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El Skyline Drive trazaba la curva del Stormtower Ridge, dejando a la vista el Manahoac Lodge and Resort, una serie de apartamentos contiguos y cabañas de lujo que rodeaban el hotel y el campo de golf que se extendía al pie del monte Stormtower. Las montañas Blue Ridge se divisaban, brumosas, en la distancia.

Dajkovic levantó el pie del acelerador cuando el coche se acercó a la entrada del complejo hotelero y se detuvo en la verja.

– Tengo una reserva -dijo, e inmediatamente lo dejaron pasar.

Crew había dejado su siguiente dirección en el motel Luna -según el conserje, «por si alguien necesitara saber su paradero»- y en esos momentos se alojaba allí, en aquel hotel aislado, lejos de todo y seguramente a rebosar de cámaras de seguridad. Así pues, tal como Tucker había dicho, o bien Crew se disponía a encontrarse con un colega, o bien era una trampa. Lo segundo parecía lo más probable, pero ¿una trampa para quién y con qué propósito?

Dajkovic enfiló por el camino de acceso, aparcó ante la puerta y dio un billete de cinco dólares al botones.

– Enseguida vuelvo.

– Oh, sí -dijo la joven de la recepción en respuesta a su pregunta-. El señor Gideon Crew se ha registrado esta mañana. -Tecleó en el ordenador-. Le ha dejado una nota diciendo que se disponía a subir a lo alto del monte Stormtower.

– ¿Para mí?

– Bueno, el señor Gideon dijo que alguien preguntaría por él y que debíamos indicarle adónde había ido.

– Entiendo.

– Aquí pone que tenía intención de subir a la cima por el camino del aserradero y que espera regresar alrededor de las seis.

– ¿Cuánto se tarda en subir?

– Unas dos horas en subir y más o menos lo mismo en bajar. -La joven lo miró, evaluando su estado físico- En su caso, puede que algo menos.

Dajkovic comprobó la hora: las dos en punto.

– Entonces hace poco que ha salido.

– Sí, señor. El señor Gideon dejó este mensaje en recepción hará… unos veinte minutos.

– ¿Tiene usted un mapa de la montaña?

– Desde luego.

La joven le entregó un excelente mapa topográfico con todos los caminos y senderos perfectamente indicados. Dajkovic lo cogió y regresó al coche. El camino del aserradero estaba carretera abajo, y el mapa mostraba que se trataba de una senda serpenteante que ascendía a lo largo de un viejo cortafuegos.

Cabía la posibilidad de que Crew hubiera dejado aquellas instrucciones para que su contacto pudiera localizarlo, pero no le pareció probable. Nadie que se dedicara al espionaje sería tan torpe para dejar una pista como esa. Sí, tenía todo el aspecto de una trampa; no necesariamente de una trampa para él, sino para cualquiera que pudiera seguirlo. En ese caso, Crew estaría en la montaña, aguardando en algún punto del camino del aserradero, listo para tender una emboscada a cualquiera que lo estuviera siguiendo.

Examinó el mapa. Había una forma mucho más rápida y directa de alcanzar la cima, y era siguiendo la ruta del telesilla de esquí que ascendía por la parte de atrás de la montaña.

Cruzó el complejo hotelero, dejó atrás el campo de golf y no tardó en llegar al aparcamiento de la zona de esquí. Se apeó, abrió el maletero y cogió un maletín que contenía un arma. Volvió a meterse en el coche y lo abrió. Sacó un Colt M1911 y una sobaquera. Se la pasó por el hombro y guardó en ella la pistola. Metió un cuchillo en su cinturón, otro más pequeño en su bota, y una pequeña Beretta del 22 en el bolsillo de atrás. Cogió una mochila y guardó en ella munición de reserva, unos prismáticos y dos botellas de agua.

Volvió a examinar el mapa. Si Crew había planeado una emboscada, había un par de lugares apropiados donde el camino del aserradero cruzaba una zona de montículos que quedaban expuestos.

Cuanto más revisaba las indicaciones más se convencía de que la emboscada sería precisamente allí.

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