Ivory se agachó junto al hombre caído, le deslizó los dedos sobre la cara y alrededor del cuello para sentir el pulso. Era innecesario. Su corazón se había ralentizado para emparejarse con el latido imposiblemente lento del de él. Le apartó la nieve de la cara y empezó un minucioso examen de las heridas. El cuerpo estaba cruzado de cicatrices… casi tan malas como las suyas, si permitiera que alguien la viera como estaba. La piel estaba helada. Todo Cárpato aprendía desde niño cómo controlar la temperatura de sus cuerpos, pero él estaba helado.
¡Hermanita! El gimoteo de Raja terminó en un gruñido de advertencia. El sol está subiendo.
Si no se lo llevaba, él moriría aquí en campo abierto. Su corazón tartamudeó cuando volvió la vista a las pisadas de él. Esa había sido su intención. Por las cicatrices viejas y frescas en los tobillos y muñecas, podía decir que había estado encadenado, las cadenas revestidas con sangre de vampiro quemándole la carne cada vez que se movía. Conocía a un hombre que utilizaba ese método de encarcelamiento: Xavier, el alto mago. El Buscador de Dragones había escapado del cautiverio y en vez de dirigirse hacia una de las aldeas en busca de ayuda, se había internado en el interior del bosque, abriéndose paso hasta el lado más remoto de la montaña, donde el sol podría reclamarlo.
La manada se apelotonó, inquieta ahora, lanzando miradas al cielo. La nieve comenzaba a caer con más fuerza, revistiendo las pieles plateadas. Maldiciendo, Ivory se estiró hacia él, tironeando para sentarlo en una posición desde donde pudiera levantarle.
Él abrió los ojos de golpe… arremolinados agujeros oscuros de sufrimiento, de determinación, de resolución. Éste era un hombre forjado en los fuegos del infierno, un hombre que había sufrido una agonía intolerable y convertido su mente en piedra. No se le podría manipular, pudo verlo y sentirlo cuando su energía la rodeó.
– Déjame. -Su voz dio una orden ronca.
Ella sintió el empujón mental tras la brusca orden y apresuradamente acalló la compulsión. La coerción telepática afectó a sus lobos; podía verlos retirándose y ondeó la mano para retenerlos. Sólo su largo y cercano vínculo con la manada los retuvo con ella bajo la fuerza de esa compulsión… y eso le dijo mucho acerca de este hombre. A pesar de estar tan débil, medio muerto de hambre y demacrado, era increíblemente fuerte… y peligroso.
No iba a abrir la boca. Sacudió la cabeza en silencio y fue a levantarlo. El Buscador de Dragones se echó para atrás y colocó la mano en su brazo con sorprendente gentileza. Ella sintió la sacudida de electricidad y su cuerpo hormigueó, el conocimiento repentino forzó al aire a abandonar sus pulmones en una siseante ráfaga.
– No comprendes -dijo él-. Estás en terrible peligro al estar tan cerca de mí. Tengo enemigos poderosos y pueden alcanzarte a través de mí.
Otra vez sintió la compulsión de advertencia en su voz. Él irradiaba pureza… verdad. Deseaba que ella lo dejara sabiendo que era una sentencia de muerte… no sólo una sentencia de muerte, sino que moriría con una agonía absoluta, un lento centímetro cada vez. Maldijo otra vez. No tenía más elección que hablar y él sabría la verdad. Su especie tenía un solo compañero. Uno. Podían buscar por todo el mundo, durante siglos de vida y a menos que conectaran con ésa persona, la que compartía la otra mitad de su alma, no serían auténticos compañeros.
Si hablaba, él lo sabría. Vería en colores, sentiría emociones… no sólo las recordaría. Sabría… y quizás ya lo hacía… que ella era su otra mitad. Sabía que no tenía elección. Lucharía contra ella, trataría de forzarla a dejarlo y él tenía que saber que no podía, que era virtualmente imposible hacer tal cosa por más que quizás quisiera. Ivory sacudió lentamente la cabeza.
El Buscador de Dragones levantó la mano y ella supo que estaba a punto de hablar. Se le adelantó.
– No puedo y creo que sabes por qué. Si no quieres que mi manada… y yo… suframos la quemadura del sol, debes cooperar.
Vio la sorpresa registrada en su cara. El cuerpo se estremeció realmente como si explotara y apretó los ojos con fuerza durante lo que pareció una cantidad interminable de tiempo, como si los colores y emociones devueltos fueran demasiado abrumadores, demasiado deslumbrantes para procesarlos. En verdad, no pareció dar la bienvenida a las noticias más de lo que lo hacía ella, pero Ivory tenía plena conciencia de que él sentía ese mismo tirón hacia ella que ella hacia él. Cuando abrió los ojos, el color de estos era arremolinado, oscuro, casi negro, y luego se mezcló con un profundo verde esmeralda antes de volverse de un negro azulado. El hombre parpadeó y el efecto desapareció. Tomó un aliento. Lo dejó salir.
– Mi enemigo mortal es Xavier, el alto mago. Puede poseer mi cuerpo a voluntad y a menudo lo hace, deslizándose dentro y fuera de mí y cometiendo crímenes horrorosos y viles contra todos los pueblos: magos, humanos y cárpatos por igual. No puedes permanecer cerca de mí. Está débil actualmente, razón por la que no ha alcanzado mi cuerpo y lo ha forzado a volver. Esta es mi única oportunidad de escapar de él.
Ivory se sentó sobre los talones y miró fijamente a los oscuros y destrozados ojos. Decía la verdad. Xavier. Él había puesto en marcha cosas que nunca podrían ser deshechas. Había ordenado a los vampiros cortar su cuerpo en pedazos. Era un monstruo incomparable como el mundo nunca había conocido, y no se le podía permitir recobrar el poder.
– Tu enemigo es mi mayor enemigo -dijo ella. Tenía muchos.
– Déjame. Ocúltate. Si muero aquí, no podrá utilizarme para herir a nadie más.
¡Hermanita! Aléjate de este lugar. Llévanos a casa. Esta vez Rajá desnudó los dientes, su voz fue exigente.
Hermana. El resto de la manada recogió el grito desesperado.
Ivory sentía el ardiente picor empezando por el cuello y los brazos desnudos. A pesar de la espesa nieve que caía a su alrededor, era sensible, o quizá era un temor que había desarrollado con el paso de los años. Poco importaba.
– ¿Cómo te posee?
– Yo le di una apertura. -Su mirada sostuvo cautiva la de ella mientras confesaba-. Había una joven maga que me gustaba. En aquel momento, sin mi conocimiento, Xavier experimentaba con maneras de poseer un cuerpo. Utilizó el mío para dejar embarazada a mujeres. Deseaba un suministro de sangre y pensó que teniendo hijos lo tendría. Soy su nieto.
Ivory levantó los brazos para permitir que la manada se uniera a su piel. Agradecida de que estuviera al fin preparándose para irse, la manada tomó sus lugares de uno en uno, cubriéndole la espalda y los brazos como si sólo fueran tinta sobre la piel y no criaturas inmortales. Ella nunca apartó los ojos de su compañero, nunca cambió su expresión aunque dentro de ella podía oírse chillando.
– La joven tuvo a mi hija, una niña bastante hermosa. Era asombrosa y talentosa. Todos fuimos retenidos prisioneros. Mis tías, la madre de mi hija, la pequeña y hermosa Lara y yo. No quería que matara a Lara como finalmente hizo con su madre, y le dije que haría lo que fuera.
Ella jadeó con incredulidad.
– ¿Al alto mago? ¿Comerciaste con tu alma? ¿Con el alto mago? -Se sintió un poco idiota repitiéndose pero, ¿quién hacía eso? ¿Quién sería tan…?
– Para entonces había sido torturado severamente. Él había dejado que el cadáver de la madre de Lara se pudriera delante de nosotros, y no podía soportar que Lara fuera torturada. La verdad, no pensaba con claridad. -Sacudió la cabeza-. No puedo recordar los hechos exactamente ya. El tiempo los ha enturbiado para mí. Pero no puedes confiar en mí. Puede tomar este cuerpo en cualquier momento y forzarme a hacer cosas indecibles a aquellos a los que amo. He traicionado a todos los que alguna vez significaron algo para mí.
– Y aún así luchaste contra él. Todavía luchas.
– Soy el hijo de mi padre. Xavier lo mató también y trató de poseer a mi hermana. No le permití tenerla. Cambié mi vida por la suya y luego mi alma por mi hija. No me queda nada para ti.
Esos ojos penetrantes nunca abandonaron su cara, ni una vez, y si había pena o remordimiento en esa confesión, ella no la oyó. Había comerciado con su vida y estaba dispuesto a morir este día, cuando el sol subiera, para proteger a los todos los demás, Ivory incluida.
– Él no puede tenerte -dijo-. Lo siento, pero si lo que dices es verdad, entonces yo no tengo más elección que dejarte inconsciente para que no conozcas el camino a mi guarida.
Por primera vez la expresión de él cambió.
– No puedes llevarme allí, mujer. Lo prohíbo. -Levantó ambas manos y ella sintió los comienzos del hechizo que estaba lanzando, un hechizo para forzar su conformidad.
Ella fue más rápida. Con las palmas hacia fuera, quebrantó su hechizo haciendo que estallaran pequeñas chispas entre ellos. Susurró suavemente y él parpadeó y luchó por un momento, pero muerto de hambre y débil, la cabeza le resbaló a un lado y sus ojos se cerraron.
Ivory no vaciló una vez decidida. Se arrojó al Buscador de Dragones sobre el hombro y saltó hacia al cielo, compitiendo con el sol mientras este se alzaba sobre los picos más altos. Pasó como un rayo a través de la nieve, escudriñando los senderos que conducían a las montañas en busca de rastros de humanos cazadores de vampiros, raros ahora, pero aún así una amenaza para su raza. Dio rienda suelta a sus sentidos, buscando signos de los no muertos que se podrían haber guarecido cerca de su guarida, o un cazador perdido, uno de los machos Cárpatos a los que cuidaba de ocultar su existencia.
En mitad del vuelo se encontró poniendo los ojos en blanco. Para lo que había servido eso cuando se tropezó con su compañero, tumbado en la nieve, tan delgado y ojeroso, tan demacrado por el hambre y sufriendo, que no pudo ser lo suficientemente despiadada para dejarlo allí.
– O jelä peje terád… el sol te abrase, päläfertiilam, compañero -siseó en voz alta.
Nunca se le había ocurrido que se encontraría en tal apuro. Un macho. Estaba llevando a un macho empapado a su casa. Su refugio. Debería haberle dicho terád keje… achichárrate… y haber terminado con él, pero no, tenía que ser una hembra bobalicona y llevarse al maldito hombre a casa con ella.
Se dirigió hacia la abertura entre las dos columnas altas y elevadas de piedra que se alzaban como cuernos encima de la montaña. La piedra parecía sólida y nadie, en todos los años llevaba residiendo allí, había encontrado jamás esa fina grieta en la piedra izquierda que corría hacia el interior alrededor a la base, donde la torre se encontraba con el pico de la montaña misma. Le llevó un momento deshabilitar su intrincado sistema mineralógico de protección para poder pasar con el macho. Sopló suavemente en el viento, revolviendo la nieve en una mini-ventisca, cubriendo su caída mientras entraba en forma de vapor, vertiéndose como niebla en la grieta y avanzando hacia abajo por el interior de la montaña.
Pasó capas de piedra, cuevas de cristal y hielo, todo el tiempo utilizando la pequeña grieta que corría hacia el punto más profundo bajo el suelo, se movió constantemente más abajo hasta que el calor comenzó a calentarla y la presión en su cuerpo aumentó. Siempre le llevaba unos pocos momentos ajustarse a la profundidad bajo la tierra, pero con el paso de los años su cuerpo se había adaptado. Si el Buscador de Dragones había sido retenido preso por Xavier, entonces había estado bajo tierra en las cuevas de hielo donde Xavier gobernaba y su cuerpo estaría bastante aclimatado a las profundidades.
Continuó hacia abajo, pasando las cuevas donde habitaban los murciélagos e incluso más abajo, más allá de las profundidades de las cuevas de hielo, donde ningún Cárpato había dormido jamás que ella supiera. Había encontrado tierra rica y una caverna excavada. A lo largo de los siglos amplió sus dependencias hasta incluir varios cuartos. Trajo libros, almacenándolos en las estanterías del suelo hasta el techo que había creado. Recreó concienzudamente cada libro de hechizos que había estudiado cuando asistía a la escuela de Xavier, allá en los viejos tiempos en los que Xavier era considerado un amigo de la gente de los Cárpatos.
Sus muebles se adaptaban a ella y las velas estaban hechas con las mejores fragancias curativas y los minerales que pudo encontrar. Al ampliar su guarida encontró un pequeño flujo de agua, y aunque le había llevado casi setenta y cinco años, excavó una cuenca natural en la piedra sólida y formó una piscina para ella misma. Adoraba su piscina, el agua fría y limpia que siempre fluía y caía en cascada por el suelo a la siguiente cama de piedra bajo ellos.
Una vez en su guarida, reprogramó su extraordinario sistema de alarma con las gemas, que no sólo se acumulaban cayendo por la grieta sino que le proporcionaban luz de la lejana superficie. Se encogió de hombros liberando a los lobos en el momento en que estuvo dentro de su casa, permitiéndoles tomar sus formas naturales, mientras ella andaba a zancadas por los cuartos exteriores, su salón donde a los lobos les gustaba acurrucarse mientras ella leía, pintaba o tocaba su instrumento, y luego a los cuartos donde hacía su trabajo con los metales, construyendo sus armas, antes de bajar la escalera que llevaba al último cuarto donde todos dormían.
Un violín yacía en una caja contra una pared de su cámara; asentado cerca de la profunda cuenca de roca que ella había llenado de la tierra más rica. Dejó al Buscador de Dragones en la tierra rejuvenecedora y lo estudió un momento. Él luchaba, luchaba contra el hechizo del sueño. Tuvo la sensación de que no había estado tan profundamente dormido como ella había pensado, pero lo que realmente importaba era que él no vio la ubicación de su guarida.
Respirando hondo dejó sus armas e invirtió el hechizo. El Buscador de Dragones, a pesar de su condición muerta de hambre y debilitada, se levantó de la tierra con los ojos despiadadamente enojados. Cayó de espaldas lejos de él, aterrizando sobre su trasero, de forma que tuvo que inclinar la cabeza para mirarlo.
– ¿Qué has hecho, mujer? -rugió.
Antes de que pudiera contestar, Rajá entró en el cuarto y se lanzó hacia la garganta del intruso. Se lanzó hacia arriba con los dientes desnudos.
– ¡No! -ordenó Ivory.
El Buscador de Dragones agarró al lobo inmenso por el cuello, la fuerza del ataque lo condujo de vuelta a la cama de tierra. Ella vio sus manos cerrándose como un torno. El lobo luchó instintivamente en busca de aire.
Hermanito, él no es un enemigo. Es mi compañero. Mostró los dientes al lobo y él se quedó quieto y sumiso entre las manos del Buscador de Dragones.
– Suéltalo -ordenó Ivory-. Hazlo ahora o me vengaré.
El Buscador de Dragones levantó una ceja, sus manos permanecieron firmes alrededor del cuello del lobo.
– ¿Intentas amenazarme con daños corporales? Dudo que haya mucho que puedas hacer que no me hayan hecho antes. Y si quieres matarme, ese es mi deseo, así que no creo que eso sirva a tu propósito intimidatorio.
Ella escupió otra maldición.
– ¡Veridet peje… que tu sangre arda!
Él soltó al lobo un poco cautelosamente, manteniendo su mirada fija en el gran alfa y no en Ivory, lo que sólo sirvió para irritarla más, como si él pensara que el animal suponía una amenaza mayor que ella.
– Mi sangre ha ardido en muchas ocasiones, avio päläfertiilam… compañera mía.
Ella dejó salir el aliento de sus pulmones con un siseo.
– Jamás me llames “compañera”. No soy tuya. No pertenezco a nadie. No confío en nadie, y menos en el nieto de Xavier y Buscador de Dragones además. -Puso cada gramo de desprecio y repugnancia que pudo convocar en su voz.
Antes de que él pudiera responder Ivory cambió su atención a Rajá, que captando su humor mostraba los dientes otra vez, unos gruñidos bajos de advertencia retumbaban en su garganta. Hermanito, no tengo paciencia para tratar ahora con dos machos y sus egos. Vete con tu compañera que apaciguará tus nervios y déjame tratar con este… este… No había palabra suficiente mala para describirlo.
El lobo envió el Buscador de Dragones una última mirada de advertencia y luego saltó fuera de la habitación, dejándolos solos en la cámara.
Ivory retrocedió por el suelo hasta que hubo espacio entre ella y el Buscador de Dragones. Apretó la espalda contra la pared, luchando por mantener su serenidad.
– Han pasado siglos desde la última vez que estuve sola en un cuarto con otra persona -confesó-. No estoy segura ya de lo que uno hace.
– Podrías comenzar diciéndome tu nombre.
El hombre no sonreía. No la miraba como si la luna subiera y se pusiera con ella, como tenían fama de hacer los compañeros. Ni discutió que ella le pertenecía aunque cada célula del cuerpo de Ivory gritaba que era verdad.
Ivory se humedeció los labios.
– Soy Ivory Malinov, hermana de los cinco que han levantado un ejército y una rebelión de vampiros. Hermana de los aliados de Xavier. -Respiró hondo-. Y ésta no es mi forma verdadera.
– Soy Razvan, nieto de Rhiannon y Xavier. Soy un proveedor de muerte y tortura para cualquiera que se atreva a acercarse a mí, especialmente a aquellos por los que más me preocupo. Nunca te reclamaré, así que no te preocupes, Ivory. Te dejaré tan pronto como pueda hacerlo. -Inclinó la cabeza a un lado y estudió su cuerpo inmaculado-. ¿Temes mostrarme tu forma verdadera?
Ivory levantó el mentón.
– No le temo a nada, Buscador de Dragones, y menos que a nadie a ti.
– Eso puedo verlo -dijo, un débil sarcasmo se deslizó en su tono-. Aunque, ciertamente me deberías temer. No a mí: a Xavier. Me puede encontrar dondequiera que esté. Debes creerme en esto.
– Te creo. Estudié cono Xavier hace muchos años. Muchos más de los que quiero recordar. Lo conozco bien… demasiado bien.
– Lo enojaste de alguna manera. -Razvan hizo una declaración.
Ella se encontró con que apenas podía respirar, en los estrechos confines de la habitación, con el hambre del Buscador de Dragones golpeándola. Quizá no fuera solo su hambre. Quizá fuera la forma en que sus ojos se movían sobre ella con una insinuación de posesión, la intensa mirada de interés de un macho. Nadie la había mirado así desde el hijo mayor del Príncipe y eso no había resultado demasiado bien.
La piel le dolía. Los huesos. Había olvidado ese dolor, o por lo menos lo había empujado tan atrás en sus recuerdos que éste era débil y apagado. Ahora, observándolo mirarla, haciéndole preguntas, su cuerpo recordó la sensación de agudos objetos cortando hueso y tejido.
– Ivory -incitó, su voz apacible-. ¿Qué hiciste para enojarle?
Ella se hundió contra la pared, levantó las rodillas y pasó los brazos alrededor de las piernas, haciéndose mucho más pequeña.
– Quise ir a la escuela de Xavier y aprender de él. Mis hermanos y cinco de sus amigos me criaron. Diez guerreros fuertes que me consentían cada capricho. Aprendí cómo luchar, pero nunca se me permitió usar mi conocimiento. Podía hacer cosas que ninguna otra mujer podía, más se esperaba que me sentara en casa y esperara a un compañero que me proporcionara seguridad. -Sacudió la cabeza, recordando la frustración de tener un cerebro activo, desesperado por conocimiento de cualquier clase, y chocar contra un muro cuando sus hermanos se negaban a permitirle cualquier libertad.
Se frotó el mentón en las rodillas.
– En aquel momento, Vlad Dubrinsky era el Príncipe. -Le estaba dando una explicación muy complicada, divagando en vez de hacerla corta y sucinta. Se apretó los dedos sobre los ojos-. Creo que ha pasado tanto desde que he mantenido una conversación con alguien excepto con mi manada, que he olvidado cómo hacerlo. -Se frotó la palma arriba y abajo por el muslo.
La mirada de Razvan saltó a la mano y se demoró allí, reconociendo el signo de nervios. Ella era salvaje, como su manada, estaba inquieta con su presencia, no porque él representara peligro, ni porque fuera su compañero, sino simplemente porque era intrínsecamente cautelosa con todos.
– Tranquilízate, Ivory -dijo suavemente, canturreando como si tuviera que domesticar a un animal salvaje excitado-. No busco nada de ti. No creo que Xavier persiga mi cuerpo tan pronto. Se ha vuelto débil y viejo sin sangre cárpata de la que alimentarse. Necesitará encontrar fuerzas antes de que pueda golpearme. Lara escapó de su prisión primero y luego mis tías. Así que por el momento estás a salvo, pero nunca me des la espalda. Considera el matarme.
Ella ignoró su última declaración.
– ¿Cómo escapaste?
– Xavier sacó mi cuerpo de las cuevas de hielo cuando su fortaleza fue destruida. Ahora necesita sangre para sobrevivir y ser fuerte. -Miró a su cuerpo cansado y roto con una breve sonrisa sin humor-. Ha utilizado mi sangre hasta que quedó poco de ella. Creo que tenía en mente matarme, pero cuando las tías escaparon necesitó mi sangre para mantenerse vivo. Está decidido a ganar la inmortalidad. Como puedes ver, hay muy poco de mí, y él se ha debilitado tratando de construir su nueva fortaleza.
Ivory respiró hondo y lo dejó escapar. Razvan pudo ver que luchó consigo misma antes de hacer la oferta.
– Necesitas alimentarte.
Su voz era baja, temblorosa, y el corazón de Razvan giró dentro del pecho. Había pasado mucho tiempo desde que otro le había ofrecido una bondad.
– Te agradezco la oferta, pero debo declinarla con pesar. He tomado suficiente sangre de aquellos a los que debería haber protegido y no tomaré la tuya.
Ella frunció el entrecejo.
– Puedo sentir tu hambre.
– Lo sé. No puedo controlar las necesidades que se esparcen por los cerrados límites de este cuarto. Siento sinceramente causarte angustia.
Él no quería que ella morara en el hambre que se arrastraba por su cuerpo, cada célula gritaba pidiendo sustento. Podía oler su sangre, rica, caliente y fluyendo por sus venas, llamándolo. Apenas podía pensar con los dientes ya alargándose y la saliva en la boca. El latido del corazón de ella se emparejaba con el irregular latido del suyo, y eso le preocupaba.
Sabía poco de compañeros, y la última cosa que jamás había querido hacer era sentir emoción verdadera. Ya era suficiente malo recordar cómo era amar y sentir remordimiento por las cosas viles que había hecho, aún bajo la compulsión de otro, pero ella había llevado todo eso a su mente y corazón y lo había hecho real otra vez. Donde antes había estado entumecido durante cientos de años, ahora cada acto terrible y brutal, la violación de mujeres, el alimentarse de sus propios hijos, apuñalar a su tía, la traición de todas y cada una de las personas a las que amaba y por las que se preocupaba, todo eso ante él, llenándolo con auto-aborrecimiento y desprecio.
Su alma era tan negra. Las emociones se vertían sobre él junto con los recuerdos. Su amada hermana… había luchado por salvarla, pero al final, la había traicionado. Sus tías… había intentado duramente salvarlas, pero Xavier había controlado su cuerpo y él había sido el que hundiera el cuchillo en el pecho de su tía. No podía respirar, no podía encontrar aire que arrastrar a sus pulmones.
Sentía la garganta en carne viva y se estrangulaba, cerrando los ojos, intentó excluir la culpa y el horror de sus acciones. Poco importaba que él no hubiera tenido el control… eso en sí mismo era una culpa terrible… o que no hubiera sido lo bastante fuerte para detener a Xavier. Luchar contra él a cada centímetro del camino no había sido suficiente, y ahora esta extraña, esta mujer, traía todos esos detalles horrorosos, vívidos y repugnantes a su mente y éstos marcaban su irredimible alma.
– Razvan. -La voz era suave. Apacible-. Mírame.
Él no podía moverse. No podía enfrentarse a ella. No, no a ella… a él mismo. Maldijo la resistencia de su cuerpo a la muerte. ¿Cómo podría enfrentarse alguna vez a alguien después de los crímenes terribles que había cometido? Le subió la bilis y se ahogó en ella, un sabor amargo y metálico. Se enjuagó la cara y la palma se manchó de sangre.
La olió, aunque ella no hizo sonido cuando se acercó, tan silenciosa como sus mortíferos lobos. Sacudió la cabeza.
– Quédate atrás. No te acerques demasiado.
Porque el hambre lo volvía salvaje, mientras la culpa lo volvía un poco loco. Ahora no era a Xavier al que temía, era a sí mismo. Sabía lo que incluso el mejor de su raza podía hacer cuando estaba muerto de hambre, y él estaba lejos de ser el mejor. Estaba maldecido, maldito incluso, astuto y… tan hambriento. Hambriento.
Ivory se arrastró hacia él.
– Necesitas alimentarte. Alimento a mi manada a menudo, es sinceramente de poca importancia. Sólo toma la sangre de mi muñeca.
La podía ver entre los dedos ahora, delante de él, con preocupación en la cara, aunque era lo suficientemente lista para recelar. No se fiaba de él… estaba allí en sus ojos. Una uña se alargó, afilada y ella la bajó hacia su muñeca.
Razvan le aferró la mano, una ráfaga de temor y adrenalina combinados le dio fuerzas cuando realmente tenía poca.
– ¡No! No lo haré. -El pensamiento lo enfermaba. La oferta de la muñeca evocó la visión de una boca glotona desgarrando una pequeña muñeca. Se estranguló otra vez y giró lejos de ella.
¿Cómo le dices a alguien que estás maldito? Sacudió la cabeza.
– Tienes que llevarme a la superficie y dejar que me vaya.
– ¿Por qué no te alimentas? Quizás si me dices…
No se lo contó. Se lo mostró. Ella tenía que ver… saber… el monstruo que había llevado a su guarida. Se apoderó de su mente, fluyendo en ella, empujando los recuerdos al interior su cabeza, forzándola a observarlo desgarrar la pequeña muñeca de una niña asustada mientras ella le rogaba, permitiéndole ver a la madre de su hija pudrirse mientras él gritaba, luchaba y lloraba sangre, furioso con el monstruo que lo encarcelaba. La hizo mirar mientras traicionaba a su hermana gemela, Natalya, y cuando hundió el cuchillo en el pecho de un dragón tratando desesperadamente de ayudar a escapar a su hija.
Ella palideció, pero no se arrancó de su mente. La sintió moverse en su interior, alerta a su modo natural, pero absorbiendo sus recuerdos, leyendo su vida. Y él la alimentó, cientos de años con Xavier, observándolo torturar y matar. Xavier había utilizado su cuerpo para cometer actos horrendos una y otra vez, para procrear con mujeres psíquicas escogidas, tomando posesión de él lentamente, y luego más tarde, utilizándolo como un títere para cometer sus malvados actos. Ella debería haber retrocedido, debería haberle hundido el puño en el pecho y extraído su corazón ahí mismo, pero se quedó, observándolo todo sin temor, con calma, sin mostrar nada de sus propios pensamientos.
Después de un rato, él fue consciente de que estaba llorando, en su interior, por esos años de tormento y pena, por la arrogancia de un joven que pensó que podría derrotar sin ayuda a un enemigo que había eludido a guerreros y a mentes más viejas y más sabias que la suya. Se dio cuenta de que estaba tumbado con la cabeza en el regazo de ella, que una mano le acariciaba el pelo, que la sangre de sus lágrimas le manchaban los muslos.
– ¿Ves lo que soy? -preguntó. Fue una súplica. Había pasado los últimos veinte años planeando escapar, planeando permitir que el sol limpiara su alma, arriesgarlo todo a la existencia de una vida después de la muerte. Pero aquí estaba ella, la única mujer que podía detenerlo, y se negaba a dejarlo marchar. Si él hubiera tenido la fuerza suficiente habría luchado por salir, pero no podía arriesgarse a herirla, y con su mente tan destrozada y su cuerpo tan débil, dudaba que pudiera alcanzar la superficie sin una batalla mayor entre ellos.
– Veo más de lo que piensas. Te has olvidado, Razvan, que tuve mis propias experiencias con Xavier. -Los dedos le acariciaban el pelo y comenzaron a trazar pequeños círculos sobre las sienes-. Y tú has revelado mucho más de Xavier y sus hechizos de lo que sabes.
A él no le gustó la especulación en su voz, pero en las manos había magia, manteniendo la angustia a raya junto con el dolor físico.
– No puedes vencerlo. Créeme, lo he intentado durante siglos y siempre he fallado. -Debería haberse apartado de ella, pero descubrió que no podía. Las manos inducían magia por todo su cuerpo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que alguien lo había tocado con tal gentileza?
– Yo tampoco -contestó ella-. Conocía a Rhiannon y a su compañero. Y cuando Xavier lanzó un hechizo sobre mí y me arrastró a lo profundo del bosque, me contó su plan para matar a su compañero y forzarla a procrear con él. Ya lo tenía todo dispuesto. Por supuesto supuse que los Cárpatos lo derrotarían; éramos demasiado fuertes.
Se detuvo. Su voz se había vuelto monótona, más baja, casi terciopelo. Sentía las suaves notas deslizándose dentro de él, acariciando los dolorosos recuerdos, empujándolos suavemente hacia atrás. Todo en Ivory parecía suave, liso y tan pacífico.
– Nadie derrota a Xavier.
Ella se inclinó sobre él y le susurró en la oreja.
– Porque tiene ayuda. Siempre tiene ayuda. En cada recuerdo que me has mostrado, un mago menor encontró primero la plataforma para el hechizo que él lanzó. Cuando me tomó, y luego más tarde tomó al compañero de Rhiannon y lo asesinó, no fue Xavier quien cometió el asesinato verdadero… aunque he oído que se llevó el mérito. Fue Draven, el hijo mayor del Príncipe Vlad. Traicionó a nuestra gente con Xavier. Él entregó al compañero de Rhiannon, muerto, a las manos de Xavier.
Razvan trató de revolverse, pero sus miembros eran pesados. Sentía la mente vagar un poco mientras ella construía puertas, luego las empujaba suave y lentamente para que se cerraran y atraparan el dolor y la culpa donde no lo pudieran alcanzar. De uno en uno, los recuerdos de su derrota y sus crímenes fueron bloqueados lentamente hasta que su mente pudo aceptar, de lejos, los siglos de fracaso, de tortura y de auto-repulsión. Su voz era la cosa más hermosa que había oído jamás y se concentró en ella, en esa melodía suave y dulce que pareció llevarlo a algún lugar, muy lejos de la brutalidad absoluta de su existencia.
– Recuerdo a Draven. Es un recuerdo lejano. Un hombre asesino y traicionero que exigía jóvenes magas a Xavier a cambio de su información. Desapareció un día y Xavier se puso furioso, arrojando viles maldiciones sobre Gregori Daratrazanoff semanas después. Asumí que Gregori finalmente había averiguado su traición y había administrado justicia. -Trató de abrir los ojos para mirarla, pero los párpados eran demasiado pesados y no quiso molestar los dedos calmantes-. ¿Por qué mataría Draven al compañero de Rhiannon? -Se estranguló un poco con el nombre de su abuela. Tenía los recuerdos de su padre sobre ella, la mujer de voz suave de la que Xavier se había alimentado hasta que sus hijos fueron lo bastante mayores para ocupar su lugar.
– Draven estaba obsesionado conmigo. Yo no era su verdadera compañera, pero me deseaba. Tenía la enfermedad que sufren algunos de nuestros machos, a causa de estar en la línea sucesoria del Príncipe creía que debía tener a cualquier mujer que deseara. Mis hermanos se negaron cuando les dije que sabía que no era su compañera. Cuando partieron a la batalla, el Príncipe Vlad me envió a la escuela de Xavier, creo que para mantenerme lejos de Draven.
– Así que Draven te compró a Xavier con el cuerpo del compañero de Rhiannon. -Razvan lo hizo sonar una declaración.
Su mente parecía en paz, vagando con la caricia de los dedos y la suave melodía de su voz. Poco importaba que el tema que estaban discutiendo fuera aborrecible, su mente podía procesarlo sin temor o culpa o sin las emociones abrumadoras que se habían vertido sobre él con el sonido de esa voz. Ahora su mente aceptaba simplemente y por el momento estaba en paz. No quería que esto terminara jamás. Se imaginó que este momento debía ser cercano al cielo, un refugio donde nada malo podía suceder, ni siquiera en un ínterin breve.
– Sí, pero Draven no contaba con el hecho de que tuve a diez guerreros fuertes que habían pasado toda la vida enseñándome a luchar en la batalla. Mis cinco hermanos y los hermanos De La Cruz. -Ivory frotó mechones de pelo entre los dedos y entonces lo movió, sólo el más ligero de los movimientos, girándolo para que la cabeza estuviera hacia arriba, hacia la suya.
Los párpados de Razvan revolotearon. Abrió los ojos un poco y la miró. Se quedó sin respiración y miró fijamente a la mujer que se erguía sobre él. La cara era todavía la de un ángel, la piel tan perfecta y pura, pero ahora podía ver las cicatrices… cicatrices terribles que comenzaban en la garganta y recorrían su cuerpo como si hubiera sido reconstruida con alambre de púas.
– ¿Él te hizo esto? -Exhaló las palabras con asombro, sabiendo que los Cárpatos no tenían cicatrices… no generalmente… pero el cuerpo de ella estaba cubierto con líneas, la desfiguración un conjunto de fragmentos de piel cosidos juntos casi al azar.
– A Draven no le gustó que una mujer lo derrotara, al poderoso, pronto Príncipe, si sus planes con Xavier tenían éxito. No pudo resistirse a jactarse, a decirme cómo iba a matar a su propio padre, porque nunca se le ocurrió que yo podía luchar y podía derrotarlo en batalla. Estaba tan furioso.
Su voz sonó muy lejana, una canción distante de paz y calor a pesar del cuento helado que narraba. Razvan descubrió, intentándolo como podía, que no podía experimentar el horror de sus palabras, la extensión de la traición de Draven Dubrinsky no sólo a su gente sino a su propio padre. Xavier era el mismo diablo, un monstruo incomparable, pero Draven había buscado deliberadamente una alianza con él.
– Fui capturada por cuatro vampiros cuando volvía con mi gente -continuó Ivory, cambiándolo de posición otra vez, acunándole la cabeza.
Su cuerpo se sentía tibio y suave, y tan dadivoso contra el suyo. Olía a bosque, a tierras vírgenes, profundas, verdes y secretas. Había un toque de nieve, lejano e irresistible, una princesa de hielo que no se rinde ante nadie, ni siquiera se entregaba a sí misma a él. Era una fantasía. Hacía mucho que había olvidado las fantasías, y sus pensamientos rebeldes no encajaban en medio de esa narración de acontecimientos tan traumáticos de su vida. Todo parecía de ensueño, pero él había dejado de soñar, sabiendo que Xavier extraía información de su hermana cuando él soñaba. No había sido capaz de detener eso y salvar a Natalya de semejante pena. Sabía que había sido atacada por Xavier, ¿pero por cuatro vampiros? ¿Cuatro?
Luchó por levantarse, intentando ir en ayuda de su hermana.
La voz monótona lo apaciguó.
– No Natalya, Buscador de Dragones, los vampiros me atacaron a mí. Xavier deseaba la muerte más horrenda que pudo imaginar para alguien como yo. Hizo que me cortaran la cabeza y luego me cortaron en pedazos, después me dispersaron a través de un campo para que los lobos pudieran comerme. Deberían haber incinerado mi corazón. No tenía el deseo de morir, no cuando necesitaba ver a Draven y a Xavier lejos de esta tierra.
Por un momento el horror y la agonía de lo que ella había soportado estuvo en su mente… y en la de él… y entonces, antes de que Razvan pudiera asimilar y procesar lo que ella había le había dado, desapareció, reemplazado una vez más por el toque calmante de los dedos que le acariciaban las sienes y su voz susurrante y seductora.
Estás tan hambriento, Buscador de Dragones. Has estado muerto de hambre durante tanto tiempo y mantenido sin tu verdadera fuerza. Te ofrezco vida. Fuerza. Una oportunidad de unirte a mí para derrotar al mismo diablo. Sólo tienes que tomar lo que te es dado libremente. Si, cuando estés a plena potencia, escoges irte, te sacaré de aquí y serás libre de ir por tu propio camino.
El pensamiento de separarse de ella le dolió en algún lugar de su alma hecha pedazos. Ella era su compañera; una vez encontrada, simplemente no la podría abandonar, pero supo, frunciendo el entrecejo, que había una razón por la que no debía pronunciar las palabras que los atarían.
Ella frotó suavemente las líneas del ceño entre sus ojos. Estate en paz. Estás a salvo aquí.
Él sacudió la cabeza, aunque fuera difícil hacerlo. Más que nada deseaba el toque de los dedos mágicos, y el calor de su cuerpo tras haber tenido frío durante tantos siglos. Había existido en las cuevas de hielo con tan poca sangre para vivir, Xavier estaba decidido a evitar que tuviera fuerza, que lo había olvidado todo sobre el calor o la bondad. No quería destruir la ilusión de que alguien se preocupaba lo bastante por él para prestarle ayuda sin ataduras.
No era verdad, por supuesto; había aprendido esa dolorosa lección a lo largo de los siglos. No podía confiar en nadie, y menos que nadie en sí mismo, pero la ilusión podía sostenerle cuando su cuerpo hambriento y su mente destrozada no podían funcionar apropiadamente ya.
Ella se inclinó más cerca. Sus pechos le rozaron la cara y el cuerpo se le tensó extrañamente en reacción. Escucha el latido de mi corazón. Empareja tu ritmo con el mío.
Podía oír el corazón, constante, como una baliza resuelta, una señal para que encontrara el camino a casa.
Ivory examinó su destrozaba cara y el corazón se le contrajo dolorosamente. No había sentido compasión por otro en siglos. Había tenido cuidado de evitar las trampas y peligros de las emociones. Sus amados hermanos la habían traicionado. A su propia familia. Nunca olvidaría como les había buscado, arrastrándose fuera de la tierra, la carne apenas intacta, luchando cada centímetro del camino de vuelta a casa, sólo para descubrir que los siglos habían pasado y que sus hermanos se habían unido a los que la habían cortado en pedacitos y dejado para los lobos hambrientos.
Al oír a Razvan confesar la traición a su propia hermana y tías, a su hija, pensó en ayudarlo a encontrar el alba, aunque eso significara condenarse a sí misma. Pero una vez dentro de su mente, comprendió más de lo que había hecho él en siglos de lucha, de luchar para proteger de un monstruo a todos a los que lo rodeaban. Y él había resistido a pesar de la tortura, el hambre y a pesar de todo lo que ella jamás podía ni imaginar.
En cierto modo la asustaba pensar cómo serían su voluntad y determinación cuando dispusiera de toda su fuerza. Nunca, ni una vez durante el tiempo que Xavier lo tuvo cautivo, dispuso de toda su fuerza. Había sido joven cuando Xavier lo tomó, e incluso entonces, siendo un simple muchacho, había protegido a su hermana. No se consideraba bueno con los hechizos… su hermana era de lejos una maga mucho mejor… pero él era un macho Cárpato por los cuatro costados, fuerte y protector e impávido en la lucha, sin importar cuán débil fuera.
Escucha la sangre corriendo por mis venas. Fluye como la marea misma, como savia en los árboles, el néctar de la vida, fluyendo para ti. ¿Puedes olerla? ¿Sientes tu cuerpo clamando por la vida?
Trazó una línea a través del seno, una de muchas, pero de ésta manó brillante sangre roja. Cambiándolo de posición otra vez, le apretó la boca contra ella. Pasó un latido del corazón. Dos. Todo en ella se quedó inmóvil. Veri olen elid… la sangre es vida. Saasz hän ku andam szabadon… toma lo que ofrezco libremente. Puso cada gramo de compulsión que poseía en su suave ruego.
Lo sintió revolverse. La lengua lamió sobre la herida cruda y la matriz se le tensó. Los dientes se hundieron profundamente, un mordisco, un ardiente dolor que dio paso a una ráfaga de caliente ardor.
Le acarició el pelo y comenzó a entonar el cántico de sanación Cárpato. Su voz subió, suave y melodiosa, llenando la cámara con el regalo rico de la canción.
Kunasz, nélkül sivdobbanás, nélkül fesztelen löyly…Yaces como si durmieras, sin un latido en el corazón, sin aliento.
Ot élidamet andam szabadon élidadé… Ofrezco libremente mi vida por tu vida.
O jelä sielam jorem ot ainamet és so?e ot élidadet… Mi espíritu de luz olvida mi cuerpo y entra en el tuyo.
O jelä sielam pukta kinn minden szelemeket belso… Mi espíritu de luz pone en fuga a todos los espíritus oscuros de tu interior.
Pajnak o susu hanyet és o nyelv nyálamet sielametsívadaba.… Presiono la tierra de nuestra patria y la saliva de mi lengua en tu corazón.
Vii, o verim so?e o verid andam… Al final, te doy mi sangre por tu sangre.
Fatigada, Ivory cerró los ojos. No se atrevió a darle más sangre de la que podía. Una sesión curativa y una alimentación no iban a ser bastantes. Una semana, un mes… el tiempo no importaba, pero lo curaría. Por ahora, había hecho todo lo que podía hacer.
Encuentra la paz, Buscador de Dragones.
Presionando la mano sobre la boca de él, le susurró que parara antes de colocarlo en la capa profunda y rica de su cama. Llamó a su manada y les indicó por señas que tomaran sus lugares alrededor de su compañero… reclamado o no… y se presionó contra él antes de permitir que la tierra oscura los engullera, las protecciones alrededor de la cámara eran las más fuertes que conocía.