Viernes 22.0- 22.10 horas

Peter y Karen pasaron el día siguiente en la habitación. Peter comunicó a la administración que se sentía mal y no deseaba que limpiaran la habitación, pero se hizo traer las comidas.

En circunstancias normales una pareja joven encerrada durante veinticuatro horas en la habitación de un hotel pueden vivir toda una aventura. Peter ya la había vivido con Stephannie. Habían pasado un fin de semana entero en la habitación de motel, de donde sólo habían salido para comer. Había sido una ocasión memorable, aunque extenuante. Pero cuando no se puede esperar ese tipo de entretenimiento, ése mismo período en una habitación de hotel puede ser muy duro. Y si a eso se sumaba que la chica en cuestión era la mujer más sexy que Peter había visto, una mujer libre y sin prejuicios, dispuesta a coquetear con cuanto hombre se le cruzara, salvo el propio Peter, y si -para colmo- Peter la deseaba como no había deseado a ninguna mujer desde Stephannie, era lógico que las veinticuatro horas en la habitación treinta y ocho bis se transformaran en un infierno.



Apenas se miraron, apenas se hablaron; pero mientras más trataban de ignorarse, más conciencia tenían de su mutua proximidad. Peter se había hecho enviar una edición parisina del Herald Tribune; pero esa lectura y las comidas fueron la única ocupación de ambos. Cuando Peter obtuvo comunicación con Gorman, a las veintidós horas del viernes, ambos estaban tan nerviosos e irritables que apenas podían controlar su mal humor.

Cuando el teléfono sonó, Peter casi se abalanzó sobre él para descolgarlo.

La voz de Gorman era áspera como siempre, pero no se advertía aquella nota de desesperación.

– ¿Congdon? ¿Está ahí? ¿Cómo está la chica?

Peter respondió que la chica estaba bien, que los dos estaban muy bien… No, la mafia no los había localizado. Esperaba.

– Bueno, eso ya es algo -comentó Gorman-. Me ha traído un montón de problemas, con su torpe manejo de este asunto.

– Fue inevitable.

– Debió evitarlo. Pero le voy a decir una cosa, es un tipo con suerte. Lo sacaré del pantano; pero si he conseguido lo que he conseguido es sólo por casualidad. Se dieron una serie de circunstancias favorables.

– Me alegro, senador.

– Le he conseguido… mejor dicho, le he conseguido a la chica otro pasaporte y tuve la suerte de podérselo entregar a un correo diplomático que lo llevó anoche mismo a París. Se lo entregó a un amigo mío que tiene una villa en Antibes, no muy lejos de Niza. El nombre de ese amigo es Pierre DeChapelles y ya está en Antibes. Se fue en avión esta tarde y pasará el fin de semana allí. Tiene un sobre para usted. Le llamé hace menos de una hora y la está esperando- ¿Entendido?

– Sí, señor. Pierre DeChapelles en Antibes. ¿En qué lugar?

– Iba a eso. Ahora le voy a decir lo que va a hacer. Tomará un taxi y se irá a Antibes esta misma noche. Para encontrar la villa, siga la 'carretera principal de la costa, que pasa junto al hotel… el Hotel Royale. Luego esa carretera dobla hacia dentro, se aleja de la costa. Muy poco después hay un camino que se abre a la izquierda, con un cartel que dice Cap d’Antibes. Siga ese camino. Las casas son numeradas. La de DeChapelles tiene el número treinta y siete. ¿Entendido? Treinta y siete. Está poco antes de llegar a una intersección, según recuerdo. Por si acaso, su número de teléfono es ochenta y ocho, ochenta y nueve, cincuenta y cinco. ¿Lo tiene?

– Lo tengo.

– Muy bien. Supongo que vendrán mañana en algún momento del día. Póngame un cable comunicándome el número del vuelo y la hora de llegada. No creo que haya necesidad de recurrir a la clave, porque da igual quién lo sepa. Tendré una buena cantidad de hombres a mano para recibirles al pie del avión y conducirles a un lugar seguro.

– ¿Estará con ellos, senador?

– Sí, estaré a mano.

– Entonces, le veré mañana.

– Cuídese, Congdon.

– Y cuidaré a la chica, también. Buenas noches, senador.

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