Capítulo 12

Razvan e Ivory emergieron juntos del suelo, saliendo de los brazos de la tierra tras semanas de sanación bajo el suelo. La sensación de respirar aire otra vez resultó extraña después de tanto tiempo compartiendo la tierra y sus propiedades sanadoras. La luna era una pelota redonda y plateada en el cielo despejado, brillando suavemente y proyectando luz sobre el terreno cubierto de nieve. Ivory, cautelosa como siempre, escudriñó los alrededores en busca de alguna señal de peligro.

Razvan siguió su ejemplo, deleitándose en su creciente conocimiento cárpato. Se extendió hasta formar un círculo completo, utilizando todos sus sentidos para reunir información. Se dio cuenta que veía y sentía diferente. Incluso que procesaba de diferente manera. Antes, como Cárpato con su plena fuerza, había estado asombrado ante la avalancha de información que le llegaba, pero ahora era incluso más intensa. Era como si la tierra le hablara, susurrando sus secretos, y le descubriera los más pequeños detalles, compartiéndolos con él. De alguna manera había cambiado, bajo la tierra. El suelo compartía algo sin nombre con él, permitiendo que los árboles y plantas, la misma tierra vertieran una abundancia de conocimiento en él.

Giró la cabeza para mirar a su compañera. Llevaba la familiar vestimenta de lucha, el chaleco de doble botonadura y los pantalones que moldeaban las largas piernas. Su cabello recogido en una larga y espesa trenza que indicaba formalidad. Adoraba observar sus movimientos, el fluir de los músculos y las suaves curvas.

– ¿Qué? -Le sonrió ella con genuina calidez. Había felicidad en sus ojos, y un brillo de satisfacción, que sabía que él lo había traído a su vida.

– Eres preciosa. -Inclinó la cabeza y se dio un indeciso lametazo a lo largo del brazo reciente sanado, donde las líneas blancas claramente se correspondían con las de ella-. Apuesto a que si te probara en este preciso instante, sabrías a sal y a pecado. -Había una alta concentración de minerales en su piel, y pudo distinguir la compleja fórmula mineral que había sido utilizada para curarlos a ambos. Había sido revitalizado, con rastros de minerales fluyendo por su sangre, y todos los elementos presionaban en el interior de su cuerpo para permitirle resurgir completamente otra vez.

– Quiero ver tus heridas.

La mirada de Ivory acudió rápidamente al rostro de él.

– No entiendo.

– Sé que el vampiro te hirió, Ivory, y te ocupaste de mí en vez de curar tus propias heridas. Necesito ver qué queda del daño.

– En realidad, arañazos. Nada.

Él arqueó una ceja.

– Recuerdo que te metió una flecha en el pecho, directamente sobre el corazón. -Mientras hablaba un atisbo de dolor le cruzó el rostro-. Cuando sacaste la mano de su pecho estaba casi rota. -Razvan tragó fuertemente, las oscuras cejas se unieron en un ceño-. Te sacó la flecha del cuerpo, retorciéndola para hacerte mucho más daño, y la clavó dos centímetros más, profundizando la herida. Era enormemente fuerte y te dio un puñetazo en el pecho, directamente en el corazón, con una fuerza tremenda. Oí como se te rompía el esternón.

¿De veras? Ella ni siquiera lo recordaba. Recordaba que Razvan había acudido en su ayuda a pesar de su condición, enviando un impacto feroz a la espalda de Sergey, lo que lo empujó sobre el puño de ella de forma que pudo llegar al ennegrecido corazón. Cuando Sergey había atacado, al derribar la casa y formar lanzas que volaban hacia ella de todas partes, Razvan utilizó su fuerza para crear una barrera alrededor de Ivory, sufriendo lo peor de las lanzas de madera en su propio cuerpo.

– Te rompió la muñeca.

¿Cómo se había dado cuenta cuando había estado tan horriblemente mutilado? Ivory negó con la cabeza, incapaz de hablar, no cuando la mirada de él le recorría el cuerpo con meditado encanto, tocándola en lugares íntimos, secretos y femeninos.

Tenía que dejar de enumerar la lista de lesiones, tan pálida en comparación con la suya. Su voz era tan suave que no podía sacársela de la cabeza. La manera en que miraba su cuerpo mientras hablaba, como si sus lesiones fueran todo lo que le importara, que sanaran, el hecho de que el vampiro la hubiera lastimado. Cuando tocaba su mente no sentía nada excepto su necesidad de asegurarse, de ver por sí mismo, que estaba totalmente curada.

– La Madre Tierra y el sanador me han ayudado, y varios Cárpatos incluido el Príncipe nos han dado sangre para agilizar el proceso. Estoy bien.

– No obstante.

Había un tono en su voz que la fascinaba, le encantaba y le repelía, todo a la vez. No estaba segura de cómo reaccionar a su exigencia y eso la confundía.

– ¿Qué quieres que haga?

Tendió las manos hacia las de ella.

– Déjame ver.

Se humedeció los labios, sintiéndose un poco temblorosa en este terreno poco familiar, pero le extendió la mano para que él pudiera ver las apenas perceptibles líneas donde la tierra había sanado las laceraciones y soldado el hueso. No estaba preparada para sentir los suaves dedos acariciándole la piel. Sintió su toque hasta el mismísimo centro, y luego se le paró el corazón cuando su boca pasó sobre cada una de las imperceptibles líneas blancas y su lengua se arremolinó, acariciando un placer de terciopelo sobre su piel.

– Sabes a sal y pecado -le dijo, con voz ronca por el hambre.

Ella apartó el brazo.

– ¿Estás satisfecho?

Negó con la cabeza, con la mirada clavada en la de ella.

– Abre el chaleco.

El aliento, verdaderamente, se atascó en sus pulmones quemándose allí, puro y caliente. Su útero se tensó y convulsionó, enviando olas de urgente necesidad irradiando por todo su cuerpo. La petición no era sexual. Su cuerpo no tenía que ponerse húmedo y caliente con llamas lamiéndole la piel, transformando su sangre en un río de lava que se espesaba en las venas. Simplemente sería racional en esto, un guerrero tranquilizando a otro. Las manos de él fueron hacia los cierres plateados.

– Déjame a mí.

Su voz estaba ronca, tal vez incluso temblaba un poco, pero la hizo debilitarse. Tanto que obedeció la orden silenciosa cuando las manos se acercaron y cubrieron las suyas para detener los vacilantes dedos y los apartaba con delicadeza. Las yemas de los dedos de él rozaron la plenitud de sus pechos, enviando ondas de conciencia a través de su cuerpo. La mirada de Razvan permanecía clavada en la suya mientras lentamente desabrochaba el chaleco y permitía que los pechos llenos aparecieran. Solo entonces él bajó la mirada.

Lo oyó aspirar. Un agudo y sexy sonido que hizo que se le enroscaran los dedos de los pies. Sintió como su aliento le entibiaba los pechos, y los pezones respondieron endureciéndose en dos apretados picos. Se sintió expuesta, vulnerable, pero no podía moverse, hipnotizada por la mirada en su rostro. Cuando la acarició con la punta de los dedos, ligeros como una pluma, sobre las imperceptibles líneas a lo largo de los pechos henchidos y luego aún más abajo, el pulgar pasó rozando a lo largo del pezón, provocando el paso de un rayo desde el pecho hasta el vientre y luego más abajo, de forma que sus muslos se contrajeron y su centro se puso más caliente, más húmedo.

Razvan inclinó la cabeza hacia ella. Quiso detenerlo. Pensó en dar un paso atrás, aterrorizada por los sentimientos que le recorrían el cuerpo y de repente la terrible necesidad que manaba llegada de ninguna parte, amenazando su difícilmente ganada paz mental. Ella le había escogido, pero no había considerado que lo físico y emocional que había entre ellos sería tan fuerte. Apenas podía respirar cuando la tocaba, y no tenía ningún control sobre las reacciones de su cuerpo hacia él. Aguantó la respiración, esperando. Deseando.

Primero le tocó el cabello. Suaves mechones de seda blanca y negra la rozaron de modo seductor sobre la piel. Cada célula de su cuerpo volvió a la vida. El aliento le quemaba en los pulmones. Los dedos se le cerraron en puños a los costados mientras luchaba por no enterrarlos en su cabello y acunarle la cabeza. Estaba en su mente, y sabía que esta inspección era tan necesaria para él como respirar. Y ahora lo era para ella.

Ante el primer toque gentil de su boca ella saltó, y a pesar de toda su buena intención, se encontró con las manos enterradas en esa sedosa cascada de cabello. Él sacó la lengua para arremolinarla sobre cada línea y trazar un círculo, para golpetear sobre el pezón, enviando dardos de fuego apresurándose hacia el vientre y extendiéndose incluso más abajo. Tiró de él acercándolo más mientras un débil gemido se le escapaba. Él deslizó la lengua a lo largo de cada línea, su saliva sanadora era un bálsamo para el profundo dolor que todavía estaba allí.

Cuando levantó la cabeza, sus ojos eran tan oscuros que casi eran negros, tan azules como la medianoche y tan calientes por el deseo que ella pensó que se derretiría. Le temblaban las manos y obligó a sus dedos a soltar las sedosas hebras de las que podía estar orgulloso. Simplemente permaneció allí mientras Razvan le abrochaba lentamente el chaleco, encerrando los pechos detrás de la apretada piel.

Ivory tomó un profundo aliento, temblorosa, pero orgullosa de sí misma por aguantar.

– ¿Estás satisfecho?

Los ojos de Razvan se iluminaron con diversión masculina y deliberadamente cambió de posición para calmar el grueso bulto en sus pantalones.

– Difícilmente, pero tengo que asegurarme de que hayas sanado bien, y eso haremos por ahora.

El color trepó por su cuello. Sacudió la cabeza.

– Estás loco, pero en el buen sentido. -Giró la mirada hacia el rico suelo negro, desesperada por encontrar algo que distrajera su atención… que distrajera su atención de ella. Hizo un gesto hacia la tierra donde se podían ver los rastros de excesiva sal recorriéndola como el oro del rey, en profundas vetas a través de la caliza más oscura donde la manada de lobos todavía permanecía dormida.

– ¿Estás preparado para esto? Habrán sido atendidos por otros, Virkinoff y Nicolas, algunas veces Natalya, pero estarán hambrientos de nosotros. La alimentación forma parte del ritual de mantener unida la manada. Son como mis hijos.

Razvan sabía que ella necesitaba la distracción para recuperar el control. Las emociones eran difíciles para ella. El corazón le palpitaba en el pecho y se encontró a sí mismo sonriéndole. Feliz. Sólo por estar vivo. Sólo por estar con ella en esta fresca y fría noche, con la luna derramando su luz sobre el cabello negro azulado de Ivory, enmarcando su rostro de modo que parecía tan angelical como sexy.

– Estoy seguro que se alegrarán de salir de la tierra después de todas estas semanas -estuvo de acuerdo-. Vamos a hacerlo y reunir de nuevo a nuestra familia.

Se descubrió tan ansioso como ella de ver a los lobos. Se habían convertido en familia para él. Había pasado tanto tiempo en la mente de Ivory que su profundo afecto por los miembros de la manada se había transferido también a él.

– En lo que se refiere a los niños, son un grupo bastante salvaje.

Ivory se rió con él, compartiendo su humor sobre la manada. Extendió los brazos y llamó bajito a su manada.

– Despertad hermanos y hermanas. Vamos a correr libres esta noche. Venid conmigo. Uniros a mí.

Dedicó a Razvan otra rápida sonrisa que logró aumentarle la temperatura y le aceleró el latido del corazón. El suelo hirvió como un geiser y uno a uno los seis lobos saltaron a la libertad, sacudiendo sus espléndidos pelajes plateados y corriendo hacia Ivory, casi tirándola al suelo. Ella se agachó, riendo, rodeándolos con los brazos mientras la saludaban con más entusiasmo que modales.

Raja y su compañera, Ayame, se giraron hacia Razvan, que se agachó al lado de Ivory, sorprendido cuando el macho grande le trepó el pecho y frotó con su cuerpo con el de de Razvan al saludarlo. Se dio cuenta entonces que había aceptado a la manada como familia, así como ellos lo habían aceptado como el compañero de Ivory. Lo recorrió la dicha. Una familia. Otro regalo de Ivory. Hundió los dedos en el espeso pelaje y se enzarzó en una pequeña pelea, ignorando el despliegue de dientes, presintiendo el propósito risueño del lobo.

Cada animal hizo su turno yendo hacia él y saludándolo, siendo recibido por él y reafirmando su posición en la manada. Descubrió que le gustaba particularmente Blaez, el segundo al mando. Se mostraba tranquilamente confiado y muy alerta al peligro, dejando que Raja lo aconsejara, protegiendo a la manada con una ferocidad que le dijo a Razvan que habría tenido su propia manada si las circunstancias hubieran sido diferentes. Él sentía la misma ferocidad protectora hacia Ivory y la manada, y había una sensación de familiaridad cuando acarició con la mano el espeso pelaje y le rascó las vigilantes orejas

La manada estaba impaciente por comer, necesitados del vínculo, y él esperó a que Ivory tomara la decisión sobre cómo quería alimentarlos.

Alimenta a Raja y a Ayame y luego lo haré yo. Luego a Blaez y a su compañera Gynger. Por último a Farkas y a su compañera, Rikki. Si empezamos de esta manera, aceptarán tu liderazgo con más rapidez.

El ofrecimiento de liderar la manada era otro gran regalo. Lo sabía, después de un siglo de ser liderados por Ivory, siempre la respetarían y la seguirían, y ahora ella se hacía un lado para lograr que la manada siguiera también el liderazgo de él.

No es necesario. No me importa el orden actual. Puedo terminar planificando nuestras batallas pero tú nos dirigirás. Te protegeré con todo lo que tengo.

Ella lo miró con ojos suaves.

– A mí sí me importa. Quiero que ellos te acepten como yo.

Se le tensó el estómago en respuesta, la ingle se le engrosó. Pero era su corazón el que corría mayor peligro. Se embebió de ella mientras ofrecía la muñeca a Raja, la suntuosa belleza, no tanto de su cuerpo físico, si no de la luz en su alma que brillaba sobre él.

El plateado lobo alfa miró hacia Ivory y luego obedientemente trotó hacia Razvan y aceptó el primer alimento como se merecía. Razvan alimentó al gran macho, manteniendo todo el rato su mirada clavada en Ivory.

Durante mucho tiempo no hubo nadie en su mundo, nadie que le enviara calidez, que lo hiciera sonreír, que se preocupara de si vivía o moría… y ahora allí estaba ella, sentada como una princesa del bosque en medio de su insólita manada de lobos, dispuesta a compartir su vida con él, aunque fuera para ayudarla a destruir a Xavier. La aprovecharía… aprovecharía cualquier razón, con tal de que ella lo incluyera en la familia.

– Eres tan esencial para mí como el aire que respiro o el suelo en el que descanso. -Quería que ella supiera que la habría elegido sin importar lo que el destino les deparara. Quería que supiera que por ella, los sacrificios de su vida habían valido la pena.

Ella le lanzó una mirada por debajo de las espesas pestañas.

– Eres mi compañero, mi otra mitad.

Él le sonrió, negándose a sentir el aguijón ante su recordatorio. Ella no tenía que sentir lo mismo.

– Eso no es lo que te estoy diciendo. No estoy pidiendo nada a cambio, Ivory. Simplemente sentí que era importante que supieras como me siento.

Los alfas ya habían terminado de alimentarse de Ivory y la segunda pareja ocupó su lugar mientras los más pequeños se alimentaban de Razvan. Razvan empezaba a sentir un ligero mareo. Ivory no había bromeado cuando dijo que se despertarían hambrientos y querrían vincularse con la sangre ritual.

Ivory agachó la cabeza y él vio como enterraba los dedos más profundamente en el espeso pelaje de Gynger. La punta de la lengua humedeció el labio inferior, atrayendo su atención inmediatamente. La había puesto nerviosa otra vez, y eso ensalzaba aún más al guerrero feroz de su propio interior. No estaba cómoda en lo más mínimo hablando de sentimientos. Los lobos se presionaban más cerca de ella y revoloteaban alrededor de sus compañeras pareciendo ofrecerle el ímpetu necesario para responderle.

Alzó la barbilla y de mala gana sus ojos se encontraron brevemente con los de Razvan antes de que las largas pestañas los velaran.

– Me malinterpretas.

Eso era todo lo que iba a conseguir sacarle, pero suficiente para él. La lenta quemazón que empezó en su vientre se mezcló con las llamaradas de amor de su corazón, formando una potente combinación. Saboreó la sensación de desearla. Nunca pensó que sentiría esto por una mujer. Detestaba los crímenes que su cuerpo había cometido y nunca pensó en sentir la poderosa atracción entre los compañeros, sin embargo cada momento en su compañía fortalecía sus sentimientos hacia ella y las urgentes necesidades de su cuerpo.

Sabía, en lo más profundo, que una bestia había sido despertada por esta mujer. La única que podía dejar en libertad esa parte de él. La única que podía domar esa parte salvaje de su naturaleza. Observó moverse los dedos de Ivory a través del pelaje de los lobos y supo que deseaba esos mismos dedos acariciando su piel. La había besado en el sueño compartido y podía saborearla en su boca, en su lengua, llenando sus sentidos con la salvaje lluvia de ella, el aroma y el sabor de una nueva tormenta limpiando el bosque.

Risueño, sorprendido de estar vivo y con ella, buscó el cambio, dejó que lo tomara, el maravilloso desgarro de músculos y huesos, el estiramiento de los tendones y nervios mientras su cuerpo se doblaba y cambiaba, mientras le escocía la piel y luego le salía el pelaje, su propio y suntuoso pelaje en negro y plata, sus marcas distintivas. Se le alargó el hocico, su boca se llenó de dientes y de una deliciosa sensación de libertad. Sus patas eran largas y se movían sobre la nieve y el hielo con facilidad mientras rodeaba a su compañera, empujándola juguetonamente con la nariz.

La manada instantáneamente empujó contra él, ansiosos por correr, con las colas alzadas y agitándolas mientras hociqueaban a Ivory, queriendo que se diera prisa.

– Vale, vale, monstruos -consintió ella, alegre.

A través de sus ojos de lobo, Razvan observó como adoptaba el cambio, yendo al suelo con un movimiento grácil y hermoso, y al momento estuvo a cuatro patas, un acicalado y magnífico lobo con un manto plateado. No había confusión en sus ojos; brillaban de un claro color ámbar cuando lo miró, con la boca sonriente.

Inmediatamente la manada fue hacia ella como habían hecho con él, agachando los cuerpos en sumisión. Frotó el cuerpo con el de ellos, aceptando su homenaje, y luego la manada se volvió loca, brincando por todas partes juguetonamente, meneando las colas en alto, inclinándose hacia uno y hacia otro y luego saltando, revolcándose en la nieve y levantándose risueños.

Razvan sintió las risas de Ivory y entonces ella alzó la cabeza hacia la luna y aulló de pura euforia. Risueño, se unió a ella, añadiendo su voz, reclamando el territorio, dejando que la manada cantara su alegre música. Las notas salvajes sonaban a través de los árboles, ascendiendo hacia las estrellas y la luna y entonces se hizo el silencio cuando Ivory levantó la nariz para olfatear el viento.

Empezó a correr, pasando como un rayo a través de los árboles con la manada pisándole los talones, y Razvan descubrió el puro regocijo de correr en manada. El cuerpo del lobo estaba hecho para correr, las delgadas membranas entre los dedos le permitían correr suavemente y con facilidad sobre la nieve. Como el lobo caminaba sobre los dedos, averiguó que su peso estaba uniformemente distribuido, haciendo el cuerpo más eficiente para correr. Razvan adoraba su nueva forma, celebrando las maneras en que sus músculos se estiraban y contraían mientras trotaba, cubriendo extensas cantidades de terreno, saltando con facilidad sobre los troncos caídos.

Corrió todo el rato, y la manada dejó huellas de su paso a través de las almohadillas de los pies, marcando el rastro uno del otro y advirtiendo a los demás que se alejaran. Primero Ivory estableció un ritmo rápido, corriendo a todo gas, dejando que la manada sintiera sus cuerpos otra vez, el fluir de los músculos, la riqueza de la información, el sonido del bosque. Él podía oír el agua corriendo bajo el hielo, la forma en que las hojas susurraban en las ramas repletas de nieve sobre sus cabezas mientras el viento soplaba lo bastante fuerte para mecer las ramas.

El olor del conejo y del zorro era fuerte, así como de una abundancia de otras criaturas del bosque, todas temblando en silencio mientras la manada cruzaba sus territorios. Ivory viró bruscamente a la izquierda, alejándose del pueblo Cárpato hacia las cuevas y los lugares sagrados que los Cárpatos utilizaban en sus rituales. No quería que su manada se topara con alguno de los lobos locales. Como norma, mantenían una incómoda tregua entre su manada y las otras con las que se encontraba, pero por ahora estaban ejercitando su libertad y se merecían pasar ilesos a través de cualquier territorio que eligieran.

Estaba orgullosa de ellos por su papel en el rescate del granjero y su familia; al menos, esperaba que la pequeña estuviera todavía viva. Nadie le había dicho nada al respecto, aunque podía entender por qué. Habían estado muy sorprendidos ante el volumen de minerales y elementos de la tierra que los habían cubierto a ella y a Razvan, en una mezcla fundamental de todo lo que necesitaban para revitalizarse y repararse. La tierra lo había hecho muchos siglos atrás por ella, sin la ayuda sanadora o la sangre de los Cárpatos. Había sido toda una lucha encontrar suficiente sangre para mantenerse con vida.

Casi se había vuelto loca durante esos largos años, simplemente existiendo sin pensar en nada más que en sobrevivir y, en los años de intervalo, había aceptado su vida solitaria. Ahora, Razvan corría a su lado, sus hombros ocasionalmente tocaban los suyos, su corazón latía a ritmo con el de ella. Cada paso a través de la nieve, serpenteando por entre los árboles, vadeando un pequeño río todavía sin helar y eludiendo los bordes helados era mucho más divertido.

Había olvidado la diversión.

Y aquí estaba. Mente con mente. Ya no estaba sola y nunca lo estaría otra vez. Una vez que Razvan los había vinculado, había mezclado su alma con la suya, su cuerpo con el suyo, la mente y el corazón, hasta que fueron literalmente uno en espíritu. Había experimentado su vida, así como ella había experimentado la de él. No había nada que pudieran ocultarse el uno del otro. No sabía qué era peor, el daño psicológico que le habían infringido a Razvan o la tortura. Una vez sus tías lo hubieron convertido, ella estaba segura de que como hombre de los Cárpatos, lo peor fue el ser utilizado para engendrar niños para el consumo de Xavier. Y también traicionar a su hermana, desesperado por enviarle avisos, sólo para tener a Xavier corrompiendo cada mensaje hasta que el brujo casi la atrapa.

Mientras trotaba, cruzando un campo de blanco, Ivory se acercó a él, queriendo experimentar su primera vez como lobo, queriendo ser la que le ofreciera recuerdos felices que calmaran lo peor de sus experiencias. Él alargó el cuello y la recorrió mientras se movía, y ella lo sintió moverse en su mente, rodeando su voluntad con calidez.

Estoy teniendo el momento de mi vida. Nunca tuve tanta diversión. No estoy seguro de que hubiera sabido como divertirme sin que me lo mostraras. Supongo que se necesita tener una compañera para compartir este tipo de aventuras, para saborearlas de verdad.

A ella le gustaba la manera en que pensaba. Sobre todo le gustaba su compañía. Jugaron al escondite entre los árboles y se cubrieron el uno al otro de nieve. En un momento dado, Raja inició un juego extraño de pelea entre machos y Razvan parecía ser uno más de los lobos brincando y saltando en la nieve y cayendo por un terraplén, con Ivory riéndose de él.

Razvan se levantó, mostrando la fortaleza lobuna, sacudiendo el cuerpo para quitarse la nieve que tenía pegada debajo de los negros y plateados extremos de su pelaje. Ivory brincó hacia el banco y lo golpeó con el hombro, haciéndolos caer a ambos de nuevo por la pendiente, rodando de tal manera que cristales helados quedaron prendados de sus pelajes. Cuando se levantaron parecían dos lobos esculpidos en nieve.

Razvan frotó su cuerpo con el de Ivory, ayudándola a quitarse la nieve antes de volver y dirigir a la manada hacia los hogares Cárpatos diseminados por todo el bosque. Era una sensación sorprendente tener a la manada entera siguiéndolo. Ivory estaba a tan solo uno o dos pasos por detrás, todos ellos trotando y devorando el terreno en silencio. El viento le daba en la cara, el aire de la noche le cantaba, los animales más pequeños se alejaban a toda prisa en busca de seguridad mientras él dirigía a los lobos a través del bosque, ofreciéndoles respeto a la manada, sabiendo quién gobernaba allí en ese momento.

Ivory y Razvan tenían que alimentarse antes de ir a su guarida, y él estaba ansioso por ir, por salir del territorio Cárpato. Una cosa era “ver” a su hermana e hija desde la distancia, que le contaran que tal vez tenía una segunda o tercera hija a las que no conocía. Pero enfrentarse a ellas y ver que lo juzgaban… eso era mucho más difícil.

Eso nos importa poco, Razvan. Yo sé quién eres. Y sé lo que hay en tu corazón y tu alma. Si eligen mirarte con sospecha…

Como deberían, le recordó él con delicadeza, oyendo el tono protector en su voz. Pero le reconfortó que ella conociera su corazón y su alma. Lo conocía mejor que nadie, y para ser rigurosamente honesto, tenía que admitir que tener a una persona en el mundo que sabía lo que había sido su vida, sus sacrificios, importaba.

Ivory, eres un milagro. Es bueno saber que hay una persona en el mundo que guarda la verdad de mi vida en sus recuerdos. ¿Por qué era eso tan importante ahora, cuando había aceptado durante tanto tiempo ser tachado como el traidor y criminal Cárpato más despreciable y vil sobre la faz de la tierra? El simple pensamiento de que Ivory pudiera creer que él había engendrado niños con el único propósito de utilizar su sangre para alimentar su longevidad lo ponía enfermo.

No lo hagas, Razvan. He compartido toda tu vida, incluso los recuerdos más confusos. Lo que fuera que tu cuerpo fuera obligado a hacer, no era tu espíritu, la esencia de quién eres, quien permitió que ocurriera.

Tenía que concederle que tenía razón. Pero mis elecciones le llevaron a utilizar mi cuerpo.

He llegado a creer que el destino nos entrega a nuestro sino. Tal vez yo necesitaba soportar cosas en mi vida para ser digna de viajar a tu lado. Tal vez tú necesitabas soportar tu vida para llevar a cabo un gran destino. Lo que nos dio forma y nos perfeccionó hasta lo que somos ahora.

Y qué era ella… lo era todo. Apartó la cara, ocultando los ojos mientras seguía la senda principal hacia el hogar del Príncipe. Había demasiados sentimientos hacia ella que no se atrevía a dejarle ver por miedo a asustarla. Ella era tan frágil cuando se trataba de aceptar auténtico amor. Saboreó la palabra en la lengua, descubriendo que pertenecía a su corazón. Sí, estaba enamorado de su compañera, y los sentimientos se hacían más fuertes con cada minuto que pasaba en su compañía.

Razvan levantó la cabeza y envió una llamada al Príncipe, anunciando la presencia de la manada. Sabía que Raven, la compañera del Príncipe, estaba embarazada y cerca del parto. Todos los Cárpatos esperaban el evento y, sin duda, también Xavier. Eso sólo haría que algunos de ellos sospecharan de la oportuna aparición de Razvan. Lo mejor seria presentar sus respetos y marcharse lo más rápida y discretamente posible.

¿Crees que Xavier hará un movimiento contra el hijo del Príncipe?

No tengo ninguna duda, especialmente si el niño es varón. Razvan lo consideró con cuidado. Tiene que hacer su movimiento. Odia a la familia Dubrinsky sobre todo lo demás. Representan el poder de una raza inmortal.

Se nos puede matar, señaló Ivory. Así que no somos realmente inmortales.

Cuando Xavier se mira en el espejo, su carne está podrida hasta el hueso, y os mira a vosotros, ¿qué crees que quiere? Permanece con vida ahora sólo por la sangre de otros, y cada día se deteriora más y más. La sangre no puede cambiar su cerebro podrido. Ha luchado toda su vida para derrotar a esa familia. Tiene que hacerlo ahora.

Entonces debemos estar preparados para él. Esta podría ser nuestra oportunidad, Razvan, pero necesitaremos tiempo para prepararnos para la batalla. No había tanta impaciencia como determinación en la voz de Ivory.

Probablemente por eso el maestro vampiro está en la zona. Busca para Xavier.

Ella inhaló bruscamente, patinando hasta detenerse allí en lo profundo del bosque. Razvan se detuvo inmediatamente y se giró hacia ella, cambiando a su forma normal. Ella siguió su ejemplo, sin saber que su cara estaba tan pálida como la nieve bajo sus pies.

– ¿Qué pasa?

Su voz era dulce. Sus ojos eran dulces. Todo en él lo era, a excepción de su fuerza, esa profunda, permanente e implacable fuerza que significaba que él nunca se detendría. No la rodeó con el brazo para consolarla… ella se habría apartado. Simplemente le puso una mano sobre el hombro y la miró directamente a los ojos, preguntando. Nunca la invadiría exigiendo una respuesta. Permaneció allí, simplemente mirándola, esperando que confiara en él. Ivory lo encontraba irresistible.

– Como sabes, Sergey era mi hermano. Hace mucho tiempo, en otra época, era mi hermano, hasta que se unió a nuestro mayor enemigo. El mismo hombre que me destrozó. Se convirtió en la misma cosa que utilizó Xavier para cortarme a trozos y esparcirlos para los lobos. Se reían, Razvan. Todavía puedo oírlos algunas veces en el primer despertar bajo el suelo. Me digo a mí misma que no es mi hermano, pero fue mi hermano quién hizo esta elección. Quería transformarse en un vampiro. Eligió aliarse con Xavier. Hizo esas cosas no por vengarme, si no por poder. Porque mis hermanos creían que el pueblo Cárpato debería seguirlos. Desean poder.

Ella no quería que ese conocimiento le doliera ya. No era la misma joven ingenua que adoraba a sus hermanos y creía lo mejor de todo el mundo. Sabía que el Príncipe Vlad la había enviado a la escuela de Xavier, no para ayudarla si no para quitarla de la vista de su hijo. Miró a Razvan, inconsciente de las lágrimas que inundaban sus ojos.

– Todavía duele.

Esta vez la acercó de la misma manera suave y tranquila. La rodeó con sus brazos y le presionó la cara contra el hombro y simplemente se quedó de pie, en silencio, ofreciéndole consuelo. Pensaba que su compasión la reduciría de alguna manera, pero sólo la llenó de calidez y la tranquilizó como nada más podía. Ya no era esa joven, pero tampoco estaba sola. Tenía a Razvan, y de algún modo él encajaba como una segunda piel.

– Estoy bien -susurró, posando un beso a lo largo del cuello de él. La sangre latía allí, llamándola. Su cuerpo se despertó inquietamente y sintió la apasionada respuesta instantánea de él.

– Fue una debilidad momentánea, ya ha pasado.

– Debilidad no, fél ku kuuluaak sívam belso… amada. Se supone que tienes que sentir lo que puedas. Pesar, pena, dolor, incluso traición. Hay razón para la tristeza, por la pérdida de alguien amado. Dolor. No has hecho hincapié en estas cosas, pero debes sentirlas. Forman parte de la vida.

Le ofreció una pequeña sonrisa, posando un último beso sobre su cuello sólo para sentir su calidez e inhalar su aroma masculino. Permaneciendo allí, el cuerpo apoyado en el suyo y la cara enterrada en su garganta, supo que podía afrontar cualquier cosa con él.

– Desde luego podemos decir que todas esas cosas han formado parte de nuestras vidas -estuvo de acuerdo ella, forzando dinamismo en su voz para cubrir la emoción que amenazaba con desbordarse mientras se alejaba un paso de él.

Los dedos de Razvan se enroscaron alrededor de su brazo, se deslizaron hacia la muñeca y permanecieron allí como un brazalete. No podía mirarlo, no cuando su corazón estaba tan lleno. Se sentía tonta y tímida y fuera de su zona segura. Nadie la había tocado con esa ternura que la desarmaba. Nadie la había mirado con semejante deseo o amor. Apenas podía manejar tanta atención después de haber estado sola durante siglos.

Él le ahuecó la mejilla en su palma y la obligó a subir la cabeza, esperando hasta que las largas pestañas levantaron el velo sobre sus ojos y sus miradas se encontraron. Sintió la precipitación de la pasión, como una droga manando a través de sus venas.

– Eres un hombre muy peligroso, Buscador de Dragones -susurró.

Su lenta sonrisa encendió una llama, lenta y pecaminosamente malvada.

– Al igual que tú, guerrera, eres la mujer más peligrosa que conozco. -Había un discreto regocijo en su voz. Y pura pasión aterciopelada.

Inclinó la cabeza hacia la de ella, tomándose su tiempo con esas maneras lentas y comedidas que tenía. De la forma en que ella sabía le acariciaría la piel. De la forma en que la tocaba con las yemas de los dedos, tan leves, pero saboreando, un lento ardor que se extendía hasta que el fuego enloquecía fuera de control, negándose a que lo apagaran o extinguieran.

Podía notar cómo se le tensaba el cuerpo. Le dolían los pechos. Su útero convulsionaba. La respiración de Razvan era cálida y masculina. Ella no podía cerrar los ojos. Observó el cambio del rostro de él mientras se acercaba más y más. La forma en que la miraba, esas líneas gastadas se suavizaban, el asombro en su rostro y la creciente hambre en sus ojos. Pudo ver las largas pestañas, espesas y largas, la única cosa realmente femenina en él, cuando su cuerpo era todo duro músculo, huesos fuertes y grandes.

Su aliento tomó el de ella. Lo intercambiaron. Él respiraba por ella. En ella. Se apoderó de Ivory, con esa misma caricia lenta y comedida de su mente. Y entonces sus labios se posaron sobre los de ella y una ola de pasión la recorrió. Rayos de luna surcaban sus venas, la electricidad chisporroteó y chasqueó sobre su piel hasta que estuvo perdida, ahogándose en el puro fuego de su beso.

Ivory no sabía cómo había pasado, pero se encontró a sí misma con los brazos alrededor de su cuello y su boca fusionada con la de él, el cuerpo apretado estrechamente contra el de Razvan. Sintió el estremecimiento que le recorrió el cuerpo a él, y el suyo tembló en respuesta. Deseaba permanecer así, justo así, en ese momento perfecto, con la felicidad y el hambre cantando en sus venas. Trató de sofocar el deseo que crecía como un maremoto, inundándola, pero no había maneras de detener la creciente necesidad.

Los labios de él abandonaron los suyos y se arrastraron de modo seductor desde la comisura de la boca hasta su barbilla, hacia la garganta; un fuego ardiente hacia la plenitud de su pecho. Sintió el raspar de sus dientes y gimió, el sonido entrecortado y un poco desesperado. Giró la lengua sobre el suave monte. La respiración se le atoró en la garganta. Otro sonido escapó. Sus dedos se apretaron en el glorioso cabello de él mientras Razvan le clavaba profundamente los dientes y el erótico dolor estallaba en un creciente placer que se extendió por todo su cuerpo, más rápido que la caída de un rayo, provocando un pulsante latido entre sus piernas.

Ella enroscó una pierna a su alrededor y le acunó la cabeza, intentando no gritar ante el chocante placer que la atravesó. Él degustó su sabor como un buen vino, sin tragar ni apresurarse, sino extrayendo la esencia de su vida y el exótico sabor de ella lentamente. Deslizó las manos por su espalda y presionó sus caderas hacia delante para que Ivory pudiera sentirlo duro y caliente contra ella. Justo cuando pensaba que se ahogaría completamente, o sollozaría y rogaría para que él completara su vínculo, le pasó la lengua sobre los pinchazos.

La respiración de él era irregular, sus ojos calientes y un poco salvajes. Simplemente se abrió la camisa y le presionó la parte de atrás de la cabeza con la mano. Sus dedos formaban un puño, agarrando la sedosa trenza, sujetándola contra él, con la boca sobre el tentador sonido de su corazón. Su sangre fluía y refluía, llamándola, una terrible tentación que no pudo resistir.

Hociqueó el fuerte músculo del pecho, adorando la sensación de su fuerza y lo profundo de su respuesta ante el toque. Con deliberada intención pasó la lengua sobre el latente pulso, esperando que ese rollo Zen calmara el incendio. Necesitaba saber… saber con certeza… que él no solo la deseaba sino que la necesitaba con la misma creciente intensidad que ella. No podía estar sola en esta necesidad desesperada.

Razvan le presionó la cabeza más cerca con la mano, una orden silenciosa de que aceptara su ofrecimiento. Ella trazó otra lenta espiral con la lengua simplemente para oír ese profundo gemido masculino, para sentir como saltaba su pulso y el martilleo de su corazón. Dejó que el fuego se apropiara de ella, ascendiendo a través del canal femenino hacia su vientre y pechos, mientras los dientes se alargaban y arrastraba el aroma de él dentro sus pulmones.

Razvan susurró algo en voz baja y gutural, el sonido fue más importante para ella que las palabras. Los dedos de él eran mágicos en su cabello y contra su cuero cabelludo, la nuca, y una mano le recorría las nalgas, presionándola firmemente mientras la levantaba a medias. La fuerza de su cuerpo iba a juego con su voluntad y ella no pudo evitar la femenina emoción al sentir esa dureza contra su suavidad.

Respiró profundamente, saboreando el momento de exquisita lujuria que la envolvía con un amor fatal tan afilado que le atravesó el corazón. Luego hundió los dientes en el cuerpo de él, conectándolos como a compañeros. La riqueza se derramó en ella. Cada célula lo absorbió, lo tomó dentro. Su sabor le estalló en la lengua como burbujas efervescentes.

Razvan soltó otro gemido gutural, incluso más sexy que el primero, el sonido vibrante a través de su cuerpo, añadido al torbellino de emociones entremezcladas que brotaron con la reacción física hacia él. La conmovía como ningún otro habría podido, metiéndose bajo su piel y en sus huesos ahora, el adictivo sabor casi le hizo perder la perspectiva. Lo necesitaba, ahora mismo en medio de ninguna parte, con nieve sobre el suelo.

No en nuestra primera vez. Nuestra primera vez juntos quiero tenerte durante horas, no unos pocos minutos con la manada rodeándonos y el peligro acechando en cada esquina.

Incluso su negativa fue sexy. La voz aterciopelada, la lenta pasión, la descarnada necesidad que no trataba de ocultarle. Se permitió tomar un último trago y luego pasó la lengua por los pinchazos y simplemente se enderezó, dejando que la fuerza de él la mantuviera derecha cuando el cuerpo entero le estaba temblando.

– Tienes razón -dijo con pesar.

– Tenemos que ir pronto a casa. -Le susurró las palabras al oído.

Le gustó ese sonido. Más aún, adoró el tono ronco de su voz que le dijo que estaba tan agitado como ella. Como respuesta, le rodeó el cuello con los brazos y simplemente lo abrazó, absorbiéndolo en su interior.

La inquietud de la manada aumentaba, rodeándolos y golpeándoles las piernas inquisitivamente. Ivory se encontró sonriendo.

– Los niños se están impacientando, como suelen hacer los niños.

Para su consternación la mano de él se deslizó hacia su abdomen y permaneció allí, abriendo los dedos completamente.

– Estarás muy hermosa con nuestro niño dentro de ti, si alguna vez logramos destruir a nuestro enemigo.

Ivory nunca había considerado la posibilidad de tener un niño. Su vida entera había estado dedicada a una cosa… deshacer al mundo de un monstruo malvado. La idea de tener un compañero y un niño, de que pudiera algún día vivir con un asomo de normalidad, la conmocionaron. No estaba completamente segura de que pudiera lograrlo.

Razvan rió bajito y se inclinó hacia abajo para posar los labios ligeramente sobre los de ella.

– No te preocupes, mi pequeña guerrera. Nunca será normal para ninguno de nosotros, pero haremos nuestras propias reglas y nuestra vida se adaptará bien a nosotros.

– Entonces acabemos con esto -dijo Ivory.

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