CAPÍTULO XXXII

RÍO DE JANEIRO, 18 de octubre de 1945 Querida Ana María:

Perdona la tardanza en contestar a tus cartas. No estoy acostumbrado a escribir y además ando muy ocupado. Ya me conocéis. Invento negocios incluso donde no los hay. He alquilado un despacho con un par de mecanógrafas y también un piso amueblado en la avenida Camoens, 1498. A partir de ahora escríbenos a estas señas. Y para que lo sepas, debo decirte que el servicio de Telégrafos funciona muy bien.

No me ha gustado nada, pero que nada, que os vendierais el chalet de San Feliu y el yate. Yo os los dejé para que los disfrutarais vosotros. Eso de querer vivir modestamente es posible que satisfaga a Ignacio, pero tú, Ana María, estás acostumbrada de otra manera. Me temo que a la larga esas renuncias serán una carga para ti. Ni siquiera me gusta que continuéis viviendo en Gerona. Qué puede hacerse en Gerona? Dormir y escuchar las campanas de la catedral. Lo único que me consuela es que los compradores hayan sido los hermanos Costa, porque de este modo cuando yo regrese recuperaré mi patrimonio.

Estuve en Washington, con Julio García. Este hombre es un íipazo. Tiene mucha influencia. Se ha nacionalizado americano, lo mismo que Amparo, su mujer. Yo creo que tiene influencia incluso en la Casa Blanca, en cuya construcción al parecer se utilizó piedra de una cantera de un pueblo llamado Macael, en la provincia de Almería. Curioso, verdad? Julio García continúa con su sombrero ladeado y su boquilla irónica. Su mujer es muy simpática, aunque le cuesta mucho aprender inglés. Yo creo que se llevaría bien con tu madre, la cual en Río se aburre hasta el punto de que querría irse a vivir a los Estados Unidos. De momento no puedo. He montado mi tinglado en el Brasil y lo primero es lo primero.

Aquí todo el mundo anda asustado con eso de las bombas atómicas y de los crímenes de los alemanes. Pero se les pasará muy pronto. El brasileño es incapaz de guardar rencor. Al brasileño le gusta vivir al día, lo cual, bien pensado, no deja de tener su aquél. Ojalá yo supiera hacerlo, pero echo de menos España, lo mismo que tu madre.

La campaña internacional contra el Régimen español aumenta por días. Si coleccionara caricaturas de Franco, con su barriguita y su fajín de general, podría llenar un montón de álbumes. Es un asunto que está muy liado y no sé lo que va a pasar. Depende mucho de la estrategia que adopten los exiliados, que tienen un Gobierno, dinero y muchos compadres afines. Pero les ocurre como siempre, que andan a la greña. Ahora mismo Negrín y Prieto están a matar.

Y la cigüeña, qué tal? A esperar. No puedo negar que me gustaría tener unos cuantos nietos. Ah, y celebro que Ignacio sea ya socio del ilustre abogado Manolo Fontana! Veo que, dentro de sus límites, va progresando.

Nada más por hoy, que me están esperando. Un abrazo a los dos, Firmado: Rosendo.

Posdata: Mi querida Ana María. Ya ves que tu padre continúa siendo el de siempre. Sí, es verdad que me aburro en Río y que el idioma portugués se me atraganta y lo encuentro un poco cursi. Esperemos a ver lo que ocurre en España. A mí no me duele que os vendierais el chalet y el yate. Pasé en ellos horas muy amargas. Sí, dadnos un nieto, por favor! Y por favor, que no se llame Rosendo.

Firmado: Leocadia.


* * *

El general Sánchez Bravo mató dos pájaros de un tiro. Recibió orden de reforzar la frontera a causa de los maquis, que el general De Gaulle no consiguió liquidar puesto que muchos fueron héroes en la lucha contra Alemania. Distribuyó, pues, considerables fuerzas a lo largo del Pirineo. Y puesto que estaba muy descontento de su hijo, el capitán Sánchez Bravo, le mandó a la capital de la Garrotxa, Olot, casi en segunda línea, al frente de una compañía. "A ver si se olvida del poker en el casino, de la bebida y de las calaveradas".

Doña Cecilia rompió a llorar. "Precisamente ahora, vamos a quedarnos solos! Y si los maquis le pegan un tiro?". El general se enfureció. "Viste uniforme, no? El lema de la milicia es el riesgo".

El capitán Sánchez Bravo, que tenía buena facha, obedeció a regañadientes, al término de una discusión con su padre que el asistente Nebulosa no olvidaría jamás. El capitán estaba harto de guerra y, en determinados momentos, a punto de pedir la baja del Ejército. Menos mal que en Olot se sintió a gusto, en el hotel Regente, que prácticamente estaba lleno de oficiales, brigadas y sargentos. El hotel era propiedad de unos tíos de la camarada Pascual, jefe local de la Sección Femenina e íntima amiga de Marta. El capitán Sánchez Bravo no podía sospechar que la camarada Pascual, jefe de la Hermandad de la Ciudad y el Campo, tan uniformada, estuviese esperando el príncipe azul. "Yo soy tu príncipe azul", le dijo el capitán, al cabo de ocho días. Y la camarada Pascual casi se lo creyó y empezó para ella una vida nueva.

El capitán Sánchez Bravo descubrió que Olot tenía vida propia. Un paisaje maravilloso, volcánico, repleto de robledales y de encinares. Vivía desde antiguo de la industria textil y de la imaginería religiosa. Ah, sí, aquel muchacho tan famoso, César Alvear, había trabajado en el taller Bernat, el más importante de la población! Taller que, en la posguerra, había quintuplicado sus ventas, a causa del desmantelamiento de las iglesias. El capitán lo visitó. Al encontrarse rodeado de Cristos, vírgenes, santos, ángeles y, sobre todo, Sagrados Corazones, experimentó una sensación extraña. Llevaba mucho tiempo sin entrar en una iglesia. El dueño del taller le permitió darle una pincelada de rojo al costado de Cristo. "Aquí no pretendemos hacer arte -matizó el dueño-, sino artesanía. Pero es lo que exige el mercado. En cuanto intentamos alguna innovación, algún acercamiento a la Capilla Sixtina, el negocio se va al carajo".

Cuántos pintores residían -o habían pasado- por Olot! Los más famosos, Martí Alsina, el maestro, Vayreda, Russiñol, Casas, Urgell… Este último estaba especializado en crepúsculos vespertinos y le daba cien vueltas al melenudo Cefe. Robledales, encinares, olmos y choperas componían una sinfonía que invitaba a embadurnar telas. El capitán, una noche en que en el hotel ganó un "fortunón", compró un crepúsculo de Urgell, que por su tamaño no supo dónde colocar. La camarada Pascual se ofreció para guardárselo en su casa y él consintió.

Ésta era la pega para el hijo del general y de doña Cecilia. En Olot encontró también su casino -el propio hotel-, donde pudo jugar al póquer con varios propietarios de la comarca, simples aficionados. Él era casi un profesional. Y también empezó a beber de nuevo. Tenía buen saque pero a menudo se emborrachaba y se tendía rendido en la cama., Cama en la que la camarada Pascual conoció por primera vez, avergonzada y jadeante, los placeres del amor.

Entretanto, la tropa a las órdenes del capitán andaba repartida estratégicamente por la comarca. Tropa que engordaba, pues la cocina en la Garrotxa era excelente, destacando los embutidos y la pastelería. Los soldados de la otra compañía, la fronteriza -primera línea-, acusaban a los del capitán Sánchez Bravo de enchufados. Y es que los maquis no cejaban. Golpes de mano, cortes de energía eléctrica, cortes de la línea telefónica y algún que otro pastor muerto dejando a su rebaño a la deriva.

El general Sánchez Bravo, enterado de la conducta de su hijo, estaba a punto de presentarse de improviso en el hotel Regente y de proceder a arrestarle. Pero los acontecimientos desviaron sus intenciones. Se produjo un choque de envergadura entre unos guardia civiles y los maquis y el capitán Sánchez Bravo recibió la orden de acudir al lugar del encuentro. Se comportó intrépidamente! Ya nunca más nadie le llamaría "enchufado". Arrebatado por un incomprensible empuje dio una batida con sus hombres, rodeó la patrulla enemiga, les causó doce bajas e hizo dos prisioneros. Y en seguida se dio cuenta de que uno de estos prisioneros debía de ser "alguien", algún jefazo, por el porte, la barba, la mochila y las bombas de mano.

Conducidos a Olot, el capitán hubiera querido proceder él mismo a los interrogatorios. Pero ahí se interpuso su padre, el general. "Metedlos entre barrotes, que va para allá el comisario de policía, Isidro Moreno, experto en esas cuestiones". El capitán se enfurruñó y tuvo que esperar. Pero fue una espera fructífera. El comisario, por primera vez, pudo dar la medida de su capacidad de persuasión. Interrogó a los prisioneros, que no soltaban prenda. Entonces, dirigiéndose al que parecía un novato, le introdujo astillas entre las uñas y la carne. El dolor fue tan insoportable que el muchacho cantó. "Yo me llamo Pedro Gandía y mi compañero, mi jefe, es el Chotis".

El Chotis! Uno de los maquis más buscados del país. El comisario Moreno se encariñó con él. El Chotis, baqueteado y ante la amenaza de las torturas, confesó. Confesó que su objetivo era atracar un banco e internarse luego hacia Teruel, donde le esperaban sus camaradas. Confesó que él, al mando de media docena de maquis, fue el responsable del descarrilamiento del correo Port-bou-Barcelona. Santo Dios! El comisario lamentó no estar mascando chicle y sin darse cuenta se palpó la pistola del cinto.

El Chotis, esposado, no podía acariciarse la barba y ello le puso frenético.

Costó mucho tirarle más aún de la lengua. Costó horas de focos de luz, de hacerle crujir los huesos, de abofetearle con extrema dureza. Pero por fin, exhausto, desembuchó toda la trama de la operación maquis, que era mucho más seria de lo que podía presumir el camarada Montaraz.

En las "Escuelas de Preparación Guerrillera" se enseñaba que había que buscar un terreno escabroso. Que las masías fueran aisladas. Que faltaran teléfonos y medios de comunicación. Y allí instalar, en lugares escondidos, "campamentos". Que hubiera mucha vegetación, pero de difícil acceso, sin caminos. Escaso de pastos, para que los pastores no circularan por el lugar. Que hubiera concavidades o cuevas naturales. Proximidad del agua, arroyos y cañadas. En las fuentes tratar de no dejar señales de vida, que pudieran orientar a la Guardia Civil. Mucho cuidado con utilizar jabón, pues el agua se llevaba corriente abajo burbujas, que podían ser una pista.

La vida diaria se hacía a base de lectura de textos comunistas, exposición de temas, crítica de doctrina, etc. Para proteger a los compañeros de los campamentos se idearon sistemas. Uno de ellos, los perros. Pero el aullido de los perros se demostró que era lo que a veces alertaba a la Guardia Civil. También se tendían cables con campanas o cencerros; pero ocurría lo mismo, si un guerrillero entre la maleza las hacía sonar.

Estafetas: recipientes en determinados árboles donde se dejaban las consignas o las órdenes. Medicamentos. Cada individuo debía llevar un pequeño botiquín con vendas, gasas, algodón y yodo, rara vez alcohol. Sulfamidas para las infecciones, que surgían a menudo por beber agua de las lagunas. La colitis y la disentería eran muy frecuentes. Por último se descubrió que los apositos con resina fresca de los pinos no sólo evitaban las infecciones sino que aceleraban la cicatrización.

No solían andar durante el día, a no ser que la necesidad obligara. Se recomendaba siempre el mayor silencio posible, reprimir la tos, pisar con sigilo, evitar tropezones, no producir ruidos y andar en fila india con una distancia de varios metros de uno a otro. Sólo se fumaba en los descansos y enterrando luego las colillas para no dejar pistas. Durante las marchas se comía más. Se abandonaban las gachas de maíz o de almortas, que era comida casi rutinaria y se sustituía con una más abundante de pan y carne. Los medios de información a distancia eran muchos: cohetes, petardos, hacer salir humo denso, ropa blanca puesta a secar en una ventana en caso de que estuvieran en un caserío…

El comisario Moreno asintió con la cabeza. Un mecanógrafo había ido tomando nota de la declaración. El Chotis no se merecía ser fusilado allí mismo, sino conducido a la cárcel de Gerona, en una celda aparte, hasta que el mando ordenase lo que más conviniera hacer con él.

El miliciano quedó muy sorprendido al ver que no le fusilaban en el acto. Tenía todos los componentes de un rostro humano -orejas, ojos, nariz, boca, etc.-, pero todos mal colocados. Su voz, rotunda al principio, fue perdiendo fuerza hasta terminar en un hilillo apenas audible.

– Te llevaremos a Gerona y allí decidirán…

Sospechó que querían sonsacarle más. Sería difícil. Lo había contado todo y con enorme precisión. Al enterarse de las víctimas que había ocasionado el descarrilamiento del tren correo sonrió: "Lo lamento… La lucha es a muerte".

Se sabía sentenciado. El comisario Moreno, en la furgoneta, le invitó a fumar. Sentado al lado del conductor, el capitán Sánchez Bravo. Esperaba ser recibido por su padre como un héroe, por su comportamiento en la emboscada y efectivamente en un principio fue así.

– Estoy orgulloso de tu acción en él combate. Cumpliste con tu deber. Ahora bien, no puedo perdonarte que continuaras con tu obsesión del juego y con tus borracheras. De modo que te pasarás ocho días en el calabozo del cuartel de Infantería, bien alimentado, pero sin radio ni periódicos…

El capitán sonrió con ironía. Su padre era un obcecado. Se cuadró ante él y a la media hora escasa estaba en el calabozo, solo con sus pensamientos y echando de menos a la camarada Pascual de Olot.

En cuanto al Chotis y su compinche Pedro Gandía fueron, a lo largo de cuatro días, las grandes vedettes del periódico Amanecer, Se publicaron sus fotografías junto a la de Evaristo Rojas, el ex divisionario víctima del descarrilamiento. Por más que Mateo porfió, el comisario Moreno se negó a facilitar más información. "Secreto del sumario". Al quinto día, en el cementerio de Gerona, se dio carpetazo al asunto fusilando a los dos maquis. Los compañeros de Evaristo Rojas, Pedro Ibáñez y León Izquierdo, hubieran querido formar parte del pelotón de ejecución. Pero su solicitud les fue denegada. No se trataba de un acto de venganza sino de estricta justicia.

El capitán Sánchez Bravo, completamente aislado del mundo exterior, no se enteró de que, entretanto, las fuerzas norteamericanas en Europa habían decidido clausurar sus oficinas de compras en España, lo que significaba un duro golpe para la economía, y que Franco había prometido la próxima celebración de un Referéndum, sin señalar la fecha. Fueron ocho días auscultando su conciencia. Tal auscultación no le llevó a detestar a su padre, el cual, de hecho, tenía razón. Lo que le ocurría es que se había cansado, efectivamente, de la milicia. Que no servía ni para obedecer ni para mandar. Preferiría tener una fábrica de embutidos, dedicarse a la pastelería o fabricar imágenes religiosas. Cuando recobrara la libertad tomaría una decisión.


* * *

Matías recibió una carta de Julio García. Éste le comunicaba que, en efecto, él y Amparo habían obtenido la nacionalidad norteamericana. Esto les abría las puertas de España, por lo menos desde el punto de vista oficial. Fueron al consulado y les dijeron: "Cuando quieran, les damos el visado". Él no se fiaba de las ventanillas, de forma que prefería que antes Amparo, sola, hiciera un Viaje de exploración, pulsando el terreno. Si la versión era optimista, él se arriesgaría a ir a Gerona, para oler la tierra y saludar a las amistades.

Julio le preguntaba a Matías si estaría dispuesto a hospedar en su casa a Amparo. "En caso afirmativo, telegrafíame, por favor. Todo esto, claro, contando con que el metatarso de Carmen Elgazu funcione ya como es debido". Julio terminaba diciendo: "No se trata de un capricho, compréndelo. No sabéis lo que es el exilio. Aunque el nuestro es un exilio dorado, pasarse tanto tiempo sin pisar la patria pesa como una losa de plomo. Matías, sé bueno y mándanos el telegrama, que en la oficina te saldrá baratito".

Revuelo en el piso de los Alvear. Carmen Elgazu y Pilar rechazaron la idea, mientras Ana María se declaraba neutral. Pero prevaleció el criterio de los varones, Matías e Ignacio. Mateo, que subestimaba a la mujer del policía se encogió de hombros y dijo: "Qué más da! No tengo nada en contra de esa mujer". En consecuencia, a las veinticuatro horas salió para Washington el telegrama aceptando la estancia de Amparo en el piso de la Rambla. Eloy palmoteo: "Ole, ole! Nos contará cosas de América".

Amparo hizo el viaje en el buque Covadonga, de la Compañía Trasatlántica, que a los nueve días de travesía la depositó en Bilbao. La acompañaba una amiga llamada Sonia Howard, que quería visitar el Museo del Prado "y otras maravillas que no tenían en los Estados Unidos". En Bilbao se separaron. Sonia Howard se trasladó a Madrid, Amparo llamó por teléfono a Matías. Su voz, trémula de emoción, delataba un ansia largamente contenida. "Mañana tomo el tren y pasado mañana, si no hay novedad, me planto en vuestra casa".

Amparo en Gerona! Matías e Ignacio la recibieron en la estación. Estaba desconocida. Llevaba un traje coloreado, se había teñido de rubio y calzaba zapatos de tacón alto. Grandes gafas de color negro, varias joyas de valor y mucho equipaje.

– Bien venida, Amparo!

– Bien hallados, Matías e Ignacio! Oh, Dios mío, qué ilusión!

Los besuquees de rigor y la primera sorpresa de Amparo: Ignacio disponía de coche propio, por lo que no era necesario alquilar un taxi.

– Ahí viven Pilar y Mateo -informó Ignacio, al cruzar la plaza de la Estación.

– Oh, cómo me gustará ver a Pilar! Traigo unos regalitos para el pequeño César…

Amparo se había quitado las gafas negras y sus ojos resplandecían, mirando a derecha y a izquierda.

– Ahí tienes la plaza Marqués de Camps…

Amparo soltó, de pronto:

– Qué pequeño es todo esto!

Matías comentó:

– Mujer, no lo compararás con Nueva York.

A los diez minutos justos aparcaban en la Rambla, frente a la casa de los Alvear. A Amparo todo le parecía a la vez exótico y familiar, a la vez lejano y próximo. Eloy, que estaba esperando en el balcón, al verles bajó corriendo para ayudar a subir el equipaje.

– Ah, claro! -exclamó Amparo-. El niño vasco… Se me olvidó el nombre!

– Me llamo Eloy.

– Gracias, pequeño.

Arriba esperaba Carmen Elgazu, ya sin bastón. Carmen no acertó a disimular del todo. Besó fríamente a Amparo; en cambio, ésta la abrazó y se pegó a sus mejillas.

– Carmen Elgazu! La columna del hogar…

– Y que lo digas -terció Matías.

Amparo pidió permiso para ducharse y cambiarse de ropa. Quince minutos después se encontraba en el comedor, ante una taza de café caliente y unas galletas.

– En el tren he comido unos bocadillos… Olían muy mal. Esto me sentará mejor.

– Cuéntanos -abrió el diálogo Ignacio-. Sí, ya sé, todo esto te parecerá muy pequeño. Pero es lo nuestro, comprendes? Y también aquí se puede ser feliz.

Amparo retó al muchacho con la mirada.

– Y quién dice lo contrario? A Julio se le ha subido América a la cabeza; pero a mí, no.

– De veras?

– De veras. Uy, lo que yo me he aburrido en Washington! Decidme. Cuántos negros tenéis en Gerona?

Matías, que terminaba de liar su cigarrillo contestó:

– Que yo sepa, ninguno… No sé si Eloy, en sus correrías, ha descubierto alguno. En, qué dices, renacuajo?

– No, no, ninguno… -reafirmó el muchacho-. Y me gustaría que los hubiera.

– Por qué?

– Porque en el cine bailan muy bien.

"Qué pequeño es todo esto!". Esta frase iba a ser la constante de Amparo durante su estancia en Gerona. Aquel piso "entrañable" le pareció chato, pobre, con una estufa al rojo vivo que apestaba a carbón. La personalidad de Matías e Ignacio, intacta; en cambio. Carmen Elgazu se le antojó basta, una mujer muy de su casa y nada más, con manos de fregona. Se acercó al ventanal y vio el Oñar: sucio, sin apenas agua. Salió al balcón y contempló la Rambla. Acostumbrada a las grandes avenidas, tuvo una decepción. Apenas si aquello debía de servir para bailar sardanas.

– Oh, qué bien se está aquí! Me siento como de la familia…

– Eres como de la familia -corrigió Matías.

– Ya lo sé. Me lo habéis demostrado.

Amparo estaba en plena forma y se había refinado un poco. Apenas si notaba el cansancio del viaje. "Y ha sido duro, no creáis! Esos trenes… No comprendo cómo no están al día, puesto que España no ha entrado en la guerra".

Ignacio comentó:

– Hay prioridades, comprendes? Lo primero es alimentar a la gente, que, en su gran mayoría, lo pasa fatal…

Pronto Amparo pudo comprobar por sí misma este aserto, porque se empeñó en salir y dar una vuelta antes de cenar. La acompañó Matías, puesto que en Telégrafos volvía a tener turno de noche. Las personas le parecieron raquíticas, como si fueran ellas las que regresaran del exilio. En las tiendas no había nada, excepto en las zapaterías. Las paredes desconchadas. Muchos papeles en el suelo y de los restaurantes y los urinarios públicos salía un hedor que le recordaba el de los barrios negros. En una lencería vio el retrato de Franco y el de José Antonio. Contuvo la respiración y Matías le dijo:

– Hay miles de retratos de esos caballeros. Y si llegas hace un año, hubieras visto por todas parte a Hitler y a Mussolini.

– Dios mío! -exclamó Amparo; y no añadió nada más.

En resumen, la estancia de Amparo en Gerona, disparados los mecanismos comparativos, se saldó con un fiasco. Los Estados Unidos pertenecían a otra galaxia. "Lo curioso es que a mí aquello no me va; pero comparado con esto…"

Echaba de menos el aire de libertad de Norteamérica. Gerona parecía hipotecada por algún maleficio o alguna vigilancia que impedía que la gente respirara a su aire. La tal gente andaba algo cohibida, los mobiliarios eran aptos para el trapero, el café de la cafetería España, tan horrible como el que le sirvieron en el tren.

Matías e Ignacio no sabían cómo explicarle que aquello era así y no de otra manera. España era una dictadura, habían ganado los aliados y, por lo tanto, "quedamos marginados desde el principio. Y ahora, mucho más". Las autoridades eran dioses y la Falange campaba por sus respetos. "Pero, es que Julio no te lo advirtió?". "Sí, claro… Julio sabe siempre a qué atenerse; pero yo lo imaginaba de otro modo".

– Piensa que todo está racionado -intervino Matías-. Que la mitad de la ropa se amontona en el Monte de Piedad; que las familias han de recurrir al pluriempleo; que no se puede mover un dedo sin permiso del gobernador… -Matías esbozó una sonrisa-: Los Alvear vamos tirando gracias a la influencia de Mateo y a que a Ignacio le tocó la lotería. También van tirando los hermanos Costa y los de su calaña; pero los demás, con el culo al aire, lo cual, en invierno, debe de resultar desagradable…

Amparo pensaba: "Si me pusiera aquí uno de los sombreros que llevo en Washington!". Carmen Elgazu la achuchaba: "Pero aquí tenemos paz. Te parece poco? Y puedes salir de noche sin miedo a que un negro o un blanco te tire del bolso o te robe la cartera".

A Matías le hacía gracia que Amparo fuera norteamericana. "A ver, enséñame otra vez el pasaporte". Amparo se reía y se lo enseñaba. Por su parte, Ignacio no podía olvidar que Amparo fue la primera mujer que conoció, tan íntimamente como más tarde conocería a Canela y a Adela.

Los regalos que se había traído eran discretos, pero prácticos y de buen gusto: tres pitilleras para los hombres, con las iniciales, un buen lote de medias de nylon para las mujeres. Para el pequeño César, un juguete chino en que tocaban muchas campanillas. Todos fueron bien recibidos y Matías andaba pensando: "Pues sí, lo que se ha refinado esta mujer!". Llevaban casi siete años sin verse.

Pilar fue la que con mayor dureza trató a Amparo. No podía olvidar que Julio García sometió a Mateo a varios terroríficos interrogatorios. "Las gentes como ustedes son las culpables de todo lo que ha ocurrido en España. Pero no se hagan ilusiones. Aquello no volverá. Franco cuenta con el apoyo de la mayor parte de la población".

Lo mismo le dijeron los hermanos Costa, en los que había supuesto encontrar apoyo. Le dijeron que Franco estaba bien pertrechado en su trono. "Y si tienes alguna duda, esta tarde contempla desde el balcón la manifestación convocada por el gobernador bajo el lema: "Franco, sí, comunismo, no". Toda Gerona estará presente".

– Y las matanzas, pues? Y los campos de trabajo?

– Esto es la España subterránea… -le contestaron los Costa-. Salvo los directamente afectados, nadie se acuerda de ella -Advirtiendo la mueca escéptica de Amparo añadieron-: Habla con Paz Alvear. Te será fácil… Escucha su versión. Llegó aquí dispuesta a arrasarlo todo y ahora tiene a su hermano en el seminario y ella se casó con la Torre de Babel, que anda pisándonos los talones…

Los hermanos Costa añadieron que ellos no se podían quejar; les estaba prohibido salir de la provincia y debían presentarse semanalmente a la policía; pero, por lo demás, los negocios les iban viento en popa. "Ya se sabe. Después de un terremoto, el que sabe aprovecharse sale adelante".

Amparo se acarició el mentón. Llevaba la cara muy maquillada.

– Es exactamente la teoría de Julio García. Dice que mimando a unos cuantos le basta a Franco para mantenerse en el poder. Y cuando dice unos cuantos incluye también a franceses, ingleses y norteamericanos, a los que permite hacer grandes negocios…

– Pues qué te creías! Este mes hemos importado no sé cuántas toneladas de papel de Noruega y hemos exportado a Inglaterra otras tantas de cebollas… Te das cuenta, Amparo?

– Sí, claro…

Con Paz Alvear fue distinto. Paz, que le había oído contar a Matías las mil y una sobre Julio García, se mostró más optimista, aun admitiendo que ella vivía como una burguesa, "tal vez gracias a las plegarias de su hermano, Manuel".

– Yo creo que a Franco lo echarán… La campaña extranjera en contra debe fructificar. Hay que ver lo que sueltan la BBC y Radio Moscú! Estoy segura de que en las conferencias de los tres grandes tuvieron ya en cuenta el destino de España… -Paz se acarició el discreto collar que llevaba-: En la guerra se demostró que los aliados tardan en reaccionar, pero que cuando lo hacen no hay quien los pare.

La invitaron a cenar. La Torre de Babel estuvo muy locuaz. Se acordaba tanto de Julio García! Gerona, sin Julio García, era "otra cosa". Era como si a la catedral le faltara el campanario.

– A lo mejor lo veis pronto por aquí… -dijo Amparo-. No para quedarse, claro, pero para echar un vistazo.

– Habla usted en serio?

– Completamente.

Paz volvió a lo suyo: "A Franco lo echarán". La Torre de Babel negó con la cabeza. "A menos que pierda el cacumen y les provoque, cosa impensable, a Inglaterra y a los Estados Unidos les conviene tener aquí una dictadura de derechas. Podrán hacer en España lo que les dé la gana. Ya se empieza a decir que España será su portaaviones…

Amparo asintió. Iba haciéndose su composición de lugar. Claro que sólo había hablado con personas que llegaban holgadamente a fin de mes; pero la opinión del resto, de los del Monte de Piedad, qué podía aportarle? Tal como le aconsejaran los hermanos Costa, había visto desde el balcón del piso de la Rambla la manifestación "Franco, sí, comunismo, no". El Frente de Juventudes entero -el futuro-, y una masa arrolladura y chillando como en los Estados Unidos en un estadio de béisbol. Y por todas partes, en efecto -incluso en las oficinas de la Agencia Gerunda-, retratos de Franco y de José Antonio. Mateo se negó en redondo a ver a Amparo, a estrecharle la mano. "Menuda cucamonas! Responsable, como su marido, y dejándose querer…"

En cambio, Ignacio invitó en su casa a Amparo, aun en contra de la opinión de Ana María. Ésta no se mostró neutral. Cada vez que Amparo se disponía a hablar de la España que estaba encontrando le cortaba la palabra y le pedía algún dato sobre los Estados Unidos. Pronto ella e Ignacio se dieron cuenta de que Amparo apenas si sabía nada de su inmenso país. De vez en cuando decía ockey y antes de cenar pidió un whisky. Qué diferencia había entre Truman y Roosevelt? Habían cruzado en tren el recorrido Este-Oeste? Era cierto que Nueva York era veinte veces mayor que Barcelona? Y los indios? Cuántos ejemplares quedaban? Y cómo un país de seres humanos pudo llegar a fabricar tres mil aviones diarios? Cuál era el secreto? Le gustaba el jazz negroide? Y los westerns? Y las universidades? Era cierto que las universidades de los Estados Unidos eran las mejores del mundo, con especialistas en temas tan abstrusos como la poesía primitiva africana o la vida secreta de Nerón?

Amparo se sintió apabullada. Se dio cuenta de que no estaba enterada de nada, como tampoco se enteró de nada durante su estancia en París. Era un apéndice de Julio, nada más.

– Entonces -le dijo Ana María-, de qué sirve la libertad si no se utiliza para ampliar conocimientos? Yo, en esta Gerona tan raquítica, y en efecto, lo es, estudio inglés, alemán y empiezo a tocar la guitarra…

Ignacio gozó por dentro al advertir que Ana María estaba embalada y tenía una noche brillante. En algún momento fugaz miró a Amparo con intención; pero ésta se sentía incómoda. Sin Julio García al lado, en ocasiones así se notaba indefensa. Ya en el buque Covadonga, durante la travesía, le ocurrió lo mismo: su amiga Sonia le formuló gran número de preguntas sobre España y ella no las supo contestar. Conocía Gerona y un poquitín Madrid. Pero no sabía lo que era el gótico, ni quién fue Pepe Botella, ni qué significaba Palos de Moguer.

A la hora del café se presentó Matías. De improviso, como casi siempre. Le gustaba sorprender a Ignacio, levantar el índice y que el muchacho contestara: Caldo Potax. Matías se percató en seguida de lo que ocurría en la casa y procuró convertirse en moderador.

– Vengo de casa de Pilar… -dijo-. Hay que ver cómo juega el pequeño César con las campanillas que le trajiste! Fue un acierto, Amparo. No podías elegir mejor.

Ana María comprendió e hizo marcha atrás. Sabía que su suegro quería a Julio García como a un hermano. Por cuestión de amor propio no iba ella a tirar por la borda las posibilidades de comprensión. A partir de ese momento el clima fue otro. Y Amparo suspiró. Hablaron del barrio antiguo de Gerona y de la Dehesa, que fueron los dos únicos lugares de la ciudad que no decepcionaron a Amparo. " La Dehesa es preciosa, la verdad… En Washington hay mucho verde pero no creo que tengamos nada parecido. Y la Casa Blanca no es tampoco la catedral. Siempre parece que se acaba de estrenar".

Hablaron del proceso de Nuremberg, que se había iniciado el 25 de noviembre, que acumulaba 25 360 documentos y cuyo tribunal estaba constituido por cuatro magistrados de cada potencia vencedora. Los inculpados eran veinticuatro, capitaneados por Goering, Hess y Rosenberg. "Ésos irán todos a la horca, sin la menor duda".

Amparo le agradeció a Matías que le echara una mano. Hablaron de las pitilleras que aquélla les trajo. Ignacio comentó: "Oh, sí, son estupendas!". Y terminaron contando chistes. El último aludía al desfile de falangistas de Madrid con pancartas que decían: "Si ellos tienen onu, nosotros tenemos dos".

Por último, Amparo se interesó por el puesto que antaño desempeñó Julio.

– Quién es el actual comisario de policía?

– Bueno! -contestó Ignacio-. Casi puede decirse que acaba de llegar. Se llama Isidro Moreno. De momento ha fusilado a dos maquis y parece dispuesto a mantener el orden cueste lo que cueste…

– Ya… -Amparo añadió-: No me gustaba nada que Julio lo fuera! Prefiero que se dedique a lo que se dedica hoy.

– A qué, si puede saberse?

– A hacerme compañía… -y Amparo pidió permiso para levantarse y dar por terminada la velada.


* * *

Amparo y su amiga Sonia Howard se encontraron en Bilbao, dispuestas a embarcarse en el buque Montserrat, también de la Compañía Trasatlántica, para regresar a Nueva York. Sonia estaba entusiasmada. España entera era una obra dé arte. Los museos de Madrid -y no sólo el del Prado- la dejaron boquiabierta. No daba abasto, ni encontraba los calificativos adecuados. Además, se notaba que en la capital habían residido los reyes. Qué palacios! La plaza de Oriente, por ejemplo. "Los reyes, por donde pasan, dejan su impronta". También estuvo en Toledo. Fue la primera catedral que visitó. Luego visitaría las de Burgos y León. Y estuvo en Salamanca. "No tengo palabras para explicar lo que he sentido".

Amparo, sorprendida ante la reacción de su amiga, no supo qué decir. Ella le habló a Sonia de "la otra cara de España", la del racionamiento, restricciones, mendicidad. Ahí Sonia le dio la razón.

– En esa línea, todo lo que quieras… Es un país pobre y encorsetado por los de arriba. La cantidad de vendedores ambulantes y mendigos es abrumadora. Delante mismo del hotel Palace, donde, como sabes, me hospedé en Madrid, había un hombre con una sola pierna tocando el violín. Horas y horas tocando, con un plato en el suelo en el que de vez en cuando caían algunas monedas. Pero me da la impresión de que nadie se rebela, de que aceptan la situación, a cambio de disfrutar de orden público, de paz.

– Éste es el chantaje -dijo Amparo.

– Yo no sé si lo llamaría así… -objetó Sonia-. No es un chantaje. Es un hecho. La paz es lo más preciado para un país.

– Más que la libertad?

Sonia vaciló. Llevaba un sombrero estrafalario.

– Como norteamericana, te diría que prefiero la libertad; pero como Sonia Howard, te diría que prefiero la paz…

Poco después las sirenas del barco llamaron a los pasajeros. Unos mozos forzudos -y alguno, enclenque- les subieron los equipajes a bordo. Era un día lluvioso, con viento fuerte. Casi daba miedo hacerse a la mar. Menos mal que el capitán y los oficiales, en cubierta, infundían seguridad. Además, el Montserrat se conocía la ruta… Llevaba años yendo y viniendo y el peligro de los submarinos había desaparecido.

– Seguro que llegaremos a buen puerto.

– Seguro…

– Adiós, España!

– Adiós…


* * *

Ocurrieron muchas cosas. En Pamplona se convocó una manifestación de boinas rojas, de requetés, en la plaza del Castillo, protestando contra la atonía del régimen, que parecía no advertir las amenazas provenientes del exterior. La policía actuó de forma contundente y hubo varios heridos leves. Los heridos no tenían importancia; el hecho, sí. Los manifestantes eran los mismos que el año 1936 se presentaron voluntarios para iniciar la "Cruzada". Don Anselmo Ichaso telefoneó a la Voz de Alerta y éste publicó en Amanecer un editorial en defensa de los boinas rojas.

Fue la gota que colmó el vaso. El gobernador, de acuerdo con Mateo, destituyó fulminantemente a la Voz de Alerta de sus dos cargos: del cargo de alcalde y de director de Amanecer. El camarada Montaraz dio pocas explicaciones, porque contaba con el apoyo del general. Al general, lo mismo que al camarada Montaraz y a Mateo no les gustaba ni pizca la filiación monárquica de la Voz de Alerta y menos aún de su mujer, Carlota.

' La Voz de Alerta' tuvo una reacción violentísima contra el gobernador y Mateo. Había quemado su vida por España y ahora se veía postergado, sin previo proceso, sin derecho a defenderse, sin tener en cuenta los servicios prestados. El gobernador rompió un par de cacahuetes y le dijo:

– Ordenes superiores… Lo siento -y la Voz de Alerta, dando un portazo, se fue a su casa, donde contempló casi con dolor su sillón de dentista.

Carlota, su mujer, se había quedado de una pieza. Sabía que la estructura piramidal del Régimen les impedía contraatacar. Apenas si conocían a nadie en Madrid, donde, por si fuera poco, les tacharían de catalanistas. No había más remedio que tragarse el sapo y ver la estrategia de don Juan, quien de un momento a otro se trasladaría de Lausana a Estoril, desde donde lanzaría un manifiesto.

El pequeño Augusto correteaba por allí. ' La Voz de Alerta' lo tomó en sus brazos y lo besuqueó.

– Augusto, monín… Tu padre ya es un don nadie. Ni alcalde, ni director de Amanecer. Un dentista como otro cualquiera, que desde ahora tendrá la consulta abierta mañana y tarde.

Dolores casi vociferó:

– Ese gobernador, aficionado a la caza! Hoy se ha cobrado la pieza que desde tiempo andaba persiguiendo.

El relevo en el periódico resultó fácil. Mateo fue nombrado director. La dirección incluiría también la censura, para que no se "colara" ningún editorial. El relevo en la alcaldía fue más arduo. Se analizaron uno por uno los candidatos posibles. Se pensó en el notario Noguer, en el doctor Chaos, en Jorge de Batlle, en el camarada Revilla, delegado de Sindicatos. Finalmente, Mateo hizo diana: José Luis Martínez de Soria, capitán jurídico, franquista a ultranza, de trayectoria impecable. Y hermano de Marta! Y casado con Gracia Andújar…

– No hay más que hablar.

José Luis Martínez de Soria recibió la noticia con estupor y con cierto escepticismo.

– Yo no sé lo que es una alcaldía… Cómo se lleva un municipio? Habladme de expedientes de "rojos" y de amarillos, pero no de alcantarillas ni del asfaltado de las calles…

– No importa. Ya te irás enterando. En estos momentos necesitamos hombres de confianza…

José Luis pidió ocho días para responder. Y se encontró rodeado de opiniones a favor. Gracia Andújar palmoteo: "Alcaldesa! Qué ilusión! Podré seguir de directora de ballet?". Marta fue más comedida pero aprobó la propuesta. "Creo que, por la edad, el sentido de la disciplina y tu buena facha, eres el hombre idóneo para ese puesto".

– Además -añadió-, creo que a nuestra madre le hubiera gustado… Y a nuestro padre también.

José Luis terminó por aceptar. "De acuerdo. La vara de mando la regalan o tengo que comprarla?". El camarada Montaraz y Mateo aplaudieron y le dieron golpecitos en la espalda. "De momento, podrás compaginarlo con tu capitanía jurídica… Más tarde, tú verás".

En Amanecer se publicó una extensa nota elogiando a la Voz de Alerta y afirmando que el relevo se llevaba a cabo "a petición propia y por razones personales". La población se lo creyó. En cuanto a la figura de José Luis Martínez de Soria, era una incógnita. Todo el mundo le conocía, pero en su faceta profesional. Había salvado muchas vidas… En la alcaldía? Estaba por ver. El doctor Andújar le dijo a Solita: "Es un hombre demasiado joven… Para ser un buen alcalde se necesita mucha experiencia. Yo creo que la Voz de Alerta lo llevaba muy bien". Mosén Alberto echaría de menos las "Ventana al mundo" que la Voz de Alerta escribía en el periódico. "Supongo que ahora se negará a colaborar". El obispo, cuya opinión había sido requerida, dio su beneplácito, porque José Luis Martínez de Soria cumplía con la Santa Madre Iglesia y nunca dio motivo de escándalo.

Alegría de Gracia Andújar! Tal vez la alcaldesa más joven de España… Se enfrentó con su padre. "José Luis tiene la edad ideal.

Joven y con mucha experiencia. Y si no, espera y verás. Tiene muchos proyectos!".

Los proyectos de José Luis, todavía embrionarios -no quería precipitarse- pronto fueron conocidos. Quería una ciudad más "alegre". Gerona era triste, era gris, y para darse cuenta de ello no era necesario llegar de Washington. Remozar las fachadas y las paredes, empezando por las que colgaban sobre el río Oñar! Se armó la marimorena. Quería pintarlas de colores vivos, a semejanza de las que colgaban sobre el Amo en Florencia. Se pusieron en contra mosén Alberto, el notario Noguer, los artistas de la ciudad, incluso Ángel, el arquitecto. La cochambre y los colores delatando la pátina del tiempo formaban parte precisamente de su encanto natural. Eran producto de la lluvia, otra constante de Gerona, aunque ahora desde hacía meses no cayera una gota. José Luis dijo: "Veremos a ver". Proyectaba también cambiar de fecha las ferias y fiestas de San Narciso. A finales de octubre hacía frío y, casi siempre, caían tormentas. "Las trasladamos a junio y tenemos resuelto el problema". Otra vez las fuerzas "culturales" de la ciudad se pusieron en contra. "Ese hombre quiere cargarse la tradición". Hubiera querido iluminar más las calles de la población! Pero en época de restricciones eléctricas hubiera parecido un escarnio. De momento, pues, sólo fue bien visto y posible el aumento de sueldo de todos los funcionarios del municipio, desde el pesador del matadero hasta los guardia urbanos y los bomberos.

El padre Forteza le ponía una objeción al nombramiento de José Luis: éste magnificaba la figura de Satanás. Creía en el Maligno de una forma muy personal, como si se le hubiera aparecido alguna noche en su habitación. "No hay que tentar al diablo". José Luis replicó que ello no tenía nada que ver y que su convicción era realista -rebelión de Lucifer- y de ningún modo supersticiosa.

Júbilo entre los gitanos de la calle de la Barca y Montjuich… Una comisión fue al ayuntamiento. Por fin serían escuchados y tal vez dispusiesen de viviendas. El más contento de todos, el Niño de Jaén, que vio la posibilidad de regalarle a su madre muchos espejos…

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