Capítulo 22

Atlanta,

lunes, 5 de febrero, 7:45 horas

– ¿Qué hay en esas cajas? -preguntó Susannah a la mañana siguiente, sentada en el despacho de Luke.

Luke levantó la cabeza de los informes. Se la veía fresca y guapa con el vestido negro que Chloe le había prestado el sábado anterior. La prenda había aparecido como por arte de magia en el armario de Luke mientras dormían, sin rastro del barro ni de la sangre con que se había manchado durante el funeral de Sheila Cunningham. Era una buena cosa tener a un tintorero en la familia.

– Anuarios -respondió él-. De todas las escuelas en un radio de cuarenta kilómetros de Dutton. Nos sirvieron la semana pasada para identificar a las víctimas que aparecen en las fotos de Simon.

Susannah se arrodilló en el suelo y destapó la caja.

– ¿Está el de mi último año?

– No. Se lo regalé a Daniel. Es posible que esté en su despacho. ¿Por qué?

– Solo tenía curiosidad por ver si era tal como me recuerdo. La perspectiva tiene efectos curiosos.

– ¿No tienes ninguna foto tuya de esa época?

Ella le lanzó una mirada penetrante.

– ¿Para qué? Lo que quería era olvidarla.

– Yo tengo una foto tuya, más o menos. -Se sacó la cartera del bolsillo sintiéndose un poco tonto-. Estaba revisando los anuarios y vi tu foto. Llevaba varios días pensando en ti, desde que te vi en el funeral de tus padres. Y… me hice una fotocopia. Llegué incluso a plantearme ir a Nueva York para conocerte; hasta miré los precios de los vuelos.

Ella se sentó sobre los talones. Sonreía, encantada.

– No es verdad.

– Sí. -Le entregó la fotocopia doblada y observó cómo la abría con cautela.

Su sonrisa se desvaneció.

– Qué triste se me ve.

– Sí -dijo él en tono quedo-. Yo también lo pensé.

Ella tragó saliva y le devolvió la copia.

– Entonces, ¿por qué te hiciste una fotocopia?

– Porque pensé que, a pesar de la tristeza, eras lo más bonito que había visto en mi vida.

Ella se sonrojó, y a él le encantó.

– Qué amable. -Se volvió hacia la caja y él retomó los informes. Guardaron silencio durante un rato y al fin ella volvió a hablar-. Luke, sé por qué llamaban Rocky a Kate Davis. -Dejó un anuario sobre su escritorio y se situó tras él mientras observaba. Allí aparecía una fotografía de una joven con dientes de conejo y gafas de culo de botella-. Es ella -dijo-. Rocky.

Luke trató de casar la imagen de aquella fea chiquilla con la de la elegante mujer en que se había convertido Kate Davis.

– Estás de broma.

– No. Ya ves que los brackets y el maquillaje hacen maravillas. Me había olvidado por completo hasta que he visto la foto, pero es cierto que ya en la escuela la llamaban «Rocky». Por la ardilla que acompaña al alce en sus aventuras -añadió al verlo desconcertado.

– ¿Qué tiene que ver eso?

Ella frunció el entrecejo, pensativa.

– Todo empezó con una obra de teatro. Como nuestra escuela era privada, empezaba en cursos inferiores y había niños pequeños. Representamos Blancanieves y algunos niños hacían de animalitos. A un brillante profesor se le ocurrió darle a Kate el papel de ardilla. En aquella época debía de tener ocho o nueve años.

Luke miró los dientes de Kate en la foto.

– Qué cruel.

– Después de eso empezaron a llamarla Rocky. Y como Garth era muy grandote, empezaron a llamarlo Bullwinkle. A él no le importaba, pero a Kate sí. Recuerdo verla llorar. -Suspiró-. Tendría que haber hecho algo al respecto, pero eso fue justo después de que… bueno, de que Simon y los demás hicieran lo que hicieron. Yo entonces estaba muy encerrada en mí misma.

– Lo comprendo. -Luke hizo girar la silla y la miró, decidido a hacerle la pregunta directa-. Susannah, ¿cómo supiste que Simon te había violado?

Ella se estremeció.

– Me enseñó una foto. Alguien tuvo que hacerla, porque el que aparecía era sin duda Simon, con prótesis incluida.

– ¿Qué pasó con esa foto?

– No lo sé. La utilizó contra mí y luego la escondió. Pero yo la vi, y eso de que Garth diga que miento… aún complica más las cosas.

Él vaciló, y cuando ella lo miró con cara interrogativa se decidió a hablar.

– Es que me sorprende que no esté con las demás. Ni en la caja que encontró Daniel ni en la que encontraste tú.

Ella entornó los ojos.

– ¿No me crees?

– Claro que sí -se apresuró a responder él, y ella relajó la expresión-. Claro que te creo. Sólo me pregunto a dónde ha ido a parar la foto. -Sostuvo su mano entre las suyas-. No te preocupes por eso. Te acompañaré a ver a Garth cuando termine la reunión esta mañana. Es posible que él sepa dónde se esconde Bobby. Ahora tengo que marcharme. -Le estampó un beso en los labios.

– Luke. -Él se volvió en la puerta. Tenía los ojos muy abiertos y las manos entrelazadas con tanta fuerza que los nudillos le blanqueaban-. Dile a Chloe que se decida. Necesito saberlo.


Atlanta,

lunes, 5 de febrero, 7:55 horas

– Tienes mejor aspecto -le dijo Chase a Luke cuando este se sentó ante la mesa de la sala de reuniones.

– Tú no -repuso Luke-. ¿Se sabe algo de lo de Leigh?

– No. He hablado con su familia y nadie tiene ni idea de por qué ha hecho una cosa así.

El resto del equipo se unió a ellos. A excepción de Chloe y Ed, todos tenían aspecto de haber descansado, aunque seguían estando agotados. Ed deslizó una nota frente a Luke cuando pasó por su lado. Decía: PATERNIDAD DE LOOMIS. POSITIVO.

Era una de las respuestas confirmadas. Miró a Ed a los ojos desde el otro lado de la mesa y asintió.

– ¿Quieres compartir la nota con el resto de la clase? -le pidió Chase con ironía.

Susannah le había dado permiso para compartir la información, ahora que Daniel ya lo sabía.

– Angie Delacroix, la peluquera de Dutton, le dijo a Susannah que no era hija de Arthur Vartanian. Su madre tuvo una aventura con Frank Loomis. Ed ha hecho las pruebas pertinentes y es cierto. El padre biológico de Susannah era Frank Loomis.

Chase pestañeó.

– Vaya, eso no me lo esperaba.

– Ni ella tampoco -contestó Luke-. Parece que Frank Loomis hizo bastantes cosas para solucionar los problemas legales de Simon, incluso falsificar pruebas en el juicio de Gary Fulmore.

– Eso explica muchas cosas -dijo Chloe-. Me aseguraré de que quede incluido en el historial. Iniciamos una investigación contra Frank Loomis el día antes de que lo asesinaran.

– Hablando de investigaciones -empezó Luke-, Susannah necesita saber qué vas a hacer, Chloe.

Se la veía deshecha.

– No he pegado ojo en toda la noche. Lo siento, Luke; tengo que presentar cargos.

Él se ahorró la que habría sido una respuesta cortante.

– Al menos lo sabrá. Explícaselo -añadió al ver al equipo desconcertado.

– Ayer se descubrió que Susannah Vartanian llevaba una pistola sin permiso -dijo ella.

– ¡Dios mío, Chloe! -le espetó Talia.

– Menuda estupidez -añadió Pete-. Encima de que la agredieron, la insultas.

– No la han condenado nunca, ¿verdad, Chloe? -preguntó Chase en tono abatido.

– No. Ha realizado trabajos para la comunidad, pero no la han condenado. -Miró a Luke, y por primera vez en su vida él vio a la atrevida Chloe al borde de las lágrimas-. Lo siento.

Él le dio una palmada en la mano.

– Tranquila, a ella también le parece lo correcto. En tu lugar habría hecho lo mismo.

Chloe exhaló un suspiro.

– Aun así es duro.

– En la última semana todo está siendo muy duro -terció Chase-. Ed, te has pasado toda la noche trabajando. Diles lo que has descubierto.

– Varias cosas. -Sus ojos brillaban en contraste con el rostro consumido-. Hemos conseguido aislar algunas huellas de las jeringuillas que encontramos en la nave y hay una que casa con el registro del hospital. -Extrajo una fotografía de su carpeta-. Es Jeff Katowsky, de treinta y nueve años; uno de los enfermeros. Lo hemos encontrado esta mañana, se escondía en el sótano de casa de su madre.

– ¿Fue él quien trató de matar a Ryan Beardsley? -preguntó Luke.

– Ha confesado -dijo Chase-. Una mujer lo amenazó con revelar su adicción a las drogas si no mataba a Beardsley. Igual que a Jennifer, la otra enfermera.

– ¿Cómo sabía Bobby los secretos de esa gente? -se extrañó Nancy-. Alguien ha tenido que informarla. ¿Quién conocía la adicción de Jeff?

– No quiere decirlo -respondió Chase-. Chloe le ha ofrecido un trato y aun así no quiere hablar.

– Está verdaderamente aterrado -explicó Chloe-. Ha dicho que gracias a nosotros estaría a salvo, y se ha echado a reír.

– Igual que Michael Ellis, el asesino de Darcy -observó Luke-. No es una coincidencia.

– Chloe, ¿le has pedido a Al Landers que presione más al asesino de Darcy? -quiso saber Chase.

– Lo he llamado esta mañana, antes de venir aquí, pero aún no había llegado al despacho. -Sacó su BlackBerry del bolso-. También le envié un mensaje anoche, después de la reunión. -Buscó entre sus mensajes y luego levantó la cabeza con mala cara-. Aquí está la respuesta. Dice que él mismo irá hoy a verlo a la cárcel, pero que no ha recibido el dibujo que le mandamos por fax, el que hizo la retratista con la descripción de Susannah del hombre que la violó la noche en que asesinaron a Darcy.

Luke cerró los ojos.

– Susannah dijo que la retratista le había entregado el dibujo a Leigh.

– Mierda.

Chase avisó a la nueva secretaria que ocupaba el puesto de Leigh. Unos minutos más tarde les informó de las malas noticias.

– No hay rastro de que se haya recibido el fax en Nueva York. Leigh no lo envió y tampoco está en su escritorio.

– La retratista debe de tener una copia -dijo Pete-. Podemos enviarlo nosotros.

– Sí, claro -dijo Luke-. Pero ¿por qué no lo envió Leigh? Parece que estuviera jugando a dos bandas, dándole información a Bobby y ayudándonos a nosotros. Me pregunto qué más nos ha ocultado.

– He rastreado las llamadas del teléfono de su despacho y las de las líneas del centro de atención que se hicieron durante la noche -dijo Chase-. Parece que compartía toda la información que llegaba.

– Puede que conociera al hombre del retrato -apuntó Luke-. O puede que Bobby le pidiera que no lo enviara.

Chase mantuvo la mirada fija unos instantes, luego suspiró.

– Tal vez tengas razón. Le pediré a la nueva secretaria que avise a la retratista. Enviaremos el dibujo y veremos qué más se mueve. De momento, vamos a centrarnos en identificar al desconocido a quien Monica Cassidy oyó en la nave. Podría ser el único que queda en pie capaz de ayudar a escapar a Bobby.

– Mansfield tomó fotos de Granville en la nave, por si alguna vez tenía que enfrentarse a él -dijo Ed-. Puede que ese tipo aparezca en alguna.

A Luke le dio un vuelco el estómago y la bilis se le subió a la garganta ante la idea de tener que volver a examinar las imágenes.

– Yo me encargaré de revisarlas.

Chase le dirigió una mirada solidaria.

– Puedo pedírselo a otra persona.

– No. Quiero pillar a ese tío. Yo me encargaré. -Y si el trabajo lo sobrepasaba, ahora tenía dónde apoyarse. Se preguntaba si Susannah sabía lo que se había ofrecido a hacer, y luego la recordó aquella primera tarde en el coche. «Y una parte de su ser va muriendo poco a poco.» Lo sabía. Lo sabía por experiencia. Y por eso sentía auténtica necesidad de ayudarle-. Pero antes quiero hablar con Garth Davis. Es posible que él sepa dónde se esconde su esposa.

– Esta tarde comparecerá ante el juez -dijo Chloe-. A las once lo trasladarán.

– ¿Puedes pedir la prisión preventiva? -preguntó Talia.

– Voy a intentarlo, pero no creo que me la concedan. Lo que sí es posible es que me permitan pedir una fianza muy elevada, y a fin de cuentas el resultado será el mismo. Las cuentas bancarias de Garth están en números rojos. Parece que Bobby lo dejó limpio antes de desaparecer.

– ¿No recuperará el dinero? -preguntó Nancy, y Chloe se encogió de hombros.

– Lo recuperaría si pudiéramos separar el dinero de Garth de los ingresos de Bobby -dijo con aire inocente-. En su ordenador encontramos el acceso a sus cuentas bancarias.

– El disco duro de Bobby estaba repleto de información -dijo Ed apretando la mandíbula-. Se estaba forrando vendiendo niñas a ricos depravados. De momento estamos demasiado ocupados tratando de demostrar sus transacciones para preocuparnos por el dinero de Garth. Por mí puede pudrirse esperando.

– Que así sea -respondió Luke-. ¿Hemos terminado? Quiero ver a Garth antes de que lo trasladen.

– En un minuto -lo frenó Chase-. Pete, consigue el retrato y difúndelo. Enséñaselo también a los familiares y amigos de Leigh, a ver si lo reconocen. Quiero saber quién es. Talia, ponte en contacto con la policía de Arkansas. Averigua todo lo que puedas sobre la infancia de Bobby, sobre quién podría estar ayudándola. Ed, ¿qué te traes entre manos?

– Estamos buscando fabricantes de cemento.

– ¿Para qué? -preguntó Pete.

– ¿Recordáis que os conté que el suelo de la nave era muy antiguo pero que las paredes eran nuevas, prefabricadas? Bueno, pues adivinad quién tenía en su sótano paredes prefabricadas de idéntica composición.

– Mansfield -dijo Nancy, chasqueando los dedos-. En el sótano donde guardaba las municiones y el material pornográfico.

– Exacto. Tengo una lista de fabricantes de cemento que utilizan esos minerales -dijo Ed-. Si Mansfield compró una nave entera, ¿a quién más le habrán entregado material?

– ¿Qué hay de la llave de la caja de seguridad de Granville?

– Comprobadlo -ordenó Chase-. Hoy los bancos están abiertos. Averiguad si Granville tiene una caja de seguridad en alguno. Germanio, te quiero en Dutton a las diez. El funeral de Janet, la hija del congresista Bowie, se celebra al mediodía.

– Fue la primera de las víctimas de O'Brien la semana pasada -explicó Chloe-. Para los medios será un festín, habrá políticos y periodistas por todas partes. Y es posible que Bobby se deje caer.

– Ya lo sé. Hemos dispuesto videovigilancia y agentes de paisano tanto en la iglesia como en el cementerio. -Chase miró a Germanio-. Te conseguiré una lista de los agentes. Quiero que tú te encargues de la coordinación. Vigilaremos a la gente que entre en la iglesia, pero el cementerio será más difícil de controlar. Al parecer han invitado a los medios a un almuerzo que se celebrará después. Me encargaré de que te permitan entrar.

Germanio asintió.

– De acuerdo.

– Muy bien. Volveremos a encontrarnos aquí a las cinco. Ahora os quiero a todos fuera. -Chase señaló a Luke y a Chloe-. A vosotros dos no.

– ¿Qué pasa? -preguntó Luke impaciente cuando los demás se hubieron marchado.

– Anoche, cuando terminé de rastrear las llamadas de Leigh, estuve leyendo el resto del diario de Jared O'Brien. Luke, describe todas las violaciones con todo lujo de detalles y Susannah no aparece por ninguna parte. -Chase suspiró-. Y Jared era tan cabrón que se habría jactado de ello, como mínimo en el diario. Él quería… Había elegido a Susannah, pero Simon siempre se negó.

– Porque ya lo había hecho él -musitó Luke, y Chase frunció el entrecejo.

– ¿Qué sabes, Luke?

Luke suspiró.

– Susannah no quería que Daniel se enterara, pero Simon tomó parte al menos en una violación. Le enseñó una foto en la que aparecía violándola.

Chase negó con la cabeza.

– Jared lo deja muy claro. Simon nunca participaba. ¿Dónde está esa foto?

– No lo sabe.

– Si aparecía Simon quiere decir que al menos había otra persona -observó Chase-. Quien hizo la foto.

– Granville -dijo Luke, apretando los dientes-. Tuvo que haber sido Granville.

– Entonces es posible que Garth Davis esté diciendo la verdad -dedujo Chloe con voz queda.

– Ya lo sé -contestó Luke-. Y si está…

– No es culpable de su violación -terminó Chase-. Y es el único de los siete que sigue vivo.

– O sea que Susannah se ha expuesto públicamente en vano -concluyó Chloe con hastío-. Mierda.

– No ha sido en vano. -Los tres se volvieron hacia la puerta, donde Susannah se apostaba con un anuario en las manos-. Lo he contado por mí, para rehacer mi vida. -Miró a Luke a los ojos y Luke se obligó a corresponderle, a pesar de tener el corazón partido. Ella se aclaró la garganta-. He encontrado algo que deberíais ver. -Depositó el anuario sobre la mesa y lo abrió-. Estaba demasiado nerviosa para quedarme sentada mano sobre mano, así que me he dedicado a hojear los anuarios de la caja de tu despacho. Este es del instituto Springfield, está a unos treinta kilómetros de distancia de Dutton. -Señaló una foto-. Mirad.

– Marcy Linton. -Chase la miró con una mueca-. No la entiendo.

– Yo no la conocía como Marcy Linton -explicó Susannah-. La conocía como Darcy Williams.

Durante unos instantes se hizo un silencio lleno de estupefacción. Luego se oyó un suspiro colectivo.

– O sea que se crió a pocos kilómetros de ti pero la conociste en Nueva York -dijo Luke, despacio.

– No fue ninguna coincidencia -concluyó Susannah-. Eso formaba parte del plan. Quiero saber de qué modo, por qué y qué salió mal la noche en que la asesinaron.

– Estoy de acuerdo -dijo Chase-. Tenemos que averiguar más cosas sobre la señorita Marcy Linton. Le he pedido a Talia que se ponga en contacto con la policía de Arkansas para averiguar el pasado de Bobby. Cuando termine, le pediré que investigue a la familia Linton.

– Me gustaría ayudarle -se ofreció Susannah-. Por favor, Chase. Cuando conocí a Darcy me dijo que se había escapado de casa, que no tenía familia. Era mi amiga, o eso creía yo. Hice que la enterraran en Nueva York.

– ¿Usted pagó el funeral? -preguntó Chloe.

– No podía permitir que la llevaran a Potters Field. Si tenía familia en alguna parte, necesitarían saber qué le había ocurrido. Por favor, déjeme ir con Talia.

– Mientras no encontremos a Bobby, no quiero que salgas de este edificio -le espetó Luke.

Susannah negó con la cabeza.

– ¿Y si se escapa, si vuelve a desaparecer? ¿Y si no la encontráis nunca? No puedo pasarme la vida escondiéndome, Luke. Talia es una buena agente. Con ella estaré a salvo, y te prometo que me andaré con cuidado. Pero antes necesito hablar con Garth Davis.


Charlotte, Carolina del Norte,

lunes, 5 de febrero, 8:45 horas

El agente especial Harry Grimes estaba dando los últimos retoques al informe final sobre el secuestro y la liberación de Eugenie Cassidy cuando sonó su teléfono.

– Grimes.

– Harry, soy Steven Thatcher. Hemos encontrado el coche del doctor Cassidy.

El padre de Genie y Monica.

– Joder, Steven. ¿Dónde?

– En el lago Gordon. Ayer se celebró un torneo de pesca de róbalo y un tipo encontró allí el coche de Cassidy con la sonda de pesca. Ha llamado esta mañana cuando ha visto en las noticias que habíamos encontrado a Genie, pero se sigue sin rastro del padre. Hemos pedido a un equipo que drague el lago.

– Voy hacia allí.

– Oye, por cierto, ¿cómo está la chica? -preguntó Steven.

– Genie está intacta -dijo Harry-. Al menos físicamente, porque por lo demás sigue en estado de shock. Monica… Bueno, lo suyo es diferente. He hablado con su madre esta mañana. A la chica le espera una larga recuperación. Ojalá… Ojalá hubiéramos podido hacer algo para evitar todo esto.

– Al menos está viva -repuso Steve-. Recuérdalo. ¿Qué hay del tal Jason?

– En realidad era una banda formada por dos mujeres, un médico y un ayudante del sheriff. Todos los integrantes están muertos, excepto la mayor de las dos mujeres. Genie identificó a la más joven como su raptora.

– ¿Podría ser que alguien de la banda hubiera matado al doctor Cassidy, suponiendo que el coche que se ha encontrado sea verdaderamente el suyo?

Harry verificó sus notas.

– No, no ha podido ser ninguno de ellos cuatro. Dada la hora a la que la vecina de Cassidy vio pasar el coche, no ha podido ser ninguna de las mujeres. La más joven murió al mediodía, en Georgia. La mayor fue vista en el escenario y es probable que fuera quien mató a la más joven.

– ¿Y el ayudante del sheriff?

– Lo mataron el viernes, el día en que se escapó Monica. Ese mismo día mataron al médico.

– Mierda -renegó Steven-. Tienen montado un buen lío por ahí abajo.

– No creo que sepamos ni la mitad. He hablado con Luke Papadopoulos, de Atlanta. Dice que por lo menos dos elementos andan sueltos: la mujer joven y otro más.

– ¿Qué sabes del secuestro de Genie?

– Se la llevaron de una cafetería que no cierra por las noches; se llama Mel's.

– Yo que tú echaría un vistazo.

– Ya lo hice, pocas horas antes de que encontraran a Genie. Según la chica, fue la mujer joven quien la raptó, y ahora está muerta.

– Pero también dices que esa mujer no pudo haber estado implicada en el secuestro del padre de Genie, o sea que al menos tenemos un elemento más. Puede que sea el mismo a quien ese Papadopoulos de Atlanta está buscando. En la cafetería, ¿hay alguna cámara de videovigilancia?

– Sólo la de la caja registradora. Pero… -Harry volvió a hojear sus notas-. Al otro lado de la carretera hay un cajero automático. Es posible que el ángulo de la cámara sea el apropiado.

– Ya lo tienes -dijo Steven-. Sigue por ese camino, chico. Te llamaré si encontramos al doctor Cassidy.


Atlanta,

lunes, 5 de febrero, 9:35 horas

A Susannah se le revolvió el estómago mientras esperaba en la puerta de la sala de interrogatorios en la que estaba Garth Davis.

– Tengo miedo, Luke -susurró.

Él le pasó el brazo por la cintura.

– No tienes por qué hacerlo. Puedo entrar yo solo a hablar con él.

– No; necesito hacerlo. -Exhaló un hondo suspiro-. Terminemos cuanto antes.

Chloe aguardaba dentro de la sala, junto con Garth Davis y su abogado.

– Garth -musitó Susannah, y se sentó en la silla que le ofrecía Luke.

– Susannah -dijo él con recelo-. Cuánto tiempo.

– Sí, mucho. -Escrutó su rostro, no como fiscal sino como una mujer cuya vida llevaba desbaratada demasiado tiempo. Garth tenía un aspecto demacrado, ojeroso. A sus apenas treinta y dos años se lo veía… viejo. Tanto como se sentía ella.

Garth miró a Luke.

– Ha encontrado a mis hijos. Gracias.

Luke, sentado al lado de Susannah, respondió con un único gesto afirmativo.

– Ya le dije que los encontraríamos.

– He visto las noticias. Le juro que no sabía en lo que andaba metida Barbara Jean.

– Ayer intentó matarme -le espetó Susannah.

Garth la miró a los ojos con expresión angustiada.

– Ya lo sé.

– ¿Sabías que me odiaba?

– No.

– ¿Sabías que era hija de Arthur Vartanian? -preguntó.

Él abrió los ojos con gran asombro.

– ¿De verdad?

– Sí. -Y entonces supo lo que quería preguntarle-. ¿Violaste a quince chicas?

– Garth -le advirtió su abogado, pero Garth levantó la mano con gesto cansino.

– Ya está bien. No voy a librarme de esta. Tienen fotos, y un diario. Mi hermana está muerta, y la mitad de la población de Dutton también. Ya ha muerto demasiada gente por culpa de los pecados de una panda de chiquillos imbéciles.

– Mi oferta inicial sigue en pie, señor Davis -dijo Chloe-. Quince años.

– Eso es excesivo, Chloe -se quejó el abogado-. Era un niño, por el amor de Dios.

– Tenía diecisiete años.

– La mitad -propuso el abogado, y Chloe alzó los ojos en señal de exasperación.

– Hay una sentencia obligatoria por cada víctima. Si un juez ordena que se cumplan de forma consecutiva, tu cliente podría pasarse en la cárcel el resto de su vida.

– Ningún juez hará eso -alardeó el abogado.

Garth sacudió la cabeza.

– Déjalo ya, Sweeney. No puedes librarme de esto.

– Pediremos un cambio de jurisdicción -saltó el abogado, y Garth se echó a reír con amargura.

– ¿A Marte? No hay un lugar donde no conozcan «El club de los violadores muertos». -Hizo una mueca-. Aceptaré el trato de la señorita Hathaway. Así saldré de la cárcel a tiempo de conocer a mis nietos. Sí, Susannah, hace trece años violé a quince chicas. Me vi envuelto en aquel juego… En la idea de que eso nos hacía más hombres. Pero te juro que a ti no te violé.

Ella lo creyó. Aun así…

– Puede que te excluyeran por una vez.

– No lo creo. -Se encogió de hombros-. Los otros habrían alardeado de ello. En aquella época todos querían hacerlo contigo. Eras circunspecta, distinguida… Inaccesible.

– Lo que estaba era retraída y traumatizada -dijo ella sin alterarse-. Me habían violado.

– Lo siento de veras. Pero no fui yo, ni los demás tampoco. Te aseguro que se habrían jactado de ello, sobre todo Jared O'Brien. -Hizo una pausa y suspiró-. Puede que lo hiciera Granville.

– ¿Por qué dice eso, señor Davis? -preguntó Chloe.

– Siempre era el que llevaba la voz cantante, y todos lo sabíamos aunque no dijéramos nada. Todos teníamos demasiado miedo de Simon para hacerle ver que no era el cabecilla. En realidad era Toby Granville quien organizaba las agresiones. Él elegía a la chica, el momento y el lugar.

– Pero eso no explica por qué cree que fue Granville quien violó a Susannah -repuso Chloe.

Él cerró los ojos.

– No quiero hablar de eso.

– Señor Davis -prosiguió Chloe con aspereza-, si lo que está buscando es un acuerdo mejor…

– No. Mierda -espetó él-. Todos queríamos hacérnoslo con Susannah, ¿está claro?

Susannah se puso tensa y Luke le ofreció su mano. Ella la aferró con fuerza, atenta, porque Garth parecía haber olvidado que ella estaba en la sala y se dirigía a Chloe.

– ¿Y qué se lo impedía? -preguntó a continuación Chloe con frialdad.

– Granville. Simon decía: «A Susannah no», como si estuviera protegiendo su territorio. Su territorio… ¡Y una mierda! Siempre decíamos que Simon se lo haría con su propia madre si pudiera. Y vaya si se lo hizo.

Susannah, horrorizada, se quedó mirándolo, apenas capaz de captar la mirada de advertencia de Chloe.

– ¿Está diciendo que Simon tenía una relación impropia con su madre? -preguntó Chloe, en tono igual de frío.

– Sí, eso es lo que digo, porque es lo que dijo Simon. Y tenía fotos -añadió con repugnancia-. A Simon no le preocupaba Susannah. A Simon sólo le preocupaba Simon.

– Pero el resto del grupo quería elegir a Susannah -apuntó Chloe sin alterarse.

– Sí. Al final un día Granville nos habló uno por uno y nos advirtió que dejáramos de pedirla a ella. Nos dijo: «Susannah ya está adjudicada.»

– ¿A quién?

– A él, a Toby Granville. Eso es lo que entendimos. -Dejó caer los hombros y se volvió hacia Susannah-. Lo siento. Creíamos que eras de Granville, y que lo sabías. Cuando te oí acusarme, me quedé de piedra. Es la verdad.

Ella respiraba muy deprisa porque le parecía que en la sala faltaba aire. Y no pudo pronunciar una sola palabra. Luke le estrechó la mano con fuerza.

– Tengo unas cuantas preguntas, señor Davis -empezó Luke-. En primer lugar, ¿sabe dónde se esconde su esposa?

– Si lo supiera, se lo diría. Podría aparecer y llevarse a los niños mientras yo estoy aquí encerrado. Así no puedo protegerlos. Por eso si supiera dónde está, se lo diría para proteger a mis hijos.

– ¿Quiénes son sus amigos? -preguntó Luke.

– Tenía una buena relación con Marianne Woolf, pero mi abogado me ha explicado que Barbara también había secuestrado a Marianne. Todas las semanas iba a Angie's. Podrían preguntarle a ella. También decía que tenía amigos en Atlanta; salía a comer con ellos bastante a menudo. -Le dijo algunos nombres y Luke sacudió la cabeza.

– Son nombres de clientes que hemos encontrado en su ordenador.

Garth se encogió de hombros.

– No me extraña. Solía tener comidas de trabajo.

– ¿Qué tipo de clientes tenía su esposa? -preguntó Chloe con cautela.

Garth primero miró a Chloe y después a Luke.

– Tenía un estudio de interiorismo.

Al hombre lo habían engañado, pensó Susannah. De no ser porque también él era un monstruo, le habría inspirado cierta lástima.

Por la cara de Luke, Susannah dedujo que tampoco él sentía un ápice de lástima por el hombre. Luke arrancó una hoja de su cuaderno y, sin soltar la mano de Susannah, dibujó la esvástica que ella llevaba grabada en la cadera.

– ¿Reconoce esto?

Los ojos de Garth emitieron un centelleo.

– Sí.

– ¿Y bien? -preguntó Luke.

Garth miró a Chloe.

– Antes de seguir hablando, quiero una concesión. Confesaré, pero quiero cumplir la condena aquí, para poder ver a mis hijos.

– Depende -dijo Chloe-. Sabemos que Granville llevaba ese símbolo en un anillo y en un colgante. ¿Sabe algo más?

– Sí -dijo Garth.

Chloe asintió.

– Entonces puedo solicitar que le permitan cumplir la condena en una prisión cercana.

– En una prisión cercana. -Frunció los labios ante la evasiva de Chloe-. Ustedes los abogados siempre demuestran preocuparse mucho por los clientes -musitó-. No sabía que Granville también tuviera un anillo. Mi esposa tiene uno así. Es grande, de hombre. Solo lo vi una vez. Me dijo que era de su padre. Yo le dije que no quería verlo por casa, que no me parecía bien de cara a los niños. Ella estuvo de acuerdo y me prometió que se desharía de él. Nunca más he vuelto a verlo.

– Descríbalo -le pidió Luke.

– Es macizo, creo que de plata. Tiene ese dibujo grabado.

– ¿De qué tamaño? -preguntó Luke-. El dibujo.

– Como una moneda de diez centavos, por lo menos. -Entornó los ojos-. ¿Por qué?

– ¿Sabía que Kate tenía ese dibujo grabado en la cadera? -preguntó Chloe.

Él volvió a abrir los ojos en señal de estupefacción.

– No.

– ¿Qué relación tenían su esposa y su hermana? -quiso saber Chloe.

Él se quedó boquiabierto.

– ¿Insinúa que mantenían… relaciones sexuales?

– No -respondió Chloe-. ¿Lo insinúa usted?

– ¡No! -exclamó horrorizado-. Eran como hermanas. Barbara hacía que Kate se sintiera atractiva. Se aseguraba de que la ropa le quedara bien y le enseñaba cómo tenía que caminar y hablar. Dios mío. -Parecía turbado-. ¿Mi mujer y mi hermana?

– Está al tanto de que su mujer regentaba un negocio de prostitución de menores, ¿no? -preguntó Chloe en tono neutro.

– He leído lo de las chicas, sí… -Dejó caer los hombros-. Antes no lo sabía. No sabía lo que sucedía bajo mi propio techo. ¿Ha agredido a mis hijos?

– No hay nada que lo indique -respondió Chloe-. El juzgado se encargará de que reciban asistencia social y psicológica cuando se asigne la custodia. Usted ha sido franco con nosotros, así que yo, también le seré franca. Tenemos datos que demuestran que su esposa ejercía de prostituta antes de que a usted lo eligieran alcalde de Dutton.

Garth se dejó caer hacia atrás en la silla.

– ¿Qué?

– Hemos encontrado datos al respecto en su ordenador. Llegaban a pagarle hasta quinientos dólares por una hora. Uno de sus antiguos clientes denunció más tarde que lo había chantajeado. Los nombres de sus «amigos» de Atlanta aparecen en la lista de sus clientes.

Susannah miró a Luke. Él también parecía sorprendido. Garth palideció.

– Todo este tiempo… -susurró-. Me dijo que había montado un estudio de interiorismo. Mi tío Rob siempre me advirtió que no era trigo limpio. Tendría que haberle hecho caso.

Susannah se frotó las sienes.

– Garth, esta mañana he estado revisando los anuarios de la escuela -empezó-. Sólo unos pocos alumnos de la academia Bryson no procedían de familias ricas. Barbara vivía con su tía, ¿verdad? Y no iban precisamente holgadas.

– Tenía una beca -musitó él-. Uno de los profesores le ayudó a conseguirla. No lo soporto más. Que se me lleven de aquí.

Cuando se hubo marchado, Chloe sacudió la cabeza.

– Su mujer vende niñas a viejos depravados, mata a su hermana y lo que más le molesta es que lo engañara.

Luke tomó a Susannah por la barbilla y le levantó la cabeza.

– Lo de Simon y tu madre ha sido un buen golpe.

– Pero explica muchas cosas. -Sus labios se curvaron con amargura-. Anda que Daniel y yo venimos de buena cepa.

– En general los personajes de esa ciudad parecen salidos de la caldera del diablo -bromeó Chloe-. Pero dicen que las malas hierbas son mucho más resistentes que las rosas.

Susannah esbozó una triste sonrisa.

– Gracias, Chloe.

Chloe se puso en pie.

– Tengo que interrogar a otro preso. Si se da prisa, llegará a tiempo de ver a Daniel en el vestíbulo.

– ¿Daniel está aquí? -preguntó Luke.

– Le han dado el alta esta mañana -explicó Susannah-, pero no sabía que fuera a venir aquí.

– Alex tiene algún asunto pendiente con su padrastro -dijo Chloe-. Ellos se lo explicarán. Yo la veré más tarde.

Cuando se hubo marchado, Luke ayudó a Susannah a ponerse en pie.

– Te llevaré a ver a Talia para que podáis buscar juntas a la familia de Marcy. O Darcy. -Vaciló-. No te habrá afectado esa bobada de las malas hierbas, ¿verdad?

– No lo sé. Claro que en este caso da bastante igual si en la formación del carácter tiene más peso la biología o la educación. Tanto en el caso de Daniel como en el mío, las dos cosas han sido una mierda. No me extraña que Simon se convirtiera en un monstruo semejante.

– Pero Daniel y tú sois buenas personas.

Ella sonrió, aunque tenía el estómago más revuelto que antes de entrar en aquella sala.

– Dos de tres no es una mala proporción, ¿no?


Dutton,

lunes, 5 de febrero, 10:00 horas

Charles estaba preparando su traje negro cuando sonó su teléfono móvil.

– Paul. ¿Y bien?

– Ya está. Le agradezco el aviso. La retratista hizo un trabajo de puta madre. Cualquier policía de Atlanta que hubiera visto el dibujo me habría reconocido en dos segundos.

– ¿Tienes el original y todas las copias?

– Sí. La retratista había guardado una en el servidor del GBI pero la ha borrado antes de que yo la borrara a ella de la faz de la tierra. Y hoy -dijo con regocijo en la voz- me han asignado una nueva misión.

Charles dejó de prestar atención a las corbatas.

– ¿De qué estás hablando?

– Bueno, parece que el grupo de investigación del GBI se ha quedado un poco corto esta vez, entre los agentes que han muerto y los que están hospitalizados.

– Ya me imagino que en estos momentos están algo faltos de recursos. ¿Y?

– Pues que han pedido ayuda al Departamento de Policía de Atlanta para que proteja a las personas que piensan que corren peligro por culpa de Bobby. Me he prestado voluntario.

Charles se sentó mientras se le aceleraba el pulso.

– ¿Te ha tocado hacer de guardaespaldas de Susannah?

– No. De eso se encarga Papadopoulos. Pero casi. Me ha tocado proteger al valiente y respetable Daniel Vartanian.

La sonrisa de Charles se amplió.

– Excelente. ¿Dónde estarás?

– Ahora estoy dentro del coche, delante de su casa. Él está convaleciente y se supone que yo debo encargarme de ahuyentar a los periodistas y a cualquier enemigo potencial.

– Nos ocuparemos de que descanse en paz -dijo Charles. Su sonrisa se desvaneció-. Supongo que su enfermera particular, es decir, Alex Fallon, también está con él.

– Supongo que sí.

– Ellos mataron a Toby Granville.

– Fue Mark O'Brien quien mató a Granville, Charles, no Daniel Vartanian ni Alex Fallon.

– Me da igual. Las cosas se sucedieron por culpa de Vartanian y su enfermera. Ellos mataron a uno de los míos y lo pagarán. Tengo que dejarte. Hoy se celebra otro funeral y aún he de vestirme.

– ¿A quién entierran ahora?

– A Janet, la hija del congresista Bowie. Se espera una plaga de periodistas y el tráfico estará imposible. Entre el oficio religioso, el entierro y el almuerzo que han previsto luego, la cosa durará todo el día. Envíame un mensaje al móvil si me necesitas; dentro de la iglesia no podré hablar por teléfono.

– De acuerdo.

Charles echó un vistazo a los utensilios de cirujano con los que la noche anterior había curado a Bobby. Eran un regalo de Navidad de Toby Granville. Esa semana le habían resultado muy útiles entre el juez Borenson y Bobby Davis. Pensó que a Toby le habría alegrado saberlo.

– Ah, Paul. No mates a Vartanian. Tráemelo a mí.

– ¿Lo dejo donde siempre?

– Sí. Pero antes tendrás que deshacerte del juez Borenson.

Paul gruñó con repugnancia.

– ¿Cuánto tiempo lleva muerto, Charles?

– Es posible que siga con vida. Hace unos cuantos días que no lo compruebo.

– ¿Ya ha averiguado todo lo que tenía que averiguar?

– Sí. Si no está muerto, haz lo que quieras con él. Y que Daniel lo vea.

– ¿Y la hermana?

– Ya me ocuparé de ella a mi manera.

– Hágalo rápido. Cuando el GBI descubra que la retratista está muerta, le pedirán que haga otra descripción. Podría acabar conmigo, y me prometió que eso no sucedería.

– No sucederá.

– Tendría que haberla matado hace años, Charles.

– Hoy morirá -le espetó Charles-. Tengo que marcharme. Mantente en contacto.


Atlanta,

lunes, 5 de febrero, 10:45 horas

Luke y Susannah encontraron a Chase en su despacho junto con un policía uniformado, un joven con un cuaderno bajo el brazo.

– Ya estarnos de vuelta -dijo Luke.

– Entra -le pidió Chase en tono lacónico-. Susannah, usted también.

Luke y Susannah se miraron con inquietud.

– ¿Qué ocurre? -preguntó ella.

– La retratista con quien habló no ha aparecido por aquí esta mañana. Pete ha encontrado restos de sangre en su piso. Ed ha ido hacia allí.

Luke soltó un resoplido.

– Mierda.

Susannah frunció los labios.

– ¿Han desaparecido los dibujos?

Chase asintió.

– De su piso y del servidor. Los borraron antes de que anoche se hiciera la copia de seguridad. Este es el agente Greenburg, es uno de los retratistas del Departamento de Policía de Atlanta. Susannah, necesitamos otra descripción. Pueden utilizar la sala de reuniones.

– Claro -susurró ella. Se puso en pie e irguió la espalda-. Vamos.

– ¿Os ha contado algo Garth? -preguntó Chase cuando Susannah se hubo marchado.

Luke vaciló.

– No nos ha dicho nada de Barbara Jean que no supiéramos ya, excepto que tiene un anillo con una esvástica que probablemente fuera lo que utilizara para estigmatizar a las víctimas del depósito de cadáveres. La marca de Susannah es dos veces mayor, o sea que tiene que haber otra cruz por ahí.

– ¿Qué más? -preguntó el perspicaz Chase-. Sé que la cosa no acaba ahí.

Luke suspiró.

– Garth no tomó parte en la agresión de Susannah. Opina igual que tú, que si Jared hubiera tenido algo que ver, habría presumido de ello. Parece que Granville les dijo que… Susannah era suya, y les pidió que se mantuvieran al margen. -Apartó la mirada-. Garth también nos ha explicado que la relación entre Simon y Carol Vartanian era más estrecha de lo que debiera.

– Dios mío -exclamó Chase con repugnancia-. ¿Cómo es posible que Susannah y Daniel hayan salido normales?

– Debería de haberlos criado una manada de lobos -musitó Luke-; lo habrían hecho mejor. Eso ha sido prácticamente todo. Garth nos ha dado los nombres de unas cuantas personas a quienes Bobby visitaba en Atlanta; él creía que eran sus amigos, pero resulta que en realidad eran puteros. En resumen, seguimos sin saber dónde encontrar a Bobby. Tengo que ir al despacho de Nate para comprobar los discos duros de Mansfield. Puede que en ellos salga el hombre a quien Monica Cassidy oyó en la nave. Además, Nate necesita descansar. Ha tenido una noche muy dura.

– Me he enterado de que ha encontrado a las niñas en internet. Lo siento, Luke.

– Sí -respondió Luke con amargura-. Yo también. Pero cada cosa a su debido tiempo. Si me necesitas, llámame al teléfono fijo del Cuarto Oscuro. A veces no tengo cobertura en el móvil allí dentro. Y Chase… -Luke negó con la cabeza-. No importa.

– Sí, ya lo sé. Sé que Talia no correrá riesgos innecesarios.

– Ya. -Cerró los ojos-. No puedo dejar de recordar a Susannah cayendo de la silla en el momento en que le dispararon ayer. Y Bobby Davis aún anda suelta.

Las palabras de Chase eran duras, pero su tono era suave.

– Pues cumple con tu deber y encuéntrala.

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