Viernes, 26 de marzo. 21:00 h
PÓSELDORF, HAMBURGO
Aquél era otro más de los rituales de una relación: cuando los amigos de uno de los individuos se convierten en amigos de la pareja. Aquella cena había sido idea de Fabel, y cuando vio a Otto, su más viejo amigo, allí sentado conversando con Susanne, la incorporación más reciente en su vida, se sintió sorprendentemente contento. La habitual torpeza inicial de los saludos y las presentaciones se había evaporado casi de inmediato gracias a la natural calidez sureña de Susanne, y quedó claro desde un principio que a Otto le caía bien. Que la aprobaba. Fabel no estaba seguro del porqué, pero sabía que esa aprobación era muy importante para él. Tal vez se debía a que Otto y Else habían estado presentes durante todo el matrimonio con Renate y los cuatro habían estado sentados en torno a una mesa de restaurante, igual a aquélla, muchas veces.
Miró hacia Susanne y sonrió. Ella llevaba recogido su cabello negro como un cuervo, dejando al descubierto el cuello y los hombros. Susanne tenía una sorprendente belleza natural y la mínima aplicación de maquillaje realzaba sus asombrosos ojos y sus cejas altas y enarcadas. Ella le devolvió la sonrisa, con un gesto de complicidad. Fabel había reservado una mesa en un restaurante italiano de la Milchstrasse, a apenas dos minutos andando de su apartamento. La desventaja de su piso era que no se prestaba para dar cenas y Fabel casi siempre escogía aquel restaurante cada vez que tenía invitados. Estaban charlando de temas sin importancia cuando Otto trajo a colación el tema de los libros que Fabel le había comprado.
– ¿Qué tal vas con la novela de Weiss? -preguntó.
– Bien… bueno, bastante bien. Entiendo a lo que te referías cuando mencionaste que tenía un estilo ampuloso. Pero es asombrosa la manera en que te hace entrar en el mundo que describe. Y cómo comienzas a asociar a Jakob Grimm con el personaje de ficción en lugar de con la personalidad histórica. Supongo que eso tiene que ver con la propia teoría de Weiss. -Fabel hizo una pausa-. También he estado revisando las obras de los hermanos Grimm. Sabía que habían coleccionado un montón de relatos folklóricos, pero no tenía idea de que eran tantos. Y también todos aquellos mitos y leyendas.
Otto asintió con un gesto de su inmensa y puntiaguda cabeza.
– Eran personas muy dedicadas y talentosas. Y formaban un equipo formidable. Su trabajo con el idioma alemán, con la lingüística en general, fue, como sabes, pionero. Y sigue teniendo influencia a día de hoy. Ellos definieron la mecánica del lenguaje, la forma en que los lenguajes evolucionan y toman elementos uno del otro. Es irónico que se los recuerde como autores de cuentos cuando en realidad no escribían. Bueno, en realidad, sí editaron y reescribieron algunas de las versiones posteriores, para hacerlas más aceptables.
– Mmm, es cierto… -Susanne bebió un sorbo de vino y luego dejó la copa sobre la mesa-. Como psicóloga, me resultan fascinantes los cuentos de hadas. Hay muchas cosas profundas en ellos. Muchas cuestiones sexuales.
– Exacto -dijo Otto, sonriéndole a Susanne-. Los hermanos Grimm no eran escritores: eran compiladores, lingüistas y filólogos que recorrieron lugares remotos de Hessen y otros sitios del norte y centro de Alemania, recopilando viejos relatos y fábulas folklóricos. Al principio no reescribían ni embellecían los cuentos tradicionales que compilaban. Pero la mayoría de aquellos relatos no eran tan agradables como aparecieron en las ediciones posteriores, ni tan asquerosamente endulzados como en las versiones de Disney y otros. Cuando sus compilaciones se convirtieron en éxitos de ventas, en especial las de los cuentos infantiles, comenzaron a quitar o a hacer más asépticos algunos de los elementos más oscuros y sexuales.
– Por eso todos seguimos teniendo un poco de miedo de los cuentos de hadas -añadió Susanne-. Nos los cuentan en la cama antes de dormir cuando somos niños pero en realidad son advertencias e instrucciones sobre cómo evitar toda clase de males y peligros. Y también tratan de los riesgos que se ocultan en las cosas que conocemos y que nos inspiran confianza. El hogar. La amenaza de lo conocido y familiar es tanto parte de esas fábulas como el temor a lo desconocido. Y es interesante que uno de los motivos más comunes de esos relatos sea la madrastra perversa.
– Weiss sostiene que estos relatos folklóricos son la verdad fundamental que se oculta bajo nuestros temores y prejuicios. Como Susanne ha dicho, nuestra psicología. -Fabel hizo una pausa para coger otro bocado de tagliatelli-. El afirma que, cada vez que nos sentamos a leer una novela o a ver una película, en especial si tratan de cosas que nos amenazan, lo que tenemos entre manos no es sino una nueva versión de aquellos primeros cuentos.
Otto asintió vigorosamente y señaló a Fabel con el tenedor.
– Sí, bueno… algo de razón tiene. ¿Cómo es eso que dicen, que sólo hay cuatro historias básicas que uno puede contar? ¿O eran seis? -Se encogió de hombros.
– Como sea -dijo Fabel-. Todo esto está relacionado, de una manera bastante extraña, con un caso en el que estoy trabajando. Y eso significa que es hablar de trabajo, lo que está estrictamente prohibido.
– De acuerdo -dijo Otto con una sonrisa traviesa- pero mi última palabra es que puedo entender por qué a Jan le interesan los cuentos de hadas…
Susanne hizo un gesto de interrogación enarcando una ceja.
– La Bella… -Otto levantó la copa hacia Susanne, luego hacia Fabel- y la Bestia.