CAPÍTULO ONCE

Traducido por Laura


La luna se elevaba alta, proyectando manchas de luz sobre el lago Wannsee en una zona exclusiva a las afueras de Berlin. Andreas Reichen se recostó sobre su silla almohadillada en el césped trasero de su finca privada Darkhaven, intentando absorber algo de la paz y tranquilidad de la tarde. A pesar de la cálida y apacible brisa y la calma del agua oscura, sus pensamientos eran más taciturnos, y turbulentos.

Las noticias del último asesinato de Gen Uno, esta vez en Francia, le dio un duro golpe. Le pareció que el mundo estaba volviéndose cada vez más loca alrededor de él. No solo el mundo de la Raza -su mundo- sino la humanidad también. Tanta muerte y destrucción. Tanta angustia a cualquier lado que mirara.

El tenía el terrible presentimiento, en el fondo de su estómago, que esto era solo el comienzo. Días más oscuros estaban por venir. Quizás ya habían venido hace tiempo y el había estado demasiado ignorante -demasiado atrapado en sus placeres personales- para darse cuenta.

Uno de esos placeres se acercaba por detrás de él ahora, sus elegantes e inconfundibles pasos mientras ella caminaba por los cuidados jardines de la finca y se sentaba sobre el césped.

Los pequeños brazos de Helene rodearon sus hombros. “Hola, cariño”.

Reichen se acercó para acariciar su cálida piel mientras ella se inclinaba sobre él y le besaba. Su boca era suave, persistente, la fragancia de su largo cabello negro con el más ligero rastro de aceite de rosas.

“Tu sobrino me dijo cuando llegué que has estado aquí fuera durante el ultimo par de horas” murmuró ella, subiendo su cabeza para mirar al lago. “Puedo ver por qué. Es una vista encantadora”.

“Es algo más que encantadora”, dijo Reichen, mientras el inclinaba su barbilla hacia arriba y la miraba.

Ella sonrió sin timidez, habiéndose acostumbrado a su adulación.

“Algo te está dando problemas, Andreas. No es como si te sentaras a quejarte de lo injusta que es la vida”.

¿Podía ella conocerle tan bien? Habían sido amantes durante el año pasado, un jugueteo amoroso casual que había de alguna manera girado a algo más profundo si no completamente exclusivo. Reichen sabía que Helene tenía otros hombres en su vida- hombres humanos- al igual que el ocasionalmente tomaba placer con otras mujeres. La suya era una relación plagada de celos o posesión. Pero eso no significaba que sintieran cariño. Compartían una preocupación mutua por el otro, y un vínculo de confianza que se extendía más allá de las barreras que generalmente hacían las relaciones humano y vampiro-raza imposibles.

Helene se había convertido en una amiga y, últimamente, en una compañera indispensable en el importante trabajo remoto de Reichen con los guerreros de vuelta a Boston.

Helene vino frente a la silla y se sentó sobre el amplio brazo. “¿Has transmitido las noticias a la Orden sobre el reciente asesinato en Paris?"

Reichen asintió. "Lo hice, sí. Y ellos me dicen que hubo también un intento de asesinato en Montreal hace unas noches. Al menos ese falló, un milagro del destino. Pero habrá otros. Me temo que habrá muchas más muertes antes de que el humo finalmente se aclare. La Orden está convencida de que detendrán la locura, pero hay veces que me pregunto si la maldad en el trabajo aquí no es más grande que cualquier cantidad de bondad.”


“Estas dejando que esto te consuma” dijo Helene mientras ociosamente apartaba su pelo de la frente. “Ya sabes, si estuvieras buscando algo que hacer con tu tiempo, podrías haber acudido a mi en lugar de a la Orden. Podría haberte puesto a trabajar en el club como mi asistente personal. No es demasiado tarde para cambiar de idea. Y te aseguro, solo los incentivos merecerían la pena."

Reichen se rió entre dientes. "Tentador, de hecho."

Helene se incline y mordisqueó su lóbulo, su respiración cosquilleante y caliente sobre su piel. “Sería solo un puesto temporal, por supuesto. Di veinte o treinta años -un parpadeo de tiempo para ti. Yo estaré arrugada y gris, y tu estarás entusiasta por un nuevo juguete más atractivo que pueda mantener el ritmo de tus salvajes exigencias”.

Reichen estaba sorprendido de oír la punzada de nostalgia en la voz de Helene. Ella nunca había hablado sobre el futuro con él, ni el con ella. Era más o menos comprensible que no podría haber un futuro, dado que ella era mortal con una esperanza de vida finita y él -a menos que prolongara su exposición a los rayos UVA o sufriera un daño masivo corporalmente- continuaría viviendo durante algo más cerca de la eternidad.

“¿Qué estás haciendo malgastando tu tiempo conmigo cuando podrías haber tenido a cualquier otro hombre?” el le preguntó, moviendo sus dedos a lo largo de la suave línea de su hombro. “Podrías estar casada con alguien que te adore, criando a una camada de guapos e inteligentes niños”.

Helen arqueó una impecablemente cuidada ceja. “Supongo que nunca fui de las que tomaría la elección convencional”.

Ni el tampoco, de hecho. Reichen admitía que sería muy fácil ignorar todo lo que el y la Orden habían descubierto hacía unos meses. El podía olvidar la maldad que habían perseguido hasta esa cueva montañosa en las colinas Bohemias. El podía fingir que nada de eso existió, incumplir su oferta para ayudar a los guerreros en su papel como líder de su Darkhaven y volver a sus libertinos y descuidados hábitos.

Pero la única verdad era que, el había crecido cansado de esa vida hace tiempo. Alguien años atrás le había acusado de ser un perpetuo niño egoísta e irresponsable. Ella había tenido razón, incluso entonces. Especialmente entonces, cuando el había sido lo suficientemente tonto para dejar escapar a esa mujer y el amor que ella le había dado. Después de demasiadas décadas de auto-indulgencia, se sentía bien hacer una diferencia. O intentar hacerla, como fuera.

“No esperaba que vinieras esta noche solo para distraerme con besos y atractivas ofertas de empleo” dijo el, sintiendo que la seriedad se había apoderado de Helene.

“No, no lo hice, desafortunadamente. Pensé que deberías saber que una de mis chicas del club puede estar desaparecida. ¿Recuerdas que mencioné a Gina, una de mis chicas más recientes, que apareció con marcas de mordedura en su cuello la semana pasada?”

Reichen asintió. “La que había estado hablando sobre un nuevo novio rico con el que estaba saliendo”.

“Esa es. Bien, no es la primera vez que ella ha faltado al trabajo, pero su compañera de piso me dijo esta tarde que Gina no ha pasado por casa o llamado durante más de tres días. Podría no ser nada, pero pensé que querrías saberlo”.

“Sí” dijo el. “¿Tienes alguna información sobre el hombre con el que se veía? ¿Una descripción, un nombre, algo?”

"No. La compañera de piso nunca le conoció, naturalmente, ella no puede decirme nada." Reichen consideró las numerosas cosas que podían ocurrirle a una joven que se encontraba sin darse cuenta mezclada con uno de su estirpe. Aunque la mayoría de la Raza eran miembros que respetaban la ley de la nación vampírica, había otros que revelaban su lado salvaje. “Necesito que discretamente preguntes en el club esta noche, ver si alguna de las otras chicas oyó a Gina mencionar a este novio suyo. Estoy buscando nombres, lugares a los que ella pudiera haber ido con el, incluso el detalle más pequeño podría ser importante”.

Helene asintió, pero había una nota de interés en sus ojos. “Prefiero este lado serio tuyo, Andreas. Es increíblemente sexy”.

Su mano se deslizó por abajo de la abertura de su camisa de seda, sus largas y pintadas uñas jugando sobre las crestas de su musculado abdomen. Aunque sus pensamientos eran nefastos, su cuerpo respondió a su toque experto. Sus dermaglifos comenzaron a llenarse de color, y su visión se afiló con una ráfaga color ámbar que estaba rápidamente llenando sus iris. Más abajo aún, su pene se puso erecto, creciendo donde ahora descansaba su palma.

“No debería quedarme” murmuró ella, su voz ronca y burlona. “No quiero llegar tarde al trabajo”.

Cuando ella comenzó a levantarse, Reciehn la retuvo. “No te preocupes por eso. Conozco a la mujer que lleva el lugar. Pediré disculpas por ti. Se de buena tinta que le gusto mucho”.

“¿Tu le gustas ahora?”

Reichen gruñó, dejando al descubierto los extremos de sus colmillos con su amplia sonrisa. “La pobre está loca por mí”.”¿Loca por una cosa arrogante como tu?” se burló Helene. “Cariño, no te halagues. Ella podría quererte solo por tu decadente cuerpo”.

“Suficientemente cierto” contestó el, “pero no me oirás quejarme de ninguna manera”.

Helene sonrió, sin resistirse al final mientras el la empujaba sobre su regazo durante un profundo y hambriento beso.


Al anochecer, Lex estaba completamente recobrado de la angustia con que le había tratado Renata. Su ira- su purulento odio por ella- permanecía.

El la maldijo una y otra vez en su mente mientras el se inclinaba sobre una putrefacta pared de una casa infectada de ratas en la peor barriada de Montreal, mirando como un joven apretaba su brazo con un viejo cinturón de piel. La cola suelta mientras cogida entre un chapurreo de dientes decaídos y rotos, el drogadicto clavó la aguja de una mugrienta jeringa en el campo de costras y moretones que recorrían su escuálido brazo. El se quejó mientras la heroína entraba en su riego sanguíneo.

"Ah, joder, hombre," el raspó un tembloroso suspiro mientras liberaba su torniquete y caía hacia atrás contra un podrido colchón en el suelo. El movió sus manos tatuadas sobre su pálida cara llena de espinillas y su cabello castaño y grasiento. "Ah, Jesús…es una excelente mierda, cariño”.

"Sí," Lex dijo, su voz sin aliento en la fría y húmeda oscuridad.

El no había reparado en gastos en drogas; el dinero era poca preocupación para él. Sin duda la vida barriobajera de drogadicto que había elegido vendiendo su cuerpo en la calle nunca había tenido una tan cara. Lex estaba dispuesto a apostar que los servicios personales del joven nunca habían traído una suma tan rica. El tenía todo pero saltó al interior del coche cuando Lex paró y le mostró cien dólares y una bolsa de heroína enfrente de su cara.

Lex movió su cabeza y miró como el humano saboreaba su dosis. Ellos estaban solos en la miserable habitación del abandonado edificio de apartamentos. El lugar había sido invadido por vagabundos y adictos cuando llegaron, pero solo tomó unos minutos a Lex -y una irresistible orden mental, cortesía de su linaje de segunda generación de la Raza- conducir a los humanos fuera para poder llevar su negocio en privado.

Aún así reclinándose sobre el suelo, el drogadicto se quitó su camisa sin mangas, entonces comenzó a desabotonar sus holgados y mugrientos vaqueros azules. El se acarició mientras trabajaba los ojos abiertos y legañosos rodando en su cráneo, buscando apáticamente a través de la oscuridad.

“Así que, ¿quieres que te chupe la polla o qué, tío?”

"No," Lex dijo, asqueado solo con la idea.

El se alejó de su posición cruzando la habitación y caminó lentamente hacia el drogadicto. ¿Por donde comenzar con él? Se preguntó ociosamente. El tenía que agotar esta cosa con cuidado o el estaría de vuelta en la calle, buscando a alguien más. Malgastando tiempo precioso.

"¿Prefieres mi culo, entonces, cariño?" comentó el hombre puto. "Sí quieres joderme, tienes que pagar doble. Esa es mi regla”.

La risa de Lex fue baja, genuinamente divertida. “No estoy interesado en follar contigo. Ya es suficientemente malo que tenga que mirarte, que tenga que oler tu repugnante olor. El sexo no es la razón por la que estás aquí”.

"Bien, ¿qué demonios entonces?" Una nota de pánico afiló el aire viciado, un súbito golpe de adrenalina humana que los sentidos de Lex fácilmente detectaron. “Estás seguro que no me trajiste aquí para una pequeña conversación educada”."No," Lex estuvo de acuerdo con agrado.

"Está bien. Está bien, ¿qué coño parezco para ti, gilipollas?"

Lex sonrió. "El cebo."

Con movimientos tan rápidos que ni siquiera el ojo humano más despierto pudiera seguirles, extendió la mano y derribó de repente al drogadicto al suelo. Lex tenía un cuchillo en su mano. El lo clavó en la demacrado abdomen del humano y destripó una raja a través de su media sección”.

La sangre surgió fuera de la herida, caliente – húmeda y fragrante.

"¡Oh, Jesús!" gritó el humano. "¡Oh, dios mío! ¡Me apuñalaste!"

Lex retrocedió y dejó que el hombre cayera sin vida sobre el suelo. Era todo lo que podía hacer para ocultarse de embestirle en una sed ciega.

La transformación física de Lex fue rápida, traída por la súbita presencia de sangre fresca fluyendo. Su visión se agudizó con la estrechez de sus pupilas, un brillo ámbar lavando la habitación mientras sus ojos cambiaban a los de un depredador. Sus colmillos se alargaron detrás de sus labios, la saliva tragándose en su boca mientras la urgencia de alimentarse crecía.

El drogadicto estaba sollozando ahora, emitiendo sonidos patéticamente mientras apretaba la enorme herida en su estómago. “¿Estás loco, jodido gilipollas? ¡Podrías haberme matado!”

“Todavía no” contestó Lex de manera densa alrededor de sus colmillos.

“Tengo que salir de aquí” murmuró el hombre. “Tengo que conseguir ayuda…”

“Quédate” le ordenó Lex, sonriendo mientras la mente del febril hombre se marchitaba bajo su orden.

El tuvo que obligarse a mantener su distancia. Dejar que la situación jugara mientras el lo intentara. Una herida de estómago sangraba rápido, pero la muerte vendría lentamente. Lex le necesitaba vivo durante un tiempo, el suficientemente largo para que su esencia viajara por la calle y entrara en los callejones de los alrededores.

El humano que había comprado esta noche era meramente compinche para ser arrojado dentro del agua. Lex estaba buscando atraer un pez más grande.

El sabía tan bien como cualquier otro miembro de la Raza que nada percibía un vampiro más rápido, o más seguramente, que el prospecto de una presa humana sangrando. Esto profundo en el punto débil de la ciudad, donde incluso la escoria de la sociedad humana se apuraban dentro de un estado de terror secreto, Lex estaba contando con la presencia de Renegados.

El no fue decepcionado.

Los dos primeros vinieron olfateando alrededor de la casa agrietada en minutos. Los Renegados eran adictos desesperanzados, tanto como el drogadicto que ahora se acurrucaba en posición fetal y barría tranquilamente el suelo mientras su vida se apagaba lentamente.

Aunque pocos de la Raza perdidos en la lujuria de sangre -la permanente e insaciable sed de sangre- los únicos que raramente hacían, si alguna vez, volvían de ello. Vivían en las sombras, salvajes monstruos sin raíces cuyo único objetivo era vivir alimentando su hambre.

Lex se deslizó hacia atrás en la esquina de la habitación mientras los dos depredadores se arrastraban dentro. Ellos inmediatamente cayeron sobre el humano, rasgándole con colmillos que nunca se desvanecían, ojos ardiendo con el color y calor del fuego.

Otro Renegado encontró la habitación. Este era más grande que los otros, más brutal mientras se arrojaba hacia la matanza y comenzaba a alimentarse. Una refriega estalló entre los asilvestrados vampiros. Los tres se giraron sobre sí como perros rabiosos. Los puños palpitando, los dedos rasgando, los colmillos destripando la carne y los huesos, cada macho poderoso luchaba viciosamente para ganar a su presa.

Lex miraba paralizado. Aturdido por la violencia, y borracho de la esencia de tanta sangre derramada, humana y de la Raza.

El miró y esperó.

Los Renegados lucharon uno contra otro hasta la muerte, como los animales salvajes que eran. Solo uno de ellos demostraría ser el más fuerte al final.

Y ese era el que Lex necesitaba.


Después de un día completo de espera hasta el anochecer, ahora tenía otras dos horas para matar antes de poder tomar su vuelo de vuelta a Boston.

Nikolai consideró seriamente saltar la cita del aeropuerto y dirigirse afuera a pie, pero incluso con su resistencia de la Raza y su hipervelocidad, el apenas pasaría el estado de Vermont antes de que el amanecer lo conduciera a ocultarse de nuevo. Y francamente, la idea de dormir en un granero con un grupo de animales agitados no le hacía exactamente morirse por ponerse unas Nikes y pisar la carretera.Así que el esperaría.

Maldita sea.

El y la paciencia nunca habían sido amigos muy íntimos. El había estado lleno de aburrimiento en el momento que el sol se hubiera puesto y el fuera capaz de salir del refugio.

El supuso que era el mismo aburrimiento que le guiaba dentro del húmedo barriobajero de Montreal, donde esperaba encontrar algo divertido para hacer mientras se le pasaba el mal humor. No le preocupaba como usaba el tiempo, pero el había deliberadamente buscado la única zona de la ciudad donde las rarezas de encontrar una razón para que desapareciera con sus nudillos o sus armas eran mejor que bien.

En este particular bloque de callejones infectados de ratas y barrios de bajas rentas, sus elecciones inmediatas eran limitadas para los jefes del crack, traficantes -siendo ellos comerciantes en narcóticos o piel- y prostitutas callejeras de ambos géneros sin discriminaciòn. Más de un idiota le quitó la vista mientras andaba por la calle sin dirección aparente. Alguien era incluso lo suficientemente estúpido para mostrarle el borde final de un cuchillo mientras el pasaba, pero Niko solo se detuvo y le dio al cabronazo desdentado una sonrisa de oreja a oreja enseñando los filos de sus colmillos a modo de invitación y la amenaza desaparecía tan pronto como había aparecido.

Aunque el no se resistía a alguna confrontación de ningún tipo, la lucha entre humanos estaba algo por debajo de él. El prefería más de un desafío. Lo que realmente le animaba a encontrar justo ahora era un Renegado. El verano pasado, Boston había estado hundido hasta la rodilla con vampiros adictos a la sangre. La lucha había sido dura y pesada- con al menos una pérdida trágica en el lado de la Orden- pero Nikolai y el resto de guerreros habían cumplido su misión para mantener la ciudad limpia.

Otras zonas metropolitanas aún así perdían a civiles ocasionales por la lujuria de sangre, y Niko habría apostado su huevo izquierdo a que Montreal no era diferente. Pero aparte de los chulos, camellos, y prostitutas, esta extensión de ladrillo y asfalto se sentía tan muerta como la cripta donde el había sido forzado a pasar el día.

"Eh, cariño." La mujer le sonrió desde el umbral en sombras de una puerta mientras el pasaba al lado.

“¿Buscas algo específico o solo miras escaparates?”

Nikolai gruñó, pero el se detuvo. “Soy un específico tipo de hombre”.

“Bien, quizás tenga lo que necesitas”. Ella le sonrió y se movió de su pose sobre el escalón de hormigón. “De hecho, tengo exactamente lo que necesitas, cariño.”

Ella no era una belleza, con su quebradizo, provocador y descarado cabello, ojos apagados, y piel cetrina, pero entonces de Nuevo Nikolai no esperaba gastar mucho tiempo mirando su cara. Ella olía bien, si desodorante y spray del cabello podían ser considerados flagrancias de olor a limpio. Para los sentidos afilados de Niko, la mujer apestaba a cosméticos y perfumes, con un trasfondo de uso reciente de narcóticos que se filtraba de sus poros.

“¿Qué dices?” preguntó ella, acercándose furtivamente a el ahora. “¿Quieres ir a algún lugar durante un rato? Si tienes veinte dólares, te daré media hora”.Nikolai miró el pulso latiendo en el cuello de la mujer. Habían pasado varios días desde que hubiera comido por última vez. Y el tenía dos horas por delante sin hacer nada…

“Sí” dijo el, asintiendo. “Caminemos”.

Ella tomó su mano y le guió a la vuelta de la esquina del edificio y calle abajo hacia un callejón vacío.

Nikolai no perdió tiempo. Tan pronto como estaban apartados de potenciales mirones, el tomó su cabeza en sus manos y desnudó su cuello para morderla. Su grito asustado fue aplastado al instante de que el hundiera sus colmillos en su carótida y comenzara a beber.

La sangre de la mujer era mediocre -el habitual cobre pesado de las células rojas humanas, pero enlazadas con una acidez dulce y amarga de las pelotas de heroína y cocaína que ella había tenido antes paseando durante su trabajo de noche. Nikolai tragó varios sorbos, sintiendo el flujo de energía de la sangre a través de su cuerpo en una baja vibración. No era raro para un vampiro de la Raza excitarse por el acto de comer. La respuesta era puramente física, un despertar de células y músculos.

Que su pene estuviera completamente erecto ahora y apretando para aliviarse no le sorprendió del todo. Era el hecho de que su cabeza estaba nadando con pensamientos de una mujer con cabeza de cuervo- una mujer a la que no tenía intención de ver de nuevo- que hacía que Niko se pusiera en estado de alarma.

"Mmm, no pares," su compañera humana se quejó, tirando de su boca de vuelta a la herida en su cuello. Ella también estaba sintiendo los efectos de la alimentación, cautivada como todos los humanos llegaban a estar cuando estaban bajo la mordedura de la Raza. “No pares, cariño”.

La visión de Nikolai estaba inundada de fuego ámbar mientras el se abrazaba de nuevo a su garganta. El sabía que no era Renata, pero mientras sus manos pasaban rozando las desnudas piernas de la mujer y por debajo de la falta corta de mezclilla que ella llevaba puesta, el se imaginó acariciando los bellos y largos muslos de Renata. El imaginó que era la sangre de Renata la que le alimentaba. El cuerpo de Renata el que respondía tan apasionado a su contacto.

Eran los febriles jadeos de Renata los que le guiaban mientras el destrozaba la tanga barato con una mano y trabajaba para liberarse con la otra.

El necesitaba estar dentro de ella.

El necesitaba…

Santo Cielo.

Una ligera brisa se arremolinó a través del callejón, llevando con ella la fetidez de vampiros Renegados. Y había demasiada sangre derramada también. Sangre humana. Una condenada cantidad, mezclada con el vil hedor de Renegados sangrando.

“Jesucristo”.

¿Qué coño sucede?

El tiró de la falda de la mujer hacia abajo y barrio con su lengua la herida del cuello, sellando su mordedura.

"Dije que no pararas…"

Niko no le dio tiempo de terminar su pensamiento. Con poner su palma sobre su frente, borró de su mente todo. “Sal de aquí” le dijo.

El estaba ya corriendo por el callejón cuando ella salió de su aturdimiento y comenzó a moverse. El siguió a su nariz hasta un dilapidado edificio no lejos de donde había estado. La fetidez emanaba del interior, un par de pisos por encima de la calle.

Nikolai escaló la escalera de incendios hasta el Segundo piso. Sus ojos estaban prácticamente regando el abrumador olor a muerte que rodaba por debajo de esa planta. Su mano sobre la pistola enfundada en su cadera, Niko se acercó al lugar. No había sonidos al otro de la maltrecha puerta llena de graffitis. Solo muerte, humana y vampírica. Niko giro el pomo y se preparo para lo que encontraría.

Había habido una masacre.

Un aparente drogadicto permanecía en posición fetal entre desechos de jeringas y otras basuras que cubrían el suelo lleno de sangre y un repugnante colchón. El cuerpo estaba tan arruinado que era apenas reconocible como humano, solo dejaba un sexo distinguible. Los otros dos cuerpos fueron atacados ferozmente también, pero definitivamente eran de la Raza, ambos Renegados a juzgar por el tamaño y olor de ellos.

Nikolai pudo suponer que podría haber ocurrido aquí: un forcejeo letal sobre la presa. Esta lucha era reciente, quizás solo unos minutos atrás. Y los dos chupasangres muertos no habrían sido capaces de destruirse el uno al otro tan a conciencia antes de que uno o el otro cayeran.

Había habido al menos un Renegado más envuelto en esta pelea.

Si Niko tenía suerte, el ganador podría estar aún en la zona, lamiendo sus heridas. El lo esperaba así, porque le encantaría dar al bastardo enfermo una probada de su pistola de 9 mm. Nada decía “Que Tengas un buen día” como el riego sanguíneo corrompido de un Renegado yendo a una fusión alérgica de una dosis de titanio venenosa.

Nikolai fue hacia la ventana precintada y tiró de los paneles atornillados crudamente. Si el estaba buscando acción, el la había encontrado a montones. Abajo, en la calle, había un Renegado enorme. El estaba ensangrentado y maltrecho, pareciendo el infierno.

Pero maldita sea…no estaba solo.

Alexei Yakut estaba con él.

Increíblemente, Lex y el Renegado caminaban hacia un sedan que les esperaba y entraron dentro.

"¿Qué demonios sucedia?" Niko murmuró en bajo mientras el coche arrancaba y se deslizaba por la calle.

El estuvo a punto de saltar por la ventana abierta y seguir a pie cuando un grito agudo sonó detrás de él. Una mujer había vagado hasta la zona de la matanza y ahora gritaba de terror, un dedo acusador señalaba en su dirección. Ella gritó de nuevo lo suficientemente alto para despertar a cada camello y comerciante del vecindario.

Nikolai miró a la testigo y la sangrienta evidencia de un forcejeo que parecía cualquier cosa excepto humana.

"Maldita sea," gruñó el, mirando por encima de su hombre a tiempo para ver el coche de Lex desaparecer girando la esquina. “Esta bien” dijo a la chillona banshee (Son espíritus femeninos que, según la leyenda, al aparecerse ante un irlandés, anunciaba con sus gemidos la muerte cercana de un pariente. Son consideradas hadas y mensajeras del otro mundo) mientras el dejaba la ventana y se acercaba a ella. “No viste nada”.

El borró su memoria y la sacó fuera de la habitación. Entonces el tomó un cuchillo de titanium y lo clavó en los restos de uno de los Renegados muertos.

Mientras el cuerpo comenzaba a chisporrotear y disolverse, Niko se prepare para limpiar el resto del desorden que Lex y su insólito socio habían dejado atrás.

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