CAPÍTULO DIECISÉIS

Traducido por Lizeth


Su cabeza estaba latiendo como un tambor. El constante, ritmo palpitando llenaba sus oídos, tan ensordecedor que lo arrastraba hasta volver en si después de lo que parecía un sueño sin fin, incierto. Su cuerpo dolía. Estaba tendido en el suelo de algún lugar? Sentía el metal frio debajo de su cuerpo desnudo, el pesado bulto de cartón enviando a clavar cajas en su columna vertebral y hombros. Una delgada capa de plástico lo cubría como un manto provisional.

Intento levantar su cabeza pero apenas tenía la fuerza, su piel se sentía dolorida, pulsando de la cabeza a los pies. Cada centímetro de él se sentía desvaneciendo, extendido firmemente, caliente de fiebre. Su boca estaba seca, su garganta reseca y cruda.

El tenía sed.

Aquella necesidad era en todo lo que podría enfocarse, el único pensamiento coherente nadando a través de su golpeado cráneo.

Sangre.

Cristo, moría de hambre por ello.

Podría saborear el hambre – de negro, consumiendo la locura – en cada aliento bajo que pasaba a través de sus dientes. Sus colmillos llenaron su boca. Sus encías latían donde los enormes caninos descendían, como si sus colmillos hubieran estado allí durante horas. En algún lugar distante, la parte sobria de su lógica noto las falencias en ese cálculo, los colmillos de un vampiro de Raza normalmente salían solo en momentos de mayor respuesta física, ya sea reaccionando por la presa, o la pasión o la pura rabia de animal.

El tambor que seguía golpeando lejanamente en su cabeza solo hacía que el latido de sus colmillos se hiciera más profundo. Fue la palpitación que lo despertó. La palpitación que no lo dejaba dormir ahora. Algo estaba mal con él, pensó, incluso mientras abría levantando sus ardientes ojos y capturo detalles demasiado – vivos, un ámbar – bañaba su entorno.

Un pequeño y limitado espacio. Oscuro. Una caja llena de más cajas.

Y una mujer.

Todo lo demás se desvaneció una vez que su mirada encontró la suya. Vestida en una camisa negra de manga larga y jeans oscuros, ella estaba en posición fetal* (las piernas encogidos sobre el pecho y la cabeza entre las manos) en frente de él, los brazos y piernas envueltas herméticamente en la curva de su torso. La mayor parte de su barbilla – y el largor de su oscuro cabello habia caído sobre el lado de su cara, ocultando sus rasgos.

El la conocía… o sentía que debería.

Una parte menos consiente de él sabía solo que ella era cálida y saludable e indefensa. El aire estaba teñido con el mero rastro de sándalo y lluvia. El olor de su sangre, algún instinto débil despertó para decirle. El sabía instantáneamente quien era ella – con una certeza que parecía grabada en su propia medula. Su boca seca estaba repentinamente húmeda por la anticipación de alimentarse. La necesidad junto con la oportunidad le prestó la fuerza que no tenía hace un momento. Silenciosamente se levanto a si mismo del suelo y se acomodo agachándose.

Sentado sobre sus caderas, inclino su cabeza, mirando dormir a la hembra. Se arrastro más cerca, un lento avanzar depredador que lo llevo encima de ella. El destello ámbar de sus iris la bañaba en una luz dorada mientras el dejaba vagar su mirada hambrienta sobre su cuerpo.

Y ese tamborileo incesante era más fuerte aquí, una vibración tan clara que podría sentirlo en la planta de sus pies descalzos. Golpeándolo en su cabeza, comandando toda su atención. Llevándolo más cerca, y luego más cerca todavía.

Era su pulso, mirándola ahí abajo, podría ver el suave tictac de su palpitar temblando al lado de su cuello. Estable, fuerte.

El mismo punto que él quería coger entre sus colmillos.

Un bajo estruendo – de un gruñido emanando de su propia garganta – se expandió a través de la quietud del lugar.

La mujer se movió debajo de él.

Sus parpados se abrieron de golpe, sobresaltada, luego fueron más amplios. “Nikolai”.

Al principio apenas registro el nombre. La niebla en su mente era tan espesa, su sed tan completa, no sabía nada más que el impulso de alimentarse. Era más que un impulso – era una obligación insaciable. Ciertamente una condenación.

Sed de sangre.

La palabra viajo por su mente sumergida – en hambre como un fantasma. Él lo oyó, lo supo instintivamente para temerlo. Pero entes de que pudiera comprender completamente lo que la palabra significaba, estaba viendo doble, y regresando a las sombras.

“Nikolai,” dijo la mujer de nuevo. “Cuanto hace que has estado despierto?”

Su voz le era familiar de algún modo, un peculiar alivio para él, pero no podía enfocarla realmente. Nada parecía tener sentido para él. Todo lo que tenía sentido era aquel porrazo tentativo de su arteria carota y la completa hambre que lo obligo a extender el brazo y tomar lo que necesitaba.

“Estas a salvo aquí,” le dijo ella. “Estamos en la parte de atrás el camión de suministros que tome de la instalación de contención. Tuve que parar y descansar por un tiempo, pero estoy bien para arrancar ahora. Va a oscurecer pronto. Debemos seguir avanzando antes de que seamos descubiertos.”

Mientras hablaba, imágenes pasaron por su memoria. La instalación de contención. El dolor. La tortura. Las preguntas. Un macho de Raza llamado Fabien. Un macho que él quería matar. Y esta valiente mujer…estaba allí también. Increíblemente, ella lo habia ayudado a escapar.

Renata.

Si. El sabía su nombre después de todo. Pero no sabia porque ella habia venido por él, o porque iba a intentar salvarlo. Tampoco importaba.

Ella habia llegado demasiado tarde.

“Me obligaron,” rugió, su voz sonaba distanciada de su cuerpo. Áspera como la grava. “Demasiada sangre. Me obligaron a beberla…”

Ella lo miro fijamente. “Que quieres decir, con que ellos te obligaron?”

“Intentaron…llevarme a una sobredosis. De adicción.”

“Adicción a la sangre?”

Hizo un vago asentimiento y tosió, el dolor atormentando su pecho. “Demasiada sangre… Llevándome a una sed de sangre. Me hicieron preguntas… querían que traicionara la Orden. Me negué, así que…ellos me castigaron.”

“Lex dijo que ellos te iban a matar,” murmuro ella. “Nikolai, lo siento.”

Ella levanto su mano como si quisiera tocarlo.

“No,” gruño, cogiéndola por la muñeca. Ella jadeo, tratando de soltarse. El no la dejo ir. Su cálida piel quemaba la yema de sus dedos y las palmas de sus manos, donde fuera que él la tocaba. Podía sentir el movimiento de sus huesos y delgados músculos, el pasar de su sangre mientras corría por las venas de sus brazos.

Sería tan fácil llevar esa muñeca sensible hasta su boca.

Demasiado tentado a fijarla debajo de él y beber el mismo directamente de la condena.

Supo el momento preciso en que ella fue de la sorpresa a la aprehensión. Su pulso se acelero. Su piel se tenso en su agarre.

“Suéltame, Nikolai.”

El espero, la bestia en el preguntándose si empezar en su muñeca o en su cuello. Su boca se hizo agua, sus colmillos ansiando perforar su delicada carne. Y tuvo hambre de ella en otra forma también. No habia ocultado su fuerte necesidad. Sabía que era la sed de sangre la que manejaba, pero eso no lo hacía menos peligroso.

“Suéltame,” dijo ella de nuevo, y cuando el finalmente la soltó, ella se echo hacia atrás, poniendo algo de distancia entre ellos. No habia demasiada distancia adonde ella pudiera ir. Las cajas apiladas la encerraron por detrás, más allá de aquella pared del interior del camión. La manera en que ella se movió, deteniéndose y siendo cuidadosa, hizo que el depredador en el notara que estaba débil.

Estaba ella en alguna clase de dolor? Si era así, sus ojos no lo reflejaron. Su color pálido parecía profundo mientras ella lo miraba fijamente. Desafiante.

Miro hacia abajo y sus salvajes ojos se posaron en el brillante cañón de la pistola.

“Hazlo.” Murmuro él.

Ella sacudió su cabeza. “No quiero hacerte daño. Necesito tu ayuda, Nikolai.”

Demasiado tarde para eso, pensó él. Ella lo habia sacado del purgatorio y de las manos de su captor, pero el ya habia probado el sabor del infierno. La única salida de la adicción era pasar hambre, negarse a tomar un completo sustento. No sabía si era lo suficientemente fuerte para luchar contra su sed.

El no lo seria, en tanto Renata estuviera cerca de él.

“Hazlo… por favor. No sé cuanto más podre aguantar…”

“Niko-”

La bestia en el exploto. Con un rugido, libero sus colmillos y se balanceo sobre ella.

El disparo sonó en aquel instante después, un estruendo aturdidor que finalmente, y por sin, silencio su miseria.


Renata se sentó sobre sus talones, el arma tranquilizante todavía empuñada en sus manos. Su corazón palpitando a toda carrera, parte de su estomago todavía alojado en su garganta después de que Nikolai habia saltado sobre ella con sus enormes colmillos al descubierto. Ahora yacía en una expansión en el suelo, inmóvil excepto por su baja y dificultosa respiración. Aparte de sus marcas superficiales en la piel, con sus ojos cerrados y sus colmillos ocultos detrás de su boca cerrada, no habia manera de decir que él era la misma criatura violenta que podría haber rasgado su yugular.

Mierda.

Que demonios está haciendo ella aquí? Que demonios estaba pensando, aliándose con un vampiro, imaginando que realmente podría ser capaz de confiar en uno de su clase? Ella sabía de primera mano cuan traicioneros eran – como de letales podrían volverse en un instante. Podría haber muerto justo ahora.

Hubo un momento en que ella realmente pensó que lo estaría.

Pero Nikolai habia intentado advertirle. No quería hacerle daño; ella habia visto aquel tormento en sus ojos, lo habia oído en su voz rota en aquel instante antes de que él hubiera saltado sobre ella. El era diferente de los otros como él. Tenía honor, algo que ella habia asumido carecía en la Raza entera. Dado que sus ejemplos estaban limitados a Sergei Yakut, Lex, y aquellos que les sirvieron.

Nikolai no podría haber sabido que su arma no tenía balas, y aun así él la habia obligado a que le disparara. Pidiéndole eso. Ella habia pasado por algunas cosas bastante difíciles en su vida, pero Renata no conocía aquella clase de tormento y sufrimiento. Estaba bastante segura de que esperaba que nunca lo tuviera.

La herida en su hombro quemaba como el infierno. Estaba sangrando de nuevo, peor aún, después de esta confrontación física dura. Al menos la bala habia pasado a través limpiamente. El horrible agujero que le dejo detrás iba a requerir asistencia médica, aunque no veía un hospital en su futuro cercano. También pensó que no era sabio quedarse cerca de Nikolai ahora, especialmente mientras estuviera sangrando y la única cosa que lo mantenía alejado de su arteria carota era aquella sola dosis de sedantes.

El arma tranquilizante estaba vacía.

La noche estaba cayendo, ella estaba con una herida de bala sangrante y la ventaja adicional de su reverberar persistente. Y quedándose en el camión robado era como esconderse con el gran objetivo como blanco sobre sus espaldas.

Necesitaba deshacerse del vehículo. Luego necesitaba encontrar algún lugar seguro donde pudiera coserse bastante bien como para poder seguir adelante. Nikolai era un problema más. No estaba dispuesta a dejarlo, pero él era inútil para ella en su condición actual. Si pudiera logar superar las terribles consecuencias de su tortura, entonces quizá. Y si no…?

Si no, ella acaba de perder el tiempo más valioso que hubiera querido considerar.

Moviéndose cautelosamente, Renata salió por la parte trasera del camión y aseguro las puertas detrás de ella. El sol se habia puesto, y el atardecer se acercaba rápidamente. En la distancia, las luces de Montreal brillaron.

Mira estaba en algún lugar de aquella cuidad.

Desamparada, sola…asustada.

Renata subió al camión y encendió el motor. Condujo de vuelta a la cuidad, sin saber a dónde se estaba dirigiendo hasta que finalmente se encontró en terreno familiar. Nunca pensó que estaría de vuelta.

Ciertamente nunca así.

El barrio de la vieja cuidad no habia cambiado mucho en los años en los que se habia ido. Viviendas apiñadas y modestas casas post – Segunda Guerra Mundial alineadas en la oscura calle. Algunos de los jóvenes saliendo de la tienda abierta las veinticuatro horas echaron un vistazo al camión de suministros médicos mientras Renata pasaba conduciendo.

No reconoció a ninguno de ellos, ni a ninguno de los desapercibidos, ojos adultos – que vagaron desde este tramo de sus casas de concreto. Pero Renata no estaba buscando rostros familiares aquí afuera. Solo habia una persona que ella rogaba estuviera todavía alrededor. Una persona que podría ser de confianza para ayudarla, con pocas preguntas.

Mientras ella pasaba por una casa pequeña amarilla con su enrejado de rosas rosadas floreciendo en el frente, una extraña tensión se enrollo en su pecho. Jack aun estaba aquí, las amadas rosas de Anna, bien cuidadas y floreciendo, era bastante evidente eso. Y también estaba la pequeña señal de herradura que Jack se habia hecho para colgar al lado de la puerta principal, proclamando el alegre lugar de la casa de Anna.

Renata redujo la marcha del camión para parar en la acera y apago el motor, mirando a la mitad de la conservada casa en la que ella habia estado tantas veces pero en realidad nunca habia entrado. Las luces estaban encendidas en el interior, arrojando un acogedor, brillo dorado.

Debería estar cerca la hora de cenar porque a través del gran marco de la ventana de en frente podría ver aquellos dos adolecentes – clientes de Jack, aunque él prefería llamarlos sus “Pequeños”- que estaban poniendo la mesa para la comida de la noche.

“Maldita sea,” murmuro ella bajo su respiración, cerrando sus ojos y posando su frente en el volante.

Esto no estaba bien. Ella no debería estar aquí. No ahora, después de todo este tiempo. No con los problemas que estaba enfrentando. Y definitivamente no con el problema que estaba llevando actualmente en la parte trasera del camión.

No, tenía que lidiar con esto por su propia cuenta. Encender el motor, girar el volante del camión, y tomar sus posibilidades en la calle. Demonios, ella no era una extraña en eso. Pero Nikolai estaba en mal estado, y ella no estaba exactamente en la cima de su juego tampoco. No sabía cuánto tiempo más podría conducir antes-

“Buenas,” la amistosa, e inconfundible acento de Texas llego directamente al lado de ella, de la ventana de al lado del conductor abierta. Ella no lo vio acercarse, pero ahora no habia forma de evitarlo. “Puedo ayudarte… con… algo?”

La voz de Jack se apago mientras Renata levantaba su cabeza y giraba para enfrentarlo. Estaba un poco más canoso de lo que recordaba, su casi rapado, corte estilo – militar lo hacían parecer más delgado, sus mejillas y quijada un poco mas redondas que la última vez que lo habia visto. Pero aun era un oso jovial de hombre, con más de seis pies de alto y constituido como un tanque a pesar del hecho de que estaba llegando fácilmente a los setenta.

Renata esperaba que su sonrisa pareciera mejor que la mueca de dolor que fue. “Hola, Jack.”

El la miro fijamente – boquiabierto, en realidad. “Bueno, malditamente sorprendido,” dijo, lentamente sacudiendo su cabeza. “Ha pasado mucho tiempo, Renata. Esperaba que hubieras encontrado una buena vida en alguna parte… Cuando dejaste de venir hace un par de años, me preocupaba que tal vez-” se detuvo de completar el pensamiento, dándole a cambio una gran y vieja sonrisa. “Bueno, demonios, no importa por lo que me preocupaba porque estás aquí.”

“No puedo quedarme,” le espeto, sus dedos agarrando la llave en el encendido, dispuesta a darle un giro. “No debería de haber venido,”

Jack frunció el ceño. “Dos años después de la última vez que te vi, te apareces como caída del cielo solo para decirme que no puedes quedarte?”

“Lo siento,” murmuro ella. “Me tengo que ir.”

El puso las manos en la ventana abierta del camión, como si quisiera físicamente retenerla allí. Ella miro el bronceado, degradado en las manos que habían ayudado a salir a tantos jóvenes de problemas en las calles de Montreal – las mismas manos que habían servido a su país de origen en la guerra hace cuatro décadas pasadas, y que ahora cuidaban y protegía aquel enrejado de rosas rojas como si fueran más valiosos para el que el oro.

“Que está pasando, Renata? Sabes que puedes hablar conmigo, que puedes confiar en mí. Estas bien?”

“Si,” Dijo. “Sí, estoy bien, en serio. Solo pasaba.”

La mirada en sus ojos le dijo que él no le creía ni por un segundo. “Alguien mas esta en problemas?”

Ella sacudió du cabeza. “Por qué piensas eso?”

“Porque esa es la única manera en que venias aquí antes. Nunca por ti, sin importar que tal mal personalmente hubieras necesitado una mano.”

“Esto es diferente. No es algo en lo que deberías estar involucrado.” Ella encendió el motor. “Por favor, Jack… Solo olvídate de que incluso me viste esta noche, de acuerdo? Lo siento. Me tengo que ir.”

Apenas agarro la palanca de cambios para poner el camión en marcha la fuerte mano de Jack vino a descansar sobre su hombro. No fue un apretón fuerte, pero incluso la más pequeña presión sobre su herida la hizo prácticamente saltar fuera de su piel. Contuvo el aliento mientras el dolor se lanzo a través de ella.

“Estas herida,” dijo él, aquellas cejas canosas y pobladas se unieron de una.

“No es nada.”

“Nada, mi culo.” Abrió la puerta y se subió adelante para tener una mejor vista de ella. Cuando vio la sangre, murmuro una fuerte maldición. “Que paso? Te apuñalaron? Algunos pandilleros trataron de tumbarte por tu camión o tu carga? Jesús, esto parece una herida de bala, y ha estado sangrando por algún tiempo, ahora-”

“Estoy bien,” insistió ella. “No es mi camión, y nada de esto es lo crees.”

“Entonces podrías decirme todo esto mientras te llevo al hospital.” El se adentro aun mas en la cabina, gesticulando para que ella le hiciera sitio. “Muévete, yo conduciré.”

“Jack,” puso su brazo sobre su grueso, antebrazo de cuero. “No puedo ir al hospital, o a la policía. No estoy sola aquí. Hay alguien en la parte de atrás del camión y el también está en malas condiciones. No puedo dejarlo.”

El la miro fijamente, incierto. “Has hecho algo en contra de la ley, Renata?”

Exhalo su risa débil, llena de cosas que ella no podía decir. Cosas que él no podría saber y segura como el infierno que no creería si le contara. “Desearía que fuera solo ley con la que tuviera que lidiar. Estoy en peligro, Jack. No puedo decirte más que eso. No quiero que te involucres.”

“Necesitas ayuda. Esa es toda la información que necesito.” Su rostro estaba serio ahora. Y más allá de las arugas, de su cara delgada, y el pelo canoso, vio un destello del Marino inquebrantable que habia sido todos aquellos años. “Ven adentro y conseguiré que tu y ti amigo descansen en algún lugar por un rato. Conseguiré algo para tu hombro también. Vamos, adelante, hay mucho espacio en la casa. Déjeme ayudarte – por una vez, Renata, deja que alguien te ayude.”

Ella quería eso tan malditamente, en lugar de enterrar en lo profundo de su interior ese dolor. Pero llevar a Nikolai a un lugar público era un riesgo demasiado grande, para él y para cualquiera que pudiera verlo. “Tienes algún otro lugar en vez de la casa? Un lugar tranquilo, con menos personas adentro y afuera. No tiene que ser muy grande.”

“Hay un pequeño apartamento en el garaje de atrás. He estado usándolo para guardar todo en su mayoría desde que Anna se ha ido, pero eres bienvenida.” Jack salió del camión y le ofreció su mano para ayudarla a bajar. “Vamos a llevarte a ti y a tu amigo adentro para así poder echar un vistazo a la herida.”

Renata bajo del asiento a el pavimento. Y en cuanto a mover a Nikolai? Estaba segura de que todavía estaba durmiendo bajo efectos del tranquilizante, que ayudaba a ocultar lo que realmente era, pero no habia manera de que pudiera esperar que Jack no encontrara en lo más mínimo inusual el desnudo, ensangrentado y golpeado, macho inconsciente. “Mi, um, amigo está realmente muy enfermo. Está en muy malas condiciones, y no creo que sea capaz de caminar por su propia cuenta.”

“He cargado más que un hombre de la selva en mi espalda,” dijo Jack. “Mis hombros pueden ser un poco debiluchos ahora, pero son lo bastante anchos. Tendré cuidado de él.”

Mientras caminaban juntos a la parte de atrás, Renata agrego, “Hay una cosa más, Jack. El camión, necesita desaparecer. No importa en donde, pero cuanto antes mejor.”

El dio una breve inclinación de cabeza. “Considéralo hecho.”

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