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Elena Abernethie, una vez en su habitación, tardó algún tiempo en acostarse. Estaba pensando.

Sentada ante el espejo de su tocador, contemplaba sin verla su propia imagen.

Se había visto obligada a admitir a Hércules Poirot en la casa contra su deseo. Pero el señor Entwhistle hizo imposible una negativa, y ahora todo se había descubierto. Ricardo Abernethie ya no podía permanecer tranquilo en su tumba. Y todo comenzó con las palabras de Cora...

Al día siguiente del funeral... ¿Cómo miraron todos a Cora? ¿Con qué expresión? ¿Y la de Cora?

¿Qué es lo que dijo Jorge sobre verse uno mismo?

Hay cierta variación... Verse como nos ven los demás... como los demás nos ven a nosotros.

Sus ojos, que antes miraron sin ver, recogieron su imagen. Se estaba viendo... pero no como era en realidad... ni como la veían los otros... ni como Cora la vio aquel día.

Su ceja derecha... no, la izquierda, se alzaba algo más que la derecha. ¿La boca? No, la curva de su boca era simétrica. Si pudiera verse como los demás la veían no encontraría mucha diferencia con la imagen reflejada en el espejo. No como Cora.

Cora... la recordó perfectamente... el día después del funeral, con la cabeza ladeada... al hacer su pregunta... . mirando a Elena...

De pronto alzó las manos hasta su rostro, mientras se decía:

No tiene sentido... es completamente absurdo...

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