John Galbraith se paró junto al coche de William Sumner y echó un vistazo por la ventanilla. Notó el calor del recalentado techo en la cara. Echó a andar por el camino hacia el piso de Angela Sumner y tocó el timbre. Esperó a oír la cadenilla de la puerta.
– Buenas tardes, señora Sumner -dijo cuando vio los relucientes ojos de la anciana asomando por la rendija de la puerta-. Imagino que William está con usted. -Señaló el coche y añadió-: ¿Puedo hablar con él?
La señora Sumner exhaló un suspiro y abrió la puerta.
– Quería llamarle por teléfono, pero mi hijo arrancó el hilo de la pared cuando adivinó mis intenciones.
Galbraith asintió.
– Le hemos llamado varias veces aquí, pero no contestaban. Si el teléfono no estaba conectado, no me extraña. Por eso he decidido venir.
Angela Sumner giró la silla de ruedas para guiar al policía por el pasillo.
– No hace más que repetir que no sabía qué hacer. ¿Significa eso que la mató?
Galbraith le puso la mano en el hombro para tranquilizarla.
– No -contestó-. Su hijo no es ningún asesino, señora Sumner. Él quería a Kate. Creo que le habría dado cualquier cosa que ella hubiera pedido.
Se detuvieron en el umbral del salón. William estaba sentado en una butaca, con el teléfono en el regazo; llevaba varios días sin afeitarse y tenía los ojos enrojecidos e hinchados de llorar y de no dormir. Galbraith lo miró y admitió que en parte era responsable de haber llevado a aquel hombre hasta el abismo. Podía justificar su intromisión en los asuntos privados de William y Kate, pero aquella lógica era demasiado fría. Podía haber sido más amable, pensó -siempre se podía ser más amable-, pero desgraciadamente la amabilidad raramente desvelaba la verdad.
Le apretó el hombro a Angela Sumner y dijo:
– ¿Le importaría prepararnos una taza de té? -Se apartó para que la anciana pudiera retroceder con la silla de ruedas-. Me gustaría charlar un rato a solas con William, si a usted no le importa.
Ella asintió y dijo:
– Esperaré fuera. Ya me avisarán.
Galbraith cerró la puerta del salón.
– Hemos cogido al asesino de Kate, William -dijo, y se sentó enfrente de William-. Steven Harding ha sido acusado de su rapto, violación y asesinato, y en breve será conducido a prisión para esperar la fecha del juicio. Quiero que sepa que Kate hizo todo lo que pudo para salvarse y para salvar a Hannah. -Escrutó el rostro de William, pero al no ver en él reacción alguna, prosiguió-. No voy a engañarle diciéndole que no tuvo relaciones sexuales con Harding antes de los sucesos de la semana pasada, porque sí las tuvo. Con todo, no fue más que una breve aventura que tuvo lugar hace unos meses, después de lo cual Harding llevó a cabo una larga campaña para sacársela de encima. Sin embargo, y esto es importante -disfrazó la verdad a favor de Kate-, es evidente que ella decidió poner fin a la relación cuando se dio cuenta de que su matrimonio era más importante que un entusiasmo pasajero con un hombre más joven que ella. La desgracia de Kate consistió en no reconocer en Steven Harding a un egocéntrico inmaduro al que debería haber temido. -Hizo otra pausa y concluyó-: Se sentía muy sola, William.
Sumner contuvo un sollozo.
– La he odiado tanto… Comprendí que él era algo más que un amigo cuando Kate me dijo que no quería volver a verlo en nuestra casa. Al principio coqueteaba con él; luego empezó a hablar mal de él y a insultarlo. Deduje que él se había cansado de ella.
– ¿Fue entonces cuando Steve le enseñó aquellas fotografías?
– Sí.
– ¿Por qué cree que lo hizo, William?
– Dijo que quería que yo se las enseñara a Kate, pero…
Galbraith recordó lo que Tony había dicho la noche anterior: «El único motivo por el que Steve hace pornografía es que sabe que los tipos que verán sus fotografías son unos indecentes. Como no tiene ninguna manía sexual, se excita pensando en esos tipos que se masturban con fotos suyas».
– Pero lo que quería, en realidad, era enseñárselas a usted, ¿no?
Sumner asintió.
– Quería demostrarme que Kate prefería acostarse con cualquiera, incluso con un homosexual, antes que conmigo. -Empezaron a correrle lágrimas por las mejillas-. Supongo que ella le había contado a todo el mundo que yo no era muy bueno en la cama. Yo le dije que no me interesaba ver aquellas fotografías, y entonces él puso la revista encima de la mesa y me dijo -cerró los ojos, como si quisiera protegerse de aquel recuerdo-: «Haz lo que quieras con ellas».
– ¿Le dijo Harding que se había acostado con Kate?
– No hizo falta que me lo dijera. Cuando vi que cogía a Hannah en brazos en la calle, imaginé que algo pasaba. Yo nunca he podido coger a Hannah en brazos, porque la niña no me deja. -Seguían brotándole lágrimas.
– ¿Qué le dijo, William?
– Que Kate le estaba amargando la vida, ensuciándole el coche con los pañales de Hannah, y que si no la convencía de que dejara de hacerlo iría a la policía.
– ¿Y usted le creyó?
– Kate era así -dijo con voz temblorosa-. Sabía ser muy desagradable cuando no conseguía lo que quería.
– ¿Le enseñó usted la revista a Kate?
– No.
– ¿Qué hizo con ella?
– La guardé en el coche.
– ¿Por qué?
– Para mirarla… Para recordar… -Apoyó la cabeza en el respaldo de la butaca y miró el techo-. Para tener algo que odiar, supongo.
– ¿Le habló a Kate de ello?
– No. No tenía sentido comentárselo. Ella me habría mentido.
– Entonces ¿qué hizo?
– Nada -contestó William-. Hice como si nada hubiera pasado. Trabajaba hasta tarde, me encerraba en mi estudio, esquivaba a Kate… Mire, no podía pensar. No dejaba de preguntarme si el bebé sería mío. -Se volvió y miró al policía-. ¿Era mío?
– El forense calculó que el feto era de catorce semanas, lo cual significa que fue concebido a principios de mayo; pero la relación de Kate con Harding acabó a finales de marzo. Si quiere una prueba definitiva, puedo pedirle al forense que realice un análisis de ADN, pero yo no creo que haya duda de que el niño que Kate iba a tener era suyo. Kate no se acostaba con el primero que se lo proponía. -Hizo una pausa para que William asimilara aquella información-. Pero no cabe duda de que Steven Harding la acusó falsamente de acoso. Sí, en una ocasión Kate arremetió contra él por despecho, pero seguramente lo hizo porque estaba enfadada consigo misma por haberse dejado engañar por Harding. El verdadero culpable es un amigo de Harding. Kate había rechazado sus proposiciones, y él la utilizó como escudo para vengarse, sin sospechar el peligro en que podía poner a Kate.
«Jamás pensé que él pudiera hacerle ningún daño. ¡Ostras! ¿Cree que yo quería que la mataran? Ella era un persona muy triste y solitaria, un aburrimiento de mujer. Si vibraba por algo, lo disimulaba muy bien. Mire, sé que esto no suena muy bien, y no me enorgullezco de ello, pero la reacción de Steve me pareció muy divertida. Estaba cagado. Eso de que se escondía en las esquinas es muy cierto. Steve creía que Kate le iba a atacar en medio de la calle. No paraba de hablar de la película Atracción Fatal, y decía que el error de Michael Douglas era no dejar morir al personaje de Glenn Close cuando intentaba suicidarse.
»-¿Por qué no nos lo contó antes? -preguntó Carpenter.
»-Porque antes de meterte en un lío tienes que estar convencido de que la persona a la que estás acusando es culpable. A mí jamás se me habría ocurrido que Steve pudiera tener algo que ver con todo esto. No le gusta la violencia.
»-Pero las violaciones sí, ¿no? Vamos a ver, ¿se le ocurre algo o alguien que su amigo no haya violado? La hospitalidad, la amistad, el matrimonio, mujeres, niñas, un montón de leyes… ¿Nunca se le ocurrió que una persona tan egoísta como Steven Harding, tan poco preocupada por los sentimientos de los demás, pudiera representar un peligro para una mujer que él consideraba que le había estado amargando la existencia?»
Sumner seguía contemplando el techo, como si su blanca superficie ocultara todas las respuestas.
– ¿Cómo consiguió Harding llevar a Kate a su barco, si a ella ya no le interesaba? -preguntó-. Usted dijo que nadie la vio con él después de que hablaran delante del Tesco.
«Me sonrió como si no hubiera pasado nada -les había explicado Harding-, me preguntó cómo estaba y cómo me iba el trabajo. Yo contesté que no sabía cómo se atrevía a dirigirme la palabra después de lo que me había hecho, y ella rió y dijo que no fuera infantil. “Tú me enseñaste a valorar a William, y si yo no te guardo rencor, ¿por qué vas a guardármelo tú a mí?” Le respondí que ella sabía perfectamente por qué le guardaba rencor, y ella se enfadó. “Te he pagado con la misma moneda. Eres pura mierda”, me dijo. Y entonces se marchó. Creo que eso fue lo que me enfureció. No soporto que me dejen plantado. Pero yo sabía que la dependienta del Tesco me estaba mirando, así que crucé High Street, y bajé por detrás de los tenderetes del mercado de la otra acera, sin quitarle la vista de encima a Kate. Lo único que quería era hablar con ella, desahogarme, decirle que tenía suerte de que no la hubiera denunciado…»
– Los sábados hay mercado en High Street -explicó Galbraith-, así que la calle estaba abarrotada de visitantes. La gente no se fija en lo que pasa entre una multitud. Harding la siguió desde una distancia prudencial, y esperó a que ella se dirigiera a su casa.
«Parecía muy enojada, o sea que supongo que debí de ofenderla. Torció por Captain's Row, y deduje que se dirigía a su casa. Le di una oportunidad, por así decirlo. Decidí que si tomaba la calle de arriba la dejaría en paz, pero que si tomaba la de abajo después del club náutico y el garaje de Tony, le daría una lección…»
– Steve utiliza un garaje que hay a doscientos metros de su casa -prosiguió Galbraith-. La atrapó cuando ella pasaba por delante del garaje, y la convenció de que entrara con Hannah. Ella había estado allí varias veces con Tony Bridges, el amigo de Harding, así que debió de pensar que no había ningún peligro.
«Las mujeres son imbéciles. Se dejan convencer por cualquiera con tal de que suene mínimamente sincero. Lo único que tuve que hacer fue decirle que lo sentía, y derramar un par de lágrimas. Como soy actor, no me resultó difícil. Ella volvió a sonreír y dijo que lo lamentaba, que no había querido ser cruel, y que por qué no olvidábamos todo lo ocurrido y hacíamos las paces. Yo le dije que muy bien, y que le iba a regalar una botella de champán del garaje de Tony para demostrarle que no le guardaba ningún rencor. Le dije que podía bebérsela con su marido, con tal que no le dijera que se la había regalado yo. De haber habido alguien en la calle, o si el viejo señor Bridges hubiera estado espiando detrás de las cortinas, no lo habría hecho. Pero todo fue coser y cantar. En cuanto cerré las puertas del garaje, comprendí que sería capaz de hacer lo que me propusiera…»
– No olvide lo poco que ella lo conocía, William. Según el propio Harding, su relación consistió en dos meses de coqueteo, el tiempo que Steve tardó en llevársela a la cama; un breve período de sexo poco satisfactorio por ambas partes que terminó cuando él la dejó en la estacada, por lo que ella se vengó manchándole las sábanas del barco con un pañal de Hannah; y después cuatro meses de ignorancia mutua. Para Kate, Harding había pasado a la historia. Ella no sabía que Tony le había estado ensuciando el coche a Harding con excrementos; ni que Harding había hablado con usted para que usted le ayudara a sacársela de encima; de modo que cuando aceptó una copa de champán en el garaje, estaba convencida de que aquello era una oferta sincera de paz.
«Si Kate no me hubiera dicho que William iba a estar fuera todo el fin de semana, yo no habría seguido adelante. Pero a veces es como si las cosas estuvieran escritas. En realidad fue culpa suya. Se puso a decir que en casa no le esperaba nadie, así que le ofrecí una copa. Sinceramente, creo que ella lo estaba deseando. Estaba encantada de estar a solas conmigo. Hannah no representaba ningún problema. Siempre le he caído bien. Creo que soy el único, además de su madre, que la puede coger en brazos sin que la niña se ponga a gritar…»
– La durmió con Rohipnol, una droga hipnótica; lo disolvió en champán. La llaman la droga de los violadores, porque es fácil dársela a una mujer sin que se dé cuenta. Es lo bastante fuerte para dejar a alguien inconsciente entre seis y diez horas, y en los casos de que hasta ahora se tiene noticia, las víctimas dicen haber tenido períodos intermitentes de conciencia en los que sabían lo que estaba pasando pero eran incapaces de reaccionar. Tengo entendido que existe la intención de catalogar el Rohipnol como medicamento controlado de grado tres, añadirle un tinte azul y hacer que sea más difícil de disolver, pero por el momento se puede abusar fácilmente de él.
«Tony guarda sus drogas en el garaje, o al menos lo hacía hasta que se enteró de que me habían detenido; luego fue y lo sacó todo de allí. El Rohipnol se lo había quitado a su abuelo porque el viejo se quedaba dormido durante el día. Una vez lo encontró en la cocina con el gas abierto porque se había quedado frito antes de acercar la cerilla al fogón. Tony iba a deshacerse del Rohipnol, pero yo le sugerí que podría serle útil con Bibi, y decidió guardarlo. Con Kate funcionó de maravilla. Se quedó dormida al instante. El único problema fue que le dejó probar el champán a Hannah, y cuando Hannah se durmió, cayó hacia atrás con los ojos abiertos. Pensé que estaba muerta…»
– Ha sido muy ambiguo respecto a lo que pensaba hacer con Kate. Dice que quería darle una lección, pero no se sabe si su intención era violarla y luego matarla.
«Yo no quería hacerle daño a Kate, sólo hacerla reflexionar un poco. Aquello de la caca me había puesto histérico. Sin embargo, tuve que replanteármelo todo cuando Hannah se desmayó. Fue espantoso. Matar a una criatura, aunque sea por accidente, es algo muy fuerte. Pensé dejarlas a ambas allí y largarme a Francia con Marie, pero me daba miedo que Tony las encontrara antes de que yo pudiera reunirme con Marie, y yo ya le había dicho que me iba a Poole a pasar el fin de semana. Supongo que lo que me dio la idea de llevármelas a las dos fue el hecho de que Kate pesara tan poco…»
– Las llevó al barco delante de las narices de todo el mundo -continuó Galbraith-. Llevó el Crazy Daze a uno de los pontones para visitantes que hay cerca del club náutico y subió a Kate a bordo en el saco de lona donde guarda su bote neumático. Al parecer son bastante grandes, y dice que no le resultó difícil meter a Kate dentro. A Hannah la subió dentro de la mochila, y la sillita la llevó debajo del brazo, como si tal cosa.
«Si estás convencido de lo que haces y no intentas disimular, nadie te pregunta nada. Supongo que tiene algo que ver con el carácter británico; nunca nos entrometemos a menos que sea inevitable. Pero a veces es inevitable. Casi parece que te obliguen a hacer cosas que no quieres hacer. Yo no paraba de pensar: preguntadme qué llevo en el saco, idiotas, preguntadme qué hago con una sillita de niño debajo del brazo. Pero nadie me dijo nada, claro…»
– Entonces se marchó a Poole -prosiguió el inspector-. Se acercaba el mediodía y Harding dice que aún no había decidido qué iba a hacer aparte de subir a Kate y Hannah al barco. Dice que estaba muy nervioso y no podía pensar con claridad. -Arqueó las cejas y añadió-: Más o menos lo mismo que ha dicho usted antes para describir su estado de ánimo. Y en principio, parece que optó por no hacer nada, y las dejó encerradas e inconscientes dentro de las bolsas.
«Creo que ya me había pasado por la cabeza arrojarlas por la borda, pero lo iba aplazando. Había salido hasta el Canal para tener un poco de espacio, y hacia las siete las subí a cubierta para acabar con aquello. Pero me sentí incapaz. Oí unos gemidos procedentes de la mochila, y comprendí que Hannah seguía con vida. Eso me alivió. Yo no quería matarlas…»
– Dice que Kate empezó a volver en sí hacia las siete y media, y que entonces la soltó y la dejó sentarse a su lado en la cabina. También dice que fue Kate la que quiso quitarse la ropa. Sin embargo, dado que también le faltaba la alianza, creemos que antes de arrojarla por la borda, Harding decidió desnudarla y despojarla de todo lo que pudiera ayudar a identificarla.
«Ella estaba asustada, y ya sé que seguramente lo hizo para estar a buenas conmigo, pero yo no le pedí que se desnudara ni la obligué a follar conmigo. Yo finalmente había decidido devolverlas a tierra. De lo contrario no habría cambiado de rumbo, y ella no habría aparecido en Egmont, Bight. Le di algo de comer porque tenía hambre. ¿Para qué habría hecho eso si hubiera pensado matarla?»
– Ya sé que esto le resultará muy duro, William, pero creemos que Harding pasó horas fantaseando sobre lo que iba a hacer con ella antes de matarla, y después de desnudarla siguió adelante y puso en práctica esas fantasías. Sin embargo, no sabemos hasta qué punto estaba Kate consciente ni si sabía lo que estaba ocurriendo. Una de las dificultades de la investigación es que no hemos encontrado en el Crazy Daze indicios recientes de la presencia de Kate y Hannah. Creemos que Harding tuvo a Kate dormida en la cubierta durante unas cinco horas, lo que explicaría los síntomas de hipotermia y la falta de pruebas de su presencia en el interior del barco. Todavía estamos buscando pruebas, pero me temo que el domingo, durante el viaje de regreso a Lymington, Harding tuvo horas para fregar la cubierta con cubos de agua salada.
«De acuerdo, reconozco que al principio estaba un poco ido. La situación se me escapó de las manos durante un rato (me entró pánico cuando creí que Hannah había muerto), pero cuando oscureció ya lo había solucionado todo. Le dije a Kate que si me prometía estarse callada la llevaría a Poole y las dejaría allí. Si no, diría que ella había subido a mi barco voluntariamente, y como Tony Bridges sabía que Kate estaba colada por mí, nadie la creería si me culpaba de algo, y menos aún William…»
– Dice que prometió a Kate llevarla a Poole, y es posible que ella lo creyera, pero no creemos que Harding tuviera intención de cumplir su promesa. Es un buen navegante, y sin embargo tomó un rumbo que lo condujo hasta el oeste del cabo St Alban, cuando debería haber ido hacia el este. Él asegura que perdió la posición porque Kate lo distraía, pero es demasiada casualidad que la arrojara al mar donde lo hizo, teniendo en cuenta que tenía previsto ir andando hasta allí a la mañana siguiente.
«Debió confiar en mí. Le dije que no quería hacerle ningún daño. A Hannah no le hice ningún daño, ¿no?»
– Según Harding, Kate se abalanzó sobre él e intentó arrojarlo por la borda, pero resbaló y cayó al agua.
«La oía gritar y chapotear, así que intenté localizarla, pero estaba tan oscuro que no veía nada. Estuve un rato llamándola, pero enseguida dejé de oírla, y al final me rendí. Me parece que Kate no nadaba muy bien…»
– Afirma que hizo cuanto pudo para salvarla, pero cree que Kate se ahogó en cuestión de minutos. Se refiere a lo sucedido como un lamentable accidente.
«Pues claro que es casualidad que nos encontráramos delante de Chapman's Pool. Estaba completamente negro, maldita sea, y en el cabo St Alban no hay ningún faro. ¿Tiene usted idea de lo que es navegar de noche cuando no hay nada que te indique tu posición? Yo me había despistado, no había tenido en cuenta los cambios del viento ni la marea. Estaba convencido de que había ido demasiado hacia el oeste, y por eso corregí el rumbo y navegué hacia el este, pero hasta que divisé el faro de Ajnvil Point no me di cuenta de que estaba muy lejos de Poole. Mire, ¿no cree que si hubiera sido mi intención matar a Kate también habría matado a Hannah?»
Galbraith se quedó callado, y Sumner apartó por fin la vista del techo.
– ¿Es eso lo que dirá ante el tribunal? ¿Que la muerte de mi mujer fue un accidente?
– Es lo más probable.
– ¿Se saldrá con la suya?
– Si usted declara a favor de su esposa, no.
– Quizá Harding diga la verdad -repuso Sumner lánguidamente.
Galbraith esbozó una sonrisa. La amabilidad era cosa de idiotas.
– No vuelva a decir eso delante de mí, William, porque si lo hace le partiré la cara. No olvide que yo vi a su esposa. Yo lloré por ella antes de que usted se enterara siquiera de que había muerto.
Sumner pestañeó, alarmado.
Galbraith se enderezó y prosiguió:
– Ese desgraciado la drogó, la violó, seguramente varias veces, le rompió los dedos porque Kate intentó sacar a su hija de la mochila, y luego la estranguló. Pero Kate seguía viva, así que Harding la ató a un motor fueraborda que llevaba en el barco, y la dejó a la deriva en un bote neumático medio desinflado. -Se golpeó la palma con el puño-. No para darle una oportunidad, William, sino para asegurarse de que moriría lentamente y aterrada, pensando en lo que Harding le iba a hacer a Hannah y arrepintiéndose de haber querido vengarse de él.
«Cuando la saqué de la mochila, la niña no gritó ni una sola vez. No me tenía miedo. De hecho, creo que sentía lástima por mí porque se daba cuenta de que yo estaba preocupado. La envolví en una manta, la puse en el suelo de la cabina y ella se quedó dormida. Si se hubiera puesto a gritar en el puerto deportivo, yo me habría asustado, pero no lo hizo. Es una niña muy rara. Salta a la vista que no es muy inteligente, pero da la impresión de que sabe más de lo que parece.»
– No sé por qué no mató a Hannah. Lo único que sé es que parece temerle. Dice que la cambió, le dio de comer y de beber con lo que encontró en la bolsa que había colgada en la sillita, y que luego la bajó del barco en la mochila. La dejó dormida en el jardín de un bloque de pisos de la carretera de Bournemouth a Poole, a más de un kilómetro y medio de Lilliput, y parece más sorprendido que nadie por el hecho de que la pequeña regresara andando al puerto deportivo sin que nadie se preguntara por qué iba sola.
«En la bolsa de la sillita encontré un frasco de paracetamol, y le di un poco para asegurarme de que estuviera dormida cuando la sacara del barco. Aunque en realidad no hacía falta. Supongo que todavía estaba bajo los efectos del Rohipnol, porque me quedé sentado en la cabina, observándola, y ella no se despertó ni una vez. Es imposible que Hannah supiera dónde estaba el puerto deportivo de Salterns, así que ¿cómo demonios encontró el camino de regreso? Ya le decía yo que esa niña era rara. Pero usted no quería creerme…»
– Durante el viaje de regreso a Lymington tiró por la borda todo lo que pudiera relacionarlo con Kate y Hannah: el saco del bote neumático, la ropa de Kate, su anillo, la sillita, el pañal sucio de Hannah, la manta en que la había envuelto; pero olvidó las sandalias que Kate se había dejado en el barco en abril. -Galbraith sonrió-. Aunque lo raro es que Harding asegura que se acordó de ellas. Las sacó de un armario después de dejar a Hannah dormida en el suelo de la cabina y las metió en la bolsa de la sillita, y ahora dice que la única que pudo haberlas escondido bajo el montón de ropa es Hannah.
«Estaba preocupado por las huellas dactilares. No sabía si tenía que limpiar el Crazy Daze por dentro o no. Yo sabía que ustedes encontrarían las huellas que Kate y Hannah habían dejado en abril, y no sabía si sería mejor fingir que aquella visita no se había producido. Al final decidí dejarlo todo tal como había estado los tres últimos meses, porque no quería que se imaginaran que había hecho algo peor de lo que en realidad hice. Y tenía razón, ¿no? Ustedes no me habrían soltado el miércoles si hubieran encontrado algún indicio de que yo estaba decidido a hacer con Kate lo que dicen que le hice…»
A Sumner volvieron a llenársele los ojos de lágrimas, pero no dijo nada.
– ¿Por qué me ocultó que Kate había tenido una aventura con Harding? -preguntó Galbraith.
William tardó en responder, y cuando lo hizo levantó una temblorosa mano, en ademán suplicante, como un mendigo pidiendo limosna.
– Estaba avergonzado.
– ¿De Kate?
– No -susurró Sumner-. De mí mismo. No quería que se enterara nadie.
¿Que se enteraran de qué?, se preguntó Galbraith. ¿De que era incapaz de mantener a su esposa interesada por él? ¿De que se había equivocado al casarse con ella?
– Por si le interesa saberlo, Sandy Griffiths dice que Hannah se ha pasado todo el día dando vueltas por la casa, “buscándolo”. Le he dicho a Sandy que le dijera a la niña que yo iba a llevarlo a casa, y Hannah se puso a batir palmas. No me haga quedar mal, por favor.
Sumner se estremeció.
– Pensé que la niña estaría mejor sin mí.
– De eso nada. -Galbraith lo levantó de la butaca cogiéndolo por el brazo-. Usted es su padre. ¿Cómo iba a estar mejor sin usted?