Capítulo 17

– La forma de vida tiene que haber estado primero en el meteorito -dijo Ivory y se desplomó, con la cabeza sobre los brazos-. Debería haberlo sabido. Es rico en hierro.

– ¿Cómo sobrevivió a la llegada a la Tierra? -preguntó Razvan, frotándole los hombros.

– No tengo la menor idea, y francamente, ni siquiera me importa. La tierra está llena de ellos, y hasta ahora, cada vez que me has traído tierra contaminada, se apresuran a rodear a los microbios mutados y destruirlos mientras dejando todo lo demás intacto -giró la cabeza a un lado para levantar la mirada-. ¿Sabes dónde se producen los microbios?

– La fábrica más grande de Xavier fue destruida y él se movió a su fortaleza profundamente bajo las montañas. La puedo encontrar. Pero allí los microbios no están en la tierra. Los filtra por un glaciar para alimentar los sistemas de agua y que se esparzan por la tierra. La última vez que cacé para nosotros cerca de la aldea, justo debajo del glaciar, oí por casualidad a la comadrona local que hablaba sobre la alta tasa de abortos. Temo que la contaminación haya salpicado a los humanos. Si los microbios infectaron sus jardines, podrían comenzar a sufrir el destino de nuestra especie -le masajeó el cuello con dedos apacibles-. Necesitas descansar, Ivory.

Llevaba tres semanas trabajando constantemente, sin abandonar la guarida, ni siquiera para alimentarse. Razvan había cazado para la manada y para Ivory. Había sacado a los lobos para que corrieran por la noche y había reunido muestras de tierra de docenas de lugares, llevándoselas a Ivory, pero ésta se negaba a ir con él, prefería quedarse y realizar sus experimentos. Estaba pálida y agotada, con círculos oscuros bajo los ojos.

– Tengo un mal presentimiento, Razvan -dijo Ivory. Pero soltó un pequeño suspiro de placer mientras los dedos de Razvan obraban su magia, aliviando los nudos del cuello-. Ha estado creciendo en mí desde hace mucho tiempo y siento la necesidad de hacer esto rápidamente.

Él permaneció silencioso y ella levantó la mirada para captar la expresión de su cara. Ivory se incorporó rápidamente y giró para encararlo.

– Tú lo has sentido también.

Él asintió.

– Crece más fuerte todo el tiempo y la manada ha estado extrañamente inquieta.

– Algo va mal.

No quería estar de acuerdo con ella, no cuando estaba tan agotada, pero todos sus instintos le decían que tenía razón.

– Tenemos que acudir al Príncipe con lo que tenemos -dijo él.

Ella se mordió el labio.

– Creo que tengo razón, Razvan, pero siempre soy muy meticulosa. Repetiría los experimentos mil veces más y documentaría más evidencias. Todavía estoy trabajando en el hechizo para cambiar las mutaciones existentes para cuando encontremos su fábrica. -Se pasó la mano por el cabello con agitación-. Todavía hay tanto trabajo. No puedes apresurar este tipo de cosas. Si cometemos un error, podríamos hacer tanto daño como Xavier, sin que importe nuestra intención.

Permanecieron levantados hasta las horas de la mañana, cuando la piel de Ivory dolía y se cubría de ampollas, a pesar de estar bajo el suelo, una repercusión, sabía él, de pasar más de un siglo bajo la tierra para curar las horrendas heridas. Ella se hundió en el sueño de su gente. Ivory a menudo despertaba antes de lo que debiera, agitada y nerviosa. Su cuerpo era incapaz de moverse mientras que su mente se aceleraba debido a la preocupación. Razvan le hacía el amor a menudo, aliviándole la tensión, pero ella no podía evitar la obsesión que la mantenía trabajando sin descanso. Ni siquiera la tierra parecía poder rejuvenecerla.

Él cogió un cepillo de la mesa y comenzó a pasárselo suavemente por el cabello, sabiendo que ella siempre encontraba eso calmante. Para él también lo era. La sensación de los mechones sedosos contra su piel le servía como recordatorio de la maravilla absoluta de haberla encontrado cuando nunca había habido un momento de esperanza para semejante milagro.

– ¿Cómo de cerca estás de invertir el hechizo?

– No lo sabré hasta que lo intente, Razvan -Había un indicio de desesperación en su voz-. Comienzo a ver la enormidad de lo que Lara y Nicolas han enfrentado. No se atreven a convertirla y cargar con la muerte de nuestros niños en sus almas, ¿pero cómo pueden continuar sin una vida propia?

La sonrisa de Razvan por encima de su cabeza fue tranquila.

– Tú aguantaste. Yo aguanté. Así es la vida, Ivory. Esperamos que nuestros hijos no tengan que luchar como nosotros, pero vivir bien la vida y soportar la adversidad forma el carácter. Estoy orgulloso de Lara por sus elecciones y no la despojaría de la oportunidad de servir a otros. Tiene muchos años para continuar viviendo bien antes de que sea necesario convertirla. Si fracasamos, aguantará como hicimos nosotros. Al final del día, sólo podemos decir que hicimos cuanto pudimos. No podemos controlar a los demás, sólo a nosotros mismos.

Ivory sentía su callada tranquilidad, la pacífica calma que le mantenía tan tranquilo en situaciones difíciles. Permitió que esa serenidad se filtrara en ella y calmara su propia mente turbulenta. Con cada caricia, el cepillo parecía expulsar más tensión fuera de su alma. Razvan tenía razón. Sólo podían hacer cuanto pudieran y eso era lo que habían hecho.

Se dio cuenta, mientras él le dividía el pelo en tres mechones gruesos y empezaba a trenzarlos apretadamente, que quería demostrar al pueblo Cárpato que Razvan no era un criminal del que debían desconfiar, sino que era, de hecho, un gran hombre que se había sacrificado por todos ellos. Razvan no deseaba eso. No tenía interés en las opiniones de los demás. Simplemente existía. Así era cómo vivía su vida. Hacía cuanto podía y no trataba de controlar a los demás.

Ivory tomó un profundo aliento.

– Bien. Entonces digo que vayamos, averigüemos que sucede y dejemos que el Príncipe tome la decisión de intentar un experimento más grande o seguir trabajando. También tengo que probar los hechizos de reversión en microbios que estén fuera en el campo. No tiene objeto atacar la fábrica si no podemos detener su trabajo de forma permanente

– Cuanto más acosado esté Xavier, menos tiempo tendrá para hacer daño -dijo Razvan suavemente-. Si esto no funciona, podremos ganar tiempo eliminando su fortaleza y obligándolo a moverse otra vez.

Ella comenzó a girar la cabeza para mirarlo por encima del hombro, pero él le tiró del pelo, evitándolo. Ivory frunció el entrecejo.

– No podemos correr el riesgo de perderlo. Si desaparece…

– Yo lo puedo encontrar. Donde sea. En cualquier momento.

Ivory esperó un latido del corazón hasta que su pulso se tranquilizó.

– ¿Cómo?

– Tomó mi sangre durante más de cien años, Ivory. Dejó pedazos de su oscura y depravada alma dentro de mí. Le atraeré como ningún otro.

Ella tragó con dificultad la oleada de bilis que le subía de repente ante la idea de Razvan en las manos de Xavier.

– Te usarías como cebo.

– Por supuesto. Para atraerlo a nosotros. Él vendría.

Sus manos estaban más estables que las de ella cuando aseguró la cuerda en la trenza. Lo sabía porque se estiró hacia atrás y colocó las manos sobre las de él.

– No. -Una sola palabra. Su única palabra a él. Ahora sabía cómo se había sentido él cuando sugirió utilizarse a si misma como cebo.

Él no discutió, pero ya se estaba acostumbrando a sus maneras. Eso no significa que estuviera de acuerdo. Simplemente se inclinó y la besó a un costado del cuello, directamente encima del rápido pulso.

– Hablo en serio, Razvan. No destruiremos su fortaleza actual, aun cuando necesitemos más tiempo.

La sonrisa de Razvan era plácida, apacible, incluso suave. Le acunó la cara con la palma.

– Como no sabemos si has tenido éxito, no hay razón para la discordia entre nosotros.

Ella le mordió los dedos con fuerza y lo miró furiosa.

– Para que lo sepas, habrá discordia entre nosotros. Mucha discordia. Más de la que ningún hombre querrá jamás tener en su vida.

Él se echó a reír, metiéndose los dedos en la boca para aliviar el picor.

– Lo recordaré.

Ella le lanzó un bufido de disgusto y reunió armas. Razvan había dividido su tiempo entre ayudarla, cuidarla y mejorar su habilidad con las variadas armas que ella poseía. Era un estudiante rápido con reflejos asombrosos, y muy disciplinado en cuanto a la práctica. Pasaba horas con la ballesta y la espada cada noche. Practicó el derribar y el cuerpo a cuerpo, así como el lanzamiento de flechas. Era rápido e inteligente y ella disfrutaba de su compañía, pero sobre todo de su tranquilidad. Él le había traído paz y alegría.

Razvan extendió los brazos y Blaez y Rikki subieron a su espalda fácilmente, fundiéndose con su piel hasta que estuvo decorada con tatuajes detallados; el resto de la manada se unió con Ivory. Reunieron la tierra y la documentación sobre los experimentos, y escudriñaron meticulosamente antes de correr en la noche, atravesaron como un rayo el cielo hacia el asentamiento Cárpato.

Mientras volaban a través de bosques y praderas, divisaron evidencias de vampiros por la vecindad. Matorrales ennegrecidos. Ramas marchitas. Troncos de árbol partidos. En un área era obvio que había tenido lugar una batalla: el suelo estaba ennegrecido.

Ivory inhaló.

Están acudiendo en grandes cantidades.

Él vendrá a por mí. Otra vez su voz estaba absolutamente tranquila.

No.

Ivory bajó las alas y rodeó la destrozada tierra baldía de abajo, llevándolos por un estrecho paso y luego sobre las onduladas colinas punteadas con pequeñas granjas, pero sintió la sonrisa de Razvan.

No sonreirás mucho más tiempo si sigues así.

Solo lo decía.

Estabas provocándome.

Yo no haría eso.

El búho hembra le lanzó una mirada altanera y empezó a bajar, mandando por delante su llamada al Príncipe para anunciar su presencia. La casa parecía tranquila. Desierta. Se detuvo alarmada y se posó en un árbol para utilizar la vista aguda del búho para examinar la zona alrededor de la casa.

La abandonaron de prisa y no cambiaron de forma.

Raven está embarazada, bastante avanzada en su embarazo, le recordó Razvan. ¿Es posible que le llegara la hora?

El mal presentimiento dentro de Ivory empeoró.

Quizás debamos utilizar nuestra llamada de sangre con el sanador sugirió ella inquietamente.

Razvan no vaciló. Se introdujo en sí mismo para encontrar el sendero de la sangre del sanador corriendo por sus venas y envió una llamada:

Tenemos necesidad de hablar con el Príncipe, pero hemos encontrado su casa vacía. Ambos estamos inquietos. ¿Hay problemas?

Hubo un largo silencio, como si el sanador no fuera a contestar, y luego llegó su voz. Débil. Lejana. Tensa.

Mi compañera no puede retener a los bebés. Estamos en la cueva de curación, preparando una cámara de nacimiento. Lara y Nicolas han resultado heridos.

Razvan giró la cabeza del búho y miró a Ivory antes de lanzarse al aire, la hembra le seguía a él esta vez. No había palabras que decir. Si Nicolas había resultado herido, tenían que haber sido atacados…y atacados deliberadamente. El maestro vampiro… o Xavier… habían averiguado quién estaba salvando a los niños no nacidos y habían hecho una tentativa de eliminar ese obstáculo a sus planes.

¿Pero cómo sabían que tenían que atacar a Lara?, preguntó Razvan, recordando la vacilación breve de Gregori. Creen que soy un espía en su campamento y que entregué a Lara a Xavier.

Inmediatamente Ivory se dejó caer al suelo, cambiando de forma en el último momento para caminar por la nieve con largas zancadas cargadas de energía, irradiando una furia que no podía ser confundida. Ella había oído esa pequeña vacilación en el sanador también.

– Vamos, Razvan, podríamos estar cayendo en una trampa. Quizás intenten saltar sobre nosotros, y si lo hacen, no tendremos más opción que abrirnos paso luchando -se dio la vuelta para encararlo, dejando escapar un lento siseo-. Alguien morirá.

Razvan miró a sus oscuros y sombríos ojos, apoyándose contra el tronco de un árbol con informal facilidad, observándola moverse como mercurio por la nieve. Adoraba su feroz protección, la fina furia que brillaba por ella, irradiando como la luna más brillante.

– Iré solo -mantuvo el tono calmado, muy tranquilo.

Ivory levantó el mentón.

No serás su sacrificio. Están molestos. En el límite. Necesitan una cabeza de turco y te elegirán a ti. Los dos lo sabemos.

– Uno de nosotros tiene que hablar con el Príncipe. Tú eres el mejor guerrero. Yo no tengo inconveniente en que pongan sus manos sobre mí o me registren. Tú nunca tolerarías tal cosa, ni yo podría permitirles tocarte de forma irrespetuosa. Si vas tú, habrá una lucha. Si voy yo, existe una posibilidad de que podamos llegar hasta el Príncipe con nuestras pruebas y ayudarles.

– No merecen ayuda -le dijo las palabras con brusquedad, pronunciando cada una.

Él cruzó los brazos sobre el pecho mientras ella volvía a pasearse, con las manos en puños apretados a los costados. No dijo nada, solamente la miró con los ojos entornados.

Se detuvo delante de él, respirando con jadeos desiguales, tenía el corazón allí detrás de las lágrimas que nadaban en sus ojos. No había nada más desarmante que una mujer guerrera con aspecto vulnerable y llorando. Él levantó la mano hacia su cara con asombro.

– No llores por mí, Ivory. Siempre he vivido con mis elecciones. Tengo que ver que Lara esté a salvo. Y no puedo permitir que los bebés mueran si tenemos una manera de salvarlos, y tú tampoco.

– Si te dañan un pelo de la cabeza… solo uno… habrá una guerra tal como nunca han visto.

Razvan le enmarcó la cara con las manos. Sabía que sólo la avergonzaba cuando le decía que la amaba, porque ella tenía dificultades para responderle. Y probablemente sería peor si le decía que lo conmovía como nadie o nada habían hecho o harían jamás. Así que la besó.

Razvan vertió todo lo que sentía por ella en el beso. Amor infinito. Completa aceptación. Orgullo. Alegría. Lujuria. Todo lo que fue, todo lo que era, se lo daba. Ella le contestó, hundiéndose en el calor de esa boca, entregándose a sí misma a ese mundo de puras sensaciones mezcladas con amor. Podría vivir allí, en sus brazos, las bocas fundidas para siempre, hundiendo su cuerpo en el de él, los brazos alrededor de su cuello. Su hogar. Su refugio. Su todo.

Cuándo él abandonó de mala gana el refugio de su boca, descansó la frente contra la de ella, inhalando un profundo y estremecedor aliento.

– Si esto falla, hän ku vigyáz sielametguardiana de mi alma… que sepas que te esperaré en la próxima vida. Xavier debe ser destruido. Antes que todo lo demás, debe ser destruido. Mírame y dime que vendrás a mí con tu alma refulgiendo brillantemente.

– Me pides demasiado.

– No lo hago, Ivory. Te pido que aguantes como has aguantado tantos siglos, con la vista fija en la tarea que se te ha encomendado. Hemos tenido este tiempo. Un momento robado de felicidad. Lo que hagan ellos… o no hagan… poco nos importa. -Le colocó la mano sobre el corazón, lo sentía latir contra la palma-. Tenemos un gran propósito y debemos verlo llevado acabo.

El sollozo en la garganta de Ivory amenazaba con estrangularla mientras se lo tragaba.

– Me aterrorizas con tu tranquila aceptación, Razvan.

– No controlo a los demás, Ivory, sólo a mí mismo. Hago lo que debo, sin importar el coste.

– Los odiaré con todo mi corazón si te hacen daño.

– Eres mi luz, Ivory. Necesito que seas esa luz. Cuento con esa luz.

– Pides más de mí que de ti mismo. Tú los matarías a todos si me tocaran.

– Sí -trazó con el pulgar sus finas facciones-. Tú eres el milagro, Ivory, no yo.

Curvó los dedos alrededor de su nuca, la empujó hacia él y simplemente la sostuvo en sus brazos hasta que la rigidez y la tensión se desvanecieron de su cuerpo y ella yació contra él, suave y maleable. Los corazones latían al mismo ritmo. Sintonizados. Su alma se movía contra la de ella. Ivory sintió el roce de los labios en su cabello y luego él la alejó.

– Dame tus documentos y las muestras de tierra. Te lo haré saber si todo va bien. Si no, te veré en el otro lado.

De mala gana se los entregó, ignorando que le temblaban las manos. Razvan extendió los brazos y se encogió de hombros para liberar a los lobos, luego se arrodilló para enterrarles los dedos en la piel, sostenerles las cabezas y tocarles las caras mientras les frotaba las orejas y cuellos antes de ponerse de pie. Cuándo se giró para alejarse, Ivory le agarró la mano.

– Razvan.

Él tomó aliento y se volvió.

– ¿Amada?

– Tú eres mi milagro.

Le sonrió y se fue, llevándose esas palabras con él. No necesitaba valor para entrar en la guarida del león. Cualquier destino que le esperara no era nada en comparación con lo que había sufrido a manos de Xavier. Ellos no le torturarían. Sin Ivory, no tendrían nada que sostener sobre su cabeza, ningún dolor emocional que pudieran infringirle. Sólo había muerte. Había aceptado la muerte como parte de la vida hacía mucho tiempo y no la temía.

Caminó con un ritmo tranquilo, rodeando los árboles, sin intentar ocultar su presencia. Había dejado sus armas con Ivory, aunque podía convocarlas a voluntad, y los Cárpatos lo sabrían.

Sintió la primera punzada de malestar cuando se acercó a la serie de cuevas que llevaban a las cámaras curativas. Sabía que lo estaban vigilando. Oyó la ondulación de alas arriba cuando varios búhos se posaron en las ramas por encima de su cabeza. Siguió andando.

Sanador, voy a entrar.

Hubo un pequeño silencio mientras Gregori retransmitía la información a los demás. Dos búhos flotaron hacia abajo desde los árboles, cambiando antes de tocar tierra, reasumiendo formas físicas. Reconoció a Falcon y a Vikirnoff mientras se dejaban caer detrás de él para escoltarlo. Por encima de la cabeza, los otros búhos alzaron el vuelo.

Han apostado centinelas, Ivory, y te están buscando.

No me encontrarán.

Él no permitió que la sonrisa le asomara a la cara mientras entraba en la cueva de curación. No tengo ninguna duda de que tienes razón. Y no la tenía. Los machos Cárpato subestimaban continuamente a Ivory. Deberían haberla conocido mejor, si le dedicaran algún pensamiento. Su línea de sangre. Su inteligencia. Su determinación a sobrevivir. Sus habilidades cazadoras sólo deberían haberles advertido de que estaban tratando de perseguir a un tigre.

Razvan continuó por el túnel que conectaba la serie de cuevas. Guerreros de caras serias estaban apostados en cada entrada. Ninguna de esas caras era amistosa. Sentía el golpe de sus sospechas, la oscura recriminación. Ya había sido juzgado y condenado. No los miró mientras pasaba ante ellos, ni dejó caer la cabeza o apresuró el paso. Sentía, ocasionalmente, el sondeo del toque de una mente, pero había pasado con Xavier durante demasiado tiempo para permitir entrar a alguien en su mente, por fuerte que fuera el sondeo.

Sabía que eso sólo lo condenaría aún más ante sus ojos, pero poco le importaba. Gregori se encontró con él en la tercera entrada y dio un paso adelante.

– Sabes lo que están pensando.

– ¿Cómo está mi hija?

– El ataque llegó al amanecer cuando estaban fuera cazando, en ese momento la mayoría de los vampiros, especialmente un maestro vampiro, raramente se levantan. Disponían de información de que no sólo era a Lara la que necesitaban, sino de donde habían ido a cazar.

– ¿Cómo está mi hija? -repitió Razvan.

– Está sanando, como su compañero. No tuvimos más elección que completar la conversión y ponerlos a ambos en la tierra. Fueron a por ella primero. Quedó… mutilada -Gregori sacudió la cabeza cuando Razvan se detuvo y lo miró. Sigue caminando. Esta es una situación muy difícil. Sin Lara, no podemos romper el ciclo de ataque de los microbios. Presentimos su presencia pero se ocultan de nosotros. No tenemos manera de atraerlos a la superficie. Siendo completamente Cárpato, Lara ya no podrá engañar al microbio, pero fue necesario convertirla. Las mujeres deben descansar en la tierra, como nosotros, pero entonces los microbios nos invaden, agregó Gregori telepáticamente.

– Dime como ésta. -Había mordacidad en la voz de Razvan. Sintió la conmoción de Ivory en su mente, rodeándolo de calor. Profundamente fundida con él como estaba, oía cada palabra y sabía lo que su control le estaba costando.

– Llevará tiempo, Razvan. El vampiro quiso hacer una declaración. Fue a por su útero. He hecho cuanto he podido, pero no soy un hacedor de milagros.

Por un momento no pudo moverse. No pudo respirar. Su hija. Lara. Había sufrido tanto. Se encontró sobre una rodilla, con la cabeza hacia abajo, arrastrando aire a sus ardientes pulmones. Cuando levantó la mirada hacia Gregori, los ojos le ardían con rojas llamas color rubí y la muerte acechaba detrás del fuego.

No voy más lejos, sanador, hasta que me digas su ubicación.

Sabes que no puedo. Mis hijas están en juego aquí también. Savannah lucha por mantenerlas dentro de ella. Una está muy débil. La perderemos antes de que esta noche se acabe si no puedo encontrar un modo de derrotar el microbio.

Te traigo nuestra mejor oportunidad para ello, pero a menos que me des la ubicación de mi hija para que Ivory pueda ayudarla, no daré un paso más. Y eres libre de matarme, pero me llevaré tus respuestas conmigo.

Gregori dejó escapar el aliento en un largo y lento siseo.

– Sé que no eres culpable del crimen, Razvan. He hablado francamente y te he defendido.

– Quiero que mi hija esté entera. Ivory puede ocuparse de ello. Llamémoslo mi última petición.

Gregori maldijo en la antigua lengua, frustrado y enojado por verse en tal posición. Mikhail. Creo que debe tener la oportunidad de salvar la capacidad de Lara de tener niños ya que yo no puedo. Sé que no es culpable de estos cargos. Tú sabes lo que hay dentro de este hombre. Tiene una voluntad de hierro, y lo que él dice, lo dice en serio. Acudirá a su muerte, ¿y para qué? ¿Dime, para qué?

Dale las coordenadas.

Gregori pasó instantáneamente a Razvan la ubicación.

Ivory envió otra ráfaga de calor. Pediré ayuda a la Madre Tierra. Ha sido buena con nosotros, Razvan, y creo que te favorece. Prestará ayuda.

Se aferró a la promesa de su voz. Lara merecía una vida plena. Él deseaba que lo tuviera todo, aunque él no viviera para ver su felicidad. Se tragó la rabia y el temor y se obligó a respirar tranquilizadoramente antes de ponerse de pie y seguir caminando, otra vez sin mirar ni a derecha ni a izquierda.

Dime cuando está hecho, Ivory.

Gregori le guió a través de una pequeña serie de cuevas y túneles que descendían más bajo el suelo. El calor se alzaba y los inundaba, forzándolos a regular su temperatura continuamente. Grandes formaciones de cristal estallaban de las paredes y a través de los techos altos, así como se elevaban del piso. Instintivamente supo que éstas eran las cámaras del concilio de los guerreros, y donde se decidiría su destino.

La cámara contenía más hombres de los Cárpatos de los que él había sabido que existían. Cuando entró, las columnas gigantes tararearon en bienvenida. Gregori lo miró, luego deslizó su mirada plateada alrededor del cuarto, marcando la cara de cada guerrero. Permaneció junto a Razvan mientras el Cárpato más despreciado caminaba con la cabeza en alto, a través de los guerreros, directo al Príncipe.

Inclinó la cabeza.

– Mikhail. Tengo entendido que ha habido problemas.

– Como si no lo supieras -dijo una voz.

Mikhail levantó la cabeza, barriendo a la multitud con su mirada.

– Otra palabra más y este cuarto será vaciado. Como habéis visto, Razvan ha entrado por su propia voluntad y la cámara le ha dado la bienvenida. Me disculpo por ese arrebato desafortunado -agregó y dio un paso adelante, agarrando los antebrazos de Razvan con el saludo tradicional entre guerreros-. Sívad olen wäkeva, hän ku piwtä que tu corazón permanezca fuerte, cazador.

Pesäsz jeläbam ainaakque permanezcas mucho tiempo en la luz -contestó Razvan.

– Un maestro vampiro atacó a Lara y Nicolas cuando salieron a cazar en las tempranas horas crepusculares. Sabía donde estarían. Nicolas luchó contra ellos con valor. Si no hubiera sido el guerrero hábil que es, no habrían escapado. Mató a tres de los vampiros menores y casi destruyó a un cuarto. Nicolas reconoció al maestro vampiro como Sergey Malinov. Cuando cortó a Lara, le dijo que su hermana le enviaba recuerdos.

Razvan no se sobresaltó. Oyó el murmullo suave de ultraje detrás de él, pero mantuvo la mirada clavada en la del Príncipe.

– ¿Y tú crees que Ivory ordenaría que le hicieran tal cosa a mi hija?

– No, pero el ataque fue orquestado limpiamente, con las víctimas específicamente escogidas y tenían toda la información sobre ellos.

– Entonces hay un traidor entre vosotros.

El Príncipe inclinó la cabeza.

– Eso temo.

– Y es más fácil para ellos creer que soy yo quien ha traicionado a tu gente -dijo Razvan-. Ya que ya he sido marcado como traidor.

– Temo que sea correcto -suspiró Mikhail.

– Te traigo esperanza -dijo Razvan-. Antes que lleves esta farsa más lejos, permíteme entregarte lo que hemos encontrado. Ivory ha trabajado durante semanas para encontrar algo con que combatir a los microbios. Ha probado esta criatura y cree que destruirá a cualquier microbio mutado en la tierra. Por supuesto, desea más tiempo para hacer pruebas adicionales, pero quiere tú veas lo que ha encontrado y tomes tú la decisión.

Sacó las preciosas bolsas de tierra del cinturón y se las entregó a Gregori, junto con el pequeño libro que documentaba cada experimento y las conclusiones.

– Por lo menos tendrás un lugar por donde comenzar.

Gregori se inclinó ante él.

– Gracias.

Razvan. La voz de Ivory era tensa, poniéndolo sobre aviso. He encontrado el lugar de descanso, pero ha sido perturbado. Alguien con un cuchillo muy grande ha estado tratando de desenterrarlos.

La furia le golpeó por las venas y tronó en sus oídos.

¿Quién se atreve a tratar de matar a mi hija y a su compañero?

Te lo llevaré.

No vengas a este lugar. Creo que están a punto de someterme a alguna clase de juicio para determinar si soy su traidor.

Ivory siseó en su mente, y una imagen de venganza muy femenina, para nada la de una guerrera, sobre todos ellos hizo que le latiera la ingle, no con anticipación sino con dolor empático.

– Razvan, el consejo desea que te sometas a unas pruebas elegidas -dijo Mikhail-. Los guerreros antiguos que vivieron bajo el mando de mi padre no me conocen bien -levantó la voz-. Aunque han jurado defenderme, no se fían de mi juicio y tendrán la opción, cuando hayamos acabado aquí, de abandonar este concilio e ir por su propio camino sin recriminaciones, pero también sin lealtad a nuestro pueblo.

En esencia, Mikhail les estaba dando a los antiguos este momento de duda y luego no lo toleraría otra vez.

Razvan se encogió de hombros.

– Que así sea.

Que el sol los queme a todos. O jelä peje terád. Ivory ladró cada palabra para que no sólo Razvan las pudiera oír, sino también Gregori, Vikirnoff, Natalya y el Príncipe, todos los que les habían dado sangre. Su desprecio era palpable, patente, reduciéndolos a todos a gusanos bajo los pies.

Razvan tuvo que detener la sonrisa que estaba mostrando. Miró a Gregori. Es mi compañera.

Una rara, estuvo de acuerdo Gregori.

Él suspiró, armándose obviamente de valor para la tarea. Hizo señas para que se acercaran los antiguos escogidos. Vikirnoff. Matías. Tariq y Andre. Cada uno tenía que declarar a Razvan limpio de Xavier y que no habían encontrado nada oculto. Un error y lo matarían. Gregori rechinó los dientes, odiando que tuvieran que tranquilizar a los antiguos. Para él era un bofetón en la cara que cuestionaran la sabiduría del Príncipe.

Si hubieran cuestionado a su propio Príncipe, le recordó Razvan, quizás Ivory se hubiera ahorrado su ordalía y Rhiannon no estaría muerta. La guerra entre magos y Cárpatos podría no haber tenido lugar nunca.

Gregori se maravilló de la absoluta calma y aceptación de Razvan. No deseaba que otros invadieran su intimidad hasta el punto en que Razvan les tendría rebuscando en sus recuerdos y conociendo cada humillación sufrida. Era cruel y estaba mal por lo que al sanador se refería.

Te amo, Ivory, envió Razvan suavemente. Más que a la vida. Déjame ahora. No permitas que te invadan también. Aunque estos hombres tendrían el conocimiento sobre ella que tenia él, las cosas terribles que había soportado. Borra la dirección de nuestra guarida de mi memoria. Sabía que ella era capaz. Era capaz de mucho más de lo que cualquiera de ellos sabía.

Ivory obedeció y luego se fue, dejándolo completamente sólo una vez más.


* * *

Ivory no tenía paciencia para sutilezas. Marchó hacia las cámaras curativas, sin preocuparse de los búhos que revoloteaban en los árboles y los machos Cárpatos de cara sombría que caían detrás de ellas mientras se acercaba a la serie de cuevas. Sintió el tirón de una salvaguarda y arrastró con ella al traidor a través de la ligera barrera para mostrarles a los que la rodeaban que no necesitaba parar y desenredar su lastimosa salvaguarda para ella o el espía.

Entró en las cuevas, despreciando a los guardias, su expresión altanera mientras atravesaba los túneles, siguiendo el olor de su compañero infaliblemente. Cuando giró hacia la tercera caverna, comenzando el descenso, se vio forzada a proteger a su cautivo del calor que se acumulaba.

Ivory avanzó por el túnel, sin mirar a ninguno de los guardias, con la cabeza, los ojos inconscientemente feroces, y el chico, Travis, firmemente agarrado en su puño. La ballesta le colgaba a través del hombro, proporcionando a sus lobos una clara vista de frente y de los lados mientras avanzaba por la cámara.

Falcon hizo un movimiento hacia ella y oyó el jadeo de Sara. Levantó la mano que tenía libre para detenerlo.

– Llévame a tu Príncipe, Falcon.

– Deja tus armas, Ivory.

– Yo soy un arma. Puedo bajar a esas cuevas y matar a todos los que hay ahí dentro, incluyendo a tu precioso Príncipe, y lo sabes. No discutas conmigo. Llévame con tu Príncipe ahora.

Falcon dio un paso por delante de ella, guiándola a través de la larga a través, a través del túnel con bordeado de guerreros.

– Travis -dijo suavemente-, todo irá bien.

– No gracias a ti -dijo Ivory con un bufido desdeñoso-. Espero que seas mejor guerrero que padre, Falcon.

Éste le dirigió una mirada cargada de emoción por encima del hombro, prometiendo un justo castigo, pero ella simplemente continuó andando. La cámara del concilio estaba llena de Cárpatos, hombres y mujeres. Muchos desviaron la atención del juicio que transcurría ante ellos hacia ella. Ivory vislumbró la cara de Natalya, con lágrimas encarnadas manchándole las mejillas y no sintió ninguna simpatía por ella en absoluto. Le habría gustado darle una buena razón para llorar.

Las filas de guerreros se abrieron para ellos, los hombres se apartaron para revelar a Mikhail, con la cara demacrada y cansada. Razvan estaba a su lado, Ivory intentó no beber de él, intentó no mostrar el alivio que la atravesaba.

Inclinó la cabeza con pompa regia ante el Príncipe.

– Te he traído a tu traidor -empujó al niño dentro del círculo.

Falcon atrajo al chico hacia sí, envolviendo un brazo alrededor de él y sosteniéndolo protectoramente.

– ¿De qué lo acusas? ¿De ser un aliado de nuestro enemigo?

– Exactamente. ¿Estabais planeando matar a mi compañero en vuestra necesidad de venganza contra Xavier? Cuán inoportuno que yo haya encontrado al verdadero culpable. -Miró alrededor, a las caras del consejo, con obvio desprecio-. Cualquier destino que hayáis escogido para él, ahora tenéis la obligación de dárselo a este chico.

Falcon empujó a Travis más cerca de él.

– Miente para salvar a su compañero.

Los ojos de Ivory lo fulminaron.

– Nunca miento. Sanador, examínalo. Todos vosotros, parodia de acusadores. La sombra de Xavier ha encontrado un hogar en él. El chico debió ocultarse en el bosque mientras luchábamos contra las abominaciones de Xavier y sólo destruimos uno de los cuatro fragmentos oscuros. Él lleva uno. Él es vuestro traidor, no mi compañero, que ha luchado para salvar a una especie que no merece la vida.

Razvan no dijo nada mientras miraba a su mujer guerrera. Feroz. Orgullosa. Inflexible. Parecía mucho más regia que el Príncipe. Una reina entre hombres, mostrando su desprecio total ante tanta estupidez. Le quitaba la respiración con su belleza. Con su fe absoluta en él y su protección feroz… a pesar de las instrucciones que le había dado. A ella no le importaba mucho, pero valía la pena verla regañar a los antiguos en la sala.

– Examiné a Razvan como me pedisteis -dijo Gregori-, aunque era reacio a hacerlo pasar por tal ignominia cuando yo ya sabía que estaba libre de Xavier. Examinaré al chico.

Agradecía haber sido él el primero y que ningún otro Cárpato hubiera revivido los recuerdos de Razvan, aunque presentía que les avergonzaría saber lo que este hombre había sufrido, como le pasaba a él.

– No tocarás a mi hijo -dijo Falcon-. Nadie lo tocará.

Colocó una mano en la empuñadura de su cuchillo. El corazón le daba bandazos. Asustado, miró a su cinturón. La vaina estaba vacía.

Travis gruñó y se lanzó hacia adelante, directo sobre Mikhail, con su pequeño brazo levantado, la cara una máscara de odio mientras intentaba hundir el cuchillo de Falcon en el Príncipe. Gregori se movió para interceptarlo casi antes de que cualquiera supiera qué estaba sucediendo. Agarró la pequeña muñeca del chico, maravillándose de la fuerza del niño mientras éste luchaba para no soltar el arma.

El cuchillo cayó al suelo a los pies de Mikhail y Gregori abrazó al niño.

– Está bien, Travis. Todo irá bien -le tranquilizó, meciendo al niño-. Voy a llevarlo a la superficie y sacaré el fragmento de Xavier.

– Hay todavía dos perdidos -contestó Ivory-. Tendrás que comprobar a todos los que estuvieron allí ese día. Si Xavier logró encontrar otros anfitriones, todos estamos en peligro -giró los ojos fríos hacia Falcon-. Comienza con él. Quizás el concilio entero debería buscar en él.

Ivory. Razvan pronunció su nombre suavemente.

– Háblame del progreso de tu búsqueda -dijo Mikhail-. Quiero llevarte con Raven y Savannah. ¿Vendrás conmigo ahora?

Ivory miró a Razvan en busca de la respuesta. Está en tus manos.

Vinimos aquí para salvar a los niños no nacidos aún.

– Volveré lo más rápidamente que pueda -dijo Gregori-. Déjame ayudar a este chico.

Mikhail asintió con la cabeza y luego echó una mirada alrededor de la cámara

– Necesitaremos que todos nos ayudéis a intentar salvar a nuestros niños. A los que no quieran mantener su voto de lealtad, les libero de su voto jurado con sangre. Id ahora y no volváis -esperó, pero nadie se movió-. Llamaré cuando necesitemos atraer energía para el canto curativo -hizo gestos a Razvan e Ivory para que le siguieran.

Ivory disparó otra mirada de desprecio hacia Natalya y su compañero antes de caminar junto de Razvan, con la cabeza alta mientras el Príncipe les dirigía a través de la cámara abarrotada. Tenía aversión a cualquier muestra pública de cariño, pero deliberadamente enredó los dedos con los de Razvan para mostrar solidaridad. Todos los Cárpatos podían andar al sol, por lo que a ella le importaba. No tenía muy buena opinión de ellos y hasta ahora, aparte de Gregori y quizá el Príncipe, nada había sucedido que la hiciera cambiar de opinión.

Ivory. Razvan pronunció su nombre otra vez. Suavemente. Una reprimenda.

Es solamente mi opinión, compañero.

Él ocultó la sonrisa a los demás, pero ella captó el breve destello de diversión masculina.

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