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Lunes, 29 de marzo. 10:10 h


POLIZEIPRÄSIDIUM, HAMBURGO


Fabel recorrió con la mirada la mesa de la sala de reuniones, muy consciente de la ausencia de Werner y Anna. Tan sólo quedaban Maria y él del equipo principal y había tenido que convocar a dos Kommissars, Petra Maas y Hans Rodger, que pertenecían a la Sonder Kommission, el departamento de delitos sexuales, dirigido por la Kriminalhauptkommissarin Ute Walraf, y que estaba ubicado en la misma planta del Präsidium. Fabel conocía bien a ambos detectives y valoraba su apoyo, pero no pertenecían a su equipo habitual de la Mordkommission y él se sentía expuesto. Olsen, si era él quien había cometido esos crímenes, se estaba poniendo más audaz y prolífico, a pesar de que había estado a punto de ser capturado. Fabel y su equipo tendrían que moverse lo más rápido y eficientemente posible para evitar que volviera a matar.

Sentados a la mesa estaban, además, Susanne y Klatt, el Kommissar de Norderstedt. Fabel acababa de pedirle a Maria que empezara a informar al equipo del último homicidio cuando alguien golpeó a la puerta de la sala de reuniones y un agente uniformado de la SchuPo, alto, con el pelo color arena, apareció, moviéndose con incomodidad, en el umbral.

– Ah… Kommissar Hermann. -Fabel señaló una silla libre con un movimiento de la mano-. Gracias por venir. Me pareció que le gustaría participar en esta reunión.

Hermann sonrió mientras se sentaba y dejaba su gorra verde y blanca sobre la superficie de madera de cerezo antes de coger un cuaderno y depositarlo sobre la mesa.

– El Kommissar Hermann -explicó Fabel a los dentases el agente que identificó el doble homicidio en el Naturpark Harburger Berge como un posible asesinato en serie, y quien preservó con tanta eficiencia el escenario del crimen para los forenses.

Hermann dio las gracias con un movimiento de cabeza. Fabel le pidió a Maria que continuase. Ella resumió lo que sabían, y lo que no sabían, hasta la fecha del último asesinato, además de los datos que tenían de los homicidios anteriores.

Cuando acabó, Fabel se hizo cargo de la explicación.

– Lo que tenemos es un sospechoso violento e impredecible que está suelto. Peter Olsen, veintinueve años. Tiene un historial de violencia y sostenía una relación con Hanna Grünn, a quien hallamos junto a Markus Schiller en el Naturpark Harburger Berge. De modo que hay un nexo y un motivo posible. Pero también tenemos que establecer qué conexión, si la hay, tenía con las otras víctimas. También creemos que él pueda ser lo que conoce como cariotipo XYY… Un trastorno genético que puede predisponerlo a la violencia. ¿Frau Doktor Eckhardt?

– Todos nacemos con una combinación de cromosomas -explicó Susanne-. Los hombres son XY, las mujeres son XX. A veces, sin embargo, se producen variaciones en esa combinación. En algunos casos esas variaciones pueden provocar el síndrome de Down, el síndrome de Turner o afecciones intersexuales como el hermafroditismo; o bien podemos terminar con un cromosoma masculino o femenino adicional. En los varones, esto se llama XYY, o «síndrome del supermacho». Esa clase de hombres tienen una altura muy elevada, son excepcionalmente musculosos, y muchas veces altamente agresivos con temperamentos difíciles de controlar. A veces también desarrollan un acné severo y desórdenes esqueleto-musculares. Según las últimas investigaciones, al parecer su coeficiente de inteligencia está dentro de lo normal, aunque un poco inferior al promedio. Pero pueden tener problemas de aprendizaje porque tienen un desarrollo inmaduro. El Kriminalhauptkommissar Fabel nos ha contado que Olsen tiene un gusto casi adolescente en música y decoración. -Susanne hizo una pausa y se inclinó hacia atrás en la silla-. Debo señalar, empero, por el bien de la imparcialidad clínica, que hay muchas discusiones sobre el grado en que el XYY contribuye a la criminalidad. Los debates comenzaron con una racha de homicidios en Estados Unidos, en Chicago, creo, cometidos por un tal Richard Speck. Mató a ocho enfermeras en los sesenta y luego solicitó clemencia basándose en su genotipo XYY. Más tarde se supo que el diagnóstico era erróneo, lo que durante mucho tiempo echó por tierra todo el argumento del XYY. Y hay muchos hombres XYY que controlan bien su afección. Yo conocí a un psicólogo muy respetado que era XYY y que había desarrollado estrategias para enfrentarse a las dificultades que se le presentaban, en especial con relación a su temperamento.

– Por otra parte -añadió Fabel-, no estamos seguros de que Olsen sea XYY. Por lo que sabemos hasta ahora, él jamás se ha sometido a un análisis de cariotipo. Pero debemos señalar que, según nuestra experiencia, es un hombre que puede volverse extremadamente violento y no tiene escrúpulos para lesionar a agentes de policía. Y, si resulta que él es el asesino, entonces es capaz de cortar una garganta de un solo golpe.

Fabel notó que Susanne se había quitado las gafas y las hacía girar en las manos con una actitud reflexiva.

– ¿Frau Doktor?

– Lo siento. Estaba pensando que esto es justo lo que no encaja. Si Olsen es XYY, entonces es alguien que se deja llevar por la furia. Los típicos XYY que están en prisión han ido a parar allí por golpear a sus esposas u otras clases de ataques producidos cuando pierden el control. Cuando Olsen golpeó al Kriminaloberkommissar Meyer, lo hizo con una violencia innecesaria y excesiva. Yo creo que si él fuera el asesino, entonces nos encontraríamos todo el tiempo con los excesos de una furia psicótica… Puñaladas reiteradas, incluyendo heridas post mórtem, puesto que continuaría atacando a su víctima incluso después de asegurarse de que él o ella estuvieran muertos. Un solo corte en la garganta no parece encajar con esta descripción.

– Pero tampoco lo excluye, ¿o sí?

– No. Probablemente no.

Fabel abrió la carpeta que tenía delante. Las reservas de Susanne no eran lo único que hacía sonar campanillas de alarma en algún lugar profundo de su cabeza. Que Olsen asesinara a Hanna Grünn y Markus Schiller podría verse como un crimen pasional, como el producto de una furia enfermiza motivada por los celos. Y eso no concordaba con la extraña disposición de los cadáveres. Además estaba la chica hallada en la playa de Blankenese, y este último homicidio. Todos tenían notas escritas por lo que parecía, al menos a primera vista, de la misma mano.

Era como si Maria estuviera leyéndole la mente.

– Olsen no me convence. Yo pienso que él habría tratado de mantener un perfil bajo por el momento, considerando que lo busca media policía de Hamburgo.

– No sé, Maria. Hasta ahora, él es nuestro sospechoso principal, pero no consigo entender a Olsen como persona. O tal vez el problema es que sí lo entiendo. Todo el tiempo trato de averiguar si hay algo oculto en él, que no se percibe a simple vista. Pero es posible que no. Tal vez haya en él incluso menos de lo que se percibe en un primer momento. Sabemos que estuvo presente durante los homicidios en el Naturpark. Eso es seguro. Estaba acechando, aguardando. Tenemos la impresión de su bota y también concuerda la huella del neumático de su motocicleta. El debe de ser el asesino en ese caso. Pero no puedo encajarlo en los otros dos homicidios. Ni tampoco concuerda con toda la temática de los hermanos Grimm. -Se volvió hacia Susanne-. ¿Por qué Olsen cometería dos asesinatos con un motivo, y también dos sin ninguno?

– No existe un asesinato sin motivo. Hasta los actos más azarosos de violencia están inspirados en algún deseo o necesidad. Podría ser que en la mente de Olsen no haya ninguna conexión con los otros dos homicidios, salvo una suerte de cruzada inspirada en los hermanos Grimm, y que incluyera a Grünn y Schiller porque le venía bien combinar objetivos. O mezclar los negocios con el placer, por decirlo de alguna manera.

«To kill two birds with one stone» -dijo Fabel, en inglés. Matar dos pájaros con la misma piedra. Los otros lo miraron sin entender-. Nada importante. -Volvió a posar la mirada sobre la carpeta. Sobre el apuesto rostro de Olsen-. Tal vez las otras víctimas no sean elecciones azarosas como creíamos al principio. Tal vez Olsen esté escogiéndolas por lo que son o lo que representan. Esta última víctima era una modelo famosa por su belleza, y apareció con la pose de la Bella Durmiente. La primera chica venía de una familia del nivel social más bajo: la gente subterránea que se suponía que dejaba a sus hijos en el lugar de los que secuestraban. La pregunta que queda por contestar es: ¿acaso Olsen secuestró a la chica original, a Paula Ehlers, tres años atrás?

Klatt, el agente de Norderstedt, contestó la pregunta.

– Estoy convencido de que sí. La similitud en el aspecto de ambas chicas es inquietante. Estoy seguro de que quienquiera que secuestrara y matara a Martha Schmidt secuestró a Paula Ehlers.

Fabel asintió. Estaba claro incluso para él, a pesar del hecho de que él jamás había visto a ninguna de esas chicas en vida, que se parecían demasiado como para que se tratara de una coincidencia.

– ¿Y qué hay de las otras víctimas, Hänsel y Gretel? Si Olsen eligió combinar sus celos sexuales con su «temática homicida», entonces debe de haberse producido alguna clase de conflicto. El sabía demasiado bien que las víctimas que había elegido no eran hermanos.

– Tal vez no sienta que tenga que ser demasiado «literal»… -respondió Petra Maas, la Kommissarin que Fabel había incorporado al equipo. Era una mujer alta y delgada de casi cuarenta años con un pelo castaño que enmarcaba un rostro inteligente-. Por ejemplo, esta última víctima encajaba con la Bella Durmiente o con la Rosa con espinas debido a la fama de su belleza, pero doblaba en edad al personaje del cuento. La mayoría de los planes de los psicópatas son flexibles. En el SoKo, el departamento de delitos sexuales, nos encontramos con cosas parecidas. Los violadores y los asesinos en serie tienen psicosis similares. Si Olsen es vuestro «asesino de los cuentos de hadas», entonces es probable que decida si tal o cual víctima encaja con lo que busca en términos generales, no específicos.

– O tal vez vea algo específico en las dos víctimas del Naturpark que nosotros no percibimos -sugirió Susanne.

Fabel hizo una pausa mientras miraba la superficie de la mesa pero veía, en realidad, la opulenta mansión de los Schiller, su funcional despacho, la frialdad de Vera Schiller.

– De acuerdo, entonces Hanna Grünn era una empleada de la empresa de Markus Schiller. O, mejor dicho, en la empresa dirigida por Markus Schiller para su esposa Vera. Ella detentaba el verdadero poder en la panificadora, puesto que la había heredado de su padre. ¿Estamos pasando algo por alto?

– Tal vez el asesino viera a Vera Schiller, alegóricamente, como la madrastra perversa, y Hanna y Markus serían los niños del bosque -reflexionó Hans Rodger, el otro agente del SoKo de delitos sexuales.

– No es una teoría muy convincente -intervino Henk Hermann, el Kommissar de la SchuPo-. Pero si es cierta, entonces el asesino sabía al menos algo de la historia de las víctimas. Lo que nos lleva otra vez a Olsen.

– La cuestión es: ¿qué conocimientos tenía el asesino sobre las otras víctimas? -dijo Fabel-. ¿ Cuál era su conexión con ellas?

Susanne giró en su silla para enfrentarse directamente a Fabel.

– El hecho de que conozca algo de la historia de las víctimas no significa que tuviera algún contacto significativo con ellas. Si sacamos a Olsen de la escena un momento, el asesino tal vez estuviera esperando a una pareja, a cualquier pareja que usara aquel sitio como punto de encuentro, y luego los matara, como hacía el Hijo de Sam en Estados Unidos.

Fabel miró por la ventana hacia el Winterhuder Stadtpark y la ciudad que se extendía a lo lejos.

– Lo que más me preocupa es que está volviéndose más audaz.

– Pero eso también significa que podría estar volviéndose más descuidado. -La voz llegó desde el umbral. Una mujer joven y bonita, con el pelo negro y corto y un pintalabios demasiado rojo, que llevaba una chaqueta de cuero de aspecto algo andrajoso, se acercó a la mesa. Se movía con una facilidad exagerada, pero Fabel se dio cuenta de que hizo un ligero gesto de dolor cuando se sentó.

– Deberías estar recuperándote -dijo él.

– Me encuentro bien, chef… -dijo Anna Wolff y, como respuesta a la ceja enarcada de Fabel-… Y en condiciones de volver al trabajo.


Fabel les indicó a Anna y Maria que fueran a su despacho al terminar la reunión. No estaba convencido de que Anna estuviera en condiciones de hacer nada excepto las tareas más livianas, pero tuvo que admitir para sí mismo que le alegraba verla regresar. El equipo que había formado era superior a la suma de sus partes: cada uno de sus agentes poseía habilidades especiales y fortalezas individuales que se amplificaban al combinarlas. Cuando faltaba algún miembro, el equipo en general se debilitaba, y no sólo en número. Fabel sabía que era probable que también Werner, como había hecho Anna, volviera a trabajar antes de lo aconsejable en términos médicos; pero su lesión era más seria y su regreso tardaría bastante en producirse.

Examinó a los dos miembros femeninos de su equipo, tan diferentes entre sí. Anna estaba sentada en la silla en actitud rígida, aún tratando de ocultar la incomodidad que le causaba la grave lesión de su muslo. A su lado estaba Maria, sentada, como siempre, con una compostura serena y vestida con colores que combinaban a la perfección. Sin embargo, menos de un año antes, una herida recibida en el transcurso de una investigación había dejado la vida de Maria pendiendo de un hilo. Una agente recién recuperada, otra recuperándose y otro en el hospital. A Fabel no le gustaba aquello. Para nada. El proceso investigativo parecía estar convirtiéndose en una actividad cada vez más peligrosa. Sabía que necesitaba reforzar su equipo.

– Anna, necesito que vuelvas a tener un compañero. Tú también, Maria, al menos hasta que Werner salga del hospital. Como ya habéis notado, he convocado a Petra Maas y a Hans Rodger del SoKo de delitos sexuales. Son buena gente. Me siento inclinado a solicitar que su incorporación se extienda por lo menos hasta que termine esta investigación. Pero también necesitamos un miembro permanente en el equipo. He estado postergando la decisión porque, bueno, creo que todos necesitábamos tiempo para superar la muerte de Paul, pero la razón principal es que no había encontrado a nadie que me pareciera que tenía lo que hace falta para formar parte del equipo. Hasta ahora.

– ¿Klatt? -preguntó Anna.

Fabel no respondió, sino que se puso en pie y avanzó hacia la puerta del despacho, la abrió y llamó a alguien que estaba en la sala principal de la Mordkommission.

– ¿Podría pasar, por favor?

Un oficial alto y uniformado entró en el despacho. Maria se puso de pie y sonrió. Anna permaneció sentada, con una expresión de hosca resignación.

– Herr Kommissar Hermann… -dijo Fabel-. Ya conoce a la Kriminaloberkommissarin Klee. Y ella es la Kriminaloberkommissarin Wolff, con quien trabajará usted a partir de ahora…

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