El vampiro se sacó de un tirón las flechas restantes de su cuerpo y las tiró con desprecio al suelo.
– Que así sea -dijo Sergey y empujó la espada directamente hacia el estómago de Ivory.
Ivory detuvo el quite, saltando a un lado. Se dio cuenta demasiado tarde de que el vampiro la había conducido deliberadamente lejos de Razvan. Se abalanzó hacia él, pero Sergey golpeó otra vez, cortando la pierna de Razvan una segunda vez, un corte lo bastante profundo para atravesar el hueso. Su hoja corrió hacia el cráneo del vampiro, pero él se disolvió y se materializó al otro lado del cuarto.
Deja de pensar en mí y lucha contra él del modo en que siempre luchas.
En el momento en que Razvan habló, cada golpe agónico de la hoja la inundó de recuerdos, mientras los vampiros la cortaban en pedazos de la misma manera que Sergey le estaba haciendo a Razvan. Metódicamente. Sin descanso. Despiadadamente.
No trates de salvarme. Piensa sólo en matarlo.
No puedo derrotarlo. Fue un gran guerrero. Él me enseñó a luchar. Es un maestro vampiro. Incluso nuestros cazadores más fuertes raramente pueden derrotarles ellos solos.
¿Quién mejor que tú para luchar contra él? Conoces sus movimientos antes de que los haga. Tú has cambiado a lo largo de los siglos. Él estará esperando a esa joven a la que enseñó, no a la guerrera experimentada en que te has convertido. Está explotando tus emociones. No te dejes engañar por alguien como él. Eres una gran guerrera, y tú, mejor que cualquier otro, puedes derrotarlo.
Alrededor de ellos la casa comenzó a sacudirse, las paredes ondularon y se rompieron, los escombros llovieron sobre el vampiro. Ivory sabía que Razvan no podía moverse con sus heridas mortales y atroces, pero le estaba comprando tiempo para que se recompusiera, usando lo que le quedaba de energía, sin intentar enterrarse en el suelo, sino utilizando sus poderes para ayudarla.
Ivory respiró hondo y exhaló. Razvan podía no tener experiencia, pero tenía el corazón y el alma de un guerrero… como ella. Nunca había visto a otro guerrero tan valiente, tan estoico. Tomó otro aliento profundo y lo dejó escapar, permitiendo que una manta de tranquilidad se posara sobre ella. Razvan tenía razón. No podía permitir que sus sentimientos interfirieran con su tarea principal. Era una guerrera primero, una mujer después.
Se forzó a mirar sólo al vampiro, a ver sólo al vampiro. Siempre que pudiera mantener a Sergey concentrado en ella y lejos de Razvan, podría mantener a su compañero vivo y matar al vampiro. ¿Qué armas podían usarse contra este maestro? La vanidad era el único rasgo que no solo todos los no-muertos compartían, sino la que adolecían sus hermanos en particular.
Cambió su apariencia sutilmente, muy lentamente, suavizando sus rasgos para asumir un aspecto más joven, más infantil, como en los viejos tiempos, mucho tiempo antes de que los siglos hubieran pasado, cuando sus hermanos la habían amado y mimado más que a sus propios egos.
Sergey levantó la espada y se tocó la frente en un saludo simulado, para que viera la sangre de Razvan resbalando por la hoja hasta la empuñadura. Las gotas rubí le cubrieron la mano y con la mirada clavada en la de ella, lamió la sangre.
A Ivory el estómago se le tensó, pero inclinó la cabeza a un lado y se rió, un sonido burlón, tintineante, como el de una niña joven y tonta.
– Has envejecido, Sergey. Pensaba que con toda tu inteligencia y experiencia llegarías a ser, como mínimo, un maestro vampiro, uno tan poderoso que haría que nuestros cazadores más fuertes se unieran para derrotarte. Pero aquí estás, luchando por vencer a una mujer, a tu hermanita pequeña.
Los ojos resplandecieron con fuego. Realmente podía ver diminutas llamas ardiendo en las profundidades oscuras. Había acertado al pensar que la forma de sacudirlo era su enorme ego. Sergey balanceó la espada hacia su cuello, cortando el aire con tal fuerza que cuando ella se agachó y hundió su propia espada en el costado del vampiro, el ímpetu del balanceo lo alejó de ella. Chilló, el sonido fue una mezcla de dolor y rabia.
El suelo estalló bajo los pies de Ivory, astillándose, tanto que ella casi se cayó. Pero gracias a las muchas lecciones de sus hermanos, bailó fuera del camino de las tablas del suelo que caían. Podía oler la rica tierra llamándola desde varios de agujeros del suelo.
– Oh querido, te has vuelto lento, ¿verdad? No eres nada más que una sombra débil y marchita de tu ser anterior. En los viejos tiempos, una mirada tuya me habría aplastado, abandonada ante el poder de tu espada, pero ahora juegas como el cobarde escuchimizado que eres, del modo en que un viejo seco y marchito puede jugar al ajedrez con dedos temblorosos y una mente que olvida los movimientos.
¿Puedes derrumbar el resto del techo sobre él? preguntó a Razvan, odiando que tuviera que agotar su fuerza, pero necesitaba una distracción.
Por supuesto. No hubo vacilación, pero comenzaba a conocer a Razvan y su voluntad de hierro. No vacilaría, sin importar el coste que supusiera para él.
El techo se desmoronó con un rugido atronador, la madera y la tierra cayeron sobre la cabeza y hombros de Sergey. No fue tan efectivo como la primera vez, pero le compró los segundos que necesitaba. Ivory lanzó la espada al suelo junto a la mano de Razvan y sacó de un tirón el pequeño láser hecho a mano. Sacaba la energía de un diamante que ella misma había cortado.
Sergey se disolvió para evitar la madera y la tierra que llovían desde el techo mientras la casa se sacudía. Se materializó justo detrás de Ivory, pero tres tablas de madera con puntas melladas se lanzaron sobre él como alma que lleva el diablo, forzándolo a disolverse otra vez. Cada vez que pasaba cerca de Razvan la hoja hacía otro corte profundo. Ivory le cronometró esta vez, liberando una explosión de energía candente que hizo algún corte propio. La hoja de luz no cortó completamente a través del cráneo, pero la letra T fue muy prominente.
La sangre negra salpicó las paredes que se desmoronaban. Un hedor asqueroso llenó el aire, como si un cadáver se pudriera de dentro afuera.
– El sello de un traidor. Llévalo orgullosamente. No se quitará. -Ivory inclinó la cabeza, una princesa reconociendo algo que se arrastraba a sus pies. Corrió hacia él, disparando la ballesta rápidamente, las flechas se clavaron en su cuerpo y evitaron que cambiara, dándole a ella vía libre hacia el pecho, hacia el corazón reseco.
Los finos labios retrocedieron con un gruñido, Sergey saltó para encontrarse con ella, arrancándose una de las flechas y lanzándosela justo sobre su corazón cuando ella hundía el puño en su pecho. Mientras la mano se enterraba profundamente, los intestinos de Sergey se envolvieron alrededor del puño y la muñeca, aserrando su piel, abriendo profundas laceraciones, permitiendo que la sangre tóxica del vampiro se vertiera dentro de las heridas.
Sergey estaba nariz con nariz frente a ella, los agujeros negros que eran sus ojos la miraban despiadadamente. Retorció y le arrancó la flecha del cuerpo, hundiéndola una segunda vez.
– ¿Sientes esto? -siseó-. Querida hermana. Amada hermana. Así es lo mucho que te quiero. Te traeré a nuestro lado. Pronto gobernaremos la tierra y tú formarás parte de nosotros, una con nosotros. Hago esto por ti.
El tono fue como el del hermano que había perdido, pero la cara era una máscara de maldad, los dos ojos eran carbones calientes que resplandecían en color rojo rubí. El aliento era fétido sobre su cara, le quemaba la piel, le chamuscaba las cejas. Intentó mantener la mano moviéndose hacia adelante para encontrar el marchito corazón, pero los cortes eran demasiado profundos y estaba en peligro de perder la mano. Apretando los dientes, se empujó más adentro, intentando moverse a través de esos músculos pesados y ganar el corazón.
Sergey golpeó con el puño el pecho de Ivory, con intención no sólo de conducir la flecha más profundamente en su corazón, sino también su mano, utilizando su fuerza y velocidad para arrancarle el corazón. Por un momento, las cruces revestidas de agua bendita le quemaron la mano hasta el hueso, hasta que él aulló y chilló de rabia, escupiendo por la boca. Lanzó atrás la cabeza, aguantando el dolor, intentando empujar más allá de ese sangrado escudo protector.
Una llama explotó desde el cielo encima de ellos, una explosión llameante que golpeó con fuerza la espalda de Sergey. El vampiro fue conducido hacia delante sobre el brazo de Ivory. Los dedos de ésta arañaron el borde del órgano marchito. Regocijada, ignoró la agonía de las bandas afiladas que se apretaban alrededor de su mano y muñeca y cavó más profundo.
Sergey chilló, el sonido voló el resto de la casa, reduciendo la madera a astillas, cientos de ellas volaron por el aire desde todas direcciones sobre Razvan e Ivory. Con su última fuerza restante, Razvan lanzó una barrera alrededor de la espalda de Ivory y en lo alto de su cabeza para evitar que las afiladas lanzas penetraran. Media docena se introdujeron en su cuerpo, clavándolo al suelo.
Sergey barrió las piernas de Ivory por debajo de ella. Ella cayó con fuerza, resbalando en los charcos de sangre que cubrían el suelo. Sergey se tambaleó, su cara era una máscara retorcida de odio. Antes de que pudiera introducirle el puño en el pecho, ella se puso de pie, saltando con el mismo movimiento que Sergey le había enseñado siendo niña.
Ivory le sonrió, clavando deliberadamente su mirada en la de él como él había hecho cuando lamió la sangre de Razvan. Sabía que tenía un agujero enorme en el pecho por donde él había intentado alcanzarle el corazón. La sangre goteaba constantemente, pero se mofó de él con una sonrisa. Dio un paso y bajó sobre una rodilla, todavía sosteniéndole la mirada, viendo como entrecerraba los ojos, viendo como los crueles pensamientos pasaban por su mente. Manteniendo las miradas clavadas la una en la otra, Ivory introdujo la mano y muñeca en la tierra acogedora. Conocía a la tierra íntimamente, conocía sus propiedades curativas. Había yacido en compañía de los minerales y elementos durante cientos de años.
Susurró a la tierra en el antiguo idioma, el idioma que conocía mejor que cualquier otro, un idioma cercano a la tierra.
Emä Maye, én, lanad, omasak Teteh. Jälleen jamaak… Madre Tierra, tu hija está ante ti herida una vez mas.
Maye mayed… Tierra a la tierra.
Sív síved… Corazón al corazón.
Me juttaak elidaban és kalmaban… Estamos unidas en la vida y en la muerte.
Pusmasz ainam, juttad lihad… Cura este cuerpo, une esta carne.
Te magköszunam, sívam sívadet… Doy gracias desde mi corazón al tuyo.
Continuó, su voz subía y bajaba con el flujo y reflujo de la sangre de la tierra.
Retuerce esta raíz, rota y doblada,
Encaja la madera en mi mano.
Afina los bordes, hazlos afilados,
Perfora profundamente dentro de lo que está envejecido y oscuro.
Llamo a tu necesidad, encaja en mi voluntad,
Tu quehacer es detener el mal que mataría
Sergey fue hacia ella como sabía que haría, creyéndola distraída por sus heridas, murmurando para sí misma. Cuando se inclinaba sobre ella, sacó de un tirón la mano de debajo de la tierra, nuevamente curada, con toda huella de desgarros profundos desaparecida. En el puño había una raíz, retorcida y aguda como la hoja más fina, afilada hacia abajo como el punzón de hielo más fino, y con un movimiento suave y fácil, lo empujó hacia arriba y directo al ojo izquierdo.
Él le golpeó en la garganta con el puño, tumbándola mientras se giraba lejos de ella. Cuando se alejaba, pateó con violencia la cabeza de Razvan. Razvan ya estaba esgrimiendo la pesada espada, balanceándola en un corte brutal hacia la pantorrilla del vampiro. Sergey apenas movió la pierna a tiempo para evitar la mayor parte de la hoja. El borde le agarró lo bastante para cortarle el tendón. El vampiro saltó en el aire para escapar de otro golpe.
Agachándose en posición de lucha, con el arma ya ardiendo, Ivory añadió otra letra a la palabra traidor de la frente. El láser cortó la R tan honda que se hundió hasta el cráneo mismo.
– Antes de que acabemos aquí, soportarás la marca del traidor para que nuestros hermanos sepan que me enseñaron bien. Les divertirá ver que no has podido despachar a una mujer, tu hermanita, tan fácilmente -se burló ella.
Los vampiros eran criaturas vanas, especialmente los maestros vampiros. Sus hermanos siempre habían tenido grandes egos, creyendo que ellos harían un mejor trabajo que el Príncipe gobernando el pueblo Cárpato, y un mejor trabajo protegiendo al Príncipe que el linaje Daratrazanoff. Él sabía que cuando la palabra de su derrota, del daño hecho a su cuerpo, fuera conocido por sus hermanos, sería el hazmerreír de todo el mundo vampiro.
Como si el hecho fuera definitivo, Razvan se rió, el sonido bajo y burlón, resonó por los campos y el cielo circundantes.
Sergey chilló, furioso, escupiendo sangre por la boca.
– Ya estás muerto, débil. ¿Crees que no sé cómo te arrastraste por el suelo como un perro, siguiendo a Xavier por sus sobras? Eres menos que un gusano y mereces morir retorciéndote en agonía. Tú, patético debilucho. Ella morirá de una muerte horrorosa antes de unirse a ti en la otra vida.
Ivory puso cada gramo del desprecio que sentía en su voz.
– Iré con mi compañero y viviré en la bendición mientras tú caminas por los fuegos del infierno, gruñendo, escupiendo y llorando como un niño por sangre. No eres nada, eres el no-muerto, pasto de burlas para que nuestros hermanos se rían de tu debilidad y te señalen con el dedo por tu torpeza.
Farfullando de rabia, Sergey juntó las palmas y su voz retumbó como un trueno, sonando como si viniera desde una gran distancia, y la rodeara, resonando desde el cielo y subiendo bajo los pies.
¡Quita todo sonido de su garganta!
Calla las palabras que serían pronunciadas.
Ivory sintió instantáneamente los efectos, su garganta se cerraba, de forma que cuando abrió la boca, ningún sonido surgió.
Está utilizando un hechizo que Xavier usaba a menudo sobre sus subordinados cuando estaba harto de sus preguntas. Incluso utiliza la voz de Xavier, le dijo Razvan. Es efectivo para asustarlos y hacer que obedezcan porque sus aprendices creen que es lo bastante poderoso para quitarles las voces permanentemente.
Ivory elevó las manos en el aire y aplaudió dos veces.
El sonido abunda. Los pensamientos se apresuran.
Aire a los pulmones, permitid que mi voz grite.
Inmediatamente pudo respirar mejor, y el aire salió silbando de su boca en un bendito sonido.
Reemplazó el hechizo de Sergey con uno propio, devolviéndole las palabras, aunque sabía que sería temporal y no duraría.
Llamo al poder interior,
Quita el sonido, calma el estrépito.
Llévate lo que es perjudicial, séllalo con fuerza,
Aparta el orificio ofensor de mi vista.
Cuándo Sergey intentó abrir la boca, ésta ya no estaba allí… un grueso tejido cicatrizal había crecido sobre la apertura, sellándola para que no pudiera hablar. La cara estaba en blanco desde la nariz hacia abajo. Los ojos, abiertos de par en par por la alarma, escupían un odio venenoso hacia ella. Las flechas del pecho cayeron al suelo, carcomidas por la sangre ácida. Él levantó las manos y la electricidad se arqueó entre sus dedos, saltando hacia ella.
Ivory la esquivó de lado, disparando más flechas, siguiendo el mismo patrón de arriba y hacia abajo que antes, marcando la línea sobre el corazón. El pelo de su cuerpo se erizó mientras la electricidad crepitaba y chasqueaba, pero cuando el vampiro la azotó como un látigo, lanzando la energía a través del cuarto hacia ella, la fuerza golpeó una barrera invisible y le siguió un rastro de vapor que volvió hacia atrás para golpear a Sergey.
Ivory hizo un segundo intento de ir a por el corazón, aplastando el puño profundamente, pero Sergey se giró de lado, aferrándole la muñeca y rompiéndole el hueso, lanzándola lejos. Mientras la seguía, Razvan se arrancó una lanza de la pierna con una sola mano, empalando a Sergey cuando la fuerza de su ímpetu llevó al no- muerto directamente hacia la lanza.
Falló el corazón por centímetros, rasgando a través del intestino. Sergey tiró del asta, liberándola y se la arrojó a Razvan con fuerza cruel. El guerrero la apartó con un golpe del borde de la mano y se vengó con un débil barrido de la espada.
– Serás conocido en el mundo de los vampiros como aquel que no tiene voz. Te ridiculizarán todo el tiempo, los largos siglos que sobrevivas, porque una mujer te derrotó junto al patético perro de su compañero.
Los ojos de Sergey se abrieron de par en par, giraron, la nariz se dilató, la sangre negra se derramaba de sus heridas mientras casi estallaba de ira. Abrió los brazos y la energía se encrespó, reventando las paredes restantes. Las nubes cargadas de arriba giraron y se revolvieron, retorciéndose en una larga lanza gruesa de hielo mortal.
Sergey se arrancó las flechas del pecho y se disolvió, corriendo lejos de ellos, dejando gotitas de sangre ácida. Por todas partes donde la sangre caía, quemaba la madera y el solado de la casa del granjero.
Ivory se elevó en el aire tras él. A través del cielo nubes de tormenta se reunían, el relámpago las bordeaba, convirtiendo el cielo una vez claro en un siniestro color gris. Las nubes hervían de actividad, estallando hacia arriba como champiñones que explotaban. La lanza de hielo se alejó de ella, el relámpago brillaba en su puño mientras viajaba por el cielo.
Sergey debía haberse cerrado las heridas, porque las gotitas cesaron casi inmediatamente. Ella podía perseguirlo, seguir la lanza. Estaba herido, sí, pero no realmente en tal mala forma, y sin Razvan para ayudarla, ella lo pasaría mal también. El hechizo desaparecería rápidamente y Sergey recuperaría sus colmillos y una ardiente necesidad de venganza. Mientras tanto, ella perdería a Razvan, si no lo había perdido ya.
– ¡Escoge quién vive y quién muere! -La voz de Sergey retumbó a través del cielo.
Las ondas sonoras estallaron a través de ella, golpeando y casi tirándola hacia atrás. La rabia se vertió sobre ella, llenando el cielo, apretándole con fuerza el pecho. Obviamente el hechizo había desaparecido más rápido de lo que había esperado.
– Persígueme. Sígueme, hermanita, y podrás tener una oportunidad de salvar a los escuchimizados mortales y a sus repugnantes cachorros. Sino les mataré y me alimentaré de ellos así como de tu preciosa manada de lobos. Sígueme y el perro de tu compañero morirá si no ha abandonado ya este mundo. Elige. Y vive con tu elección.
Ivory se estiró hacia su manada de lobos. Llevaban sobre sus espaldas a los dos niños y los dos adultos a través de kilómetros de terreno escabroso, corriendo hacia la casa de Mikhail en lo profundo de las montañas. El paso estaba todavía abierto, pero con la terrible tormenta que se estaba preparando, dudaba que aguantaran mucho. Si se veían forzados a tomar la ruta más larga a través de las montañas altas, estarían en desventaja mientras Sergey cruzaba el cielo como un rayo para interceptarles.
El vampiro va tras vosotros. Llamad al Príncipe. Llamad a los cazadores. No puedo ayudaros. Envió la advertencia a sus amados hermanos y hermanas. Era todo lo que podía hacer, comprendió con el corazón hundido. No podía permitir que Razvan muriera.
Había un revoloteo en su mente. Débil. Un parpadeo. Salva a los niños.
Ella se negó a discutir, a contestar. No permitiría que Razvan muriera. Ivory se volvió, rodeando la granja para cerciorarse una vez más de que no había sensación de peligro antes que dejarse caer sobre lo que quedaba de lo que una vez había sido una casa cómoda. Había sangre, carne y hueso, paredes astilladas, barro y escombros. Razvan yacía en el suelo en medio de un charco de sangre, con su brazo y mano a cierta distancia.
Ivory devolvió los pedazos a su cuerpo. Quedaban cinco lanzas en su cuerpo, junto con un gran agujero donde había estado la sexta. Inhaló un profundo y estremecedor aliento. Su pecho subía y bajaba mientras él intentaba introducir aire a la fuerza. Tenía los ojos cerrados y todas las heridas estaban cerradas, aunque había suficiente sangre en el suelo para hacerle pensar que era demasiado tarde para cerrar algo.
Necesito saber que estás viva. La voz de Razvan entró en su cabeza desde muy lejos. Cura tus heridas rápidamente para que pueda dejarte en paz.
– No puedes irte. No lo permitiré. Lo digo en serio, Razvan, debes vivir. -Se inclinó más cerca de él para que el aliento resultara tibio contra la piel fría de él-. Te necesito. ¿Me oyes? Te necesito. Debes vivir por mí.
Quita las lanzas.
– Sé que duelen, Razvan, pero morirás si lo hago. Dame un minuto.
Ya estoy muerto.
– No, no puedes pensar así. -Ivory se arrodilló junto a Razvan, colocándole la cabeza en su regazo. Se inclinó sobre él otra vez-. Escúchame. No puedes abandonar esta vida. No hemos hecho lo que sabemos que es posible juntos.
Pides lo imposible.
Ella cambió a la comunicación telepática, ya que era más fácil para él. Te lo pido por mí misma primero. Sé mejor que nadie cuán difícil es. Sé lo que pido, sé lo que te exijo, a ti, a mi compañero. Si te vas, nos vamos juntos. Átanos. Átanos ahora. Me dará lo que necesito para salvarte.
Razvan no abrió los ojos. Movió su mano en la de ella, con los dedos resbaladizos por la sangre. ¿Deseas que sobreviva a esto?
Podemos derrotar a Xavier. Debemos derrotarlo. Vincúlanos. Yo te guiaré ahora y te seguiré en años venideros. Átanos ahora, antes de que te hayas alejado de mí.
Ivory obligó a retroceder a las lágrimas ardientes, al terrible peso en su pecho y la sensación de sus propias heridas tan pequeñas en comparación. Él tenía que desearla lo bastante para vivir. Tenía que querer derrotar a Xavier lo bastante. Su voluntad, tan fuerte, tenía que igualar la suya. Guerreros, después de tantos siglos de soledad, a menudo abrazando la muerte. Podrían descansar al fin, pero ella no iba a rendirle sin luchar.
Razvan se movió en su mente, buscando. Lo que fuera que encontró allí, le hizo tomar a una decisión, incluso sabiendo la agonía que sufriría. No puedo pensar en ninguna otra a la que haya conocido en mi vida a la que hubiera preferido. Si me aceptas…
Absolutamente. El tiempo se acababa. Él había perdido demasiada sangre. Había cauterizado las heridas, demasiadas, a medida que Sergey lo cortaba a pedazos, haciendo de su cuerpo una imitación del conjunto de fragmentos que era el de Ivory. Pero la pérdida de sangre era grave.
¿Estás segura de que deseas atar tu vida a la mía con todo lo que trae consigo?
Ella contestó sin vacilación. Lo estoy.
Que así sea. Su voz se hizo más fuerte. Eres mi compañera. Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Ofrezco mi vida por la tuya. Te doy mi protección. Te doy mi lealtad. Te doy mi corazón. Mi alma. Mi cuerpo. Tomo en mí los tuyos del mismo modo. Tu vida será apreciada en todo momento. Tu vida estará por encima de la mía en todo momento. Eres mi compañera. Atada a mí por toda la eternidad. Siempre a mi cuidado. Abrió los ojos y miró en los de ella. Te avio päläfertiilam.
Ivory sentía los hilos que los ataban juntos. Las dos mitades de sus almas se unían como una. Presionó un beso sobre la frente de él, su voz fue un susurro suave.
– Acepto con mi corazón y mi alma tu oferta. Tomo tu alma. Tu cuerpo. Tu corazón. Eres uno conmigo. Te tomo en mí para guardarte y te ato por toda la eternidad con mi fuerza y voluntad y nuestra determinación combinada. Te avio päläfertiilam. Eres mi compañero y me niego a permitirte irte de este mundo. Deja que tu alma habite dentro de la mía.
Razvan cerró los ojos con las pestañas imposiblemente largas. Una pequeña sonrisa satisfecha le curvaba la boca. Me he entregado a ti, compañera. Haz lo que debes.
Hacía mucho tiempo, cuando Xavier y Draven la habían sentenciado a morir de una muerte horrenda, no fueron sólo su sangre y cuerpo Cárpato, conducidos a repararse y curarse en la tierra, lo que la había salvado. Fue una combinación de esas cosas, junto con su voluntad y las enseñanzas de Xavier. Xavier se habría arrancado el pelo si hubiera sabido cómo ella había tomado tantos de sus maleficios y los había convertido en propios, introduciendo su fe en un poder más alto en el tejido de cada hechizo, retorciendo la maldición hasta convertirlo en algo bueno.
Esto dolerá tanto o más que el peor tormento que Xavier pensó para nosotros. Déjate ir, tu alma y tu espíritu en mí, a salvo. Intentó advertirle, ahogando un sollozo. Sabía por experiencia propia lo que le estaba pidiendo que soportara.
Lloró cuando sintió el parpadeo de calor en su mente, el espíritu de la vida de Razvan parpadeando con una débil luz ahora que ella sostenía su alma. Empezó el trabajo de expulsar a todos los parásitos del cuerpo antes de bloquear cada herida y cauterizarla. Todo el tiempo mientras trabajaba, cambiaba entre el canto de sanación Cárpato, y el hechizo de sanación que había utilizado en sí misma cuándo pidió a la Madre Tierra que la ayudara.
Llamo al poder de la tierra, ella que nos crea a todos. Oye mi llamada, Madre.
Pido vista clara… la capacidad de ver al que busca no ser visto.
Guíame, Madre. Toma mis manos y conviértelas en propias.
Úsalas para reparar lo que ha sido roto, desgarrado.
Guíame, Madre. Proporciona descanso y curación a un alma atormentada.
Abrázalo, Madre. Sánalo de todas las heridas. Guíalo, Madre.
Llamo al poder más alto. Utilízame como tu recipiente. Ve a través de mis ojos.
Mira en mi alma. Utilízame como tu instrumento. Pretéjenos como a uno sólo. Tómanos a tu cuidado. Aliméntanos como harías con un niño. Guíanos con tu conocimiento.
Para que podamos surgir una vez más para luchar.
Su voz subió y cayó mientras llamaba a los poderes que la habían ayudado siglos atrás en su momento de necesidad, meciéndose de acá para allá, desatenta a sus propias heridas, preocupada sólo porque Razvan, su compañero, fuera salvado.
Mikhail Dubrinsky, Príncipe de los Cárpatos, oyó la llamada de los lobos mucho tiempo antes de que alcanzaran su casa en lo profundo del bosque. Gregori. Convocó a su segundo al mando y mejor amigo. Tengo urgente necesidad de ti. Cazadores, prestad atención a mi llamada. Tengo necesidad urgente de vosotros. Envió la orden a través de la senda telepática común de los Cárpatos, convocando a todos los que estaban cerca.
Salvaguardando su casa, Mikhail emprendió el vuelo para interceptar a la manada de lobos. Todavía estaban a unas kilómetros, pero el dolor en sus llamadas era profundo. Se apresuró por el espeso dosel de árboles, enviando sus sentidos por delante de él, intentando discernir el peligro que perseguía a la manada de lobos.
Había sangre en el viento y un hedor asqueroso que sólo podía ser atribuido al no-muerto. Carne pudriéndose y veneno. Humanos.
Espérame, exigió Gregori. Estoy a unos pocos minutos por detrás de ti. Podría ser una trampa.
Siento niños. Sangre. Terror. Los lobos están llamando. Lo cuál significaba que no iba a esperar.
Mientras Mikhail volaba, otro búho se alzó a su derecha, un segundo a su izquierda. Identificó a los dos. Natalya, la hermana a Razvan, y su compañero, Vikirnoff. Ninguno hizo preguntas mientras corrían por el cielo nocturno con él hacia la manada de lobos que llamaban. Por arriba, las nubes de tormenta se espesaron, girando y revolviéndose, hirviendo con ira. Unas manchas de energía candente iluminaban los bordes de las formaciones de nubes. Llovió hielo, lanzas agudas para ralentizar a la manada que huía.
Vampiro, identificó Mikhail. Persigue a la manada de lobos y a quienquiera que estén protegiendo. Ya se estaba moviendo con velocidad borrosa, y se empujaba, adelantándose a los dos antiguos guerreros.
Mikhail. Gregori siseó una advertencia. No sabemos a qué nos enfrentamos.
Creo que está suficientemente claro. Mikhail ignoró el gruñido de su guardaespaldas y se deslizó bajo los árboles cuando el hielo comenzó a penetrar incluso por el grueso dosel.
Un lobo aulló, un niño gritó. Una mujer chilló. Mikhail podía oírlos claramente ahora.
– Adelante, tomad a los niños. Dejadnos. Viajareis más rápido -sonó la voz de un hombre-. Nosotros intentaremos frenarlo.
La manada tomó la palabra otra vez, si en protesta o acuerdo, Mikhail no podía adivinarlo. El viento se levantó con un chillido, estallando a través de los árboles con fuerza huracanada, arrancando varios. Los grandes troncos golpearon otros árboles, que cayeron con un efecto dominó, apuntando como una flecha en la dirección por donde la manada de lobos se había ido.
La fuerza del cortante viento frío lanzó a los tres Cárpatos de vuelta al cielo y en el camino del hielo que caía. Mikhail sintió una aguda punta perforándole el brazo y se disolvió instantáneamente, aunque el viento lo empujaba más lejos de la manada. La tormenta ganó fuerza, descargando cantidades enormes de nieve desde el cielo, hasta que el hielo fue tan grueso y peligroso que no pudieron continuar avanzando por el aire.
Dejaros caer, tendremos que correr para encontrarlos en el suelo.
Gregori le gruñó, esta vez mucho más cerca. Vikirnoff no dijo nada en absoluto mientras su Príncipe golpeaba el suelo a la carrera, pero cambió a una mejor posición para proteger al hombre. Natalya estaba justo detrás de él, vigilando su rastro.
Esta manada de lobos es excepcional, aventuró Vikirnoff. Utilizan el antiguo sendero de comunicación telepática para pedir ayuda. Y nos llaman a nosotros, no a otros lobos.
Tienen que ser los lobos que viajan con Ivory Malinov, explicó Mikhail.
Le había dado, por supuesto, la noticia a Natalya de que su hermano gemelo estaba vivo y había escapado por fin de Xavier. Él, junto con Gregori, la había informado de todo lo que había sucedido, y de la creencia firme de Gregori de que los crímenes de Razvan habían sido cometidos cuando Xavier poseía su cuerpo o su mente. Las noticias de la aparición tanto de Ivory como de Razvan, y de que eran compañeros, se habían esparcido por toda la comunidad Cárpato.
Sabía que todos eran suspicaces con respecto a Razvan, especialmente Vikirnoff, que había protegido tantas veces a Natalya de su hermano en el pasado. Ella había sufrido emocionalmente, había aceptado finalmente la pérdida de su hermano, y ahora ambos estaban afligidos. Él sólo podía dar su opinión de que Razvan había sido tratado de forma injusta durante estos años y de que no era el criminal y el traidor que el mundo Cárpato creía que era, pero sabía que todos tendrían que resolver sus propias dudas acerca del hombre.
No presiento ningún Cárpato viajando con ellos, hombre o mujer. Vikirnoff mantenía el ritmo exacto del Príncipe, protegiéndolo mientras se movían entre los árboles cargados de nieve. ¿Cómo pueden los lobos comprender y llamarnos? ¿Cómo pueden llevar cargas tan pesadas a las espaldas y correr a tal velocidad?
Parece que son Cárpatos. Mikhail no tenía explicación para cómo había sucedido eso pero sabía que Ivory tendría una. Si había convertido a los lobos, había sido una aventura peligrosa. Los lobos inteligentes que anhelan sangre humana podían ser la pesadilla más grande de todas… especialmente si criaban. Tendría que sopesar el destino de esta manada.
Llovía hielo, pero el grupo por lo menos podía permitirse un refugio del violento viento y los carámbanos que apuñalaban a través de las ramas retorcidas de arriba. Vikirnoff agregó una capa protectora, entretejiendo las ramas de forma más apretada para que formaran un túnel.
Llevan humanos a las espaldas, dijo Natalya.
El corazón le latía con mucha fuerza. Una parte de ella estaba desesperada por ver a su hermano, desesperada por creer que no era el monstruo que había acabado por creer que era, pero la mitad cuerda le susurraba que ninguno de los rumores podía ser cierto. Mientras corría con su compañero y el Príncipe, se encontró rezando.
Bajo sus pies el suelo onduló. El peso de la nieve derribó un árbol grande, las raíces surgieron del suelo, formando una barrera enredada.
El vampiro nos demora, dijo Mikhail. Gregori, gira al norte. Entra por el otro lado con Falcon. Su objetivo parece ser alcanzar a la manada de lobos antes que nosotros. Debe querer matar a los humanos, pero por qué propósito no tengo la menor idea.
Estoy sobre esta tierra para proteger a mi Príncipe, no para salvar las vidas de mortales que no conocemos.
Mikhail suspiró. Te vuelves más terco con cada año que pasa, viejo amigo. Vikirnoff está protegiendo a tu indefenso polluelo. Entra por el norte. Dirige a los otros para que entren por el otro lado. Y deja de darme problemas.
Gregori le dedicó el equivalente de un bufido telepático. Yo no contaría con que eso suceda pronto. El vampiro corre para cerraros el paso. No puedes estar atrapado en el suelo si eso sucede.
No sucederá, porque tú le detendrás. Había plena confianza en la voz de Mikhail.
No pides mucho.
No. Una oportunidad de practicar y afilar tus habilidades marchitas.
La diversión de Gregori explotó sobre Mikhail mientras el Príncipe aumentaba su velocidad. Sentaba bien ser un guerrero en vez de un gobernante, corriendo a toda velocidad por el bosque en respuesta a una llamada de dolor. Los músculos se estiraban y se contraían, y su cuerpo se alegraba del ejercicio, corriendo incansablemente por entre los árboles.
Desde arriba, una gruesa lanza de hielo explotó a través del cielo, quebrantando nubes de hielo y nieve, descargando brillantes chispas de oro y plata hacia los árboles mientras se arqueaba por encima de ellos y luego caían a la tierra fuera de la vista. Por todas partes donde las chispas tocaban, los árboles se congelaban, volviéndose de un horroroso blanco, el color que extendía como una enfermedad por ramas y agujas, bajaba por los troncos hasta el suelo, donde el piso del bosque se combaba por la presión del hielo.
El suelo se agrietó, se abrieron fisuras melladas, así que se vieron forzados a saltar por encima de la ancha grieta mientras corrían. Torres afiladas de hielo irrumpieron desde el suelo. Los árboles se agrietaron y se astillaron cuando el frío que se extendía rompió las ramas quebradizas.
¿De dónde proviene? exigió Mikhail. Tenemos que encontrar la fuente.
Está intentando ralentizar a la manada de lobos, siseó Gregori. He oído hablar de ello, pero nunca he visto una lanza de hielo que lo congela todo en su inmediata vecindad. Tú debes estar cerca. Deja de hablar y trata con ello, y yo encontraré a la manada.
Estamos demasiado cerca de la manada, Gregori, más cerca que tú. Tú estás mejor equipado para obrar tu magia contra una lanza de hielo capaz de congelar un bosque. Deja de hablar y persíguelo.
Ni lo sueñes. Envía a Falcon. Nada va a evitar que luche a tu lado.
De una vez por todas, se supone que estoy al mando. No escuchas mis órdenes.
¿Eso fue una orden? No he oído una orden por ningún sitio. He enviado a Falcon a ocuparse de la lanza de hielo.
Mikhail se encontró riéndose otra vez. Era imposible estar frustrado con Gregori; lo conocía desde hacía demasiados años, y el principal trabajo de Gregori siempre sería velar por la seguridad del Príncipe. Todavía le picaba que Razvan hubiera empujado un cuchillo contra la garganta de Mikhail. No había habido tanto peligro como parecía, pero a Gregori no le gustaba que Razvan se hubiera acercado al Príncipe.
La manada de lobos alzó sus voces otra vez y él levantó la cabeza y contestó mientras se apresuraba sobre el río congelado. Con cada paso que daban, más torres de hielo puntiagudas emergían, así que se veían forzados a esquivarlas mientras corrían, pero Mikhail podía sentir la fuerza del ataque debilitándose. El vampiro estaba cerca de la manada y quería dirigir su energía hacia allí. No sabiendo de qué eran capaces los lobos, Mikhail redobló sus esfuerzos por alcanzarlos, elevándose en el aire, evitando los cielos más altos donde los carámbanos podían entorpecerlos.
Vislumbró a la manada mientras rodeaban una curva del río, rayos de plata con la carga de humanos a la espalda, corriendo incansablemente hacia ellos sobre el hielo. Un niño estaba desplomado sobre el cuerpo del alfa, y la sangre de éste veteaba el grueso pelaje. Por el rabillo del ojo, Mikhail vio una gran nube negra que se movía rápidamente a través del cielo hacia los lobos.
Entrad en los árboles. Salid del río y alejaos del campo abierto, advirtió.
Vikirnoff se desvió bruscamente hacia él antes de que pudiera girar hacia la ribera llena de nieve. Mikhail le lanzó una mirada tranquilizadora mientras pasaba como un rayo a través de los árboles hacia la manada. Los dos alfas con los niños se metieron entre los gruesos árboles. Mikhail agarró a la niña cuando Raja patinó hasta detenerse a su lado, con la lengua colgando, y los costados subiendo y bajando. El vampiro había mordido el cuello de la niña y no había cerrado la herida.
Natalya se dejó caer de rodillas al lado de la pequeña.
– ¿Puedes salvarla?
En el momento en que los dos alfas se vieron despojados de sus cargas, giraron y corrieron a defender al resto de su manada. El primer golpe cayó peligrosamente cerca del lobo que llevaba al granjero adulto. Blaez ni siquiera intentó desviarse. Corrió sin variar el ritmo en línea recta hacia los Cárpatos.
Vikirnoff dio un paso fuera de los árboles y encaró al vampiro furioso. Mientras Natalya y el Príncipe trabajaban para salvar la vida de la niña, él pasó como un rayo hacia la nube negra que giraba. Gregori entró a la vista, subiendo por la derecha del vampiro, golpeando al no-muerto con un relámpago tras otro. Atrapado entre el fuego cruzado entre dos cazadores experimentados, ya herido, Sergey se retiró, empujando un último rayo de energía hacia su lanza de hielo, esperando destruir el suelo bajo el Príncipe, la manada de lobos y los humanos.
Falcon golpeó en el momento exacto, enviando una explosión llameante de calor a través la lanza quebradiza, rompiéndola, eliminando su potencia.
¡Gregori! Mikhail llamó al cazador. No le persigas. La manada de lobos dice que nos necesitan en la casa del granjero. Ivory y Razvan han estado luchando contra el vampiro. El hecho de que haya escapado de ellos es mala señal. Natalya, acompaña a la familia a la seguridad con Falcon y ocúpate de que la niña sea cuidada en la posada. Pide a Slavica, la posadera, que los aloje por mí. Cuidará bien de ellos.
Deseo ir contigo para ver a mi hermano.
Necesito que hagas esto por mí. Si el vampiro vuelve sobre sus pasos, necesitarán protección añadida.
Natalya vaciló, y luego tocó la mente de su compañero. Dime la verdad, Vikirnoff. ¿Me necesita él para esta tarea, o trata de protegerme de lo que quizás encontréis?
Vikirnoff, Mikhail y Gregori ya estaban en el cielo, moviéndose rápidamente hacia la finca, mientras la manada de lobos se daba la vuelta, corriendo por el suelo cubierto de nieve.
Se preocupa. El no-muerto es un maestro vampiro. Mira el caos que ha forjado en la tierra. La manada de lobos está preocupada por Ivory. Siento su temor y Mikhail, como Príncipe de nuestro pueblo, lo siente doblemente.
Natalya suspiró. Está hecho entonces. Esperó a que Falcon levantara a los dos adultos y ella tomó a los niños, susurrando una orden para calmar sus temores mientras corrían hacia la aldea.
A Mikhail le pareció un viaje interminable. Sentía la rotura en el tejido de su gente. Las heridas eran graves. Él conocía a Gregori, un sanador de tremenda habilidad que no dejaría de sentir la agonía que los dos combatientes caídos experimentaban. El hecho de que la energía no fuera ocultada decía a todos los Cárpatos en qué forma debían esperar encontrar a Ivory y Razvan.
Aún así, ninguno de ellos estaba preparado para el horror de esa visión. La finca era una pila de escombros. Parecía como si una masacre hubiera tenido lugar allí, una matanza. Había sangre por todas partes, y en medio de todo ello estaba sentada Ivory, con grandes heridas, procurando curar al hombre que estaba en su regazo. Todavía quedaban dos lanzas en su cuerpo, mientras que cuatro yacían rotas y ensangrentadas a cierta distancia. Su cuerpo estaba cortado casi en pedazos, con el brazo en segmentos.
Cuando se acercaron, parecía como si Razvan todavía respirara y la voz de Ivory cantaba el canto curativo suavemente, entremezclado con otra canción que ninguno de ellos había oído antes.
Esto no puede ser, cuchicheó Gregori con admiración. No puede estar vivo todavía. Nadie podría sobrevivir a eso. Escuchó el flujo y reflujo de la voz de Ivory, melódica y sintonizada con el latido del corazón de la tierra.
Madre, querida Madre, te suplico ahora.
Hija a la madre, sáname y a lo mío de algún modo.
Soy su luz, él es mi fuerte guerrero.
Desafiado y marcado, ha estado sólo mucho tiempo.
Madre, te ruego que mires profundamente, intenta ver.
Mi alma da luz a su oscuridad, lo libera.
Somos compañeros, dos mitades de un todo.
Estando unidos, luchando contra el mal, viejo y anciano.
Madre, querida Madre, sostennos cerca en tus brazos.
Proporciónanos un refugio, con la curación, rechaza todo daño.
Madre, por favor, trae equilibrio, la oscuridad a la luz.
Permítenos vivir, avanzar para luchar.
Ivory cantaba las palabras en la antigua lengua, las notas se movían dentro y fuera de la tierra que ondulaba, trenzándose con el flujo y reflujo de la savia en los árboles y el latido del corazón que era la tierra misma. Mientras cantaba, la tierra se movía sobre sus cuerpos, como si fuera una manta viva, o la marea misma, siempre en movimiento, vertiéndose sobre ellos, alrededor de ellos, fluyendo en sus heridas y encerrándolos en la capa rica y negra.