Capítulo 1 3

27/09/03


Vivienne y yo estamos en la comisaría, en una sala de interrogatorios. Es uno de los espacios más desagradables en los que he estado jamás, pequeño y mal ventilado, de aproximadamente tres metros cuadrados y paredes desconchadas y empalagosamente verdes. A medida que entramos, nuestros pies se adhieren al linóleo gris. Tenemos que despegarlos a cada paso. La única ventana tiene barrotes y todas las sillas están atornilladas al suelo. La mesa que está ante nosotras está cubierta por quemaduras de cigarrillo. Respiro por la boca para evitar inhalar el desagradable hedor, una mezcla de orina, cigarrillos y sudor.

– ¿Qué clase de lugar horrible es este? -dice Vivienne-. Ésta es una habitación para criminales. Una habría creído que, solo con mirarnos, se darían cuenta de que no somos criminales.

Con toda seguridad Vivienne no lo parece. Lleva un traje de lana gris y zapatos de tacón de ante grises. Su pelo plateado y corto es inmaculado y lleva las uñas pintadas con esmalte incoloro, como siempre. Quien no la conociera no diría que se encuentra en estado de angustia extrema.

Vivienne no vocifera, no solloza ni crea alboroto. Cuanto más abatida se siente, más silenciosa y serena está. Se sienta y medita. Mira hacia la pared y fuera de las ventanas, su rostro no revela nada, es siniestra en su quietud. Ni siquiera por el bien de su querido Felix puede fingir que está en su estado de ánimo habitual. Lo abraza fuertemente, como temiendo que él también pueda desvanecerse. Esta mañana le he dicho que creía que Felix debería irse y quedarse en casa de unos amigos, pero ella ha respondido con firmeza: «Nadie dejará esta casa».

Siempre ha dado órdenes así, como una fuerza dominante, segura de su poder absoluto. La primera vez que David me llevó a su casa para conocerla, me gustó su forma autoritaria de indicarme el tren que debía tomar para volver a Londres y lo que debía comer en el restaurante al que nos había llevado. Me parecía entonces que los amigos te ofrecen consejos gentiles antes de abandonarte para que te abras camino en la vida tú solo, asumiendo todo el peso de la responsabilidad. No trataban de entrometerse demasiado o de imponer sus puntos de vista porque, en lo más profundo, no les importaba.

Cuando Vivienne asumió sin lugar a dudas la idea de controlar mi vida, creí que me estaba tratando como si fuera una hija.

Yo le importaba mucho, de lo contrario ¿por qué tendría que molestarse tanto? Y tenía razón sobre el tren, y también sobre la comida. Vivienne no es ninguna tonta. Las decisiones que tomaba por mí eran mejores que las que yo habría tomado por mí misma. En el lapso de dos meses de haber conocido a David, yo lucía un corte de pelo más favorecedor y llevaba una ropa que me encantaba y que me quedaba fantástica, pero que nunca me habría atrevido a elegir por mí misma.

Llegamos a la comisaría justo a tiempo para la cita de Vivienne. Ella explicó quiénes éramos, y el hombre de la recepción, un oficial de mediana edad en uniforme, nos condujo aquí dentro y nos ordenó esperar mientras él iba a buscar al oac de nuestro caso. Ninguna de nosotras sabía lo que quería decir, si debíamos esperar a una persona, un documento o un comité.

Vivienne está aquí para hacer su declaración. Le he suplicado que me dejara acompañarla. Me parece demasiado amargo y espantoso estar cerca de David. Pero estoy más nerviosa de lo que suponía. Nunca antes había estado dentro de una comisaría y no estoy disfrutando de la experiencia. Siento como si, en cualquier momento, me fueran a declarar culpable de algo.

La puerta se abre y Simon entra, seguido por una mujer alta y delgada de pecho abundante que encajaría mejor en alguien más metido en carnes. Su lápiz de labios es rojo vivo y no le sienta bien. Tiene pelo castaño oscuro corto y usa gafas ovaladas de montura dorada, un jersey rojo y una falda negra. Mira fugazmente a Vivienne, después se inclina contra la pared y me mira fríamente. Me siento desaliñada con mi vestido premamá de corte imperio. Mi barriga aún está demasiado abultada para la ropa normal. La mujer tiene un aspecto duro y mezquino en su rostro, e instantáneamente siento temor y desagrado ante ella. Simon se sonroja cuando sus ojos encuentran los míos. Estoy segura de que no le ha contado a su antipática compañera la reunión que nosotros dos hemos organizado para el lunes por la tarde. Cuando sugerí que debería ir a la comisaría, él inmediatamente repuso que era imposible. Yo tampoco se lo he dicho a Vivienne.

Simon se vuelve hacia Vivienne.

– Soy el agente detective Waterhouse -dice-. Ella es la sargento Zailer.

– La sargento Zailer y yo ya nos conocemos -replica Vivienne enérgicamente. La velocidad con la que ella se desenvuelve me dice que esta reunión previa debe estar relacionada con el asesinato de Laura-, Ahora que están aquí, ¿podrían llevarnos a una mejor habitación? Esta deja bastante que desear.

– No tenemos ninguna habitación mejor -replica la sargento Zailer, sentándose frente a nosotras. Hay solo una silla en su lado de la mesa, así que Simon tiene que estar de pie-. Tenemos cuatro salas de interrogatorios y todas son como esta. Esto es una comisaría, no un hotel.

Vivienne frunce los labios y se incorpora más recta en su silla.

– Detective Waterhouse, ¿le importaría dar a las dos señoras Fancourt una actualización sobre el caso? -la sargento Zailer enfatiza la última palabra sarcàsticamente.

Simon despeja su garganta y cambia su peso de un pie al otro. Parece molesto.

– No hemos recibido denuncias por desaparición de bebés ni ayer ni hoy, ni siquiera en las últimas dos semanas -dice-. También, eh… tuvimos una respuesta desalentadora del Hospital General de Culver Valley. No tenían la… eh… placenta ni el cordón umbilical. Solamente se los quedan un par de días. Desafortunadamente eso significa que es imposible hacer una comparación de ADN entre la placenta y el bebé…

– En el hospital había una mujer en los días en que yo estuve… -empiezo a decir, pero Vivienne ha empezado a hablar también, y es su voz la que escucha todo el mundo. Me pregunto si debería intentar otra vez hablarles acerca de Mandy. La presencia de Vivienne me detiene. Sé lo que diría: esa Mandy era demasiado tonta para planear cualquier cosa tan imaginativa como la sustitución de un bebé por otro. Tengo una pequeña Vivienne en mi cabeza todo el tiempo, como si hubiera enviado a mi cerebro a una representante que reacciona exactamente como ella lo haría, incluso cuando ella no está presente.

– Usted podría tomar muestras de ADN de Alice y David y ver si son los padres biológicos del bebé -me fijo en la expresión de Vivienne. «El bebé», no Florence.

– Sí, podríamos hacerlo. -La sargento Zailer nos lanza una sonrisa impasible-. Pero no lo haremos. Si quiere pagar por ello, puede solicitarlo usted misma. De hecho sería probablemente mucho más rápido si lo hace así. Aquí no hay ningún caso, señora Fancourt. No ha desaparecido ningún bebé. Hemos hablado con sus vecinos más cercanos y nadie ha visto nada sospechoso. No hay ninguna evidencia de que algo ande mal, más allá de la cabeza de su nuera. Mi detective… -se detiene y mira expresamente a Simon- ha sido sumamente minucioso. Se ha puesto en contacto con el hospital en busca de una prueba material como una placenta o cordón umbilical, pero todavía no se ha encontrado nada… Bien, me temo que no podemos hacer mucho más. Aunque hubiéramos encontrado algo… nuestro laboratorio está colapsado de análisis de ADN relacionados con crímenes graves. Es una cuestión de recursos, señora Fancourt, estoy segura de que usted comprenderá.

Me pregunto cómo se siente Simon por el hecho de que lo llame «su detective». Ella ni siquiera me ha mirado cuando sugirió a Vivienne que yo era una deficiente mental. Puedo sentir los rayos de su hostilidad porque irradian a través de la mesa. Está ocupada y me considera a mí y a mi ridícula historia de intercambio de bebés como un derroche de su tiempo, pero intuyo que hay más que eso. Le desagrado personalmente.

Les digo a mis pacientes, o al menos solía hacerlo, que la mejor forma de tratar con alguien que se muestra agresivo es seguir el guión deec: describir, explicar, estrategias, consecuencias. Describes los aspectos inaceptables de su comportamiento y explicas cómo te hacen sentir. Entonces sugieres estrategias para cambiarlos -normalmente, que dejen de hacer lo que sea que estén haciendo mal- y señalas las consecuencias positivas de un cambio de ese tipo para todos los involucrados.

No creo que vaya a probar con el guión deec ahora.

– Gracias por su sugerencia -contesta Vivienne-. Seguramente encargaré una prueba de ADN para que mi familia se quede tranquila.

Su tono de voz no transmite ningún agradecimiento.

– ¿Entiendo, entonces, que usted también cree que la niña que está en su casa no es Florence Fancourt? -pregunta la sargento Zailer.

Desde que ha vuelto de Florida, Vivienne no ha dicho lo que piensa. Nos está observando a mí y a David muy de cerca. Para nosotros es perturbador. Ella prefiere hacer preguntas a contestarlas. Siempre lo ha hecho. Te las dispara una tras otra, y escucha atentamente tus respuestas. Cuando la conocí me quedé asombrada y profundamente agradecida al descubrir que ningún detalle de mi vida cotidiana, ningún pensamiento o sentimiento, era demasiado pequeño para no despertar su interés. Uno normalmente no espera ese tipo de atención de nadie, a excepción de los padres. Vivienne parecía decidida a saber todo lo que había que saber de mí. Era como si estuviera recogiendo hechos para una futura prueba. Yo estaba demasiado ansiosa por ayudarla en su misión. Cuanto más celosamente estaban guardados los datos de mi existencia en la mente aguda de Vivienne, más real e importante me sentía. Me he sentido menos concreta desde que empecé a ocultarle aspectos de mí misma.

– He visto a Florence solo una vez, el día de su nacimiento -explica Vivienne-, después me marché a Florida con mi nieto. Cuando regresé ayer, había hablado ya con Alice. Sé que cree que el bebé que está en Los Olmos no es su hija, y me siento inclinada a tomarla en serio. La memoria juega malas pasadas, sargento Zailer, como estoy segura que usted sabe. Una prueba de ADN es la única forma de resolver esto.

Parece tranquila, pero por dentro debe sentir el mismo torbellino, la misma agitación inquieta que siento yo, como si el contenido de mi cabeza hubiera sido acuchillado repetidamente y machacado hasta formar una pulpa. Aun así, aquí estoy sentada, aquí está sentada Vivienne: cortés, comedida. Las dos estamos disfrazadas.

– ¿El bebé de Los Olmos se parece al bebé que usted vio en el hospital? -pregunta Simon. Su tono suave proporciona un contraste acogedor frente a la brusquedad de su compañera.

– Eso es irrelevante, detective -le replica bruscamente la sargento Zailer-, aquí no hay ninguna prueba de que se haya cometido un crimen. Se vuelve hacia él y murmura algo que suena como… «córtalo».

– Se le parece mucho, sí -responde Vivienne.

– ¡Por supuesto que se parece! -exclamo inesperadamente-. Nunca lo he negado.

– ¿Le gustaría dar las otras malas noticias, detective Water- house? -inquiere la sargento Zailer. Simon no quiere decirlo, sea lo que sea. Lo está obligando a ser horrible con nosotras-. Mi detective es tímido, así que se lo diré yo misma. Usted nos trajo una película fotográfica, señora Fancourt.

– ¡Sí! -Me adelanto en mi silla. Vivienne pone su mano en mi brazo.

– Estaba dañada. Contaminación lumínica, al parecer. Ninguna de las fotos ha salido. Lo siento -dice, aunque no lo parece en absoluto.

– ¿Qué? ¡No! -Me pongo en pie. Quiero abofetear la cara presumida, sarcàstica, vil y maligna de la sargento Zailer. No tiene ni idea de lo que estoy sintiendo, ni siquiera intenta ponerse en mi lugar. A alguien con tan poca empatía no se le debería permitir hacer el trabajo que hace. -Pero… esas eran las primeras fotos de Florence. Y ya no las tengo… ¡Oh, Dios mío! -Me siento con los brazos cruzados y aprieto las manos en mi regazo, decidida a no llorar delante de esta mujer.

Es casi insoportable pensar que nunca veré esas fotos, ni siquiera una vez. La que David me tomó, con mi mejilla junto a la de Florence. Besando la parte superior de su cabeza. David con los dedos de Florence enrollados alrededor de su pulgar. Florence retorciéndose sobre la rodilla de la comadrona, con un bostezo cómico dibujado en su cara, durante una sesión de eructos. Un primer plano del letrero que colgaba de su cuna de vidrio en el hospital: un elefante rosa cogiendo una botella de champán, con las palabras «El bebé de Alice Fancourt» escritas con bolígrafo azul sobre su estómago. Alejo todas esas cosas de mi mente antes de que me destruyan.

– Esto es muy raro. -Vivienne frunce el ceño-. Yo misma tomé algunas fotografías de Florence con mi cámara digital nueva, el día de su nacimiento.

– ¿Y? -pregunta Simon rápidamente. La sargento Zailer parece completamente desinteresada.

– Lo mismo. Mientras estaba en Florida me he dado cuenta de que esas habían sido borradas. Sencillamente ya no estaban allí.

No lo he podido entender: todas mis demás fotografías aún seguían allí. Solo las de Florence habían desaparecido.

– ¿Qué? -Es la primera vez que me lo dice, ahora, delante de dos policías. ¿Por qué no me lo había mencionado en cuanto le dije que Florence había desaparecido? ¿Sería porque David también estaba allí?

Le regalé la cámara digital a Vivienne por su cumpleaños. Normalmente ella se resiste a todo lo que considera moderno, pero quería tomar las mejores fotografías posibles de su nueva nieta. Todavía tengo una vivida imagen en mi cabeza de ella frunciendo el ceño delante del manual, demasiado orgullosa para admitir su desánimo delante de tantas instrucciones, determinada a no ser derrotada por la nueva tecnología. Se negaba a aceptar la ayuda de David, aunque él podía haberle ahorrado mucho tiempo.

Cuando Vivienne era una niña, sus padres le solían decir que no había nada que ella no pudiera hacer. Y ella les creía. «Así es como infundes confianza en una persona», me decía.

– Esto es imposible -murmura ahora, perdida por un momento en sus propios pensamientos.

– ¿Ahora admitirá que está sucediendo algo extraño? -exijo-. Vamos, ¿qué probabilidades hay de que dos grupos de fotos desaparezcan accidentalmente? ¡Son una prueba! -suplico a la sargento-, ¡Dos soportes fotográficos, ambos dañados, y resulta que son precisamente las únicas fotos de Florence que se han hecho!

La sargento suspira.

– Eso le parece a usted. Pero temo que no es lo que cualquier oficial de policía o un tribunal de derecho consideraría como prueba.

– Cheryl Dixon, mi comadrona, me cree -digo con lágrimas en los ojos.

– He leído su declaración. Ella ha dicho que no estaba segura, que de cualquier modo no podría decirlo. Ve docenas de bebés todos los días. Si fuera usted, señora Fancourt, concertaría unacita con el medico y vería qué puede hacer. Sabemos de su historial de depresión…

– ¡No deduzca que tiene algo que ver con esto! Mis padres han muerto recientemente. ¡Eso era duelo, no depresión!

– A usted le recetaron tomar Prozac -continúa la sargento Zailer con fingida paciencia-. Quizás ahora usted necesite algún tipo de medicamento. La depresión posparto es una dolencia muy común y no hay que avergonzarse de ello. De hecho, afecta…

– Un momento por favor, sargento. -Las interrupciones de Vivienne son tan corteses que hacen que el interlocutor original parezca grosero por no haberse detenido a tiempo-. Alice tiene razón acerca de las fotografías. Es sencillamente imposible que lo mismo le sucediera a nuestras dos cámaras. Nunca me había pasado antes con una cámara.

– Ni a mí -digo. Me siento como una cobarde, escondiéndose detrás de una protectora más valiente y más poderosa.

Las fosas nasales de la sargento Zailer se ensanchan y los labios se mueven un poco como reprimiendo un bostezo.

– Las coincidencias ocurren. -Se encoge de hombros-. Temo que no sea suficiente para que lo utilicemos como base para una investigación.

– ¿Esa es también su opinión, detective Waterhouse? -pregunta Vivienne.

Una buena pregunta. Simon está intentando que su expresión no lo delate.

– Señora Fancourt, el oficial al cargo aquí soy yo, y digo que no hay ningún caso. Ahora, si eso la deja tranquila, puede hacer su declaración al detective Waterhouse, pero temo que tendrá que ser el final de esto. Estoy segura de que concordará conmigo que hemos sido más que pacientes con todo este asunto…

– No estoy de acuerdo, sargento Zailer. -Vivienne se levanta. Me recuerda a un ministro de gobierno a punto de destruir a la oposición. Estoy contenta de tenerla de mi lado-. Por el contrario. Nunca he visto a nadie con más prisa. Tenía prisa la última vez que nos encontramos, si no recuerdo mal. Usted es una mujer que prefiere hacer muchas cosas mal y poder tachar más elementos en su lista a hacer pocas cosas bien. Lamento que usted sea la jefa del detective Waterhouse. Todos estaríamos mejor si fuera al revés. Ahora, me gustaría conocer el nombre de su superior para enviarle una queja.

– Faltaría más: Inspector Giles Proust. Asegúrese de mencionar, cuando le escriba, que usted tiene un caso sólido basado en dos cámaras estropeadas y la paranoia salvaje de una mujer que acaba de tener un bebé. -El rostro del sargento es de piedra.

– ¿Entonces continúo tomándole declaración a la señora Fancourt? -interrumpe Simon antes de que haya la posibilidad de que se filtren más malas vibraciones entre nosotras. Mira a la sargento Zailer con el ceño fruncido. Está enfadado con ella por aumentar la animosidad. Sus malos modos lo sorprenden como innecesariamente desagradables, pero no la puede criticar porque es su oficial superior, y eso lo frustra. Me pregunto si Simon es realmente un aliado, o si estoy sencillamente inventándomelo todo, poniendo en su cabeza los pensamientos que deseo que estén allí. Ya he tenido amigos imaginarios antes.

– Llegaré hasta el fondo del asunto, con o sin su ayuda -dice Vivienne-, Mis nietos lo son todo para mí, sargento, ¿lo entiende? Vivo para mi familia.

Eso es verdad. Vivienne podría haber alcanzado la cumbre de cualquier profesión que hubiera elegido, pero ella no estaba interesada en ser primera ministra, comandanta del ejército o abogada de la corona. Una vez me dijo que los títulos de madre y abuela eran los únicos que ambicionaba. «Si tienes una carrera, y si tienes suerte, podrás pasar cinco días a la semana con gente que te admira y te respeta», acostumbraba decir, «pero si haces de la familia el trabajo de tu vida, te dispones a pasar todo tu tiempo con gente que te admira, te respeta y te ama. No hay comparación. Mi madre nunca trabajó», añadió, «ni me habría gustado de ningún modo que lo hubiera hecho.»Pero una familia no es una entidad única con un solo personaje. Una familia, la de Vivienne especialmente, incluye a personas distintas, cada una con sus propias necesidades. A veces las muchas demandas de confianza y fidelidad no se pueden reconciliar. A veces hay que elegir: hijo o nieto, marido o hija, hijo o nuera.

Vivienne está de acuerdo en que la destrucción de las fotografías no puede ser una coincidencia, pero me pregunto si ha llevado su presentimiento hasta su conclusión lógica. Ha estado demasiado ocupada quejándose de la desidia de la sargento Zailer hacia nosotras. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar antes de que se le ocurra que, si no se trata de un accidente, significa que alguien ha saboteado las fotos de Florence deliberadamente, alguien que debe haber tenido tanto un motivo como una oportunidad? Alguien como David.

Загрузка...