– ¿Qué es eso? -preguntó Razvan mirando sobre el hombro de Ivory, mientras ésta trabajaba.
Esa noche se había levantado con la sensación de los dedos de ella acariciándole la piel. La maravilla de tener a Ivory en su vida, en su cama, con su alma fundida con la de ella, iba más allá de cualquier cosa que imaginara alguna vez. Hicieron el amor suavemente y con ternura y luego se volvió feroz y salvaje.
Había sido divertido cazar juntos. Habían observado la luna naciente quemando a través de las montañas con sus picos nevados, vertiendo plata a través del cielo color medianoche para iluminar la nieve brillante, que formaba capas a través del prado y colgaba de los árboles. Volaron juntos por el cielo, muy por encima de los árboles, alas contra alas, el viento erizando las plumas, ambos atrapados por la libertad de los búhos volando, dando volteretas y bajando en picado, realizando acrobacias sólo por diversión y porque podían.
Dando vueltas con ella, con las garras unidas, Razvan supo que todo lo que necesitaba estaba aquí, en esta única mujer. Lo había salvado con su sonrisa. Con su belleza interior. Con su alma. Se había convertido en su propio milagro personal. No estaba totalmente seguro de que la tierra lo hubiera sanado. Lo había hecho Ivory. Con los colores que le había proporcionado, trayendo vida a su mundo. Con la alegría que le había restaurado, haciendo que cada momento significara algo para él. Había reemplazado las sombras de sus ojos, de su corazón, por amor. Había reemplazado la oscuridad de su alma por luz.
Tragó con dificultad, frotándole el hombro con la barbilla mientras estudiaba detenidamente el libro que ella había abierto mientras lo estudiaba en su cuarto de trabajo. Podía ver que había escrito sobre el texto antiguo y leyó las palabras para sí, frunciendo el ceño a la vez que lo hacía.
El mago camina hacia adelante mientras Las Puertas del Infierno se cierran.
Los relámpagos golpean con su primera orden.
Espirales de energía salen de sus dedos.
Un hechizo toma forma bajo sus labios.
Alto y oscuro, maravillosamente esbelto.
Sus ojos de plata se encienden como brasas encendidas.
Un poder, una presencia que no se puede explicar.
Una sensación de arrastre que no abandonará el cerebro.
Una añoranza, un anhelo que quemará como fuego.
Para ser anhelado y tomado con ardiente deseo.
El mago camina hacia adelante extendiendo sus brazos.
Su víctima acude callada sucumbiendo a su encanto.
Las brasas de pasión prenden en llamas.
Mientras el mago arrastra profundamente a su interior sangre del corazón.
Consumiéndola toda, sin dejar nada.
La víctima languidece en un dolor indecible.
El mago, habiendo tomado el cuerpo y el alma,
ahora, se aleja de lo que está quebrado para buscar a alguien que esté entero.
El patrón está preparado, el final es el mismo.
El mago necesita sangre del corazón para estar entero y sobrevirir.
El estómago de Razvan dio un vuelco, y así como así, su mundo escapó de su control, derrumbándose en imágenes de sangre, gritos y muerte. Dejó caer los brazos y dio un paso atrás, alejándose de ella.
– ¿Por qué escribirías algo tan vil? ¿Por qué le brindas tal honor poniéndolo por escrito y recordándolo para la historia?
Ivory se dio la vuelta ante su tono bajo, le agarró los brazos y se colocó delante de él. Los ojos de Razvan estaban llenos de horror. Con recuerdos de pesadillas. Las de él no eran pesadillas que se evaporaban porque su mente le jugaba malas pasadas, sino que estaban hechas de verdaderos recuerdos que podían durar una eternidad. Inadvertidamente ella había conjurado imágenes de su pasado.
– Esto no es para recordarlo. Debo mantener su imagen cuando trabajo. La imagen que vi, por la que lo conozco, para que nunca me engañe cuando estoy trabajando en sus hechizos. Es malvado. Siempre lo será. Lo escogió así. Y yo debo mantener mi mente clara todo el tiempo. Razvan, lo siento si te hice daño con esa imagen de él, pero es mi protección.
Razvan se envolvió la trenza de ella en un puño pero permaneció callado, arrastrando el aliento, sincronizando el ritmo de su corazón con el de ella.
– Razvan, trabajar con sus hechizos es peligroso. No te puedo decir cuánto. Dices que no eres bueno con los hechizos. Bien, pues yo sí lo soy, pero para serlo, tengo que formar las palabras en mi cabeza, conjurar las imágenes que van con ellas, y no puedo cometer errores cuando trabajo con sus hechizos.
Él tomó otro profundo aliento, luchando visiblemente por recuperar el control.
– Todavía no lo entiendo.
Ella señaló alrededor de la habitación.
– Esta es mi fortaleza. Roca sólida. Él no puede llegar hasta aquí. No me puede rastrear a través de la roca sólida, pero si cometo un error, si olvido por un momento con quién y qué estoy tratando, entonces me vuelvo vulnerable.
Él frunció el ceño.
– ¿Aún aquí?
– Es completamente malvado. La primera línea lo dice todo: “El mago camina hacia adelante mientras las Puertas del Infierno se cierran”. No es enteramente terrenal. Ha visitado el infierno y regresado, necesitando la sangre de otros para sobrevivir.
El ceño de él se profundizó.
– Viví con él durante cientos de años. Es malvado, sí. Pero no es un demonio. Es un mago.
Ella asintió.
– Sí, es un mago. Siempre hay un equilibrio en la naturaleza. Donde existe el bien, también debe haber maldad. Uno puede usar los elementos naturales de la tierra y tejerlos para el bien. Se hace todo el tiempo para sanar y otras cosas que nuestro pueblo necesita. También pueden tejerse hechizos para el mal, convocando a demonios y haciendo tratos con ellos.
– Sé que él lo hace. Vi a cuatro criaturas en sus cuevas, pero nunca vi portales hacia otro mundo o reino que ni siquiera un mago pudiera atravesar.
– No, estoy segura de que no sería tan tonto como para permitir que alguien sepa que pasaba. Querría aparentar ser todo poderoso ante todos… incluso ante sí mismo. Necesita esa ilusión. Por lo que puedo decir, por el tiempo que asistí a su escuela, utilizaba aprendices para que escribieran hechizos que luego utilizaba como base para los suyos. Ya no puede inventar nuevos hechizos, estoy segura. Cada mago tiene un ritmo, un giro en cómo lanzan sus hechizos y en lo que los utilizan, una firma, por así decir. Los hechizos de Xavier cubren una multitud de hechizos de otros magos.
Razvan se pasó su manos agitadamente por el rostro y luego a través del cabello veteado.
– ¿Qué más aprendiste estudiando con él?
Ella se pasó la mano por el brazo para calmarlo.
– Sé que es perturbador hablar de él.
La sensación de esos dedos en su piel lo sacudió. Mientras viviera, nunca podría sacudirse la maravilla de que ella hubiera sido elegida para él.
– Tu descripción lo describe tan bien. Viví con él y creía que lo conocía mejor que nadie, pero… -señaló hacia el libro y hacia las fluidas palabras de ella, obviamente ofensivas-… te las has arreglado para expresar su mismísima esencia.
– Razvan, espero que tengas razón. Estoy apostando nuestras vidas a eso.
Ella tomó su mano y tiró hasta que la siguió fuera de la habitación. Se hundieron en las sillas de la habitación memorial…
– Tengo que saber que estás en esto conmigo, Razvan. No será fácil y no puedo tenerte dudando cuando nos enfrentemos a él.
Él se reclinó hacia atrás en su silla y la contempló fijamente.
– Nunca tendrás que preocuparte de que dude. Estamos juntos en esto. Es mi elección. La tomé cuando me pediste que viviera. Sabía que íbamos a ir tras él.
Ella se permitió un suspiro de alivio. No debería haber dudado de él. Tenía el coraje necesario para ser cualquier cosa que ella necesitara. No veía ninguna vergüenza en seguir su liderazgo. No dudaba en aceptar su destino. Era más hombre que nadie que conociera.
– ¿Sabes lo que pienso, Razvan? Creo que Xavier tiene que encontrar otro cuerpo. No estaba meramente poseyéndote, dejando piezas suyas para mantener el control. Creo que estaba buscando un cuerpo que lo hospedara y una forma de entrar en él, para reclamarlo completamente y hacerlo suyo. Quería ser Cárpato. Tú naciste con sangre de Buscador de Dragones corriendo por tus venas, se sabe que es uno de los linajes más poderosos, si no el más. Él codiciaba esa línea de descendencia. Por eso fue a por Rhiannon. Y por eso bebía la sangre de sus hijos y nietos. Ansiaba un cuerpo del linaje de Buscador de Dragones.
– Ningún Buscador de Dragón se ha convertido -no había ningún orgullo en su voz. Era simplemente una declaración-. No le habría permitido que me hicera ser el primero.
Ella le sonrió, su sonrisa levantándolo del lugar sombrío en el que había caído.
– No, no lo permitiste. Y nos salvaste a todos. Nadie sabrá lo que hiciste, pero yo sí, Razvan. Si hubiera adquirido un cuerpo de Buscador de Dragones como era su objetivo, no hay forma de juzgar el daño que podría haber hecho.
Él tomó sus manos, jugueteando con sus dedos, y sacudiendo un poco la cabeza.
– Es mi testarudez.
– Es tu coraje inconmensurable -lo corrigió ella-. No es como si cualquiera pudiera haber aguantado como lo hiciste tú.
Él se llevó a la boca los dedos de ella y los mordió suavemente.
– Vas a hacer que me ruborice.
Lo dudaba. Él no tenía ego. Nada. Simplemente aceptaba la vida y vivía el momento, concentrando su atención absoluta en lo que estaba haciendo y dando lo mejor a cualquier tarea que tuviera entre manos. Se ruborizó un poco pensando en cómo se había concentrado tan completamente en ella cuando hacían el amor. Nada más ocupaba su mente salvo darle placer. Era una experiencia intoxicante y estimulante, y una a la que ya era adicta. Estaba perdida en él, y se encontraba deseando dedicarle la misma completa concentración.
– Mi entrada en ese diario es la fórmula con la cual lo venceremos.
Todo en él se detuvo.
– Vamos a tenderle una trampa.
Ella mantuvo sus ojos fijos en los de él.
– Sí, lo haremos. Necesita un cuerpo. Y también sangre de corazón. Sangre de Buscador de Dragones.
– Vas a pedirme que me ponga nuevamente en sus manos.
Su voz era estrictamente neutra y su mente estaba firmemente cerrada a la de ella. El corazón se le contrajo. No había expresión. No había condena. Ni tampoco juicio. Simplemente esperaba su respuesta, sus dedos todavía en los de ella. A veces, como ahora, su coraje la aterrorizaba. Le sorprendía cuánto creía en ella.
– Te pondrías nuevamente en sus manos si yo te lo pidiera, ¿verdad? -dijo, mientras su estómago se anudaba.
– Sí.
Ella sacudió la cabeza.
– Nunca podría concebir ponerte en algún lugar cerca de donde ese mago malvado pudiera ponerte las manos encima.
Por primera vez él se movió y algo cruzó por su rostro tan velozmente que casi no lo captó, pero la puso nerviosa.
– ¿Qué o quien es el cebo?
– Ahora tengo sangre de Buscador de Dragones corriendo por mis venas. Cuando me las abra y deje rastros, será incapaz de resistirse. Soy una mujer y pensará que soy fácil de controlar.
Él se recostó en su silla, sus labios formaron una línea apretada e implacable. Pequeñas brasas ardían en las profundidades de sus ojos, pero nuevamente, permaneció en silencio… esperando.
– Lo he pensado bien, Razvan -le explicó apresuradamente-. Está todo ahí. Él vendrá por mí, oscuramente atractivo, tomando tu forma, utilizando su mente para arrastrarme hacia él. Querrá seducirme, y abrirá sus brazos para acercarme a él.
– No.
– Sabes que tengo razón. Ha de ser así.
– No. -Razvan se levantó y llamó a la manada-. Me llevo a los lobos a correr. ¿Te importaría unirte a nosotros?
– Tenemos que discutir esto.
– No hay discusión. ¿Vienes?
Se alejó de ella con largas y veloces zancadas, chasqueando sus dedos y llamando a la manada.
Ivory permaneció de pie un largo rato, no estaba segura de si sentirse feliz o enojada de que fuera tan protector. Nadie había querido protegerla, no desde que era una niña pequeña y sus hermanos y los De La Cruz la rodeaban de amor. Diez hombres adorándola la hacían sentirse como una princesa… a veces sofocada, pero aún así una princesa. Razvan había pasado por mucho con Xavier. Solamente necesitaba hacerse a la idea.
Quedó asombrada cuando lo vio separar los brazos como hacía ella y Blaez y Rikki saltaron a su espalda, fundiéndose en su piel como tatuajes. Por un momento se sintió un poco molesta. La manada nunca se había separado. Eran su familia.
– La manada no está dividida -dijo Razvan-. Somos una familia.
Había vuelto a su calma habitual. Con total naturalidad. O tal vez siempre lo había estado. Aún diciéndole un firme no, no había levantado la voz ni sonado molesto, solo implacable.
Ella asintió en acuerdo.
– Sí, lo somos. Está bien que ambos carguemos a los lobos. Nos cuidarán las espaldas.
Él le lanzó un pequeña sonrisa tentativa, que le quitó años del rostro hasta que casi pareció un muchachito.
– Es impresionante ser tan aceptado por ellos.
Ivory sintió ese particular tirón que a menudo le provocaba él en las cercanías del corazón. Su placer simple la conmovía.
– ¿Adónde vamos?
– Quiero ir al lugar donde encontraste la tierra para nuestro dormitorio.
– La cueva de las gemas.
Él asintió.
– La tierra es pura, por lo que sabemos que Xavier no tuvo oportunidad de extender su veneno por todos lados. Me gustaría descubrir cuán lejos se ha extendido la infección, cuán grande es el área donde está en realidad. No puedo creer que ese sea el único lugar. Una vez que sepamos qué buscamos, podemos avisar a otros Cárpatos para que revisen su suelo.
– ¿Crees que podemos limpiarlo?
– Creo absolutamente que tú puedes -dijo.
Ella trató de no sentir una ridícula alegría, pero allí estaba, una tonta brasa que se extendía por su cuerpo como calor. Verdaderamente era escalofriante cómo reaccionaba a él. Avergonzada, abrió los brazos y permitió que lo que quedaba de la manada se fundiera con su piel antes de escanear sobre ellos para asegurarse de que no hubiera nadie que los pudiera ver abandonando su refugio.
Salieron a la noche, pasando como una centella por el cielo oscuro y despejado. Sobre sus cabezas las estrellas brillaban, desplegando sobre ellos una manta de fantasía, envolviéndolos en una belleza que nunca dejaba de conmover a Razvan. La maravilla. La majestuosidad. El milagro.
Ella nunca había mirado de esa forma lo que la rodeaba, pero con Razvan, ambos veían todo a través de nuevos ojos. Él se sentía como si estuviera navegando por la luna, deslizándose como un cometa, y jugando al escondite entre las constelaciones. Corrió a través de los trozos dispersos de vapor que se elevaban de la cinta de un río y ella lo experimentó todo con él. Había volado como un búho miles de veces, pero ni una vez había sido tan divertido o excitante.
Los búhos planearon silenciosamente sobre el suelo cubierto de nieve mientras cruzaban por encima de un prado, la hembra moviéndose a la delantera, bajando hasta ganar la protección del bosque durante el mayor tiempo posible. Volaron rápido, pasando bruscamente alrededor de los árboles y a través de ramas, tan silenciosos que los roedores todavía correteaban debajo, inconscientes del peligro que se cernía sobre ellos.
Salieron del bosque justo cuando el suelo bajaba hacia un valle que corría entre dos largas cordilleras de montañas, lejos de las cuevas de hielo de Xavier y a kilómetros del pueblo Cárpato. Los búhos cambiaron de color para que fuera más difícil detectarlos. Razvan se volvió blanco como la nieve, mientras que el de Ivory no era tan blanco, con manchas oscuras en sus alas que indicaban que era una hembra.
Deja que el búho guíe tus pensamientos. Le previno Ivory. Alguien que esté escaneando puede encontrar a alguno de nosotros en el interior del cuerpo del búho si no somos cuidadosos.
Ella había sido cuidadosa cada día de su vida, desde el momento en que se había abierto camino fuera de la tierra un siglo después del brutal ataque que había sufrido. Él no respondió, aunque quería hacerlo. Encontraba sexy a la guerrera que había en ella. En vez de responderle la bañó de calidez y luego simplemente se dejó llevar, fundiéndose profundamente con el búho por lo que, si un enemigo estuviera buscándolos, su adversario nunca sospecharía que eran más que búhos volando a través del valle.
En el momento en que permitió que el búho tomara el control, se asombró de la habilidad del ave para ver y escuchar. El espeso plumaje blanco, suave y denso que se extendía hasta las uñas, cubría y aislaba su cuerpo. Un suave flequillo en las plumas de vuelo silenciaba el sonido, permitiéndole planear como un fantasma a través del cielo.
Ivory bajó más, casi rozando el suelo, y Razvan la siguió, disfrutando cada segundo del vuelo silencioso, observando como el viento erizaba las plumas de su compañera mientras ella se deslizaba a escasos metros del suelo, convirtiéndolos en blancos más pequeños. De pronto se elevó repentinamente, sus alas batiendo poderosamente para llevarla alto, hacia un pico y después zambulléndose del otro lado, con las garras extendiéndose como si estuviera cazando una presa.
Justo antes de que golpearan el suelo, Ivory se movió en su mente con una orden cortante:
Cambia.
Él aterrizó en sus pies, poniéndose en cuclillas instintivamente detrás de un saliente cercano en la misma base de la montaña. Ivory hizo otro escaneo lento y cauteloso de la zona y Razvan siguió su ejemplo.
– Este lugar es sagrado. Fui dirigida aquí por la Madre Tierra, hasta este lugar de inmenso poder. Aquí hay metales mágicos y gemas para cualquier ocasión. El suelo es rico y nunca ha sido utilizado por otro salvo yo.
Él le hizo una reverencia, un gesto de respeto.
– Gracias por traerme aquí.
– Eres mi compañero -dijo Ivory casualmente, pero por dentro su estómago se anudó.
Éste era su lugar favorito, como su jardín lo había sido para él. Quería que él sintiera el mismo aprecio que ella sentía, que amara esa cueva espectacular, la sensación del suelo, que viera la belleza de las gemas y conociera la riqueza de los materiales. Más que nada quería que se diera cuenta del honor que les había concedido a ambos la Madre Tierra. Nadie había caminado dentro de la cueva antes que ella, y nadie la encontraría después.
Ivory no podía creer cuán nerviosa estaba mientras flotaba justo encima de las piedras que cubrían la entrada. No quería dejar pistas, y perturbar la nieve podría hacerlo. Se aseguró de tomar en su mente una fotografía detallada de cómo estaba todo, para que después pudiera arreglarlo tal cual estaba, mientras movían las piedras gemelas abriéndolas a un largo y estrecho túnel que conducía a las cuevas debajo del suelo.
Razvan se dio cuenta de lo que ella estaba haciendo e inmediatamente siguió su ejemplo. Tenía una memoria fotográfica. Si ella quería el área prístina, él se aseguraría de que quedara de ese modo cuando se fueran.
Ivory hizo flotar en el aire dos pequeñas rocas y las apartó, para revelar un pequeño túnel bien bajo en el suelo. Cambiaron a vapor y se vertieron en la estrecha abertura. Ivory tejió salvaguardas para esconder la entrada mientras estuvieran adentro y luego avanzó a lo largo del tubo que se curvaba, siguiéndolo hacia abajo en dirección a la tibieza de la tierra. El túnel no era más ancho que los hombros de un hombre pequeño, pero en su presente forma viajaban rápido.
El túnel empezó a ensancharse y el techo se hizo lo suficientemente alto como para que estuvieran de pie, pero Ivory, consciente de que perturbaría el equilibrio natural del ecosistema, permaneció como vapor hasta que llegaron a la cueva en sí. Esta era bastante larga y ancha, y con salientes a muchos niveles.
Ella se quitó los zapatos cuando cambió a su forma natural, dejando que sus pies se hundieran en el rico suelo sólo para absorber la sensación.
– Date prisa, Razvan, así. Es tan maravilloso… como el cielo.
Le lanzó una rápida sonrisa, pero Razvan pudo ver que era un poco tentativa. Eso siempre lo conmovía. Su segura guerrera siempre se ponía un poco nerviosa cuando se estaba divirtiendo o cuando estaba siendo una mujer. Él permaneció a centímetros de la tierra con los pies desnudos.
– No sé, Ivory. He estado en el cielo, ya sabes.
Ella levantó la vista con un pequeño ceño, comprendió del significado de la mirada de los ojos masculinos y se ruborizó. Le encantaba eso, cómo el color le subía por el cuello y se arrastraba bajo la piel de porcelana cuando le gastaba una broma.
– Pon los pies en la tierra -dijo, sacudiendo la cabeza hacia él.
El flotó delante de ella, manteniendo los pies sobre la riqueza seductora de la capa oscura. Su cuerpo la golpeó.
– No puedo posarme. Soy nuevo en esto, ya sabes.
– Siempre estás tramando algo cuando me muestras esa sonrisa aniñada. -La que hacía que el cuerpo entero se le derritiera y la dejaba débil y sin respiración, lista para hacer cualquier cosa que él quisiera ahí mismo. En cierto modo, desesperada, se agarró a sus brazos y tiró hacia abajo. El cuerpo de Razvan se deslizó a lo largo del suyo, provocando un temblor de excitación que giró en espiral a través de ella. Los pies descalzos de Razvan se hundieron en la rica tierra casi hasta los tobillos. Curvó los dedos alrededor de los brazos de Ivory y se quedaron de pie con solo un aliento entre ellos.
– ¡Ivory! -La excitación lo sacudió-. Esto es todo un descubrimiento.
Complacida, ella se encogió de hombros.
– No es realmente mi descubrimiento. La tierra me proporcionó la localización cuando estaba profundamente bajo sus capas y luchando por mi vida. Me arrastré hasta aquí. Palmo a palmo.
Se tragó los oscuros recuerdos de aquellos días difíciles y se inclinó hacia él, buscando inconscientemente el refugio de su corazón. No se había dado cuenta hasta ese momento de cuanto dependía ya de él. Era aterrador y le ponía eufórica que Razvan hubiera llegado a ser tan importante para ella tan rápidamente.
– Me arrastraba tan lejos como podía cuando no había luna que quemara mi piel -le explicó-. En los primeros intentos por alzarme durante unas pocas horas y comenzar la ardua jornada, aún la más pequeña luz me hería la piel. La manada me protegía y luego me hundía bajo la tierra para recobrarme hasta que lograba reunir el valor y la resistencia para ir más lejos.
El brazo de Razvan la rodeó y depositó besos en su coronilla. Ella no estaba pidiendo simpatía, simplemente constataba los hechos. Todo en él se rebelaba ante de la imagen de ella gateando sobre sus manos y rodillas, arrastrándose por el terreno áspero sobre el vientre, usando codos y rodillas para propulsarse hacia adelante. Él no había estado allí para auxiliarla y la idea de su resistencia a tal agonía sin él para ayudarla le ponía enfermo.
Trazó las delgadas líneas blancas que dividían su cuerpo, la que tenía alrededor de la garganta, la del brazo y la que había bajo la hinchazón del seno. Le levantó la barbilla, usando dos dedos, esperó hasta que levantó las pestañas y lo miró a los ojos.
– Te amo.
El útero se le tensó. El corazón se le detuvo. Podía verlo en sus ojos. Sentir la emoción que la rodeaba, la inundaba, la levantaba. Ivory abrió la boca, pero no salió nada. Él la sacudía con su amor. La lenta sonrisa la hacía temblar y le veló los ojos otra vez mientras la boca de Razvan descendía para tomar posesión de la suya. La tierra tembló bajo los pies de ambos.
Ivory enredó sus dedos con los de él mientras Razvan levantaba la cabeza.
– Quiero mostrarte algo. Este lugar es un tesoro oculto de gemas, pero lo que es más importante, de metales.
Razvan miró hacia arriba, a las paredes con salientes veteados de plata y oro. Por las paredes y dispersas a través de la tierra oscura, podía ver la evidencia de brillantes gemas.
– Hierro. No de mineral, sino de un meteorito. Está en su forma más pura, directo de los cielos, Razvan. Las propiedades de protección son tremendas. Y hay plomo también. He estado experimentando con el plomo para ayudar a alargar la resistencia de mi recubrimiento con hechizos de protección. Puedo hacer nuestras armas de metales naturales que encajan bien con la magia para que podamos transportarlas fácilmente. El recubrimiento es esencial cuando luchamos contra los vampiros.
– Asombroso -estuvo de acuerdo Razvan-. Este lugar es mucho más que importante, Ivory.
– Me fue confiado a mí y tengo que mantenerlo a salvo.
– Estoy de acuerdo. -Se agachó mientras echaba una mirada alrededor, a las variadas propiedades que ella le señalaba. Sacando un puñado de tierra, se permitió deslizarla entre los dedos-. Esta tierra no está contaminada.
– ¿Por qué iba a estarlo? -preguntó Ivory-. Xavier no tiene la menor idea de que exista. Nadie la tiene.
– Los microbios están en el suelo, Ivory. No permanecen en un lugar. Se esparcen. Para eso se los envió, para que se esparcieran por las tierras lejanas y las contaminaran. Eso, emparejado con el hecho de que son casi imposibles de destruir, son la razón de que Xavier los utilice. Puedes apostar a que envió sus microbios a través del mar a cada continente. Xavier es un hombre muy concienzudo.
– ¿Cómo sabes que no están aquí?
– Viví en las cuevas de hielo, en medio de experimentos durante más siglos de los que quiero recordar. Los siento.
– Como dijo Natalya que hace Lara. -Se dio la vuelta para mirarlo-. Pero ella todavía es maga; creen que los siente porque es maga.
Él sacudió la cabeza.
– No, puede ocultarles su presencia porque es maga. Por eso no la pueden convertir. Ella es la única que puede hacer eso.
– Crees que puedes encontrar un modo de ayudar a tu hija.
Él asintió.
– Podemos encontrar un modo -puso énfasis en la frase-. No puedo hacerlo sin tu ayuda. No puede ser convertida y vive una media vida para mantener a los niños nonatos vivos. Si podemos encontrar un modo de deshacer a la tierra de los microbios mutados, podrá ser convertida.
– Razvan… -Su voz era suave-. Es más probable que los microbios no hayan encontrado el camino hasta aquí. Probablemente sea sólo cuestión de tiempo. Tal y como yo lo entiendo, los extremófilos pueden vivir bajo casi cualquier condición, sin importar cuán duro sea. Si hay un modo de destruirlos…
– Dijiste que puedes invertir lo que él hizo.
– Sí, pero no destruir a los que ya hay en el suelo. Los puedo detener, pero llevará tiempo. Años incluso.
Ivory odiaba decepcionarlo. Él la miraba como si la luna creciera y disminuyera por ella. Le colocó una mano en la coronilla.
– Encontraremos un modo de ayudarla.
– Está aquí, Ivory. La respuesta está aquí -insistió Razvan-. En esta cueva. La vida empezó en forma de microbio. Hay algo en esta tierra que protege contra la invasión de los microbios mutados, estoy seguro de ello.
Ella se agachó a su lado, sintiendo el movimiento curativo de la tierra a su alrededor como si la protegiera y la cubriera con su calor. Siempre que venía a la cueva se sentía como si volviera a casa. Había pasado mucho tiempo bajo el suelo aquí, cubierta por la rica tierra, absorbiendo las propiedades curativas a través de la piel.
Sacó un puñado de tierra y lo dejó correr entre los dedos como agua, sintiendo las propiedades individuales mientras la sustancia se movía sobre su piel. ¿Era sólo su imaginación a causa de que deseaba tanto hacer esto por él, o realmente sentía como si hubiera algo diferente, un elemento en la tierra que no captaba?
– Dijiste que siempre hay un equilibrio entre el bien y el mal, Ivory -recordó Razvan.
– Sí, pero yo trato con lo que es natural. Xavier retuerce lo que es natural en algo malvado. Los microbios empezaron siendo buenos, no malvados, o por lo menos neutrales. No fueron puestos en esta tierra para hacer daño a los Cárpatos. Xavier los cambió para sus propios propósitos maléficos. Si hubieran sido naturalmente tóxicos, sin duda la cura estaría cerca de ellos, como siempre ocurre en la naturaleza. Puedo invertir su hechizo. Estoy segura de que puedo, disponiendo de tiempo para estudiarlo. Pero para encontrar algo que destruya lo que ha forjado…
– Está aquí -insistió Razvan tercamente-. Lo siento.
Ella echó una mirada alrededor. Había utilizado los metales preciosos y llamado a las gemas para sus armas y su sistema de alarma. Había utilizado la tierra para su cámara, transportándola cuidadosamente hasta que tuvo la cuenca llena. Ocasionalmente, reabastecía el suelo con nueva tierra fresca, aunque las propiedades curativas siempre permanecían tan poderosas como dentro de la cueva misma.
Creía en las sensaciones. Ivory estaba muy sintonizada con la tierra después de pasar tantos siglos dentro de sus ricas camas de tierra curativa. Si los metales y las gemas eran las venas, la sangre y los huesos de la tierra, quizás los organismos fueran el corazón y el alma.
Razvan había experimentado la misma conexión con la tierra. La madre Tierra lo había aceptado, lo había conectado a sus venas y lo había encerrado en sus gemas y minerales para salvarle la vida. La tierra fluía por las venas de Razvan del mismo modo que lo hacía por las de Ivory. Quizás, con su recién encontrada vida, él estaba más cerca de la tierra y podía sentir las diminutas diferencias de maneras que Ivory no había explorado todavía, pero aún así, no tenía sentido. Ella había pasado siglos en la tierra, enganchada al flujo y al reflujo de su sangre y no podía discernir lo que él pensaba que sentía.
– Vacía tu mente de todo -sugirió Razvan-. Siéntate así. -Levantó el pie izquierdo y se lo colocó en el muslo derecho y luego metió el pie derecho en el muslo izquierdo.
Ivory se sentó frente a él, asumiendo la posición sin dudarlo.
– Espina dorsal recta, relaja los hombros. Está bien. -Asintió con aprobación-. Quieres hacer un óvalo con las manos, mano izquierda encima de la derecha, con los pulgares juntos y las articulaciones del medio de los dedos corazón juntas. Déjate llevar. Parecido a lo que haces cuando curas, pero mente y cuerpo como uno, y deja que la información fluya en ti. Tómala y déjala salir. No intentes guardar nada. Sólo permanece quieta. Respira. Iguala el flujo de mi respiración y luego permítete olvidar eso, también.
Ivory hizo lo que le pedía, rindiéndose al momento. A la cueva. A la tierra. No era sólo la conexión con la tierra, decidió más tarde, era esto, la calma de Razvan, su paz, la manera en que era uno con todo a su alrededor, lo que le había permitido sentir primero la presencia del organismo.
Respiró y lentamente levantó la palma, utilizando su cuerpo como una varilla de zahorí. Se giró lentamente y descubrió que había captado la existencia de la forma de vida en todas direcciones, como si la tierra estuviera saturada de ella.
– Está por todas partes -dijo, dejando escapar el aliento, un poco sacudida por la extendida dispersión-. Tengo que averiguar qué es.
– ¿Podemos tomar una muestra?
– Tenemos una cuenca entera llena -recordó Ivory-. Dormimos en ella cada día.
Razvan frunció el entrecejo y se pasó la tierra entre los dedos otra vez.
– Creo que deberíamos tomar una nueva muestra, para asegurarnos de que no está contaminada de ninguna manera por nosotros.
– Siempre pido permiso antes de tomar algo de esta cueva -advirtió Ivory-. Si la respuesta es no, nos arreglamos con lo que ya tenemos. La tierra ha sido más que buena con nosotros y no podemos permitir que la avaricia se arrastre a nuestros corazones, ni siquiera por una buena causa.
– La tierra es una madre, Ivory, ella nos salvó. Querrá salvar a los niños de su gente -razonó Razvan.
Ivory sonrió. Adoraba el modo en que Razvan tenía tanta fe. ¿De dónde provenía? Había sido torturado por su propio abuelo. Su pueblo había creído lo peor de él, mas él todavía tenía fe en la bondad del mundo.
Razvan la pilló observándolo con esa mirada en la cara que reservaba sólo para él. Tierna. Amante. Orgullosa. Probablemente ni siquiera sabía que tenía esa particular mirada, pero lo hacía suavizarse por dentro siempre que esa expresión le cruzaba la cara, por fugaz que fuera. Era suficiente para él que ella lo conociera y comprendiera por qué hacía las cosas que hacía. Nadie más tenía que saberlo, sólo Ivory.
Ivory levantó las manos y cerró los ojos, utilizando una voz melódica para abogar por su causa. Se asustó cuando Razvan se unió a ella, armonizando con su voz masculina más profunda.
Madre, oh Madre, venimos a ti en busca de ayuda.
Oye a nuestros niños, abrazalos cerca, nunca los dejes debilitarse.
Madre, oh Madre, nuestros niños se mueren
Mira nuestras lágrimas, te imploramos, detén nuestro llanto.
Escucha nuestra súplica, ve lo que hay en nuestros corazones.
Abrázanos cerca, no nos dejes caer.
Te pedimos la vida en la tierra para traer fuerza para nuestros jóvenes
Para curar sus heridas, proteger a nuestros especiales.
Alrededor de ellos el suelo brilló y las gemas chispearon brillantemente. Encima de sus cabezas, columnas de estalactitas zumbaron, vibrando con la melodía de su armonía.
Ivory inclinó la cabeza con gratitud y Razvan deslizó la mano casi amorosamente a través de la tierra antes de que levantaran sus voces dando gracias.
Madre, oh Madre, eres verdaderamente grande.
Tu regalo es tan precioso, nos sentimos humillados.
Razvan sacó puñados de la preciada materia y, formando una bolsa de seda, la vertió en la bolsa.
– ¿Cuánto necesitarás?
– Bastante para realizar varios experimentos por si acaso no hay una respuesta fácil. -No podía evitar el entusiasmo de su voz. Generalmente no había respuestas fáciles, pero ésta vez, puede que tuvieran suerte. Si había una criatura que mantenía a los microbios mutados a raya, o mejor aún, realmente los destruía, debería poder encontrarlo bastante rápidamente. No era como si tuviera muchas combinaciones entre las que escoger.
Los dedos de Razvan la agarraron por la muñeca y la empujó hacia él.
– Eres un milagro para mí, Ivory, tanto si lo crees como si no. Este lugar… -hizo un movimiento circular con el brazo, abarcando la cueva gigante-, esto puede salvar a mi hija. Ella ha pasado por tanto, y como siempre, tú pareces ser la llave de mi felicidad. Si puedo aliviar su sufrimiento y el de su compañero, me sentiré como si al menos me redimiera parcialmente.
– Xavier te poseía, Razvan -le recordó suavemente-. He compartido tus recuerdos y he visto lo que hizo. La culpa no fue tuya.
Él se encogió de hombros y le metió detrás de la oreja zarcillos de pelo que se habían aflojado de la trenza.
– Debería haber sido más cuidadoso con la formulación de mis frases. Crecí con un mago. Sé que las palabras conllevan poder, pero continué cometiendo errores que me costaron lo que más amaba.
– Tenías catorce años la primera vez que se apoderó de ti, y entregaste tu vida para que tu hermana estuviera a salvo. Eras un niño, Razvan -dijo ella.
La sonrisa de él fue suave.
– Eres tan feroz en tu defensa de mí, hän ku kuulua sívamet… guardiana de mi corazón, pero debería llamarte, hän ku meke pirämet… defensora.
– Soy la guardiana de tu corazón -dijo-, y te defenderé hasta la muerte, Razvan. Eres un hombre extraordinario y estoy orgullosa de ser tu compañera. -Agachó la cabeza, avergonzada como siempre que mostraba demasiada emoción-. Debemos volver a nuestra casa para que podamos estudiar la tierra y ver si tenemos verdaderamente tus respuestas.
Él le agarró el mentón y depositó un beso. Sólo uno. Pero la saboreó, su sabor y su textura, saboreó su perfume y la sensación de ella. Cuándo levantó la cabeza le sonrió.
– Päläfertiil… compañera.
Sólo el modo en que decía esa única palabra la debilitaba por dentro. Suave. Tierna. Sexy. Le sonrió.
– Eso soy.