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Gideon dejó el fajo de billetes encima de la cama, cogió el móvil y llamó a Orchid.

– ¿Qué coño quieres? -fue la respuesta.

Tras un montón de disculpas y justificaciones por parte de Gideon, aceptó participar en el plan que este le propuso.

Colgó y se acercó a la ventana que daba a Park Avenue y miró atentamente a derecha e izquierda. No podía quitarse de encima la sensación de que lo estaban siguiendo, aunque probablemente se debía a que Garza lo había puesto de los nervios. Había dado instrucciones concisas al taxista para asegurarse de que nadie lo seguía y le costaba pensar que alguien lo hubiera logrado; así pues, ¿por qué se sentía como si estuviera bajo una lupa?

Llamó al servicio de equipajes del hotel, donde había dejado su maleta Pelican antes de volar a Hong Kong, y pidió que se la subieran. Tras sacar sus enseres, repasó los disfraces disponibles y se decidió por el papel de Muerte de un viajante -un individuo de clase media en situación desesperada-. Reunió los elementos necesarios, se los puso y contempló el resultado en el espejo de cuerpo entero del vestidor. Le pareció de lo más satisfactorio.

Miró la hora. Poco más de las cuatro. Disfrazado, salió del hotel por la puerta de atrás y se dirigió hacia el este por la calle Cincuenta y uno, donde espió a Orchid, que, siguiendo sus instrucciones, se paseaba delante de la entrada del Greenacre Park.

– Disculpe, señorita… -dijo acercándose.

Ella se volvió.

– Piérdase -repuso en tono cortante-. Estoy esperando a alguien.

– Verá, estoy perdido y…

– ¡Largo de aquí! -espetó ella-. De lo contrario, se quedará sin descendencia de la patada en los huevos que voy a darle.

Gideon se echó a reír, satisfecho de la efectividad de su treta.

– Soy yo, Gideon. Buen disfraz, ¿verdad?

Orchid dio un respingo y lo miró más de cerca.

– ¡Dios santo! Es incluso peor que el anterior. -Tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó con fuerza-. Tienes una cara muy dura para volver a llamarme después del modo en que te comportaste.

– Me alojo en el Waldorf -dijo, cogiéndola del brazo y caminando juntos por la calle mientras le deslizaba un fajo de billetes en la mano-. Escucha, quiero que cojas una habitación en el mismo hotel a nombre del señor y la señora Tell. Luego, sube al cuarto, apagas la luz, dejas la puerta abierta y te metes en la cama. Me reuniré contigo en media hora.

– Oye, tú…

Pero Gideon ya se alejaba por la calle Cincuenta y uno. Entró en el hotel Metropolitan, se cambió el disfraz en un reservado del piso de arriba, salió y entró en el Waldorf como Gideon Crew. Se dirigió a su habitación, volvió a disfrazarse y se presentó en el mostrador de recepción como el señor Tell, que llegaba para reunirse con su mujer. Recorrió el pasillo vacío hasta la habitación que Orchid había reservado, abrió la puerta, entró y la cerró con llave.

Ella se sentó en la cama, con la sábana cubriendo parcialmente su cuerpo desnudo.

– Te aseguro que no pienso seguir con esta mierda.

Gideon se sentó al borde de la cama y cogió su rostro entre las manos.

– Sé que me he comportado como un capullo, pero te pido que me aguantes un poco más. Mañana nos disfrazaremos como el señor y la señora Clase Media e intentaremos matricular a nuestro hijo en la academia Throckmorton. Te aseguro que será divertido. Además, podrás ganar un buen dinero.

Ella lo miró fijamente.

– No me gusta tu forma de tratarme, y estoy segura de que todo esto no tiene nada que ver con el Método de interpretación. Quiero saber qué está pasando realmente aquí.

– Ya lo sé, pero ahora tienes que dormir un poco. Mañana nos espera un día muy agitado.

Ella lo miró de soslayo.

– ¿Dormir? -Lo rodeó con los brazos y lo atrajo hacia ella-. Quítate ese estúpido maquillaje y te enseñaré cómo vamos a dormir.

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