Vomitó tres manzanas más allá. Se detuvo, se apoyó en un edificio, y echó las tripas fuera. Varios vagabundos se detuvieron para aplaudirle. Myron respondió con un saludo de agradecimiento a sus partidarios. Bienvenido a Nueva York.
Myron intentó encender el móvil, pero había acabado roto en la refriega. Vio un cartel y comprobó que sólo estaba a diez manzanas al sur del bar Biker Wannabee, en el Meatpacking District, cerca de West Side Highway. Trotó, con una mano en el costado, intentando detener la hemorragia. Encontró un teléfono que funcionaba, hecho en esta sección de Manhattan que normalmente involucraba una zarza ardiendo, y marcó el número del móvil de Win.
Win atendió a la primera llamada.
– Articule.
– Están muertos -dijo Myron-. Los dos.
– Explica.
Myron lo hizo.
Cuando acabó, Win dijo:
– Estaré allí en tres minutos.
– Tengo que llamar a los polis.
– Poco sensato.
– ¿Por qué?
– No se creerán tu historia de padecimientos -dijo Win-, sobre todo la parte del misterioso salvador.
– ¿Quieres decir que creerán que les mataste tú?
– Precisamente.
Win tenía razón.
– Pero podríamos aclararlo -dijo Myron.
– Sí quizás, a la larga. Pero llevaría un tiempo precioso.
– Tiempo que no tenemos.
– Entonces, lo entiendes.
Myron lo pensó.
– Pero los testigos me vieron salir del bar con Pat.
– ¿Y?
– La policía comenzará a interrogar a las personas. Se enterarán. Serán capaces de ubicarme en la escena.
– No más.
– ¿Qué?
– En el teléfono. Basta de discusión. Estaré allí en tres minutos.
– ¿Qué pasa con Zorra? ¿Qué le has hecho?
Pero Win ya había cortado. Myron colgó también. Un nuevo grupo de vagabundos lo miraba como si fuese un sándwich aplastado en el suelo. Myron respondió a su mirada y no la desvió hasta que ellos lo hicieron. Esta noche no estaba de humor para seguir asustándose.
Un coche se detuvo a los tres minutos. Un Chevrolet Nova. Win tenía toda una colección: todos viejos, todos muy usados, todos imposibles de rastrear. Coches para tirar, los llamaba. A Win le gustaba utilizarlos para ciertas actividades nocturnas. No pregunten.
Se abrió la puerta delantera del copiloto. Myron observó al interior y vio a Win al volante. Se sentó a su lado.
– La suerte está echada -dijo Win.
– ¿Qué?
– La policía ya está en la escena. Apareció en el escáner.
Mala noticia.
– Aún puedo presentarme.
– Sí, por supuesto. ¿Por qué, señor Bolitar no llamó a la policía? ¿Por qué llamó a su amigo antes que a las autoridades? ¿Es usted o no sospechoso de ayudar a la señorita Esperanza Díaz en el asesinato del mejor amigo de Billy Lee Palms? ¿Qué estaba haciendo en aquel bar? ¿Por qué el señor Palms quería matarlo?
– Todo se puede explicar.
Win se encogió de hombros.
– Tu jugada.
– Igual que fue mi jugada ir solo con Pat.
– Sí.
– Cometí un error al aceptar.
– Sí. Te pusiste en una situación demasiado vulnerable al ir así. Había otras maneras.
– ¿Qué otras maneras?
– Podíamos haber cogido a Pat en otro momento y hacer que nos lo dijese.
– ¿Hacer?
– Sí.
– ¿Te refieres a pegarle? ¿Torturarlo?
– Sí.
– Yo no hago esas cosas.
– Crece -dijo Win-. Es un simple análisis de coste y beneficio. Al causar una incomodad temporal a un maleante, disminuyes en gran medida el riesgo de que te maten. Es de lo más sencillo. -Win lo miró-. Por cierto, estás hecho una mierda.
– Tendrías que haber visto al otro tipo -dijo Myron. Luego-: ¿Mataste a Zorra?
Win sonrió.
– Pensaba que me conocías mejor.
– No, Win. ¿Lo mataste?
Win se detuvo delante del Biker Wannabee. Aparcó el coche.
– Mira adentro.
– ¿Por qué estamos de nuevo aquí?
– Dos razones. Una, nunca te marchaste.
– ¿No?
– Es lo que juraré. Estuviste aquí toda la noche. Sólo saliste un momento a la calle con Pat. Thrill me respaldará. -Él sonrió-. También lo hará Zorra.
– ¿No lo mataste?
– La. Zorra prefiere que la llamen la.
– La. ¿No la mataste?
– Por supuesto que no.
Salieron del coche.
– Estoy sorprendido -dijo Myron.
– ¿Por qué?
– Por lo general cuando amenazas…
– Nunca amenacé a Zorra. Amenacé a Pat. Dije que quizá mataría a Zorra. ¿Pero qué sentido hubiese tenido? ¿Zorra debía sufrir porque un psicópata drogata como Billy Lee Palms cuelga el teléfono? Creo que no.
Myron sacudió la cabeza.
– Eres una fuente de sorpresas.
Win se detuvo.
– Y últimamente tú eres un gilipollas a tiempo completo. Tuviste suerte. Zorra dijo que estaba dispuesta a utilizar su vida como garantía de tu seguridad. Me di cuenta de que ella no podía hacerlo. Por eso te dije que no fueses.
– No creo que tuviese otra alternativa.
– Ahora lo sabes bien.
– Quizá.
Win apoyó una mano en el brazo de Myron.
– Aún no lo has superado. Esperanza tiene razón cuando te lo dice.
Myron asintió. Win apartó el brazo.
– Toma esto -dijo Win y le dio una botella pequeña-. Por favor.
Un enjuague bucal. Siempre puedes contar con Win. Entraron en el bar. Myron se detuvo en el lavabo, se lavó la boca, se lavó lacara, miró la herida. Le dolía. Se miró en el espejo. Su rostro aún conservaba el bronceado de las tres semanas con Terese, pero Win tenía razón: tenía un aspecto de mierda.
Se reunió con Win fuera del lavabo.
– Antes dijiste dos razones, que había dos razones por las que querías que entrase.
– Razón dos -dijo Win-. Nancy o Thrill, como prefieras. Estaba muy preocupada por ti. Me parece que lo más adecuado es que la veas.
Cuando llegaron al reservado del rincón, Zorra y Thrill estaban muy ocupadas hablando, bueno, como dos solteras en un bar.
Zorra le sonrió a Myron.
– Zorra lo siente, encanto.
– No es culpa tuya -dijo Myron.
– Zorra se refiere a que están muertos -dijo Zorra-. A Zorra le hubiese gustado estar antes unas pocas horas con ellos.
– Sí -dijo Myron-. Es una pena.
– Zorra ya le ha dicho a Win todo lo que Zorra sabe, que es muy poco. Zorra no es más que una hermosa asesina a sueldo. Le gusta saber tan poco como sea posible.
– ¿Pero trabajabas para Pat?
Él-ella asintió, pero la peluca no.
– Zorra era un gorila y guardaespaldas. ¿Te lo puedes creer? ¿Zorra Avrahaim teniendo que conformarse con trabajar como un vulgar gorila?
– Sí, son tiempos duros. ¿En qué estaba metido Pat?
– Un poco de todo. En su mayor parte drogas.
– ¿Qué vínculo había entre Billy Lee y Pat?
– Billy Lee afirmaba que era su tío. -Zorra se encogió de hombros-. Pero bien puedo haber sido una mentira.
– ¿Llegaste a conocer a Clu Haid?
– No.
– ¿Sabes por qué Billy Lee se ocultaba?
– Estaba aterrorizado. Creía que alguien intentaba matarlo.
– ¿Ese alguien era yo?
– Así parece.
Myron era incapaz de entenderlo. Hizo unas cuantas preguntas más, pero no había nada más que saber. Win tendió la mano. Zorra la cogió y salió del reservado. Se manejaba muy bien con los tacones. No todos lo hacen.
Zorra besó a Win en la mejilla.
– Gracias por no matar a Zorra, encanto.
Win se inclinó un poco.
– Un placer, madame. -Win el seductor-. La acompañaré a la calle.
Myron se sentó en el reservado junto a Thrill. Sin decir una palabra ella le apretó el rostro con las dos manos y lo besó con fuerza. Él le devolvió el beso. Win y su enjuague bucal. Qué tío.
Cuando se separaron para respirar, Thrill dijo:
– Sabes cómo hacerle pasar a una chica un buen momento.
– Así es.
– También me has dado un susto de muerte.
– No lo pretendía.
Ella le miró el rostro.
– ¿Estás bien?
– Lo estaré.
– Una parte de mí quiere invitarte a mi apartamento.
Él no dijo nada y bajó la mirada. Thrill continuó mirándolo.
– Esto es todo, ¿no? -dijo ella-. No me llamarás, ¿verdad?
– Eres hermosa, inteligente, divertida… -dijo Myron.
– Y a punto de que me den el puntapié.
– No es por tu culpa.
– Oh, qué original. No me lo digas. Eres tú, ¿no?
Myron intentó sonreír.
– Me conoces muy bien.
– Me gustaría.
– Soy una mercancía dañada, Nancy.
– ¿Quién no lo es?
– Acabo de terminar una relación muy larga…
– ¿Quién ha dicho nada de una relación? Podríamos salir, ¿no?
– No.
– ¿Qué?
– No funciono de esa manera -explicó Myron-. No lo puedo evitar. Salgo con alguien, comienzo a imaginarme críos, una barbacoa en el patio trasero y una canasta oxidada de baloncesto en la entrada de coches. Intento atrapar todas esas cosas de inmediato.
La joven lo miró.
– Jesús, sí que eres extraño.
Difícil de rebatir.
Ella comenzó a jugar con la pajita.
– ¿No me puedes imaginar en ninguno de esos escenarios domésticos?
– Todo lo contrario -contestó Myron-. Ése es el problema.
– Comprendo. Al menos creo que lo comprendo. -Thrill se movió en su asiento-. Será mejor que me vaya.
– Te llevaré a casa.
– No, tomaré un taxi.
– No será necesario.
– Creo que lo es. Buenas noches, Myron.
Ella se alejó. Myron se levantó. Win se le acercó. Juntos miraron cómo desaparecía por la puerta.
– ¿Te asegurarás de que llegue a casa sana y salva? -preguntó Myron.
– Ya he pedido un coche para ella -respondió Win.
– Gracias.
Silencio. Entonces Win puso una mano sobre el hombro de Myron.
– ¿Puedo hacer una observación en este momento? -preguntó Win.
– Adelante.
– Eres un imbécil total.
Pasaron por el apartamento del doctor en el Upper West Side. Volvió a suturarle la herida, haciendo chasquear la lengua mientras lo hacía. Cuando llegaron al apartamento de Win en el Dakota, los dos amigos se acomodaron en la decoración Luís Algo con sus bebidas favoritas. Myron bebía un Yoo-Hoo; Win bebía un licor ámbar a sorbos.
Win cambiaba de canal con el mando a distancia. Se detuvo en la CNN. Myron observó la pantalla y pensó en Terese en aquella isla, sola. Consultó la hora. Éste era normalmente el horario de Terese. Lo llenaba una mujer con un pésimo teñido. Myron se preguntó si Terese volvería a estar en el aire. Se preguntó por qué continuaba pensando en ella.
Win apagó el televisor.
– ¿Quieres otro?
Myron negó con la cabeza.
– ¿Qué te dijo Sawyer Wells?
– Me temo que poca cosa. Clu era un drogadicto. Él intentó ayudarle. Bla, bla, bla. ¿Sabías que Sawyer se va de los Yankees?
– No lo sabía.
– Les agradece haberle sacado de la oscuridad. Pero ahora es el momento para que el querido Sawyer coja las riendas y motive a más personas. Muy pronto comenzará una gira.
– ¿Como una estrella del rock?
Win asintió.
– Hasta con el detalle de las camisetas carísimas.
– ¿Negras?
– No lo sé. Pero al final de cada actuación anima a los frenéticos aficionados a que enciendan los mecheros y griten: ¡Freebird!
– Es tan 1977.
– ¿A que sí? Hice unas cuantas investigaciones. Adivina quién patrocina las giras.
– ¿Budweiser, el indiscutido rey de la cerveza?
– Cerca -dijo Win-. Su nueva editorial. Riverton Press.
– ¿Riverton, te refieres a Vincent Riverton, antiguo propietario de los Yankees de Nueva York?
Myron silbó, procesó la información, pero no llegó a ninguna conclusión.
– Con todo el movimiento de compraventa en el mundo editorial, Riverton es propietario de la mitad de los libros de la ciudad. Probablemente no signifique nada.
– Probablemente -admitió Win-. Y si tienes más preguntas, Sawyer mañana da un seminario en el auditorio Cagemore en la Universidad de Reston. Me invitó a asistir. Se me permite llevar un acompañante.
– Yo no me entrego en la primera cita.
– ¿Y de eso estás orgulloso?
Myron bebió un buen trago. Quizá se estaba haciendo mayor, pero el Yoo-Hoo ya no tenía el mismo efecto de antes. Le encantaba un latte frío con leche desnatada y un toque de vainilla grande, aunque detestaba pedirlo delante de otros hombres.
– Mañana intentaré averiguar el resultado de la autopsia de Clu.
– ¿Gracias a la tal Sally Li?
– Ella ha estado en el juzgado, pero se supone que volverá a la morgue mañana por la mañana.
– ¿Crees que te dirá alguna cosa?
– No lo sé.
– Quizá tengas que poner en marcha de nuevo tu atractivo -señaló Win-. ¿Esta Sally Li utiliza la persuasión heterosexual?
– Ahora lo hace -dijo Myron-. Pero en cuanto ponga en marcha el encanto…
– Todas las apuestas quedan canceladas, sí.
– El encanto es tan potente -dijo Myron- que puede volver a una mujer contra los hombres.
– Tendrías que incorporarlo a tu tarjeta de visita. -Win hizo aquello del círculo con la copa, la palma hacia arriba y debajo del recipiente-. Antes de que nuestro viejo amiguete Billy Lee pereciera, ¿reveló algo de importancia?
– En realidad, no -contestó Myron-. Sólo su convicción de que yo era quien había matado a Clu y ahora quería matarlo a él.
– Umm.
– ¿Umm, qué?
– Una vez más, tu nombre levanta su terrible cabeza.
– Era un drogata colgado.
– Lo veo -dijo Win-. ¿Entonces sólo deliraba?
Silencio.
– De alguna manera -opinó Myron-, siempre acabo en medio de todo el lío.
– Eso parece.
– Pero no consigo imaginar por qué.
– Los pequeños misterios de la vida.
– Tampoco consigo entender cómo Billy Lee encaja en todo esto: en el asesinato de Clu, en la aventura de Esperanza con Bonnie, en que a Clu lo echasen del equipo, en que Clu firmase con FJ, en lo que sea.
Win dejó la copa y se levantó.
– Sugiero que nos vayamos a dormir.
Un buen consejo. Myron se metió debajo de las mantas y de inmediato entró en la tierra de los sueños. Varias horas más tarde -después de los ciclos de sueño REM y alfa, cuando comenzaba a recuperar la conciencia y la actividad cerebral enloquecía-, lo entendió. Pensó de nuevo en FJ y cómo lo había seguido. Pensó en lo que FJ había dicho de cómo había visto a Myron en el cementerio antes de que Myron desapareciese con Terese en el Caribe.
Y un gran clic sonó en su cabeza.