CAPÍTULO 28

Ya eran las nueve de la noche cuando el inspector jefe Chen llegó a su piso. En su contestador automático parpadeaba la luz del piloto, demasiados mensajes en un solo día. Volvió a sentir esa ligera palpitación en las sienes, aviso de una jaqueca inminente. Tal vez era una señal que le indicaba que parase, pero antes de dejar el maletín, ya había pulsado el botón. «Camarada inspector jefe Chen, soy Li Guohua. Por favor, llámeme cuando llegue. Esta noche estaré trabajando hasta tarde en el despacho. Ahora son las cinco menos diez.» Era la voz del Secretario del Partido Li, formal y serio, incluso cuando dejaba un mensaje. Telefoneó a la oficina. Contestaron al primer pitido. Li estaba aguardándolo.

– Venga a la oficina, inspector jefe Chen. Tenemos que hablar.

– Tardaré una media hora. ¿ Estará ahí todavía?

– Sí, le espero.

– Voy hacia allá. Pasaron más de treinta minutos antes de que se presentara en el despacho del Secretario del Partido, en la quinta planta. Li comía un plato de fideos con caldo instantáneo. El cuenco de plástico estaba en medio de los papeles desplegados sobre la mesa de caoba. A un lado había un fino cenicero de cuarzo de Fujian con un dragón dibujado lleno de colillas de cigarrillos.

– Camarada Secretario del Partido Li, se presenta el inspector jefe Chen Cao -dijo observando la fórmula política correcta-.

– Bienvenido a casa, camarada inspector jefe Chen.

– Gracias.

– ¿Cómo va todo?

– Bien. Quise venir a informarle esta mañana, pero no pude encontrarlo. Después me vi obligado a ausentarme la mayor parte del día.

– Sé que ha estado ocupado en la investigación del caso. Cuénteme todo lo que sabe.

– Hemos hecho grandes progresos -Chen abrió su maletín-. Como el inspector Yu le habrá informado, nos centramos en Wu Xiaoming como principal sospechoso antes de mi viaje a Guangzhou. Ahora tenemos varias pistas más, y todas encajan.

– ¿ Nuevas pistas?

– Una de ellas es la llamada por teléfono que Guan recibió el 10 de mayo. Según el libro de registros de la central pública de teléfono en el pasaje Qinghe, fue hacia las nueve y media, unas tres o cuatro horas antes de su muerte. La realizó Wu Xiaoming, está confirmado -depositó una copia del registro en la mesa-.

– Otra cosa. Durante más de seis meses, Wu hizo un número importante de llamadas, una media de tres o cuatro a la semana, y Guan le llamaba a él. Por lo visto, su relación era algo más de lo que ha reconocido Wu.

– Puede que eso signifique algo, pero Wu Xiaoming fue el fotógrafo de Guan. Por lo tanto, quizá hablaba con ella de vez en cuando… por cuestiones profesionales.

– No, es mucho más que eso. También tenemos un par de testigos. Uno de ellos, una vendedora ambulante en la esquina de la calle Hubei, ha declarado que en varias ocasiones, poco antes de la muerte de Guan, la vio volviendo a casa en un lujoso coche blanco en compañía de un hombre, a altas horas de la noche. Wu conduce un Lexus blanco, el coche de su padre.

– Pero podría haber sido un taxi.

– No lo creo. La vendedora no recuerda la señal en el techo. También vio a Guan inclinarse por la ventanilla y besar al conductor.

– ¿ Ah, sí? -tiró el cuenco de plástico a la papelera-. De todos modos, hay más personas que tengan un coche blanco. Hoy en día hay muchos nuevos ricos en Shanghai.

– También hemos descubierto, entre otras cosas, que Wu viajó a las Montañas Amarillas en compañía de Guan en octubre pasado. Utilizaron nombres falsos y falsificaron documentos para registrarse como matrimonio y así compartir la habitación de hotel. Tenemos varios testigos que pueden declarar para confirmarlo.

– ¿Wu compartió una habitación de hotel con Guan?

– Exactamente. Además, tomó fotos de Guan desnuda y se produjo un violento altercado entre ellos.

– Sin embargo, en su informe previo, usted decía que Guan no mantenía relaciones con nadie antes de morir.

– Porque las habían mantenido en secreto.

– Es insólito -dijo Li después de una pausa-. Sin embargo, una aventura no implica necesariamente un asesinato.

– Bueno, las cosas entre los dos empeoraron. Tuvieron una discusión violenta en la montaña. Hay una testigo. Guan quería que Wu se divorciara de su mujer, y éste se negaba. Creo que eso fue lo que provocó la pelea.

– ¿Y usted ha llegado a la conclusión de que ése es el motivo por el que Wu la mató y luego lanzó su cuerpo al canal?

– Así es. Al principio del caso, el inspector Yu y yo mismo establecimos dos requisitos: el asesino tenía acceso a un coche y el canal le era familiar. Ahora bien, como joven instruido durante los años setenta, Wu Xiaoming vivió varios años en un pequeño pueblo a unos quince minutos a pie del canal. Tal vez esperaba que el cuerpo permaneciera en el fondo durante años hasta que finalmente desapareciera sin dejar rastro.

– Suponiendo que su teoría fuese correcta, es decir, en términos hipotéticos, que Wu y Guan tuviesen una relación sentimental y que las cosas entre ellos se deteriorasen -expuso lentamente como si sopesara cada palabra-, ¿por qué habría de ir tan lejos? Sencillamente, podría haberse negado a seguir viéndola, ¿no?

– Tal vez, pero entonces Guan podría haber hecho algo desesperado para vengarse de Wu.

– No lo veo claro. Guan tenía una reputación y una carrera política que cuidar. Pongamos que estuviera lo bastante desesperada, ¿cree usted que la unidad laboral de Wu le habría prestado mayor importancia a un asunto como ése?

– Puede que sí, puede que no, nunca se sabe.

– Hasta ahora, su teoría quizá explique ciertas cosas, aunque tiene un defecto: no veo un verdadero móvil.

– Eso es lo que intentamos averiguar.

– ¿Y qué hay de la coartada de Wu?

– Según lo que ha declarado Guo Qiang, Wu Xiaoming estuvo en su laboratorio toda la noche revelando películas. Como fotógrafo profesional, Wu tenía su propio cuarto oscuro y su propio equipo. ¿Por qué habría ido a casa de Guo esa noche?

– ¿Wu le ha dado alguna explicación?

– Dijo que tenía problemas con su cuarto oscuro, pero eso no es creíble. Guo no es un profesional, ni siquiera tiene el equipo adecuado. No tenía sentido que Wu fuera a su casa. Guo es amigo de Wu y sólo intenta servirle de tapadera.

– Bueno, una coartada es una coartada -aseveró Li-. ¿Y qué piensa hacer ahora?

– Con una orden judicial de registro, podremos encontrar más pruebas.

– ¿Cómo justificaría su actuación contra Wu en estas circunstancias?

– La orden de registro no tiene por qué ser una acusación de asesinato. Para empezar, la falsificación de un certificado de matrimonio sería más que suficiente. La testigo que encontré en Guangzhou podría declarar en su contra, no sólo sobre el certificado falso, sino también sobre las fotos de desnudos que le hacía a Guan, lo cual equivale a un estilo de vida burgués decadente.

– Estilo de vida burgués decadente… Mmm… Es una acusación muy popular -de pronto Li se incorporó y aplastó su cigarrillo a medio fumar en el cenicero-. Camarada inspector jefe Chen, hay una razón por la que he querido que viniera a verme a mi despacho esta noche. No se trata sólo del caso, sino de otra cosa.

– ¿Otra cosa?

– Para que escuche un informe redactado contra usted.

– ¿Un informe contra mí? -Chen a su vez se incorporó-. ¿Qué he hecho yo?

– A propósito de su estilo de vida burgués decadente, exactamente el mismo cargo… El informe sostiene que, durante su investigación en Guangzhou, se convirtió en acompañante inseparable de un hombre de negocios de dudosa reputación, yendo a todo tipo de restaurantes elegantes tres veces al día.

– Sé de quién está hablando, camarada secretario del Partido. Se trata del señor Ouyang, ¿verdad? Es un hombre de negocios, pero ¿qué hay de malo en ello? Hoy en día nuestro gobierno estimula a la gente para que cree sus propias empresas. En cuanto a las razones por las que me invitó un par de veces, se debe a que también escribe poesía.

– Todavía no he terminado -repuso Li-. El informe también dice que fue usted a un salón de masajes.

– ¡Ah, el salón de masajes!, sí. Fui porque tenía que encontrarme con Xie Rong, la testigo que acabo de mencionar. Ella trabaja allí.

– Verá, una copia del recibo del salón de masaje dice que usted pagó por lo que se denomina "servicio completo". Los de Seguridad Interior tienen la copia, y todo el mundo sabe lo que significa eso.

Era la segunda vez ese día que a Chen le hablaban de Seguridad Interior. Primero, en el despacho de la directora Yao, ahora en el de Li. Se trataba de una institución especial, temida especialmente por la policía. Era la policía de la policía.

– ¿Por qué Seguridad Interior?

– Bueno, si no ha hecho nada malo, no tendrá que preocuparse si viene el diablo a llamar a su puerta por la noche.

– No tengo ni idea de cómo habrán obtenido ese recibo, a mí no me han dado ninguno. De hecho, lo había pagado el señor Ouyang. Antes de ir, ni siquiera sabía que era un salón. En cuanto a lo del "servicio completo»", no sé qué significa para otras personas, pero yo no disfruté de nada de eso.

– ¿Y por qué acudió a ese lugar para hablar con su testigo? -inquirió Li y encendió otro cigarrillo-. Yo, para empezar, no entiendo por qué no hizo que llevaran a la chica a la comisaría de Guangzhou para interrogarla. Es una práctica habitual y da buenos resultados.

– Bueno, yo pensé que así sería mejor.

El inspector jefe Chen había pensado en llevarla a la comisaría local, pero había hecho una promesa a la profesora Xie y también debía un gran favor a Ouyang. Además, el Secretario del Partido Li, que vivía en una urbanización para altos cargos en la parte oeste de la calle Huaihai, no podía entender por qué las personas normales como Xie Rong se sentían intimidadas por los cuadros superiores y sus hijos. Xie no se habría atrevido a decir ni una palabra en contra de Wu en la comisaría de policía de Guangzhou.

– Sólo me he quedado en Guangzhou cinco días -prosiguió-. Con tantas cosas esperándome aquí, no podía tomarme el tiempo para investigar de forma rutinaria, y los responsables de la comisaría de Guangzhou estaban demasiado ocupados para ayudarme. No tenía otra alternativa.

– Pasó más de dos horas a solas con ella en el interior del salón de masajes. Después la llevó al hotel El Cisne Blanco, a una sala también privada, y pagó más de quinientos yuanes por la comida, una suma superior al salario de un mes. ¿A eso le llama usted "investigación»", camarada inspector jefe Chen?

Chen entendió que habían seguido todos sus movimientos en Guangzhou y supo que estaba metido en un buen lío. El Secretario del Partido Li estaba bien informado sobre su viaje.

– Tengo una explicación, camarada Secretario del Partido Li.

– ¿La tiene usted?

– Sí, le pagué una comida para asegurarme de que cooperaría con nosotros. Era una comida cara, pero todo en Guangzhou es caro, y yo me propuse pagar de mi propio bolsillo.

– ¡Por una chica que hace masajes! Es usted muy generoso.

– Camarada Secretario del Partido Li, estaba investigando un caso de asesinato. Como policía, decidí abordar a la testigo de una manera que me pareció la adecuada y correcta. ¿Por qué han vigilado mis movimientos en Guangzhou?

– Lo que hizo allí quizá haya despertado las sospechas de algunas personas.

– Camarada Secretario del Partido Li, usted fue el que me presentó en el Partido. Si no confía en mí, ¿qué sentido tiene seguir hablando?

– Yo confío en usted, camarada inspector jefe Chen. De hecho, le he dicho a los de Seguridad Interior que todo lo que ha hecho en Guangzhou era parte de la investigación, incluso les he contado que ya lo había discutido todo conmigo.

– ¡Oh, gracias!, Secretario del Partido Li. Me ha hecho muchos favores desde mi primer día en la oficina. Le estoy muy agradecido.

– No tiene por qué -sacudió la cabeza-. Sé que ha hecho un buen trabajo, y en este caso también.

– Entonces tenemos que… -se detuvo de improviso y se tapó la boca con el puño cerrado-. Tenemos que seguir adelante con nuestra investigación.

– Ni se le ocurra -suspiró inclinándose sobre su mesa-• Estaban dispuestos a presentar una reclamación formal contra usted. Por eso he tenido que hacer todo lo que estaba en mi poder para evitarlo, pero ya no puedo hacer más.

Chen hizo ademán de levantarse de su silla y luego se dejó caer. Miró las fotos de Li en la pared, imágenes que mostraban la larga carrera de un político con otros colegas. Intentó sacar un paquete arrugado de cigarrillos del bolsillo, pero Li le ofreció uno de la caja que tenía sobre la mesa.

– Con que debo renunciar, ¿no?

– No, si no les da motivo para que vuelvan a irritarse. Deje que las cosas se calmen. Les prometí que usted estaría ocupado con otras pesquisas.

– ¿Entonces tengo que suspender la investigación? -Sí.

– Pero se trata de un caso de asesinato, ¿por qué los de Seguridad Interior tendrían que perseguirme a mí y no al asesino?

– No es un caso de asesinato normal.

– No hay casos de asesinato normales.

– De acuerdo… -el secretario del Partido Li parecía abrumado-, puede que tenga sus razones, pero otras personas tienen las suyas, camarada inspector jefe. -¿Sí?

– ¿Ha pensado en algún momento en las repercusiones de este caso? Quiero decir, ¿en las repercusiones políticas?

– Bueno, puede que tenga alguna, sí -reconoció Chen después de un momento de vacilación-.

– Los hay que piensan que pueden ser muchas.

Chen esperó a que Li siguiera.

– Lo fundamental en este caso es la coyuntura. En el actual clima político, ¿cree usted que su investigación sería favorable a la imagen del Partido? -Li calló midiendo el efecto de sus palabras antes de seguir-. ¿Quién está implicado en el caso? Una trabajadora modelo de rango nacional y el hijo de un cuadro superior, casado. Los dos con una relación adúltera… si su hipótesis es correcta. ¿Qué pensará la gente?

¡Bancarrota ideológica! Peor aún: la gente vería a los hijos de los cuadros superiores como un producto de nuestro sistema de Partido y culparían a los cargos de la vieja generación de todos los problemas, y algunos hasta podrían utilizar el asunto como excusa para difamar al gobierno. Tras lo que sucedió en la plaza Tiananmen el pasado verano, muchas personas siguen dudando de la solidez de nuestro sistema socialista.

– ¿Cree que llegaría tan lejos? Con la historia de la familia de Wu, es probable que nuestros medios de comunicación ni siquiera hablen del caso, y no pienso que la gente reaccione de la manera que usted dice.

– Sin embargo, es posible, ¿no cree? En este momento la estabilidad política tiene una importancia primordial, camarada inspector jefe, de modo que, oficialmente, la investigación seguirá adelante, y nosotros seguimos siendo los responsables -dijo el secretario del Partido-. Ahora bien, si continúa, ya puede estar seguro de que Seguridad Interior llevará a cabo una investigación paralela. Si es necesario, bloquearán la suya con cualquier acusación que puedan levantar en su contra.

– Una investigación paralela… Ya entiendo.

– No puede darle a esa gente ningún motivo para actuar. Lo despellejarán vivo.

El inspector jefe Chen llegó a la conclusión de que tendrían no pocos "motivos" para atacarlo, y no sólo por el viaje a Guangzhou. El secretario del Partido parecía sumido en profundas reflexiones.

– Además, puede que su hipótesis explique ciertos hechos -dijo finalmente-, pero no hay testigos oculares, no hay armas, no hay ninguna prueba que tenga valor legal, tan sólo pruebas circunstanciales que apoyan algo que, en el fondo, es una teoría imaginativa, y por si fuera poco, ni siquiera hay un móvil. ¿ Por qué la habría asesinado Wu? Por ello, en este momento, camarada inspector jefe Chen, nada justifica que continúe con la investigación.

– Bueno -respondió con amargura-, desde luego no hay ninguna directriz política que lo justifique.

– Dé el caso por cerrado…, al menos durante un tiempo. No tenemos que hacer declaraciones. Esperemos. Cuando cambien los vientos políticos, cuando tenga pruebas irrefutables o descubra el móvil, volveremos a hablar de ello.

Siempre se podía esperar, pero nadie podía decir cuándo cambiarían esos vientos. Además, ¿qué pruebas irrefutables podía haber si la decisión final sobre lo que se consideraría aceptable o no la adoptaría otra instancia?

– ¿Y qué pasa si el clima no cambia, camarada secretario del Partido?

– ¿Quiere que todo el sistema se pliegue a sus deseos, camarada inspector jefe? -preguntó Li frunciendo el ceño-. Creo que he hablado claro. Preferiría no tener que declarar, como decisión oficial, que usted ya no está a cargo del caso. Sí, soy yo quien lo presentó en el Partido. Sin embargo, ante todo soy un miembro, debo velar por la protección del mismo, y no olvide que usted también pertenece a él. Los dos deberíamos ser conscientes de la gran importancia que tiene servir a sus intereses.

Chen llegó a la conclusión de que todo argumento sería inútil y no planteó más objeciones.

– Ya entiendo, secretario del Partido Li -se levantó-.

No veo por qué está tan empecinado con este caso -consideró el secretario del Partido cuando Chen ya se iba-.

Tampoco lo entendía el propio inspector jefe Chen, ni siquiera cuando llegó a su piso, después de haber pensado en ello durante todo el trayecto de vuelta. Encendió la luz y se dejó caer en una silla. La habitación parecía desnuda y descuidada, completamente vacía y triste. "Una habitación es como una mujer", pensó, "porque también te posee, y además, tienes que gastarte una fortuna en ella para que te ame". No estaba seguro de si era una metáfora leída en alguna parte o un chispazo de su propio ingenio. La mayoría de las veces, las imágenes poéticas le venían en los momentos más insospechados. Sabía que no se dormiría, pero al final de un día tan ajetreado, era agradable tenderse en la cama. Mientras miraba las sombras que bailaban en el techo, se sintió invadido por una enorme soledad. De vez en cuando agradecía unos momentos de respiro a solas en medio de la noche, aunque lo que ahora sentía profundamente era más la sensación melancólica de estar solo. De pronto, su existencia misma le pareció que se volvía dudosa. Guan también debía de haber experimentado esos momentos de soledad. Como mujer, tenía que soportar más presión aún, sola, en esa habitación suya tan parecida a una celda.

Se levantó, fue al baño y se lavó la cara con agua fría. Tuvo que hacer un esfuerzo para pensar en el caso desde la perspectiva del secretario del Partido, pero al cabo de un rato, sus pensamientos volvieron a Guan. Mientras observaba una luz en la distancia, el inspector jefe Chen imaginó que había cierta afinidad entre la mujer muerta y él. Los dos habían tenido un ascenso profesional rápido y exitoso, al menos a ojos de otros. Habían alcanzado posiciones que no solían estar reservadas a gente de su edad. En palabras de Chino de ultramar Lu, «Chen ha caído en el regazo de la suerte». Los celos de algunos colegas eran comprensibles, y también explicarían la escasa popularidad de Guan entre sus vecinas. Por otro lado, los dos eran «jóvenes, pero no demasiado», según una expresión de moda. Eso había influido en el Comité de Asignación de Viviendas, mas salvo esa excepción, no era una etiqueta muy agradable, con su clara connotación de que esas personas debían de haberse casado hacía tiempo. El éxito en la carrera política no servía de mucho en la vida privada; al contrario, podía perjudicarla, sobre todo en China y más en aquellos tiempos. Ser miembro del Partido significaba, según su constitución, serle fiel por encima de todas las cosas, algo no demasiado atractivo para quien deseara casarse. Lo más normal era que un futuro marido quisiera más a su mujer, que primero le profesara lealtad a ella y que cuidara de su familia con todo su corazón y su alma. El éxito político podía complicarle la vida a alguien de diversas maneras, y Chen lo sabía por experiencia propia. A él, un inspector jefe soltero de treinta y cinco años, lo vigilaban permanentemente. Tenía que vivir de acuerdo con su cargo. Quizá era una de las razones por las que seguía soltero. Lo mismo podría haberse dicho de Guan.

Pero no era una noche para ponerse sentimental. Intentó, una vez más, ver las cosas desde la perspectiva de Li. Debía reconocer que su argumento tenía cierta solidez. Después de tantos años desperdiciados en vaivenes políticos, China estaba por fin dando grandes pasos con las reformas económicas. Con un PIB que crecía año tras año con cifras de dos dígitos, la gente comenzaba a vivir mejor. También se estaba implantando una cierta democracia. En una encrucijada histórica como ésa, la «estabilidad política», un concepto que se había vuelto popular desde el trágico verano de 1989, era necesaria para el progreso. En ese momento, la autoridad incuestionable del Partido era más importante que nunca. Por ello, en lugar de dañar la autoridad política del Partido y de atentar contra la estabilidad política, había que abandonar la investigación.

– ¿Y qué pasaba con la víctima?

Guan Hongying había vivido según los intereses del Partido. Parecía lógico que también muriera por ellos. Crear una tapadera también la beneficiaría a ella, perpetuaría su imagen intachable de modelo nacional. No sería la primera vez ni la última que un agente de policía abandonara una investigación a medio camino. Pocos sospecharían la razón verdadera. ¿Para qué armar todo un lío? En el peor de los casos, quedaría mal, aunque posiblemente salvara el cuello. El secretario del Partido Li no era el único que se preguntaba por qué el inspector jefe Chen era tan obstinado. Durante el duermevela, Chen también se preguntaba por qué.

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