Capítulo VI

—¡Parece mentira! —exclamó el coronel Johnson-. ¡Es increíble! ¡El mejor de mis hombres! ¿Adónde va a parar la policía?

—Todo policía tiene su vida privada —recordó Poirot-. Sugden era un hombre muy orgulloso.

El coronel movió la cabeza. Para disimular su turbación y malestar golpeó con el pie los troncos que se apilaban en la chimenea.

—No hay como un buen fuego de leña —dijo.

Poirot, notando en el cuello la fría caricia de las ráfagas de aire, pensó: «Prefiero mil veces la calefacción central».

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