22

Cuando Myron regresó de nuevo a la oficina, Big Cyndi estaba preparada.

– Tengo información sobre el tatuaje de Gabriel Wire, señor Bolitar.

– Oigamos lo que tienes.

Ese día Big Cyndi vestía toda de rosa. Llevaba suficiente colorete en las mejillas para pintar una furgoneta.

– Según las extensas investigaciones de Ma Gellan, Gabriel Wire tenía un tatuaje. En el muslo izquierdo, no en el derecho. Esto puede parecer un tanto extraño, pero, por favor, tenga paciencia.

– Te escucho.

– El tatuaje era un corazón, y era un tatuaje permanente. Pero Gabriel Wire lo rellenaba con nombres temporales.

– No estoy muy seguro de seguirte.

– Usted ha visto el aspecto de Gabriel Wire, ¿correcto?

– Sí.

– Era una estrella del rock y un guaperas del copón, pero tenía cierta debilidad.

– ¿Cuál?

– Le gustaban las menores.

– ¿Era un pedófilo?

– No, no lo creo. Sus ligues estaban ya bien desarrolladas. Pero eran jóvenes. Dieciséis, diecisiete.

Por ejemplo, Alista Snow. Y ahora que lo pensaba, Suzze T en aquellos tiempos.

– Por lo tanto, pese a que Gabriel Wire era una estrella del rock muy deseada, en muchas ocasiones necesitaba convencer a una chica de que significaba algo para él.

– No tengo muy claro qué tiene que ver eso con el tatuaje.

– Era un corazón rojo.

– ¿Y?

– El corazón estaba vacío, sólo rojo. Entonces Gabriel Wire cogía un rotulador y escribía el nombre de la chica a la que perseguía. Fingía que se había hecho el tatuaje sólo para aquella chica en particular.

– ¡Caray!

– Sí.

– Para que luego hablemos de personajes diabólicos.

Big Cyndi exhaló un suspiro.

– No se creería las cosas que son capaces de hacer los hombres para ligarse a algunas de nosotras, las más guapas.

Myron intentó procesar esta afirmación.

– ¿Cómo funcionaba exactamente?

– Depende. Si Gabriel quería cerrar la venta de inmediato, llevaba a la chica a una sala de tatuajes aquella misma noche. Le decía que iba un momento a la parte de atrás y que le esperase. Entonces se escribía el nombre. Algunas veces lo hacía antes de la segunda cita.

– ¿Era algo así como «te quiero tanto que, mira, me he hecho un tatuaje con tu nombre»?

– Así es.

Myron sacudió la cabeza.

– Tiene que admitirlo -dijo Big Cyndi-. Era genial.

– A mí me parece bastante morboso.

– Oh, yo creo que eso formaba parte del juego -afirmó Big Cyndi-. Gabriel Wire podía tener cualquier chica que desease, incluso menores. Así que me pregunté a mí misma, ¿por qué tomarse todo ese trabajo? ¿Por qué no pasar a otra chica?

– ¿Y?

– Creo, que como muchos hombres, necesitaba que la chica se enamorase de verdad de él. Le gustaban jóvenes. Yo diría que estaba atascado en su desarrollo emocional, se quedó en la etapa de cuando un chico quiere partirle el corazón a una chica. Como en el instituto.

– Podría ser.

– Sólo es una teoría -dijo Big Cyndi.

– Vale, todo esto es muy interesante, pero ¿qué tiene que ver con el otro tatuaje, el que también tenía Suzze?

– El diseño parece que era una obra de arte original de algún tipo -explicó Big Cyndi-. Por lo tanto, Ma Gellan tiene la teoría de que Suzze y Gabriel fueron amantes. Suzze tenía ese tatuaje, y para impresionarla o engañarla, Gabriel también lo llevaba.

– ¿Era temporal?

– No hay manera de saberlo con certeza -dijo Big Cyndi-, pero, teniendo en cuenta su pasado, es una posibilidad.

Esperanza apareció en el umbral. Myron la observó.

– ¿Alguna idea?

– Sólo la más evidente -manifestó Esperanza-. Suzze y Gabriel eran amantes. Alguien colgó el tatuaje que ambos llevaban junto al mensaje sobre la paternidad del hijo de Suzze.

– Kitty admitió que lo colgó -dijo Myron.

– Eso podría cuadrar -admitió Esperanza.

– ¿Por qué?

Sonó el teléfono del despacho. Big Cyndi fue a su mesa y contestó con su voz más almibarada: «MB Reps». Escuchó durante unos segundos, sacudió la cabeza hacia ellos y se señaló a sí misma: podía ocuparse de ello.

Esperanza le hizo una seña a Myron para que la siguiese a su despacho.

– Tengo los registros de las llamadas del móvil de Suzze.

En la televisión hacen que conseguir eso parezca difícil o, tal vez por necesidades del guión, puede llevar días o semanas. En realidad, se puede conseguir en cuestión de minutos. En ese caso se tardaría incluso menos. Suzze, como muchos otros clientes, pagaba todas sus facturas a través de MB Reps. Eso significaba que tenían su número de teléfono, su dirección, sus contraseñas y su número de la Seguridad Social. Esperanza podía obtener las llamadas on line como si fuese su propio teléfono.

– Su última llamada fue al móvil de Lex, pero él no contestó. Creo que podría estar en el avión, en el vuelo de regreso. Pero Lex la llamó antes, aquel mismo día. Inmediatamente después, hablamos de la mañana antes de que muriera Suzze, ella también llamó a un teléfono móvil desechable. Supongo que la poli creerá que llamaba a su camello para arreglar una compra.

– ¿Pero no es así?

Esperanza sacudió la cabeza.

– El número corresponde al que Crush te dio para Kitty.

– ¡Caray!

– Sí -dijo Esperanza-. Y quizá fue así como Suzze consiguió la droga.

– ¿A través de Kitty?

– Sí.

Myron sacudió la cabeza.

– Sigo sin creérmelo.

– ¿Qué es lo que no quieres creer?

– Suzze. Tú la viste aquí. Estaba embarazada. Se sentía feliz.

Esperanza se dejó caer en la silla y le miró durante unos segundos.

– ¿Recuerdas cuando Suzze ganó el US Open?

– Por supuesto. ¿Qué tiene que ver con esto?

– Había mejorado su conducta. Se concentraba sólo en el tenis y enseguida ganó uno de los grandes trofeos. Nunca había visto a nadie desear algo con tanta intensidad. Todavía me parece estar viendo aquel último golpe, el que le dio la victoria, la expresión de absoluta alegría en su rostro, la manera de arrojar la raqueta al aire, cómo se volvió y te señaló.

– A nosotros -dijo Myron.

– Por favor, no seas condescendiente. Tú siempre fuiste su agente y amigo, pero en esto no puedes estar tan ciego. Quiero que pienses en lo que pasó después.

Myron intentó recordar.

– Celebramos una gran fiesta. Suzze trajo el trofeo con ella. Bebimos de la copa.

– ¿Y entonces?

Myron asintió al ver adónde quería ir Esperanza.

– Se vino abajo.

– Cuando estaba en la cumbre.

Cuatro días después de la mayor victoria de su carrera -después de aparecer en el Today Show, Late Night de Letterman y en un montón de programas importantes-, Myron encontró a Suzze llorando todavía en la cama a las dos de la tarde. Dicen que no hay nada peor que ver un sueño hecho realidad. Suzze había creído que ganar el US Open le daría la felicidad instantánea. Creía que su desayuno sabría mejor por la mañana, que el sol le sentaría mejor a su piel. Que se miraría en el espejo y vería a alguien más atractivo, más inteligente, más digno de ser amado.

Ella creyó que ganar la cambiaría.

– Cuando las cosas le iban mejor que nunca -añadió Esperanza-, volvió a consumir drogas.

– ¿Crees que eso es lo que le volvió a pasar ahora?

Esperanza levantó una mano y después la otra, y las movió como si estuviera pesando dos cosas.

– Felicidad, caída. Felicidad, caída.

– ¿Y su visita a Karl Snow, después de todos estos años? ¿Crees que fue una coincidencia?

– No. Pero creo que reavivó sus emociones. Eso habla a favor de que consumiese, no en contra. Mientras tanto, investigué las direcciones que me diste del GPS de Suzze. La primera, bueno, ya averiguaste cuál era: la heladería de Karl Snow. El resto son fáciles de explicar, excepto que no tengo ninguna pista de la segunda.

– ¿La intersección de Edison, en Nueva Jersey? Espera. ¿No dijiste que el móvil de Kitty fue adquirido en una tienda en Edison?

– Correcto. -Esperanza puso algo en la pantalla-. Aquí está la imagen por satélite de Google Earth.

Myron echó un vistazo. Un montón de tiendas, una gasolinera.

– Ninguna tienda de móviles -dijo Esperanza.

Myron pensó que valdría la pena acercarse por allí.

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