Capítulo 23

El Four Seasons

Tan sólo veinte dias antes

13:45 h

Estaba impaciente por verla, por contárselo. Llevaba una camisa azul cielo de Armani y un traje azul oscuro también de Armani que había comprado en Newbury Street el día anterior; un cinturón negro de piel de cocodrilo; mocasines negros y brillantes. Iba recién afeitado y llevaba el pelo cortado a la perfección. Estaba de pie junto a la ventana que daba al Public Garden y la vio bajarse de un taxi en la acera. El frío viento invernal le agitó el pelo caoba.

Se dirigió a la entrada del hotel.

En dos semanas todo había cambiado. Dos semanas antes, él le había dicho que tenían que dejar de verse, que el hechizo con el que ella lo había embrujado hacía meses y que lo había sustentado tras el ataque era inútil. Su vida había tocado fondo, era incapaz de dar el paso final para crear el invento con el que tanto le costaba dar. En realidad, el Vortek era una ilusión. Y él, un farsante.

Su hija se había enterado de su aventura y le rehuía. Su hijo se había apartado de él. Incluso su propia inventiva lo había abandonado. Nunca se había sentido tan solo, tan indigno de recibir amor. Pero entonces Grace le dijo que prefería morir a vivir sin él, que llevaba un hijo suyo en el vientre.

Lo quería. Más que a la vida misma. Y eso cambiaba las cosas. El amor de Grace abrió una puerta cerrada en su interior, otra vez.

El hielo empezó a fundirse. El engranaje de su mente empezó a ponerse en funcionamiento. Las ruedas giraban. Tenía sueños en los que ecuaciones enteras se solucionaban solas, con lo que cada vez reunía más y más piezas del rompecabezas que estaba resolviendo.

Llamaron a la puerta de la suite. Se dirigió a ella y abrió. Al principio, Grace parecía estar agotada y preocupada. Pero se le iluminó la cara al verlo.

– Pareces un hombre nuevo -dijo.

– Me siento un hombre nuevo.

Entró en la suite y se volvió hacia él.

Él cerró la puerta y le mostró su diario, abierto por un retrato de ella que había dibujado con números, letras y símbolos matemáticos.

– ¿Qué es esto? -preguntó ella, sonriendo. Se lo cogió.

– El Vortek -dijo él.

Grace lo miró pidiéndole una explicación.

– Cada vez que topaba con un obstáculo, pensaba en ti. Me imaginaba tu cara. -Alargó la mano y le tocó ligeramente la mejilla-. Siempre funcionaba. Así que cuando llegó el momento de dar el paso final y escribir la solución completa, decidí tenerte presente todo el rato. Y todas las piezas del dominó cayeron. -Señaló el dibujo con la cabeza-. Si pones derechas las curvas y separas las líneas, tienes veintinueve ecuaciones: el plano para volar sin que los radares te detecten, como un fantasma.

– Lo has conseguido -dijo ella asombrada.

– Lo hemos conseguido.

– No. -Grace negó con la cabeza.

– Esto ha sido una empresa conjunta.

De nuevo parecía preocupada.

– ¿Qué? -Le preguntó él-. Ahora nada se interpondrá entre nosotros.

Grace se echó a sus brazos y enterró la cara en el cuello de él.

– Te quiero -susurró-. Estoy orgullosa de ti. Nada tendría que haberse interpuesto entre nosotros, para empezar.

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