede que fuese así, pero es tan… bueno, tan sofisticada, no sé. O tan perfecta. Me cuesta creer que estuviese enamorado de ella. Le gustaban las mujeres más humanas.

Lotty dejó su taza de café y puso sus dedos fuertes y cuadrados sobre los míos.

– ¿Es posible que estés celosa?

– Oh, un poco. Pero no tanto como para deformar mis razonamientos. Puede que sea egocentrismo. No le llamaba desde hacía dos meses. No se me quita de la cabeza. A menudo estuvimos meses sin saber nada el uno del otro. Pero no puedo dejar de tener la sensación de que le fallé.

La presión sobre mis dedos aumentó.

– Boom Boom sabía que podía contar contigo, Vic. Puedes recordar un sinnúmero de veces en que así fue. Te llamó. Y sabía que tú aparecerías, aunque tardases unos días.

Me solté la mano izquierda y cogí el vaso de vino. Di un trago y la tirantez de mi garganta se relajó. Miré a Lotty. Ella me echó una mirada picara.

– Eres detective, Vic. Si de verdad quieres estar absolutamente segura acerca de lo que le ocurrió a Boom Boom, puedes intentar averiguarlo.

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