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Big Cyndi iba vestida de arriba abajo de naranja. Una camiseta naranja. Pantalones de paracaidista naranjas, como robados del armario de MC Hammer de 1989. El pelo naranja. El esmalte de uñas naranja. La piel -no pregunten cómo- naranja. Parecía una zanahoria mutante adolescente.

– Es el color favorito de Esperanza -le explicó a Myron.

– No, no lo es.

– ¿No lo es?

Myron sacudió la cabeza.

– Es el azul.

Por un momento se imaginó a un Pitufo gigante.

Big Cyndi se lo pensó.

– ¿El naranja es su segundo color favorito?

– Creo que sí.

Satisfecha, Big Cyndi sonrió y colgó un cartel en la recepción que decía: «Bienvenida, Esperanza».

Myron se fue a su despacho. Hizo algunas llamadas, trabajó un poco, permaneció atento al ascensor.

Por fin la campanilla. La campanilla del ascensor sonó a las diez de la mañana. Se abrieron las puertas. Myron permaneció en su lugar. Oyó el grito de alegría de Big Cyndi, los pisos de abajo seguramente se evacuaron al oír el sonido. Sintió las vibraciones cuando Big Cyndi se levantó de un salto. Myron se levantó y continuó esperando. Oyó llantos, suspiros y palabras de consuelo.

Dos minutos más tarde Esperanza entró en el despacho de Myron. No llamó. Como siempre.

Su abrazo fue un poco torpe. Myron se echó hacia atrás, se metió las manos en los bolsillos.

– Bienvenida.

Esperanza intentó sonreír.

– Gracias.

Silencio.

– Tú sabías que estaba involucrado desde el principio, ¿no?

Esperanza no dijo nada.

– Es la parte que nunca pude resolver -dijo Myron.

– Myron, no…

– Tú eres mi mejor amiga -continuó él-. Sabes que haría cualquier cosa por ti. Ni aunque me fuese la vida en ello no conseguía entender por qué no querías hablar conmigo. No tenía sentido. Al principio creí que estabas furiosa conmigo por haberme largado. Pero eso no es propio de ti. Después pensé que tenías una aventura con Clu y no querías que lo supiese. Pero eso no podía ser. Entonces pensé que era porque tenías una aventura con Bonnie…

– Demostrando muy poco juicio -señaló Esperanza.

– Sí. Pero no estoy en posición para darte una reprimenda. Y tú no hubieses tenido miedo de decírmelo. Sobre todo con tanto en juego. Así que continué preguntándome. ¿Por qué no querías hablar conmigo? Win pensó que la única explicación era que tú habías matado a Clu.

– Ese Win -dijo Esperanza-. Siempre la alegría de la huerta.

– Pero tampoco valía. Seguiría estando a tu lado. Tú lo sabías. Sólo hay una razón por la que no quisieras decirme la verdad…

Esperanza suspiró.

– Necesito una ducha.

– Me estabas protegiendo.

– No te hagas el tierno conmigo, ¿vale? Detesto cuando lo haces.

– Bonnie te contó lo del accidente de coche. Lo de que soborné a los polis.

– Charlas de almohada -dijo Esperanza y se encogió de hombros.

– Y una vez que te detuvieron, le hiciste jurar que mantendría la boca cerrada. No porque estuvieses con ella. Sino por mí. Sabías que si alguna vez se hacía público lo de los sobornos, me vería en la ruina. Había cometido un delito grave. Me echarían del colegio de abogados o algo peor. Sabías que si alguna vez lo descubría, no podrías impedirme que hablase con el fiscal, porque eso hubiese bastado para sacarte de la cárcel.

Esperanza apoyó las manos en los muslos.

– ¿Estás intentando decirme algo, Myron?

– Gracias -dijo él.

– No tienes nada que agradecerme. Estabas demasiado alicaído después de lo de Brenda. Tenía miedo de que hicieses algo estúpido. Tienes ese hábito.

Él la abrazó de nuevo. Ella le devolvió el abrazo. Esta vez no había nada de embarazoso. Cuando acabaron de abrazarse, él dio un paso atrás.

– Gracias.

– Deja de decirlo.

– Eres mi mejor amiga.

– También lo hice por mi bien, Myron. Por la empresa. Mi empresa.

– Lo sé.

– ¿Todavía nos queda algún cliente? -preguntó ella.

– Unos cuantos.

– Quizás entonces lo mejor será ponernos al teléfono.

– Quizá -dijo él-. Te quiero, Esperanza.

– Cállate antes de que vomite.

– Y tú me quieres.

– Si comienzas a cantar Barney, te mataré. Ya he estado en la cárcel. No me da miedo estar encerrada otra vez.

Big Cyndi asomó la cabeza. Sonreía. Con la piel naranja, parecía la más terrorífica calabaza de Halloween. -Marty Towey en la línea dos. -Yo lo cogeré -dijo Esperanza. -Y tengo a Enos Cabral en la línea tres. -Mío -dijo Myron.


Al final de un maravilloso largo día de trabajo, Win entró en la oficina.

– Hablé con Esperanza -dijo-. Comeremos pizza y miraremos las viejas series de CBS en mi apartamento.

– No puedo.

Win enarcó una ceja.

Todo en familia, El show de Mary Tyler Moore, Carol Burnett.

– Lo siento.

– El episodio de Sammy Davis en Todo en familia.

– Esta noche no, Win.

Win pareció preocupado.

– Sé que quieres castigarte a ti mismo -dijo-, pero esto es llevar la autoflagelación demasiado lejos.

Myron sonrió.

– No es eso.

– No me digas que quieres estar solo. Nunca quieres estar solo.

– Lo siento, tengo otros planes -explicó Myron.

Win enarcó una ceja, se volvió, salió sin decir otra palabra.

Myron cogió el teléfono. Marcó un número conocido.

– Voy para allí -dijo.

– Bien -respondió mamá-. Ya he llamado a Fong's. He pedido doble ración de gambas con salsa de langosta.

– ¿Mamá?

– ¿Qué?

– De verdad que ya no me gustan las gambas con salsa de langosta.

– ¿Qué? Siempre te han gustado. Son tus preferidas.

– No, desde que tenía catorce años.

– ¿Entonces cómo es que nunca me lo has dicho?

– Lo he hecho. Varias veces.

– ¿Y qué esperas, que recuerde cualquier tontería que me digas? ¿Me estás diciendo, Myron, que tu paladar es demasiado maduro para las gambas con salsa de langosta de Fong's? ¿Qué te crees que eres, el Gourmet Galopante o algo así?

Myron oyó que su padre gritaba al fondo.

– Deja de incordiar al chico.

– ¿Quién lo está incordiando? ¿Myron, te estoy incordiando?

– Y ven deprisa -gritó papá-. El partido está a punto de empezar.

– Vaya qué importante, Al. No le importa.

– Dile a papá que voy para allí -dijo Myron.

– Conduce despacio, Myron. No hay prisa. El partido puede esperar.

– Vale, mamá.

– Y ponte el cinturón.

– Claro que sí.

– Y tu padre tiene una sorpresa para ti.

– ¡Helen! -De nuevo era papá.

– ¿Qué es tan importante, Al?

– Quería decírselo yo…

– Oh, deja de hacer el tonto, Al. ¿Myron?

– ¿Sí, mamá?

– Tu padre ha comprado entradas para el partido de los Mets. Para el domingo. Sólo vosotros dos.

Myron tragó saliva, no dijo nada.

– Juegan contra los Atunes -dijo mamá.

– ¡Los Delfines! -gritó papá.

– Atunes, Delfines, ¿cuál es la diferencia? ¿Es qué ahora eres un biólogo marino, Al? ¿Es lo que vas a hacer con tu tiempo libre, estudiar peces?

Myron sonrió.

– ¿Myron, estás ahí?

– Voy de camino, mamá.

Colgó. Se dio una palmada en los muslos y se levantó. Le dijo buenas noches a Esperanza y a Big Cyndi. Entró en el ascensor y consiguió sonreír. Los amigos y las amantes estaban muy bien, pensó, pero algunas veces, un chico sólo quiere estar con mamá y papá.

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