La búsqueda para Razvan había sido intensa durante las pasadas tres semanas. Ivory se agachó bajo la nevada cuesta, levantándose lo bastante para estudiar el bosque bajo ella. No podía ver nada, pero el viento había cambiado lo bastante como para traerle el olor a sangre y muerte. Junto con ese olor llegó el sollozo suave de un niño.
Había tenido cuidado de alimentarse lejos de su guarida, así que sus viajes la habían llevado más cerca del mundo Cárpato donde Mikhail Dubrinsky, el Príncipe del pueblo Cárpato, y su guardián legendario, Gregori, tenían sus casas. Parecía haber muchos más Cárpatos que la última vez que estuvo cerca. Eso quería decir que cuando cazaba en busca de bastante alimento para alimentar a su manada, tenía que evitar no sólo a vampiros, a Xavier y sus sirvientes, sino también a los cazadores.
Sabía que los vampiros y Xavier buscaban a Razvan. Habían visitado la cabaña en el bosque donde se alimentó del humano, pero, por suerte, el humano se había ido hacía mucho tiempo. El hedor del vampiro permanecía en la cabaña, y afortunadamente los vampiros eran incapaces rastrearla a ella. Encontraron el lugar donde Razvan había caído. El área estaba rodeada de huellas y el hedor asqueroso del vampiro irradió desde ese punto central durante días antes de irse.
Se había asegurado de que ni ella ni la manada pisaran el suelo cerca de su guarida después de eso. Recurrió a visitar el pueblo para traer sangre rica con que alimentar a Razvan, apenas despertándolo, curándolo cada noche y manteniendo su mente libre de las imágenes dolorosas y los recuerdos que le obsesionaban y le atormentaban. Si después de que recuperara toda su fuerza y estuviera completamente curado, escogía encontrar el alba, se prometió a si misma que no lo detendría una segunda vez. Pero noche tras noche, sosteniéndolo en sus brazos y cantando el canto curativo, con su sangre fluyendo en él, sabía que sería difícil dejarle ir. Aunque lo haría. Lo dejaría libre, sin culpabilidad, porque salvarlo había sido su elección. Quedarse para ayudarla a derrotar a Xavier tenía que ser la de él.
El llanto del niño atrajo su atención de vuelta al bosque bajo ella. ¿Por qué no había contestado un adulto a esa llamada de pena? ¿Qué clase de padres dejarían a un joven a los peligros de un bosque nevado por la noche? Ni siquiera los aldeanos lo cruzaban, colgaban ajo y cruces sobre las ventanas y las puertas, creyendo los rumores persistentes de que los no muertos caminaban de noche.
Se hundió sobre los talones. Ella no tenía hijos. Ni siquiera había sostenido a un bebé, ni una sola vez en todo su ciclo vital. No podía recordar haber interactuado con niños cuando era más joven… antes… en el antes. Si un niño la veía en su forma verdadera, especialmente un niño Cárpato acostumbrado a la perfección de la forma, huiría de ella.
Se tocó el cuello. En esta forma, nunca le daba a un vampiro la satisfacción de ver las cicatrices. Los vampiros y Xavier habían hecho su peor trabajo con ella, pero ella permanecía impecable, inmaculada, sin marcas de su brutalidad. Como mínimo, le proporcionaba una ventaja psicológica saber que estaban tan sorprendidos por su hermosa apariencia.
La voz del niño subió e Ivory hizo una mueca. Iba a tener que verificar por lo menos que la cosita no estuviera herida, pero eso significaba exponerse cuando estaba segura de que había vampiros y cazadores en la vecindad. Respiró hondo y se encogió de hombros, dejando que la manada se uniera con su piel en forma de tatuajes. Ellos vigilarían su espalda, y podían extraer más información del viento que ella. Con seis pares de inteligentes ojos y seis narices reuniendo cada detalle alrededor de ellos, se sentía más segura.
Vamos a hacer esto. Y cuando encontremos al niño, nada de asustarlo. Lo llevaremos de vuelta con su madre y se acabó.
La manada no parecía más entusiasmada que ella. No los había dejado correr libres desde hacía un tiempo, sabiendo que los vampiros a menudo buscaban manadas de lobos, esperando encontrar evidencias para rastrearlos de vuelta a su guarida. Pronto, aseguró.
Se disolvió en vapor y pasó como un rayo sobre la nieve, permaneciendo agachada sobre el suelo, dando a los lobos la oportunidad de captar todos los olores.
Nauseabundos. Humanos. Cárpatos. Sangre. Muerto andante.
Ivory procesó la información y las direcciones tan rápidamente como los lobos la alimentaban con ella. Nauseabundos era el nombre que los lobos daban a los vampiros. Pero los muertos andantes eran marionetas, humanos no psíquicos entregados a la sangre del vampiro y a la promesa de inmortalidad. Los vampiros a menudo los utilizaban para atacar durante el día. Eran casi tan viles como los vampiros mismos.
Se movió aún más rápido, de repente atemorizada por el niño. Por un momento, debajo de ella, vislumbró a un hombre corriendo por la nieve, y entonces desapareció entre los árboles. ¿El padre del niño? Si ese era el caso, llegaba un poco tarde.
Localizó al pequeño, delgado, con una mata de cabello oscuro que le alcanzaba los hombros, luchando contra el tipo de trampas que habían atrapado a los lobos salvajes. Su corazón se hundió. Otra trampa. No era lo bastante tonta para creer que el chico había caminado entre la masa de trampas él mismo. Había sido tomado forzosamente de algún lugar, lo sabía por el olor a muerte y la sangre, y lo habían situado allí como una cabra para el sacrificio, los delgados alambres le cortaban las manos y tobillos. Había uno alrededor de su cuello. Estaba llorando, pero se mantenía de pie estoicamente, negándose a luchar y empeorar los cortes ya profundos.
No creía que este chico hubiera sido colocado ahí como cebo para ella… más probablemente fuera para Razvan. Él tenía una hija y había entregado su alma, o por lo menos un pedazo de ella, para salvarla. Xavier sabía que él arriesgaría todo por salvar a un niño. Ella estaba allí para pelear, pero no podía dejar a ese niño. Los vampiros estaban esperando a un Razvan muerto de hambre, enfermo y torturado, no a la Asesina, al azote de los no muertos.
Tomó forma cerca del chico, notando que él no se sobresaltaba ni chillaba asustado, lo cual significaba que había visto a un Cárpato antes y que le habían permitido conservar sus recuerdos.
– Es una trampa -articuló él. Miró fijamente los tatuajes de lobo con los dientes descubiertos y ojos que parecían vivos, que le cubrían los hombros y los brazos mientras ella se inclinaba para poner suavemente la ballesta en la nieve y retirar un cutter.
Ella asintió mostrando comprensión.
– Sigue llorando -siseó mientras cortaba en la muñeca izquierda liberándola.
Era valiente por parte del chico intentar advertirla cuando debía estar aterrorizado.
El chico no perdió el ritmo, mantuvo un vívido gemido mientras ella cortaba y aflojaba el alambre del cuello y se lo quitaba cuidadosamente. Acarició con las puntas de los dedos el fino collar de sangre que le rodeaba el cuello. Los dedos se arrastraron hasta su propio cuello, revoloteando allí por un momento cuando recordó la mordedura de la afilada hoja.
El chico no podía tener más de ocho o nueve años, con la cara delgada y larga, ojos inteligentes. La estaba mirando con atención, estudiándola de cerca mientras ella se estiraba a través de él para liberar la otra mano.
Detrás de ti.
El alfa le hizo la advertencia y ella sintió al gran lobo moviéndose, preparándose para el ataque. La cabeza de Raja estaba en su cuello, sus ojos miraban directamente a la espalda. Cuando giró ligeramente la cabeza, el movimiento hizo jadear al chico. Ivory empujó la cuchilla a las manos del chico y ella extendió los brazos lejos del cuerpo, doblando las rodillas hasta que estuvo agachada, dejando caer lentamente el brazo derecho para alcanzar su ballesta.
Los ojos del niño se abrieron en alarma y temor cuando miró sobre su hombro y vio al hombre grande que se acercaba por detrás de ella con un hacha agarrada en las manos. La cara del leñador tenía una mirada en blanco y arrastraba los pies, los ojos de un extraño color rojo. Levantó el hacha por encima de la cabeza de Ivory, todavía a varios metros. El chico abrió la boca para gritar una advertencia, pero ningún sonido surgió.
Ivory sintió el ligero tirón doloroso que siempre acompañaba a la separación de su manada cuando los lobos salvajes saltaron, completamente silenciosos mientras efectuaban su ataque concentrado, la comunicación sólo en sus mentes. Los dedos de Ivory se cerraron sobre la ballesta y la agarró, guiñando un ojo al chico para tranquilizarlo mientras se separaba de repente de él, daba un salto mortal y se levantaba sobre una rodilla, con la ballesta apuntada hacia su atacante. El chico miraba boquiabierto a los seis lobos plateados, más asombrado por la vista de ellos que por el atacante desalmado.
Los lobos condujeron al ghoul hacia atrás, lo sujetaron con los dientes por cada brazo, el alfa iba a por la garganta mientras los demás lobos lo agarraban de las piernas y lo retenían. Los títeres del vampiro eran muy fuertes, programados por sus maestros para una tarea; muy pocas cosas podían detenerlos una vez que se ponían en marcha. Los lobos lucharon violentamente con él pero poco podían hacer más que mantenerlo en el suelo bajo la masa plateada que se retorcía.
Ivory sentía la oleada de poder crujiendo en el aire y rodó más cerca del chico.
– Apresúrate. Estamos a punto de tener alguna compañía muy desagradable. -Mantuvo su cuerpo entre el niño y el ghoul que gruñía y se retorcía, y lo que fuera que venía hacia ellos.
Un hombre irrumpió desde los árboles, corriendo rápidamente.
– ¡Travis! ¡Trav! ¿Estás bien? -Patinó hasta pararse, divisando al ghoul, a los lobos y a la mujer que le apuntaba con una ballesta de aspecto muy mortal directamente al corazón.
– ¡Gary! Es Gary -gritó el chico, su voz estallando de alivio.
– Permanece lejos de los lobos -advirtió Ivory. Su intestino se tensó. Ahora tenía a dos humanos a los que proteger. Éste tampoco parecía sorprendido por el ghoul, ni por su aparición, como si una cazadora femenina, una manada de lobos y un asesino sin inteligencia fueran hechos cotidianos. Ella sabía poco acerca de la política Cárpato, y no quería saber más. Era una asesina. Y había un vampiro cerca.
Uno de los lobos gruñó, y por el rabillo del ojo Ivory captó un movimiento cuando el ghoul lanzó a una de las hembras más pequeñas. El cuerpo cayó casi a los pies del hombre llamado Gary. Él saltó atrás, observándola cautelosamente.
– Tienes a un vampiro bajando encima de ti -indicó Ivory-. Muévete o muere.
Por encima de la cabeza de Gary, en el remolino de copos de nieve y niebla podía ver el contorno de la forma horripilante de un vampiro. El poder irradiaba de él, y el latido de su corazón se incrementó. No era un vampiro menor; había luchado lo bastante contra ellos para saberlo.
Gary se lanzó hacia el chico, aterrizando boca abajo, arrastrándose el resto del camino. Travis se hundió en la nieve en un intento de cortar los alambres de los tobillos.
El vampiro golpeó a los lobos, levantando la mano para llamar al relámpago, empujando el rayo candente hacia su manada, indiferente a que el monstruo que él había creado estuviera en el camino de la destrucción. Ella golpeó al rayo con otro, conduciendo la crepitante y crujiente energía lejos de los cuerpos que se retorcían. Un árbol estalló más allá de los lobos, las astillas y los escombros llovieron sobre el ghoul y la manada. La manada saltó hacia atrás, rodeando al títere, sin prestar atención al vampiro, dejándoselo a Ivory.
Gary rodó para terminar de sacar al chico, protegiendo el pequeño cuerpo con el suyo mientras Ivory disparaba una de sus pequeñas flechas al pecho del vampiro. Lo golpeó justo debajo del corazón, y él giró la cabeza, dignándose a reconocerla por primera vez.
Ivory se quedó sin respiración. Un pequeño sonido escapó. Aturdida, apenas podía balbucear, nada coherente surgía de ella.
Gary la miraba agudamente, y luego al vampiro, mientras la criatura bajaba lentamente al suelo. La caricatura de un hombre que probablemente había sido guapo una vez. Estaba bien formado, con hombros anchos y pelo largo que había sido una vez grueso y espeso, pero ahora, obviamente, el vampiro no se molestaba en ocultar su malvada apariencia. La piel estaba estirada apretadamente sobre el cráneo y los dientes eran afilados y puntiagudos. No sólo parecía fuerte, sino que el poder que irradiaba de él colgaba en el aire. Los ojos resplandecientes estaban centrados en la cazadora femenina, pero parecía casi tan sorprendido como ella.
– Sergey -cuchicheó Ivory.
El vampiro respingó visiblemente ante el sonido de su voz pura y dulce. Se quedó un largo momento en silencio, sus miradas cambiando sutilmente. En un abrir y cerrar de ojos sus dientes no fueron largos, puntiagudos y manchados, sino blancos y rectos. La cara estuvo más llena y los ojos se habían vuelto oscuros. El ghoul se movió y el vampiro simplemente chasqueó una mano hacia él congelándolo donde estaba. Ni siquiera los lobos se movieron; eran estatuas, mirando fijamente a la mujer y al vampiro mientras se encaraban el uno al otro.
– ¿Ivory? -La voz rechinó. Carraspeó-. ¿Ivory? -repitió y esta vez el tono fue hermoso. Apacible. Cariñoso. Las manos subieron para ahuecar el mástil de la flecha donde la sangre negra goteaba desde el pecho-. Estás viva.
Las manos de Ivory temblaron y respiró. Uno. Lo retuvo y luego soltó el aire en una boqueada larga como si luchara por respirar. Su mirada cayó en la flecha del cuerpo, la sangre goteaba lentamente por su camisa y manaba alrededor de la herida de entrada.
– Sí -cuchicheó-. Estoy viva y mi alma está intacta. ¿Cómo es que tú, mi amado hermano, te uniste a las filas de los malvados que destruyeron a tu hermana? Contéstame a esto. -Cada palabra fue arrancada dolorosamente de su corazón, atenazándole la garganta, amenazando con estrangularla con cruda pena y el sentido terrible de la traición.
La garganta de Ivory estaba atascada de lágrimas. Dudaba que pudiera decir otra palabra sin estallar en sollozos. Se negó a apartar la mirada del vampiro, ni por un momento, aunque fuera mucho más difícil pensar en él como un enemigo cuando su forma era tan querida y familiar. Deseaba lanzarse al consuelo de sus brazos y descansar la cabeza contra su hombro, llorando por el pasado perdido.
Buscó el sendero que sería mejor usar para advertir al humano. Toma al chico y deslízate. Vete lejos de este lugar. No estoy segura de poder derrotar a éste en batalla.
Sergey. Había sido un genio como luchador. Pocos se le comparaban. Ahora tenía siglos de batallas con los mejores cazadores Cárpatos, por no mencionar a los vampiros que había derrotado para añadir a su experiencia. Trató de no ver la taimada y astuta inteligencia en las profundidades de sus ojos. No quería creer su primera visión de él. Había evitado a sus hermanos una vez confirmó los rumores cuchicheados.
Gary agarró a Travis por la parte superior del brazo y empezó a moverlo lentamente de vuelta al bosque. La cabeza del vampiro giró lentamente hacia ellos, y por un momento ese color oscuro y suave llameó a rojo y brilló en ellos como un animal feroz.
– No los mires, Sergey -dijo Ivory con brusquedad-. O debo llamarte hän ku vie elide…, vampiro, el ladrón de la vida.
La mirada del vampiro volvió con brusquedad a ella y pareció triste.
– Eres mi amada hermana…
– No me llames amada cuando me traicionaste. Estás aliado con aquellos que me robaron la vida.
– Se les ha administrado justicia.
– ¿De verdad? -Estaba de pie, alta y derecha, la luna brillaba sobre su pelo negro azulado-. No puedes mentirme, Sergey. Otros quizás te crean, pero he cazado vampiros durante muchos siglos y conozco a los que me llevaron a la pradera de nuestro padre, cortaron mi cuerpo en pedazos y los dejaron para los lobos. Sé que están vivos, así que no me cuentes bonitas mentiras.
– ¿Le hicieron realmente eso, Gary? -El chico sonó temeroso con su fuerte susurro.
Ella vislumbró al hombre que sostenía al chico cerca, intentando tranquilizarlo. Cada vez que se movían, el ghoul daba un paso con ellos en un macabro baile de muerte. Cada vez que el ghoul cambiaba de posición, los lobos lo rodeaban y se lanzaban hacia él, con los dientes desnudos.
– Déjanos, Sergey -dijo Ivory-, y llévate tu kuly contigo.
– ¿Qué es kuly? -preguntó Travis.
Ella giró la cabeza hacia el chico, pero mantuvo la mirada en el vampiro.
– Es un gusano que vive en los intestinos, un demonio que posee y devora almas. Así que realmente, eso es lo que Sergey es, ya que posee el alma de ese gusano. -Con el mentón indicó al ghoul.
– Necesito un arma -siseó Gary hacia ella.
Ivory suspiró. ¿Qué hombre entraría en el bosque persiguiendo al ghoul que se había llevado a un niño sin un arma? Por lo menos no estaba histérico, y eso era una ventaja cuando necesitaba cada gramo de concentración que podía reunir. En todo caso, no había necesidad de cuchichear; cualquier vampiro, mucho más un maestro vampiro, tenía una excelente audición.
– Has olvidado tus modales, Ivory -reprendió Sergey, pareciendo más dolorido que nunca. Se arrancó la flecha del cuerpo, la observó desintegrarse en su palma y dejó caer los pedacitos de metal en la nieve-. Tu flecha casi me perforó el corazón.
Ivory marcó donde cayeron los pedazos.
– Si todavía tuvieras corazón, los que profanaron mi cuerpo habrían sido llevados ante la justicia. En vez de eso, atormentas a un niño con tu patético títere. Toma a tu sirviente y vete, Sergey. No quieres luchar contra mí.
Él se rió, un sonido malvado que se alzó hasta que pareció que llenaba los cielos alrededor de ellos. Los árboles temblaron, sacudiendo la nieve de sus ramas de tal manera que los cristales de hielo fueron lanzados al aire. El vampiro levantó la cabeza y tosió con fuerza. Cuando las escamas heladas se endurecieron y cambiaron de forma, lloviendo, Ivory extendió la mano y la nieve se convirtió en vapor, una gran ráfaga de viento sopló de vuelta a la cara de Sergey.
Él tosió otra vez y se ahogó, se estranguló, se tapó la boca con la mano. Detrás de la palma ella pudo divisar un pequeño hilito de sangre, luego unas gotas carmesí mancharon la nieve debajo de él. Tosió y roció más sangre. Por encima de la mano, los ojos resplandecieron rojos y ella oyó que el niño soltaba un grito estrangulado y asustado.
Mantén su cara contra el pecho, ordenó a Gary. Puso sus parásitos en la nieve y pueden ser mortales. No puedes permitir que el chico los inhale.
Sergey escupió en la nieve, manchando el polvo blanco prístino con diminutas criaturas que se meneaban, parecidas a gusanos.
– Estoy perdiendo la paciencia, Ivory. Debes unirte a mí ahora.
Sintió que el cuerpo le respondía a la dulce compulsión de su voz. Cerró los dedos con fuerza alrededor de la ballesta.
– ¿Crees que todavía soy esa joven que viste por última vez? No respondo a la compulsión.
Él abrió los brazos.
– Ven a mí, hermana. Este es tu lugar, con nosotros. Luchamos contra el Príncipe… por ti. De no ser por la cobardía de su padre, por la enfermedad de su linaje, nada de lo que te sucedió habría pasado. Te envió lejos, sabiendo que era peligroso para ti, contra los deseos de tus hermanos. ¿Lucharías para su hijo? ¿Te unirías con el hermano del hombre que puso en marcha una guerra?
¿Estaba maniobrando para acercarse más? No podía decirlo. Balanceaba el cuerpo mientras hablaba y ella no podía decir si estaba usando eso para adelantarse centímetro a centímetro, no con la nieve arremolinándose alrededor de su cabeza. Cada vez que el ghoul se movía los lobos reaccionaban, pero su atención estaba centrada en el títere, dejándole el maestro a ella. Su visión pareció un poco nebulosa. O quizás era su mente. Cuando él hablaba su voz evocaba imágenes que ella mantenía enterradas profundamente para evitar la locura. No podía distanciarse y recordar ese momento cuando todo estuvo perdido y Draven la entregó a los vampiros con una sonrisa afectada en la cara. Le había agarrado la cara entre las manos y la había besado. Ella había tenido la satisfacción de morderlo con fuerza, arrancándole casi el labio. Él le dio un puñetazo lo suficientemente fuerte para hacerla perder la concentración, como parecía estar haciendo ahora.
¡Hermana! Rajá la llamó con brusquedad.
¡Hermana! ¡Hermana!, el resto de la manada tomó el grito.
Ayame levantó la cara al cielo y aulló, el sonido penetró por el cerebro de Ivory. Parpadeó. Las manchas de sangre en la nieve ya no estaban allí, o si estaban, no las podía ver porque el no muerto se había deslizado hacia adelante esos pocos centímetros. Podía sentir la ballesta en la mano, todavía apuntando flojamente a su hermano. Las manos le temblaron. Había luchado contra un maestro vampiro una o dos veces en los pasados años, y había escapado apenas con vida.
Sabía que Sergey había sido considerado uno de los cazadores Cárpatos más grandes mucho tiempo antes de convertirse.
– Retrocede -ordenó-. No quieres hacer esto.
– Mi paciencia se está acabando. -Sergey chasqueó los dedos-. Este niño es el principio. Tendremos a los otros pronto y se unirán a nosotros o morirán. Una vez que la esperanza se desvanezca, tendremos pocos problemas para eliminar a los Cárpatos. Estás con nosotros en esto. Ven aquí con tu hermano y aliméntate. Te lo ofrezco todo.
Notó que él apenas podía sostener su tono agradable, otra indicación de cuán lejos estaba. Demasiados años como vampiro habían dejado los recuerdos de días mejores fragmentados. La lenta putrefacción había reclamado incluso el recuerdo de lo que había sido el amor, de lo que significaba la familia. Se había quedado sin tiempo, esperaba que al entretenerlo, los cazadores Cárpatos sentirían el poder oscuro tan cerca de su reino. Y si el chico era realmente parte del mundo Cárpato, ¿dónde estaban sus guardianes?
– Mi corazón y cuerpo murieron hace mucho, Sergey, y ahora tú me ofreces tan graciosamente la muerte de mi alma. Escojo permanecer fiel a las enseñanzas de mis hermanos.
– Estábamos equivocados al seguir al Príncipe. Era indigno. Permitió que su hijo destruyera todo lo que nos era querido. -Estiró la mano hacia ella otra vez, haciéndole gestos con los dedos-. Maxim habita en la tierra de las sombras. También Kirja, ambos asesinados por malvados cazadores Cárpatos, los traidores a su propia gente. Ruslan y Vadim necesitan ver a su amada
sisar… hermana.
El corazón de Ivory se contrajo. El tirón del pasado era fuerte. Luchó contra los recuerdos, la compulsión, sacudiendo la cabeza para rechazar el cebo. No cambió de posición mientras alzaba la mirada inocentemente hasta su amado hermano. El dedo apretó el gatillo de la ballesta, soltando la flecha. Tiró el arco al macho humano y corrió hacia Sergey, golpeando con las flechas bañadas una línea recta por su pecho.
¡Era un acto de desesperación atacar a un vampiro maestro, pero no podía esperar su ataque! ¡Vete! Toma al chico y corre. Mi manada rechazará al ghoul para darte una oportunidad. Esperaba que Gary comprendiera que su oportunidad era pequeña y no la malgastara. Su máxima prioridad tenía que ser la vida del niño… especialmente cuando Sergey había admitido que planeaban convertir o matar al chico.
No miró para ver si Gary obedecía; todo su ser estaba concentrado en Sergey. Las flechas evitarían que cambiara, pero bueno, no parecía que tuviera ninguna intención de cambiar. La esperaba con esa pequeña semisonrisa afectada en la cara.
El ghoul se movió bruscamente y cargó hacia adelante. Los lobos saltaron y él trató de aplastar sus cuerpos unos contra otros mientras ellos rasgaban la carne muerta.
Gary cogió a Travis como un balón de fútbol, se metió al chico bajo un brazo mientras agarraba la ballesta con la otra mano y corría de vuelta al refugio de los árboles, zigzagueando a través de la maleza para presentar un objetivo más difícil.
El relámpago golpeó la tierra desde el cielo, golpe tras golpe mientras el vampiro se esforzaba por detenerlo, frenándolo, forzándolo a caerse varias veces en la nieve. Todo el tiempo, Sergey se mantuvo firme, sus ojos eran unos agujeros resplandecientes, abrasadores y despiadados, que miraban a Ivory mientras ésta se apresuraba hacia él, con la espada en alto.
En el último momento, antes de que la punta de la espada pudiera hundirse en la carne, él se movió tan rápidamente que fue un borrón, arañándole la cara con las puntiagudas garras venenosas, agujereándole la piel. Ella se movió hacia él, dando un salto mortal en el tranquilizador polvo helado, subiendo una rodilla detrás de él y lanzando una estrella mucho más mortal hacia la nuca. Acertó cuando él giraba para encararla, un golpe de suerte, las puntas que giraban le cortaron el costado del cuello, seccionándole la yugular.
La sangre negra roció a través de la nieve y todas las pretensiones de cortesía y de cariño entre hermanos se desvanecieron en un instante. Sergey echó hacia atrás la cabeza y aulló. El sonido resultó intolerable, una onda de energía que explotó todo a su paso, echándola hacia atrás y haciendo lloriquear a los lobos.
Ivory aterrizó de espaldas, el aire se le escapó con rapidez de lo pulmones, dejándola jadeante. Automáticamente rodó varias veces, salvando la vida. Las descargas del relámpago golpearon el suelo donde ella había estado y la siguieron a través de la nieve, dejando grandes agujeros abiertos al rojo vivo donde aterrizaba cada golpe.
Se puso de pie a corta distancia, emborronando su cuerpo y enviando copias de su forma contra el vampiro desde todas direcciones, entrando corriendo, golpeando con la espada en su pecho. Antes de poder retorcer el puño o retirarlo, él le hundió los dientes en el hombro, sujetándola con fuerza con la boca alrededor del delgado hueso y lo destrozó. Ella gritó cuando el dolor explotó, irradiando hacia fuera, la carne le ardía por el ácido de la sangre que se vertía sobre ella.
– Mmm, sisar, hermana, sabes deliciosa -susurró él, con una sonrisa afectada y despreciativa en su voz-. No he saboreado sangre Cárpato en mucho tiempo. Quizás te mantendré para mí en vez de compartir tu delicioso sabor con mis hermanos.
Ivory le arañó la cara, tratando de obtener la suficiente palanca para liberarse. No se atrevía a apartar a los lobos del ghoul, por temor a que el niño no huyera. Levantó la rodilla hacia la entrepierna de Sergey, el tacón de la bota le arañó la pierna para aplastarse en el costado de la rodilla. Él profundizó la mordedura, rompiendo la carne como si tratara de consumirla.
Ella luchó por permanecer consciente a pesar del dolor, llevó ambas manos atrás y le golpeó con los puños en ambos lados de la mandíbula, yendo a por el hueso. Él abrió la boca en un chillido y levantó la cabeza.
Gary disparó la ballesta, golpeando al vampiro en el ojo derecho.
¿El chico? Ivory jadeó mientras se dejaba caer al suelo, la sangre bombeaba de su hombro destrozado. Se disolvió cuando Sergey se estiró hacia ella, las garras atravesaron el vapor. Gotitas de sangre la siguieron a través de la nieve mientras se alejaba como un rayo de Sergey.
Gary dio marcha atrás cuando el vampiro gruñó y se giró para mirarlo con un ojo resplandeciente.
– Lo he enviado de vuelta a la aldea. No podía dejarte atrás.
– Desearás no haber nacido. -Le prometió Sergey y se estiró para tirar de la flecha del ojo. La sangre negra le manaba por la cara. El vampiro no se molestó en enjuagarla; en su lugar desnudó los salvajes dientes hacia el humano.
Ivory se materializó sobre el ghoul, le cortó el cuello con un golpe duro, enviando la cabeza rebotando obscenamente a través de la cuesta. Los lobos sujetaron el cuerpo al suelo, sosteniéndolo allí mientras ella reunía energía del cielo.
¡Moveos! Ya había lanzado el rayo a la criatura desalmada, golpeando justo cuando los lobos saltaron hacia atrás, en un movimiento que habían perfeccionado innumerables veces.
Llamas rojo anaranjadas hicieron erupción y se volvieron negras, un hedor asqueroso llenó el aire cuando la carcasa ardió. Ivory pateó la cabeza hacia las llamas y encaró al vampiro sobre el humo fétido que se alzaba. Respiraba agitadamente, su cuerpo estaba cubierto por su sangre y por la de él. Rastros de carne ennegrecida le veteaban el hombro y le bajaban por el brazo, pero le enfrentó estoicamente, con una ceja arqueada.
– Tienes muy mal aspecto, hermano -comentó-. Debes estar envejeciendo y debilitándote para permitir que un humano se te acerque con sigilo de ese modo.
Mientras hablaba, iba rodeándolo para poner su cuerpo entre Sergey y el macho humano. El hombre había arriesgado su vida por ella y todavía estaba allí, esperando a hacer otro disparo, cuando tenía que saber que la ballesta no iba a eliminar a un maestro vampiro. Ella raramente había tenido tratos con humanos, pero tenía que admirar su valentía, aunque temiera por su vida.
– Uno de los míos por uno de los tuyos, hermanita -siseó Sergey, su cuerpo se movió de repente con velocidad borrosa.
Aún con su metal especial recubierto en él, Ivory apenas pudo seguirle el rastro, el vampiro maestro se movió demasiado rápidamente. Lo vio agarrar al pequeño Farkas y golpear el cuerpo del lobo contra la rodilla. Se oyó un audible crujido y el animal chilló. Cacareando, Sergey tiró al lobo lejos de él para el que el cuerpo golpeara sobre una roca nevada, donde el animal yació roto y jadeando de dolor.
Las puntas de flecha metálicas cayeron al suelo en pedazos, el cuerpo del vampiro ya se estaba regenerando, mientras el suyo se debilitaba por la pérdida de sangre. No se atrevía a cerrar las heridas y atrapar a los parásitos dentro de ella donde pudieran asirse. Por un momento, simplemente enfrentó a su hermano, intentando decidir la mejor manera de atraer la suerte de su lado, era la única oportunidad posible que tenía de derrotar al vampiro.
El aire alrededor de ellos se cargó de electricidad y se le erizó el vello de la nuca. Sintió la comprensión en los pulmones y pensó que era el no muerto atacando, pero él retrocedía, echando una mirada cautelosa a izquierda y derecha y luego arriba al cielo.
– Otra vez será, Ivory.
Sergey levantó las manos y el suelo explotó en violenta agitación, tirando tanto a Gary como a Ivory. Gary cayó de cabeza e Ivory saltó para tratar de cubrirlo de cualquiera que fuera la última agresión de Sergey. La nieve explotó en el aire en forma de ciclón volviéndolo todo blanco. Ella sintió el impacto de su golpe en su costado izquierdo, golpeándola y tirándola sobre el macho. El golpe hubiera matado a un humano; fue como si sintiera sus huesos romperse bajo aquella fuerza.
Ivory rodó y se balanceó hacia atrás, permitiendo que el empuje la pusiera de pie mitad agachada, ignorando las ondas de dolor que le recorrían el cuerpo. Giró en círculo. Sergey se había ido. Sólo había silencio, roto solamente por su respiración pesada y jadeante. Ivory se hundió, la fuerza la abandonaba en ráfagas.
Sobre las manos y rodillas se arrastró hacia Farkas mientras los demás lobos les rodeaban. Ivory cogió al lobo en brazos, juzgando cuánto tiempo tenía para curarlo. Estaba definitivamente débil y necesitaba sangre.
Gary puso en pie.
– ¿Estás bien?
– Sí. Gracias. -Le salió más forzado de lo que quería-. ¿Cómo consiguió el ghoul a ese niño? ¿Por qué no se le ha mantenido a salvo? -Le lanzó una rápida mirada de reprimenda, con la mano acariciaba suavemente la espalda de su lobo, encontrando las interrupciones en la espina dorsal.
– Es el hijo adoptivo de Sara y Falcon, y aunque psíquico, es humano. Durante el día los niños asisten a la escuela y toman parte en las actividades regulares que tienen los demás niños en la aldea. Falcon y Sara tienen guardianes en el lugar. Yo estaba con varios de ellos en la escuela, pero Travis había ido a asistir a una función con una mujer que nos ayuda. No teníamos la menor idea de que había una amenaza en la zona.
Ivory suspiró.
– Los maestros vampiros han aprendido a ocultar su presencia de los cazadores. Algunos de los vampiros menores también han estado adquiriendo lentamente la habilidad. Tus cazadores deben saberlo y tomar mejores precauciones.
Encima de ellos, el trueno retumbó y la respuesta estalló a través del cielo como si dos fuerzas poderosas se encontraran y chocaran en los cielos encima de ellos.
Sergey había enviado otra explosión hacia ellos, esperando acertar desde lejos, pero una mano invisible les había escudado. La energía estaba mucho más cerca, y ella sabía que no tenía mucho tiempo. Tenía que marcharse antes de que los cazadores Cárpatos llegaran.
Otro chorro de energía barrió el área, meciendo la tierra y haciendo que los árboles temblaran. Varias piedras se soltaron y rodaron, atrayendo la atención de Ivory a los pedazos de metal desparramados por la nieve. Levantó la palma, llamándolos de vuelta, teniendo cuidado en encontrar cada pedazo y colocarlos en una pequeña bolsa en su cinturón.
Gary frunció el entrecejo.
– ¿Qué son ésos?
– Armas. -Se encogió de hombros, no queriendo atraer la atención sobre su secreto-. Tengo que cuidar de mi lobo. Puedes dejar la ballesta aquí e irte con mi agradecimiento.
– Creo que esperaré hasta que esté seguro de que estás bien.
Ivory le soltó un gruñido de despedida, cerró los ojos y colocó las manos sobre los huesos rotos del lobo, atrayendo tanta energía como se atrevió para curar a Farkas lo bastante para que pudiera viajar por lo menos. La luz ardía bajo las palmas y el calor irradió por la espina dorsal del animal.
– ¿Me darías tu sangre? -Ivory levantó la mirada al hombre que estaba de pie sobre ella.
– ¿Qué?
– No te la estoy pidiendo para mí. Él necesita sangre para curarse. No te hará daño, te lo garantizo. -Mantuvo su mirada centrada en la de él-.Yo no te forzaría. Es únicamente tu elección.
Gary se agachó junto a la mujer, consciente de los cinco grandes lobos que se apretaban cerca de él. Ninguno actuaba de forma amenazante, pero eran unas bestias grandes y parecían violentos. Algunos tenían quemaduras en la piel y alrededor de los hocicos por la sangre ácida cuando habían derribado al ghoul. Más de cerca, pudo ver numerosas cicatrices viejas de otras batallas. Colocó la ballesta junto a la mano de ella y asintió, enrollándose la manga.
Ivory le entregó un cuchillo. Gary lo tomó y sin vacilar se cortó a través de la piel, presionó la muñeca contra el hocico del lobo. El lobo lamió la sangre mientras Ivory murmuraba un canto curativo suave.
– Suficiente -dijo ella, sólo minutos más tarde-. Eso nos permitirá viajar. Estoy en deuda.
– Déjame darte sangre -ofreció Gary-. Si esperas, los demás llegarán aquí pronto y podrán curar tus heridas.
– Estamos aquí -dijo una voz detrás de ellos.
Ivory jadeó y se giró, tomando su ballesta y apuntando con la flecha al corazón del recién llegado. No lo había oído acercarse, ni tampoco los lobos. En un momento no había nadie y al siguiente estaba allí, alto y poderoso con fulminantes ojos plateados. Mantenía su mirada sobre ella, e Ivory tuvo la sensación de que lo abarcaba todo, sus lobos, Gary, la escena de la batalla y cada herida.
– ¿Estás bien, Gary?
– Ella salvó nuestras vidas, Gregori -explicó Gary.
Ivory había sabido exactamente quién era este hombre en el momento en que le había visto. Había conocido a sus hermanos mayores, Lucian y Gabriel, pero Gregori era una leyenda por derecho propio y no quería tener nada que ver con él. Se puso de pie lentamente, con cuidado de no hacer ningún movimiento repentino, manteniendo la flecha apuntada hacia él. Hizo gestos a los lobos y estos se movieron colocándose detrás de ella.
– Estamos en deuda, señora -dijo Gregori, inclinando la cabeza-. Soy un sanador. Quizás podría ayudarla a cambio del gran servicio que ha prestado.
Ella sabía que él estaba usando el discurso formal, reconociéndola como a una antigua, pero se negaba a permitirle calmarla con una falsa sensación de seguridad. No se fiaba de él más de lo que se fiaba de Sergey. Detrás de él otro hombre se materializó y ella se oyó jadear. Por un horrible instante estuvo segura de que Draven estaba vivo y había venido a por ella otra vez. Le llevó un momento darse cuenta de que tenía que ser Mikhail Dubrinsky, el hermano más joven de Draven, el Príncipe reinante del pueblo Cárpato.
Dio un paso atrás, la flecha moviéndose para cubrir inmediatamente el corazón del intruso. Gregori dio un paso deliberadamente delante del Príncipe, manteniendo la palma de la mano hacia fuera, hacia ella.
– Nadie quiere herirte. Estamos en deuda contigo.
Detrás de él, el Príncipe apartó suavemente a Gregori a un lado.
– Soy Mikhail Dubrinsky y estamos en deuda contigo.
– Sé quién eres. -No pudo evitar la amargura de su voz-. Di mi ayuda libremente al niño, y este hombre me ha devuelto más que cualquier deuda que tuviera. Farkas, en pie ahora.
El lobo se levantó obedientemente y tropezó, casi cayéndose otra vez. Ella maldijo, sabiendo que estaba demasiado débil para cruzar la distancia solo. No podría volver a su guarida, no herida y sangrando. Dejaría un rastro de sangre en el cielo. No sería visible, pero las gotitas podrían ser olfateadas y cualquiera que lo deseara podría encontrarla.
Gregori dio un paso más cerca y la otra mano de Ivory fue a la pistolera. Ivory sacudió la cabeza.
– No deseo luchar contigo, pero si insistes, lo haré.
– Sólo deseo ayudarte.
– Hazlo dejándome pasar libremente por tu tierra. Tomaré a mi manada y me iré.
– Eres una mujer Cárpato sin compañero y necesitada de nuestra protección -dijo Gregori, con su voz suave e irresistible.
– Soy una antigua guerrera con compañero y lucho mis propias batallas. No debo lealtad a tu gente y ninguna a tu Príncipe. Que sepas esto, Oscuro, lucharé a muerte para mantener mi libertad. Sólo quiero que me dejen en paz. -Dio otro paso atrás.
– Si te marchas sin ayuda, serás vulnerable a cualquier ataque -contestó Gregori, su voz más apacible que nunca-. Como guerrero Cárpato, un macho, sanador de nuestro pueblo, no puedo permitir que te vayas sin ocuparme primero de tu bienestar.
Ella balanceó la espada hacia arriba, los ojos oscuros despidiendo fuego incluso mientras la desesperación la recorría.
– Entonces debes saber que será un combate a muerte. No quiero ayuda de ti ni de ninguno de los tuyos.
Los lobos se desplegaron, incluso Farkas, frente a los machos Cárpatos… enemigos ahora… rodeando a los hombres con los dientes descubiertos.