Capítulo IV

—Buenos días, monsieur Poirot —saludó Lydia-. Tressilian me dijo que le encontraría aquí con Harry. Prefiero haberle encontrado solo. Mi marido me ha estado hablando de usted. Sé que tiene muchas ganas de comunicarle algo.

—¿Sí? ¿Debo ir a verle ahora?

—No, aún no. Esta noche apenas ha dormido. Al fin tuve que hacerle tomar un somnífero. Aún sigue durmiendo y no quiero despertarle.

—Hace usted bien. Ya noté la noche pasada que la emoción le había trastornado mucho.

—A él le afectó más que a los otros, monsieur Poirot. Él amaba a su padre.

—Comprendo.

—¿Tiene alguna sospecha de quién puede ser el asesino?

—Tenemos algunas ideas acerca de quién no es, señora.

—¿Qué hay de Horbury? ¿Estaba en el cine, tal como dijo?

—Sí, señora. Se ha comprobado su declaración. Lydia inclinóse a arrancar una hierbecita.

—¡Eso es horrible! —exclamó-. Sólo queda... la familia.

—Exactamente.

—Monsieur Poirot, no puedo creerlo.

—Señora, usted puede creerlo y, además, lo cree. Pareció que Lydia iba a protestar. Pero se contuvo y, sonriendo, dijo:

—¡Qué hipócrita es una!

—Si usted quisiera ser franca conmigo, señora, reconocería que usted considera muy natural que uno de sus familiares asesinase a su suegro.

—Esa idea es completamente increíble, monsieur Poirot.

—Sí, pero su suegro era un hombre increíble, ¿no?

—Pobre hombre. Ahora siento pena por él. Pero cuando vivía me molestaba mucho, no puedo negárselo a usted.

Poirot se inclinó sobre uno de los pequeños sumideros de piedra.

—Son muy ingeniosos estos jardincitos. Muy bonitos...

—Me alegro de que le gusten. Es uno de mis caprichos... ¿Le gusta este paisaje ártico con los pingüinos y el hielo?

—Encantador. Y este otro, ¿qué figura?

—El mar Muerto o, por lo menos, quiere serlo. Aún no está terminado. No lo mire. Este otro quiere ser Piana,

Загрузка...