Razvan flotaba en un mar de dolor. Había estado anteriormente muchas veces allí, pero nada como esto. Su cuerpo se sentía como si ninguna de sus extremidades estuviera conectada. No podía moverse. Quizás fuera porque temía moverse, empeorar la agonía que atravesaba su cuerpo. Sentía el movimiento a su alrededor, como si insectos y otras cosas anónimas se arrastraran lentamente sobre él. O a través de él. Incluso eso no era lo suficiente para inducirlo a intentar moverse.
Oyó susurros, tan bajos al principio que creyó estar alucinando, pero la voz se volvió más fuerte en su mente. Suave. Femenina. Decidida.
Estoy contigo. No estás solo. Te vigilo y te protejo. No te dejaré sólo en las profundidades de la Madre Tierra. ¿La sientes rodeándote? ¿Sosteniéndote en sus brazos? ¿Dándote la bienvenida? Siéntela, compañero mío. Siéntela cuando todo lo demás parece perdido.
Estaba seguro de estar alucinando. Xavier nunca le permitiría refugiarse en la rica tierra para rejuvenecerse. Sólo existía dolor y sufrimiento. Una vida interminable de ello. No podía dejarse ir. Forzó su voluntad a obedecer. No importaba cuánto tartamudeara su corazón o que sus pulmones lucharan por tomar aire, no importaba el dolor, no podía dejarse ir. Se lo había prometido a… ella.
La recordó, aunque podía ser un sueño, otra alucinación. Lo consideró cuando su mente pudo funcionar a través de las olas de dolor. Dudaba que hubiera podido evocarla incluso en su imaginación más salvaje. Intentó visualizarla, pero descubrió que no podía pensar, así que sólo se quedó tendido escuchando, intentando oír su voz otra vez.
Muy en la distancia podía oír un cántico, pronunciado en la antigua lengua, las voces se elevaban, tanto la masculina como la femenina. Era imposible separarlas para encontrar una voz sola, y estaba seguro de que ella no cantaba con ellos. La sentía, no rodeándolo, sino fundida con él, compartiendo su cuerpo. No le gustó la idea. ¿Si él sentía tanto dolor, estaba ella compartiendo esto también? No sabía la respuesta.
Otra vez su mente fue a la deriva, como si, ya que no podía hacer nada para evitar que ella sintiera ese terrible dolor, no deseara saber si estaba con él. Había pasado demasiados años causando angustia a aquellos a los que amaba y se negaba a pensar que estaba haciéndole lo mismo a ella.
No, mi amor. Estoy contigo por elección. Pedí ser atada a ti. Comparto tu cuerpo voluntariamente. Escúchame, Buscador de Dragones, debes sujetarte a mí. No me sueltes nunca.
Si hubiera podido sonreír lo habría hecho. ¿A dónde iba ir? No podía moverse. Sólo podía yacer allí, creyéndose loco. Su único consuelo era la voz de ella. Intentó recordar si la había soñado cuando era joven.
Después de un tiempo… y podrían haber sido noches, semanas, o incluso meses… fue consciente del latido de un corazón. El sonido era extraño, profundo, resonando a su alrededor, de modo que vibraba a través de su cuerpo, de cada uno de sus músculos y órganos, de tendones rasgados y huesos. Cada latido lo sacudía aunque lo calmaba. Cada latido traía un dolor desgarrante, pero al mismo tiempo resultaba extrañamente consolador.
Después de un largo e indeterminado lapsus de tiempo, se descubrió escuchando en busca de ese sonido, disfrutando del eco de éste atravesando su cuerpo maltrecho. Ahora tenía un rastro de interés en su mundo oscuro. ¿Quién eres?
Soy la Madre Tierra, hijo mío. Te has convertido en una parte de mí. Mi hija pidió que te aceptara, que te curara. Estás escuchando el latido del corazón de la tierra moviéndose a través de tu cuerpo, haciéndote uno conmigo, con toda la naturaleza.
En ese momento supo que estaba loco. Estaba teniendo una conversación con la tierra. Era extraño que no le molestara haber perdido el juicio. El dolor no había disminuido, pero se había acostumbrado a él, y descubría que la oscuridad y el calor eran un lugar pacífico y relajante. Fue a la deriva en ese mar de dolor, dejándose llevar como había hecho tantas veces en el pasado.
Su mente volvía a su mujer. Ivory. Su compañera. Era tan hermosa que le robaba el aliento. Sabía que si la hubiera encontrado algunos cientos de años antes, sus vidas habrían sido muy diferentes. Nunca se había atrevido a soñar con ella, nunca deseó que Xavier sospechara por un instante que en algún lugar en el pasado o en el fututo, había una mujer que poseía la otra mitad de su alma. Éste era un don tan íntimo, la conexión de dos almas, y él nunca corrompería ese vínculo con la maldad de Xavier.
Si no estuviera casi muerto y hubiera sido sepultado para sufrir en este lugar, la habría llevado a su jardín secreto, un lugar que él recordaba de su infancia, donde la vida había sido buena y llena de alegría. Había jugado allí con su amada hermana, Natalya. Habían reído juntos tan a menudo, corriendo libres por los campos de flores y haciendo rebotar piedras sobre las apacibles aguas del lago. Llevaría a Ivory allí para compartir esos tiernos recuerdos.
Sintió el roce de unos dedos contra la palma. Un cálido aliento en el rostro. Llévame allí, mi bien amado. Muéstrame ese lugar con el que sueñas.
No había esperado que su deseo por ella fuera tan fuerte que pudiera conjurarla. Pasó la mano por la cara de ella, trazando los ángulos, recorriendo con la almohadilla de su pulgar la suave piel. Te llevaré allí para nuestro primer cortejo. Es parte de mí, la mejor parte de mí. Mucho antes de que Xavier tomara mi alma.
Él ya no tiene tu alma. Me la diste a mí, ¿recuerdas?
Razvan buscó en sus recuerdos. Recordó el rostro de ella. Tan hermoso para él que cuando cerraba los ojos aún estaba allí. Su cuerpo, cubierto en esas delgadas líneas blancas, medallas al valor, una encarnación viviente de la fuerza de voluntad que poseía. Deseaba besar cada línea, seguir el mapa de estas sobre su cuerpo hasta que conociera íntimamente cada blanca línea dentada. Su piel, suave más allá de toda imaginación, lo atraía para tocarla simplemente, para sentir lo extraordinaria que era. Amaba la forma en que ese movía. Solamente observar el balanceo de sus caderas y su resuelto andar, le proporcionaba una alegría sencilla que nunca había pensado sentir. La forma en que su rostro se suavizaba cuando se arrodillaba para saludar a su manada de lobos, que le hacía preguntarse cómo se vería cuando sostuviera al bebé de ambos contra su seno.
Buscador de Dragones. Ella llamó a su mente errante. ¿Te acuerdas de haberme entregado tu alma?
Sí. Sálvame, Ivory. He tenido vidas de pecado y no puedo salvarme a mí mismo, pero te he tocado donde nadie más te ve, y tú puedes hacerlo. Ponme en tu mural con tus hermanos y guía mi alma a la siguiente vida.
Ya estás a salvo, fél ku kuuluaak sívam belso… mi bien amado.
Su voz fluyó sobre él como miel caliente y yació inmóvil, escuchando el latido del corazón de la tierra y sintiendo cada pulsante herida y quemadura en sintonía con la constante sinfonía. Pensó en las palabras de ella. Fél ku kuuluaak sívam belso… mi bien amado. Lamentó no ser en verdad su bien amado.
Habría caminado por el jardín contigo. Siempre he querido cultivar mis propias flores. Sé exactamente que aspecto habrían tenido y las habría llamado como tú. Ivory. Hän ku vigyáz sielamet… guardiana de mi alma.
Muéstramelas, le suplicó ella.
Una vez más podría haber jurado sentir aquellos dedos moverse contra su palma, enredándose con los suyos propios. Cerró fuertemente la mano para capturar la sensación de proximidad. Podía ir a la deriva en este sueño, o alucinación. Quizás estaba al otro lado, en un lugar mejor… aunque podría estar sin esta agonía recorriendo su cuerpo. Apartó a un lado el dolor, adentrándose más profundamente en los brazos de la Madre Tierra y permitiéndose soñar con las cosas que le mostraría a Ivory.
Ella parecía despreocupada, con su largo cabello cayendo hasta debajo de sus caderas, una cascada de seda que se movía contra su brazo mientras ambos caminaban lado a lado. Le gustaba que fuera alta. Podía ver la longitud de sus pestañas, que se rizaban en las puntas, dos gruesas medias lunas que velaban sus enormes ojos. Estaba pensando en inclinarse y lamer a lo largo de la blanca costura dentada que unía dos secciones de su hombro. Era una tentación la forma en que su piel estaba dividida en cuadrantes para que él la explorara.
Yo no lo veo así. La vergüenza ribeteaba su voz.
¿Así cómo? Estaba totalmente perplejo porque su mujer soñada pudiera sentirse avergonzada por su examen. Podría observarla para siempre, deseando probar cada centímetro cuadrado de ella. Sentía la necesidad de memorizar cada detalle con las sensibles almohadillas de sus dedos, con la boca y la lengua, así recordaría para siempre el sabor y la sensación de ella.
Como si estas cicatrices fueran atractivas.
Ella agachó rápidamente la cabeza mientras caminaba junto a él, bajando por el estrecho cordón de piedras que conformaba un serpenteante camino a través de su jardín. La extensa caída de su cabello escondió su expresión de él.
Él avanzó hasta ubicarse frente a ella, deteniéndola eficazmente, con los dedos la tomó por la barbilla y le levantó el rostro hasta que pudo mantener cautiva su mirada. Todo en ti es increíblemente atractivo, sobre todo el modo en que luchas. Me robas el aliento. La yema de su pulgar rozó el lleno labio inferior. A veces paso mucho tiempo imaginando cada una de esas líneas en tu cuerpo, preguntándome a dónde llevan. Qué placeres me darán… nos darán.
Ella parpadeó, sus ojos se volvieron cálidos, luego lujuriosos. Entonces piensas en mí como mujer, no sólo como una guerrera.
¿Cómo podría alguna vez separar a las dos? Tus particularidades conforman el todo de quien eres. Su voz enronqueció de emoción. Buscó en su mente palabras para describirla del modo en que él la veía, pero las encontraba cortas para expresarle cómo se sentía, la belleza y la luz que ella traía a su alma, tan vacía, hueca y desgarrada por la maldad de Xavier.
Dime. Necesito saber.
Las palabras no son suficientes para explicar un milagro, pero haré todo lo posible. Eres dura, fuerte y capaz. Gentil. Bondadosa. Compasiva. Feroz y formidable, con una voluntad de hierro. Atractiva. Suave. Hermosa. Misteriosa. Gentil y magnífica. Eres todas estas cosas. Un milagro para mí. Un regalo más allá de cualquier precio.
Las pestañas de ella revolotearon velando su expresión. La tentación de su boca, la curva y suave textura, era demasiado para resistirlo. Esto era un sueño, nada más, y era su sueño, el primero que se había atrevido a tener en mucho tiempo… desde la traición a su hermana. Vaciló, de repente temeroso. ¿Podría ser Xavier engañándolo? ¿Estaba ahora traicionando a la única mujer que poseía su corazón y alma?
¡No!
La caliente miel se vertió sobre él otra vez, estremeciendo su cuerpo. Su corazón brincó, latiendo por un momento en sintonía con el latir del corazón de la tierra. El dolor lo golpeó desde cada dirección, quitándole el aire, la capacidad de pensar, su cordura misma. Creyó haber gritado cuando había sido tan estoico, pero se había compenetrado más de lo que sabía con el ritmo natural de la tierra, permitiendo que el palpitar mantuviera el dolor a una distancia tolerable para él. Durante un momento no pudo respirar, ni pensar. Era imposible vivir con semejante dolor.
¡No me dejes! La voz de Ivory estaba llena de pánico.
Él nunca había oído que Ivory sonara más que calmada y bajo control. La nota de alarma en su voz lo estabilizó. Notó que iba a la deriva lejos del olor y sensación de ella, distanciándose para impedir que Xavier la descubriera, pero había tal necesidad en él como nunca antes había visto. Había resultado herida. Lo recordaba muy bien. Horriblemente herida. No se sentía como si tuviera muchas fuerzas, pero las que tenía se las daría de buena gana.
¿Ivory?
Estoy aquí, Razvan, contigo. En ti. Te sostengo fuertemente, mi corazón con el tuyo, mi alma a la tuya. No me dejes. Dame tu palabra. No importa cuán terrible se vuelva todo, dame tu palabra de honor de que te quedarás conmigo.
Si me necesitas.
Siempre te necesitaré.
Apenas si podía concebir la pura honestidad de su voz. ¿De verdad lo necesitaba tanto? Nunca, sin importar cuán difícil se pusieran las cosas, se apartaría de ella si lo necesitaba. Estaré contigo siempre, Ivory, si está dentro de mi poder.
Su voz llegó otra vez, cercana, suave, ese calor se filtró en el interior del tuétano más frío de sus huesos y los calentó de dentro a afuera. Descansa, entonces, fél ku kuuluaak sívam belso, mi bien amado. Recupera fuerzas, pero mantente fuerte y resiste por mí.
No era poca cosa lo que ella le pedía. Permitió que el dolor lo consumiera, lo bañara y cubriera, se volviera parte de él. Era la única forma de sobrevivir. Su voluntad… y aceptación. Sobreviviría por ella.
Despertó otra vez después de pasar un tiempo indeterminad. Como todo Cárpato, conocía la diferencia entre la noche y el día; incluso en las profundidades de la tierra era consciente de la oscuridad y de la luna llena en las alturas. Un sonido lo había despertado. Convocado. Se elevaban voces en la antigua lengua… el canto sanador se alzaba y caía tanto con voces masculinas como femeninas que se elevaban hacia el cielo nocturno, haciendo que el profundo refugio en el interior del rico suelo envolviera su destrozado cuerpo proporcionándole la fuerza y el poder sanador.
Sintió la presencia de un macho, con una candente energía que surgía a través de él, cauterizando las partes que habían sido desgarradas. Un dolor insoportable explotó a través de su cuerpo y escuchó su propio grito, un sonido estrangulado y angustiado. Ivory hizo eco de su grito, su voz resonó llena de sufrimiento. Intentó moverse, alcanzarla, y unas manos gentiles lo detuvieron.
No puedes moverte. Permanece muy quieto o desharás las pequeñas reparaciones que se han realizado
¿Ivory? Razvan reconoció la voz del sanador. Sálvala a ella primero. Oí su angustia.
Está fusionada contigo, reteniéndote en este mundo, y siente lo que tú sientes. No te muevas, sólo sumérgete en ella, abrázate fuertemente a ella.
Gregori regresó a su propio cuerpo balanceándose de cansancio. Pequeñas gotitas de sangre perlaban su piel y realmente cayó contra Mikhail, incapaz de mantenerse erguido después de la sesión de sanación.
– ¿Cómo pueden vivir? -preguntó al Príncipe-. Es imposible, pero sobreviven. Cada noche acudo a ellos, esperando encontrarlos muertos, pero aún así viven. ¿Cómo es que lo resisten? Nadie puede sobrevivir a semejante dolor, aunque no es la primera vez que sufren tal tormento. -Abrió los ojos y miró a su amigo-. Es difícil para mí, sentir y ver el absoluto sufrimiento que soportan los dos.
Mikhail posó su mano suavemente sobre el hombro del sanador. Ningún sanador podía ser del calibre de Gregori sin ser empático. Cada vez que abandonaba su cuerpo y se unía a la pareja para apresurar la curación de esas terribles heridas mortales, sentía lo que sentían ellos.
– Estás salvando sus vidas.
Gregori negó con la cabeza.
– Ayudo a que su recuperación sea más rápida, Mikhail. Existe una diferencia. Tienen voluntades como nunca he visto en ningún Cárpato, hombre o mujer, en todos mis años de sanador. Créeme, es su fuerte voluntad lo que los mantiene con vida, no yo.
La voz de Mikhail fue consoladora.
– Toma mi sangre para reanimarte y luego vete a casa con Savannah y permite que ella te reconforte. Noche tras noche sometiéndote a su agonía hace mella en ti. No puedes seguir sin algún respiro.
– Mientras ellos continúen, yo también -Gregori alzó la vista hacia su suegro, con el rostro surcado por líneas de cansancio-. Sus cuerpos realmente se están regenerando otra vez. Tres de las seis heridas de lanza deberían haberlos matado, junto a la cantidad de sangre pérdida, pero de alguna manera la tierra misma los está recomponiendo.
– Al igual que tu sangre y cuidado.
Gregori sacudió la cabeza.
– No entiendo lo que veo cuando intento sanarlos. Es como si la mayor parte de sus cuerpos estuvieran cubiertos de mineral, endurecido e infranqueable, de tal forma que sólo llego a una única parte cada noche. Algunas noches es la misma parte. Puedo entrar en un brazo o pierna y concentrarme allí, pero el resto de sus sistemas me están vedados.
– No entiendo.
Gregori frunció el ceño y se frotó la barbilla.
– Por lo general, cuando curo puedo entrar en un cuerpo entero y fluir por él con facilidad, moviéndome por cada parte, pero cuando entro en Razvan o Ivory, sólo una parte de sus cuerpos es accesible. Esa parte cambia cada noche.
– ¿Qué puede causar esto? -preguntó Mikhail.
– No sé, pero me gustaría averiguarlo. El suelo siempre ha ayudado a la curación. Y cuando estamos heridos y cansados nos regenera, pero siempre hemos usado un espíritu sanador para ir al interior de nuestros cuerpos y reparar desde dentro hacia fuera. Algo repara sus cuerpos, algo aparte de mí. Parece que es un proceso lento, pero los mantiene vivos. Creo que Ivory podría haberse salvado, pero decidió ligar su destino al de Razvan. Está totalmente fusionada con él y con lo que fuere que él está revestido, ella también.
– ¿Algún tipo de magia? ¿Algo que Xavier pudiera haber logrado llevar hasta él? -se aventuró Mikhail.
Gregori negó con la cabeza.
– No hay ninguna mancha de maldad. Mejor dicho existe un rastro antiguo para mí, como si hubieran despertado algo ancestral, de antes de nuestro tiempo y eso estuviera trabajando en salvarlos. Y tú me conoces, no confío en cosas que nunca hemos conocido. Somos una raza que ha visto mucho con el paso del tiempo.
– Cierto -dijo Mikhail- pero no todo.
– Necesito entender cómo funcionan las cosas. Me gustaría hablar con Syndil. Ella ha estado limpiando la tierra de toxinas para nosotros y está muy conectada con el suelo. Nunca he visto esto, y no entiendo cómo sobreviven, sin mencionar su curación. Tampoco tengo una explicación para cómo sus cuerpos están segmentados. Quizás ella pueda explicármelo.
Mikhail frunció el ceño.
– No quiero que sienta la agonía que ellos sufren. Ya es suficientemente difícil para dos de nosotros.
– Podría hablarle a la tierra y oír su respuesta. Quizás si soy capaz de entender pueda ayudarlos, reducir el dolor de algún modo.
– Hablaré con ella -acordó Mikhail de mala gana-. Tanto Natalya como Lara están ansiosas por ayudar, pero les he pedido que permanezcan apartadas hasta que estemos seguros de que Ivory y Razvan vivirán.
– No tengo dudas de que sobrevivirán, Mikhail -dijo Gregori-. Sólo que no sé cómo.
– Comprende que Ivory ya ha hecho esto antes, una vez ella sola, hace siglos. No había nadie allí para sostener su espíritu, para mantenerla a salvo como ella mantiene a Razvan.
– Debe haber permanecido en la tierra durante cientos de años -dijo Gregori-. Su cuerpo no se regeneró perfectamente. Intenté aliviar las cicatrices interna y externamente -Se pasó ambas manos por el cabello en un gesto de cansancio-. Ella tuvo gran cuidado, o quizás fue la Madre Tierra, en asegurarse de que pudiera tener hijos. Es una zona donde no tiene ningún tipo de cicatriz, y aún así hay evidencias que atraviesan su matriz, la cortaron por la mitad.
Por un momento el aire alrededor de ellos chisporroteó con energía pura y luego Mikhail respiró, manteniéndose así mismo bajo control.
– No puedo entender como sus hermanos pudieron haber elegido alguna vez entregar sus almas sabiendo que los vampiros y Xavier conspiraron para matarla.
– Ellos culparon a Draven.
– Eso fue una excusa y lo sabes. Todos nosotros hemos vivido con la traición y la pérdida, con la pena. No estaban cerca del final; hicieron una elección deliberada. Han reunido minuciosamente a los vampiros en una sociedad para luchar contra nosotros, y sabes que eso ha requerido siglos de planificación e incluso más tiempo para ponerlo en práctica. También se han aliado con nuestro mayor enemigo, el mago que entregó a Ivory a los vampiros.
– Sabremos lo que realmente pasó cuando Ivory decida contárnoslo -Gregori se estiró e intentó ponerse en pie. Mareado por la falta de sangre cayó sentado otra vez-. Mientras tanto, sólo podemos seguir el curso actual y ayudar a sobrevivir a éste par.
– Ellos pueden ser la clave para destruir a Xavier.
– Creo que podrías tener razón, Mikhail.
El Príncipe ofreció su muñeca a su yerno.
– Toma lo que libremente te ofrezco. Y Gregori, esta vez prestarás atención a lo que te digo. Te irás a casa con Savannah y descansarás. Le he enviado a ella un mensaje que dice que estás en camino. He pedido a Syndil que se encuentre allí contigo.
– ¿Enviaste un mensaje a Savannah? -Gregori fulminó con la mirada al Príncipe-. Va a preocuparse excesivamente por mí, y sabes que está embarazada de las gemelas y necesita descansar.
– Necesita sentir que ayuda a su compañero. Vete a casa y descansa. Lo dijiste tú mismo: estos dos sobrevivirán. Quizás en la conversación con Syndil, ella encontrará una forma de enriquecer el suelo aún más a fin de disminuir su sufrimiento.
Gregori hizo su camino a casa, evitando a las dos mujeres y sus compañeros que esperaban para hablar con Mikhail. No deseaba intentar razonar con ellos sobre que Razvan e Ivory vivirían. Creía que lo harían, pero no entendía cómo, y apenas podía funcionar con la cantidad de dolor que fluía sobre él cada vez que los tocaba. No podría hablar con ellos, ni dar respuestas, ni siquiera ofrecer algún reconocimiento de Razvan hacia aquellas mujeres, él estaba demasiado lejos. Además del dolor de la pareja, no deseaba sentir el dolor de una hermana e hija por el sufrimiento de un ser querido.
Savannah lo esperaba en la puerta. Su hermoso rostro sonreía, dándole la bienvenida, sus ojos eran tan compasivos que durante un momento quiso llorar de alegría ante el hecho de haber conseguido tal milagro. Simplemente la tomó silenciosamente en sus brazos y la abrazó.
Savannah lo llevó al interior.
– Pareces cansado.
– Estoy cansado.
Ella intentó no sentirse alarmada. Gregori nunca confesaba estar cansado, pero ésta pareja tan desgarrada y destrozada, la cual luchaba valientemente por vivir cuando otros hubieran decidido pasar a la siguiente vida, había capturado mucho más que su atención como sanador. Conocía muy bien a su compañero. Él respetaba a esa pareja, deseaba… incluso necesitaba… encontrar un modo de terminar con su sufrimiento.
Savannah colocó los brazos alrededor de él y lo abrazó, posando la cabeza contra su pecho. Una mano de Gregori se elevó para acariciarle el cabello.
– ¿Cómo se comportan las niñas esta noche?
– Dando muchos puntapiés. Estamos muy cerca. No creo que vayan a esperar mucho tiempo más.
– Quizás debería hablar con ellas -sugirió Gregori-. Aún no es momento. Están demasiado ansiosas y necesitan permanecer donde están seguras.
Savannah rió. El sonido, feliz y radiante, disipó un poco la tensión en él.
– No creo que debas hablarles otra vez. Siempre suenas gruñón y estricto, y la pequeña es una rebelde. Cualquier cosa que le ordenes, ella hace lo opuesto. -Lo miró maliciosamente-. Tengo el presentimiento de que se parecerá mucho a ti.
– No digas eso. Yo fui un niño muy malo.
Savannah se rió otra vez y Gregori se encontró sonriendo él mismo. Dejó caer varios besos sobre la nariz de ella.
– ¿Te he dicho que te amo con locura?
– No recientemente.
– Bueno, pues así es. No te he perdonado por tener gemelos, sobre todo hembras, pero estoy tan enamorado de ti, que a veces no puedo pensar correctamente.
La sonrisa se desvaneció del rostro de Savannah.
– Cada vez que entramos en la tierra, me preocupa que los microbios ataquen a los bebés otra vez. Y Lara está agotada.
Xavier había encontrado un modo de usar los extremófilos para atacar a las mujeres Cárpatas y sus bebés, reduciendo muy eficazmente la población durante cientos de años, de forma que en estos momentos estaban al borde de la extinción. Las mujeres embarazadas estaban aterrorizadas de perder a sus bebés, y Lara, la hija de Razvan, no podía ser introducida totalmente en el mundo Cárpato ya que mientras los extremófilos podían detectar a los Cárpatos que los cazaban, no podían detectar a Lara, por su sangre de maga.
– Cada noche realiza un barrido en todas las mujeres embarazadas, y siempre hay un nuevo brote. Incluso cuando está segura de que los hombres no tienen los microbios, no requiere mucho tiempo que todos quedemos infectados otra vez. Ella debe ser convertida pronto. Ninguno de los dos se queja, pero es difícil para Nicolas.
Los dedos de Gregori rodearon la nuca de Savannah.
– Pasarán años antes que Lara tenga problemas, pero sí, es difícil para su compañero. Y si ella consigue quedarse embarazada… -Su voz se desvaneció en un pequeño suspiro-. Espero que Ivory y Razvan sean la respuesta.
– ¿Cómo pueden serlo?
– No sé, pero creo que tu padre sí. Estaba demasiado tranquilo, demasiado seguro de que Razvan no dirigiría ese cuchillo a su garganta.
– Está seguro de sus habilidades, Gregori.
– Es verdad, aunque debería tener más cuidado con su vida. De todos modos, era más que eso. Confió en Razvan cuando no debería haberlo hecho.
– No puedes saberlo todo, Gregori -dijo ella suavemente.
Su meditabunda mirada de plata se deslizó sobre ella.
– Cuando concierne a tu padre, debería. Él es mi mayor responsabilidad. Sin él, nuestra raza desaparecería, se extinguiría como tantas otras lo han hecho -extendió sus dedos sobre el redondeado vientre, sosteniendo a sus niñas junto a él-. Tenemos que salvaguardar su legado, Savannah.
– Lo haremos -contestó ella, apoyándose en él.
Gregori levantó la cabeza.
– Estamos a punto de tener invitados. Han salvado a nuestras hijas de otra charla con su padre.
La risa de Savannah le caldeó. Ella lo abrazó.
– Están muy agradecidas con nuestros invitados, sobre todo la pequeña. Hizo el equivalente a poner los ojos en blanco.
Los ojos de plata la atravesaron.
– ¿No las estarás animando, verdad? Creía que no tendría que enfrentarme a semejante comportamiento en otros veinte años o más.
– Cree que eres muy mandón.
– Soy mandón porque sé lo que es mejor para ella.
Savannah se rió otra vez.
– Discutes con ella y ni siquiera ha nacido aún.
Gregori bufó otro suspiro, un hombre llevado más allá de su resistencia por su obstinada hija nonata, pero sus dedos se demoraron en una amante caricia. Savannah colocó su mano sobre la de él y permanecieron quietos por un momento, sintiendo la presencia de sus hijas, rodeando a las gemelas de amor.
Los golpes a la puerta eran esperados y Gregori la abrió para Syndil y su compañero, Barack. Había notado que uno nunca estaba lejos del otro. Les dio la bienvenida a ambos con el saludo Cárpato tradicional.
– El Pesäsz jeläbam ainaak… que permanezcas mucho tiempo en la luz.
Syndil y Barack respondieron en concordancia y entraron en la casa.
– ¿Cómo te sientes, Savannah? -preguntó Syndil.
– Muy embarazada -contestó Savannah con una pequeña sonrisa-. Si me hago un poco más grande podría explotar.
– Está bien, sobre todo con gemelos -dijo Gregori-. Estás como justo se supone que tienes que estar.
– Me supervisa con cuidado para asegurarse de que los bebés crecen correctamente -le explicó Savannah. Se inclinó para besar a Barack en la mejilla, ignorando la aguda reprimenda de Gregori.
No hay necesidad de besos.
Savannah se rió otra vez y frotó afectuosamente su mejilla contra el hombro de Gregori.
– Mikhail envió un mensaje diciendo que deseabas hablar conmigo.
Gregori, con una indicación, la invitó a sentarse. Barack se hundió en el asiento junto a ella y la tomó de la mano.
– Estoy seguro de que has escuchado las noticias, que Razvan ha escapado de Xavier y que Ivory Malinov está viva. No os criasteis en las Montañas de los Cárpatos, y no conocéis los rumores sobre estos dos, pero basta decir que fue una sorpresa para todo el mundo averiguar que todo aquello que creíamos sobre ellos es incorrecto.
Syndil entrelazó sus dedos con los de Barack. Siempre sorprendía a Gregori notar que esta mujer que ostentaba tanto poder era tan tímida y modesta. Ella caminaba sobre la tierra y nueva vida surgía tras su paso. Bailaba y cantaba y el suelo tóxico era restaurado. Habían descubierto este hecho por casualidad, el Príncipe detectó la sanación de todo un campo de batalla destruido por el veneno de los vampiros. Ella había permanecido tan calmada con respecto a su don, tan humilde, que nadie jamás habría sabido de su don si Mikhail no hubiera visto su poder con sus propios ojos.
Syndil sencillamente asintió con la cabeza, moviéndose un poco hacia Barack. Él se acercó a ella, pasándole su brazo alrededor de los hombros.
Gregori suspiró.
– No tengo ningún derecho a pedirte esto. De hecho, puede ser arriesgado.
Barack frunció el ceño.
– La pareja encontró a un vampiro maestro y se enfrentó a él con el fin de salvar a una familia. Mientras Razvan tiene poca o ninguna experiencia en combate, Ivory es una guerrera extraordinaria. Juntos lograron hacer mella en él y alejarlo, pero a un alto precio para sus cuerpos.
– Sabes que te ayudaría -dijo Syndil, su voz era suave música-, pero no soy una sanadora.
– Discrepo con esa declaración, Syndil -le contestó Gregori inclinándose adelante-. Comprendes a la tierra mejor que la mayoría. La escuchas cuando te habla, lloras cuando está dañada, y eres capaz de reparar cada herida.
– Eso es diferente -Syndil agitó una mano a modo de rechazo-. Para nada como la sanación de un Cárpato herido.
– Yo no puedo hacer lo que tú haces -dijo Gregori-. No siempre oigo a nuestra madre hablándonos. Esta pareja, lo que pasa con ellos, no lo entiendo… y lo he intentado. Escucho a la Madre Tierra, pero ella susurra y no puedo entender lo que dice. Están sufriendo. Agónicamente. Ambos. -Hundió la cabeza y se pasó ambas manos por el cabello en señal de agitación-. Los ayudo, sí, pero tan lentamente, y cada noche que pasa y acudo a ellos, continúan sintiendo un dolor indecible.
– ¿Qué deseas que haga Syndil? -preguntó Barack.
Gregori sacudió la cabeza. Savannah se sentó en el brazo de su silla y lo abrazó, sus dedos se deslizaron en el cabello de él para calmarlo.
– Díselo, Gregori. Permíteles decidir.
– Nunca he visto nada como lo que les está pasando. El cuerpo de Razvan fue mutilado, literalmente. Le cortaron el brazo en trozos. Tenía seis agujeros de lanza, tres mortales. Sus heridas eran horrendas. Tajos que exponían el hueso, y en muchos los perforaban. La pérdida de sangre fue increíble. En vez de atender a sus heridas, él la ayudó en la batalla.
Barack se incorporó.
– ¿Y sobrevive?
– Hasta el momento… sí. No sé cómo. Ella también tenía muchas heridas, y aún así de algún modo logró fusionarse con él; no sé cómo. Son cuerpos separados, pero sus corazones laten como uno, sus mentes son una. Pero esa no es la cuestión. Si tengo acceso a su brazo, el resto de su cuerpo está revestido completamente de mineral, como si fuera parte de la tierra misma. Cuando comparto sus cuerpos, oigo el cuchicheo de la tierra. Puedo oír el ritmo del palpitar de su corazón, pero no puedo entender lo que ella les dice. ¿Podría ser eso? ¿Podría la Madre tierra estar curándolos? ¿No sólo regenerándolos?
Syndil se mantuvo en silencio, analizando las palabras repetidas veces en su mente. Barack no dijo nada, esperando a que su compañera diera su opinión. En este campo ella era una experta y estaba tremendamente orgulloso de ella. Nunca dejaba de sorprenderle que su pequeña y tranquila Syndil fuera consultada por cada Cárpato, y el Príncipe y Gregori a menudo pedían su consejo.
– Así creo, sí. Tenemos una conexión con la tierra, con el mismo universo. Es la razón por la que somos capaces de cambiar e invocar al relámpago. Es la razón de que nuestros cuerpos se regeneren en la tierra. Si de alguna manera ésta pareja tiene una conexión más profunda, si la Madre Tierra reclama a uno o a ambos como sus hijos, sus cuerpos podrían ser ligeramente diferentes al nuestro.
El ceño fruncido de Gregori se hizo más profundo.
– Todos nosotros somos hijos de la tierra.
Syndil negó con la cabeza.
– No del mismo modo. La tierra está viva. Posee un latido del corazón, un ritmo, un pulso. Ella susurra, habla y grita. Nos da la bienvenida a casa cada amanecer como a sus hijos, pero si ella aceptara a uno de nosotros como suyo, como su hijo biológico… no sé de que otra forma explicarlo… ella podría entregarle todo lo que posee, el suelo más rico al que pueda llamar, cada elemento sanador. Quién sabe de lo que sería capaz de hacer por alguien a quien considera parte de ella.
Las arrugas en el rostro de Gregori permanecieron cuando se recostó hacia atrás.
– ¿Por qué escogería a un Cárpato en concreto?
Syndil, calmada y serena, le sonrió, lo caldeó, lo envolvió con su total carencia de vanidad.
– Supongo que las circunstancias tuvieron que ser extraordinarias.
Savannah se acercó más.
– ¿Puedes ayudarlos? ¿Puedes alimentar el suelo donde se recuperan, ayudar a mantenerlo rico para apresurar su recuperación?
Gregori se llevó las yemas de los dedos de ella hacia su propia boca. No había querido preguntarle a Syndil. Cualquiera que se acercara a esa extensión de tierra sería capaz de sentir la agonía que irradiaba de la pareja, y pedirle a una mujer que compartiera esa experiencia era mucho más de lo que él era capaz de hacer, aunque sin la ayuda de ella, podrían hacer falta años para curar semejantes heridas mortales.
– Antes de que contestes, Syndil… -en ese momento él contempló a su compañero, de marido a marido, deseando hacerlo comprender-, hay cosas que debes saber. El dolor que sufren es totalmente diferente a cualquiera que yo haya experimentado en siglos de batalla y sanador. Si eres empática, no podrás acudir allí sin verte afectada. Aun si no los tocas, solo la entrada a esa área es una experiencia incómoda. No tengo palabras para describir ese sufrimiento.
– Y aún así viven -dijo Barack.
– Una hazaña aparentemente imposible -dijo Gregori-. Aunque lo hacen -su mirada meditabunda se trasladó hacia Syndil-. No te pido esto a la ligera. No deseo que te conectes con ellos o que me ayudes a sanarlos porque compartir sus cuerpos en este instante es una tarea agónica.
Incluso cuando él dormía el sueño Cárpato, en ese primer momento de consciencia era una tortura, el dolor inundaba su cuerpo, tirando de cada órgano y perforando grandes agujeros en su cuerpo, como si compartiera alguna parte de Ivory y Razvan profundamente bajo la tierra. Sabía que era una pesadilla de duermevela, pero de todos modos, el sueño tardaba en llegar a él noche tras noche hasta perder la consciencia.
– No puedo sanar a otro humano como haces tú, Gregori, pero si la tierra requiere de ayuda para restaurar sus minerales o alguna otra partícula que necesite, puedo hacerlo y lo haré. Lamento no ser de más ayuda, pero sólo tengo un talento.
– Y es un talento muy necesario. ¿Necesitarás la ayuda de otros? Sé que Natalya, Lara e incluso la joven Skyler ayudan a regenerar el suelo donde nuestras mujeres yacen. -Otra vez hubo un pequeño ceño fruncido que Gregori no pudo alejar completamente de su cara.
La idea de Skyler, una chica tan joven, y de Lara, quien lo daba todo de sí, soportando el dolor, no le sentó bien. Y Natalya… Suspiró. Una vez que ella estuviera cerca de su hermano, lo tocaría a pesar de su advertencia. Era una cabezota, y siempre había adorado a su hermano. Si Syndil necesitara a las demás mujeres, tendría que encontrar una forma de arreglar, sin ella, que aumentara la velocidad de recuperación.
– Puedo intentarlo, Gregori -ofreció Syndil-. Me gustaría ver lo que la tierra hace para ayudarlos. Quizás nunca vuelva a tener una oportunidad así.
– Es única -estuvo de acuerdo Gregori-. Gracias.
Syndil le sonrió y concentró su atención en Savannah. Se habían hecho muy buenas amigas durante las últimas semanas, mientras Savannah luchaba por mantener vivas a sus hijas nonatas.
– ¿Cómo te sientes en verdad?
– Agotada, pero muy feliz -dijo Savannah-. No por mucho tiempo más, aunque Gregori hable con ellas cada noche para convencerlas de quedarse en su seguro ambiente lo máximo posible. Las queremos totalmente desarrolladas, con tanto peso como sea posible. Incluso fuera del útero, los microbios podrían atacarlas.
– Espero que podamos lograr que Ivory y Razvan se eleven antes que los bebés nazcan -añadió Gregori-. Creo que pueden ser capaces de ayudarnos enormemente y dar a nuestras hijas una posibilidad de luchar.
Syndil se recostó hacia atrás.
– No hay duda en que todos debemos ayudarles. ¿No es extraño cómo, al final, nunca es el individuo sino la suma de todos nosotros trabajando juntos, lo que soluciona las cosas?
– Así es, Syndil -concordó Gregori-, en eso tienes razón.