CAPÍTULO XXX

MÉJICO, 20 DE AGOSTO DE 1945.


Querido Ignacio:

Recibimos tu carta, en la que nos dabas cuenta de que la niña de Pilar nació muerta. Ya puedes imaginar el dolor que nos ha causado esta noticia. Imaginamos lo que ella y Mateo deben sentir. Nosotros no quisimos tener hijos por miedo a que nos sucediera una cosa así o a que nos naciera un niño subnormal. También nos enteramos del fusilamiento de tu primo, José Alvear. Dado su temperamento, este final ha sido lógico…

Después de daros nuestro pésame más sincero, permítenos que expresemos nuestra alegría por el final de la guerra. Ha sido la más cruenta de la historia. Aquí salieron todos los coches tocando los claxons e incluso hubo, en algunos barrios, concierto de cacerolas. Olga y yo, acompañados de algunos amigos del Círculo Catalán -sigo siendo el mandamos-, lo celebramos con champán Codorniu, que no sabemos cómo ha podido llegar hasta América. Y a última hora, con ayuda de una familia valenciana dedicada a fuegos artificiales, lanzamos al aire tres cohetes simbólicos.

Ahora sí que vemos cercano el día de nuestro regreso a Gerona. Ya sabréis -o quizá, no-, que en la reunión de Potsdam se acordó declarar "indeseable" el régimen español y recomendar a todos los países de la ONU que le hicieran el boicot al gobierno de Franco si intentaba presentarse como miembro de la Asamblea de las Naciones Unidas. Simultáneamente, se ha celebrado en el Salón de Cabildos de la ciudad de Méjico una reunión extraordinaria de las Cortes del Frente Popular. De los quinientos y pico de parlamentarios, sólo quedan noventa y siete supervivientes. Hay una lucha por el poder, como siempre ocurre en esos casos.

Que si Prieto, que si Negrín, que si Martínez Barrio, que si Giral. Finalmente creemos que el doctor Giral se llevará el gato al agua. Queremos decir que será nombrado presidente del consejo y del gobierno republicano español.

Todo el mundo está preparando las maletas. Los que tenemos maletas, claro, pues el exilio no ha sido dorado para todos. Ha habido familias que en estos años no han podido salir adelante ni a la de tres. Por ejemplo, el Responsable sigue en Venezuela entre rejas. Y nos ha escrito Antonio Casal diciendo que los alemanes le hicieron prisionero y que ha tenido que cavar muchas trincheras.

Olga tiene juanetes. Le duelen los pies. Ya era hora de que le doliera algo! Tan guapa y tan sana, era casi una agresión para todos cuantos la conocen.

Sin que ello signifique precipitar los acontecimientos, nos gustaría que sepáis que, una vez en Gerona, estaremos naturalmente a vuestra disposición. Contad con nosotros como si fuéramos de la familia. Confiamos en que Matías podrá continuar yendo de pesca y jugando al dominó y que Ignacio podrá perorar en la Audiencia cuanto se le antoje. De la actuación de Mateo sabemos muy poco; así que, sobre este punto, preferimos abstenernos.

Imaginamos los dimes y diretes que en estos días circularán por Gerona. Todo llegará por sus pasos contados, pero, como es lógico, más de prisa de lo que podéis sospechar los que vivís ahí dentro.

Desde Méjico un saludo como siempre. Y con un abrazo tan emocionado como el que hubiéramos querido daros en 1939, cuando nuestra provisional huida de España.

Firmado: David y Olga.


* * *

Washington, 22 de agosto de 1945.

Querida familia:

Terminó la guerra! Aquí se ha iluminado hasta la estatua de la Libertad y la gente todavía anda como loca por las calles. Algunas familias lloran, claro, porque han tenido alguna víctima en Europa o en el Pacífico; pero, en una población como la de los Estados Unidos, constituyen casi como una gota de agua. Y un hurra! para los negros, que se han comportado como los mejores. La explosión de la bomba atómica ha conmovido los cerebros. Personalmente, estoy a favor. Amparo, no, porque dice que la catástrofe hubiera podido tener mucha mayor amplitud. Yo creo que, habiendo hecho previamente una prueba en Alamogordo, sabían bastante lo que se hacían. De modo que son de lamentar las víctimas, pero con la guerra convencional a buen seguro hubieran; sido muchas más.

Lo que da risa es cómo se disputan el poder los prohombres de la República. No se entienden. Discuten entre sí como lo hacían en otros tiempos en Madrid, cuando el presidente de las Cortes les concedía la palabra. Martínez Barrio es un gran tipo; en cambio, el doctor Giral es doctor en farmacia y más le valdría que continuara elaborando específicos o vendiéndolos al por menor.

Churchill se ha puesto a favor de Franco -es un decir-, y su hijo, Randolph, más aún. No quiere que en España haya otra guerra civil. Yo tampoco! Y Amparo, ya podéis figuraros… En todo caso, la cosa tiene que llegar a través de una pacífica transición. Pero Stalin es duro de pelar y se va a llevar la gran tajada. Va a ser el amo desde Vladivostok hasta la mitad de la ciudad de Berlín. Claro que en la lotería de muertos los soviéticos se han llevado el primer premio.

Por la prensa me entero de que De Gaulle ha conmutado a Pétain la pena de muerte por la de cadena perpetua. Me alegro por el viejo mariscal, que le dio a Hitler una puñalada por la espalda.

Don Rosendo Sarro ha venido a visitarme. Anda loco con sus negocios. Aquí ha sido recibido como un "hermano". Parece ser que a su esposa, doña Leocadia, le gustaría venirse a vivir a los Estados Unidos, pero que el problema no tiene fácil solución. La pobre, en Río de Janeiro, se aburre, pese a los carnavales y tal. Lo siento, Ignacio, por tu mujer, por Ana María, a la que imagino que de un momento a otro se paseará por la Dehesa con un carrito y un bebé.

Bien, Matías! Qué tal el reuma? Yo también voy notando mis cositas, pero voy tirando y no pierdo el humor. Sobre todo ahora que la guerra ha terminado. Pienso pedir permiso al dueño del hotel para comprarme una tortuga y tenerla en mi habitación. Echo de menos a Berta, qué le vamos a hacer.

David y Olga viven en las nubes. Hablan de hacer las maletas y de tomar un billete de avión. Son unos idealistas. Lo han sido siempre. Nunca han calibrado las complejidades de la política internacional.

Lamentamos, cómo no!, la muerte de la niña de Pilar y Mateo. Esto sí que es un golpe duro. Deseamos de corazón que la próxima vez haya mejor suerte…

Dadnos detalles de lo que pasa por ahí. La prensa americana responsable dice que la Iglesia española y el Vaticano apoyan a Franco con todo su poder, que es mucho. Algunos correligionarios minimizan este detalle; yo no. Si los Estados del mundo jugaran al ajedrez., yo creo que el Vaticano se proclamaría campeón.

Esperando vuestras noticias, os decimos good-bye. Hasta siempre.

Firmado: Julio García.


* * *

Gerona, 28 de agosto de 1945. Queridos David y Olga:

He recibido, con sorprendente rapidez, vuestra última carta. Yo también brindé con champán, en compañía de Ana María, el día en que el Japón firmó en el Missouri la rendición incondicional. Se acabó la pesadilla. Cuántos muertos? Treinta millones, cuarenta? Cuántos mutilados, inválidos, lo cual a veces es peor? Dicen que los americanos en el Pacífico han tenido lo menos siete mil desaparecidos en el mar, y que van a construir para ellos un cementerio en Manila. Siete mil cruces, sin nombre, sin cadáver. Será el único cementerio sin gusanos.

Lamento deciros que, a mi juicio, en vuestra carta pecáis de optimistas. Lleváis tanto tiempo fuera de aquí! Aquí hay una enorme, incalculable, masa neutra, que no quiere ni oír hablar de jugar de nuevo a soldaditos. Mateo cree que hay un 90 % de la población a favor de Franco; yo rebajaría un poco el listón y lo situaría en un 70 %, con un diez más de indiferencia total. Todo el mundo a su quehacer, a los toros y al fútbol, algunos con doble empleo, aunque ello sólo les sirva para comprar garbanzos y boniatos.

El gobierno republicano de que me habláis, proclamado en Méjico, aquí es llamado "gobierno fantasma". No creo que responda a ninguna realidad actual. Y encima, se pelean! La gente ha olvidado incluso los nombres que me citáis… Lamento desanimaros, pero qué podéis hacer? Franco no cederá. Es una roca… Y una invasión es totalmente inimaginable, teniendo en cuenta la postura imperialista que ha adoptado Stalin. En Gibralíar ha habido una manifestación de aquellos que Amanecer -por cierto, que aparte os envío varios números- llama "rojos". Qué ocurrió? Al cabo de una hora quedaron agotados y se volvieron a sus casas. Lo que sí ha empezado otra vez, masivamente, son las peregrinaciones a Lourdes, a dar las gracias a la Virgen por la terminación de la guerra. Curiosa guerra, a fe! El último acto, la declaración del emperador, Hiro Hito, confesando a su pueblo que él no era dios, ni tampoco descendiente de dioses… Claro que los japoneses continuarán adorándole como si tal cosa. Lo llevan en el corazón.

Enviadme algunos de los libros de texto que escribís y publicáis. Me gustaría ver la interpretación que le dais a la historia de España.

Tomo nota de vuestro ofrecimiento para el caso de que vinierais y os necesitáramos. Pero, como os digo, de momento estamos tranquilos. Ayer, en un partido de los juveniles, nuestro ahijado Eloy metió cuatro goles como cuatro soles.

Vuestro siempre.

Firmado: Ignacio.


* * *

El 1 de septiembre, el tren correo que hacía el trayecto Portbou-Barcelona descarriló, cerca de la estación de Massanet-Massanas. Debido a un corte de la vía -sabotaje-, la locomotora y los tres primeros coches se cayeron a un terraplén y fue una catástrofe, puesto que el convoy andaba hasta los topes. La tercera catástrofe ferroviaria en el país en cuestión de un mes.

En medio del montón de chatarra quedaron aprisionados seis cadáveres, un herido gravísimo y doce heridos de diversa consideración. El maquinista y su ayudante quedaron carbonizados. Los trabajos de rescate fueron laboriosísimos, y también los de identificación. Intervinieron los bomberos, la guardia civil, la Cruz Roja -Solita acudió en una de las ambulancias- y se tardarían veinticuatro horas en reanudar el tráfico. Entre los cadáveres había dos gitanas y un niño. El herido gravísimo, que falleció al llegar al hospital, era nada menos que Evaristo Rojas, uno de los tres ex divisionarios.

Corte de las vías, sabotaje… La población se convulsionó, sin acertar a explicarse. Las autoridades, que habían acudido al instante, supusieron desde el primer momento de qué se trataba: los maquis. Estaban mejor organizados que cuando irrumpieron en el Roncal y en Roncesvalles y en el valle de Aran. Iban en patrullas, dotados de buen material y de una fuerza indomable. La censura era tan severa que impedía que los periódicos dieran las noticias con la debida meticulosidad. Era preciso evitar a toda costa la propagación del miedo. El miedo, para un pueblo, era un arma mortífera. Mejor valía pasar hambre que tener miedo. El miedo era una serpiente de siete colas que se introducía en los hogares y que con sus lengüetazos despedía veneno letal. En este caso, sin embargo, para los habitantes de Gerona y provincia era imposible hacer mutis por el foro. Entre los cadáveres había los de tres muchachos de Bañólas que se iban a Barcelona a participar en la travesía a nado del puerto. Entre los heridos, un par de alcaldes, varios agricultores, además del farmacéutico y el cartero de la población de País.

Los heridos fueron repartidos entre los diversos centros sanitarios, los muertos, con sus correspondientes cajas, fueron enviados a sus lugares de origen. Una capilla ardiente en el local de Falange de Gerona: el cuerpo de Evaristo Rojas, al que se le impuso la última condecoración. "El destino tiene esos caprichos! -escribió Mateo en Amanecer-. Un muchacho sano, que se jugó cien veces la vida durante la guerra civil y luego en la helada inmensidad de Rusia, ha encontrado la muerte en el tren correo de Portbou a Barcelona. Habrá que buscar a los culpables y, caso de capturarlos, condenarlos a la última pena, que es lo que suele hacerse con los criminales". La respuesta de Gerona fue espectacular e Ignacio pensó que hubieran debido presenciarla David y Olga. El cadáver con el féretro atrajo a una multitud, que fue desfilando ante él, persignándose y vertiendo alguna lágrima. Evaristo Rojas, de Abastos, campeón de billar! Aquélla había sido una carambola a tres bandas, con una bola roja que correspondía a la sangre. Sus dos compañeros de la fonda Imperio, Pedro Ibáñez y León Izquierdo, pidieron permiso para formar la guardia en torno al féretro. También; Mateo. El camarada Montaraz, el capitán Sánchez Bravo y mosén Falcó acompañaron la caja mortuoria al cementerio. Ningún familiar, Evaristo Rojas era sinónimo de orfandad. Mosén Falcó aprovechó la ocasión para soltar una perorata y terminar gritando: "Arriba España!"?

Y entonces empezaron las pesquisas para el descubrimiento de los culpables. Corrían rumores de toda suerte. Un par de "supuestos" mendigos habían sido vistos cerca del lugar y también un coche de color gris. Nada, ninguna pista concreta. La brígadilla Diéguez se movilizó, pese a una cierta indolencia por parte del comisario de policía, don Eusebio Ferrándiz, quien desde que tenía en casa a su hermana ex monja parecía alicaído. La guardia civil patrulló de firme. Pero… los maquis] Cómo atraparlos? Dormían en los montes, conocían los caminos, los huecos de las rocas y se pasaban semanas mezclados entre la gente de buena voluntad. Se hablaba de un tal Piyayo, de un tal Chotis, de un tal Valencia. Cómo saber? El anterior sabotaje tuvo lugar cerca de Cádiz. El más sospechoso -el más famoso-, un tal Cristino García, que solía actuar con ocho compañeros más. Comunista y líder de la Resistencia francesa, era una institución. No había forma de echarle el guante. Se disfrazaba de lo que le daba la gana y poseía el don de la ubicuidad. No se había puesto precio a su cabeza, pero aquel que consiguiera llevarlo preso a comisaría sería ascendido a "comandante honorífico".

No, ninguna pista concreta. El camarada Montaraz pegaba puñetazos en la mesa. Clamaba venganza, tenía miedo. Una serpiente de siete colas había entrado en su despacho, en el que no faltaban los cacahuetes de costumbre. Evaristo Rojas había dejado un hueco en la ciudad. Ya no podría hablarse de "los tres mosqueteros"; quedaban sólo dos, Pedro Ibáñez y León Izquierdo. Jaime, el librero, se alegró de la muerte de Evaristo Rojas. Fue uno de los que le pegaron hasta hacerlo sangrar. 'El Niño de Jaén' lloró por las dos gitanas, que vivían en Montjuich y que muchas veces le habían jaleado mientras él se bailaba unas seguidillas.

El miedo. El miedo era paralizante, destructor. Durante unos días la ciudad vivió bajo este signo y la palabra maquis se convirtió para muchos en figura real. El descarrilamiento podía haber ocasionado cien víctimas. En la cárcel, los reclusos no sabían qué partido tomar. A raíz de la terminación de la guerra se preveía otro aumento de las restricciones, del racionamiento, del hambre. El aislamiento. Los estraperlistas volvían a ser metidos entre rejas -osear Pinel, el padre de Solita, fiscal de tasas, se ocupaba de ello-, y éstos manifestaron su repulsa contra el "atentado"; los presos políticos se encogieron de hombros. "Víctimas inocentes, es verdad… Pero todo tiene su precio". Y por dentro bendecían al Piyayo, al Chotis, al Valencia y sobre todo a Cristino García y sus camaradas.

El camarada Montaraz se dio cuenta de que España afrontaba una nueva etapa de su historia. Tres noticias le indujeron a pensar así, aparte de lo que significaba la terminación de la guerra. En el último reajuste ministerial había recibido el cese José Luis de Arrese en su calidad de secretario general del Movimiento sin que se le nombrara sucesor; en el Boletín del Estado se publicó la supresión de la obligatoriedad de saludar brazo en alto; se había abandonado, "en aras de la concordia", el control sobre la ciudad de Tánger. Tánger era el último eslabón colonial… Como no fuera en sentido figurado, ya nadie podría hablar de Imperio.

– Te das cuenta, María Fernanda? Todo esto presenta mal cariz…

María Fernanda se le acercó y le dio un beso.

– Mi opinión ya la sabes… La solución está en Lausana, y si no, en Estoril…

El camarada Montaraz negó una vez más con la cabeza. Precisamente, dadas las circunstancias, lo que menos podía desearse era el chaqueteo y el cambio de guardia. Había que cerrar filas. Elegir a los hombres idóneos para cada cargo. A su vez, don Eusebio Ferrándiz no era el hombre idóneo para el cargo de comisario de policía. Demasiado bonachón. Demasiados escrúpulos. Andaba por la comisaría como pidiéndoles perdón a los "rojos" y a los "delincuentes". Su actuación a raíz del sabotaje del tren había sido decepcionante.

El gobernador decidió actuar. Hizo un viaje a Madrid para entrevistarse con su amigo Girón -a éste la boda le había sentado de maravilla- y regresó con la promesa de que don Eusebio Ferrándiz sería relevado. "Piensa que Gerona es provincia fronteriza y que necesitamos un hombre fuerte".

El relevo no se hizo esperar. A mediados de octubre don Eusebio Ferrándiz fue trasladado a Guadalajara, adonde se marchó acompañado de su hermana, Genoveva. Y llegó en sustitución don Isidro Moreno, superviviente del Alcázar, donde perdió a su mujer. Don Isidro Moreno se presentó con su segunda esposa, Francisca Iglesias y se instalaron en el piso que don Eusebio Ferrándiz dejó vacante.

Don Isidro Moreno tenía cuarenta y cinco años. Policía de profesión, gracias al camarada Montaraz acababa de ascender a comisario. "He de agradecérselo a usted?". "No, no, de ningún modo. A mi amigo el ministro Girón".

Talla mediana, cabello rubio, ojos fríos, de una frialdad que recordaba la de los ojos de Himmler. También llevaba gafas de montura de plata. Se apoyaba en un bastón, cuya empuñadura era una rana. Oriundo de Santander, había entablado amistad con el camarada Dávila, el ex gobernador de Gerona, el cual le había contado muchas cosas. Tenía fama de hombre duro. Trabajador infatigable. Las largas patillas le ocultaban dos verrugas simétricas en las sienes, que le hubieran afeado el rostro. Un tanto grosero, lo mismo en el verbo que en los ademanes, guardaba del Alcázar, además de una herida cicatrizada, una pequeña piedra que llevaba siempre en el bolsillo a modo de talismán. Franquista hasta la médula, se inclinara Franco por la Falange o la dejara en la estacada. Al enterarse de que el gobernador descascarillaba cacahuetes, dijo: "Mi hobby es limpiar la pistola". Al enterarse de que el general Sánchez Bravo decía tutti contenti, barbotó: "Yo prefiero soltar algún rotundo taco español". Al saber que el obispo se había desmayado en pleno Te Deum, comentó: "A lo mejor en el asilo tendría un puesto fijo".

Al tomar posesión de su despacho, preguntó:

– Quién era aquí el comisario antes de la guerra civil?

– Un tal Julio García… Un bicho, masón, pero inteligente y con mucha garra.

– Y qué recuerdo guardan de mi predecesor, don Eusebio Ferrándiz?

– Inmejorable. Buenísima persona.

– Tal vez un poco blando?

– Tal vez…

– Pues yo en el Alcázar vi muchas películas del Oeste y sé como las gastan…

El hombre entró en Gerona como el caballo de Troya. La brigadilla Diéguez le gustó. No le gustó que María Fernanda fuera monárquica, y que lo fuera el alcalde! "Aquí habría que hacer un barrido…" Mateo se puso a su favor. "Creo -le dijo a Pilar- que es el hombre que nos hacía falta". Mateo dijo esto ignorando que don Isidro Moreno había exclamado: "Cómo! Ese falangista divisionario amigo de Núñez Maza? Tendrá cojones! Pues sí que estamos apañados".

Don Isidro Moreno parecía gozar descubriendo los defectos de los demás. Encontró que la ciudad -sobre todo, el Oñar- estaba sucia. Por lo tanto, las promesas del camarada Montaraz, "partidario de la higiene", habían fracasado. Visitó la cárcel y se mostró decidido a hacer trabajar a los presos. "No se puede tener a los hombres así, tumbados todo el día como lagartos. En Guadalajara temamos imprenta y taller de carpintería". Visitó la Barca y Montjuich. "Un nido de piojos y de navajas cabriteras… Por favor, fuera gitanos". Pero para desalojar a los gitanos necesitaba el permiso del gobernador.

Fue aquel el primer enfrentamiento entre los dos hombres.

– Cómo que no se pueden desalojar? Si usted quiere, mañana mismo…

– Son gente… Son personas. Adonde los llevaría usted?

– A los hombres, a trabajar en las canteras; a las mujeres, a limpiar los cuarteles… En, los gitanos! Si los conoceré yo…

El camarada Montaraz preguntó, simulando sonreír:

– Actuaría con ellos… como actuó Hitler?

– Alto el carro! Yo no he dicho eso… Pero que son un cáncer para la sociedad… vamos! -y se tocó la piedra del Alcázar que llevaba en el bolsillo.

En casa mandaba él. A su mujer, Francisca Iglesias, la tenía asustada con sus raptos de cólera. Era muy exigente, sobre todo a la hora de comer. Un temor: quedarse ciego. Continuamente iba al oculista a que le revisaran los ojos y le graduaran de nuevo los cristales. Cuando conoció a Lourdes, la mujer de Cacerola, le dijo a éste: "Es lo peor que puede ocurrir". Cacerola le agradeció el interés y desde entonces defendió a ultranza al recién llegado.

No comprendía el problema catalán. No comprendía que la gente hablara catalán. El alcalde y su mujer! Podía ello consentirse? Tampoco comprendía el misterio de la Santísima Trinidad. Y que hubiera personas que tocaran el saxofón. Y que el general Sánchez Bravo mirara con telescopio las estrellas.

Algo en su haber: sentía una inmensa ternura por las mujeres solteras. Por ello apreció a Marta. Y a Solita. El doctor Andújar opinó de él: "Unos centímetros más y tendríamos un paranoico. Yo prefería con mucho a don Eusebio Ferrándiz".


* * *

Mosén Alberto le había recordado a Carmen Elgazu que el 8 de septiembre, al ir a misa, se acordara de rezar un padrenuestro por el alma de Quevedo, en el tercer centenario de su muerte. "Quién era Quevedo?", le preguntó Carmen Elgazu. "Un escritor. Un clásico… Ignacio aprendería mucho de él".

Al bajar la escalera de su casa Carmen Elgazu resbaló en el último tramo y fue rodando hasta quedar inmóvil en el suelo. En seguida notó que se había hecho mucho daño. No en la cabeza ni en los brazos, pero sí en una pierna. Era la pierna derecha. Terribles punzadas de dolor. Era el pie. Lo que le dolía era el pie derecho. Eloy, desde arriba, desde el piso, oyó los lamentos y también los oyeron las vecinas. Los teléfonos funcionaron y todo el mundo se movilizó. Al cabo de media hora escasa la mujer se encontraba en la clínica Chaos, donde le sacaron las correspondientes radiografías: fractura del metatarso del pie derecho. El propio Moncho la escayoló, mientras llegaba, sudoroso, en un taxi, Matías.

La rotura revestía cierta gravedad. Mes y medio, tal vez dos, con el pie inmovilizado. De momento, unos días en la cama; luego tendría que aprender a andar con un par de muletas; luego con una sola. Hasta que los huesos se soldaran y adquiriera seguridad.

Aquello fue un mazazo para la familia. Salvando las distancias, todos recordaron su estancia en la clínica a raíz de la extirpación de los órganos genitales, por culpa de un tumor. Carmen Elgazu, al mediodía, se encontró tumbada en la cama -la escayola le llegaba hasta la rodilla-, rodeada de rostros amados. Matías, que pocas veces se azoraba, en esta ocasión andaba por el piso como si hubiera perdido la brújula. "Caray con Quevedo", comentó Ignacio. Moncho, con las radiografías en la mano, les dio su palabra de que no quedarían huellas de la rotura. "Esto, entre los esquiadores, es de lo más corriente". Las fechas exactas de la recuperación no se podían precisar. Dependían de la "calidad" de los huesos de Carmen Elgazu y de su fuerza de voluntad. "Sí, ya sé, esto último está garantizado".

Carmen Elgazu no se hacía a la idea. Tanto tiempo inmovilizada, sin poder andar, sin poder salir de casa! Todo se arregló de la mejor manera. Pilar y Ana María acudirían por turnos a echarle una mano. También Matías, que servía para algo más que para pescar. Quedó demostrado que la mujer tenía muchos incondicionales en la vecindad. Fue un desfile de visitas. Los dueños de las tiendas de la Rambla se ofrecieron para llevarle la mercancía. "Un telefonazo y ahí estamos". Carmen Elgazu descubrió más que nunca la importancia del teléfono, el cual, mediante un suplemento, le llegó a la cabecera de la cama. Telefoneaba a la familia -incluso a Bilbao- y a las amistades. Hubiera querido telefonear a santa Teresita del Niño Jesús, pero tuvo que contentarse con obligarle a Matías a hacer una novena y a ponerle un cirio en la iglesia del Mercadal.

Lo que más le dolía era no poder acudir a misa y recibir la eucaristía. Lo primero tenía remedio: la radio. Fue también trasladada a su cuarto, que empezó a llenarse de cachivaches y todos los domingos, a las diez, mosén Alberto celebraba una misa a través de la emisora Gerona para los enfermos y los impedidos. En cuanto a comulgar, el obispo era tajante. De no tratarse de un enfermo grave, los sacerdotes no tenían permiso para llevar la Sagrada Forma a los hogares. "Menuda tontería -comentó Matías-. No entenderé a la Santa Madre Iglesia aunque me maten".

La radio y la lectura de vidas de santos llenaron mucho tiempo del que le sobraba a la mujer. Se aficionó más que nunca a los seriales. Una palabra le bastaba para reconocer a los locutores. Eloy, en cuanto podía, se plantaba en la cama de Carmen Elgazu y la invitaba a jugar interminables partidas de parchís. A veces se formaba corro alrededor del lecho para jugar a las siete y media. Tantas fueron las demostraciones de afecto que recibió la esposa de Matías que éste, al dar el parte médico en el café Nacional, añadía siempre: "Lo único que me carga son las flores. En seguida huelen. A Carmen no la marean; pero a mí, sí". Galindo replicaba: "Nada, nada, Matías, que está usted al día. Mujer casada, pierna quebrada".

El alud de mimos hizo que Ana María arrugara la nariz.

– A mí me parece -le dijo a Ignacio- que exageráis un poco. Lo que le ha ocurrido a tu madre, tal y como dijo Moncho, es de lo más corriente… Si lo consideras necesario, nos trasladamos todos al piso de la Rambla y le hacemos compañía.

Ana María acertó a hablar así con el tono exacto, preciso, para que Ignacio, que visitaba dos veces al día a su madre, no se enfadara. Por lo demás, era asunto archisabido. Ana María les recriminaba a todos que pusieran a Carmen Elgazu en un altar, antes incluso de que César gozara del suyo. Era un amor desorbitado, una suerte de adoración. Todavía no se había roto el cordón umbilical. Ni siquiera Matías se salvaba de la quema. Al menor gesto de dolor de Carmen Elgazu hubiera llamado a Moncho. Éste subía sólo de vez en cuando. "Hay que esperar". La escayolización había sido correcta y era preciso que pasara el tiempo.

Mosén Alberto no fallaba nunca, a media tarde, a la hora del chocolate. Carmen Elgazu se confesaba de falta de resignación. "Me rebelo, mosén Alberto, me rebelo… En vez de agradecer al señor que me permitiera bajar la escalera durante años sin tropezar ni una sola vez". Mosén Alberto se abstenía de hablarle de la corona de espinas y del Gólgota; pero le decía: "Ofrezca a Dios esta misma rebelión. Y verá cómo le llega la conformidad".

Paz Alvear se comportó como era debido. Demostró tener sentido común. Subió el primer día y luego espació las visitas. Llegó un momento en que Carmen Elgazu pudo levantarse de la cama y andar con muletas por el piso. Entonces exprimió todo el gozo del amor que le demostraban los suyos. "Qué más puedo pedir? Los hay, pobres, que están solos en un lecho del hospital, y mucho más graves".

Mateo le decía:

– Le ocurrirá como a mí. Cuando cambie el tiempo, lo notará -y Mateo se tocaba la cadera.

La radio le dio a Carmen Elgazu cumplida idea de su ignorancia. Se celebraban coloquios, seminarios -por qué seminarios?-, se trataban temas monográficos -qué significaba esta palabrita?-. A veces se quedaba anonadada porque se preguntaban cosas a los niños de las escuelas y éstos las respondían de corrido: cordilleras del mundo, especies botánicas, ondas magnéticas, dónde nació Cristóbal Colón… En una ocasión el doctor Chaos habló de un tal Darwin, quien por lo visto sostenía la tesis de que el antepasado del hombre era el mono… En otra ocasión fue el doctor Andújar quien la aturulló. Habló de una enfermedad que se llamaba esquizofrenia o algo así. Dijo que, de repente, la personalidad se partía en dos mitades… También la Voz de Alerta, dentista, habló de que antaño los hombres tenían los colmillos mucho más desarrollados porque debían comer carne cruda… Y quiénes eran los nipones? Y por qué un tal Einstein, que era un sabio, dijo que hubiera preferido ser hojalatero? "Soy una ignorante, una ignorante… Por eso no entiendo que a Ignacio le guste la pintura de ese Picasso que a cada mujer nos asigna tres caras o más aún".

Josefa y Mirentxu, las hermanas de Carmen Elgazu en Bilbao, hicieron un viaje a Gerona para ver a la paciente. Ana María seguía sin comprender… Pasaron cuatro días en la ciudad, durante los cuales visitaron varias tiendas de Gerona con el flamante muestrario de muñecas que habían diseñado para la próxima fiesta de los Reyes Magos. El 12 de octubre, día del Pilar, se reunió toda la familia en el piso de la Rambla. "Tendremos que tirar esos tabiques", dijo Matías. Fue el día en que Carmen Elgazu pudo andar con una sola muleta. Repantigada en su mecedora, se dejaba mimar. Sus hermanas sintieron celos. Ellas eran solteronas, posiblemente por culpa de la "abuela Mati". De haberlas conocido don Isidro Moreno hubiera sentido hacia ellas un interés especial.

– Y Jaime Alvear? Por qué no ha venido?

– Trabaja en el frontón Gurrea…

– Y Lorenzo, el de Trubia?

– Desesperado porque Hitler ha perdido la guerra…

Cuánta sangre Alvear reunida! Acaso el único competidor de Carmen Elgazu fuera el pequeño César. Había aprendido a decir "abuelo" y "abuela" y conocía ya la letra A. Era archiconocido en la plaza de la Estación porque entraba en todas las tiendas a saludar a la gente. Pilar se sentía orgullosa de él, al igual que Mateo. Éste, pensando en César, no se explicaba por qué guardaba él, sobre el depósito del agua, la bala que le hirió en Rusia.

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