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La forma en que sonrió y el tono de su voz, aquel sonido tontamente inconsecuente, llenaron el despacho. Permanecieron en un silencio que nadie parecía atreverse a romper, los pensamientos de cada uno golpeaban aquel silencio, sin lograr quebrantarlo. Al final, fue la propia Edna Ford quien lo rompió. Tenía los tres libros de cuentas en la mano derecha. Ahora, se los quedó mirando, con aquella sonrisa tonta y dijo:

– Bueno, no debo hacer esperar a Mrs. Lentons.

Ellie abrió la boca, como en busca de aire. El superintendente Martin dijo:

– Mrs. Ford, acaba usted de admitir algo muy grave. ¿Quiere usted hacer una declaración al respecto? He de advertirle que cualquier cosa que diga a partir de ahora puede ser empleada como prueba contra usted.

Edna se volvió, con la hebilla en una mano y los libros de cuentas en la otra.

– Fue muy inteligente por mi parte, ¿no creen? Y si esta hebilla no hubiera estado suelta, nadie se habría enterado. Supongo que no debí haber encendido la linterna hasta que estuviera fuera de la vista de la casa, pero una no espera que haya gente por ahí, mirando por las ventanas, a esas horas de la noche. ¿Y qué estaba haciendo Ellie Page en nuestro jardín a esas horas, en la oscuridad? Me gustaría saber eso. Supongo que corriendo detrás de Geoffrey… como todas las otras estúpidas mujeres. Pero ellas no lo conseguirán, porque yo sé que Adriana me ha dejado el dinero a mí. Así es que no conseguirán apartarle de mí…, ¡ninguna de ellas lo hará!

El superintendente se dirigió a Ellie Page.

– Miss Page, ¿querría ser tan amable de decirle a Watson que venga? El fue quien le tomó declaración y yo le pedí que esperara.

Y por favor, regrese usted también con él…, puede que la necesitemos.

Edna Ford siguió hablando sobre lo atractivo que era Geoffrey, y sobre la idiotez de las mujeres que se imaginaban poder arrebatárselo. No parecía estar dirigiéndose al superintendente Martin ni a nadie en particular. Las palabras surgían como si se tratara de sus pensamientos, y como si al decirlas en voz alta pudiera conseguir que se convirtieran en realidad. Aún estaba hablando cuando Ellie regresó con un hombre moreno que se sentó junto a la mesa y abrió una libreta de notas. Los ojos de Miss Silver miraban a Edna con seriedad y una expresión compasiva.

Cuando Watson estuvo sentado, el superintendente detuvo el fluir de las palabras de Edna.

– Y ahora, Mrs. Ford, si está usted preparada para contestar preguntas y hacer una declaración, el detective Watson tomará taquigráficamente todo lo que usted diga. Cuando haya sido mecanografiado, le será leído por completo y usted podrá firmarlo.

– No sé por qué tiene que tomar nota de todo -dijo ella con un tono de voz quejoso-. Íbamos bastante bien sin necesidad de su presencia.

– Es mucho mejor tenerlo todo registrado. Entonces, se puede leer y usted puede decir si es correcto o no.

Edna hizo un gesto de aprobación ante esta observación.

– Bueno, claro que debe ser así. No quiero que usted añada nada después.

Ellie Page había encontrado una silla junto a Miss Silver. Su rostro estaba oculto en las manos que descansaban sobre el duro respaldo. Martin dijo:

– Y ahora, Mrs. Ford, cuando Miss Page dijo: «¡Usted las mató a ambas!», hizo usted la siguiente observación: «Fue muy inteligente por mi parte, ¿no creen?» ¿Significa eso que admite usted haber empujado a Mabel Preston al estanque, ahogándola allí y que posteriormente golpeó a Meriel Ford con un palo de golf con punta de hierro, echándole después en el mismo estanque?

Edna Ford sacudió la cabeza.

– ¡Oh, no! Yo no empujé a Meriel…, no tuve que hacerlo. Ella cayó en el estanque. Fue muy conveniente.

El joven Watson sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Escribió taquigráficamente lo que ella acababa de decir.

– ¿Por qué ahogó a Mabel Preston?

– Eso fue un lamentable error. Es que, ¿sabe? ella llevaba puesto el abrigo de Adriana… aquel con los grandes cuadrados negros y blancos y una raya de color esmeralda. Un dibujo tan destacado y nada apropiado para la edad de Adriana… de hecho, a ninguna de sus edades. Creo que las personas ancianas deben vestir discretamente… Estoy segura de que estará usted de acuerdo conmigo en eso. De cualquier modo, allí estaba el abrigo, y desde luego pensé que dentro se encontraba Adriana. Fue un grave error por parte de Mabel el ponérselo, y fue culpa suya si todo sucedió como sucedió. No es que me gustara mucho, pero no tenía el menor deseo de ahogarla. Sólo encendí mi linterna un momento, vi aquellos dibujos tan destacados y le di un empujón. Después, claro está, tuve que mantenerle la cabeza bajo el agua, hasta que dejó de retorcerse. Pero, en realidad, fue fácil. Soy más fuerte de lo que parezco. ¿Sabe? Yo antes jugaba bastante al golf, y eso ayuda a desarrollar los músculos.

– ¿Dice usted que su intención era ahogar a Miss Adriana Ford?

Edna hizo un gesto casual de asentimiento autocomplaciente.

– Parecía una oportunidad tan buena… -dijo.

– ¿Cómo es que se le ocurrió seguir a Miss Preston?

– ¡Oh! No la estaba siguiendo Para mí fue una verdadera sorpresa cuando la vi aparecer a través de la entrada del seto.

– Entonces, ¿por qué estaba usted

Edna apretó la boca antes de

– Bueno, todo esto es bastante ¿sabe? Mrs. Trent se estaba comportando muy mal con mi esposo…, en realidad, nunca le dejaba solo. Y cuando les vi deslizarse detrás de las cortinas… como hacía tanto calor en la sala, acababa de abrir una de las ventanas… pensé que sería mejor ver adonde se habían marchado, pero aquella aburrida de Mrs. Felkins me cogió entonces. Una verdadera parlanchina, y no me pude deshacer de ella. Después fui retenida por dos o tres personas más, de modo que ya había pasado bastante tiempo cuando pude ir detrás de Geoffrey y de aquella mujer. Supuse que estarían en la glorieta, junto al estanque. Y así fue, en efecto. Pero creo que me oyeron llegar, porque Geoffrey se marchó por un lado y ella por otro. No sabía que Meriel también había estado allí, y que los había visto. En realidad, no sabía si los vio a ellos o si me vio a mí, porque no sabía cuándo estuvo allí, pero lo cierto es que se rasgó el vestido en el seto y también tuvo que habérselo manchado porque cuando la volví a ver, ya en la casa, se había manchado de café toda la parte delantera del vestido, y yo recuerdo que pensé: «Bueno, eso no se lo habrá hecho por nada» Puede echar un atento vistazo al vestido y vi que bajo las manchas de café estaba húmedo de agua y barro. Así es que me di cuenta de que había tratado de mover el cuerpo, porque ésa era la única forma de que pudiera mancharse como lo hizo. ¿Y sabe lo que pensé? Meriel no dio la alarma, así es que ha de haberse imaginado que era Adriana que se había caído al estanque. Y debió haber pensado que sería una lástima que fuera encontrada demasiado pronto. Porque, desde luego, ella quería recibir su participación de la herencia para poder iniciar sus actuaciones en el teatro.

Ellie Page apartó las manos de su rostro y lanzó una mirada de incredulidad hacia Edna. Parecía como si, para ella, fuera algo muy natural apartar del camino a las personas que estorbaban, quitándoles la vida por que poseían algo que ella deseaba. Pensó: «¡Está loca!» Y a continuación: «Pero yo también estaba tratando de conseguir algo que deseaba. ¿Hasta qué punto hubiera sido capaz de empujarla por el hecho de desear a Geoffrey?» Una sensación de horror, se apoderó de ella. Su mano se movió a tientas.

Miss Silver la cogió y la sostuvo con una presión firme, a la vez que amable.

– ¿Por qué mató usted a Meriel Ford? -preguntó el superintendente.

– Bueno, no estaba segura de qué era lo que ella sabía. En cuanto oí decir que se había dejado un trozo del vestido enganchado en el seto, supe que sería interrogada al respecto, y no tenía la menor idea de lo que podía decir. Y cuanto más pensaba en aquellas manchas, tanto más creía que me había visto alejarme del estanque. Y entonces, anteanoche, cuando supe que fue a buscar a Geoffrey, pensé que quizá sería mejor apartarla también de mi camino. ¿Sabe una cosa? Estoy harta de la gente que va por ahí persiguiendo a Geoffrey. Y si Meriel me había visto en el estanque, le habría encantado hacer una escena al respecto. Era una mujer muy molesta.



– Así que la mató.

Edna hizo uno de aquellos gestos casuales de asentimiento.

– Pensé que lo mismo daría quitarla de en medio.

El joven detective escribía. Martin preguntó:

– ¿Quiere decirnos cómo lo hizo?

Edna seguía sonriendo.

– Fue todo bastante fácil. Nos fuimos a la cama a las nueve y media, Adriana, Miss Silver y yo. Esperé a que ellas hubieran entrado a sus habitaciones y entonces bajé por las escaleras de atrás. Primero me dirigí hacia el despacho, sólo para estar segura de Geoffrey. La alta ventana de cristal no estaba cerrada por dentro, así es que supe que él no había regresado todavía. Fui después al guardarropa y cogí un palo de golf y a continuación salí de la casa. Apenas había doblado la esquina cuando vi que alguien se acercaba. Supe en seguida que se trataba de Meriel, porque se estaba riendo sola. Parecía como si se sintiera enojada y feliz al mismo tiempo. Entonces, no pude hacer nada porque alguien más venía detrás de ella, así que tuve que dejarla pasar. Al principio pareció una lástima, pero al final creo que fue mejor, porque ella no se metió en la casa. Pasó por delante de la ventana del despacho y rodeó la casa, hacia la parte de atrás. Y entonces llegó Geoffrey; se acercó a la ventana del despacho y permaneció allí un momento. Después lanzó una especie de gruñido y exclamó: «¡Oh, Dios! ¡Para qué va a servir!» y se metió en la casa, pero no cerró la ventana, así que comprendí que la dejaba abierta para que Meriel pudiera entrar. Tuvo que haberla visto rodeando la casa y quizá pensó que no valía la pena ir tras ella.

Se detuvo y el superintendente preguntó:

– ¿Dónde estaba usted cuando Mr. Ford entró en la casa?

– Fuera del camino, detrás de un macizo de lilas. ¿Sabe una cosa? Estuve a punto de seguir a Geoffrey, perdiéndome lo que resultó ser una excelente oportunidad. Terminé por subir los escalones y meterme en la habitación, pero estaba todo muy oscuro y Geoffrey no estaba allí. Tuvo que haber cruzado el despacho directamente, y subir a su habitación. Así que si Ellie le estaba siguiendo, debió ser entonces cuando ella pasó por delante porque yo no la vi y ella tampoco me vio… al menos entonces.

– Miss Page dice que pasó ante la ventana del despacho una vez que Mr. Ford se metió en él. Dice que estaba observando a Meriel mientras cruzaba el prado cuando oyó que usted la seguía.

– Sí, así es. Sólo que yo no sabía que ella estaba allí. ¡No tenía por qué estar allí! Yo quería saber lo que estaba haciendo Meriel, así es que la seguí. Una vez que hubo desaparecido detrás del seto, encendí la linterna, pero dirigí la luz hacia abajo en previsión de que alguien estuviera mirando por una ventana. Tuve mucho cuidado con eso, y ha sido una verdadera mala suerte que esa hebilla se estuviera desprendiendo de mi zapato. Fue todo bastante fácil. Apagué la linterna antes de llegar a la entrada del seto. Quería ver lo que estaba haciendo. Meriel había atravesado el seto interior, dirigiéndose hacia el estanque, y tenía una luz. Me acerqué al arco 'del seto y la vi entrar en la glorieta. Tenía en la mano el pañuelo que ustedes encontraron allí más tarde. Lo mantuvo un momento a la luz de su linterna y se echó a reír, y me di cuenta de que era uno de los pañuelos de Esmé Trent. No conozco a nadie que tenga pañuelos de color amarillo brillante…, no es que diga que eso es tener buen gusto… en absoluto. Meriel dejó caer el pañuelo y apagó la linterna. Después se alejó de la glorieta y se quedó un momento junto al estanque. Fue todo muy sencillo para mí. Sólo tuve que golpearla una vez.

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