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Volvió su atención al montón de cajas dejadas a la intemperie. En el fondo de la trinchera estaba al abrigo de los disparos, y Mindy se hallaba en su puesto -o al menos en eso confiaba-, lista para abatir a Nodding Crane si este intentaba cruzar el campo hacia él. Aun así, no tenía tiempo que perder. Se quitó las gafas, las guardó en la mochila, se puso la linterna de cabeza y la encendió. Una pared de cajas de madera de pino le dio la bienvenida. Estaban apiladas en montones de diez de alto por cinco de ancho. Los pequeños féretros, antes limpios, estaban ya manchados de barro. Los relámpagos surcaban el cielo, y la lluvia seguía cayendo con fuerza. El hedor resultaba insoportable. A Gideon le recordaba una combinación de carne podrida, calcetines sucios y queso líquido.

Examinó los números de la fila superior: 695-1078 MSH, 695-1077 SLHD, 695-1076 BGH. Pensó: «1076 menos 998 da 78». Así pues, las piernas de Wu debían de estar setenta y ocho cajas por detrás. Un rápido vistazo le bastó para saber que el número que buscaba no se encontraba entre las cajas que estaban a la vista. Sacó el pico de su mochila y golpeó con él una de las cajas inferiores, perforándola. Tiró de ella y provocó que toda la fila cayera con estrépito. Muchas cajas se abrieron, arrojando en todas direcciones una lluvia de brazos y piernas descompuestos. El hedor se alzó como una niebla húmeda.

El derrumbamiento de la primera hilera dejó al descubierto la siguiente. Gideon examinó los números, pero las cajas estaban llenas de barro y muchos de ellos apenas se veían. Empezó a limpiarlos, comprobándolos de uno en uno.

Estaba concentrado en la tarea cuando oyó un ruido que no presagiaba nada bueno: la segunda excavadora, que se ponía en marcha. Comprendió su error. Había dejado las llaves puestas en la otra máquina.

Un rugido le indicó que la excavadora había salido del cobertizo y cruzaba el campo a toda velocidad.

Se puso las gafas y se encaramó al borde de la fosa. La segunda excavadora se aproximaba, haciendo volar el barro con sus orugas, con la pala trasera alzada como el aguijón de un escorpión. Nodding Crane había subido la delantera y la utilizaba como escudo para protegerse.

Gideon disponía de menos de un minuto antes de que llegara.

Solo podía hacer una cosa. Agarró una raíz del borde de la fosa, saltó fuera y echó a correr hacia su excavadora, que seguía con el motor en marcha, no lejos de allí. Una ráfaga de balas golpeó la pala delantera cuando la bajó para protegerse, a pesar de que le tapaba la vista.

La ajustó para poder ver justo por encima y se dirigió directamente contra la otra excavadora, a todo gas; veinte toneladas de acero tambaleándose por el campo embarrado. Colocó la mochila encima del acelerador, bloqueándolo, y así pudo ponerse de pie. Sacó la Beretta y disparó varias veces, pero las balas se estrellaron sin causar daño contra la pala de la máquina que se acercaba. La distancia entre ambas se reducía rápidamente. A treinta kilómetros por hora, la colisión era inevitable. Nodding Crane devolvió los disparos. Su arma era más precisa, y Gideon tuvo que ponerse a cubierto.

Faltaban quince, tal vez veinte segundos para el choque. Gideon se preparó para el impacto, agarrándose frenéticamente y calculando las mil alternativas posibles.

La colisión se produjo con un estruendo ensordecedor de acero contra acero, arrojándolo hacia delante y haciendo pedazos el ya agujereado parabrisas. Engranó rápidamente la marcha atrás, retrocediendo y girando como un loco mientras manejaba la palanca con los dedos. Nodding Crane hizo lo mismo. Las orugas se hundieron en el barro al situarse en posición.

Gideon extendió el brazo mecánico y, blandiendo la pala como un puño, lo lanzó contra la cabina de la otra excavadora. La pesada herramienta de acero pivotó entre gemidos del sistema hidráulico, pero Nodding Crane previó el movimiento y levantó el brazo de su máquina para parar la acometida. Los dos brazos mecánicos chocaron violentamente, con un golpe atronador.

El impacto empujó lateralmente la excavadora de Gideon entre un charco de líquido hidráulico, y una ráfaga de balas atravesó la cabina. Una de ellas le dio de lleno en el chaleco antibalas, tirándolo hacia atrás y dejándolo sin aliento.

Jadeando y luchando con los controles, Gideon vio que, por fortuna, el golpe había situado su excavadora nuevamente en posición de golpear. Levantó la pala y la dejó caer con fuerza contra la cabina de su adversario; pero, una vez más, Nodding Crane lo vio venir y se lanzó hacia delante, embistiendo la excavadora de Gideon con su pala frontal y empujándola hacia atrás. La pala de Gideon rozó la cabina, haciendo saltar chispas, mientras él manejaba los controles rápidamente y sacaba los estabilizadores para impedir que su máquina volcara.

Nodding Crane alzó su pala aún más arriba, preparándose para asestar un violento golpe, pero al hacerlo quedó al descubierto. Gideon soltó los mandos y, empuñando la Beretta con ambas manos, vació el cargador en la cabina de su enemigo, volando en pedazos las ventanillas y convirtiendo el interior en una tormenta de plásticos rotos. Pero Nodding Crane se había echado al suelo, en un ángulo donde no podía alcanzarlo.

Gideon recuperó los controles y pisó el acelerador, empujando la otra máquina mientras levantaba su brazo mecánico para aplastar la cabina. Nodding Crane bloqueó el golpe levantando aun más la pala delantera, y los dos mecanismos chocaron entre una lluvia de chispas; al mismo tiempo, extendió la otra pala y la dejó caer encima de la cabina de Gideon con un terrorífico crujido, medio aplastándola en un estallido de fragmentos de plástico, hierros retorcidos y material aislante.

Gideon se echó al suelo, evitando ser aplastado en el último momento, pero su excavadora, sin asiento y con los controles destrozados, era un amasijo de hierros inútil. Oyó que Nodding Crane levantaba la pala para asestarle un segundo golpetazo. Tenía que salir de allí como fuera.

Se lanzó contra la puerta aplastada, pero esta no se abrió.

La pala de Nodding Crane se abatió por segunda vez, sacudiendo la excavadora y casi atrapando a Gideon entre los restos, pero cuando el asesino la levantó, los dientes se engancharon con los hierros retorcidos y abrieron un agujero en el montón de chatarra en que se había convertido la cabina. Al ver que se le presentaba una oportunidad, Gideon se lanzó por el agujero al tiempo que desenfundaba el Taurus y disparaba contra Nodding Crane. Aterrizó en el barro y rodó a un lado. El asesino hizo girar el brazo mecánico de la pala con la clara intención de aplastarlo como a un insecto. Gideon se puso en pie y echó a correr, buscando la protección de la fosa, a unos cincuenta metros de distancia.

Una lluvia de balas se hundieron en el barro, a su alrededor, y una le acertó de lleno en la espalda. A pesar del chaleco antibalas, el impacto lo echó de bruces sobre el fango, donde se retorció de dolor, incapaz de levantarse. Vio que más proyectiles levantaban salpicaduras de barro y entonces oyó el rugido de la excavadora, que se lanzaba contra él a todo gas. Nunca llegaría a alcanzar el abrigo de la fosa.

En ese momento oyó un distante «pop, pop, pop» que provenía de los árboles, y el rebotar de las balas contra el metal. Mindy. El fuego de cobertura logró desviar los disparos de Nodding Crane, que tuvo que detener la excavadora y dar media vuelta para ponerse a cubierto. Gideon aprovechó la ocasión. Se puso en pie como pudo y corrió trastabillando hacia la fosa, donde se lanzó de cabeza.

Sin perder un segundo, se asomó por el borde y empezó a acribillar a su enemigo. Vació el cargador, recargó con manos temblorosas y siguió manteniendo un fuego constante.

El fuego cruzado se concentró en Nodding Crane. Este hizo girar la excavadora, intentando utilizarla como escudo, pero no podía cubrirse de un fuego incesante que provenía de dos direcciones distintas. Las balas atravesaron la cabina. Hizo retroceder la máquina a todo gas, retirándose del campo con un rugido del motor diesel, hasta que estuvo fuera del alcance de las armas cortas. Gideon dejó de disparar y aprovechó la tregua para volver a cargar su Beretta. Mientras lo hacía vio la oscura silueta de Mindy que cruzaba el prado corriendo sin dejar de disparar. Vació nuevamente su cargador para cubrirla. La agente saltó a la fosa justo cuando se oyeron de nuevo disparos desde el otro extremo del campo.

– ¡Se suponía que debías quedarte entre los árboles! -le gritó Gideon por encima del ruido de la tormenta.

– Vas a necesitar que alguien te cubra mientras encuentras la pierna.

Gideon comprendió que ella tenía razón.

Mindy se apoyó en el borde de la fosa y empezó a disparar. Los proyectiles de Crane se hundían en el fango, ante ella, o se estrellaban en el muro de la fosa que tenía detrás. Gideon volvió rápidamente a la pila de cajas, iluminándolas una a una con su linterna, limpiando el barro como un poseso. Allí estaba, a media altura: 695-998 MSH.

– ¡La tengo! -gritó.

– ¡Date prisa! -contestó Mindy, concentrada en disparar.

Gideon apartó frenéticamente las cajas de encima hasta que pudo agarrar la que le interesaba y tirar de ella. El pecho y la espalda le latían con violencia por el esfuerzo. Los impactos de bala seguramente le habían fracturado alguna costilla. Alzó el pico y rompió la tapa de madera de la caja. Arrancó los fragmentos e iluminó el interior con la linterna.

– ¡Maldita sea! -gritó-. ¡Esto es un brazo!

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