Razvan despertó lentamente. Al principio pensó que estaba soñando, pero los sueños de estar tumbado en la tierra habían desaparecido hacía mucho tiempo de su imaginación. Estaba seguro, absolutamente seguro, de que podía sentir la profunda capa, rica en minerales, que lo rodeaba como una cómoda manta tibia; la tierra lo acunaba, su cuerpo caliente, el hambre era un recuerdo lejano. Y eso no tenía ningún sentido.
Abrió los ojos de golpe, el poder le consumía, lo sacudía, más del que jamás se había imaginado, más de lo que jamás había concebido o soñado. Atravesaba su cuerpo como una marea ascendente, corriendo por sus venas, bombeando por el corazón, estallando a través de los órganos y nervios hasta que el poder lo llenó. La luz irradió de su cuerpo mientras explotaba a través de las capas de tierra a la superficie. La tierra erupcionó en forma de géiser, golpeando el alto techo de piedra por encima de su cabeza y esparciéndose por el cuarto.
Aterrizó agachado, sus sentidos extendiéndose, escaneando, su mente corriendo, intentando unir las piezas del puzzle. Había escapado al fin. Su mente casi no podía aceptar la verdad de ello. Recordó correr por la nieve, tiritar, su fuerza tan mermada que no podía controlar su temperatura corporal, pero se forzó a seguir andando hasta que no quedó un solo gramo de fuerza. Tenía que alejarse lo suficiente para que ni Xavier ni sus sirvientes lo encontraran antes de que el sol subiera. El sol. El último recurso de todo Cárpato era limpiar su alma con la blanca luz brillante. Incluso eso le había sido negado.
Xavier había sido descuidado. El temor fue su caída. Temía que si alimentaba a Razvan demasiado perdería el control sobre él, así que el mago había forzado a su nieto a pasar semanas sin sangre. Pero Xavier tomaba de él a diario, hasta que finalmente Razvan estuvo demasiado débil y enfermo para mantenerse en pie, o para suministrar al mago glotón el vivificador líquido Cárpato.
Recordaba esa sensación de vacío y debilidad, la locura cercana del hambre, el cuerpo gritando, los dientes afilados y necesitados a cada momento que estaba despierto. Encadenado, no podía cazar su propio alimento. Ni siquiera había animales cerca a los que llamar. Cada célula, cada órgano gritaba, hasta que el cerebro no fue nada excepto una neblina roja de necesidad. Ahora se sentía sólo ligeramente hambriento, no la constante hambre que le roía y que había gobernado su vida durante tantos siglos.
Echó una mirada alrededor, comprendiendo que estaba bajo tierra, profundo, pero hacía calor. De algún modo, la brillante luz de la luna se derramaba desde arriba, aunque estaba profundamente bajo tierra en una caverna de piedra. Oía el sonido de agua pero poco más. Ondeó las manos, y las velas saltaron a la vida por todas partes del cuarto, transformándolo instantáneamente en un santuario femenino. Las capas de piedra sobre ellas estaban talladas complejamente con hermosas imágenes, majestuosos paisajes, árboles y matorrales, como si el mundo exterior hubiera sido traído adentro, un pedacito a la vez, hasta que las paredes fueron una belleza.
Femenino… la mujer… la razón por la que veía un despliegue de colores. La luz y el color le deslumbraban los ojos, ardían después de tanto tiempo viendo sólo en gris, blanco y negro. Recordó el toque calmante de sus manos; su voz, suave e irresistible; el modo en que sabía su sangre, adictiva y caliente como hecha específicamente para él. Ella lo había salvado cuando él le había dicho que no lo hiciera. Ella le había lanzado una compulsión a pesar de todas sus advertencias, y ahora…
Sentía. Todo. La culpa, la rabia y la sensación de absoluta soledad. No tenía la menor idea de cómo comportarse en la sociedad civilizada. No tenía conocimientos de mucho aparte de engaño y tortura, y ahora aquí estaba, sin estar preparado absolutamente, vivo y bien por primera vez que pudiera recordar en sus siglos de existencia.
Razvan se estiró, sintiendo el juego de músculos bajo la piel. Su cuerpo se sentía tan diferente, cálido, vivo, el acero corría bajo la piel, tanto poder que temblaba con él, inseguro de cómo cualquiera podía esgrimir tal fuerza sin dañar a todos a su alrededor. Respiró un aliento inestable y echó una mirada alrededor otra vez.
A la mujer… su compañera… le debía haber llevado cientos de años tallar su casa. Era excepcional, pero lo atraía. Había algo seguro y consolador en ella. Estaba molesto con ella por salvarlo. No podía quedarse para reprenderla ni verse tentado por ella, por supuesto, pero por lo menos ahora tenía una oportunidad de luchar cuando persiguiera a Xavier, y sabía que lo haría. No podía permitir que el mago continuara esparciendo su mal por el mundo. Tenía que detenerlo, y ahora quizás tuviera la habilidad para ello.
Razvan se arrodilló para examinar la cuenca grande de tierra. La depresión estaba hecha de pura roca. Roca impenetrable. El agujero circular que era su cama había sido tallado, profundo y ancho, y luego llenado de la tierra más rica, más pura, y con más minerales que él jamás había visto. Incapaz de resistirse, hundió las manos en la capa negra, sintiendo las propiedades calmantes y rejuvenecedoras.
¿De dónde procedía? Se hundió sobre los talones y estudió el hoyo ancho y profundo. Esta tierra había sido traída aquí, un pequeño pedacito a la vez, pero ahora tenía muchos metros de profundidad, casi no se había dado cuenta de que había una cama de piedra debajo.
¿Quién tenía la clase de paciencia que requeriría tallar primero una gran cámara en una lecho de piedra y luego llenar la cuenca con tierra? Debía haber llevado cientos de años, pero ella había concebido la idea y luego la había llevado a cabo cuidadosamente. Se puso de pie con un movimiento fluido, sorprendido por la manera en que su cuerpo respondía a la fuerza que le recorría, pero estaba más interesado en la mujer y en lo que ella había forjado que en cómo funcionaba su cuerpo.
Había algo extraordinario acerca del cuarto, y no sólo todo el trabajo que había requerido. Su sensación lo intrigaba. Extendió las palmas hacia las paredes. El poder crujió. El calor y la paz le llenaron. Frunció el entrecejo y dejó caer las manos, girando la cabeza para estudiar los ricos tallados. Cada pared, de aproximadamente diez metros de altura con forma oval, estaba tallada con intrincados dibujos. Un bosque llenaba una pared, cada aguja, rama y tronco nudoso en ricos detalles. Se acercó. Una segunda pared tenía una cascada que salpicaba una piscina de agua, una manada de lobos plateados, seis de ellos, estaban grabados en varias posiciones alrededor del bosque y la piscina. Reparó en los matorrales, las flores, la luna redonda y las estrellas. En el fondo de la pared, cerca de la cuenca de la cámara donde ella descansaba, había tallado una sola frase.
Kuczak és kune jeläam és andsz éntölam sielerauhoet, andsz éntölam pesädet és andsz éntölam kontsíverauhoet. Que las estrellas y la luna me guíen con su luz y otorguen serenidad a mi alma, protección de todo daño y el corazón de un guerrero… paz.
Era más que una obra de arte. Empotrado en cada carta, cada lazo y espiral, las enredaderas recorrían cada palabra por dentro y por fuera, era una sensación de tranquilidad. Cuando pasó las manos sobre la oración, a un centímetro de la pared, pudo sentir las vibraciones y supo que tejido en esas palabras, en la misma roca, había poderosas salvaguardas.
Razvan colocó las manos en la pared de piedra. Otra vez la pared tatareó con vida. Las paredes eran de roca sólida, impenetrables como su cuenca de tierra. Pero más que eso, cada pared tenía medidas de protección, poderosas. Reconoció los principios como mago, pero eran tan diferentes que resultaría casi imposible desenredarlas. Nada iba a traspasar esas paredes. Nadie jamás la encontraría, y ella estaba perfectamente a salvo.
Gruño en voz alta. Ella lo había traído a su santuario. Probablemente él fuera la primera persona que había visto jamás su casa, y con él, había traído a un enemigo más allá de todos los demás. Xavier podía poseer su cuerpo, y ahora que era fuerte, estaba en forma y lleno de poder, el mago malvado desearía el cuerpo de Razvan para sí mismo más que nunca.
Razvan tocó el violín, y sintió la alegría y el arte de su música. Sus emociones estaban por todas partes, enterradas en el arte que ella creaba, en el calor y en el santuario de su casa. Subió con cuidado por los escalones de piedra y por la apertura estrecha al cuarto más grande. Estas eran obviamente sus dependencias, donde pasaba la mayor parte de su tiempo. Las paredes de la caverna habían sido grabadas trozo a trozo hasta que había creado una torre redonda que se alzaba unos buenos doce metros. Aunque relativamente pequeña, la cámara parecía espaciosa en su sencillez.
Había un par de sillas y una alfombra gruesa de lana con un poco de pelo de lobo adherido aquí y allá, dando evidencia de que la manada a menudo se tumbaba en este cuarto. Encontró un libro de poesía y otro de batallas de samuráis, estrategia y código de honor. Eran viejos y estaban en la pequeña mesa tallada, junto a la silla. Recogió el libro de samuráis, escrito en un antiguo idioma, y lo hojeó, notando la pequeña escritura al margen y el subrayado de frases en cada página. El libro estaba deteriorado y obviamente lo habían leído a menudo.
Como en la cámara, las paredes estaban cubiertas con dibujos, cada golpe tallado en la pared, el cual debía haber llevado años completar. La artesanía le dijo algo acerca de ella. Tenía paciencia. Era meticulosa. Y una perfeccionista. Era una artesana tanto si ella lo sabía como si no. Las caras de diez jóvenes lo miraron fijamente. Cada cara tenía una expresión de amor. Cuando levantó la mano y pasó las puntas de los dedos sobre los grabados lisos, sintió el amor. El amor de ella. El amor de ellos por ella. Angustia y dolor por su pérdida. Esto, entonces, era su monumento a la familia perdida.
Razvan había conocido el amor. Su padre y madre. Su hermana, Natalya. Guardó esos recuerdos mucho tiempo después de que sus emociones se desvanecieran… y le había llevado mucho tiempo, aún cuando abrazó esa oscuridad en él, extendiéndose hacia ella desesperado por estar tan entumecido que no pudiera sentir la pérdida, la culpa y una abrumadora sensación de fracaso y desesperación. La sangre en él corría fuerte tanto si lo deseaba como si no. Cuando tocó esas caras, el amor que había allí, la pena, eso casi lo puso de rodillas. Todos y cada uno de los golpes de la herramienta usada para forjar esas líneas amadas desde el recuerdo fueron hechos con lágrimas cayendo por la cara de ella y un amor absoluto en su corazón.
Mientras las almohadillas de los dedos trazaban el pelo y frentes, bajaron por los ojos, las narices y las bocas, sintió la diferencia en ella. Al principio esas manos habían sido inocentes del conocimiento del destino de sus hermanos. Poco a poco, el conocimiento había sido ganado durante siglos, hasta que supo de la traición de sus cinco hermanos mayores. Las manos se inmovilizaron y respiró bruscamente. Vampiros. Traidores. Maestros vampiros juntándose y tramando la caída del pueblo Cárpato con… El corazón se le hundió. Su enemigo. El peor enemigo de ella. Xavier.
Estaba todo allí en la piedra. Cada detalle, cada emoción, la sangre y las lágrimas y cada gramo de amor y perdón que había en ella. Decidió que nunca los vería como eran ahora, sólo los recordaría con amor en el corazón, donde podía tocar las caras aquí en este monumento y recordar nada más que su amor.
Quiso llorar por ella, por su familia perdida. No podía imaginar qué fuerza debió necesitar para seguir adelante, tan sola, tan perdida, el dolor de su pérdida casi intolerable, la fuerza de su amor perdurando. Las otras cinco caras eran de la familia… más no familia de sangre. Sintió su profundo amor por ellos, la preocupación, el temor estaban tejidos ahí adentro. Temía saber de su destino, así que había dejado de buscar, temiendo que hubieran tomado el sendero de los hermanos. El amor brillaba junto con el terror a la verdad.
Debajo de las caras de los diez hombres había seis lobos, tallados con detalle exquisito, parecían tan reales que tocó la piedra para ver si la piel era realmente de piedra. Cada cara era diferente, como si ella hubiera estudiado un lobo y transformado a la criatura viviente en parte de la tierra para siempre. La habitación era hermosa en su sencillez y se sentía como un hogar amoroso.
Estudió cada cara con cuidado, tanto al hombre como al lobo, sabiendo que éstos eran los seres importantes en la vida de Ivory. Se preguntó, si las cosas hubieran sido diferentes, si su cara habría estado en la pared, inmortalizada con su familia.
Por el fondo de la pared ella había tallado frases en el idioma Cárpato, las intrincadas letras con enredaderas y hojas tejidas dentro y fuera de ellas junto con flores finamente grabadas tejidas en las frases.
Sív pide köd. Pitäam mustaakad sielpesäambam. El amor supera al mal. Sostengo tus recuerdos a salvo en mi alma.
Una vez más, cuando pasó la mano sobre las palabras, sintió la emoción que se vertía de la pared, hasta tal punto que sintió ardor detrás de los ojos. El amor de Ivory por sus hermanos, por su familia y su manada, era tremendo e inquebrantable. Incluso con el conocimiento de que sus hermanos estaban muertos para ella, de que habían traicionado su recuerdo de la peor manera posible, no sólo estaba decidida, sino que había conseguido recordarlos sólo como la familia que había amado y adorado.
Había valor en esas palabras, decidió. Valor, fuerza y determinación. Si había una forma de recuperar las almas perdidas de sus hermanos a través del amor puro y el perdón, ella encontraría la manera. Trazó las pequeñas cruces cortadas profundamente bajo cada una de las caras de sus hermanos y las de los hermanos De La Cruz. La protección chispeó, como si esa pared tuviera salvaguardas para proteger los queridos recuerdos del encuentro con el mal en que su familia había elegido convertirse.
Un túnel corto viraba a la derecha y un arco abierto conducía a un tercer cuarto. Miró dentro del tercer cuarto, que era casi una extensión de su cuarto familiar, para encontrar una piscina calmante, con una pequeña cascada real que caía en la roca. Este cuarto tenía tallas, pero sólo los débiles comienzos. Pudo divisar un tronco inmenso de árbol, con muchos ramas largas que barrían para alcanzar la roca como si diera sombra a la piscina. Era un trabajo en curso y deseó estar allí para admirar su progreso.
Agachó la cabeza y entró en el túnel. Sus hombros raspaban contra los dos costados. Encima del pasadizo que se dirigía hacia otro cuarto, había un corte transversal profundo. Ya antes de entrar, presintió una diferencia. Donde los otros cuartos eran femeninos e íntimos, llenos de paz calmante, amor y consuelo, este cuarto trataba de negocios y propósitos. Este era un taller… un cuarto de guerra… y así como había sido meticulosa en detallar su arte, también lo había sido con sus armas.
Forjaba sus propias espadas y cuchillos. Incluso las balas de su arma estaban hechas por ella. Parecía ser una artesana magistral, sus armas estaban forjadas pacientemente con tanto cuidado como las tallas en las paredes de piedra. Le asombró de la variedad de armas; había visto algunas antes, pero otras no estaba seguro de cómo usarlas. Había libros dispersos entre estanterías de herramientas, también desgastados y leídos a menudo.
Una pared contenía estanterías de libros cuidadosamente escritos por una mano femenina, y, al abrirlos, Razvan reconoció los hechizos mágicos que Xavier utilizaba a menudo. Al lado de cada uno había escrito un segundo hechizo, contrarrestando o corrompiendo al primero. Libro tras libro parecían estar dedicados a encontrar un modo de derrotar los hechizos de Xavier. Razvan lo encontró muy interesante y se perdió durante un rato, leyendo las notas, las conclusiones y los giros que ella colocaba en las palabras para contrarrestar todo lo que Xavier le había enseñado. Obviamente, había pasado cientos de años detallando los actos de Xavier, estudiando detenidamente los libros de hechizos que había utilizado cuando asistió a su escuela tantos siglos antes y se había afanado para encontrar modos de derrotar al mago en cada vuelta. Y todo tenía sentido.
El entusiasmo le recorrió. Había llegado a creer, después de siglos de cautiverio, que Xavier era invencible. Los Cárpatos habían fallado en derrotarlo. Los hombreslobo habían fallado. Los jaguares. Los humanos habían sido atrapados, torturados y convertidos en títeres despiadados. Y el peor azote de todos… el no muerto… había hecho una alianza impía con él. Razvan lo había visto todo. Pero, aquí mismo en este cuarto, una persona, una mujer, había dedicado su vida a detener a Xavier.
Razvan observó las paredes, sabiendo que encontraría una inscripción. Cada pared contenía una sola palabra y una tenía tres líneas. Feldolgaztak. Kumalatak. Kutnitak. Preparar. Sacrificar. Aguantar. No había letras de fantasía esta vez, ninguna enredadera ni flores entretejidas en esas duras palabras. Su mantra.
Anduvo a través del cuarto y se agachó junto a la pared donde ella había tallado su código, utilizando el idioma Cárpato, profundamente en la pared de piedra. Cuatro líneas esta vez.
Köd elävä és köd nime kutni nimet. Sieljelä isäntä. El mal vive y tiene un nombre. La pureza del alma triunfa.
Türelam agba kontsalamaval-Tuhanos löylyak türelamak sa?e diutalet. La paciencia es el arma verdadera del guerrero, mil alientos pacientes traen la victoria
Tõdhän lö kuraset agbapäämoroam. El conocimiento conduce la espada verdadera a su objetivo.
Pitäsz baszú, piwtäsz igazáget. Nada de venganza, sólo justicia
Todo esto, todo lo que ella hacía, era en preparación para su última batalla con Xavier. Este lugar era un refugio, protegido por salvaguardas extraordinarias sin ninguna manera de penetrar los kilómetros de piedra. Los libros de magia, las armas. Reunía cada arma posible contra el alto mago y esperaba pacientemente para golpear mientras reunía información contra él. El cuarto de guerra era un homenaje a su vasto conocimiento del enemigo, a su paciencia, determinación y disciplina. Una imagen de su compañera surgía, y él sintió una sensación de orgullo y respeto para ella.
Razvan levantó la cabeza y echó una mirada alrededor de la habitación. Una larga y estrecha mesa, un banco de trabajo cubierto de tubos y vidrio soplado a mano de todas las formas y tamaños atrajo su atención. Reconoció las hierbas, plantas y raíces, secadas y colgadas por todo el cuarto. La salvia predominaba, y varias plantas para desviar el mal. ¿Qué hacía ella?
Escudriñó el libro que estaba al lado de un tubo torcido que contenía un líquido espeso y oscuro. Lo olfateó cuidadosamente mientras echaba un vistazo al garabato pulcro y femenino. La fórmula había sido tachada y reescrita una y otra vez hasta que ella pareció satisfecha y había subrayado la mezcla resultante con gruesas y oscuras líneas. Él no podía detectar ningún olor. Cuando levantó un cucharón tallado y suave la mezcla resultó clara, no oscura. Frunció el entrecejo y miró el tubo de vidrio, seguro de que era oscuro.
Junto con todo lo demás, ella parecía ser química. Examinó varias de las bandejas y cestas que contenían una variedad de hierbas secas. El trabajo de cada uno de ellos era increíble, el patrón único. Cuando los tocó, supo que ella había hecho a mano cada una de ellas.
Abandonó la habitación y volvió al cuarto de la familia, intentando pensar, formarse una idea de lo que debía hacer. Esta mujer… su compañera… reunía pacientemente las herramientas para derrotar al enemigo más grande de mundo. Los recuerdos de su rescate eran muy nebulosos, pero recordaba los ojos y la sensación de las manos, la seda del cabello, la suavidad de la piel. Sobre todo recordaba su bondad.
Deseaba más que nada quedarse para ayudarla a lograr su objetivo, pero sabía que él era más peligroso para ella que cualquier otro ser en la faz de la tierra. A través de él, Xavier podría encontrarla y destruirla. La muerte estaba lejos de ser lo peor que el alto mago podía hacerle a una persona; Razvan había aprendido eso por amarga experiencia. Él había estado impotente para proteger a su hermana y a su hija… incluso a sus tías… pero podría proteger a su compañera permaneciendo lejos de ella.
Echó una mirada alrededor de la cómoda guarida, una obra maestra de belleza y valor, estaba agradecido por esto, porque antes de su muerte hubiera tenido la oportunidad de encontrarla, de ver la verdadera luz en el alma de alguien. Sólo había conocido la oscuridad y la crueldad, pero aquí estaba rodeado por algo totalmente diferente… el opuesto absoluto… y quería quedarse y bañarse en su alma durante tanto tiempo como se atreviera antes de tener que marcharse.
Nunca había comprendido verdaderamente lo que era ser un compañero. Dos mitades de la misma alma unidas. Luz para la oscuridad… oscuridad para la luz. Ambos se necesitaban. Sólo con estar en sus dependencias con las paredes de recuerdos alzándose sobre él, sentía consuelo y calor, no del cuerpo… eso lo tenía ahora; por primera vez en siglos no tiritaba, sino que sentía calor por dentro, profundamente donde contaba. Ella le había dado algo que él no había conocido y aún no la había reclamando, no había atado sus almas. ¿Cuanto más poderosos serían estos sentimientos entonces?
La tentación lo sacudió y rápidamente la apartó. No había tenido control sobre su vida durante siglos. En este momento, cuando tenía opciones, haría lo necesario para proteger a esta mujer. Xavier nunca la conseguiría a través de él. Aunque ella complicaba las cosas. Su primer pensamiento había sido tratar de matar a Xavier, pero no se atrevía a arriesgarse a caer en manos del mago otra vez, no cuando él sabría la ubicación de la guarida de Ivory.
Algo se revolvió en él. Una pregunta. Una búsqueda. Algo ajeno le acarició la mente con garras agudas, raspando en las paredes. Se tensó, y sin pensar, alzó una barrera tan fuerte, tan rápidamente, que le sorprendió. No se había dado cuenta de que pudiera hacer tal cosa. Reconoció el toque vil y perverso. Xavier. El alto mago lo estaba buscando, estirándose para encontrarlo y poseerlo.
El corazón le latió con tanta fuerza en el pecho que pensó que explotaría. El temor por su compañera vivía y respiraba en él, reforzando su resolución de luchar contra la posesión de Xavier. Corrió por las habitaciones, buscando una salida, temiendo que Xavier pudiera ver a través de sus ojos. Mantuvo su mente tan en blanco como fue posible, sabiendo que el mago, cuando estaban unidos, podía leer sus pensamientos. No podía recordar cómo había entrado ella. Todo acerca del viaje estaba nebuloso.
No podía atravesar kilómetros de roca, no sin saber donde podría emerger sin peligro. Se sentía atrapado y asustado, maldiciendo su destino, una vez más él sería la caída de alguien que necesitaba y merecía su protección.
Encontrándose a sí mismo en la cámara, descansó la mano en la pared, con la cabeza colgando hacia abajo y los ojos cerrados, intentando orientarse. Tener a otro poseyendo tu cuerpo era una experiencia desgarradora y enferma, los detalles de Xavier, su avaricia vil y la depravación extrema invadían su mente. Lo mantendría fuera.
Sin advertencia, el dolor le golpeó, un dolor atroz. Razvan abrió los ojos de golpe y miró alrededor, tratando de determinar qué le estaba sucediendo. La tierra estaba allí, en la profunda depresión, un tesoro rico que le hacía señas y que no podía resistir. Acudió de rodillas, pero el dolor no remitió.
A menudo, su cuerpo era tomado en viajes a través de la tierra, pero nunca había descansado en la capa rica y rejuvenecedora. Xavier nunca se había atrevido a permitirle ese lujo. La tierra hubiera curado su cuerpo y restaurado su fuerza, algo que Xavier no podía permitirse. Lo dejaba languidecer en una especie de media vida en las cuevas de hielo. Razvan no estaba ni siquiera seguro de que pudiera sobrevivir bajo tierra, o aún encima de ella después de tantos siglos de frío, aunque la tierra lo llenaba de fuerza… sólo que no detenía el dolor.
Xavier, incapaz de entrar en su mente, tenía que estar atacándolo desde lejos. Unos dientes le desgarraron el hombro, los bordes serrados cortaron a través del hueso, nervios y carne, cortando más y más profundamente, inyectando ardientes parásitos en la herida. Le estaban comiendo vivo… una adecuada justicia para alguien como él. Sus propios dientes se habían hundido en la muñeca diminuta de su hija, y él había mirado con horror, incapaz de protegerla, mientras Xavier había hecho esto mismo royéndola como si ella fuera un hueso, un pedazo de carne para ser consumido, los dientes rasgando la delicada piel para llegar a la sangre y el hueso.
Sintió la salpicadura de ácido quemar a través de su piel… más profundamente todavía, sangre de vampiro que le corría en ríos sobre la carne, largas corrientes que se extendían sobre sus manos y antebrazos y le bajaban por el hombro, le corrían por el brazo y el pecho. Reconoció la sensación… sus muñecas, tobillos e incluso la espalda a menudo le habían ardido por las esposas revestidas de sangre de vampiro. Se lo había ganado por su fracaso al mantener a los miembros de su familia a salvo de Xavier. Repetidas veces había luchado contra el mago demoníaco, pero nunca había sido suficientemente fuerte ni suficientemente sabio para derrotarlo.
Una explosión de dolor en las costillas lo sacudió, irradiando por todo su cuerpo. El dolor era un estilo de vida para él. Lo podía apartar ahora, absorberlo en su cuerpo y dejar que le consumiera. Había aprendido hacía mucho tiempo cómo vivir con agonía.
Este dolor no era su dolor. Estaba demasiado lejos. Demasiado distante, la reacción estoica pero definitivamente femenina. Ivory tenía problemas. Todo lo demás dejó de importar. Había una razón para su existencia, protegerla de cualquier enemigo a toda costa.
Vació su mente y luchó contra las emociones absorbentes con las que todavía encontraba difícil tratar. Construyó la imagen de ella en su mente, la imagen de cómo la veía. Suave y femenina, la mujer amorosa que pertenecía a este lugar, a esta casa de belleza cruda.
Ivory. Tienes necesidad. Dime cómo llegar hasta ti.
Hubo la más pequeña de las vacilaciones. Te están cazando.
No discutió con ella. Estaba herida y rodeada de enemigos. Podía sentir la quemadura de la sangre de vampiro, el dolor que le roía el hombro y las costillas, y la inquietud de que estaba débil y quizás no pudiera arreglárselas para luchar, aunque estaba totalmente decidida a intentarlo.
Razvan llenó la mente de ella con su fuerza y poder, la alimentó mientras buscaba en sus recuerdos y encontraba la información que necesitaba.
Entretenlos. Estaré allí pronto. No luches. No te atacarán siempre que hables con ellos.
No tengo mucho tiempo. La admisión la humillaba. Mi fuerza disminuye.
Ya voy. Estaré allí, Ivory. No pierdas la esperanza. Vertió su determinación y resolución en la mente de la mujer, sabiendo que ella desconfiaba de todos, y con razón. Y tenía toda la razón para temerlo y odiarlo a él. El código genético de Xavier estaba en su cuerpo.
Hubo otra pequeña vacilación, y entonces él vio claramente la grieta astutamente oculta en su cámara, por donde ella podía deslizarse dentro y fuera a través de la estrecha chimenea de apenas unos centímetros de ancho. Había prudencia en la mente de Ivory.
Razvan se apresuró a tranquilizarla. Escanearé cuidadosamente antes de emerger así no habrá rastro que se dirija a tu guarida.
Ahora tenía la información en la cabeza y tenía que ser doblemente cuidadoso de que Xavier no pudiera entrar en su mente. Antes de moverse, le llevó un momento construir cada defensa posible, espesando las barreras, haciéndose más fuerte de lo que jamás había sido. Más fuerte de lo que la mayoría nunca advertiría antes de entrar en la delgada grieta. Salió hacia la superficie, un rastro como un hilo de vapor se movió hacia arriba, ondeando de aquí para allá por las capas de roca durante lo que pareció una cantidad interminable de tiempo antes de ver una astilla de cielo arriba.
Ya voy. Estaré allí, Ivory. No pierdas la esperanza.
En cientos de años, nunca había dependido de nadie excepto de sí misma y su manada. Ella era Ivory Malinov, Asesina de los oscuros, y no confiaba en nadie, no creía en nadie. Así, nadie podía arrancarle el corazón, físicamente o en sentido figurado. Tomó aliento y el dolor casi la cegó, la hizo tambalearse y el Oscuro saltó hacia ella.
Ivory sacó un cuchillo del cinturón y se enfrentó a él. Conocía su reputación, pero por suerte, él no conocía la de ella. Era una ventaja, por pequeña que fuera. No estaba enterado de que los lobos fueran Cárpatos y todos más que letales. Intentaría controlarlos, era una defensa estándar pero no funcionaría, y eso le proporcionaría a ella una pequeña ventaja. Comúnmente se habría apresurado a atacar ya, sin esperar a que él diera el primer paso, pero una parte de ella no quería comenzar una guerra con los Cárpatos.
Mikhail levantó la mano.
– Gregori. No hay necesidad de esto. -Era una advertencia, entregada con una voz suave, casi tierna.
Recordó ese mismo tono… el padre de Mikhail, tan tierno y benévolo, ojos amables, compasivo, sabiduría comprensiva. La voz de la razón. Sólo quería ayudarla. Un hombre desinteresado y apacible que vivía para servir a su gente. Lo que fuera mejor para ellos. Recordaba esa voz demasiado bien. Los ojos mirándola, examinándola, perforando su alma, viendo su necesidad de conocimiento, su necesidad de aprender cuando sus hermanos no podían… o no querían. Esa voz que la tranquilizaba, diciéndole que él haría lo correcto, que hablaría con sus hermanos cuando regresaran y les explicaría por qué era necesario que ella fuera a la escuela y aprendiera.
El Príncipe comprendía. ¿Cómo no podría, cuando sabía tanto más que los otros? ¿Cómo no podría, cuando sus razones para hacerlo todo era servir a su pueblo? Había sabido que ella tenía ansias de hacer algo más que sentarse en casa y esperar a su compañero. Ella quería ser algo, hacer algo. El Príncipe comprendía y la ayudó como ella había sabido que haría.
Algo se le retorció dentro del estómago. Por un breve momento, no pudo sentir el dolor que le latía en las costillas ni la terrible agonía del hombro, ni de la quemadura de la sangre ácida o el punzante dolor de los parásitos mientras cargaban contra sus células. Nunca se le ocurrió en su candidez que el Príncipe tuviera otro orden del día, que quisiera deshacerse de ella, enviarla lejos porque sabía que su hijo enfermo y retorcido nunca la dejaría en paz, y que sus hermanos o los hermanos De La Cruz matarían a Draven. En vez de eso, ella había partido felizmente, creyendo que el Príncipe, en su infinita sabiduría, sabía mucho más que su propia familia. Se sentía tan adulta, tan validada. Había sido desesperadamente joven y confiada en aquellos días.
Tienes que darte prisa. No puedo resistir mucho más.
No sabía si su debilidad era tan física como mental. Ver a su hermano la había sacudido más de lo que había comprendido en un principio. Había jurado evitarlos y no se había preparado mentalmente para ver a Sergey en su estado de maldad. Él había cambiado su apariencia cuando la reconoció, dándole un vislumbre de su pasado, del hombre amado que la había abrazado, mecido y pasado horas enseñándola a luchar.
Le había enfermado físicamente dispararle una flecha a él. Creía haber separado exitosamente el pasado del presente en su mente, pero verlo en persona no era lo mismo que pensar en él de forma abstracta.
Estoy llegando. Entretenlos un tiempo. Usa a los lobos si debes.
– Permite que nuestro sanador te ayude -dijo Mikhail, su voz cayó otra octava, llegando a ser casi hipnótica.
Ella no pudo evitar sentir el tirón de esa voz pura, aunque durante siglos se hubiera entrenado para no caer presa del sonido. Farkas se apretó más a sus piernas, con el cuerpo temblando. Estaba en la misma forma que ella.
– No necesito tu ayuda, Dubrinsky -dijo, con voz altanera-. Ni la he pedido ni quiero nada de ti o de cualquiera conectado contigo.
El aliento de Gregori salió en un largo y lento siseo.
La mirada de Ivory saltó a su cara, a la tormenta que se arremolinaba en esos ojos. Si se iba a producir un ataque, vendría de él. Ella estaba débil por la pérdida de sangre y el dolor, y se le estaba acabando el tiempo.
– Evidentemente nunca has aprendido, en todos tus años de existencia, cómo una voz puede ser dulce y pura a los oídos, pero ocultar la verdad detrás de la máscara. Mis hermanos escogieron el sendero de mal, pero no estaban equivocados en su juicio sobre la línea Dubrinsky. El Príncipe al que sigues no es en absoluto lo que crees que es.
Su mirada volvió rápidamente a Mikhail, conteniendo absoluto y total desprecio.
– No me puedes engañar, karpatii ku köd… mentiroso, ya fui engañada una vez, y tu padre era un campeón. Deseo irme. ¿Me estás reteniendo prisionera?
Hubo un pequeño silencio y Gregori sacudió lentamente la cabeza.
– ¿Crees que puedes luchar contra todos nosotros y salir vencedora? Eres una mujer, una mujer Cárpato sin nadie para protegerla. He jurado llevar a cabo mi deber tanto si lo deseas como si no.
Ivory respiró, y exhaló. Estate preparado, Raja.
La manada desnudó los dientes y encaró la amenaza de los machos Cárpatos sin acobardarse.
Gary se movió entonces, colocando deliberadamente su cuerpo delante del de ella, deteniéndose entre Ivory y el guardián del Príncipe, ignorando la amenaza de la manada.
– Por favor -dijo-. Nadie quiere tomarte prisionera. Te ofrezco mi sangre libremente. Mi vida por la tuya. No estoy seguro de las palabras formales, pero si tomas lo que ofrezco, sabremos que por lo menos tendrás una oportunidad de luchar si te topas con otro vampiro. Nadie quiere apresarte.
– Está infectada con la sangre del vampiro -explicó Gregori-. Hay que extirpar los parásitos.
– Soy muy consciente de la contaminación -replicó Ivory-. Soy perfectamente capaz de curarme a mí misma.
Otro macho y una hembra se materializaron más allá del Príncipe, e Ivory suspiró, deseando poder hundirse en la nieve y descansar. Reconoció al macho, con sus rasgos fuertes y hermosos y casi se le escapó una sonrisa. Falcon. Un amigo de la familia, de los hermanos De La Cruz. Era un solitario pero un buen hombre. Agradeció verlo, saber que por lo menos algunos de los machos más antiguos todavía sobrevivían con sus almas intactas.
– ¡Ivory! -Registró sorpresa, sorpresa y felicidad-. ¿Tú eres la misteriosa mujer que ha salvado a nuestro hijo? -Falcon se deslizó hacia adelante pero se detuvo bruscamente cuando ella retrocedió y lo alejó con la mano.
– Pesäsz jeläbam ainaak… que puedas permanecer en la luz mucho tiempo, Falcon -saludó-. Han sido muchos años.
– Estás herida -exclamó la mujer, apresurándose hacia adelante.
Falcon la detuvo poniéndole una mano en el brazo.
– ¿Qué pasa aquí?
Ivory notó que no sonaba sentencioso, sino cauteloso.
– Deseo irme y tu Príncipe y su sirviente han dictado otra cosa.
– Sólo para velar por su salud, señora -dijo Gregori con una leve reverencia, ignorando su provocación.
La mujer frunció el entrecejo.
– Soy Sara, la compañera de Falcon. Has salvado a nuestro hijo y estamos en deuda contigo. Nadie aquí quiere herirte. -Lanzó una pequeña mirada enfurecida hacia Gregori-. No puedo imaginarme que nadie quiera hacer nada excepto recompensarte por tu ayuda. Ofrezco libremente mi sangre para ayudar a curarte. Ambos, Falcon y yo haremos cuanto podamos para curar tus heridas, aunque Gregori sea un sanador incomparable. Puede parecer intimidante, pero realmente es un hombre apacible y cariñoso.
– No me siento intimidada por el Oscuro -negó Ivory-. Sólo deseo seguir mi camino.
La mujer la tentaba con su oferta. La curación ciertamente sería larga hasta volver a recuperar la fuerza, pero si tomaba la sangre del Oscuro, él podría rastrearla más fácilmente. La sangre llamaba a la sangre. Y sería muy vulnerable. Él podría tomar fácilmente su sangre y entonces siempre tendría que preocuparse porque él pudiera encontrar su guarida. De cualquier forma, Sergey sabía que estaba viva. Quizá consiguiera entrar en su cabeza e intentaría encontrarla.
Suspiró y sacudió la cabeza.
– Lamento no poder aceptar tu generosa oferta, pero gracias -le dijo a Sara.
Rajá gruñó una advertencia y ella se dio cuenta de que Gregori se había acercado más. El Oscuro se detuvo cuando ella balanceó la espada hacia él, orientando la hoja hacia las partes más suaves de su cuerpo.
– Serías verdaderamente muy insensato, Oscuro, intentándolo.
– Te tambaleas de fatiga -dijo Gregori-. Si he dicho algo para hacerte pensar que deseo hacerte daño, me disculpo. Seguramente puedes ver que mi única preocupación es tu salud. Mientras estamos aquí de pie, los parásitos han tenido más oportunidad de esparcir su veneno por tu cuerpo.
– Sé muy bien lo que los parásitos pueden y no pueden hacer.
Se estiró hacia Razvan, desesperada ahora. El sanador estaba demasiado cerca para sentirse cómoda, quizás muy cerca. Ivory no era lo suficientemente insensata para ignorar la reputación del hombre. Era conocido a lo largo y ancho de la comunidad como un peligroso y despiadado defensor del Príncipe y del pueblo Cárpato.
A menos que le permita darme sangre, no tengo más elección que abrirme paso luchando.
No tendrás que luchar. Doy mi vida por la tuya. Sigue mi ejemplo. Habla con la mujer, les distraerá durante otro par de minutos.
Había algo tranquilizador en su tono. Había dejado un guerrero roto y caído, pero él se había levantado como algo enteramente diferente. Había confianza en su voz. Razvan era un Buscador de Dragones, uno de los más antiguos y más poderosos linajes Cárpatos, y había soportado tortura y sufrimiento durante cientos de años sin sucumbir a la oscuridad. Ella había estado en su mente, y sus recuerdos eran muchos. Él había absorbido habilidades de lucha, técnicas y estrategias. Sabía más acerca de Xavier que cualquier otro ser viviente y tenía más razones para destruirlo que cualquier otro. Quería creer en él. Conmocionada y débil, necesitaba creer en él.
El sanador está intentando retrasarme. Sabe que no puedo aguantar.
Aguantarás.
Una fuerza se vertió en ella.
– Sara -dijo suavemente-. Apelo a ti. Pídele al Oscuro que de un paso a un lado. No he hecho daño a nadie aquí y sólo deseo irme en paz. Has señalado la necesidad de compensarme por salvar la vida de tu hijo. Esto es lo que pido. Que simplemente hagas que vuestro sanador se aparte.
Sara alzó la mirada hacia Falcon y luego a Mikhail.
– Creo que suena razonable. Por favor, Gregori, apártate.
Todos miraron a Sara, que se acercó más, en actitud más protectora, hacia Ivory.
La tierra saltó hacia arriba bajo los talones del Príncipe y un cuerpo se materializó detrás de él, un brazo se cerró apretadamente alrededor del cuello de Mikhail, la hoja de un cuchillo presionó contra el corazón del Príncipe. Unos ojos tempestuosos y despiadados se centraron en la cara del Oscuro con resolución absoluta.