Durante los dos días siguientes, König se reunió conmigo en la sombrerería contigua al Oriental en varias ocasiones, para instruirme en los muchos y muy secretos métodos de trabajo de la Org. Pero primero tuve que firmar una solemne declaración comprometiéndome por mi honor de oficial alemán a no desvelar nada de las actividades encubiertas de la Org. La declaración también estipulaba que cualquier violación del secreto sería castigada severamente y König me dijo que sería aconsejable ocultar mi nuevo empleo no solo a cualquier amigo o pariente sino «incluso» -y esas fueron las palabras exactas- «incluso a nuestros colegas norteamericanos». Este y uno o dos comentarios más que hizo me llevaron a pensar que, en realidad, la Org estaba totalmente financiada por la Inteligencia estadounidense. Así que cuando acabó mi entrenamiento, considerablemente acortado debido a mi experiencia en la Abwehr, le exigí a Belinsky airadamente que habláramos lo antes posible.
– ¿Qué mosca te ha picado, boche? -dijo cuando nos reunimos en una mesa que yo había reservado en un rincón discreto del Café Schwarzenberg.
– Si me ha picado algo, ha sido porque me diste el mapa equivocado.
– ¿Ah sí? ¿Y cómo es eso? -dijo poniendo manos a la obra con uno de sus mondadientes con perfume a clavo.
– Lo sabes demasiado bien. König forma parte de una organización de inteligencia alemana montada por tu propia gente, Belinsky. Lo sé porque acaban de reclutarme. Así que o me pones al tanto de la situación o voy a la Stiftstrasse y explico que ahora estoy convencido de que a Linden lo asesinó una organización de espías alemanes patrocinada por los estadounidenses.
Belinsky miró alrededor suyo un momento y luego se inclinó hacia adelante sobre la mesa deliberadamente, abrazándola con sus enormes brazos como si tuviera intención de levantarla y dejarla caer sobre mi cabeza.
– No creo que sea una buena idea -dijo en voz baja.
– ¿No? Tal vez crees que puedes detenerme. Igual que detuviste a aquel soldado ruso. También podría mencionar eso de paso.
– También podría matarte, boche. No me resultaría muy difícil; tengo una pistola con silenciador. Podría matarte aquí y nadie se daría cuenta. Esa es una de las cosas buenas de los vieneses; tendrían las tazas llenas de salpicaduras de los sesos de alguien y seguirían procurando ocuparse de sus jodidos asuntos. -Soltó una risa entre dientes ante la idea y luego negó con la cabeza, impidiéndome hablar cuando yo intenté decir algo-. Pero ¿qué estamos diciendo? – dijo-. No hay necesidad de que nos peleemos. Ninguna necesidad en absoluto. Tienes razón. Quizá tendría que habértelo explicado antes, pero si te ha reclutado la Org, entonces sin duda te han obligado a firmar un compromiso de silencio. ¿Es así?
Asentí.
– Puede que no te lo tomes muy en serio, pero por lo menos puedes comprenderme cuando te digo que mi gobierno me exigió que firmara un compromiso similar y yo me lo tomo muy, pero que muy en serio. Solo ahora puedo confiar en ti plenamente, lo cual es una ironía; estoy investigando la misma organización en la que acabas de ingresar, y ese ingreso es el que me permite tratarte como alguien que ya no plantea un riesgo a la seguridad. ¿Qué tal te parece eso como ejemplo de una lógica disparatada?
– De acuerdo -dije-. Ya me has dado tu excusa. Ahora, ¿qué te parece si me cuentas toda la historia?
– Ya te he hablado del Crowcass antes, ¿verdad?
– ¿El Comité de Crímenes de Guerra? Sí.
– Veamos, ¿cómo te lo diría? La persecución de nazis y el empleo del personal de Inteligencia alemán no son exactamente ideas independientes. Desde hace tiempo, Estados Unidos ha estado reclutando antiguos miembros de la Abwehr para que espiaran a los soviéticos. Se formó una organización independiente en Pullach, encabezada por unoficial alemán de alto rango para reunir información para el CIC.
– ¿La Compañía de Utilización Industrial del Sur de Alemania?
– La misma. Cuando se formó la Org, tenía unas instrucciones explícitas sobre a quiénes podía reclutar. Se supone que es una operación limpia, ¿comprendes? Pero desde hace algún tiempo, sospechamos que la Org está reclutando a personal de las SS, el SD y la Gestapo, infringiendo su mandato original. Queríamos gente de Inteligencia, por todos los santos, no criminales de guerra. Mi tarea es averiguar el nivel de penetración que esa clase de personal fuera de la ley ha alcanzado dentro de la Org. ¿Me sigues?
Asentí.
– Pero ¿dónde encajaba el capitán Linden en todo esto?
– Como ya te he explicado, Linden trabajaba en los archivos. Es posible que su puesto en el Centro de Documentación de Estados Unidos le permitiera actuar como consultor para los miembros de la Org en lo tocante a los reclutamientos. Verificar las historias de la gente para ver si lo que contaban encajaba con lo que podía descubrirse de su hoja de servicios, ese tipo de cosas. Seguro que no tengo que decirte que la Org tiene mucho interés en evitar cualquier posible penetración por alemanes que ya han sido reclutados por los soviéticos en sus campos de prisioneros.
– Sí -dije-, eso ya me lo han explicado en términos muy claros.
– Quizá Linden incluso les asesoraba sobre quién valdría la pena reclutar. Pero esa es la parte sobre la que no estamos seguros. Eso y qué era el material que tu amigo Becker transportaba como correo.
– Puede que también les prestara algunos historiales cuando interrogaban a posibles fichajes que despertaban sus sospechas -sugerí.
– No, eso es algo imposible. La seguridad en el Centro es más impenetrable que la concha de una almeja. Verás, después de la guerra, al ejército le preocupaba mucho que vuestra gente tratara de recuperar el contenido del centro…o destruirlo. Por eso no hay modo de salir de allí con un montón de carpetas. Cualquier estudio de documentos debe hacerse in situ y justificarse.
– Entonces puede que Linden alterara algunos expedientes.
Belinsky negó con la cabeza.
– No, ya hemos pensado en eso y lo hemos verificado con el archivo original de cada uno de los expedientes que Linden había mirado. No hay señal alguna de que nada se retirara o destruyera. Parece que la mejor oportunidad que tenemos de averiguar en qué coño andaba metido Linden depende de tu pertenencia a la Org, boche. Por no hablar de que también es la mejor que tú tienes para descubrir algo que deje limpio a Becker.
– Casi se me ha acabado el tiempo para eso. El juicio es a principios de la semana que viene.
Belinsky se quedó pensativo.
– Quizá pueda ayudarte a acelerar las cosas con tus nuevos colegas. Si te proporcionara alguna información confidencial soviética de alto nivel, eso te situaría en una buena posición en la Org. Claro que tendría que ser un material que mi gente ya hubiera visto, pero eso es algo que los chicos de la Org no sabrían. Si, además, lo aliñara con la procedencia adecuada, haría que parecieras un espía muy bueno. ¿Qué tal te suena?
– Bien. Y ya que estás de un humor tan inspirado, me puedes ayudar a salir de otro lío. Cuando König acabó de instruirme en el uso del buzón secreto, me asignó mi primera misión.
– ¿De verdad? Bien. ¿Cuál es?
– Quieren que mate a la novia de Becker,Traudl.
– ¿Aquella enfermera tan bonita? -Parecía indignado de verdad-. ¿La del Hospital General? ¿Te dijeron por qué?
– Entró en el Casino Oriental para comprobar que perdía el dinero de su novio. Se lo advertí, pero no quiso escucharme. Supongo que eso los habrá puesto nerviosos o algo por el estilo.
Pero no era esa la razón que König me había dado.
– Con frecuencia se exige algún trabajo sucio al principio, como prueba de lealtad -explicó Belinsky-. ¿Te dijeroncómo hacerlo?
– Tengo que hacer que parezca un accidente -dije-. Así que, naturalmente, necesitaré sacarla de Viena lo más rápidamente posible. Y ahí es donde entras tú. ¿Puedes conseguir un permiso de viaje y un billete de ferrocarril para ella?
– Claro -dijo-, pero procura convencerla de que se lleve lo mínimo posible. La llevaremos en coche a través de la Zona y la meteremos en un tren en Salzburgo. Así podemos lograr que parezca que ha desaparecido, quizá muerto, lo cual te ayudaría, ¿no?
– Sobre todo, asegúrate de que deja Viena sin novedad -le dije-. Si alguien tiene que correr riesgos, prefiero ser yo que ella.
– Dejámelo a mí, boche. Me llevará unas horas arreglarlo, pero es como si la damita ya estuviera fuera de aquí. Te sugiero que vuelvas al hotel y esperes allí a que te lleve los papeles. Luego podemos ir a recogerla, en cuyo caso quizá sería mejor que no hablaras con ella antes. Puede que no quiera dejar que tu amigo Becker afronte sus problemas él solo. Sería mejor que pudiéramos recogerla y meterla en un coche directamente para llevárnosla de aquí. De esa manera, si decide protestar no será mucho lo que pueda hacer.
Después de que Belinsky se marchara para hacer los preparativos necesarios, me pregunté si se habría mostrado tan dispuesto a ayudar a Traudl a salir de Viena sin peligro si hubiera visto la fotografía que König me había dado. Me había dicho que Traudl Braunsteiner era agente del MVD. Conociéndola parecía totalmente absurdo, pero a cualquier otra persona, y sobre todo a un miembro del CIC, las cosas le habrían parecido mucho menos claras si hubiera visto la fotografia tomada en un restaurante de Viena, en la cual era evidente que Traudl estaba disfrutando de la compañía de un coronel ruso del MVD llamado Poroshin.