13

Los rumores corrían y se colocaban por donde encontraban una rendija. ¡La mujer muerta era la esposa de Gunder Jomann, procedente de la India! Si Poona hubiese llegado sana y salva, no lo habría tenido fácil. La habrían escrutado sin piedad. Pero no merecía la muerte, y Gunder recibió simpatías por su exceso erótico. Pero lo que a la gente le interesaba aún más era que habían visto el coche de Gøran Seter aparcado junto al lugar del crimen. La gente pensaba que era natural que corrieran los rumores, pero no creían en absoluto que Gøran hubiera matado a nadie, era un buen chico al que todo el mundo conocía. Lo que más interés despertaba era quién había visto un coche parecido al del chico, y encima había llamado a la policía dando el nombre de Gøran. Estaban en el bar de Einar bebiendo. Eran Frank, la Proeza de Margit, un hombre pálido y flaco al que llamaban Nudel, y Mode, de la gasolinera Shell. Frank apoyó sus enormes antebrazos en la mesa.

– ¿Por qué no sospechan de mí, por ejemplo? Tengo un Toyota rojo y pinta de salvaje.

Einar dijo estar completamente de acuerdo con lo último.

– Pero tu Toyota es marrón -exclamó desde la barra.

– Color óxido -corrigió Frank -. De lejos puede parecer rojo.

– Pero en el fondo creo que fuiste tú, Einar. En los periódicos pone que la mujer vino aquí a tomar un té.

Einar sacó una cesta metálica con patatas fritas del aceite hirviendo.

– Sí, claro. Ella entró aquí tambaleándose con maleta y todo, y yo la metí en el coche y me la llevé a Hvitemoen, me la cargué y volví pitando para ponerme con las hamburguesas. Esas cosas me resultan facilísimas.

Resopló por la nariz.

– Sería el viejo Gunwald -opinó Nudel -. Vive al lado del lugar del crimen, y es viudo desde hace no sé cuánto. Vería a esa mujer con sari paseándose por la carretera y se lanzaría tras ella con la picha fuera.

Esa teoría provocó una risa generalizada. Einar hizo un gesto de desaprobación con la cabeza.

– No llevaba sari. Era más bien un traje pantalón. Azul oscuro o verde azulado. No, tiene que haber sido alguien de fuera.

– Claro, porque nosotros somos mejores personas que los demás -dijo Frank -. Yo personalmente creo que ha sido alguien de aquí. Somos ya unos dos mil habitantes. Puedes estar seguro de que es aquí donde están buscando.

– Sería Mode -dijo Einar -. Estaba en la gasolinera ocupado con su contabilidad; la vio salir de mi bar y se metió a toda prisa en su Saab.

– Mi coche es blanco -dijo Mode tranquilo -. Además, era Torill la que estaba atendiendo. Yo estaba en Randskog jugando a los bolos.

Einar lo miró:

– ¿Es verdad que te has comprado tu propia bola?

– ¡Sí! -exclamó Nudel -. Y no una bola cualquiera. Es transparente como el agua. Pesa veintiuna libras. Y en el centro lleva un pequeño escorpión negro. Mode se hace llamar Escorpio en el tablón de puntos.

– ¡Joder! ¡Qué fantasmada! -gritó Frank.

Se burlaron de Mode de todas las maneras imaginables. Pero todo le daba igual. Era un buen jugador de bolos, con un récord personal de doscientos treinta.

Einar sonreía despectivamente.

– No sabemos si el coche era rojo. Solo se trata de un tonto que dice haberlo visto. Y luego le ha entrado la manía de que es un Golf.

– Será un tonto de aquí, ya que están corriendo rumores sobre Gøran -apuntó Frank.

– Seguro que es esa que va siempre en bicicleta -comentó Nudel -. La Princesa Ojos Brillantes, del pelo blanco. Por cierto, el otro día estuvo por aquí estudiando el coche de Gøran. Luego entró en el bar. El chico incluso se le acercó y le preguntó qué estaba mirando tanto.

– ¿Linda Carling? -preguntó Einar.

– Exactamente. Esa que está de oferta, ¿sabes? Habrá llamado a la poli. Apuesto a que es ella.

Se hizo el silencio durante un rato mientras todos bebían cerveza. Frank se lió un cigarrillo, Einar echó especias en las patatas fritas y le llevó el plato a Frank.

– Y ¿Gøran qué dice?

Frank cerró con un fuerte chasquido el mechero y husmeó la comida.

– Gøran se muestra frío. Dice que la policía habla con todo el mundo.

– Acabo de acordarme de algo -dijo Mode -. Gøran vino aquí, al bar. Tuvo que ser el día en que murió la mujer. No, al día siguiente. Tenía arañazos en la cara.

– Sería Ulla -dijo Frank riéndose -. Es peor que un gato.

– Joder, me pregunto si la poli los vio.

– Ya se habrán curado -señaló Einar -. O al menos casi del todo.

– Ahora sí, pero la gente los ha visto -señaló Nudel.

Frank lo miró con dureza.

– Así que si aparecen por aquí con sus preguntas, tú te ocuparás de mencionarlo, ¿no es eso? De decir que el chico tenía arañazos.

– Claro que no. No soy tan tonto.

– ¿Por qué no iba a decirlo? -preguntó Mode en voz baja -. ¿Acaso temes que pueda ser él?

– Claro que no fue él.

– Entonces, ¿por qué no podemos mencionar los arañazos?

– Para ahorrarle un montón de mierda. De todos modos, es una pista falsa.

En ese instante se oyó la puerta y entró Gøran con su perro. Se hizo el silencio en torno a la mesa. En sus rostros se leía un sentimiento de culpa. Gøran los miró circunspecto.

– El perro -dijo Einar. Déjalo fuera.

– Puede quedarse debajo de la mesa -sugirió Gøran sacando ruidosamente una silla.

– El perro fuera -repitió Einar.

Gøran se levantó de mala gana y desapareció. Ató el perro a la barandilla de fuera y volvió a entrar. Einar le sirvió una pinta de cerveza.

– Tendrás que beber mientras puedas -dijo Nudel riéndose.

– Tienes razón -contestó Gøran -. Pronto estaré en la trena… Bueno, no creo que sea para tanto. Querían saber dónde estuve aquel día. Tomaron un par de notas y volvieron a marcharse. Hay mucha gente en Elvestad que tiene un coche rojo. Tendrán mucho trabajo a partir de ahora.

– Bueno, bueno, yo al menos tengo mi coartada -se rió Frank -. Aquella noche estuve en el cine. Incluso conservo la entrada. Ahora no la tiro ni de coña. No se puede uno fiar de esa gente. Juzgan constantemente a gente inocente.

– Bueno, en la mayoría de los casos cogen al culpable -opinó Nudel.

– ¿Te has enterado de quién dio tu nombre a la poli? -preguntó Frank, mirando a Gøran.

– No. Me importa un carajo.

– Sería Linda. La de pelo albino.

Gøran miró fijamente su cerveza.

– Había pensado en esa posibilidad.

– También los vio en el prado, no te jode…

– Vio sus siluetas -corrigió Frank.

– ¿Quién dice eso? -se apresuró a preguntar Gøran.

– Karen.

– Dios sabe lo que realmente vería.

Gøran bebió con avidez un trago de cerveza.

– Debería callarse la boca, joder. Si anda por aquí un chiflado, y ella cotillea a todas horas con la poli, puede ocurrir de todo. Si yo fuera ella, me cuidaría un poco.

– Esa chica nunca se ha cuidado mucho en ese sentido -opinó Einar.

– Si realmente hubiese visto algo importante, la poli habría ido más lejos en su investigación. Ni siquiera están seguros de que fueran realmente ellos a quienes vio.

– ¡Eso dicen!

Nudel agitó los brazos.

– Pensad en todo lo que la poli sabe y no cuenta. Tal vez solo dicen que vio dos figuras simplemente para protegerla, cuando a lo mejor vio mucho más.

– Lo dudo -insistió Einar, colocando varias jarras en el lavaplatos.

– Así es como proceden siempre -señaló Nudel -. Filtran algunas migajas a la prensa con el fin de mantener alejados a los periodistas, aunque en realidad saben bastante más.

– Entonces al menos tú eres inocente, Gøran -dijo Einar -. Si no, hace mucho que te habrían detenido. Linda sabe muy bien quién eres tú. Si hubieras sido tú a quien vio, lo habría dicho hace mucho.

– Esos albinos están mal de la vista -dijo Gøran despectivamente -. Ella no es albina, simplemente es muy rubia. Pero es muy corta de vista. ¿Por qué no has venido con Ulla?

– Ulla está en la cama, no sé qué le pasa -contestó Gøran malhumorado -. Las tías me ponen de los nervios.

Dio un largo trago de cerveza. Su mirada se volvió distante. Los demás lo observaban a hurtadillas. Todavía podían verse unas finas rayas rojas en la cara y en la mano que agarraba el vaso.

– Pensábamos que habíais tenido una pequeña pelea -dijo Frank -, ya que conservas algunas… digamos marcas… en la cara.

Gøran sonrió.

– Fue el perro. A veces medimos nuestras fuerzas. A ese animal hay que recordarle constantemente quién es el jefe.

– Aaah, ¿sí? ¿Y qué dijo la poli?

– Van a hablar con todo el mundo. Así que os podéis ir preparando. -Gøran apretaba la jarra de cerveza entre los puños.

– ¿Has oído, Einar?

– Ya estuvieron aquí. -Se encogió de hombros con indiferencia -. Mandaron a un chico de pelo rizado. Como para asustarte, ja, ja.

– El mismo que vino a verme a mí -señaló Gøran -. No parecía muy listo.

– Los más listos se quedan en la central de homicidios -apuntó Frank.

Mode estaba absorto en sus pensamientos.

– Me pregunto si harán un perfil del homicida -dijo -. Está muy de moda últimamente. Y lo peor es que no suelen fallar.

– Escucha -dijo Nudel -. Esto no es exactamente Chicago, ¿sabes?

– Ya, pero de todas formas…

Mode tenía una manera como soñadora de hablar, como si estuviera pensando en voz alta.

– Por cierto, me pregunto si los homicidas prefieren determinadas marcas de coche. Algo así como «Dime qué coche tienes y te diré quién eres».

Los demás se rieron, porque conocían la predilección de Mode por las conclusiones rápidas.

– Pensemos en un Volvo, por ejemplo -dijo Mode -. El Volvo es un coche típico de vejestorios. Lo mismo ocurre con el Mercedes. Pensad en Jomann y en Kalle Moe y veréis cómo encaja mi teoría. Uno que lleva un coche francés, sin embargo, es un tío con cierta idea de estilo, confort y elegancia. Pero no tiene ni pizca de sentido práctico. Los coches franceses son bonitos, pero imposibles de reparar. Los que conducen coches japoneses, por el contrario, tienen precisamente sentido práctico, pero carecen de estilo y elegancia.

Estas consideraciones provocaron las risas de todos, puesto que conocían el coche de Frank.

– Luego está el BMW -prosiguió Mode, pensativo -. Ese es para los que quieren muchas cosas. El BMW es pura ostentación. Muchos hombres un poco afeminados conducen coches ingleses. Luego está el Opel -añadió -. El Opel demuestra estilo, sentido práctico y confianza en uno mismo. ¡Por no hablar del Saab!

Nuevas risas ruidosas alrededor de la mesa. Mode tenía un Saab.

Bebió un trago de cerveza y miró a Gøran.

– En cuanto al Skoda y el Lada, prefiero no decir nada.

– Solo nos queda el Golf -dijo Nudel mirando a los demás.

Gøran escuchaba con los brazos cruzados.

– El Golf -dijo Mode – es muy interesante. Suele conducirlo gente con mucho genio. Gente que necesita que todo vaya deprisa y estar en constante movimiento. Gente rápida con el acelerador y todo eso. Un poco irascible, tal vez.

– Deberías prestar tus servicios a la policía -dijo Einar desde la barra -. Con tus conocimientos sobre las personas y los coches serías inestimable.

– Lo sé -dijo Mode entre risas.

Einar cerró el lavaplatos y apagó y encendió la luz tres veces. Los hombres gruñeron descontentos, pero se acabaron sus jarras a toda prisa y las dejaron en la barra. Nadie llevaba la contraria a Einar. A veces se preguntaban por qué.

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