Lunes, 19 de abril. 15:00 h
Krankenhaus Mariahilf, Heimfeld, Hamburgo
Las enfermeras estaban encantadas. Qué detalle tan amable había sido traerles una enorme caja de deliciosas pastas para que ellas tomaran con el café. Era un pequeño gesto de agradecimiento, les había explicado él, para la Oberschwester y todo su personal, por la maravillosa atención que le habían prodigado a su madre. Qué amable. Qué considerado.
El había estado conversando con el Chefarzt, Herr Doktor Schell, durante casi media hora. El Doktor Schell le había explicado, una vez más, las precauciones esenciales que debía tomar con su madre una vez que ella estuviera viviendo en su casa. El doctor tenía consigo el informe que los servicios de asistencia social le habían suministrado sobre el apartamento que el hijo había acondicionado para compartir con su madre enferma. Según ese informe, la vivienda estaba equipada con todas las comodidades. El doctor felicitó al hijo por el esfuerzo que había hecho para suministrar a su madre la mejor atención posible.
Cuando salió del despacho del Doktor, el hombre miró con una sonrisa al grupo de enfermeras. También en ese momento la enfermera jefe empezó a dudar de que en su vejez alguno de sus desagradecidos hijos se tomara siquiera un cuarto de las molestias que se había tomado aquel hombre por su madre.
El hijo volvió a sentarse junto a la cama de su madre y acercó la silla, recluyéndolos a ambos en su universo confinado, excluyente y venenoso.
– ¿Sabes qué, mutti? El fin de semana estaremos juntos. A solas. ¿No es maravilloso? Lo único por lo que tendré que preocuparme es la ocasional visita de la enfermera del distrito, que vendrá a ver cómo nos va. Pero puedo solucionarlo. No, no será ningún problema cuando la Gemeindeschwester venga a vernos. Ya lo verás, tengo un maravilloso apartamento todo equipado con cosas que jamás utilizaremos; porque casi no estaremos allí, ¿verdad, muttil Sé que tú preferirías estar en tu antigua casa, ¿no es cierto?
La anciana estaba, como siempre, inmóvil, indefensa.
– ¿Sabes lo que encontré el otro día, madre? Tu viejo traje del Speeldeel. ¿Recuerdas lo importante que era para ti? ¿Esos bailes y canciones tradicionales de Alemania? Creo que podremos encontrarle alguna utilidad. -Hizo una pausa-. ¿Quieres que te lea, muttil ¿Quieres que te lea los cuentos de los hermanos Grimm? Lo haré cuando estemos en casa. Todo el tiempo. Como antes. ¿Recuerdas que los únicos libros que permitías en la casa eran la Biblia y los cuentos de hadas de los hermanos Grimm? Dios y Alemania. Eso era todo lo que necesitábamos en nuestra casita… -Volvió a detenerse. Luego su voz pasó a ser un susurro grave y cómplice-. Me hacías tanto daño, mutti. Me lastimabas tanto que hubo veces en que pensé que moriría. Me golpeabas y me decías todo el tiempo que yo no servía para nada. Que era un don nadie. No parabas nunca. Cuando era adolescente, y más tarde adulto, seguías diciéndome que no servía para nada. Que no era digno de que nadie me quisiera. Decías que por eso no podía tener una relación duradera. -El susurro se convirtió en un siseo-. Bueno, estabas equivocada, vieja puta. Creías que estábamos solos cada vez que me molías a palos. Pero no era así. Él siempre estaba allí. Mi Märchenbruder. Invisible. Se mantuvo en silencio durante mucho, mucho tiempo. Hasta que un día lo oí. Lo oí yo, tú no podías. Él me protegía de tus palizas. Me proporcionó palabras para las historias. Él abrió un mundo nuevo para mí. Un mundo maravilloso y deslumbrante. Un mundo sincero. Y entonces, con su ayuda, encontré mi verdadero arte. Hace tres años, ¿lo recuerdas? La chica. La chica que tuviste que ayudarme a enterrar porque estabas aterrorizada del escándalo, de la desgracia de tener a un hijo en la cárcel. Creíste que podrías controlarme. Pero él era más fuerte… él es más fuerte de lo que tú podrías imaginar.
Se recostó en la silla y examinó el cuerpo de la anciana, de la cabeza a los pies. Cuando habló, su voz ya no era un susurro, sino un sonido plano, frío, amenazador.
– Tú serás mi obra maestra, madre. La culminación de mi arte. Será por ti, más que por cualquier otra cosa que haya hecho, por lo que seré recordado.