Casa de Falcón, calle Bailen, Sevilla. Miércoles, 20 de septiembre de 2006, 09.30
Había algo más alarmante que de costumbre en la intensidad de la vibración de los dos móviles en la superficie de mármol de su mesilla de noche. Se besaron y separaron como moluscos en pleno ritual de apareamiento. Falcón se pasó la mano por la cara, se preguntó: «¿Ayer murió alguien totalmente inocente?». Isabel Sánchez. Hizo un gesto negativo con la cabeza, se incorporó con el codo apoyado en la cama, agarró un teléfono y se lo pegó a la oreja.
– Diga.
– Por fin -dijo Pablo-. No te molestes en coger el otro, también soy yo.
– Ayer me acosté tarde, cuatro asesinatos y dos detenciones en una hora. Y eso sin contar el suicidio de la carretera de Huelva. Así que espero que no vayas a pedirme nada complicado -dijo Falcón-. Tengo muchas cosas hoy, probablemente empezando por una entrevista muy fea con el comisario Elvira.
– No es fácil comunicarte esto, Javier -dijo Pablo-, así que te lo voy a decir sin rodeos. Yacub Diuri ha pilotado una lancha motora cargada de explosivos y la ha estrellado en el costado de un barco de la familia real saudí llamado Princesa Bujra hacia las nueve menos veinte de esta mañana.
Silencio. Falcón parpadeó.
– El capitán y la tripulación abandonaron el barco y fueron recogidos por un carguero de carga sólida que pasaba por allí. El Princesa Bujra se fue a pique en el acto. No sabemos exactamente quién quedaba a bordo.
– ¿Estás seguro de que era Yacub?
– Tenemos certeza absoluta -dijo Pablo.
– ¿Cómo lo sabes? -preguntó Falcón-. Esto ha ocurrido hace menos de una hora. ¿Cómo puedes tener tanta certeza?
– Escucha las noticias. Sólo quería avisarte antes de que lo vieras. Es la única noticia en todos los canales -dijo Pablo-. Hablamos más tarde, cuando estés en la oficina.
Falcón apartó la sábana, bajó corriendo las escaleras en calzoncillos, encendió la televisión, se sentó en la silla.
«El capitán y la tripulación han sido recogidos por un helicóptero y trasladados a Algeciras, donde han ingresado en el hospital ilesos, pero en estado de shock. El Princesa Bujra se hundió al instante. Se cree que iban a bordo cuatro miembros de la familia real saudí, dos con cargos ministeriales y dos gobernadores provinciales. Todavía estamos esperando confirmación de sus nombres.»
Cambió de canal.
«El terrorista suicida, que se llamaba Yusef Daudi, se cree que zarpó de la ciudad costera de Mertil, a unos diez kilómetros de la ciudad de Tetuán, al norte de Marruecos.»
Cambió de canal.
«El primero que comunicó la explosión fue el capitán de un buque gasero, llamado Iñigo Tapias, a las ocho y cuarenta y dos. La posición fue confirmada posteriormente por el guardacostas frente al estrecho de Gibraltar, a cuarenta y tres kilómetros al este de La Línea. Se cree que no ha habido supervivientes.»
Encarnación, su asistenta, apareció en la puerta de su estudio.
– ¿Qué pasa, Javier?
– Estoy viendo las noticias.
– ¿El barco que estalló en la Costa del Sol? -dijo Encarnación, persignándose-. En Onda Cero dijeron que era Al Qaeda.
Eso le dio la idea de buscar el canal de Al Jazeera. Encarnación le entregó el correo que había recogido junto al portal.
«Un miembro de la tripulación del carguero, que recogió a los supervivientes del Princesa Bujra, dijo que vio que la lancha apuntaba al crucero de lujo y colisionaba justo en el centro del barco. Se produjo una explosión, con una inmensa bola de fuego, y el Princesa Bujra se rompió en dos y se hundió de inmediato. Todavía estamos intentando confirmar quién iba a bordo del barco. Se cree que eran seis miembros de la familia real, que viajaban de Tánger a Marbella. Una organización terrorista con sede en Marruecos llamada el GICM -Grupo Islámico Combatiente Marroquí- ha reivindicado el atentado. Han aportado el nombre del asesino, Yacub Diuri, que creemos que es propietario y director de una fábrica textil con sede en Salé, cerca de Rabat, en Marruecos. Y para hablar de estos acontecimientos está con nosotros…»
Falcón apagó la televisión, dejó caer al suelo el mando a distancia. El correo que le había dado Encarnación se dispersó por las baldosas. Se inclinó hacia delante, a gatas, con la cabeza comprimida entre las manos, intentando inocular cierta lógica en sus perplejas células cerebrales. Si la noche anterior había ido mal, esto era una catástrofe de magnitudes épicas. Se sentía hueco, negro y espantosamente frío en el interior.
El dolor y las terribles repercusiones del acto de Yacub luchaban por la supremacía en su mente mientras contemplaba las baldosas de arcilla y le llamó la atención un sobre con membrete de hotel en el suelo: el Vista del Mar de Marbella, con su dirección escrita de puño y letra de Yacub. La recogió, el matasellos era del día anterior.
Marbella
19 de septiembre de 2006
Querido Javier:
Cuando abras esto, ya te habrán dicho lo que ha ocurrido anoche en el estrecho de Gibraltar, o al menos lo habrás visto en las noticias. (Te recomiendo Al Jazeera para este tipo de cosas.) Aunque, como ha ocurrido en el mar, inevitablemente habrá cierta confusión. La confusión es deliberada y constituye una parte importante del plan. Pero en lugar de empezar por la confusión, déjame que empiece por el principio, con el fin de aclarártelo todo.
Ante todo, Javier, lamento mucho haberte mentido. Abdulá nunca ha sido reclutado por el GICM, y ahora nunca lo será. Recordarás lo que te dije en Madrid sobre la crueldad del grupo; lo descubrí de la manera más dura, a través de la experiencia práctica. También te dije que recelaban de mi mitad no marroquí. Eso era cierto. No confiaban plenamente en mí, desde el primer momento. Pero querían tener acceso a Faisal. Así que lo primero que ocurrió es que declararon su intención de reclutar a Abdulá para la causa. Dijeron que él se sentiría orgulloso de unirse a su padre en la yihad y que lo entrenarían para que fuera un gran combatiente muyahidín.
No estaba haciendo teatro cuando me viste en Madrid. Estaba totalmente horrorizado por esta perspectiva. Por supuesto, no habría podido oponerme a que esto ocurriera sin mostrarme ante ellos como un enemigo de su causa. Después de proponer esta idea, no hicieron nada, pero empezaron a hablarme de Faisal. Abordaban el tema como si ya conocieran a Faisal y supieran que era, si no un adepto activo de su causa, al menos un simpatizante ideológico. Y hasta cierto punto es cierto, salvo porque Faisal tiene una mentalidad mucho más abierta. A lo largo de las semanas esta actitud cambió gradualmente y me llamaron la atención de algunos rasgos menos loables de Faisal, en lo que a ellos concernía. También empezaron a interrogarme sobre sus medidas de seguridad cuando viajaba.
La amenaza de la conversión de Abdulá era meticulosamente mantenida por una persona que, sin duda alguna, tenía capacidad para reclutarlo. Lo peor de todo es que contaminaron mi mente. Desde el momento en que mencionaron por primera vez su reclutamiento, empecé a mirar a Abdulá, intentando encontrar cambios, revisándole el ordenador, a sus amigos, adonde iba. Hicieron que espiase a mi propio hijo.
Ya les había dicho que las medidas de seguridad de Faisal eran inexpugnables. Nadie podía verlo sin ser registrado. Esto no era del todo cierto. A mí nunca me registraron, pero su destacamento de seguridad vigilaba mis movimientos, para asegurarse de que estuviera limpio incluso antes de verle. Pero yo no quería que el GICM pensase que tenían posibilidad de acercarse a Faisal. Eso sería una situación impredecible. Fue entonces cuando empezó la formación marinera. Eran inteligentes. Nos formaron a tres personas al mismo tiempo. A ninguno nos dieron pistas sobre la naturaleza de la misión.
Yo estaba cada vez más nervioso. La presión sobre mí ha sido enorme. Le conté todo a Faisal. Lo siento, Javier, pero él era el objetivo, al fin y al cabo, y, como bien dijiste tú, no tenías experiencia en estos asuntos. Él podría haberse ahorrado muchos problemas si se hubiera librado de mí sin más, pero temía por mi seguridad y, claro, por el futuro de Abdulá. Era de ese tipo de hombres. Nuestro único recurso era contrarrestar el plan del GICM urdiendo el nuestro.
Comuniqué al GICM los planes de viaje de Faisal, que incluían un viaje anual de Tánger a Marbella. Ellos ya lo sabían, y por eso habían empezado a impartirme formación marinera. Luego llegué a un acuerdo con mi contacto más directo en el GICM. Me presenté voluntario para estrellarme contra el Princesa Bujra y a cambio ellos nunca reclutarían a Abdulá. Expliqué que ésa no era la vida que quería para mi hijo. Era evidente que ése había sido su objetivo desde el principio.
No quiero aburrirte con todos los pormenores sobre cómo planificamos el embarco de Faisal y otros miembros de la realeza y su desembarco posterior en Tánger. Baste con decir que la idea era crear una gran confusión con mucha gente y al final el Princesa Bujra zarparía con el capitán y una exigua tripulación de marineros muy bien entrenados a bordo. El barco, por cierto, tenía quince años y necesitaba una remodelación completa. Iban a cambiarlo por otro, pero ahora el seguro se ocupará de eso. Los saudíes retrasarán su comunicado de prensa sobre las personas que iban a bordo al menos veinticuatro horas. Ya entenderás posteriormente por qué.
El plan original consistía en que yo iba a saltar del barco antes de la fatal colisión, pero sólo James Bond puede salir airoso de ese tipo de cosas y, en cualquier caso, estaría condenado a una vida sin mi familia, a vivir en secreto en Arabia Saudi y, después de la infancia que tuve, no era eso lo que quería. La otra alternativa -contárselo todo a Abdulá- habría sometido al chico a una tensión insoportable y, debido a su estrecha relación con el reclutador del GICM, me habría dejado en una exposición constante. Y ya no quería seguir siendo espía, Javier. Lo descubrí enseguida. Lo que había imaginado no tenía nada que ver con el horror de la realidad. Créeme cuando te digo que estoy completamente en paz. Mi visión, que te comuniqué en Madrid, bajo la mortaja de algodón, es donde estoy.
Quiero pedirte algunos últimos favores. Debes mostrar esta carta a Abdulá, pero no debe quedar en su poder. Es, por supuesto, vital que no me vea como mártir de una causa terrorista, y por eso he escrito esto de mi puño y letra. Debes hacer esto lo antes posible. Él estará en Rabat el jueves, pero, en vista de los acontecimientos, es posible que adelante el regreso.
También quiero que vayas a Fez y encuentres a Mustafá Barakat. Debería estar allí hasta el viernes, cuando está previsto que viaje a Alemania. Si el CNI ha hecho bien su trabajo, ya sabrás más de él. Existen vínculos muy fuertes entre los Diuri y los Barakat. Para mí ha sido como un hermano, y por eso nunca podría hacer lo que te pido que hagas tú.
Quiero que encuentres a Mustafá Barakat y lo mates.
Ha sido mi principal contacto en el GICM y es un hombre muy peligroso. Me reclutó especialmente para llevar a cabo el asesinato de Faisal y es él el responsable del secuestro de Darío. Te dirá que lo hizo para desviar tu atención, para que fuera menos probable que descubrieses «su plan» de embestir contra el Princesa Bujra. No obstante, sé que lo hizo mucho más por maldad que por ninguna otra cosa, y eso me ha irritado mucho. También está implicado en la imperdonable transgresión de amenazar a un miembro de la familia, y por estas razones debe morir. Los saudíes retrasarán su comunicado de prensa hasta que tengan noticias tuyas.
Estoy seguro de que encontrarás a Darío en la casa familiar de Diuri en Fez. Cuidado con la mujer que hay allí, que vive separada del resto y es probablemente la que tiene al niño retenido. Es la madre de Mustafá Barakat y es una mujer despiadada y, en mi opinión, clínicamente demente. Si se entera de que su hijo ha muerto, inmediatamente matará a Darío.
Éste es el reto: debes matar a Mustafá Barakat y rescatar al niño inmediatamente. No lo hagas de modo que comprometa tu seguridad o tu futuro. No obstante, no quiero que entres en contacto con los servicios secretos marroquíes a través del CNI. No tendrán reparos en torturar a Mustafá Barakat, y acabarán matándolo porque él no dirá ni una palabra. No quiero que ocurra eso. Me temo que cierto cargo de conciencia vendrá conmigo a la otra vida.
Un último misterio para ti, porque sé que está en tu naturaleza. Quizá te interese analizar el ADN de Mustafá Barakat; de ahí podrás deducir sus orígenes.
Supongo que estarás en estado de shock. Lamento mucho, amigo mío, haberte hecho esto. Me conmovió mucho lo que me dijiste en el Brown's aquella tarde gris de Londres. Créeme, Javier, nunca estarás solo, tienes un corazón muy grande.
Ojalá pudiera abrazarte una vez más. Me alegró mucho poder despedirme de ti en Osuna aquella tarde.
No estés triste por mí. Ahora soy libre.
Tu amigo,
Yacub Diuri
Falcón dobló la carta y la guardó en el sobre. Llamó a Consuelo y le dijo que hiciese la maleta y se preparase para viajar a Marruecos antes de mediodía.