C052.

Seis abogados esperaban sentados a una larga mesa, revolviendo papeles y haciendo un ruido espantoso. Rick Diehl esperaba pacientemente, mordiéndose el labio. Al final, Albert Rodríguez, el abogado que dirigía el caso, levantó la vista.

– La situación es la siguiente: tiene buenas razones, o como mínimo suficientes, para creer que Frank Burnet conspiró con la intención de destruir las líneas celulares que usted poseía y, consecuentemente, proceder a su reventa a otras compañías.

– Así es -confirmó Rick-. Ha dado en el puto clavo.

– Tres tribunales han dictaminado que las células de Burnet son de su propiedad. Usted, por tanto, tiene derecho a reponerlas.

– Se refiere a extraer más.

– Sí, en efecto.

– El problema es que el tipo ha desaparecido.

– Eso es un inconveniente, pero no varía los hechos materiales de la situación. Usted es el dueño de la línea celular Burnet -insistió Rodríguez-. Da igual dónde se encuentren esas células.

– Lo que quiere decir que…

– Que seguramente sus hijos y nietos comparten las mismas células.

– ¿Está diciendo que puedo extraer células de sus hijos?

– Usted es el dueño -confirmó Rodríguez.

– ¿Y si los hijos se niegan a que se las extraiga?


– Podría darse el caso, pero teniendo en cuenta que las células son suyas, los hijos no tienen nada que hacer.

– Estamos hablando de biopsias de hígado y bazo -advirtió Diehl-, no se trata de cirugía menor precisamente.

– Ni tampoco de cirugía mayor -repuso Rodríguez-. Creo que se trata de un procedimiento bastante común que incluso puede llevarse a cabo en un ambulatorio. Por descontado, suya sería la obligación de asegurarse que la extracción de células la realizara un médico competente. Asumo que así lo haría usted.

Diehl frunció el ceño.

– Veamos si lo he entendido. ¿Me está diciendo que puedo agarrar a cualquiera de sus hijos por la calle como si tal cosa, llevármelo a un médico y quitarle sus células? ¿Tanto si le gusta como si no?

– Exacto, sí.

– ¿Cómo puede ser eso legal? -preguntó Diehl.

– Porque andan por ahí con células que legalmente le pertenecen a usted, por consiguiente con una propiedad robada, y eso es un delito grave. Según la ley, si un ciudadano es testigo de la comisión de un delito grave, tiene derecho a llevar a cabo la detención. De modo que, si viera a los hijos de Burnet caminando por la calle, podría detenerlos con todas las de la ley.

– ¿Yo personalmente?

– No, no. En este tipo de casos ha de recurrirse a un profesional competente, un captor de fugitivos.

– ¿Se refiere a un cazarrecompensas?

– No les gusta que los llamen así, y a nosotros tampoco.

– Está bien. ¿Conocen algún captor de fugitivos de confianza?

– Lo conocemos.

– Entonces llámenlo -lo apremió Diehl-. ¿A qué esperan?

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