El Espectro salió de la caseta y bajó al bosque dejándonos a solas. Me senté en la silla y miré el lazo en el cuello de Katy. Ciertamente, ejercía el efecto deseado. Colaboraría. No me arriesgaría a que apretara con la cuerda el cuello de la espantada joven.
– Nos va a matar -dijo ella mirándome.
De eso no había duda pero yo, naturalmente, lo negué y le dije que todo iría bien, que encontraríamos una solución, aunque creo que no logré mitigar su preocupación. No era de extrañar. La garganta ya casi no me dolía, pero sí el hígado después del puñetazo. Eché un vistazo a la caseta.
Piensa, Will, y deprisa.
Sabía lo que iba a pasar. El Espectro me obligaría a convenir una cita. Cuando Ken se presentara nos mataría a todos. Lo pensé e intenté discurrir alguna manera de prevenir a mi hermano, tal vez mediante algún tipo de código; nuestra única esperanza era que Ken se oliera la trampa y los sorprendiera. Pero no podía confiar plenamente en eso, tenía que buscar una salida, la que fuese, incluso si ello implicaba sacrificarme por salvar a Katy. Seguro que se produciría algún fallo, algún error por parte de El Espectro. Debía estar alerta para aprovecharlo.
– Sé dónde estamos -musitó Katy.
– ¿Dónde? -pregunté volviéndome hacia ella.
– En la reserva de humedales de South Orange -respondió-. Veníamos aquí a beber. Estamos cerca de la carretera de Hobart Gap.
– ¿A qué distancia? -pregunté.
– A kilómetro y medio, seguramente.
– ¿Sabrías llegar a ella? Es decir, si nos escapamos, ¿sabrías encontrar el camino?
– Creo que sí -contestó ella-. Sí, sí que sabría -añadió asintiendo con la cabeza.
Estupendo. Eso era algo. No mucho pero, en principio, servía. Miré desde la puerta y vi al chófer recostado en el coche. El Espectro estaba con las manos a la espalda levantándose de puntillas distraídamente con la cabeza echada hacia atrás como mirando a los pájaros. El chófer encendió un cigarrillo. El Espectro no se movió.
Miré en el suelo y no tardé en encontrar lo que buscaba: un buen trozo de cristal. Volví a mirar furtivamente por la puerta, vi que ninguno de los dos observaba y me acerqué con cautela a la silla de Katy.
– ¿Qué haces? -musitó ella.
– Voy a cortar las cuerdas.
– ¿Estás loco? Si te ve…
– Tenemos que intentar algo -dije.
– Pero… -No acabó de decir la frase-. Aunque cortes las cuerdas, luego ¿qué? -añadió.
– No lo sé, pero tú estate alerta por si surge la ocasión de escapar y podemos aprovecharla.
Acerqué el vidrio roto a la cuerda y comencé a rozarla; me costaba pero poco a poco se rompía; aceleré el movimiento y vi que cedían más fibras.
Casi había cortado la mitad cuando noté que la plataforma vibraba; me quedé quieto: subían por la escalerilla. Katy profirió como un gemido y yo me aparté de la silla para ir a sentarme en la mía justo en el momento en que reaparecía El Espectro y me miraba.
– Estás sin resuello, Will, muchacho.
Dejé disimuladamente el vidrio en la parte de atrás del asiento, casi bajo mis nalgas. El Espectro frunció el ceño y yo seguí callado sintiendo cómo se me aceleraba el pulso. Él miró hacia Katy, quien con gran acopio de valor, desafiante, le sostuvo la mirada. Me admiraba lo valiente que era, pero al mirarla allí atada volví a sentir pavor: la cuerda medio rota estaba a la vista.
El Espectro entrecerró los ojos.
– Bueno, acabemos de una vez -dije yo.
Mi observación bastó para distraerlo. Se volvió hacia mí mientras Katy ocultaba como podía el cabo de la cuerda. No mucho si a él se le ocurría mirar atentamente. El Espectro hizo una pausa antes de acercarse al portátil. Durante un segundo -el más breve segundo- me dio la espalda.
«Ahora», pensé.
Me pondría en pie de repente y, como si fuera un cuchillo, le clavaría el vidrio en el cuello. Calculé a toda velocidad: ¿demasiada distancia? Probablemente. ¿Y el chófer? ¿Estaría armado? ¿Me atrevería…?
El Espectro se dio la vuelta. Había perdido la ocasión si es que realmente la había tenido.
Se acercó con el ordenador ya en marcha y tecleó para conectarse a través de un módem remoto; volvió a teclear y apareció un cuadro de diálogo.
– Es hora de hablar con Ken -dijo sonriente.
Sentí un nudo en el estómago mientras él pulsaba la tecla de «retorno» y pude ver en la pantalla el texto:
¿ESTÁS AHÍ?
Aguardamos y la respuesta no se hizo esperar.
ESTOY.
El Espectro sonrió diciendo: «Ah, Ken», volvió a teclear y le dio al «intro».
SOY WILL. ESTOY CON FORD.
Hubo una pausa larga.
DIME EL NOMBRE DE LA PRIMERA CHICA CON QUIEN LO HICISTE.
El Espectro se volvió hacia mí mirándome.
– Como era de esperar quiere una prueba de que eres tú -dijo.
Yo no contesté pero pensaba a toda velocidad.
– Sé lo que estás pensando -añadió él-. Quieres advertirlo y darle una respuesta aproximada. -Se acercó a Katy y cogió el extremo del lazo y tiró un poco hasta que la cuerda se ciñó a su cuello-. Éste es el trato, Will. Quiero que te levantes, te acerques al ordenador y teclees la respuesta correcta. Voy a seguir apretando y si me sales con algún truco, o simplemente sospecho que lo intentas, no dejaré de apretar hasta matarla. ¿Entendido?
Asentí con la cabeza.
Apretó un poco más el lazo a Katy y ella barbotó un sonido confuso.
– Adelante -dijo él.
Corrí hasta el ordenador. El miedo me nublaba la mente. Tenía razón. Había estado pensando en recurrir a alguna mentira que pareciera verdad para alertar a Ken, pero ahora era imposible. Puse los dedos sobre el teclado y escribí:
CINDI SHAPIRO.
El Espectro sonrió.
– ¿En serio? Tío, era un bomboncito, Will. Estoy impresionado.
Aflojó el lazo, Katy lanzó un suspiro y él se acercó al ordenador. Yo miré a mi silla, advertí que el vidrio estaba a la vista y fui a sentarme sin pensármelo dos veces mientras llegaba la respuesta.
VETE A CASA, WILL.
– Interesante respuesta -dijo El Espectro restregándose la cara y reflexionando-. ¿Dónde te lo hiciste con ella? -preguntó.
– ¿Cómo?
– Con Cindi Shapiro. ¿Fue en su casa o dónde?
– En el bar de Eric Frankel.
– ¿Ken sabe ese detalle?
– Sí.
El Espectro sonrió y volvió a teclear.
ME HAS PUESTO A PRUEBA Y AHORA TE TOCA A TI. ¿DÓNDE ME LO HICE CON CINDI?
Hubo otra larga pausa. Yo estaba en ascuas. Era una idea genial por parte del Espectro como réplica, pero lo cierto es que no sabíamos si era Ken o no y la respuesta nos sacaría de dudas.
Transcurrieron treinta segundos hasta que apareció:
VETE A CASA, WILL.
El Espectro tecleó:
TENGO QUE SABER SI ERES TÚ.
Hubo otra pausa aún más larga hasta que apareció en la pantalla lo siguiente:
EN EL BAR DE FRANKEL. AHORA VETE A CASA.
Sentí una sacudida. ¡Era Ken!
Miré a Katy y nuestras miradas se cruzaron. El Espectro volvió a teclear.
TENEMOS QUE VERNOS.
La respuesta fue inmediata:
NO, NO PUEDE SER.
POR FAVOR, ES IMPORTANTE.
VETE A CASA, WILL. PELIGRO.
¿DÓNDE ESTÁS?
¿CÓMO HAS ENCONTRADO A FORD?
– Mmm -musitó El Espectro pensando.
PISTILLO, tecleó.
Hubo otra larga pausa.
ME ENTERÉ DE LO DE MAMÁ. ¿SUFRIÓ MUCHO?
El Espectro no me consultó para contestar:
SÍ.
¿CÓMO ESTÁ PAPÁ?
NO MUY BIEN. QUEREMOS VERTE.
Otra pausa.
NO, NO PUEDE SER. PODEMOS AYUDARTE.
MEJOR QUE NO LO HAGÁIS.
El Espectro me miró.
– ¿Probamos a tentarlo con su vicio preferido?
No tenía ni idea de a qué se refería, pero vi que tecleaba:
PODEMOS CONSEGUIRTE DINERO. ¿LO NECESITAS?
Sí. LO NECESITARÉ PERO PODEMOS HACERLO A TRAVÉS DE TRANSFERENCIAS INTERNACIONALES.
Y a continuación, como si leyera mi pensamiento, El Espectro añadió:
DE VERDAD NECESITO VERTE. POR FAVOR.
TE QUIERO, WILL. VETE A CASA.
De nuevo, como si estuviese dentro de mi cabeza, El Espectro tecleó:
ESPERA.
VOY A CERRAR, HERMANO. NO TE PREOCUPES.
El Espectro lanzó un prolongado suspiro.
– Esto no funciona -exclamó. Tecleó rápidamente.
CIERRA, KEN, Y TU HERMANO MUERE.
Una pausa.
¿QUIÉN ERES?
El Espectro sonrió.
ADIVINA. UNA AYUDA: EL CORDIAL CASPER.
La respuesta no se hizo esperar:
DÉJALO EN PAZ, JOHN.
NO.
ÉL NO TIENE NADA QUE VER CON ESTO.
ME CONOCES DEMASIADO PARA PEDIRME COMPASIÓN. DÉJATE VER, DAME LO QUE QUIERO Y NO LO MATO.
PRIMERO DEJA QUE SE VAYA Y LUEGO TE DOY LO QUE QUIERES.
El Espectro se echó a reír y tecleó:
POR FAVOR, KEN. EN EL PATIO. RECUERDAS EL PATIO, ¿VERDAD? TIENES TRES HORAS PARA COMPARECER.
IMPOSIBLE. NI SIQUIERA ESTOY EN LA COSTA ESTE.
El Espectro rezongó: «Mentira» y tecleó frenético:
PUES MÁS VALE QUE TE DES PRISA. TRES HORAS. SI NO ACUDES LE CORTO UN DEDO; A LA MEDIA HORA, OTRO, Y ASÍ SUCESIVAMENTE. A CONTINUACIÓN EMPIEZO POR LOS DE LOS PIES. DESPUÉS, LO QUE SE ME OCURRA. EN EL PATIO, KEN. TRES HORAS.
El Espectro apagó el ordenador, lo cerró de golpe y se puso de pie. -Bueno -dijo sonriente-, creo que no ha salido mal, ¿no te parece?