Antes de llegar hasta Win, Myron ya tenía el móvil en las manos. Marcó el número y oyó tres timbrazos.
– Motel Hamlet -respondió un hombre.
– ¿Dónde está el motel?
– En Wilston. En la ruta 9, en la desviación con la 91.
Myron le dio las gracias al hombre y colgó. Win lo miró. Marcó el número de Bonnie. Respondió la madre de Bonnie. Myron le dijo quién era y pidió hablar con la hija.
– Estaba muy alterada después de que usted se marchó ayer -manifestó la madre de Bonnie.
– Lo siento mucho.
– ¿Por qué quiere hablar con ella?
– Por favor. Es muy importante.
– Está de duelo. Debe comprenderlo. Su matrimonio pudo tener problemas…
– Lo comprendo, señora Cohen. Por favor déjeme hablar con ella.
Un profundo suspiro, pero dos minutos más tarde, Bonnie se puso.
– ¿Qué pasa, Myron?
– ¿El motel Hamlet en Wilston, Massachusetts, significa algo para ti?
Creyó oír un corte en la respiración.
– Nada.
– Tú y Clu vivisteis allí, ¿no?
– No en el motel.
– Me refiero a Wilston. Cuando Clu jugaba para los Bisontes en las ligas inferiores.
– Ya sabes que sí.
– Y Billy Lee Palms. Él también vivía allí. Al mismo tiempo.
– No en Wilston. Creo que estaba en Deerfield. Es la ciudad vecina.
– ¿Entonces qué estaba haciendo Clu alojado en el motel Hamlet tres días antes de morir?
Silencio.
– ¿Bonnie?
– No tengo la más mínima idea.
– Piensa. ¿Por qué Clu necesitaba ir allí?
– No lo sé. Quizá fue a visitar a un viejo amigo.
– ¿Qué?
– Myron, no me escuchas. No lo sé. No he estado allí en casi diez años. Pero vivimos allí ocho meses. Quizás hizo algún amigo. Quizá fue para pescar, a tomarse unas vacaciones o a alejarse de todo. No lo sé.
Myron sujetó el móvil con fuerza.
– Me estás mintiendo, Bonnie.
Silencio.
– Por favor. Sólo intento ayudar a Esperanza.
– Deja que te pregunte algo, Myron.
– ¿Qué?
– No dejas de escarbar y escarbar, ¿no? Te pedí que no lo hicieses. Esperanza te pidió que no lo hicieses. Hester Crimstein te pidió que no lo hicieses. Pero sigues escarbando.
– ¿Tienes alguna pregunta?
– Ahora viene: ¿Te ha ayudado escarbar? ¿Ha hecho que Esperanza parezca más o menos culpable?
Myron titubeó. Pero no tuvo importancia. Bonnie colgó antes de tener la oportunidad de responder. Myron volvió a dejar el teléfono sobre los muslos. Miró a Win.
– Aceptaré las Peores Canciones por doscientos, Alex -dijo Win.
– ¿Qué?
– La respuesta: Barry Manilow y su clásico del este.
Myron casi sonrió.
– Pregunta: ¿Qué es si no Time in New England, Alex?
– Respuesta correcta. -Win sacudió la cabeza-. Algunas veces nuestras mentes están en tal sintonía…
– Sí -dijo Myron-. Asusta.
– ¿Vamos?
Myron se lo pensó.
– No creo que tengamos más alternativa.
– Primero llama a Terese.
Myron asintió, comenzó a marcar.
– ¿Sabes cómo llegar allí?
– Sí.
– Se tarda alrededor de tres horas.
Win pisó el acelerador. Algo nada fácil en el centro de Manhattan.
– Digamos dos.