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Hasta el día siguiente no logró Hércules Poirot hallarse frente a frente con miss Pamela Horsefall.

Miss Horsefall no podía concederle una entrevista muy larga porque, según dijo, tenía que marchar a Sheffield.

Miss Horsefall era alta, de aspecto masculino, gran bebedora y fumadora, y al mirarla se hubiese creído improbable que su pluma hubiera destilado tan pegajoso sentimentalismo en el Sunday Comet. Y, sin embargo, ella había sido.

—Escupa, escupa... —le dijo miss Horsefall a Poirot con impaciencia—. Tengo que marcharme.

—Se trata de su artículo publicado en el Sunday Comet. En noviembre. La serie de Mujeres Trágicas.

—¡Ah!, esa serie... Una porquería, ¿no le parece?

Poirot se negó a emitir opinión. Dijo:

—Me refiero, en particular, al artículo sobre mujeres Asociadas con el Crimen, que se publicó el diecinueve de dicho mes. Trataba de Eva Kane, Vera Blake, Janice Courtland y Lily Gamboll.

Miss Horsefall se echó a reír.

¿Dónde se hallan estas trágicas mujeres ahora? Ya me acuerdo.

—Supongo que recibe usted a veces correspondencia después de escribir artículos semejantes.

—¡Y que lo diga! Hay gente que no parece tener otra cosa que hacer que escribir cartas. Alguien "vio una vez al asesino Craig caminando calle abajo". Otra quisiera contarme "la historia de su vida, mucho más trágica que cuanto pudiera yo imaginarme".

—¿Recibió usted alguna carta firmada por una tal mistress McGinty, de Broadhinny?

—Mi querido amigo: ¿cómo rayos quiere que lo sepa? Recibo las cartas a espuertas. ¿Cómo he de recordar un nombre en particular?

—Creí que pudiera usted recordarlo —dijo Poirot—, porque unos días más tarde asesinaron a esa señora.

—Eso es hablar —miss Horsefall olvidó su impaciencia por marchar a Sheffield y se sentó a horcajadas en la silla—. McGinty... McGinty... Me suena el nombre. Le pegó en la cresta su huésped. Un crimen muy poco interesante desde el punto de vista del público. Carecía de atractivo sexual. ¿Dice usted que me escribió esa mujer?

—Creo que escribió al Sunday Comet.

—Viene a ser lo mismo. Vendría a parar a mis manos. Y habiendo muerto asesinada... y publicando su nombre los periódicos... debiera recordar... —se interrumpió—. Escuche... No escribió desde Broadhinny, sino desde Broadway.

—Así, pues, ¿la recuerda usted?

—No estoy segura... Pero el nombre... Es un nombre cómico, ¿verdad? ¡McGinty! Sí... una letra atroz y de una semianalfabeta. Si hubiese caído yo en la cuenta... Pero estoy segura de que vino de Broadway.

—Usted misma asegura que la letra era infame. Broadway y Broadhinny... podrían parecer igual.

—Sí... tal vez sí. Después de todo, no es probable que conociese una esos nombres rurales tan raros. McGinty, sí. Recuerdo, definitivamente. Quizá el asesinato fijara el nombre en mi memoria.

—¿Recuerda usted lo que le decía en su carta?

—Algo relacionado con una fotografía. Ella sabía dónde se encontraba un retrato igual a uno de los publicados. ¿Estaríamos dispuestos a comprárselo? ¿Y por cuánto?

—Y... ¿ustedes contestaron?

—Mi querido amigo, no nos interesa nada de esa clase. Dimos la respuesta de ritual. Gracias cortésmente, pero no hay nada que tratar; y como la mandamos a Broadway, supongo que no la llegaría a recibir.

"Ella sabía dónde se encontraba un retrato..." A la mente de Poirot acudió el recuerdo de la voz de Maureen Summerhayes: "Claro que husmeaba un poco."

Mistress McGinty había husmeado. Era honrada. Pero le gustaba enterarse de las cosas. Y la gente solía guardar ciertas cosas tontas, sin significado, de tiempos pasados. Las guardaba por razones sentimentales o, simplemente, porque se olvidaba de su existencia...

Se puso en pie.

—Gracias, miss Horsefall. Me perdonará usted, pero ¿eran exactos los datos que publicó en el artículo? Observo, por ejemplo, que el año del procesamiento de Craig está equivocado... En realidad fue doce meses después de lo que usted dice. Y, en el caso de Courtland, el nombre del marido era Herbert, si mal no recuerdo, y no Hubert. La tía de Lily Gamboll tenía su residencia en Buckinghamshire, no en Bergshire.

Miss Horsefall agitó un cigarrillo.

—Mi querido amigo, la exactitud era totalmente innecesaria. El artículo no era más que una empalagosa y estúpida mezcolanza de romanticismo desde el principio al fin. Me empollé unos cuantos datos para liarme después a decir sandeces.

—Lo que yo quiero decir es que ni siquiera el carácter de sus heroínas sería acaso tal como usted lo representó.

Pamela soltó una risa que parecía un relincho.

—Claro que no. ¿Usted qué cree? No me cabe la menor duda de que Eva Kane era una perfecta ramera y no una inocente atropellada. En cuanto a la Courtland, ¿por qué sufrió en silencio ocho años con un sádico pervertido? Porque tenía dine ro a espuertas y el amiguito romántico carecía de un penique.

—¿Y la trágica niña Lily Gamboll?

—Me haría muy poca gracia que anduviera haciendo cabriolas en torno mío con una cuchilla de carnicero[3].

Poirot fue contando las frases con los dedos:

—Abandonaron el país... se fueron al Nuevo Mundo... al extranjero... "a los Dominios"... "para empezar una vida nueva". Y no hay nada, ¿verdad?, que demuestre que no volvieron, andando el tiempo, a Inglaterra.

—Nada en absoluto —asintió miss Horsefall—. Y ahora... sí que tengo que salir corriendo...

Más tarde, aquella misma noche, Poirot llamó por teléfono a Spence.

—Me he estado preguntando qué habría sido de usted, Poirot. ¿Ha descubierto algo? ¿Algún detalle?

—He hecho pesquisas —contestó Poirot, sombrío.

—¿Bien?

—Y el resultado de ellas es el siguiente: la gente que vive en Broadhinny es, toda ella, muy buena gente.

—¿Qué quiere decir con eso, monsieur Poirot?

—¡Ah, amigo mío!, imagínese: "Muy buena gente." No sería esta la primera vez en que ese mero hecho fuera motivo de asesinato.

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