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El juicio se reanudó veinticinco minutos después de la hora fijada, las nueve en punto, debido al intento infructuoso de la acusación de conseguir una sanción para la defensa por intimidación a una testigo y un aplazamiento mientras las declaraciones de Annabelle Croe eran investigadas a conciencia. El juez Houghton, sentado tras su escritorio de madera de cerezo, animó la investigación, pero afirmó que el juicio no se aplazaría por este motivo y decidió que no iba a aplicar sanciones a no ser que se encontraran pruebas que corroboraran las declaraciones de la testigo. Advirtió a los fiscales y a Bosch, quien había participado en la reunión a puerta cerrada para relatar su entrevista con Croe, que no filtraran a la prensa ni una palabra de las acusaciones de la testigo.

Cinco minutos después fueron convocados a la sala y los miembros del jurado entraron y ocuparon sus dos filas de asientos. Bosch volvió al estrado de los testigos y el juez le recordó que continuaba bajo juramento. Janis Langwiser se acercó con su bloc.

– Bueno, detective Bosch, ayer lo dejamos con su conclusión de que la muerte de Jody Krementz fue calificada de homicidio. ¿Es así?

– Sí.

– Y esa conclusión no sólo estaba basada en su investigación, sino también en la investigación y la autopsia llevadas a cabo por la oficina del forense, ¿cierto?.

– Cierto.

– ¿Podría decirle al jurado cómo procedió la investigación una vez establecido que se trataba de un homicidio?

Bosch se volvió en su asiento para mirar directamente a la tribuna del jurado mientras hablaba. El movimiento fue discordante. Tenía un dolor de cabeza punzante en el lado izquierdo, un dolor tan intenso que se preguntó si la gente podría ver cómo le palpitaba la sien.

– Bueno, mis dos compañeros (Jerry Edgar y Kiz Rider) y yo empezamos a eliminar, eh, a examinar las pruebas físicas que habíamos acumulado. También empezamos a llevar a cabo entrevistas en profundidad con aquellos que conocían a la víctima y que sabíamos que habían estado con ella en las últimas veinticuatro horas de su vida.

– Ha mencionado pruebas físicas. Por favor, explique al jurado qué pruebas físicas habían acumulado.

– En realidad no eran demasiadas. Había huellas dactilares en toda la casa que teníamos que examinar. Y también había fibras y pelos recogidos alrededor del cuerpo de la víctima.

J. Reason Fowkkes protestó antes de que Bosch pudiera continuar con su respuesta.

– Protesto. La expresión «en o alrededor» es vaga y engañosa.

– Señoría -rebatió Langwiser-. Creo que si el señor Fowkkes da al detective Bosch la oportunidad de acabar con su respuesta no habrá nada vago ni engañoso. Pero interrumpir a un testigo a media respuesta para decir que la contestación es vaga y engañosa no es pertinente.

– Rechazada -dijo el juez Houghton antes de que Fowkkes pudiera replicar-. Deje que el testigo complete su respuesta y luego veremos lo vaga que es. Adelante, detective Bosch.

Bosch se aclaró la garganta.

– Iba a decir que varias muestras de vello púbico no…

– ¿Cuántas son «varias»? Señoría-le interrumpió Fowkkes-, mi protesta es por la falta de precisión que este testigo está ofreciendo al jurado.

Bosch miró a Langwiser y notó que se estaba poniendo furiosa.

– Juez -dijo-, ¿podría indicarnos cuándo pueden presentarse objeciones? La defensa está interrumpiendo constantemente al testigo, porque sabe que estamos llegando a un terreno que es particularmente devastador para su…

– Señora Langwiser, éste no es momento para las conclusiones -dijo el juez, cortándola-. Señor Fowkkes, a no ser que vea una injusticia flagrante, quiero que eleve las protestas antes de que hable el testigo o después de que haya completado al menos la frase.

– Señoría, las consecuencias son flagrantes aquí. La fiscalía trata de acabar con la vida de mi cliente sólo porque sus puntos de vista morales son…

– ¡Señor Fowkkes! -explotó el juez-. Lo de las conclusiones también iba por usted. ¿Podemos seguir adelante con el testimonio? -Se volvió hacia Bosch-. Detective, continúe. Y trate de ser un poco más preciso en sus respuestas.

Bosch miró a Langwiser y vio que cerraba los ojos un instante. La brusca advertencia del juez a Bosch era lo que Fowkkes había estado buscando, una insinuación al jurado de que podría haber vaguedad y quizá incluso confusión en las pruebas de la acusación. Fowkkes había provocado con éxito al juez para que diera la sensación de estar de acuerdo con sus objeciones.

Bosch miró a Fowkkes y lo vio sentado con los brazos cruzados y con expresión satisfecha, o incluso petulante. Volvió a mirar el expediente que tenía delante.

– ¿Puedo consultar mis notas? -preguntó.

Le concedieron permiso. Bosch abrió la carpeta y buscó los informes de indicios. Volvió a comenzar, mirando el informe de pruebas del forense.

– Antes de la autopsia se pasó un cepillo para recoger indicios por el vello púbico de la víctima. Se recogieron de este modo ocho muestras de vello púbico que las posteriores pruebas de laboratorio revelaron que no pertenecían a la víctima. -Levantó la mirada hacia Langwiser.

– ¿Las muestras eran de ocho personas diferentes?

– No, las pruebas de laboratorio los identificaron como procedentes de la misma persona.

– ¿Y eso qué le indicó?

– Que probablemente la víctima había mantenido relaciones sexuales con alguien en el tiempo transcurrido entre la última vez que se duchó y el momento de su muerte.

Langwiser consultó sus notas.

– ¿Se recogió alguna otra prueba en el cuerpo de la víctima o en la escena del crimen, detective?

Bosch pasó una página del expediente.

– Sí, un único cabello que medía seis centímetros estaba enredado en el cierre del collar de oro que la víctima llevaba en el cuello. El cierre estaba en la parte de atrás del cuello. Los análisis de laboratorio también determinaron que el cabello no pertenecía a la víctima.

– Volviendo un momento al vello púbico. ¿Había alguna otra indicación o prueba recogidas del cuerpo de la víctima o la escena del crimen que indicaran que la víctima había mantenido relaciones sexuales entre el momento de la ducha y su muerte?

– No, no las había. No se recogió semen en la vagina.

– ¿Existe alguna contradicción entre esto y el descubrimiento de vello púbico?

– No hay conflicto. Era una simple indicación de que probablemente se utilizó un preservativo durante el acto sexual.

– De acuerdo. Continuemos, detective. Huellas. Ha mencionado que había huellas dactilares en la casa. Por favor, háblenos de esa área de la investigación.

Bosch pasó al informe de huellas que tenía en la carpeta.

– Se recogieron un total de sesenta y ocho huellas en el interior de la casa en la que fue hallada la víctima. Cincuenta y dos pertenecían a la propia víctima y a su compañera de piso. Se determinó que las dieciséis restantes habían sido dejadas por un total de siete personas.

– ¿Y quiénes eran esas personas?

Bosch leyó la lista de nombres. A preguntas de Langwiser, el detective explicó quién era cada persona y cómo los detectives investigaron cuándo y en qué circunstancias habían estado en la casa. Eran amigos de las dos compañeras de piso, así como familiares, un antiguo novio y una cita anterior. La acusación sabía que la defensa intentaría tirar la casa por la ventana con las huellas, utilizándolas como pistas falsas para desviar al jurado de los hechos del caso. Así el testimonio avanzó lentamente mientras Bosch iba explicando tediosamente la localización y el origen de cada una de las huellas dactilares halladas e identificadas en la casa. Terminó con el testimonio acerca de un conjunto completo de huellas halladas en el cabezal de la cama en la que se había encontrado el cadáver. Tanto él como Langwiser sabía que ésas eran las huellas de las que el abogado defensor trataría de sacar el máximo partido, de manera que la fiscal trató de limitar el daño potencial al revelarlas durante su interrogatorio al testigo.

– ¿A qué distancia de la víctima se hallaron esas huellas?

Bosch consultó el informe.

– A setenta centímetros.

– ¿En qué lugar del cabezal exactamente?

– En el lado de atrás, entre el cabezal y la pared.

– ¿Había mucho espacio allí?

– Unos cinco centímetros.

– ¿Cómo podía alguien dejar las huellas ahí?

Fowkkes protestó, argumentando que excedía la competencia de Bosch determinar cómo un juego de huellas iba a alguna parte, pero el juez autorizó la pregunta.

– Sólo se me ocurren dos maneras -respondió Bosch-. O bien alguien las dejó cuando la cama no estaba tan pegada a la pared o una persona pasó los dedos por esa ranura y las dejó al agarrarse a ese cabezal.

Langwiser presentó una foto tomada por un técnico en huellas y la mostró al jurado.

– Para cumplir con esta última explicación que ha ofrecido, la persona tendría que estar tumbada en la cama, ¿no?

– Eso parece.

– ¿Boca abajo?

– Sí.

Fowkkes se levantó para protestar, pero el juez la admitió antes de que el abogado pronunciara una sola palabra.

– Está yendo demasiado lejos con sus suposiciones, señora Langwiser. Continúe.

– Sí, señoría.

La fiscal consultó un momento sus notas.

– ¿ Esta huella en la cama de la víctima no le hizo pensar que la persona que la dejó podía ser un sospechoso?

– Inicialmente no. Es imposible determinar cuánto tiempo puede permanecer una huella en una localización específica. Además tenemos el factor adicional de que sabíamos que la víctima no había sido asesinada en su cama, sino que había sido llevada a esa cama después de haber sido asesinada en otro lugar. Nos pareció que la localización de la huella no era un lugar que pudiera haber tocado el asesino cuando colocó el cuerpo en la cama.

– ¿A quién pertenecían esas huellas?

– A un hombre llamado Allan Weiss, que se había citado con la señorita Krementz en tres ocasiones anteriormente, la última cita tres semanas antes de su muerte.

– ¿Interrogó a Allan Weiss?

– Sí, lo hice. Junto con el detective Edgar.

– ¿Reconoció haber estado alguna vez en la cama de la víctima?

– Sí, lo hizo. Dijo que se había acostado con ella en su última cita, tres semanas antes de la muerte de la señorita Krementz.

– ¿Dijo que tocó el cabezal de la cama en el lugar en el que nos ha mostrado que se hallaron las huellas?

– Dijo que podría haberlo hecho, pero que no lo recordaba específicamente.

– ¿Investigó las actividades de Allan Weiss en la noche de la muerte de Jody Krementz?

– Sí, lo hicimos. Tenía una coartada sólida.

– ¿Y cuál era?

– Nos dijo que estuvo en Hawai, asistiendo a un seminario sobre inmobiliarias. Comprobamos los registros de la compañía aérea y el hotel y también hablamos con los organizadores del seminario. Confirmamos que estuvo allí.

Langwiser miró al juez Houghton y sugirió que ése sería un buen momento para el receso de la mañana. El juez dijo que era un poco pronto, pero aceptó la propuesta y solicitó al jurado que regresara en quince minutos.

Bosch sabía que Langwiser quería hacer un corte en ese momento, porque iba a pasar a preguntas sobre David Storey y quería que esa parte del testimonio de Bosch quedara claramente separada del resto. Al bajar del estrado y volver a la mesa de la acusación vio que Langwiser estaba hojeando algunos archivos. Ella le habló sin levantar la cabeza.

– ¿Qué te pasa, Harry?

– ¿A qué te refieres?

– No eres tajante como ayer. ¿ Estás nervioso por algo?

– No, ¿y tú?

– Sí, por todo. Nos jugamos mucho.

– Seré más tajante.

– Hablo en serio, Harry.

– Yo también, Janis.

Entonces él se apartó de la mesa de la acusación y abandonó la sala.

Decidió tomar una taza de café en la cafetería del segundo piso, pero primero entró en uno de los lavabos situados junto a los ascensores y se echó agua en la cara. Se inclinó por completo sobre la pila, con cuidado de no salpicarse el traje. Oyó que se descargaba una cisterna y cuando se enderezó y miró al espejo vio que Rudy Tafero pasaba por detrás de él y se colocaba ante el lavabo más alejado. Bosch se inclinó de nuevo y se echó más agua. El frío en los ojos le sentó bien y alivió su dolor de cabeza.

– ¿Qué tal es, Rudy? -preguntó sin mirar al otro hombre.

– ¿Qué tal es qué, Harry?

– Ya sabes, estar del lado del diablo. ¿Duermes bien por la noche?

Bosch se acercó al dispensador de toallas de papel y arrancó varias para secarse las manos y la cara. Tafero también se acercó, arrancó una y empezó a secarse las manos.

– Es gracioso -dijo Tafero-. El único momento de mi vida en que tuve problemas para dormir fue cuando era poli. No sé por qué sería.

Arrugó la toalla y la tiró a la papelera. Sonrió a Bosch y luego salió. Bosch lo observó marcharse, mientras seguía secándose las manos.

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