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El sonar del timbre del teléfono despertó a la señorita Entwhistle de un sueño, de un sueño delicioso en el que jugaba al piquet con la reina Mary.

Trató de no hacer caso... pero seguía sonando. Somnolienta alzó la cabeza de la almohada para mirar el relojito que estaba en la mesita junto a la cama. Las siete menos cinco... ¿Quién podía llamar a aquellas horas? Debía tratarse de un número equivocado.

El irritante ri-rin-rin continuaba. La señorita Entwhistle suspiró, se puso una bata y fue a la salita.

—Aquí Kensington 675498 —dijo con aspereza al descolgar el teléfono.

—Habla la señora Abernethie. La viuda de Leo Abernethie. ¿Puedo hablar con el señor Entwhistle?

—Oh, buenos días, señora Abernethie —el «buenos días» no fue muy cordial—. Soy la señorita Entwhistle. Me temo que mi hermano esté todavía durmiendo. Yo también estaba acostada.

—Lo siento —Elena viose obligada a pedir disculpas—. Pero es de suma importancia que hable en seguida con él.

—¿No podría ser más tarde?

—Me temo que no.

—Oh, muy bien entonces.

La señorita Entwhistle golpeó con los nudillos en la puerta de la habitación de su hermano y entró.

—¡Otra vez esos Abernethie! —le dijo amargamente.

—¡Eh! ¿Los Abernethie?

—La viuda de Leo Abernethie. ¡Llamar antes de las siete de la mañana!

—¿Dices que la viuda de Leo? ¡Dios mío! ¡Qué extraño! ¿Dónde está mi batín? Ah, gracias.

A los pocos momentos decía:

—Habla Entwhistle. ¿Es usted, Elena?

—Sí. Lamento muchísimo sacarle de la cama de esta manera, pero usted me dijo que le telefoneara en seguida si recordaba lo que me pareció extraño el día que Cora nos dejó a todos de una pieza al decir que Ricardo había sido asesinado.

—¡Ahí ¿Lo ha recordado?

—Sí, pero no tiene sentido.

—Debe permitir que sea yo quien lo juzgue. ¿Fue algo que usted observó en uno de los presentes?

—Sí.

—Cuénteme.

—Parece absurdo. Pero estoy completamente segura. Me di cuenta ayer noche, cuando me estaba mirando al espejo. ¡Oh!...

Su exclamación fue seguida por un ruido extraño... opaco... que el señor Entwhistle no supo identificar.

—Oiga..., oiga... ¿Elena, está usted ahí? Elena...

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