Capítulo V
Cartas de Meadowbank
Carta de Julia Upjohn a su madre.
«Querida mamá:
»Ya estoy completamente instalada y esto me gusta mucho. Aquí hay una niña este trimestre que es nueva también; se llama Jennifer, nos llevamos muy bien y estamos casi siempre juntas. A las dos se nos da fenomenalmente el tenis. Es estupenda. Tiene un saque lo que se dice formidable, cuando le sale bien; pero no lo consigue casi nunca. Dice que se aflojaron las cuerdas de su raqueta cuando estuvo por el Golfo Pérsico, porque allí hace muchísimo calor. Ella estuvo en toda esa revolución que hubo. Yo le pregunté que si fue muy emocionante, pero ella me dijo que no porque no vieron nada en absoluto. Se las llevaron a la embajada o no sé dónde y se lo perdieron todo.
»La señorita Bulstrode es un pedazo de pan, pero algunas veces es bastante impresionante o puede serlo. A las que somos nuevas nos trata con benevolencia. A sus espaldas todo el mundo la llama «Bull» o «Bully» [2]. Damos clase de literatura inglesa con la señorita Rich, que es formidable. Cuando se enfada por algo, se le suelta el pelo del rodete. Tiene una cara muy rara, pero interesante, y cuando nos lee trozos de Shakespeare lo recita de un modo diferente a como todo el mundo lo hace y parece que lo estamos viviendo. El otro día nos habló de Yago, y de lo que él sentía… Y muchas cosas más sobre los celos, de cómo estos devoraban a uno y de cuánto se sufría hasta volverse uno loco queriendo hacer daño al ser amado. Nos dio escalofríos a todas, excepto a Jennifer, porque no existe nada capaz de conmoverla. La señorita Rich también nos da clases de geografía. Yo siempre creí que era una asignatura muy rollo, pero de la manera que la enseña ella no lo es en absoluto. Esta mañana nos explicó todo lo referente al tráfico de especias, y por qué eran éstas necesarias para evitar que los alimentos se echen a perder fácilmente.
»Estoy empezando a dar clase de arte con la señorita Laurie. Viene dos veces por semana y además, nos lleva a Londres para visitar los museos de pintura. El francés lo tenernos con mademoiselle Blanche, que no es capaz de mantener el orden. Jennifer dice que los franceses no saben hacerlo. No se enfada con nosotras, pero se le nota que se aburre soberanamente, y nos dice: " Enfin, vous m'ennuyez, mes enfants". La señorita Springer es de espanto. Es la instructora de gimnasia y deportes. Tiene el pelo color panocha y cuando suda, apesta a perros muertos. También tenemos a la señorita Chadwick (Chaddy), que lleva aquí desde que se fundó el colegio. Enseña matemáticas, y es un «hueso», pero bastante simpática. Después está la señorita Vansittart, que enseña historia y alemán. Es una especie de segunda señorita Bulstrode, pero sin la personalidad de ésta.
»Aquí hay una caterva de chicas extranjeras, dos italianas y varias alemanas y una sueca que es de lo más divertido (es princesa o algo por el estilo) y una chica que es mitad turca y mitad persa, que dice que iba a haberse casado con su primo el príncipe Alí Yusuf, el que se estrelló en aquel accidente de aviación, pero Jennifer dice que no es verdad, que Shaista solo dice eso porque ella era medio prima suya y en aquellos países parece que es costumbre que los primos se casen unos con otros. Pero Jennifer dice que él no pensaba casarse con ella porque a él le gustaba otra persona. Jennifer está enterada de muchas cosas, pero raras veces las cuenta.
»Me imagino que pronto te pondrás en marcha para tu viaje. ¡No te vayas a dejar el pasaporte en casa, como lo hiciste la última vez! Y llévate tu pequeño botiquín de urgencia por si te ocurre algún accidente.
»Con todo mi cariño,
Julia».
Carta de Jennifer Sutcliffe a su madre.
«Querida mami:
»Resulta que aquí no se pasa mal del todo. Estoy disfrutando mucho más de lo que esperaba. El tiempo ha sido muy bueno. Ayer tuvimos que redactar una composición sobre el tema: «¿Se pueden llevar las buenas cualidades hasta su último extremo?», que también me parece una tontería. ¿No podrías comprarme una nueva raqueta de tenis? A pesar de que el otoño pasado le mandaste poner cuerdas nuevas a la mía… no sirve para nada ya. A mí me parece que están flojas. Me gustaría mucho aprender griego. ¿Puedo hacerlo? Me encantan los idiomas. La semana que viene algunas de nosotras iremos a Londres a ver un ballet. Es «El Lago de los Cisnes». La comida aquí es colosal. Ayer nos pusieron pollo en el almuerzo y para la merienda tomamos siempre con el té unos pasteles riquísimos de fabricación casera.
»Ya no me acuerdo de más noticias que darte. ¿Ha habido más ladrones por casa?
»Tu hija que mucho te quiere,
Jennifer».
Carta de Margaret Gore-West, edil principal, a su madre.
«Querida mamá:
»Tengo muy pocas novedades. Este trimestre estoy estudiando alemán con la señorita Vansittart. Circula el rumor de que la señorita Bulstrode piensa retirarse y que va a sucederla la señorita Vansittart, pero ya hace un año que se viene hablando de esto y yo no estoy segura de que sea verdad. Se lo pregunté a la señorita Chadwick (ni que decir tiene que no me hubiera atrevido a preguntárselo a la señorita Bulstrode) y me contestó muy secamente a este respecto. Me dijo que ni mucho menos era cierto y que no hiciera caso de las habladurías. El martes pasado fuimos a ver un ballet: «El Lago de los Cisnes». Demasiado fantástico para poderlo expresar con palabras.
»La princesa Ingrid está siempre de chirigotas. Tiene los ojos de un celeste muy intenso y lleva un aparato de ortodoncia. También hay dos nuevas chicas alemanas que hablan un inglés bastante aceptable.
»La señorita Rich está ya de vuelta y tiene muy buen aspecto. El último trimestre la echaron de menos. La nueva instructora de gimnasia y deportes se llama Springer. Es insufriblemente mandona y a nadie le es demasiado simpática. Sin embargo, es una entrenadora magnífica de tenis. Una de las nuevas chicas, Jennifer Sutcliffe, llegará a ser una excelente jugadora, para mi entender, aunque tiene un revés algo inseguro. Su mejor amiga es una chica que se llama Julia. Les hemos puesto «las cotorras».
»Que no se te olvide venir a sacarme el día 20. ¿Lo harás? El día de las competiciones deportivas es el 19 de junio.
»Tu hija que te quiere,
Margaret».
Carta de Ann Shapland a Dennis Rathbone:
«Querido Dennis:
»No voy a tener ningún día libre hasta la tercera semana del trimestre. Me encantaría ir a cenar contigo entonces. Tendría que ser el sábado o el domingo. Ya te lo haré saber.
»Encuentro bastante entretenido esto de trabajar en un colegio. ¡Pero doy gracias a Dios de no ser maestra! Me volvería loca de atar.
»Siempre tuya,
Ann».
Carta de la señorita Johnson a su hermana:
«Querida Edith:
»Aquí todo sigue exactamente como de costumbre. El tercer trimestre siempre es delicioso. El jardín está precioso y hemos tomado un nuevo jardinero para que le eche una mano al viejo Briggs… Es joven, robusto y, además, bastante guapo, lo que es una contrariedad. Las niñas son tan tontas…
»La señorita Bulstrode no ha vuelto a hablar más de retirarse, de momento, de modo que espero que haya desechado la idea. Con la señorita Vansittart no sería ni mucho menos lo mismo. Por lo que a mí respecta no creo que la haya desechado ella.
»Todo mi cariño para Dick y los niños. Dales mis recuerdos a Oliver y Kate cuando los veas.
Bárbara».
Carta de mademoiselle Angèle Blanche a René Dupont.
Poste Restante, Burdeos.
«Querida René:
»Todo marcha bien aquí aunque yo no puedo decir que me divierta gran cosa. Las niñas no son respetuosas ni se portan en clase como es debido. Creo, no obstante, que es preferible no quejarme a la señorita Bulstrode. Una tiene que estar siempre en guardia al tratar con ésa…
«Por el presente, no tengo que contarte nada de interés.
Mouche».
Carta de la señorita Vansittart a una amiga:
«Querida Gloria:
»El último trimestre ha empezado tranquilamente. Un conjunto muy satisfactorio de nuevas alumnas. Las extranjeras se van aclimatando bastante bien. Nuestra princesita (la oriental, no la escandinava), parece ser desaplicadilla, pero me imagino que eso era de esperar. Tiene unos modales encantadores.
»La nueva profesora de deportes, la señorita Springer, no ha sido ningún acierto. A las niñas no les cae en gracia y es muy despótica con ellas. Después de todo, éste no es un colegio cualquiera. El éxito de Meadowbank no estriba en que se haga en él más o menos gimnasia. Es también muy curiosa, y hace demasiadas preguntas de índole personal. Este modo de ser llega a ser insoportable y denota muy mala educación. Mademoiselle Blanche, la nueva profesora de francés, no puede ser más afectuosa, pero no le llega a lo que era mademoiselle Depuy.
»El día de la apertura nos libramos de un buen conflicto. Lady Verónica Carlton-Standways se nos presentó completamente embriagada. Si no hubiera sido porque la señorita Chadwick se dio cuenta al vuelo y la quitó de en medio, hubiéramos podido tener un incidente en grado sumo desagradable. Y además, las gemelas son unas chicas tan monas…
»La señorita Bulstrode todavía no ha dicho nada en concreto al futuro…, pero a juzgar por su actitud creo que ya debe haber tomado una decisión para sus adentros. Meadowbank es realmente un logro absolutamente conseguido y yo me sentiré muy orgullosa de continuar sus tradiciones.
»Saluda con cariño a Marjorie cuando la veas.
«Siempre tuya,
Eleanor».
Carta dirigida al coronel Pikeaway, por mediación de los conductos acostumbrados:
«¡Y luego dirán que manda hombres a enfrentarse con el peligro! Yo soy el único varón de contextura aceptable, en un edén de ciento noventa mal contadas Evas.
»Su Alteza llegó con todo boato en un «Cadillac» color fresa despachurrada y azul pastel, con el notable personaje vestido con sus atavíos orientales, la esposa (una lástima de modas de París), y la edición infantil de la misma, Su Alteza Real.
»Al día siguiente, a duras penas la reconocí con el uniforme escolar. No habrá dificultad alguna en establecer relaciones amistosas con ella. Ella misma las ha iniciado ya. Me estaba preguntando los nombres de varias flores de una manera cándida y melosa cuando una espía con pecas, pelirroja y con una voz como una abubilla se presentó inesperadamente y la llevó de mi lado. Ella no tenía ningunas ganas de irse. Siempre he tenido entendido que estas chicas orientales se criaban modestamente tras un velo. Ésta debe haber tenido un poco de experiencia mundana durante sus días de colegio en Suiza, me parece.
»La arpía, alias señorita Springer, instructora de deportes, volvió para echarme un rapapolvo. Al personal del jardín no le estaba permitido conversar con las alumnas, etcétera, etc. Yo a mi vez expresé una inocente sorpresa. «Lo siento, señorita. La señorita me estaba preguntando qué clase de planta eran estos delphiniums. Me imagino que no las tendrá en la parte del mundo de donde ella procede». Apacigüé a la arpía con gran facilidad, y al final por poco acaba lanzándome una sonrisita y todo. Con la secretaria de la señorita Bulstrode tuve menos éxito. Es una de esas chicas provincianas con humos de grandeza. La profesora de francés se presta más a cooperar. Recatada y astuta, en apariencia, pero en realidad no precisamente una mosquita muerta. También he hecho amistad con tres chicas muy agradables, que no han salido todavía de la edad del pavo, llamadas Pamela, Lois y Mary, cuyos apellidos desconozco, pero son de aristocrático linaje. Un impetuoso y provecto caballo de batalla, que responde al nombre de Chadwick, tiene puestos en mí sus ojos suspicaces, así es que he de tener cuidado para no emborronar este cuaderno.
»Mi jefe, el viejo Briggs, es un tipo más bien áspero, cuya principal tema de conversación es como solían ser las cosas en los buenos viejos tiempos cuando él era, posiblemente, el cuarto entre una plantilla de cinco jardineros. Se pasa el día gruñendo por la mayoría de las cosas y de todo el mundo, pero siente un edificante respeto por la señorita Bulstrode. Yo también se lo tengo. Cambié unas cuantas palabras con ella, muy agradable por cierto, pero yo experimenté la horrible sensación de que estaba viendo mi interior como si yo fuera transparente, y de que estaba enterada de todo lo que a mí se refería.
»No hay el menor signo, hasta el momento, de nada siniestro, pero no pierdo las esperanzas…».