Todo era blanco, muy blanco, suave, difuso, lechoso. Dedos blancos se deslizaban sin ruido a su alrededor, dejando ondas silenciosas en su despertar. La consciencia era todavía tan débil que apenas registraba lo que le estaba sucediendo. Tabletas, pensó, medicamentos que le hacían sentirse bien, soñar bellos sueños que costaba trabajo abandonar para despertarse.
La severa mirada; las frondas de un bigote; ojos azules acerados. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?
– ¿Estás bien, muchacha? -ella sonrió débilmente-. Esto está muy cargado… ¿Puedo abrir la puerta?
Ella afirmó. Se oyó el golpe de la persiana al abrirse y de pronto la habitación se llenó de una luz brillante. Desapareció la ilusión para dar entrada a la realidad como a una intrusa. Otro día había pasado. Un día más que no tenía importancia.
– ¿Qué día es hoy, Philip?
– Dieciocho de mayo.
«Jesús!» Inesperadamente Alex trató de incorporarse, pero el profundo dolor de su espalda se lo impidió.
– ¿No hay cambios?
– Creo que estoy un poco mejor.
Durante unos pocos minutos siguieron sentados en silencio. Alex observó a Philip que fumaba, el parpadeo de sus pestañas; trató de pensar de nuevo, luchando contra el efecto de las drogas que, precisamente, se le administraban para impedir que pensara.
– Yo los maté -exclamó-. Vinieron a ayudarme y yo los maté.
– Aquello era muy inseguro. Podía haber pasado en cualquier momento. Debía haber estado precintado.
– Yo abrí la válvula. Me equivoqué. Pensé que era la rueda de la puerta.
Ella miró el azul de sus ojos. La luz parecía danzar en ellos reflejándose sobre la profundidad de un lago. Estanque medieval. Sintió un escalofrío.
– Yo los maté.
– No, por Dios, no.
– Lo hice.
– Un accidente, muchacha. Un accidente.
– Y ni siquiera estuve en su funeral. No fui al funeral de mi propio esposo. -Vio cómo Philip se ponía de pie y se dirigía a la ventana. Se apoyó en el alféizar y miró fuera-. También debí asistir al de Otto. El estuvo en el de Fabián.
– En Alemania -dijo Philip amablemente- Creo que se llevaron su cuerpo a Alemania.
Hubo otro largo silencio. Alex tembló.
– Ni siquiera le mandé flores a Otto… ni a la chica.
– ¿La chica?
– Carrie.
– ¿Carrie?
– La chica que… -Hizo una pausa y lo miró-. Ya sabes. La chica que estaba allí.
– ¿Quién estaba dónde?
– Bajo el lago.
– ¿Qué chica estaba bajo el lago?
– Aquella que Fabián… -hizo una pausa.
¿Por qué no quería él hablar de ello? ¿Por qué continuaba negando?
Él retrocedió y se sentó cerca de la cama.
– El lago fue dragado. -Sacó otro cigarrillo-. Sólo estaban Otto y David. Nadie más.
– Pero… yo… la vi, Philip.
Él negó con la cabeza. Firmemente.
– En la sala de baile -dijo Alex bajando la voz.
– Tonterías -replicó Philip-. Sólo tonterías. Aquello implotó. Un ejemplo extraordinario de ingeniería. -Se levantó y se dirigió de nuevo hacia la ventana.
– Ella está allá abajo.
Él miró de nuevo fuera, por la ventana.
– Eso fue lo que te salvó -dijo.
– ¿Qué quieres decir?
– La obra de ingeniería. Todo dividido en secciones. Saliste expulsada como la pasta de dientes cuando se aprieta el tubo.
– ¿Por qué no se salvaron ellos?
Philip siguió mirando por la ventana, en silencio.
– Philip -insistió Alex-, ella estaba allí.
Él continuó mirando por la ventana durante mucho tiempo.
– Hay un equilibrio -dijo Philip suavemente, sin volverse-. Siempre hay un equilibrio. Dos motas de polvo: una positiva y otra negativa… Se encuentran en el vacío y ¡bang! Una sin la otra hubieran sido inútiles, sin vida, nada. -Se volvió para mirarla-. El sol brilla fuera. -Con la cabeza señaló la ventana-. ¿Puedes imaginarte lo que pasa allí? Un infierno, muchacha, un infierno. Pero lo necesitamos; lo necesitamos para existir. ¿Lo comprendes?
La puerta se abrió y entró una enfermera vestida de blanco. Levantó el brazo y consultó su reloj.
– Lo siento, pero creo que ya pasó el tiempo… -miró a Philip.
Este se puso de pie de mala gana y se ruborizó.
– Bien… yo… ¿puedo volver mañana?
Alex escuchó hasta oír el golpe de la puerta al cerrarse. La nueva rutina de la vida. Sencillo; muy sencillo; a veces deseaba poderse quedar allí para siempre.