CAPÍTULO XX

AUNQUE LA ABADÍA de Montecassino, a pesar de su esplendor, no ofrecía más que un mediocre interés desde el punto de vista artístico, su pasado, por el contrario, ocupaba un alto lugar en la civilización cristiana salida de Atenas y Roma. Sobre el emplazamiento de un templo de Apolo, san Benito de Nursia, en el año 539, fundó allí un monasterio y dictó una regla que imponía a sus hijos un amor ardiente a la fe y a la cultura. Allí fueron copiadas, conservadas y transmitidas las obras maestras literarias y filosóficas de los antiguos y de los precursores. Allí habían meditado y orado, y se habían fortalecido, cardenales, pontífices y santos. Allí se retiraron a la soledad Carlomagno, Tomás de Aquino e Ignacio de Loyola.

Sufrió muchos saqueos hasta que en 1806 José Bonaparte, rey de Napóles, suprimió los monasterios benedictinos y confiscó sus bienes; pero después de Waterloo, los Borbones devolvieron al monasterio gran parte de estos bienes. Desde entonces la abadía vivía una existencia puramente espiritual, en la oración, el trabajo y el estudio.

Por fortuna, y así lo hizo constar mosén Alberto en una de sus "Alabanzas al Creador", todos estos tesoros fueron salvados. Mucho antes de la batalla final para la conquista de Montecassino y del monasterio, las obras de arte fueron evacuadas por los alemanes y entregadas en Roma al castillo de Sant'Angelo, al cuidado de los mismos monjes. Sólo el abad se negó a abandonar el lugar cuya custodia le había confiado Dios. Con él permanecieron cinco monjes, cinco hermanos legos, algunos domésticos y un centenar de refugiados de las aldeas vecinas.

Los aliados, por tanto, y a pesar de las declaraciones de Alfonso Reyes, al tener noticia de la evacuación de los tesoros estimaron que el monasterio podía ser considerado como objetivo militar y, por consiguiente, la abadía debía ser destruida antes del asalto.

El ataque duró meses. Según el general Sánchez Bravo, fue uno de los más sangrientos de la guerra. Los alemanes sacaron fuerzas de flaqueza y varias ofensivas lanzadas con todo ardor fueron detenidas por los defensores, quienes causaron miles de bajas. Combates que recordaban los más horribles de la guerra de trincheras de 1914-1918, realizados con granadas de mano y a bayoneta calada. Dos batallones hindúes saltaron hechos pedazos. Otro tanto cabe decir de los neozelandeses y de los polacos. Miles de cruces sembrarían más tarde la montaña. Entretanto, en el monasterio no quedaban más que ruinas: la basílica había sido arrasada, al igual que los claustros y los edificios conventuales. Sólo quedaban intactas la celda de san Benito y su tumba, como un milagro de Dios.

Por fin don Gregorio Diamara, abad obispo de Cassino, de más de 80 años de edad, a quien seguían sus monjes y los refugiados que habían sobrevivido a las bombas, abandonó dichas ruinas, sostenido por sus religiosos y caminó por un mal sendero hasta un puesto alemán, de donde el general Von Spenger le hizo conducir a su puesto de mando y de allí a un convento romano. Poco después se produjo el desenlace, aunque muchos aviones aliados tuvieron que lanzar sus bombas desde 4000 metros de altura. La ruta hacia Roma quedaba expedita. En la falda de la montaña los cementerios empezaban a florecer.

Roma estaba ocupada por los alemanes. La BBC daba continuamente partes de guerra, que el propio Matías, en Telégrafos y en su casa, cuidaba de escuchar. Sabía lo que Roma significaba para Carmen Elgazu. Ya no se trataba de enviar telegramas al Papa. La cuestión era ahora de vida o muerte.

Antes de retirarse de la capital italiana -el Führer, en un alarde impropio de él, quiso evitar su destrucción- se desarrollaron las escenas más patéticas. Sobre todo los judíos, y Eva supo algo de ello, fueron llevados en vagones hacia destinos desconocidos, después de hacerles entregar todo el oro y los equipajes. De los pueblos vecinos llegaban también paisanos en busca de alimentos y dispuestos a pillar lo que pudieran. Aldeanos de los Abruzzos y de la Ciociaria escapaban de los alemanes y, en Roma, daban rienda suelta a los asesinatos y a la rapiña. De pronto, miles y miles de refugiados acamparon en la plaza de San Pedro entre las columnas de Bernini. El Soberano Pontífice volvía a ser la mejor defensa, como en la época lejana en que el pastor de Roma se enfrentaba a las hordas bárbaras llevando en alto un crucifijo. Se conservaba la esperanza de que la voz del Santo Padre y su presencia bastarían para alejar el azote de la parte más antigua de la ciudad del Vaticano. Las viejas piedras tibias servían de asilo a los refugiados, las cocinas pontificias les daban sopa y la miseria general los hermanaba.

El Papa habló al pueblo desde lo alto del balcón de la basílica de San Pedro. El atrio y la plaza estaban abarrotados y la muchedumbre se desbordaba hasta el centro de la calle de la Conciliación, nombre que en aquellos instantes sonaba a paradoja. Animados por una esperanza sobrehumana, levantaban los ojos hacia aquella silueta frágil y blanca, bebiendo las palabras de aquel hombre que los invitaba a la plegaria y a la resignación. Al final aplaudieron como en un mitin. Las madres sostenían a sus hijos sobre sus cabezas. Los estandartes más diversos se agitaban constantemente, e incluso se vio a un sacerdote que blandía una bandera roja.

Pío XII dijo: "Quienquiera que ose levantar su mano contra Roma será culpable de matricidio ante el mundo y ante la eterna justicia de Dios".

Las fuerzas aliadas entraron en Roma. Roma se salvó. Los avances habían sido tan lentos que por todas partes se veía un emblema pegado a las paredes: un caracol en cuyos dos cuernos se veían la bandera americana y la bandera inglesa. El Cuerpo Diplomático del Eje se refugió en el Vaticano. El caracol había llegado.

Al conocerse la salvación de la Ciudad Eterna, de nuevo una lluvia de telegramas, esta vez felicitando al Papa. Segundo telegrama de Carmen Elgazu. El obispo, doctor Gregorio Lascasas, propuso una peregrinación a pie a la ermita de los Angeles para dar las gracias. "Los peregrinos ganarán indulgencia plenaria". Una gran multitud se puso en camino, encabezada por las autoridades. Por supuesto, no faltaron Agustín Lago y Sebastián Estrada. El ateo Ricardo Carreras, el anestesista de la clínica Chaos, se refirió festivamente a la concesión de indulgencias plenarias. "Una caminata de tres horas y si te mueres, al cielo. A lo mejor al llegar a la ermita se encuentran con que Hitler se les ha anticipado y espera al señor obispo para besarle el anillo".

El camarada Montaraz decidió distraer en lo posible a la población. Organizó una Feria de Muestras en la provincia, al cuidado de Jesús Revilla, el activo Delegado de Sindicatos. Más de cien estantes, con representación de todas las industrias, de todos los productos agrícolas, además de la ramadería. El nabo más grande, la col más ubérrima, el cerdo más exuberante. Incluso fotografías de los cetáceos recogidos en las playas en los últimos cincuenta años. No eran fotografías trucadas. De vez en cuando llegaba una ballena a la costa gerundense, que se había despistado de su ruta como aquel divisionario motorista que se encontró en Grecia. La Feria fue un éxito, pese a la penuria reñíante. María Fernanda quedó boquiabierta. "Sí, es verdad. La provincia de Gerona es de las más ricas de España". Ángel corrigió a su madre. "Te imaginas que toda España fuera así? Seríamos una potencia europea".

En Barcelona existía el Arca de Noé, institución fundada por Santiago Rusiñol y cuyos miembros tenían todos nombres de animales. El camarada Montaraz organizó una "sucursal" en Gerona. Encontraron un Lobo, un Águila, un Cunill, un Ciervo, un Canario, un Mulo. Presidiendo, un León: León Izquierdo, director de la Biblioteca Municipal y campeón local de billar. Se reunieron en una comida de hermandad, cuyo cocinero fue Cacerola, quien siempre decía que era un Burro porque no sabía sacar partido de sus cualidades. Terminada la comida todos los miembros del Arca se trasladaron a Barcelona en autocar y se fueron al Zoológico, donde obsequiaron al elefante Perla con un monumental pastel de verduras y golosinas.

Distraer a la población. Un alud de noticias chocantes publicadas a diario en Amanecer y que repetía la emisora de radio, cuyo locutor era un tal Cuevas, de voz agradable y modulada a la perfección. Cuevas había recibido, en Barcelona, lecciones de Marcos Redondo, quien le enseñó a impostar la voz. "No hace falta que grites. Si la voz te sale de abajo, de la zona del estómago y sabes respirar, se te oirá desde el fondo de cualquier local".

Una de las noticias fue que en los Estados Unidos se había vendido por 50.000 dólares una corbata de Frank Sinatra, y más dinero aún por otra prenda más íntima. El comentario fue: "Cuánto valdrían unos calzoncillos de Churchill?". Centenario del artista Gayarre. Actuaría la Cobla Gerona en el teatro Municipal, tocando "sardanas de concierto". El director, Quintana, que había compuesto tantas piezas, revivió. Le tenían olvidado y de ello culpaba al camarada Montaraz, quien al parecer ahora quería desquitarse. Después de la Cobla Gerona debutaron los cuatro hijos pequeños del doctor Andújar, tocando al violín y a la flauta melodías facilonas de Chopin. Solita, la enfermera del doctor Andújar, aplaudió a rabiar, y Chelo Rosselló y Gracia Andújar, en nombre de la Sección Femenina, subieron al escenario a entregar a los solistas sendos ramos de rosas.

Organización de una corrida de toros en Figueras -facilidades para el desplazamiento-, con los diestros Ortega, Manolete y Dominguín. La plaza se llenó hasta la bandera y se vieron algunos sombreros de paja. Ah, sí, el aspecto externo de una parte de la población civil había mejorado. Manolete se llevó varias orejas y rabos, aunque se rumoreó por los tendidos que pronto le llegaría, procedente de Méjico, un competidor serio: Manuel Arruza. El camarada Montaraz disfrutó de lo lindo. La Fiesta Nacional era una de las mayores frustraciones de su estancia en Gerona. "Un par de corridas al año y casi nunca con diestros de categoría". Ignacio, que no quiso desplazarse a Figueras, le impugnó esta afición. "Una salvajada. Mientras haya corridas de toros habrá guerras civiles". "Y las riñas de gallos, pues? -le objetó el gobernador-. Y las célebres cacerías organizadas por la aristocracia inglesa?". "Otra salvajada, lo admito -aceptó Ignacio-. Pero por lo menos no hay un gentío exaltándose a la vista de la sangre".

Otra noticia regocijante, que Mateo no hubiera querido publicar: en Suiza se descubrió un analfabeto, labriego de dieciocho años. El hallazgo causó estupor en todo el país y alguna agencia de viajes quería organizar viajes para visitar al muchacho. El camarada Montaraz, tal vez por su afición a los relojes, era un enamorado de Suiza, siempre "neutral" y prosperando sin cesar. Mateo le objetó al gobernador que en España causaría estupor lo contrario: el hallazgo de un ciudadano que supiera leer y escribir.

Los contertulios del café Nacional protestaron. Aquélla era una vil copia de las reuniones que ellos tenían cada sábado con aportaciones de anecdotario nacional.

– A veces me pregunto si el gobernador no será tonto de capirote… -opinaba Galindo-. A lo mejor se cree que con estas noticias la gente comerá.

Matías colocaba sobre la mesa el seis doble.

– Aunque no te lo creas, sabe adonde va. Distraer a la gente. Lo consigue. La gente quiere divertirse y bailar blues, congas y todo eso… Y hacer el amor. Pregúntale a la Andaluza y verás.

– Sin ir más lejos -terciaba Grote-, en la hoja parroquial del domingo pasado se habla de una pareja que fue descubierta copulando en el matadero Municipal. Un pueblo que copula en el matadero no puede morir.

– Ya no le tienen miedo ni a la sífilis, fijaos bien. Los laboratorios del doctor Esteve la cura con anido-suefol o algo así…

– Bueno! Los hay que se frotan todo el cuerpo con zotal o perganmanato, no sé…

– De acuerdo. Pero Moncho, según noticias, se frota con limones y parece que no le va del todo mal…

– Ésa es otra cuestión -terció Matías, colocando el cero doble-. No me toquéis a Moncho, que es como si mentarais a mi familia. Lo suyo es el naturismo, y su mujer está de acuerdo con él…

Por una vez Ramón, el camarero, dejó de aludir a sus imaginarios viajes y aportó dos anuncios que había recortado del Noticiero Universal. El primero: "Hay gestos que sólo se los pueden permitir quienes usan desodorante Sano"; y el segundo, una noticia fechada en Oslo: "Mala noticia para las señoras: aumenta continuamente el precio de las zorras".


* * *

Washington, mayo de 1944 Querido Ignacio:

Sabemos que te has casado con Ana Maña Sarro. Felicidades. Imaginamos que has elegido bien y que lo pensaste tres veces antes de oír aquello de "hasta que la muerte os separe". Yo siempre digo que a mí ni siquiera la muerte me separará de Amparo. La encuentro en todas partes y cada día más rejuvenecida. Y ya no habla de hedor de los negros, sino de olor. Algo hemos avanzado.

Imagino que te has enterado de la propuesta de un senador americano: bautizar a las estrellas con nombres actuales: Roosevelt, Stalin, Churchill… Yo añadiría el nombre de Franco, que es el único militar de la mencionada pandilla.

Da muchos recuerdos a don Rosendo Sarro. Es amigo fiel y varias veces estuvo visitándome en la calle del Pavo. Formaba parte de la Gran Familia Catalano-Bálear y a veces se presentaba a saludarnos. Sé que los negocios le van viento en popa. Reflexiona sobre su trayectoria: si quieres triunfar, búscate amigos influyentes. Claro que existe otro concepto de la vida, y es el que tienen David y Olga: sobriedad, deporte, higiene… Los castizos decían, refiriéndose a los viejos: poca cama, poco plato y mucha cuela de zapato.

A lo mejor nos vemos pronto. A Amparo le han entrado súbitas ganas de volver a pisar las augustas piedras de la catedral de Gerona. La cabra tira al monte, ya sabes. Por lo que a mi respecta, en todo caso haré viajes de ida y vuelta, porque los Estados Unidos me chiflan. Hemos hecho en un tren confortable el trayecto Este-Oeste y hay que quitarse el sombrero que supongo continúa llevando tu padre.

He recibido noticias de Carlos Ayestarán, quien en el exilio montó unos fabulosos laboratorios farmacéuticos en Chile. Está muy bien. Te acordarás de él… Fue tu jefe. Muchos de los exiliados se han abierto camino, pasada la primera etapa de desconcierto. También he sabido del Responsable… En Venezuela metió las narices donde no lo llamaban y está entre rejas. Pero se saldrá con la suya, como siempre. Es incombustible e insumergible.

Bien, recuerdos a todos. La cigüeña depositó ya el segundo bebé en casa de Pilar? Dale muchos recuerdos…

Un abrazo como siempre de vuestro incondicional JULIO Ignacio quedó estupefacto. Masón don Rosendo Sarro! Claro! Eso explicaba muchas cosas. Sus tentáculos en Madrid. Las reverencias de Gaspar Ley. Qué grado debía tener? Julio García no se atrevió, e hizo bien, a facilitarle más datos. Lo dicho encajaba en la cabeza de Ignacio como un puzzle que tenía a medio resolver. Ignacio se acordó del Banco Arús, de aquel subdirector calvo obsesionado por el tema masónico y que acabó muerto a tiros por los milicianos al comienzo de la guerra civil. De él aprendió lo poco que sabía sobre las Logias. A juzgar por lo ocurrido, se quedaba corto… Los masones manejaban todos los hilos habidos y por haber y no era extraño que surgieran los padres Tusquets de turno dispuestos a cortarles las alas. Para Franco, el asunto era primordial. Si se le hubieran infiltrado masones a su alrededor -y alguno debía de haber- le hubieran puesto más zancadillas.


* * *

Ignacio habló con Manolo. Éste había simulado siempre no estar al corriente del tema. Esta vez, no. Le dio un baño a Ignacio. Le habló de los ritos de iniciación, del catecúmeno -el propuesto- en manos del hermano Terrible; de los diferentes grados, de los diferentes países; del rito escocés, de la masonería operativa, de la especulativa, de las relaciones entre la Masonería y la Iglesia católica; etc. Manolo terminó diciendo: "Ahora comprendo muchas cosas. Y vamos a actuar de acuerdo con este vuelco de la situación".

La perplejidad de Ignacio aumentó todavía más. Vuelco de la situación? Manolo llevaba uno de sus clásicos pijamas tropicales y fumaba tabaco inglés.

– Sí, vamos a modificar nuestros planes… Andaba pensando en ello desde que te casaste con Ana María, y eso ha sido la goxa que ha colmado el vaso. No vamos a proceder contra don Rosendo Sarro… El hecho de ser tú su yerno era un hándicap prácticamente insuperable, del que hubiéramos hecho caso omiso en el supuesto de que tú dijeras: no me importa. Pero siendo masón don Rosendo Sarro, y me imagino que de alto grado, la cosa cambia. Perderíamos mucho tiempo y me temo que al final arremeteríamos contra molinos de viento. La masonería es una fuerza tremenda, sobre todo a caballo de la victoria aliada. Nos estrellaríamos, eso es… -Manolo se recostó en el diván, mientras Ignacio se quemaba los labios con la colilla-. Pudimos con los Costa, podríamos con ellos, incluso con la EMER, pero contra los grandes negocios de don Rosendo Sarro, imposible. Cómo probar que hace exportaciones con barcos cargados de piedra o de papel y que se incendian o hunden adrede para cobrar el seguro? Cómo probar que usa medios ilegales para llevarse todas las subastas importantes, como aquella del material ferroviario, que luego resultó que era útil para el servicio? No viste en su casa ningún símbolo que te llamara la atención: un triángulo, un compás, un mallete, un nivel, una regla, una plomada?

Ignacio negó rotundamente.

– No vi nada de eso… Claro que tampoco me invitó a visitar su despacho.

– Claro… Además, en España ahora han arramblado con toda esa mojiganga… Ya lo ves, mi querido amigo! Ahí tienes la explicación de los éxitos de Julio García, y también los de don Rosendo Sarro.

El problema que se presentaba era múltiple. En primer lugar, tirar a la hoguera el voluminoso expediente llamado Sarro. Chaqueteo antes de empezar. Qué pensaría el viejo del Aranzadi y qué pensaría el notario Noguer? En segundo lugar, algo debería decirle a Ana María. Cuál sería la reacción de la muchacha? Al pronto, de alegría, porque la atemorizaba la llegada del día en que Manolo -Ignacio había quedado descartado- tuviera que habérselas con los abogados de don Rosendo Sarro; pero después, de perplejidad, como a él le había ocurrido. Masón! Seguro que a la pobre Ana María la palabra le olería a azufre y a Lucifer, como, según el padre Forteza, olía el libro Camino, del Opus Dei. Y que se distanciaría más que nunca de su padre, el cual ni siquiera les había visitado en su piso de la avenida del Padre Claret. Tal vez le detestara! Ana María era enemiga de todo lo subterráneo, de todo lo críptico, quería poder palpar las cosas y verlas a la luz del día.

Ignacio debía de andar con mucho cuidado. Ninguna fricción con Ana María; pero era evidente que ésta, en el piso de la Rambla, no se sentía jovialmente cómoda. Todos la querían mucho y se reía con las bromas de Matías; pero "no eran de su clase". Se sentía mucho mejor -cumpliéndose la profecía de Manolo- con Esther que con Pilar. Y sobre todo Carmen Elgazu la tenía preocupada. Había hablado de esto, sólo a medias, con Ignacio. Carmen Elgazu era una fanática religiosa, con una carga de represiones que sin duda habían influido en sus hijos y en toda la familia en general. Ana María era creyente, pero no en lo que decían los catecismos de principios de siglo ni en lo que predicaba el doctor Gregorio Lascasas. Aquello era una frustración. "Continuamente en presencia de Dios!". Imposible. Ella no quería vivir rodeada del fantasma del pecado, y menos referido al sexto mandamiento. Ahora, con la llegada de la primavera, ella salía a la calle con un escote que a Carmen Elgazu -Ana María se dio cuenta de ello- le sentó como un tiro. Y sin medias. Quería aire, mucho aire y ello podía aplicarlo a algunos escrúpulos de Ignacio, incomprensibles en él, aunque la víctima propiciatoria había sido, sin duda, Pilar, y quién sabe si César… Era evidente que Pilar había crecido en un mundo de inhibiciones y que ahora, a raíz de la muerte de la "nonata" Carmen se formulaba preguntas con vagos, o quizá, hondos, sentimientos de culpabilidad.

Nunca nadie le había hablado a Ignacio con tanta claridad como Ana María. Ignacio, que tenía a su madre en un pedestal, o tal vez en un altar, al pronto se encalabrinó y por un momento temió que entre él y Ana María se hubiera roto el encanto. Pero luego recapacitó y no tuvo más remedio que darle la razón. Pensando, por ejemplo, en sus prolongadas relaciones con Adela hubiera sido farisaico no hacerlo así. Si su madre se hubiera enterado! Y él no se consideraba un degenerado por el hecho de tener una "amante" cuyo marido era un pobre diablo. Y tampoco sentía remordimientos por sus antiguas relaciones con Canela, que le proporcionaron una enfermedad venérea -pus en la cama- y un bofetón por parte de Matías. En aquella edad estaba justificado. El hombre pecaba y si Dios era infinitamente misericordioso, como creía Carmen Elgazu, esas cosas las perdonaba porque era Él quien había insuflado en el ser humano el apetito sexual, sin el cual no habría procreación.

Ignacio acabó por admirar más aún a Ana María, cuyos sentido común y ponderación se manifestaban cada vez más y en cualquier circunstancia. Tal vez le conviniera ese frenazo que ella sabía darle a la imaginación de Ignacio, a su temperamento fogoso y colérico. Por eso le gustaba tanto el icono -un pantocrátor- que les regaló Mateo. Irradiaba a un tiempo serenidad, autoridad y sensatez. Ese pantocrátor no le hubiera ocultado nunca a Pilar que la sangre que le fluiría un día significaba simplemente que "ya era una mujer".

Por fin Ignacio, a tenor de estas reflexiones, decidió comunicar a Ana María el gran descubrimiento: su padre era masón.

Ana María parpadeó. No sabía exactamente en qué consistía la masonería, pero seguro que era algo "feo" a juzgar por los viajes secretos, los negocios, las personas que su padre recibía en su casa. Ignacio le dictó el ABC del tema, basándose en lo que antaño había aprendido del subdirector del Banco Arús y en lo que le había contado Manolo. Por supuesto, Ignacio se propuso enterarse mucho más a fondo del tema, sobre todo teniendo en cuenta lo que apuntaba Julio García en su carta: que vencerían los aliados.

Ana María, después de un rato de reflexión le preguntó a Ignacio, con voz tranquila:

– Qué debo hacer…? Despreciar a mi padre todavía más?

Ignacio se llevó las manos a la cabeza.

– Yo no he dicho eso! Simplemente, no quiero tener secretos contigo y he querido ponerte al corriente…

Ana María asintió:

– De acuerdo. Has hecho muy bien… Te lo agradezco -marcó una pausa, mientras se ajustaba un pendiente-. Mi padre masón y tu madre una beatona de tomo y lomo. Qué cosas tiene la vida, verdad? -y abrazándose a Ignacio le apretó contra sí y le dio un beso interminable.


* * *

El cantarada Núñez Maza, ex consejero nacional, destituido y desterrado a Ronda a raíz de un informe y una carta remitidos al Caudillo en los que protestaba contra la corrupción del Régimen, fue atendido en su súplica de trasladarse a un clima más templado y, confirmándose las previsiones, en el mes de mayo fue trasladado a Caldetas, en la provincia de Barcelona. Pueblo pequeño y tranquilo, con aguas termales que no funcionaban, pescadores y un hotel, el hotel Colón, muy conocido antes de la guerra por haber sido casino de juego.

El "mítico" falangista se trasladó, pues, a Cataluña y se alojó en el hotel Colón, funcionalmente remozado a raíz de la prohibición del juego. La anterior sala del casino era ahora un espléndido comedor, con una terraza anexa que daba al mar. Núñez Maza eligió dos habitaciones comunicadas entre sí, desde las cuales podía ver las barcas de pesca y la hermosa playa. Apenas llegado se enteró de que el paseo marítimo, uno de los más elegantes de la costa, se llamaba paseo de los Ingleses, con torres de muy diverso estilo pero de una solera que nadie hubiera podido discutir. "Lo raro -comentó- es que no se llame ahora paseo de los Alemanes".

Núñez Maza tenía treinta años y había estudiado Filosofía y Letras. Vasta cultura, basada sobre todo en los clásicos. Ahora quería aprovechar su destierro para ampliar conocimientos, especialmente de literatura francesa e inglesa. Sabía que le costaría encontrar los libros adecuados, pero confiaba en la multitud de amigos que le otorgaban su confianza y le ayudaban a pagar su estancia en el hotel. Salazar le había acompañado a Caldetas y al contemplar la belleza del paisaje le dijo: "Aquí te repondrás pronto…" Dijo esto porque Núñez Maza continuaba enfermo, como cuando Mateo y Solita le conocieron en el hospital de Riga. Fiebre ilocalizable, malestar, fortísimos dolores de cabeza. No era enfermedad infecciosa, en cuyo caso las recientemente descubiertas penicilina o estreptomicina le habrían curado en poco tiempo. Podía ser una alergia… Los médicos se estrellaban contra un muro y los había que, a la vista de la pérdida de peso, auguraban un próximo desenlace.

Núñez Maza, no. Era todo vida, todo fibra y optimismo. Confiaba en sus propias fuerzas, que durante la guerra civil y en la propia Rusia le hicieron enfrentarse en situaciones límite. Bajito, con una gran cabeza y unos ojos como bolitas de fuego, el día que se quitó la camisa azul le pareció que se quedaba desnudo. Su voz era convincente. Vocalizaba a la perfección y sabía medir los silencios, las pausas. En cualquier tertulia al poco rato se convertía en el oráculo seductor. Por eso fue delegado nacional de Prensa y Propaganda y Franco le encargó la transmisión de incontables mensajes.

Necesitaba poco equipaje. La opulencia le repugnaba. El gerente del hotel, señor Vilalta, le dijo: "Lo que le haga falta, dígalo. Estamos a su disposición". Los camareros le miraban como a un ser de un estadio superior. "Por desgracia -les informó- podré daros pocas propinas. Ando muy justo de esas monedas que los millonarios califican de vil metal". Sólo una súplica: que le cambiaran el espejo del lavabo de las habitaciones. Era un espejo que "envejecía", que multiplicaba y ampliaba las arrugas.

– Necesitaré mucha letra impresa… -le dijo al señor Vilalta-. Muchos periódicos y revistas. Tráigame todos los que le parezca; sobre todo, y por descontado, La Vanguardia, ABC y Amanecer, de Gerona. Y cargúelo en mi cuenta.

La característica de Núñez Maza, aparte de su miraba febril, era su castellano correcto, rotundo. Había nacido en Segovia y el sentido del lenguaje circulaba por sus venas. Con él escribía sonetos que en Caldetas no iban a interesar a nadie. De repente le vencía un enorme cansancio y durante unos días era incapaz de escribir; pero de golpe, como si sonara una campana, los endecasílabos le fluían con pasmosa seguridad.

Pronto Caldetas fue un lugar de peregrinación, como lo había sido Ronda. Peregrinación en pequeña escala, naturalmente, pero de personas de calidad. Salazar, al despedirse de él porque debía regresar a Madrid, le dijo: "Apuesto a que el problema catalán te va a interesar. Estudíalo y tenme al corriente… Yo te tendré al corriente de las cosas importantes que pasen por Madrid".

La palabra destierro no le gustaba a Núñez Maza. Prefería que le dijeran: "has cambiado de aires". Porque la tierra de donde lo sacaron, Madrid, era España, lo mismo que lo eran Ronda y Caldetas. Barcelona le estaba prohibida; no así Mataré y Gerona, a condición de que la guardia civil le extendiera el correspondiente salvoconducto, de veinticuatro horas de duración.

A los tres días de su llegada, Núñez Maza llamó por teléfono a Mateo y le dijo: "Aquí estoy. Ven a verme en cuanto puedas…"

Mateo acudió a Caldetas aquella misma tarde, en compañía de Miguel Rosselló. El abrazo de los dos hombres fue espectacular. Miguel Rosselló quedó a la espera. Finalmente Mateo le presentó: "Miguel Rosselló, camisa vieja y secretario del gobernador".

Núñez Maza estornudaba con frecuencia. En esta ocasión estornudó dos veces y estrechó con fuerza la mano del acompañante de Mateo. Tomaron asiento en el salón de estar, pues en la terraza Núñez Maza cogía frío en seguida. El inició del diálogo se limitó a los sucesos personales. "He mejorado muy poco. Confío en que el aire del mar me sentará bien…" Mateo le dijo: "Yo, ya lo ves. Con la cadera lesionada para siempre. Pero en fin, gajes del oficio. Lo que no figuraba en el programa es que la niña que mi mujer esperaba naciera muerta". Núñez Maza, estremecido, le preguntó detalles. "Nada. Tres vueltas del cordón umbilical". Mateo añadió: "Pero dejemos esto. Yo también confío en que con el tiempo olvidaré".

Pronto abordaron el tema que interesaba a todos: el porqué de la rebelión de Núñez Maza, tan drástica… Núñez Maza negó con la cabeza. "No fue drástica. Lo que ocurre es que habéis beatificado a Franco antes de tiempo y cualquier contraopinante os parece un traidor. Me limité a decirle que encontré una España corrupta, porque es verdad. La España de ahora no tiene nada que ver con aquella en que soñara José Antonio. Los generales, los obispos y los dirigentes nacionales se llevan la gran tajada, mientras aquí en Caldetas mucha gente viene a buscar las migajas que el gerente del hotel tiraría a la basura".

Mateo se defendió con el argumento clásico: el estallido de la guerra mundial.

Núñez Maza le objetó:

– Precisamente ahí Franco hubiera debido dar la talla como jefe de Estado, como ha hecho De Gaulle. Nuestra situación geográfica se lo ofrecía en bandeja… Ha ido oscilando y ahora, cuando los aliados desembarquen en Francia, seremos el farolillo rojo del pelotón.

Mateo le recordó que fue precisamente él, Núñez Maza, quien tuvo la idea de enviar la División Azul. Núñez Maza estornudó otra vez y lo admitió.

– Me equivoqué… Pero yo no soy jefe de Estado. A mí se me puede perdonar; a un jefe de Estado, no. Y si acepto de buen grado mi situación es por los errores que cometí, no porque Franco firmara la papeleta condenatoria.

Pronto se vio que se enfrentaban dos mundos. Mateo y Miguel Rosselló admitieron sin ambages que muchas cosas les decepcionaban. "De Gerona, podríamos contarte la tira…" Pero también en el haber del Régimen había logros importantes y detrás de ellos estaban Franco y sus hombres de confianza.

– Hombres de confianza. Su hermano Nicolás, por ejemplo, que se ha quedado con varios cuadros del Museo del Padro. O doña Carmen Polo, que se va apropiando de antigüedades destinadas al Patrimonio Nacional. No podéis imaginaros lo que son las cercanías del Pardo o del Pazo de Meirás… O del Azor. Y no estoy en absoluto de acuerdo con la tesis de que Franco ni se entera, de que todo se hace a sus espaldas. Es muy listo. Da facilidades… Sabe que la corrupción es la mejor arma para mantenerse en el poder. Si yo hubiera cedido a la ambición, ahora me encontraría como Salazar, que acaba de comprarse una finca de no sé cuántas hectáreas en la provincia de Málaga.

– No me digas! -exclamó Mateo.

– No me obliguéis, por favor, a daros más detalles… España es un inmenso Rastro al que sólo tienen entrada unos cuantos. Qué te han dado, Mateo, a cambio de tu cadera rota?

– Pues… una medalla.

– Exacto! Ayer entregaron la Cruz Laureada de San Fernando al general Queipo de Llano… Otro que se ha dejado comprar.

Mateo reaccionó con cierta violencia. No era ético cambiarse de traje de la noche a la mañana y socavar ideas que uno ha predicado y que se han llevado por delante muchos camaradas.

– Si yo estuviera en tu lugar -dijo Mateo-, no andaría pregonando por ahí mi nueva postura. Me quedaría tranquilo en el hotel traduciendo el Quijote al latín y sanseacabó.

Miguel Rosselló estuvo a punto de aplaudir. Núñez Maza hizo un gesto de desencanto… Con frecuencia le ocurría lo mismo: sus visitantes le echaban en cara su pasado, sin darle siquiera la oportunidad de proponerles su nueva opción para la posguerra inmediata: don Juan de Borbón. Núñez Maza jugaba la carta monárquica, pese a que la Falange más bien era de tendencia republicana. Pero las circunstancias aconsejan salvar la patria de la catástrofe que se cernía sobre ella al día siguiente de que Berlín y Tokio hubieran firmado su rendición incondicional.

Mateo, al oír lo de la solución monárquica, se sulfuró más aún. Ésa era la alternativa que proponían Carlota y María Fernanda, es decir, la esposa del alcalde de Gerona y la esposa del gobernador, respectivamente. Qué horror, otra vez la aristocracia, la sangre azul!

Núñez Maza esbozó una sonrisa.

– Yo también exclamé varias veces: qué horror! Hasta que en el hospital de Riga empecé a ver claro… Lo que ocurre es que vosotros vivís en provincias y no conocéis Madrid. Os aconsejo que vayáis a visitar a Serrano Súñer, el cuñadísimo de Franco, que fue el mandamás y que conoce el paño de antes y de después. Él fue el primer asesor que tuve; el segundo fue María Victoria (te acuerdas de ella, Mateo?), que en Madrid tiene a nombre de sus familiares más próximos tres farmacias a la vez.

Ahora el gesto de desencanto lo tuvieron Mateo y Miguel Rosselló. Siempre la misma cantinela. Núñez Maza cambió de tercio e inevitablemente habló del nacional-catolicismo. Pura comedia para engatusar al pueblo. El obispo Herrera Oria había dicho en una ocasión: "Fue enviado por Dios un hombre cuyo nombre era Francisco". Y en otra ocasión: "Dios castigó a España porque la amaba". Él, Núñez Maza, ex consejero nacional y que con el micrófono en la mano se había batido en todos los frentes, culpaba a Franco de desentenderse de la cuestión social, de los derechos de los trabajadores, de la indispensable libertad. En el periódico de la víspera había leído: "Franco se ocupa personalmente del problema de la naranja". Mentira. El problema de la naranja le importaba tanto como las necesidades de los camareros del hotel Colón. Y Pío XII acababa de bendecirle una vez más. Mussolini, por lo menos, había convertido a Italia en una potencia, aunque luego cometió el error de entrar en la guerra a favor de Hitler. Franco carecía de grandeza histórica. Lo que ocurría era que el pueblo español no se merecía otra cosa. Estaba harto, cansado, sin fuerza para combatir. Una manada de borregos y un Pastor con mayúscula. Él también había idealizado al pueblo español, por un romanticismo que ahora consideraba infantil. Monarquía parlamentaria, eso es. Una vez don Juan en el palacio de Oriente, elecciones libres, partidos políticos, libertad de expresión. Con exclusión del Partido Comunista, eso, desde luego. Y con un sindicato que no fuera vertical, pues vertical significaba una tarta coronada por un señor con un látigo.

Núñez Maza pareció un poco fatigado.

– Si queréis puedo seguir hablando hasta mañana; pero, de momento, éste es el esquema de un hombre que lo había dado todo por la Falange y que actualmente está enfermo y vaticina para España el regreso triunfal de aquellos que fueron nuestros enemigos irreconciliables.

Mateo y Miguel Rosselló estaban vivamente impresionados. Tal vez fuera demasiado fácil tachar todo aquello de "lugares comunes". Cuando se estaba tan convencido como ellos lo estaban de haber adoptado la postura correcta, apenas si se analizaban las teorías opuestas. Quien les hablaba no era un mercader, ni un chiflado, ni un antiespañol. Era uno de los hombres más puros que había dado la Falange. También estaba desterrado Hedilla, el hombre que se opuso al decreto de unificación. Y destituido de todos sus cargos, Serrano Súñer, a quien Núñez Maza había invocado y que en tiempos no demasiado lejanos se había permitido el lujo de censurar incluso a 'L'Osservatore Romano'.

– No sé qué decirte… -arrancó Mateo-. Demasiado vino para una sola copa, demasiadas ideas para una sola tarde. Déjame reflexionar… -Mateo se acordaba de la deserción de hombres como Ignacio y como Manolo-. Me das permiso para repetir todo esto al gobernador?

– Cómo! Te lo suplico… Ahora mismo voy a buscar unas fotocopias de mi ideario. En Ronda tuve el tiempo necesario para sopesar el pro y el contra. Mi caso está visto para sentencia y ninguna jerarquía puede asustarme.

Núñez Maza subió a su habitación y volvió a bajar con unos papeles. Entretanto, Mateo y Miguel Rosselló permanecieron mudos, contemplando las rocas y las olas de un mar un tanto embravecido. Se habían tomado dos cafés y fumado no sé cuántos cigarrillos. Núñez Maza no fumaba. Debía cuidar sus bronquios y sus pulmones. El titular del ideario decía: Proceso al Régimen. Miguel Rosselló comentó:

– Para empezar, no está mal…

Hablaron de cosas diversas. Núñez Maza, aunque cansado, vivía hambriento de noticias, lleno de curiosidad por el pedazo de tierra al que le habían confinado. El problema catalán… Era tan complicado como se decía en Madrid? Sí, claro, claro. Tiempo habría de analizarlo a lo vivo. Cómo? Iluminar la montaña de Montserrat? Grandioso! Por qué no se llevaba a cabo el proyecto? Montserrat, feudo separatista? También se decía algo parecido de los benedictinos de Montecassino. Durante siglos los monasterios fueron los depositarios de la cultura. Si él tuviera vocación de célibe, que no la tenía en absoluto, le gustaría vivir en un monasterio así, con una biblioteca de trescientos mil volúmenes, unos claustros y una hermosa avenida de cipreses…

Mateo y Miguel Rosselló se levantaron. Núñez Maza tenía, con toda evidencia, magnetismo personal. Por aquel salón del hotel desfilaría mucha gente… Y cada persona se llevaría su ideario.

Ideario por el cual Núñez Maza estuvo a punto de ser fusilado en un paredón.

En cualquier caso, la sinceridad del ex consejero nacional inspiraba respeto. Si la guerra, efectivamente, se perdía, qué iba a pasar? Claro que los alemanes parecían preparados para la defensa de la costa atlántica. Llevaban meses construyendo una línea de contención comparada con la cual la Maginot era de juguete. Rommel estaba al frente de dicha construcción, en la que habían trabajado millares de pontoneros y de hombres de todas partes, incluidos prisioneros de guerra. El desembarco en Francia, a este lado del canal de la Mancha, se les ponía difícil a los aliados. Claro que también se les habían puesto difíciles las batallas del norte de África y de Stalingrado.

– Las despedidas, breves -dijo Núñez Maza-. Que tengáis un buen viaje, y ya sabéis dónde estoy… -y ante el estupor de los dos muchachos, Núñez Maza levantó el brazo y saludó a lo fascista. Nunca podrían descifrar si aquello iba en serio o si era una burla.

Se abrazaron uno a uno y Núñez Maza los acompañó hasta la puerta. Y en aquel momento vieron cómo un coche negro, que tenía la estampa de un coche oficial, se detenía delante del hotel y cómo Núñez Maza, con la mano izquierda, parecía dar la bienvenida a sus ocupantes…

Загрузка...