Bosch sentía el efecto del café en la sangre. Estaba recobrando las energías. El dolor de cabeza iba desapareciendo. Estaba preparado. Iba a ser tal y como lo habían planeado, tal y como lo habían coreografiado. Se inclinó hacia el micrófono y esperó la pregunta.
– Detective Bosch -dijo Langwiser desde el atril-, ¿en algún momento de la investigación surgió el nombre de David Storey?
– Sí, casi inmediatamente. Jane Gilley, la compañera de piso de Jody Krementz, nos informó de que en la última noche de su vida Jody tuvo una cita con David Storey.
– ¿En algún momento interrogó al señor Storey acerca de esa última noche?
– Sí, brevemente.
– ¿Por qué brevemente, detective Bosch? Se trataba de un homicidio.
– El señor Storey lo eligió así. Intentamos en varias ocasiones hablar con él el viernes en que se descubrió el cadáver y también al día siguiente. Era difícil de localizar. Finalmente, por medio de su abogado, aceptó ser interrogado al día siguiente, es decir el domingo, con la condición de que la entrevistase celebrara en su despacho de Archway Studios. Nosotros aceptamos a regañadientes, pero lo hicimos con espíritu de cooperación y porque necesitábamos hablar con él. En ese momento llevábamos dos días con el caso y aún no habíamos podido hablar con la última persona de la que sabíamos que había visto con vida a la víctima. Cuando llegamos a su despacho, el abogado personal del señor Storey, Jason Fleer, estaba allí. Empezamos a interrogar al señor Storey, pero en menos de cinco minutos su abogado dio por concluida la entrevista.
– ¿La conversación que menciona fue grabada?
– Sí.
Langwiser presentó una moción para que se escuchara la cinta y ésta fue admitida por el juez Houghton a pesar de la protesta de Fowkkes. Fowkkes había solicitado al juez que simplemente se permitiera a los miembros del jurado leer la trascripción de la breve entrevista. Sin embargo, Langwiser argumentó que no había tenido tiempo de comprobar su exactitud y que era importante que el jurado oyera el tono y la conducta de David Storey. El juez tomó la salomónica decisión de que se escuchara la cinta y que de todos modos se pasara el texto al jurado como ayuda. Animó a Bosch y al equipo de la defensa a ir leyendo para que pudieran comprobar la exactitud de la trascripción.
BOSCH. Mi nombre es Hieronymus Bosch, del Departamento de Policía de Los Ángeles. Me acompañan mis compañeros, los detectives Jerry Edgar y Kizmin Rider. Hoy es quince de octubre de dos mil. Estamos entrevistando a David Storey en sus oficinas de Archway Studios en relación con el caso número cero cero ocho nueve siete. El señor Storey está acompañado por su abogado, Jason Fleer. ¿Señor Storey? ¿Señor Fleer? ¿Alguna pregunta antes de que empecemos?
fleer. No hay preguntas.
BOSCH. Ah, y, obviamente, estamos grabando esta declaración. Señor Storey, ¿conoce a una mujer llamada Jody Krementz? También conocida como Donatella Speers.
storey. Ya sabe la respuesta.
fleer. David…
STOREY. Sí, la conozco. Estuve con ella el pasado jueves por la noche. Eso no significa que la matara.
fleer. David, por favor. Contesta sólo a lo que te preguntan.
STOREY. Como tú quieras.
BOSCH. ¿Puedo continuar?
fleer. Por supuesto, adelante.
STOREY. Por supuesto, por favor.
BOSCH. Ha dicho que estuvo con ella el jueves por la noche. ¿Era una cita?
storey. ¿Por qué hace preguntas de las que ya sabe la respuesta? Sí, era una cita, si quiere llamarlo así.
BOSCH. ¿Cómo lo llamaría usted?
storey. No importa.
(Pausa.)
BOSCH. ¿Podría decirnos en qué franja horaria estuvo con ella?
STOREY. La recogí a las siete y media, la dejé alrededor de medianoche.
BOSCH. ¿Entró en su casa cuando fue a recogerla?
STOREY. No. Se me hacía tarde y la llamé desde el móvil para decirle que me esperara fuera, porque no tenía tiempo para entrar. Creo que quería presentarme a su compañera de piso (seguro que también es actriz), pero no tenía tiempo.
bosch. De manera que cuando aparcó ella ya estaba fuera.
STOREY. Eso es lo que he dicho.
bosch. Desde las siete y media hasta medianoche. Eso son cuatro horas y media.
STOREY. Es bueno en matemáticas. Me gusta eso en un detective.
fleer. David, no alarguemos esto.
storey. Vale.
bosch. ¿Puede decirnos qué hizo durante el periodo que estuvo con Jody Krementz?
STOREY, Las tres pes. Peli, papeo y polvo.
BOSCH. ¿Disculpe?
STOREY. Fuimos a la premier de mi película, luego comimos algo en la recepción y después la llevé a mi casa y tuvimos relaciones sexuales. Sexo consentido, detective. Lo crea o no, es lo que la gente hace en las citas. Y no sólo la gente de Hollywood. Pasa en todo este gran país nuestro. Es lo que lo hace grande.
bosch. Entiendo. ¿La acompañó a casa después de terminar?
STOREY. Lo hice. Soy un caballero.
bosch. ¿Entró en su casa en esta ocasión?
storey. No. Iba en bata, joder. Sólo la llevé en coche hasta allí, ella bajó y se metió en su casa. Entonces yo volví a la mía. Lo que ocurrió después yo no lo sé. No estoy relacionado con esto de ninguna forma ni manera. Vosotros vais…
FLEER. David, por favor.
STOREY… de culo si por un puto momento creéis que…
FLEER. David, ¡basta! (Pausa.) Detective Bosch, creo que tenemos que parar esto.
BOSCH. Estamos en mitad de una entrevista y…
FLEER. David, ¿adonde vas?
storey. Que se jodan. Me voy a fumar un cigarrillo.
BOSCH. El señor Storey acaba de salir del despacho.
fleer, Creo que en este momento está ejerciendo los derechos que le garantiza la quinta enmienda. Esta entrevista ha concluido.
Se fue el sonido y Langwiser apagó la grabadora. Bosch se fijó en el jurado. Varios de sus miembros estaban mirando a Storey, cuya arrogancia se había percibido alta y clara en la cinta. Era un hecho importante, porque pronto iban a pedirle al jurado que creyera que Storey se había vanagloriado en privado de que había cometido el asesinato y de que iba a salir impune. Sólo un hombre arrogante haría eso y la acusación tenía que demostrar que Storey no sólo era un asesino, sino que también era arrogante al respecto.
– Muy bien -dijo Langwiser-. ¿Regresó el señor Storey para continuar la entrevista?
– No, no lo hizo -respondió Bosch-. Y nos pidieron que nos marcháramos.
– ¿El hecho de que David Storey negara cualquier participación en el asesinato de Jody Krementz acabó con su interés en él?
– No. Teníamos la obligación de investigar el caso por completo y eso incluía o bien confirmarlo como sospechoso o bien descartarlo.
– ¿Le resultó sospechoso el comportamiento del señor Storey durante la entrevista?
– Se refiere a su arrogancia. No, él…
Fowkkes saltó como un resorte para protestar.
– Señoría, lo que para un hombre es arrogancia es la seguridad en su inocencia de otro hombre. No hay…
– Tiene razón, señor Fowkkes -dijo Houghton.
El juez admitió la protesta, ordenó que no constara en acta la respuesta de Bosch y solicitó al jurado que no tuviera en cuenta el comentario.
– Su comportamiento durante la entrevista no fue motivo de sospecha -empezó Bosch de nuevo-. El hecho de que hubiera sido la última persona que vio con vida a la víctima motivó nuestra atención inmediata. Su falta de cooperación era sospechosa, pero en este punto manteníamos una actitud abierta respecto a todas las posibilidades. Entre mis compañeros y yo sumamos más de veinticinco años de experiencia en la investigación de asesinatos y sabemos que las cosas no siempre son lo que parecen.
– ¿Por dónde continuó la investigación?
– Seguimos todas las vías de investigación. Una de esas vías era obviamente el señor Storey. Basándonos en su declaración de que él y la víctima habían ido a la casa del acusado en su cita, mis compañeros solicitaron una orden de registro en la Corte Municipal y obtuvieron autorización para registrar el domicilio de David Storey.
Langwiser presentó la orden de registro al juez y fue registrada como prueba. La fiscal se llevó la orden al estrado. Bosch declaró entonces que el registro de la casa de Mulholland Drive se llevó a cabo a las seis de la mañana, dos días después de la primera entrevista con Storey.
– La orden de registro lo autorizaba a requisar cualquier indicio del asesinato de Jody Krementz y cualquier indicio de sus pertenencias o de su presencia en aquel lugar, ¿cierto?
– Cierto.
– ¿Quién llevó a cabo el registro?
– Yo mismo, mis compañeros y dos hombres del equipo del forense. También llevábamos a un fotógrafo para que hiciera fotos y grabara en vídeo. En total éramos seis.
– ¿Cuánto tiempo duró el registro?
– Aproximadamente siete horas.
– ¿Estuvo presente el acusado durante el registro?
– La mayor parte del tiempo. En un momento dado tuvo que salir para asistir a una entrevista con un actor que dijo que no podía posponer. Estuvo fuera durante aproximadamente dos horas. Durante ese tiempo su abogado particular, el señor Fleer, permaneció en el domicilio y controló el registro. Nunca nos quedamos solos en la casa, si es eso lo que está preguntando.
Langwiser pasó las hojas de la orden de registro y fue hasta el final.
– Ahora bien, detective, cuando requisan algo durante un registro autorizado judicialmente tienen la obligación legal de hacer un inventario en el recibo de la orden, ¿cierto?
– Sí.
– Este recibo se archiva entonces junto con la orden, ¿es así?
– Así es.
– ¿Puede decirnos entonces por qué este recibo está en blanco?
– No nos llevamos nada de la casa durante el registro.
– ¿No encontraron nada que indicara que Jody Krementz había estado en la casa del señor Storey, tal y como él les había dicho?
– Nada.
– Este registro se llevo a cabo ¿cuántos días después de la noche en la que David Storey había llevado a su casa a la señorita Krementz y había mantenido relaciones sexuales con ella?
– Cinco días desde la noche del asesinato y dos días desde nuestra entrevista con el señor Storey.
– No halló nada que confirmara la declaración del señor Storey.
– Nada. El lugar estaba limpio.
Bosch sabía que la fiscal estaba tratando de que pareciera positivo algo negativo, tratando de dar a entender de alguna manera que el registro infructuoso era prueba de la culpabilidad de Storey.
– ¿Calificaría el registro de infructuoso?
– No, no se trataba de tener éxito o no. Estábamos buscando pruebas que corroboraran la declaración cíe! acusado, así como cualquier indicio de actos delictivos en relación con la señorita Krementz. No encontramos nada en la casa que lo indicara, pero algunas veces no se trata tanto de lo que se encuentra como de lo que no se encuentra.
– ¿Podría explicar esto al jurado?
– Bueno, es cieno que no nos llevamos ninguna prueba de la casa, pero encontramos que faltaba algo que luego resultó importante para nosotros.
– ¿Y qué era?
– Un libro. Faltaba un libro.
– ¿Cómo sabe que faltaba si no estaba allí?
– En la sala de estar de la casa había una gran estantería de obra. Todos los estantes estaban llenos de libros. En un estante había un espacio (un hueco) donde había habido un libro que ya no estaba. No descubrimos de qué libro se trataba. No había libros sueltos en la casa. En ese momento era sólo un detalle. Obviamente alguien se había llevado un libro y no lo había sustituido. Simplemente nos resultó curioso no poder determinar dónde estaba o qué libro era.
Langwiser presentó dos fotografías tomadas durante el registro. Houghton las aceptó pese a la protesta de rutina de Fowkkes. Las fotos mostraban la estantería en su totalidad y un primer plano del segundo estante con el hueco entre un libro titulado El quinto horizonte y Print the Legend, una biografía del director de cine John Ford.
– Así pues, detective -dijo Langwiser-, ha dicho que en ese momento no sabía si ese libro que faltaba tenía importancia para el caso, ¿es así?
– Así es.
– ¿Lograron determinar posteriormente cuál era el libro que se llevaron del estante?
– Sí, lo hicimos.
Langwiser hizo una pausa. Bosch sabía lo que ella planeaba. El baile había sido coreo granado. El detective pensó que la fiscal era una buena narradora. Sabía cómo tensar el ambiente, mantener al público enganchado, llevarlo hasta el borde del precipicio y luego retroceder.
– Bueno, pongamos las cosas en orden -dijo ella-. Ya volveremos al libro. ¿Tuvo ocasión de hablar con el señor Storey el día del registro?
– Se mantuvo al teléfono casi todo el tiempo, pero hablamos cuando llamamos a la puerta por primera vez y anunciamos el registro. Y luego al final del día, cuando le dije que nos íbamos y que no nos llevábamos nada.
– Lo despertaron cuando llegaron a las seis de la mañana.
– Sí.
– ¿Estaba solo en la casa?
– Sí.
– ¿Los invitó a entrar?
– Al principio no. Protestó. Le dije que…
– Disculpe, detective, será más sencillo si lo mostramos. Ha dicho que había un videógrafo con ustedes. ¿Estaba grabando cuando llamaron a las seis de la mañana?
– Sí.
Langwiser presentó las mociones oportunas para exhibir el vídeo del registro. El juez lo admitió pese a la protesta de la defensa. Se introdujo en la sala una gran pantalla de televisión y se situó en el centro, enfrente del jurado. Después de que se solicitara a Bosch que identificara el vídeo, redujeron la intensidad de la iluminación de la sala y la cinta empezó a reproducirse.
La grabación empezaba con la cámara enfocando a Bosch y el resto del equipo policial ante la puerta roja de una casa. Bosch se identificó y dijo la dirección y el número del caso. Habló con voz calmada. Luego se volvió y golpeó la puerta. Anunció que era la policía y volvió a llamar. Esperaron. Bosch golpeó la puerta cada quince segundos hasta que finalmente abrieron a los dos minutos de la primera llamada. David Storey miró por el resquicio, despeinado y con ojos cansados.
– ¿Qué? -preguntó.
– Traemos una orden de registro, señor Storey -dijo Bosch-. Nos autoriza a llevar a cabo un registro de esta propiedad.
– Joder, están de broma.
– No, señor, no es ninguna broma. ¿Puede apartarse y dejarnos entrar? Cuanto antes entremos antes nos marcharemos.
– Voy a llamar a mi abogado.
Storey cerró la puerta con llave. Bosch inmediatamente subió el escalón y puso la cara en la jamba. Dijo en voz alta:
– Señor Storey, tiene diez minutos. Si no abre esta puerta a las seis y quince la echaremos abajo. Tenemos una orden de registro y vamos a ejecutarla.
Se volvió hacia la cámara e hizo la señal de cortar.
La cinta de vídeo saltó a otra toma de la puerta. El temporizador de la esquina inferior mostraba la hora: 6.13. La puerta se abrió y Storey retrocedió para dejar pasar al equipo policial. Parecía que se había peinado con la manos. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta blanca. Iba descalzo.
– Hagan lo que tengan que hacer y lárguense. Mi abogado viene hacia aquí y va a estar vigilándolos. Si rompen una sola cosa voy a meterles una demanda que se van a cagar. Esta casa es de David Semurier. Un solo arañazo en las paredes les costará el empleo. A todos ustedes.
– Tendremos cuidado, señor Storey -dijo Bosch mientras entraba.
El videógrafo fue el último en entrar en la casa. Storey miró a la cámara como si la viera por primera vez.
– Y dejen de enfocarme con esa mierda.
Hizo un movimiento y la cámara quedó enfocando el techo. Seguía allí mientras las voces del videógrafo y Storey se oían fuera de cámara.
– Eh, ¡no toque la cámara!
– ¡Pues sáquemela de la cara!
– Muy bien, pero no toque la cámara.
La pantalla quedó en blanco y las luces de la sala volvieron a encenderse. Langwiser continuó con el interrogatorio.
– Detective Bosch, ¿tuvo usted o los miembros del equipo más conversación con el señor Storey después de esto?
– No durante el registro. Desde que llegó su abogado, el señor Storey permaneció en su despacho. Cuando registramos el despacho se trasladó a su habitación. Antes de que se fuera a su reunión le pregunté brevemente acerca de eso y se marchó. Eso fue todo por lo que respecta al registro y mientras estuvimos dentro de la casa.
– ¿Y qué ocurrió al final del día, siete horas más tarde, cuando se hubo completado el registro, habló otra vez con el acusado?
– Sí, hablé brevemente con él en la puerta de entrada. Ya habíamos recogido y estábamos preparados para marcharnos. El abogado se había ido y yo estaba en el coche con mis compañeros. Ya nos estábamos retirando cuando me di cuenta de que había olvidado darle al señor Storey una copia de la orden de registro. La ley lo exige así. De modo que volví y llamé a la puerta.
– ¿Abrió la puerta el señor Storey en persona?
– Sí, abrió después de que llamara con fuerza unas cuatro veces. Le di el recibo y le dije que era obligatorio.
– ¿Le dijo él algo?
Fowkkes se levantó y protestó para que constara en acta, pero la cuestión ya se había tratado en las mociones y resoluciones previas al juicio. El juez escuchó la protesta para que constara en acta y la rechazó para que constara en acta. Langwiser repitió la pregunta.
– ¿Puedo consultar mis notas?
– Por favor.
Bosch buscó las notas que había tomado en el coche justo después de la conversación.
– Primero dijo: «No ha encontrado ni una puta cosa, ¿verdad?» Y le dije que tenía razón, que no nos llevábamos nada. Entonces dijo: «Porque no había nada para llevarse.» Yo asentí y estaba dándome la vuelta para irme cuando volvió a hablar. Dijo: «Eh, Bosch.» Yo me volví, él se inclinó hacia mí y me dijo: «Nunca encontrará lo que está buscando.» Yo dije: «Ah, sí, ¿y qué estoy buscando?» Él no me respondió, sólo me miró y sonrió.
Después de una pausa, Langwiser preguntó:
– ¿Eso fue todo?
– No. En ese momento me dio la sensación de que podía provocarle para que dijera algo más. Le dije: «Tú la mataste, ¿verdad?» Él siguió sonriendo y luego asintió lentamente. Y dijo: «Y no voy a pagar por eso.» Dijo: «Soy un…»
– ¡Mentira! Es un puto mentiroso.
Era Storey. Se había levantado y estaba señalando a Bosch. Fowkkes tenía la mano sobre él y estaba tratando de que se sentara. Un ayudante del sheriff que se había situado en una mesa detrás de la ocupada por la defensa se encaminaba hacia Storey.
– ¡Que se siente el acusado! -gritó el juez al tiempo que descargaba el mazo.
– ¡Es un puto mentiroso!
– Ayudante, ¡haga que se siente!
El ayudante del sheriff se acercó y puso las dos manos en los hombros de Storey y sin contemplaciones lo obligó a sentarse de nuevo en la silla. El juez señaló a otro ayudante la tribuna del jurado.
– Retiren al jurado.
Mientras los miembros del jurado eran rápidamente conducidos a la sala de deliberaciones, Storey continuó peleándose con el ayudante del sheriff y con Fowkkes. En cuanto los miembros del jurado hubieron salido, el acusado pareció reducir sus esfuerzos y se calmó. Bosch miró a los periodistas para ver si alguno había notado que la actuación de Storey había concluido en cuanto los miembros del jurado se perdieron de vista.
– ¡Señor Storey! -gritó el juez, que se había puesto en pie-. No tolero ese comportamiento ni ese lenguaje en esta sala. Señor Fowkkes, si no es capaz de controlar a su cliente, lo hará mi gente. Un solo arrebato más y haré que el acusado se siente en esa silla atado y amordazado. ¿He sido claro en esto?
– Absolutamente, señoría. Pido dis…
– Ésta es una norma de tolerancia cero. Un solo arrebato de ahora en adelante y le pondré grilletes. No me importa quién es ni qué amigos tiene.
– Sí, señoría. Lo hemos entendido.
– Voy a tomarme cinco minutos antes de empezar de nuevo.
El juez se levantó abruptamente y sus pisadas resonaron cuando bajó los tres escalones. Desapareció por una puerta hacia el pasillo trasero que conducía a sus oficinas.
Bosch miró a Langwiser y los ojos de la fiscal delataban su regocijo por lo que acababa de suceder. Para Bosch había sido un intercambio. Por un lado los miembros del jurado habían visto al acusado enfadado y fuera de control, posiblemente exhibiendo la misma rabia que lo había llevado al asesinato. Pero por otro lado, estaba registrando su protesta por lo que le estaba sucediendo en la sala. Y eso podía provocar una respuesta de empatía en los jurados. Storey sólo tenía que convencer a uno de ellos para salir por su propio pie.
Langwiser había previsto antes del juicio que llevarían a Storey a un arrebato de ira. Bosch había pensado que se equivocaba. Opinaba que Storey era demasiado frío y calculador. A no ser, claro está, que el arrebato hubiera sido un movimiento calculado. Storey se ganaba la vida dirigiendo personajes en escenas dramáticas. Bosch sabía que llegado el momento a él podrían utilizarlo como un actor de apoyo en una de esas escenas.