Para Marigold y Anthony

Quiero expresar mi agradecimiento

a Sally y John Priestley de XII Bar Blues,

y a Encombe House Estate.


Domingo 10 de agosto de 1997, 1:45 h.

Se dejaba llevar por las olas, cayendo de sus crestas y volviendo a despertar, más y más desesperada, cada vez que el agua salada le bajaba ardiendo por la garganta. Durante los intermitentes períodos de lucidez en que recordaba, con profundo asombro, lo que le había pasado, no era el acto brutal de la violación lo que permanecía indeleblemente grabado en su memoria, sino el momento en que le habían roto los dedos.

Domingo 10 de agosto de 1997, 5:00 h.

La niña estaba sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, como una diminuta estatua de Buda, y la pálida luz del amanecer suavizaba el tono de su semblante. Él no sentía nada por ella, ni siquiera la más elemental compasión, pero no podía tocarla. La niña lo contemplaba con la misma solemnidad con que él la contemplaba a ella, cautivado por su inmovilidad. A él no le habría costado nada romperle el cuello, pero le pareció intuir una sabiduría ancestral en su concentrada mirada, y esa idea lo asustaba. ¿Era consciente la niña de lo que él acababa de hacer?

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