C072.

Ellis tomó asiento delante de su hermano Aaron en el despacho de la firma de abogados de este. La ventana daba al sur, sobre la ciudad, hacia el Empire State Building. Era un día neblinoso, pero aun así la vista seguía siendo espectacular, impresionante.

– Muy bien, he hablado con el tipo ese de California, Josh Winkler -le informó Ellis.

– Aja.

– Dice que no le ha dado nada a mamá.

– Aja.

– Dice que lo que envió era agua.

– En fin, ¿qué esperabas que dijera?

– Aaron, le dieron agua -insistió Ellis-. Winkler dice que no iba a jugársela enviando cualquier cosa a otro estado. Su madre le calentó la cabeza, así que envió agua para probar el efecto placebo.

– Y le creíste -se mofó Aaron, sacudiendo la cabeza.

– Creo que tiene documentación.

– ¿Cómo no va a tenerla? -repuso Aaron.

– Registros de salida, informes de laboratorio y demás papeleo que requiere la empresa.

– Falsificaciones -presumió Aaron.

– La FDA se lo exige y su falsificación es un delito federal.

– Por eso experimenta su terapia génica con conocidos. -Aaron sacó un fajo de papeles-. ¿Conoces la historia de la terapia génica? Es una película de terror, Ellie. Se remonta a finales de los ochenta, cuando a los que andaban con la biotecnología les dio por hacer las cosas deprisa y corriendo y mataron a gente a diestro y siniestro. Sabemos que murieron cerca de seiscientas personas y seguramente muchas más que desconocemos. ¿Sabes por qué?

– No, ¿por qué?

– Según ellos, no te lo pierdas, no podían dar parte de los decesos porque esa información estaba protegida por una patente. Matar pacientes era un secreto comercial.

– ¿De verdad dijeron eso?

– ¿Cómo me iba a inventar una cosa así? Y luego le pasan la factura al sistema sanitario por el montante del experimento que mató al paciente. Ellos matan, nosotros pagamos. Si pillan a una universidad, esta suele aducir que no está obligada a presentar un consentimiento informado a sus conejillos de Indias porque son instituciones sin ánimo de lucro. Duke, Penn, la Universidad de Minnesota… Han pillado instituciones importantes. Los académicos creen que están por encima de la ley. ¡Seiscientas muertes!

– No veo qué tiene que ver eso con… -intentó decir Ellis.

– ¿Sabes cómo actúa la terapia genética en las personas? De muchas maneras, porque los investigadores no tienen ni idea de los resultados. Les inyectan genes que acaban resultando cancerígenos, por lo que la gente muere de cáncer. O sufren terribles reacciones alérgicas y mueren. Esos memos no saben qué cono hacen. Son unos imprudentes temerarios que ya no observan las normas. Pues nosotros vamos a escarmentarlos.

Ellis se removió inquieto en la silla.

– ¿Y si Winkler dice la verdad? ¿Y si nos equivocamos?

– Nosotros no hemos quebrantado las reglas -repuso Aaron-, sino ellos. Mamá tiene alzheimer y van a encontrarse con la mierda hasta el cuello.

Загрузка...