TYRION

Varys estaba de pie junto al brasero, calentándose las blandas manos.

—Al parecer Renly fue asesinado de manera misteriosa cuando estaba en medio de su ejército. Le abrieron la garganta de oreja a oreja, con una espada que penetró a través del hueso y el acero como si fueran queso tierno.

—¿Quién empuñaba la espada? —preguntó imperiosamente Cersei.

—¿Os habéis fijado alguna vez en que tener muchas respuestas es lo mismo que no tener ninguna? Mis informadores no están tan bien situados como sería conveniente para nosotros. Cuando muere un rey, las fantasías proliferan como champiñones en la oscuridad. Un mozo de cuadras dice que a Renly lo mató uno de los caballeros de su Guardia Arcoiris. Una lavandera asegura que Stannis se introdujo a hurtadillas en medio del ejército de su hermano con una espada mágica. Varios soldados creen que fue una mujer, pero no se ponen de acuerdo sobre cuál. Según uno, una doncella a la que Renly había desairado. Según otro, una seguidora del ejército a la que llevaron para que le diera placer la víspera de la batalla. El tercero dice que pudo ser Lady Catelyn Stark en persona.

La reina no parecía nada satisfecha.

—¿Es necesario que nos hagáis perder el tiempo con todos los rumores que se le ocurran a cualquier imbécil?

—Mi amada reina, me pagáis muy bien por esos rumores.

—Os pagamos por la verdad, Lord Varys. Recordadlo bien, o el Consejo Privado será más privado todavía.

—Si seguís así —dijo Varys disimulando una risita nerviosa—, entre vuestro noble hermano y vos vais a dejar a Su Alteza sin Consejo.

—El reino sobrevivirá perfectamente con unos cuantos consejeros menos —comentó Meñique con una sonrisa.

—Mi querido Petyr —dijo Varys—, ¿no tenéis miedo de ser el próximo en la lista de la Mano?

—¿Antes que vos, Varys? Ni se me ocurriría.

—Puede que vos y yo acabemos juntos en el Muro, como hermanos. —Varys rió de nuevo.

—Y antes de lo que pensáis si las próximas palabras que salen de esa boca no son algo útil, eunuco. —Por la expresión de su rostro, Cersei estaba dispuesta a castrar a Varys de nuevo.

—¿Puede tratarse de una estratagema? —preguntó Meñique.

—Si lo es, es una estratagema de una astucia inconcebible —dijo Varys—. A mí desde luego me ha embaucado.

—Joff se va a llevar un buen disgusto —dijo Tyrion, que ya había oído más que suficiente—. Tenía reservada una pica tan bonita para la cabeza de Renly… En fin, fuera quien fuera el asesino, tenemos que suponer que Stannis está detrás de todo. Es el que más gana con esto. —Las noticias no le habían gustado nada; había contado con que los hermanos Baratheon se diezmaran el uno al otro en una batalla sangrienta. Sentía un dolor punzante en el codo, allí donde había recibido el impacto de la maza. Le pasaba siempre que había humedad. Se lo apretó con la mano—. ¿Qué ha pasado con el ejército de Renly? —preguntó.

—La mayor parte de su infantería sigue en Puenteamargo. —Varys se alejó del brasero para ocupar su asiento junto a la mesa—. Muchos de los señores que cabalgaron con Lord Renly hasta Bastión de Tormentas han jurado fidelidad a Stannis, junto con toda su caballería.

—Los Florent a la cabeza, me juego lo que sea —señaló Meñique.

—Ganaríais, mi señor. —Varys le dirigió una sonrisita afectada—. Sí, Lord Alester fue el primero en doblar la rodilla. Muchos otros siguieron su ejemplo.

—Muchos —repitió Tyrion—. ¿No todos?

—No todos —asintió el eunuco—. Ni Loras Tyrell, ni Randyll Tarly, ni Mathis Rowan. Y Bastión de Tormentas tampoco se ha rendido. Ser Cortnay Penrose sigue defendiendo el castillo en nombre de Renly, se niega a creer que su señor haya muerto. Exige ver sus restos antes de abrir las puertas, pero al parecer el cadáver de Renly ha desaparecido de manera inexplicable. Lo más probable es que alguien se lo haya llevado. Una quinta parte de los caballeros de Renly prefirieron marcharse con Ser Loras antes de doblar la rodilla ante Stannis. Se dice que el Caballero de las Flores enloqueció al ver el cuerpo de su rey, y en un ataque de ira mató a tres de los guardias de Renly, entre ellos Emmon Cuy y Robar Royce.

«Lástima que no matara a más», pensó Tyrion.

—Lo más probable es que Ser Loras esté regresando a Puenteamargo —siguió Varys—. Allí está su hermana, la reina de Renly, así como un buen número de soldados que de repente se encuentran sin rey. ¿De parte de quién se pondrán ahora? Es una cuestión muy delicada. Muchos sirven a señores que se quedaron en Bastión de Tormentas, y esos señores han jurado lealtad a Stannis.

—En mi opinión —dijo Tyrion inclinándose hacia delante—, tenemos una buena oportunidad. Podemos ganarnos a Ser Loras para nuestra causa, y Lord Tyrell y sus vasallos también se nos unirían. Sí, han jurado lealtad a Stannis de momento, pero no lo aprecian demasiado, o habrían estado con él desde el principio.

—¿Y acaso a nosotros nos aprecian más? —preguntó Cersei.

—Lo dudo mucho —respondió Tyrion—. A quien querían era a Renly, es evidente, pero Renly ha sido asesinado. Tal vez podamos darles suficientes razones para que elijan a Joffrey en lugar de a Stannis… si actuamos con rapidez.

—¿Y qué tipo de razones piensas darles?

—Razones de oro —sugirió Meñique al instante.

Varys chasqueó la lengua.

—Mi querido amigo Petyr, no me puedo creer que estéis proponiendo que compremos a estos poderosos señores y a estos nobles caballeros como si fueran pollos exhibidos en el mercado.

—Se nota que no habéis visitado nuestros mercados últimamente, Lord Varys —dijo Meñique—. Estoy seguro de que os sería más fácil comprar un señor que un pollo. Por supuesto, el cacareo de los señores es más orgulloso que el de los pollos, y no recomendaría que fuéramos a ofrecerles monedas como a un mercader, pero seguro que aceptarán de buena gana algunos regalos… honores, tierras, castillos…

—Con sobornos nos ganaríamos a algunos de los señores menores —intervino Tyrion—, pero no a Altojardín.

—Cierto —reconoció Meñique—. El Caballero de las Flores es la clave. Mace Tyrell tiene dos hijos mayores, pero Loras ha sido siempre su favorito. Si os ganáis a Ser Loras, tendréis Altojardín en vuestras manos.

«Sí», pensó Tyrion.

—Creo que deberíamos aprender una lección del difunto Lord Renly. Podemos conseguir una alianza con los Tyrell igual que hizo él. Con un matrimonio.

Varys fue el primero en comprender la sugerencia.

—Estáis pensando en casar al rey Joffrey con Margaery Tyrell.

—Así es. —Si mal no recordaba, la reina de Renly tenía quince años, dieciséis como mucho. Era mayor que Joffrey, pero unos años no suponían nada. El plan era tan claro y dulce que casi podía saborearlo.

—Joffrey está prometido a Sansa Stark —objetó Cersei.

—Los contratos matrimoniales se pueden romper. ¿En qué nos beneficia casar al rey con la hija de un traidor muerto?

—Podéis decirle a Su Alteza que los Tyrell son mucho más ricos que los Stark —intervino Meñique—. Y tengo entendido que Margaery es bellísima… y está en edad de compartir su lecho.

—Sí —dijo Tyrion—. Eso a Joff le gustará.

—Mi hijo es demasiado joven para preocuparse de esas cosas.

—¿Eso crees? —preguntó Tyrion—. Tiene trece años, Cersei. Los mismos que tenía yo cuando me casé.

—Nos avergonzaste a todos con aquel episodio lamentable. Joffrey tiene más clase.

—Sí, tanta clase que ordenó a Ser Boros que le arrancara la ropa a Sansa.

—Estaba enfadado con ella.

—También estaba enfadado con el pinche de cocina que derramó la sopa anoche, y a él no hizo que lo desnudaran.

—Esto no era por un poco de sopa.

«No, era por unas tetas bonitas.» Después de la escena del patio, Tyrion había hablado con Varys acerca de cómo podían arreglar una visita de Joffrey a la casa de Chataya. Esperaba que el chico se endulzaría un poco si probaba la miel. Hasta, dioses mediante, podía sentir cierta gratitud, y a Tyrion le iría de maravilla que su soberano le estuviera un poco agradecido. Pero, por supuesto, habría que hacerlo en secreto. Lo más difícil sería separarlo del Perro.

—Ese sabueso no se aleja nunca de los talones de su amo —había dicho a Varys—. Pero no hay hombre que no duerma. Y algunos también juegan, van de putas o visitan las tabernas.

—El Perro hace todas esas cosas, si es eso lo que me preguntáis.

—No —dijo Tyrion—. Lo que os pregunto es cuándo las hace.

Varys se puso un dedo en la mejilla y le dirigió una sonrisita enigmática.

—Pero, mi señor, si fuera desconfiado podría pensar que buscáis un momento en el que Sandor Clegane no esté protegiendo al rey Joffrey, para poder causar algún daño al muchacho.

—Bien sabéis que ése no es mi plan, Lord Varys —dijo Tyrion—. Lo único que quiero es que Joffrey me tenga afecto.

El eunuco le había prometido hacer averiguaciones. Pero la guerra también lo mantenía muy ocupado, de manera que la iniciación de Joffrey en los placeres del sexo tendría que esperar.

—No me cabe duda de que conoces a tu hijo mejor que yo —se forzó a responder a Cersei—. Pero una alianza matrimonial con una Tyrell supondría grandes ventajas. Puede ser la única manera de garantizar que Joffrey llegue vivo a su noche de bodas.

—La pequeña Stark no le aporta a Joffrey nada más que su cuerpo — dijo Meñique mostrando su acuerdo—, por hermoso que sea. Con el de Margaery Tyrell van incluidas cincuenta mil espadas y todo el poder de Altojardín.

—Cierto. —Varys posó una mano blanda sobre la manga de la reina—. Tenéis corazón de madre, y sé que Su Alteza ama a la dulce Sansa. Pero los reyes deben aprender a anteponer las necesidades del reino a sus deseos. Debemos presentar esa oferta.

—No hablaríais así si fuerais mujeres —replicó la reina sacudiéndose los dedos del eunuco—. Pero decid lo que queráis, mis señores; Joffrey es demasiado orgulloso para conformarse con las sobras de Renly. Jamás dará su consentimiento.

Tyrion se encogió de hombros.

—Cuando el rey sea mayor de edad dentro de tres años podrá dar o retirar su consentimiento según le plazca. Hasta entonces, tú eres su regente y yo soy su Mano, y se casará con quien le digamos que se case. Tanto si son sobras como si no.

—Bien, pues presenta la oferta. —Cersei se había quedado sin argumentos—. Pero que los dioses os guarden a todos si a Joff no le gusta esa chica.

—Cuánto me alegra que estemos de acuerdo —dijo Tyrion—. Bien, ¿quién de nosotros irá a Puenteamargo? Tenemos que presentar la oferta a Ser Loras antes de que se le enfríen los ánimos.

—¿Quieres enviar a un miembro del Consejo?

—No me atrevería a esperar que el Caballero de las Flores tratara con Bronn o con Shagga, ¿verdad? Los Tyrell son orgullosos.

—Ser Jacelyn Bywater es de noble cuna. —Su hermana no perdió la ocasión de tratar de sacar provecho de las circunstancias en su beneficio—. Envíalo a él.

Tyrion hizo un gesto de negación.

—Hace falta alguien que pueda hacer algo más que repetir nuestras palabras y traernos una respuesta. Nuestro enviado deberá hablar en nombre del rey y del Consejo, y dejar zanjado el asunto lo antes posible.

—La Mano habla con la voz del rey. —La luz de las velas arrancaba destellos verdes de los ojos de Cersei, tan brillantes como el fuego valyrio—. Si vas tú, Tyrion, sería como si fuera el propio Joffrey. ¿Y quién mejor para esta misión? Manejas las palabras con tanta habilidad como Jaime la espada.

«¿Tantas ganas tienes de verme fuera de la ciudad, Cersei?»

—Eres muy amable, mi querida hermana, pero en mi opinión la madre de un muchacho está mucho mejor capacitada para acordar un matrimonio que su tío. Y jamás podría superar tu don para ganarte amigos.

—Joff me necesita a su lado. —Cersei entrecerró los ojos.

—Alteza, mi señor Mano —intervino Meñique—, el rey os necesita a los dos aquí. Dejad que vaya yo en vuestro lugar.

«¿Tú? ¿Qué ganas tú con esto?», se preguntó Tyrion.

—Estoy en el Consejo del rey, pero no soy de sangre real, así que no valgo gran cosa como rehén. Trabé cierta amistad con Ser Loras cuando estaba aquí, en la corte, y no le di ningún motivo para estar mal dispuesto contra mí. Mace Tyrell no tiene nada que reprocharme, que yo sepa, y me atrevería a decir que mis dotes de negociador no son desdeñables.

«Nos tiene atrapados.» Tyrion no confiaba en Petyr Baelish, ni quería perderlo de vista, pero ¿qué otra opción le quedaba? Tenía que ser Meñique o el propio Tyrion, y demasiado bien sabía que en cuanto saliera de Desembarco del Rey, aunque fuera por breve tiempo, se desmoronaría todo lo que había logrado hasta el momento.

—Hay escaramuzas entre este lugar y Puenteamargo —dijo con cautela—. Y podéis estar seguro de que Lord Stannis enviará a sus pastores para reagrupar a las ovejas descarriadas de su hermano.

—Los pastores nunca me han dado miedo. A las que temo es a las ovejas. Pero imagino que una escolta no estará de más.

—Puedo prescindir de cien capas doradas —dijo Tyrion.

—Quinientos.

—Trescientos.

—Y cuarenta más, veinte caballeros con otros tantos escuderos. Si llego sin una escolta regia, los Tyrell no me prestarán mucha atención.

Aquello era verdad.

—De acuerdo.

—Me llevaré conmigo a Horror y a Baboso, y se los devolveré a su señor padre, como gesto de buena voluntad. Necesitamos el apoyo de Paxter Redwyne, es un viejo amigo de Mace Tyrell, y su poderío no es desdeñable.

—También es un traidor —se opuso la reina—. El Rejo habría jurado fidelidad a Renly como todos los demás, si no fuera porque Redwyne sabía bien que sus cachorros lo pagarían caro.

—Renly ha muerto, Alteza —señaló Meñique—, y ni Stannis ni Lord Paxter habrán olvidado cómo las galeras de los Redwyne les cerraron la salida por mar durante el asedio a Bastión de Tormentas. Devolvedle a sus gemelos y posiblemente nos ganemos el afecto de Redwyne.

—Que los Otros se lleven su afecto, yo lo que quiero son sus espadas y sus velas. —Cersei no estaba convencida—. Y la mejor manera de estar seguros de que las conseguiremos es aferrarnos a esos gemelos.

Tyrion dio con la respuesta.

—En ese caso enviemos a Ser Hobber de vuelta al Rejo, y quedémonos con Ser Horas aquí. Seguro que Lord Paxter es perfectamente capaz de entender la indirecta.

La sugerencia se aceptó sin más discusiones, pero Meñique no había terminado todavía.

—Necesitaremos caballos. Rápidos y fuertes. Con las batallas puede que cueste encontrar monturas de refresco. También hará falta un buen suministro de oro para esos regalos que hemos comentado antes.

—Coged tanto como necesitéis. Si la ciudad cae, Stannis se lo quedará de todos modos.

—Quiero mi designación por escrito, un documento que no deje a Mace Tyrell la menor duda en cuanto a mi autoridad, en el que se me dé poder para tratar con él todo lo relativo a este compromiso y a los acuerdos a que haya que llegar, y para hacer promesas vinculantes en nombre del rey. Tendrá que firmarlo Joffrey, así como todos los miembros de este Consejo, y llevar todos nuestros sellos.

—De acuerdo. —Tyrion se acomodó en la silla, inquieto—. ¿Alguna cosa más? Os recuerdo que hay un largo camino hasta Puenteamargo.

—Me pondré en marcha antes de que amanezca. —Meñique se levantó—. Confío en que, cuando regrese, el rey se ocupe de que reciba la recompensa que merecen mis desvelos por su causa.

—Joffrey es un soberano muy agradecido. —Varys soltó una risita—. Estoy seguro de que no tendréis motivos de queja, mi valeroso señor.

—¿Qué queréis, Petyr? —preguntó la reina directamente.

—Tengo que meditarlo —contestó Meñique mirando a Tyrion con una sonrisa artera—, pero algo se me ocurrirá, seguro. —Hizo una airosa reverencia y salió de la estancia con un paso tan desenfadado como si se dirigiera hacia uno de sus burdeles.

Tyrion miró por la ventana. La niebla era tan espesa que ni siquiera se veía la muralla al otro lado del patio. Unas cuantas luces tenues brillaban difusas en medio del manto gris. «Mal día para viajar», pensó. No envidiaba a Petyr Baelish.

—Más vale que empecemos a redactar esos documentos. Lord Varys, pedid que nos traigan pergamino y pluma. Y alguien tendrá que ir a despertar a Joffrey.

Cuando la reunión terminó por fin la noche era todavía gris y oscura. Varys salió a solas, arrastrando por el suelo sus zapatillas blandas. Los Lannister se detuvieron un instante en la puerta.

—¿Cómo va lo de tu cadena, hermano? —le preguntó la reina mientras Ser Preston le ponía sobre los hombros la capa ribeteada en pieles de marta.

—Creciendo, eslabón a eslabón. Tenemos que dar gracias a los dioses por la testarudez de Ser Cortnay Penrose. Stannis jamás seguirá avanzando hacia el norte, no dejará Bastión de Tormentas en manos del enemigo y a sus espaldas.

—Tyrion, sé que no siempre estamos de acuerdo en temas de política, pero creo que me he equivocado contigo. No eres tan idiota como imaginaba. La verdad es que ahora comprendo cuánto nos estás ayudando. Y te lo agradezco. Si te he hablado con brusquedad en el pasado, perdóname.

—¿De veras? —Se encogió de hombros—. Mi querida hermana, no has hecho nada por lo que tengas que pedir perdón.

—¿Quieres decir hoy?

Los dos se echaron a reír… y Cersei se inclinó y le dio un rápido beso en la frente. Tyrion se quedó sin palabras de puro asombro, y no pudo hacer otra cosa que ver cómo se alejaba por el corredor, acompañada por Ser Preston.

—¿Me he vuelto loco, o mi hermana acaba de darme un beso? —preguntó a Bronn cuando Cersei se perdió en la distancia.

—¿Ha sido grato?

—Ha sido… inesperado. —Cersei se estaba comportando de manera muy extraña en los últimos días. Aquello intranquilizaba a Tyrion—. Estoy tratando de recordar la última vez que me besó. Tendría yo seis o siete años. Jaime la había retado a que lo hiciera.

—Será que la señora por fin se ha fijado en tus encantos.

—No —replicó Tyrion—. No, la señora está incubando algo. Más vale que averigüemos qué es, Bronn. Ya sabes lo poco que me gustan las sorpresas.

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