Capítulo 105

Domingo, 18 de enero de 2010

Jessie oyó el sonido metálico de la puerta lateral de la furgoneta al abrirse. Luego el vehículo se balanceó un poco y oyó unos pasos a su lado. Estaba temblando de terror.

Un instante más tarde le deslumbró el haz de luz de la linterna, que enfocaba directamente a su cara.

– ¡Qué peste! -exclamó el hombre, furioso-. Hueles a meado. Te has meado encima, guarra asquerosa.

Apartó el rayo de luz de su rostro. Jessie levantó la cabeza, parpadeando. Ahora él se enfocaba el rostro encapuchado con el rayo de luz deliberadamente, para que le viera.

– No me gustan las mujeres sucias -anunció-. Y ese es tu problema, ¿verdad? Todas sois unas guarras. ¿Cómo esperas darme placer si apestas de este modo?

Ella rogó con la mirada: «Por favor, desátame. Por favor, quítame la mordaza. Haré lo que sea. No me resistiré. Haré lo que sea. Por favor. Haré lo que tú quieras, y luego me dejas ir. ¿Vale? ¿De acuerdo? ¿Tenemos un trato?».

De pronto sintió unas ganas terribles de volver a orinar, aunque no había bebido nada en lo que le había parecido una eternidad, y tenía la boca toda seca. ¿Qué hora sería? Supuso que por la mañana, a juzgar por la luz que había inundado fugazmente la furgoneta unos minutos antes.

– Hoy tengo una comida de domingo -dijo-. No dispongo de tiempo de arreglarte y limpiarte. Tendré que volver más tarde. Lástima que no pueda invitarte. ¿Tienes hambre?

Volvió a enfocarle la cara con la linterna.

Ella rogo con la mirada que le diera agua. Intentó articular la palabra tras la mordaza, desde la garganta, pero lo único que salió fue un gemido ondulante.

Estaba desesperada por beber agua. Y se agitaba, intentando controlar la vejiga.

– No entiendo muy bien lo que dices. ¿Que me aproveche la comida?

– Grnnnnmmmmmoooowhhh.

– ¡Qué detalle por tu parte!

Jessie volvió a rogarle con la mirada: «Agua. Agua».

– Probablemente quieras agua. Supongo que es eso lo que dices. El problema es que, si te traigo agua, vas a mearte otra vez, ¿no?

Ella sacudió la cabeza.

– ¿No? Bueno, pues ya veremos. Si me prometes que te portarás bien, quizá luego te traiga un poco.

Jessie siguió intentando controlar la vejiga desesperadamente. Pero en el momento en que oyó el ruido de la puerta corredera al cerrarse, sintió de nuevo un goteo cálido extendiéndose por su entrepierna.

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