Capítulo 72

Miércoles, 14 de enero de 2010

Ya en su despacho tras la reunión de la mañana, Grace se puso a reflexionar. ¿Era el Hombre del Zapato un policía en activo?

En un momento u otro, desde luego había habido manzanas podridas en la Policía de Sussex, como en cualquier otro cuerpo del país. Asesinos, violadores, ladrones, estafadores y traficantes de pornografía y de drogas escondidos tras una fachada de respetabilidad y confianza indiscutible. No era frecuente, pero con más de cinco mil trabajadores solo en Sussex, era algo que no podía descartarse.

Y encajaba. La información privilegiada sobre el Hombre del Zapato que se había filtrado a la prensa en 1997, y ahora, en la investigación actual, podía haber sido proporcionada por cualquiera que tuviera los códigos de acceso a la red informática de la Policía de Sussex. Cassian Pewe lo había tenido en octubre del año pasado. ¿Quién sabe lo que podía haber copiado o lo que podía haberse llevado?

Grace marcó el número interno de la Policía Metropolitana de Londres, con una idea precisa de lo que iba a decir.

Tras dos minutos de desvíos por diferentes extensiones, oyó la voz del superintendente Pewe, tan sonora y penetrante como el ruido de un trépano de dentista, y tan embriagadora como una pipeta llena de ácido sulfúrico.

– ¡Roy! ¡Qué alegría oírte! Ya me necesitas otra vez, a que sí…

Grace fue al grano:

– No, necesito cierta información. Cuando estuviste aquí, sacaste del archivo el dosier de un caso frío. Tu firma es la última del registro. Tiene que ver con una tal Rachael Ryan, que desapareció la Nochebuena de 1997. ¿Te suena?

– Vi muchos archivos en el poco tiempo que estuve allí, Roy -dijo, con un tono afligido.

– Bueno, en este dosier faltan dos páginas, Cassian. Me preguntaba si por casualidad no se las habrías dado a nadie. ¿A algún investigador, quizá?

– Déjame pensar. No, seguro que no. ¡De ningún modo! Todo lo investigué yo personalmente.

– ¿Leíste ese dosier en particular?

– Pues la verdad, no me acuerdo.

– Haz un esfuerzo.

De pronto, Pewe pareció incómodo.

– ¿Qué es lo que pasa, Roy?

– Te estoy haciendo una pregunta. ¿Leíste ese archivo? Solo hace unos meses.

– Me suena un poco -dijo, a la defensiva.

– ¿Te habrías dado cuenta, si hubiesen faltado las dos últimas páginas?

– Bueno… Sí, claro que me habría dado cuenta.

– Entonces, ¿estaban todas cuando lo leíste?

– Supongo que sí.

– ¿Recuerdas lo que decían?

– No… No, no lo recuerdo.

– Necesito que recuerdes lo que decían, porque ahora podrían ser de una importancia vital para una investigación en curso.

– ¡Roy! -replicó, con tono de complicidad-. Venga, hombre. ¿Tú te acuerdas de lo que leíste hace tres meses?

– Pues sí, en realidad sí. Tengo buena memoria. ¿No es algo que se les presupone a los policías?

– Mira, lo siento. Ahora mismo estoy ocupadísimo con un informe que tengo que acabar antes de mediodía.

– ¿Te ayudaría a refrescar la memoria si hiciera que te detuvieran y te trajeran hasta aquí?

Grace oyó un sonido como el de la hoja de un cortacésped al dar con una piedra semienterrada.

– ¡Ja, ja! Estás de broma, ¿no?

En una operación el mes de octubre anterior, él mismo le había salvado la vida a Pewe, corriendo un riesgo personal considerable. Sin embargo, este prácticamente no le había dado las gracias. Era difícil de imaginar que pudiera sentir por ningún ser humano un desprecio comparable al que sentía por aquel hombre. Grace esperaba que aquello no estuviera enturbiando su sentido común, aunque en aquel momento realmente no le habría importado mucho.

– Cassian, Tony Case, el agente al mando de la Sección de Infraestructuras, a quien recordarás de tu estancia entre nosotros, me ha informado de que, desde que empezó a operar la Sussex House, en 1996, todos los dosieres de casos fríos han estado guardados en un almacén seguro en el sótano. El acceso está controlado al máximo para no alterar la fiabilidad de las pruebas. El almacén está protegido por una alarma digital y cualquiera que entre necesita un código de acceso, que se registra. Tiene una entrada, firmada por ti, que demuestra que devolviste el dosier del Hombre del Zapato a uno de sus ayudantes en octubre pasado. Nadie más ha vuelto a tocar ese archivo, hasta que lo ha hecho el Equipo de Casos Fríos, esta semana. ¿Vale?

Pewe le respondió con un silencio.

– Estuviste en Brighton durante la conferencia del Partido Laborista de 1997, ¿no? Como personal de apoyo de Londres, cuando trabajabas para el Departamento Especial. Luego seguiste trabajando en Brighton, en una investigación sobre una serie de atracos a joyerías en Londres relacionados con Brighton. Te compraste un piso, con la idea de venirte a vivir aquí. ¿Correcto? -Sí. ¿Y?

– Las fechas en las que estuviste en la ciudad coinciden exactamente con las fechas en las que actuó el Hombre del Zapato. Pasaste la Nochebuena de 1997 en Brighton, ¿no?

– No puedo recordarlo sin consultar la agenda.

– Una de mis agentes puede confirmarlo, Cassian. Bella Moy. ¿Te acuerdas de ella?

– ¿ Debería?

– Intentaste follártela en el asiento trasero de tu coche hacia la medianoche, después de salir de copas con un puñado de agentes. La llevaste a casa en coche y luego intentaste convencerla para que no se bajara. ¿Ahora te acuerdas?

– No.

– Probablemente sea mejor así. Ella lo recuerda muy bien. Tienes suerte de que no presentara cargos por acoso sexual.

– Roy, ¿me estás diciendo que nunca le has insistido a una chica con un par de copas encima?

El no le hizo caso.

– Quiero saber qué hiciste después de dejar a Bella frente a la casa de su madre, en esas horas entre la medianoche y la mañana del 25. Quiero saber lo que hiciste en la fiesta de Halloween de 1997. Tengo más fechas para ti. Quiero saber dónde estuviste hace dos semanas, en Nochevieja. ¿Dónde estabas el jueves pasado, 8 de enero? ¿Y el domingo pasado, 10 de enero, por la tarde? Espero que estés tomando nota, Cassian.

– ¡Estás haciendo perder el tiempo a la Policía, Roy! -dijo Pewe, intentando adoptar un tono divertido-. Venga, hombre. ¿De verdad esperas que sea capaz de decirte dónde estaba en un momento dado hace doce años? ¿Tú podrías decirme dónde estabas?

– Sí que podría, Cassian. Podría decírtelo con exactitud. Así que dime, ¿dónde pasaste la Nochevieja pasada?

Se produjo un largo silencio. Entonces Pewe dijo, a regañadientes:

– En realidad estuve en Brighton.

– ¿Hay alguien que pueda dar fe?

Otro largo silencio precedió a la respuesta de Pewe.

– Lo siento, Roy, no estoy dispuesto a seguir con esta conversación. No me gusta ni tu tono ni tus preguntas.

– Y a mí no me gustan tus respuestas.


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